Cap tulos xx-xxii

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TERCERA PARTE. LA MODERNIZACIÓN DEL ESTADO
CAPÍTULO XX. LA NORMATIVA JURÍDICA DEL MERCADO
1. Antecedentes de la Modernización del Estado
Introducción
En esta parte de la obra se hace principal referencia a los elementos
de la doctrina de la modernización y reforma del Estado, en concordancia con la Ley de Modernización del Estado, Privatizaciones y Prestación de Servicios Públicos por parte de la Iniciativa Privada* y otra
normativa aplicable, incluyendo la Constitución Política de la República
y otras normas jurídicas y administrativas ecuatorianas, así como a
doctrina y legislación extranjera cuando esto proceda.
La modernización del Estado es un concepto en boga, pero
refleja una etapa histórica de la actividad permanente dentro del Estado para alcanzar más adecuadamente las finalidades sociales.
En este mismo sentido, en otra etapa se usó "desarrollo administrativo" para significar los necesarios cambios orientados a mejorar la Administración Pública y adaptarla a las necesidades de su
actividad y al cumplimiento de sus fines. En el Ecuador, esta denominación se manifiesta en el nombre de la extinguida "Secretaría
Nacional de Desarrollo Administrativo (SENDA)", dependencia de la
Presidencia de la República, sucesora del Grupo de Coordinación de
Desarrollo Administrativo, funciones desempeñadas actualmente por
la Oficina de Servicio Civil y Desarrollo Institucional de la Presidencia
de la República.
En la misma línea, la denominación de "reforma administrativa" que se usó simultáneamente, implica una acción políticogubernamental orientada al "desarrollo creciente y sostenido de un
país", que básicamente influye sobre ese desarrollo*.
El cambio radical ocurrido en el entretanto es la agudizada
desconfianza de que la Administración Pública pueda ser un instrumento eficaz para el desarrollo de todas las actividades necesarias
para el desarrollo "creciente y sostenido" de un país.
En efecto, bien se ha observado que, desde el punto de vista
puramente literal, modernización significa: "[h]acer que alguien o algo pase a ser moderno" y moderno se define como "[p]erteneciente
al tiempo del que habla o una época reciente" y "[d]ícese de lo que
en cualquier tiempo se ha considerado contrapuesto a lo clásico".
Este vocablo implica una transformación del enfoque de Estado que
se manejó hasta fines de los años setenta, en Sudamérica y principalmente en Ecuador.
Un término que abarca las diferentes denominaciones es el
de "reforma del Estado". A diferencia de la reforma administrativa,
que se desenvuelve en el marco de la normativa legal, la reforma del
Estado implica la existencia de cambios legales y constitucionales.
Así, en la obra del mismo nombre puede DROMI afirmar: "El sujeto
activo responsable de la Reforma integral del Estado es el Poder
Legislativo"*.
Producción de bienes
Una parte creciente del desarrollo administrativo concebido tradicionalmente se relaciona con la actividad estatal de producción de bienes
y servicios a través de empresas públicas, que actúan en competencia
con las particulares o en forma monopólica. El Estado expropiaba empresas específicas o con gran frecuencia nacionalizaba o estatizaba
toda una rama de actividades o servicios: así en nuestro país, el anterior texto constitucional estatizaba "áreas de explotación económica
reservadas al Estado".
La participación pública en actividades productivas es tan
antigua como el mismo Estado, pero resultó característico de la tendencia del "Estado Productor" moderno el definirse como proveedor
de bienes y servicios, con adicionales finalidades diversas que incluyen funciones de regulación y compensación, desarrollo y suministro
industrial en áreas estratégicas, creación de puestos de trabajo y
producción de excedentes a ser utilizados en el cumplimiento de las
finalidades del Estado.
Las razones porque estos criterios se abandonan actualmente en Sudamérica no son de índole política sino pragmática, porque
ese enfoque en general y las empresas públicas en particular no han
respondido a las expectativas generadas en ninguno de los campos
descritos en el párrafo anterior.
Mercado
Se ha querido identificar el término "modernización" con "sometimiento
a las fuerzas del mercado". Esto no es precisamente exacto, en cuanto
la consideración del mercado ha sido una constante del pensamiento
político en los últimos veinte años, en muchos casos con variadas connotaciones, como es el caso del pensamiento jurídico alemán, descrito
por REICH en su interesante trabajo sobre este tema*. Esto es, mucho
antes que se empiece a utilizar el término de modernización.
En todo caso, el punto es que no son términos equivalentes
"modernización" y "sometimiento al mercado". No obstante, el uso
del vocablo modernización implica aceptar que la administración pública tiene limitaciones, especialmente en lo concerniente a la asignación de recursos para el desarrollo. Se considera que muchas de
las actividades para ese desarrollo son más apropiadamente
desempeñadas —asignadas— por el mercado. Por otra parte, nadie
afirma en la actualidad que el mercado pueda sustituir al Estado en
tareas que le corresponden a este en forma irreemplazable. También
se atribuye un destacado papel a las denominadas organizaciones
no gubernamentales, conocidas con la siglas de ONG. Estas organizaciones, se llaman más apropiadamente "personas jurídicas sin
fines de lucro" y según el Código Civil de Andrés Bello pueden ser
"fundaciones" o "corporaciones".
Organizaciones no gubernamentales
Este concepto de mayor participación de organizaciones no gubernamentales y diferentes grupos de la población en el desempeño de tareas antes de competencia exclusiva del Estado se manifiesta claramente en la Agenda 21, suscrita por la mayor parte de los países en
Río de Janeiro en 1992 durante la Conferencia de las Naciones Unidas
para el Medio Ambiente y el Desarrollo (CNUMAD).
La suscripción de la Agenda 21 por los países indicados, incluyendo al Ecuador, la constituyen en declaratoria de políticas
aceptadas, que si bien carece de fuerza legal, tiene calidad de
"norma blanda", de hecho la más extensa que rige en la actualidad
a nivel internacional.
Desarrollo sustentable
El proceso de la aplicación de la Agenda 21 en los años a venir, deberá
señalar el "comienzo de una asociación global para el desarrollo sustentable"*. El documento "Cuidar la Tierra" de la Unión Mundial para la
Naturaleza (UICN), define desarrollo sustentable como: "Mejoramiento
de la calidad de la vida humana dentro de nuestra capacidad ecológica"*. La intención de alcanzar el desarrollo sustentable es uno de los
elementos que debería definir la modernización del Estado.
Regulación estatal
Por otra parte, resulta claro que no es una garantía automática de éxito
el desempeño de organizaciones y empresas privadas ni el juego de
las fuerzas del mercado en el cumplimiento de ciertas finalidades que
se consideran socialmente necesarias, vale decir finalidades públicas.
Así, "en sectores que por su naturaleza tecnológica y el tamaño del
mercado tienden a prevalecer situaciones monopólicas u oligopólicas,
es necesario que el Estado defina una institucionalidad que haga viables las reglas del juego y proteja los intereses tanto de las empresas
competidoras como de los consumidores finales": es la denominada
regulación del Estado"*.
Conclusión
Se concluye que el concepto de modernización que se maneja en esta
parte del trabajo implica: 1. Disminución de las competencias de la administración pública en la asignación y producción de recursos y en la
creación de excedentes; 2. Incremento de la participación de los particulares en la ejecución de tales actividades; 3. Desarrollo y fortalecimiento de la potestad directiva y reguladora y, como consecuencia,
sancionatoria del Estado en el control de ciertas actividades ejecutadas
por el los particulares, especialmente aquellas que antes se atribuían al
sector público.
2. Modernización, Privatización y Mercado
En este trabajo se define privatización como el traspaso a los particulares de: 1. actividades del Estado y, 2. de propiedad pública afectada a
actividades productivas del Estado. La modernización es un término
más amplio que incluye a la privatización pero comprende también
otras figuras que permiten mejorar la gestión económica pública. En el
lenguaje corriente, se denomina indiscriminadamente como privatización a toda acción modernizadora del Estado, especialmente aquellas
que involucran una gestión del sector privado. La vigésima primera edición del Diccionario de la Lengua Española de la Real Academia, de
1992, define privatizar como "Transferir una empresa o actividad pública al sector privado".
Antes de entrar en la interesante cuestión de lo más o menos apropiado del uso del término "privatizar" y sus variantes desde
el punto de vista jurídico, cabe reconocer que la formación de este
neologismo se inscribe dentro del esquema evolutivo de las derivaciones verbales del español, con tradición de la lengua latina. Según
explica MENÉNDEZ PIDAL*, cuando se deseaba crear un verbo en latín
se añadían terminaciones de flexión verbal de índole diversa al nom-
bre correspondiente. Igual camino siguieron los romances, entre los
cuales el español. Para el caso de lo que denomina "derivación mediata", la terminación "izare" la califica MENÉNDEZ PIDAL como sufijo
que designa una imitación, proveniente del griego y desconocido por
el latín clásico, tal como fue interpretado por los autores eruditos de
la decadencia. Así, cita los siguientes ejemplos: baptizare bautizar,
latinizare latinizar, español-izar, colon-izar, suav-izar.
En esta línea, en el uso todavía no autorizado de nuestros
días, son cada vez más comunes términos como "carnet-izar",
"computar-izar", no contenidos en el Diccionario de la Lengua Española de la Real Academia. Este, no obstante, sí incluyó en su vigésima edición, de 1984, "computadorizar", con el significado de: "someter datos al tratamiento de la computadora", que tal vez es más
correcto, pero de difícil pronunciación.
Así, se debe entender que el verbo privatizar, proviene de
"privado", en el sentido de someter algo al derecho privado, (ius privatum en el derecho romano): privat-izar. A veces privatizar se entiende como "sometimiento al derecho privado". En este contexto, se
debe entender por "privatizar una empresa estatal" el someterla al
régimen del derecho privado. Esta interpretación yerra en no tomar
en cuenta la distinción fundamental que hay que establecer con las
empresas estatales: que existen algunas de ellas sometidas de todas maneras al régimen de derecho privado, como son las compañías mixtas y las compañías anónimas cuyos accionistas son exclusivamente personas públicas, o públicas y privadas conjuntamente.
Aquí lo que se puede "privatizar" es la propiedad de los capitales,
traspasándolos a los particulares. Entonces cabría la interpretación
de que "privatizar" se refiere a la propiedad y no al derecho aplicable, distinguiendo entre empresas de propiedad pública –es decir del
Estado y sus instituciones— y de propiedad privada, sin distinción
de si ellas están sometidas al derecho público o al derecho privado.
Pero si se acepta este enfoque no se podría aplicar este verbo a las
situaciones en que el Estado encarga a los particulares una actividad
que antes ejercía exclusivamente, como sería la actividad de la recolección de basura o de la telefonía celular, cuando no se produzca
traspaso de propiedad alguna.
Además hay que acotar que para estas situaciones de prestación de servicios públicos por particulares, el término jurídico apropiado es el de "concesión" o de "locación de servicios u obra" según
se produzca o no la transferencia de ciertas potestades públicas. Lo
que tienen de común todas las situaciones de traspaso a los particulares, sea del dominio o de la actividad, es que quedan sometidos al
régimen de mercado. Por supuesto no a un régimen de mercado li-
brado enteramente al juego de la oferta y la demanda. Pero un mercado de plena libertad no existe en este país, ni en ninguna parte —
o tal vez en Rusia de hoy. Lo que existe en el Ecuador de hoy es un
mercado intervenido por el Estado en muchos respectos que más
adelante se señalarán.
Otras veces se entiende por privatización el traspaso de bienes de propiedad pública a los particulares. En otra parte de esta
obra se desarrolla la diferencia entre bienes públicos y bienes del
Estado. Los bienes nacionales, como las playas del mar, los bienes
del subsuelo —incluyendo los hidrocarburos y minerales— y las
aguas, son inalienables, es decir no pueden venderse. Pero no se
pueden vender en abstracto. Es decir "las aguas" no se pueden vender pero el Consejo Nacional de Recursos Hídricos (CNRH) sí "vende" agua, o su uso, mediante un derecho de aprovechamiento. Igual
cosa ocurre con los hidrocarburos y minerales. No se pueden vender
"los hidrocarburos" o "un yacimiento hidrocarburífero bajo la tierra" o
"los minerales del subsuelo" genéricamente. Pero cualquiera, nacional o extranjero, explota, compra y vende petróleo y oro en este país,
cumpliendo ciertos requisitos. Por otro lado los llamados "bienes del
Estado" sí son susceptibles de venta y siempre lo han sido, en circunstancias determinadas a veces por la Constitución, como se estudia en el apartado correspondiente de este trabajo. Pero la venta
de edificios, equipos o terrenos del Estado tampoco se podrían llamar apropiadamente "privatización".
En consecuencia, el término "privatización" no resulta tal vez
el más acertado jurídicamente para significar la figuras de la modernización consistente en traspasar bienes o actividades públicas a los
particulares. En efecto, como se explica en el apartado anterior, el
término privatización connota una transferencia de propiedad del
Estado a los particulares. Mas, lo importante es si la actividad —
antes que los bienes mismos— en cuestión está sometida o no al
mercado. En muchos casos, especialmente en el caso de servicios
públicos, se podría dar la modernización del servicio, es decir su
prestación por particulares, sin que necesariamente tenga que existir
un traspaso de propiedades. Mas apropiadamente se podría describir tal situación como una de "mercad-ización", en el sentido de que
una actividad determinada que antes se reservaba el Estado para sí,
queda librada a las fuerzas del mercado, pero bajo mayores o menores controles estatales. Eso sucedió, ya hace bastante tiempo parcialmente con la educación. Eso ocurre, por ejemplo, con el transporte urbano de pasajeros, por ejemplo, que es un servicio público que
en realidad nunca fue asumido por el Estado ecuatoriano, con excepción del transporte por ferrocarriles. Sobre los servicios públicos,
DUGUIT afirmó el siglo pasado que ellos eran la razón de ser del Estado y quiso establecer sobre esa base el Derecho Público. Tal enfoque está descartado en la actualidad. Inclusive en la época de esplendor de la noción del servicios público en Europa, esto es, entre
fines del siglo pasado y comienzos del actual, fue esencia del funcionamiento de los servicios públicos su ejecución por cuenta de
concesionarios particulares. Hoy se juzga que ciertas actividades
pueden llevarse a cabo igualmente bien por el sector público como
por el privado, como por ejemplo en el caso de la educación, con
ciertas matizaciones que no viene al caso desarrollar aquí.
La economía de mercado
Según la Constitución Política de la República, en el Ecuador funciona
el sistema de economía social de mercado*. Por economía de mercado
se debe entender una economía donde el gran volumen de las asignaciones de bienes y servicios se hace a través del mercado. La otra alternativa es la economía planificada, denominada economía de administración centralizada, donde las asignaciones se hacen a través de
decisiones de organismos públicos. Este último esquema hoy por hoy
se descarta en la mayor parte de los países socialistas, donde el sistema se aplicó durante buena parte de este siglo. Según la doctrina
clásica, que nunca funcionó en la práctica, el instrumento del mercado
es la competencia perfecta, donde ninguna de las partes puede influir
decisivamente el funcionamiento de ese mercado. A través de la oferta
y la demanda se estimula el suministro de las mercancías más necesarias al más bajo precio; los mejores y más útiles productos son mejor
pagados, lo que motiva a los individuos a incrementar su volumen y
mejorar su calidad.
Este mercado de competencia supuestamente perfecta se
frustró con el crecimiento del capitalismo, acentuado por el proceso
de la concentración e internacionalización de los capitales. Es una
característica del crecimiento económico de los países el desarrollo
de monopolios y oligopolios, esto es empresas únicas que acaparan
el suministro de una mercancía o grupo de mercancías, o de un grupo de empresas que llegan a los mismos resultados a través de
arreglos de precios. Estas situaciones no se consideran por el liberalismo clásico como suficientes para desvirtuar las bondades del sistema, sino que, en lenguaje económico, se consideran meras "disfunciones", que corresponde solucionar al Estado. Esta noción suministró uno de los principales argumentos para la creación de empresas públicas. Muchas de ellas fueron establecidas precisamente co-
mo intentos del Estado de desvincular actividades determinadas del
juego del mercado.
Según REICH, en la actualidad se considera que:
... Una parte importante de la satisfacción de las necesidades
colectivas e individuales (reproducción) se efectúa mediante el
mecanismo del mercado. También el Estado se sirve -al menos parcialmente-, para la satisfacción de sus necesidades, de
mecanismos directos o indirectos de distribución de mercado.
... El mercado también tiene por función conseguir el crecimiento y desarrollo de una sociedad, creando los incentivos
necesarios para el progreso de la técnica. ... (y) el reparto y la
distribución de la renta. Por último, ...del nivel de estabilidad de
los precios o de la inflación*.
La intervención estatal en el mercado
Ya en la época de MARX, se había conseguido la intervención del Estado para proteger determinados derechos de los trabajadores. Esto lo
cita, por ejemplo, en el Capítulo 14: "Maquinaria e Industria de Gran
Escala" del Volumen I de El Capital*. Según REICH, los mercados financieros también "se someten relativamente pronto a la intervención estatal, con la creación del banco de emisión y la consiguiente manipulación del valor del dinero"*.
La acumulación capitalista que se produce en el siglo pasado y la internacionalización de los capitales, resulta por supuesto en
el fenómeno tratado por LENIN en su obra: "El Imperialismo, Fase
Superior del Capitalismo", donde acuña la conocida frase de "fase
monopolista del capitalismo"*. No se debe considerar que estos conceptos pierden su importancia con la debacle producido durante la
última década en los países socialistas y por lo tanto con la consecuente desvalorización, merecida o no, de sus fundadores políticos.
En efecto, el autor norteamericano J. K. GALBRAITH desarrolla un enfoque similar, cuando describe las formas en que determinaciones
autoritarias de precios y compraventa de mercancías sustituyen las
fuerzas libres del mercado*.
Así, en la actualidad los mercados de todos los países capitalistas se encuentran ampliamente intervenidos por el Estado. Esto
se acentúa principalmente con la crisis del desarrollo del capitalismo.
En los países en desarrollo, se considera fundamental que el Estado
participe activamente en el desarrollo y propenda a la estabilidad de
los precios, el crecimiento económico, el equilibrio de los intercambios con el exterior. Los operadores del mercado continúan siendo
sujetos privados, pero cada vez más sometidos a normativas impuestas por el Estado. Se puede afirmar que las vinculaciones del
Estado con el mercado se realizan a través de normas jurídicas, esto
es aplicadas coercitivamente. No obstante, cobra importancia creciente la figura denominada de la concertación que destaca la coordinación voluntaria de los distintos actores de la economía, incluyendo obviamente al Estado, para la consecución de fines de control de
la crisis. Existen diversas teorías de cómo el derecho interviene en
estos aspectos de la administración del Estado. Esas teorías son
representativas la evolución histórica de la participación estatal en el
mercado, aunque subsisten en diferentes escuelas contrapuestas en
la actualidad. Todas ellas se inscriben genéricamente en el denominado Derecho Económico.
En primer lugar, la misma clasificación del área jurídica que
refleje esta participación estatal implica enfoques diferentes, según
se considere una orientación jurídica pública o privada. El enfoque
privado se orienta al análisis del comportamiento de los actores en el
mercado y se estructura a través del Derecho de la Empresa. Existen intentos bastante coherentes para construir un derecho de empresa, sin que se hayan disipado los vacíos y dificultades que este
enfoque representa, que han sido señalados por autores tan reputados como GARRIGUES. Por otra parte, más éxito a nivel de metodología jurídica han tenido los análisis que en este campo del mercado
consideran primordialmente la influencia de la actividad normativa
del Estado, denominado genéricamente como Derecho Administrativo Económico*.
Se ha manifestado que ninguno de estos enfoques considera la interrelación entre el Estado y la economía, vale decir entre
mercado y derecho. La intervención del Estado se manifiesta a través de normas jurídicas, lo que determina que el mercado contemporáneo no solo se politiza sino que también se "juridifica". HABERMAS
entiende por crisis aquellos trastornos que se producen en la integración del sistema y que ponen en peligro la integración social. De
entre ellos HABERMAS distingue cuatro tipos de tendencias distintas
en la crisis del capitalismo tardío: la crisis económica, la crisis política, la crisis de legitimación y la crisis de motivación *. El punto central
de esta interrelación se considera actualmente que es el fenómeno
de la crisis en los procesos del mercado y las consecuentes reacciones del Estado ante las manifestaciones de esos procesos. Una de
las respuestas del Estado, como se ha visto, es de establecer restricciones en el seno del mercado. El Estado se empeña —no siempre exitosamente— en intervenir en estas crisis que sacuden a las
sociedades contemporáneas y amenazan destruir la integración social.
3. Los mercados y el Estado
Por sus características, se puede hablar de más de un mercado. Sucintamente se pueden enumerar los mercados: laboral, financiero, de
consumo. En esta temática ocupa un lugar importante la concentración
de capitales.
El mercado de trabajo
Para comenzar con el mercado laboral, cabe recordar que se mencionó líneas arriba que tempranamente se intervino el mercado de trabajo.
En todos los países capitalistas, el Estado interviene en este mercado
para cumplir la política estatal de pleno empleo. A través de legislación
laboral, el Estado encuadra y orienta la negociación colectiva, en forma
que desdice la idea clásica liberal de la libertad de contratación, señalando salarios mínimos, influyendo sobre las condiciones del trabajo,
estableciendo prohibiciones expresas para este tipo de contratos y en
general limitando en ciertos aspectos la libertad de los propietarios de
los medios de producción, en defensa de los derechos de los trabajadores.
El Estado-empleador participa en el Ecuador en este mercado pero en una forma pasiva. Es sin duda, un importante empleador,
pero sin control en el componente salarios, lo que podría significar
un destacado medio de las variables del mercado y por tanto de la
economía en general. Ni los directivos de las grandes empresas públicas ni tampoco los principales conductores de la política financiera, económica y presupuestaria del Estado, tienen todavía control en
la gestación de los contratos colectivos públicos.
Con el aparente objetivo de centralizar estos trámites en el
despacho del Presidente de la República se expidió en 1985 el Decreto Ejecutivo 471* que creaba la Oficina Coordinadora de Asuntos
Laborales del Sector Público, adscrita a la Secretaría General de la
Administración. Por alguna razón, estas finalidades de centralizar en
una oficina de la Presidencia las negociaciones laborales de los contratos colectivos del Estado no se cumplieron y en 1989, por DE 351*
las funciones de esta oficina se atribuyeron a la Dirección Nacional
de Personal en la extinguida Secretaría Nacional de Desarrollo Administrativo (SENDA). No obstante, el encargo tampoco fue asumido
por esta Secretaría. En todo caso, tales obligaciones ya no constaba
entre las funciones de la Dirección Nacional de Personal en el Re-
glamento Orgánico Funcional de SENDA de 1990*. Finalmente, por
Decreto Ejecutivo* se estableció la obligatoriedad del dictamen de
SENDA en la suscripción de los contratos colectivos, para la revisión
de asuntos tan elementales como: que los costos del contrato colectivo no se incrementen por encima del crecimiento presupuestario,
que no se dupliquen los beneficios por los mismos rubros, que no se
sustituya el Estado en el pago del impuesto que corresponde a sus
funcionarios -lo que de todas maneras ya está prohibido por el Art.
35 del Código Tributario. Estos lineamientos elementales produjeron
por lo menos tres quejas de asociaciones de empleados públicos en
el Tribunal de Garantías Constitucionales. El dictamen de SENDA se
trataba, no obstante, de un dictamen final, cuando estaban concluidas las negociaciones colectivas: Una huelga de última hora, que
paraliza medio país, termina acabando con las resistencias de algún
burócrata de la Presidencia de la República o del Ministerio de Finanzas que intente oponerse a cualquier cláusula exagerada. La relativa falta de control gubernamental sobre este segmento del mercado de trabajo constituye un importante factor de perturbación presupuestaria y financiera del Estado y con mayor razón de las empresas e instituciones públicas empleadoras.
La "Ley para la Reforma de las Finanzas Públicas" (1999)
establece entre las "Medidas para Reducir los Egresos" la creación
del "Consejo Nacional de Remuneraciones del Sector Público". La
Ley fija como políticas básicas de remuneraciones: el mantenimiento
de la capacidad adquisitiva de los ingresos por este concepto, con
escalas salariales generales para todo el sector público. Pero se
descartan los reajustes periódicos y toda suerte de indexación de
salarios o su fijación en moneda extranjera o unidades de valor constante*.
Las principales potestades del Consejo Nacional de Remuneraciones son el establecimiento de políticas salariales y la expedición de normas sobre control de la masa salarial y su incremento *.
También le corresponde al Consejo Nacional de Remuneraciones
del Sector Público determinar el "porcentaje de incremento de los
sueldos, salarios, remuneraciones, compensaciones. bonificaciones,
subsidios y cualquier otro beneficio que causen un egreso, de un
ejercicio económico a otro", incluyendo los aportes patronales al
IESS, así como cualquier otro desembolso a favor de los trabajadores o de las organizaciones laborales, independientemente de la denominación que se le dé*.
En vista de que una importante porción de los fondos públicos se maneja a través de compañías mercantiles de propiedad estatal mayoritaria, también se extienden a estas sociedades el control
del Consejo Nacional de Remuneraciones del Sector Público, en determinados aspectos. Expresamente se dispone que la potestad del
Consejo sobre los regímenes salariales de las sociedades mercantiles del Fondo de Solidaridad*.
El Estado influye en los montos asignados a los trabajadores
públicos en los contratos colectivos, a través de controles diversos.
Se requiere el dictamen obligatorio del Ministro de Finanzas y Crédito Público para la celebración de un contrato colectivo. Este dictamen versa sobre la disponibilidad de recursos financieros suficientes
para cubrir la integridad de los desembolsos previstos, sin cuyo requisito el contrato se considera inexistente. Asimismo, se dispone
que los contratos colectivos deberán contener un cláusula de suspensión de los beneficios económicos adicionales previstos, en caso
de que los ingresos institucionales se reduzcan de tal forma que hagan imposible el cumplimiento de los pagos correspondientes *. Se
excluyen de las posibles estipulaciones del contrato colectivo la prestación gratuita de los bienes y servicios producidos por la institución
empleadora, así como la sucesión a los herederos del derecho al
empleo correspondiente. El Consejo Nacional de Remuneraciones
del Sector Público establece los montos máximos de las indemnizaciones pagadas por cualquier concepto a los trabajadores del sector
público. Finalmente, se aclara que no corresponde el pago de indemnizaciones por la simple transformación de una institución pública, mientras se mantenga la fuente de trabajo y el nivel de remuneraciones.
Otra intervención del gobierno en el mercado laboral consiste en la fijación del salario mínimo vital, facultad que antes la ejercía
el Congreso, pero que desde 1989, con un criterio apropiado, se
trasladó al Presidente de la República. La Ley Reformatoria al Código del Trabajo*, con su referencia a "incrementos semestrales de
remuneraciones", debilita en algo la discrecionalidad de este instrumento de manejo fiscal del Ejecutivo que constituye la fijación de
salarios en el sector público y privado. Esta Ley reformatoria también
determina una intervención adicional del Estado en el mercado de
trabajo: la "Mediación Obligatoria"*.
El mercado financiero
Son múltiples las intervenciones del Estado ecuatoriano en el mercado
financiero, con medidas cambiarias, financieras y monetarias, valiéndose de instrumentos tales como el encaje bancario, el crédito público
interno, etc. Una de las más tradicionales finalidades en este campo es
la defensa de los fondos de los ahorristas, depositantes e inversores
Además de esas normas de encuadramiento para asegurar
el buen manejo y la protección de los fondos del público, el Estado
también satisface sus propios requerimientos en este mercado financiero. En el Ecuador esto se realiza principalmente a través de la
llamada deuda pública interna, por emisión de bonos o papeles fiduciarios; que está reglada por el Capítulo 8, Sección 3 de la Ley Orgánica de Administración Financiera y Control (LOAFYC) y por los
Arts. 53 y 63 de la Ley de Mercado de Valores.
El Estado cuenta, por supuesto, con otros medios para satisfacer internamente sus requerimientos crediticios. Para los créditos
internacionales, existe asimismo una compleja y profusa normativa
jurídica. A más de las finalidades de encuadramiento del mercado y
de satisfacción de sus propios requerimientos, el Estado interviene
en forma activa en el mercado financiero para conseguir sus objetivos contra la crisis, control de la inflación, estímulo del crecimiento
económico, etc. En estos casos el crédito público no se utiliza para
llenar requerimientos crediticios sino para controlar la liquidez monetaria en el mercado, como en las llamadas "operaciones de mercado
abierto", de las cuales la más conocida es la emisión de Bonos de
Estabilización Monetaria, normadas por Regulaciones del directorio
del Banco Central.
Las empresas y demás entidades públicas ecuatorianas manejan sus presupuestos propios, diferentes del Presupuesto General
del Estado. Ellas con frecuencia cuentan con excedentes de dinero
que están autorizadas a invertir temporalmente en el mercado, para
lo cual se encuentran autorizadas por el Art. 192 de la LOAFYC. Estos fondos son con frecuencia cuantiosos. La LEY 79*, que afecta
varias normas jurídicas, en su Título II dispone: "Inversiones del Sector Público", reforma en cierta manera el citado Art. 192 de la
LOAFYC puesto que establece el requisito de la autorización del Directorio del Banco Central para la colocación de fondos.
El Art. 141 de la LOAFYC norma la negociación de bonos,
que deberá realizarse a través de la Bolsa de Valores, con ciertas
excepciones. El Procurador General del Estado considera que la
primera excepción del Art. 141 de la LOAFYC (que exonera de este
requerimiento a la Corporación Financiera Nacional y al Banco Ecuatoriano de la Vivienda) ha sido derogada de manera tácita por su
carácter especial y posterior por el Art. 63 de la Ley de Mercado de
Valores*.
La Ley de Mercado de Valores prescribe que las instituciones públicas deben colocar los valores que emitan o hayan adquirido
“a través de los mecanismos centralizados de negociación o subasta
que mantenga o lleve a cabo el Banco Central del Ecuador o en las
Bolsas de Valores existentes en el país”. La colocación de valores en
la Bolsa se realiza mediante funcionarios o empleados designados
expresamente y calificados por la Bolsa de Valores, conforme el Art.
63 de la Ley de Mercado de Valores. El DE 3170 dispone que los
certificados de tesorería sean colocados y negociados a través del
mecanismo de subastas del Banco Central*, lo cual, según el Procurador General del Estado, no excluye la aplicación de la indicada
norma de la Ley de Mercado de Valores *. El Banco del Estado realiza estas operaciones conforme las normas que fije su propio Directorio, previa aprobación del Directorio del Banco Central*.
El Procurador ha excluido la posibilidad de apartarse de ese
procedimiento para contratar servicios de intermediación bursátil y
rechazó la aplicabilidad del Art. 6, letra k) de la Ley de Contratación
Pública para este efecto*, considerándose ilegal el pago de comisiones por este rubro*.
Así, se puede afirmar adecuadamente que estos fondos públicos de empresas y demás entidades públicas están o son susceptibles de estar sometidos a un régimen de mercado. Los fondos de
los afiliados del Instituto Ecuatoriano de Seguridad Social (IESS) han
constituido una notable excepción de este principio, al estar congelados en el Banco Central, pero no existe ningún impedimento legal
para que tales fondos se coloquen también en el mercado, especialmente considerando la normativa constitucional que dispone:
Las inversiones del Instituto Ecuatoriano de Seguridad Social
con recursos provenientes del seguro general obligatorio, serán realizadas a través del mercado financiero, con sujeción a
los principios de eficiencia, seguridad y rentabilidad, y se harán
por medio de una comisión técnica nombrada por el organismo
técnico administrativo del Instituto Ecuatoriano de Seguridad
Social. La idoneidad de sus miembros será aprobada por la
superintendencia bajo cuya responsabilidad esté la supervisión
de las actividades de seguros, que también regulará y controlará la calidad de esas inversiones*.
Mercado de consumo
En el Ecuador en forma tardía el Estado interviene en el mercado de
consumo a través de la Ley de Defensa del Consumidor y su reglamento*. Asimismo, a través de una serie de leyes y normas administrativas llegó a controlar los precios, la mayor parte de cuyos controles se
suprimen en disposiciones transitorias de la Codificación de la Ley de
Desarrollo Agrario*.
Una de las mercaderías más importantes, como son los hidrocarburos, están dominadas por una institución estatal y sus precios controlados legalmente, a pesar de la liberalización introducida
en ciertos aspectos. En cumplimiento de lo dispuesto en estas normas, el Instituto Ecuatoriano de Normalización (INEN) expidió las
"Listas de bienes y servicios sujetos a control" y la "Lista de productos de importación, indispensables y peligrosos para el consumidor,
sujetos a control"*.
Desde hace muchos años existen controles gubernamentales en el mercado de consumo del Ecuador, pero exclusivamente
sobre el asunto precios y esto en ciertos artículos denominados de
primera necesidad. Mas, a la fecha, los únicos precios controlados
por ley son los del banano.
El accionar de las empresas públicas se ha orientado asimismo hacia la cuestión precios exclusivamente. Por mucho tiempo
el argumento común para mantener la continuidad de las telecomunicaciones como empresa estatal, fue comparar el precio teórico de
una línea telefónica con el que cobraría una empresa privada. Igual
criterio siguieron invariablemente otras empresas públicas como la
desaparecida ENPROVIT, creadas con finalidades que se llama en
otro apartado como "compensatorias de mercado", que intentan favorecer al consumidor, asumiendo la venta de ciertos productos, con
precios más bajos en apariencia. En cambio, su servicio sufre en
otros elementos del consumo como pueden ser lejanía y escasez de
puntos de distribución, limitada variedad de productos o mala atención al público y principalmente servicio a un universo excesivamente pequeño de los destinatarios. Por supuesto que el otro extremo
podría ser una privatización que permita el incremento exagerado de
las tarifas de los bienes y servicios. En todos estos caso, la competencia de dos o más empresas disminuye estos problemas, aunque
no los afronta en su totalidad, por lo cual se establece la necesidad
del control y la regulación estatal.
Como se manifiesta líneas arriba esta identificación del consumo exclusivamente con el factor precios, por lo menos a nivel de
enunciado, cambia con la expedición de la Ley de Defensa del Consumidor, su reglamento y las disposiciones complementarias del
INEN. En efecto, en la Ley del Consumidor se mencionan los precios, entre otros aspectos que se enuncian sin aportar mecanismos
de implementación como la seguridad de uso, derecho a los servicios básicos, obtención de calidad, derecho a la información, derecho a la reparación, etc.
También se menciona a las empresas públicas en la Ley de
Defensa del Consumidor y en la disposición correspondiente sanciona al "que encontrándose obligado a la prestación de un servicio público o privado arbitrariamente lo suspendiere o deliberadamente lo
hiciere en forma defectuosa en igual forma a pesar de los requerimientos del interesado, no ordenare o proporcionare su reparación,
estarán inmersos en las sanciones previstas*.
Un elemento que hubiera permitido la aplicación más efectiva de esta ley es el ejercicio de la legitimación procesal que se otorga a las asociaciones de consumidores para presentarse como denunciantes o acusadores particulares contra los infractores. No obstante, esta legitimación se ejerce a través de las asociaciones de
consumidores. No se conoce de trámites que se hayan iniciado contra empresas públicas o privadas por infracciones a la ley. En la lista
del INEN de bienes y servicios sujetos a control no se encuentran
más que dos servicios públicos, uno de ellos importante -el suministro de agua potable- y el otro que causa molestias -en resumen,
apertura de zanjas en las calles por parte de toda clase de instituciones públicas- pero nada más. Tal vez esto podría explicar parcialmente la ausencia de reclamaciones. Tampoco han surgido, como
hubiera sido deseable, asociaciones populares de consumidores que
funcionen con una amplia membresía. El ejercicio de las acciones
que otorga la ley dejaría conocer sus lagunas o inconsistencias que
permita reformarla adecuadamente en este respecto, especialmente
para implementar las garantías establecidas en una sección de la
Constitución: "De los consumidores"*, en concordancia con uno de
los "objetivos permanentes de la economía": "El incremento y la diversificación de la producción orientados a la oferta de bienes y servicios de calidad que satisfagan las necesidades del mercado interno" y el papel del Estado en "[p]roteger los derechos de los consumidores, sancionar la información fraudulenta, la publicidad engañosa, la adulteración de los productos, la alteración de pesos y medidas, y el cumplimiento de normas de calidad"*.
La concentración de capitales
Finalmente, desde el siglo pasado el enfoque liberal ha sido de limitar
las concentraciones de capitales. Sin embargo, en la competencia entre países, especialmente en el caso de los mercados comunes regionales, como la Unión Europea y en los países de la Comunidad Andina
de Naciones, la tendencia ha sido de fomentar e inclusive propender a
un cierto tipo de concentración, para defender las industrias nacionales
de la competencia de las empresas más grandes de los países vecinos. Lo cual en cierto modo contradice los esfuerzos por limitar la concentración de capitales. Según la Carta Política vigente, "[d]entro del
sistema de economía social de mercado" le corresponde al Estado
"[p]romover el desarrollo de actividades y mercados competitivos. Impulsar la libre competencia y sancionar, conforme a la ley, las prácticas
monopólicas y otras que la impidan y distorsionen"*. Las normas pertinentes regulación legal deberían establecer una tipificación precisa de
los casos de “abuso de posición dominante”, conforme en la línea de lo
que determina la normativa de la Unión Europea, por ejemplo.
Esta cuestión de los "monopolios naturales" ya no reviste la
importancia que tuvo en otra época. En efecto, los orígenes de la
revolución industrial determinaron el requerimiento de grandes instalaciones y plantas industriales. Hasta comienzos de este siglo la tecnología se basaba en las economías de gran escala. La gran revolución tecnológica en la que todavía se vive se caracteriza por la descentralización y la viabilidad de las pequeñas unidades industriales,
incluso más eficientes que los grandes complejos de antaño. Por lo
menos este es el mensaje de la famosas obra de vulgarización sociológica de comienzos de los ochenta: "La Tercera Ola", de
TOFFLER* y "Megatendencias "de NAISBITT. Incluso podría aventurarse la hipótesis de que el ascenso y la caída del imperio soviético,
ambos igualmente inesperados, están directamente vinculados con
el rompimiento del esquema industrial centralizado que diseñó Lenin
con tanto éxito a comienzos de este siglo*. La rígida sociedad industrial de la URSS no pudo adaptarse a los requerimientos de sociedad
de información de nuestros días.
¿Cómo se aplica todo esto al Ecuador? En primer lugar que
desaparecen muchas de las justificaciones de la empresa pública, al
menos tal como ahora se las conoce. En segundo lugar, se desvanece el concepto de "monopolio natural", es decir la actividad que no
admite competencia por la forma como se la presta. En efecto, se
considera que el suministro de energía eléctrica o el transporte en
ferrocarril no se puede abrir a la competencia, por lo menos dentro
de una unidad geográfica determinada, aunque esto también se tiene que relativizar en la actualidad. En cambio, la telefonía ya no
constituye un monopolio natural como antes. Sin embargo, por su
desastroso estado en todos los países sudamericanos y la urgencia
de mejorar el servicio, para estimular el crecimiento económico de la
sociedad, algunos países han concedido monopolios provisionales
de la telefonía a las empresas adquirentes. El mensaje es que el ordenamiento de la competencia y los mercados es de suma importancia en la privatización de empresas públicas monopólicas.
La racionalidad de todas estas intervenciones se suman en
el Estado moderno en lo que REICH denomina "la lucha contra la crisis económica" a través de la regulación de las condiciones globales
de los procesos de mercado: pleno empleo, estabilidad de precios,
crecimiento económico, equilibrio de los intercambios con el exterior.
Los resultados perseguidos en los países desarrollados son la conducción de la estructura capitalista a la sociedad post-industrial "que
asegure la combinación de las ventajas del sistema de mercado con
la eliminación de sus inconvenientes"*.
El papel del derecho en el mercado
REICH señala como un lugar común de la doctrina la constatación de
que, en un Estado capitalista, el derecho se encuentra condicionado
por el sistema económico, aunque no coincida por completo con este*.
El Estado desarrolla las actividades descritas líneas arriba a través del
derecho, vale decir de instrumentos jurídicos, en dos formas principalmente: regulando los procesos del mercado, por un lado; e interviniendo en ellos, por otro. Durante el siglo XIX, las funciones estatales de
regulación del mercado aparecían como predominantes. Esta regulación se llevó a cabo en primer lugar con las instituciones jurídicas generales que regulan las relaciones económicas; en el Ecuador, esto se
dio a través del Código Civil, el Código de Comercio, etc. Se consideran al contrato y a la compañía como instituciones jurídicas básicas del
"tráfico jurídico burgués", que al Estado le interesa tutelar, antes que
regular propiamente el intercambio de mercaderías.
La teoría jurídica denominada por REICH como neo-liberal u
ordo-liberal -que no coincide necesariamente con lo que en medios
políticos sudamericanos se denomina neo-liberalismo económicoconsidera que la tarea específica asignada por el Estado al derecho
debe ser de luchar contra el poder del mercado, para evitar las desviaciones que vulneren la competencia. La participación estatal se
limita, entonces, a determinar las normas prohibitivas que establecen
las reglas del juego, respetando el sentido y la dirección de los actores del mercado. La práctica y los requerimientos de los Estados
contemporáneos contradicen en la práctica a los enfoques doctrinarios expuestos. En efecto, el Estado intervencionista es una realidad
actual. Sus actuaciones se orientan primordialmente a combatir activamente las diversas crisis. Su papel es de compensar los defectos
y vacíos del funcionamiento del mercado. Lejos están de confiar en
una regulación autónoma de compensación. Además de las clásicas
funciones estatales de regulación del mercado, consistentes en la
creación de un marco adecuado del derecho de las empresas y de la
competencia, los gobiernos intervienen en los mercados con acciones denominadas sustitutorias y compensatorias del mercado.
A las funciones clásicas del Estado capitalista liberal ... por
ejemplo, a través de la creación de un adecuado ordenamiento
del derecho de sociedades y de la competencia, hay que añadir otras dos más de la fase del capitalismo organizado, que se
suman a las ya indicadas medidas de estricto carácter organizativo del mercado; y complementarios al mismo mercado: de
un lado, las actuaciones de tipo sustitutorio; de otro, todas
aquellas medidas que poseen un carácter compensatorio del
mercado. ... actuaciones sustitutorias del mercado, ... reactivo
frente a la debilidad de las fuerzas de propulsión del sistema,
permiten la continuación de un proceso de acumulación que
no podía ser abandonado por más tiempo a las vicisitudes de
su propia dinámica, consiguiendo así la creación de nuevas
economías. ...medidas compensatorias, el Estado pretende
regular las consecuencias disfuncionales que produce el proceso de acumulación, como pueden ser, por ejemplo, la externalizacion de algunos costes de mercado (daños producidos
por la contaminación, etc.), la política estructural, o la mejora
de las condiciones de situación del trabajador dependiente. El
efecto que ello tiene para el derecho consiste en que los sistemas político y económico aparecen sometidos a un proceso
de juridificación y de regulación administrativa. El derecho
pierde su carácter de derecho burgués puramente formal y se
convierte, al decir de HABERMAS, en una moral política universal, esto es, adopta en su seno regulaciones propias de un Estado social, con un contenido específico, e intenta introducirlas
en los procesos del mercado, que siguen poseyendo un carácter capitalista*.
El carácter de medida sustitutoria que tiene la creación de la
empresa pública se manifiesta en el razonamiento esgrimido para la
intervención estatal con empresas públicas determinadas en el área
de las industrias básicas, como requerimiento de formación de infraestructura productiva que no podría desarrollarse por las solas
fuerzas del mercado. Parte de este esquema resulta también en la
creación de empresas públicas con la finalidad de suministrar al
mercado bienes de uso que de otra manera no se producirían.
Dentro de este enfoque intervencionista moderno, los Estados, como se manifestó, manejan medidas sustitutivas de las insuficiencias de los mercados frente a una débil acumulación de capital.
En Ecuador, el "Plan Integral de Transformación y Desarrollo 19731977" del "Gobierno Revolucionario y Nacionalista", definió como
una de sus políticas de desarrollo: "Crear empresas estatales y de
economía mixta en los sectores que más lo requiera el proceso de
desarrollo..." (p. 73). Otro tipo de intervención enfrenta con medidas
de compensación las irregularidades que se producen en el mercado. En este respecto, el Plan citado manifestaba: "La acción inmediata del Ministerio de la Producción estará dirigida a superar esta
deficiencia (en la comercialización de alimentos) creando o reforzando empresas especializadas para el mercadeo" (p. 115).
En este contexto se estructuraron las empresas públicas
"Empresa Nacional de Almacenamiento y Comercialización (ENAC)
y Empresa Nacional de Productos Vitales (ENPROVIT) a inicios de
los años setenta. El "Catastro de Empresas Estatales" de la extinguida Secretaría Nacional de Desarrollo Administrativo (SENDA), de
1990, enumera algunas otras actividades asignadas a las empresas
"operando en el marco de las reglas del mercado" como el desarrollo
regional o "el manejo de actividades estratégicas para la integridad y
seguridad del desarrollo nacional". El documento de SENDA cita criterios de quienes afirman que al Estado "le corresponde el asumir un
número creciente de responsabilidades y de organización de la vida
económica, política y social". No corresponde a la naturaleza de esta
obra el calificar cuán bien o mal el Estado ecuatoriano ha desempeñado estos cometidos.
VESSILLIER describe finalidades que se atribuyen a las empresas públicas:
I B) Utilización de estas empresas (empresas públicas que no
prestan un servicio público) como instrumento de política económica y social
...
- Como instrumento estructural para promover la ordenación
del territorio.
...
- Como instrumento coyuntural para colaborar en la regulación
económica: ritmo de las inversiones y, sobre todo, freno del alza de precios, efecto que afecta a otros productores del sector
a través del juego de la competencia*.
Así se manifiesta el doble carácter del derecho, que por una
parte organiza los procesos y facilita su desenvolvimiento con el
aporte de figuras jurídicas como el contrato, la propiedad privada, la
propiedad intelectual, etc. Por otra parte, estos y otros instrumentos
legales y administrativos son utilizados para intentar influir y presionar en los eventos del mercado que regula, con la finalidad de conseguir objetivos determinados de política social. Esta orientación, se
convierte en otro justificativo para la existencia de la empresa pública, como instrumento de los mecanismos económicos del Estado
para combatir o paliar los efectos de la crisis. Cabría analizar hasta
donde estos ambiciosos objetivos se han cumplido en el Estado
moderno o por lo menos en el Estado ecuatoriano.
4. Conclusión
En un momento de su desarrollo se visualizó la intervención del Estado
como de encuadramiento del mercado. Hoy predomina su papel en el
manejo y la intervención directa e indirecta en los procesos del mercado, como por ejemplo, el encaje bancario, el crédito público interno, la
fijación del tipo del cambio y la incautación de las divisas (que ya no
rigen en Ecuador), etc. La intervención estatal, sin embargo, no se dirige a normar las conductas humanas, sino a una determinación de las
competencias específicas de los operadores del mercado. El manejo
político se realiza más bien a través de mecanismos del mismo mercado, como por ejemplo, los controles del circulante y cambiarios. La llamada "concertación", entre el Estado y los diferentes actores es otro
instrumento de influjo sobre el mercado que se intenta desarrollar en la
actualidad, con resultados variables e irregulares. Al suprimirse las actividades de operación y de producción del Estado, su función se orienta hacia la regulación de las actividades que pasan a desempeñar los
particulares: surge el denominado Estado regulador.
CAPÍTULO XXI. LA BASE
MODERNIZACIÓN DEL ESTADO
CONSTITUCIONAL
DE
LA
1. Introducción
Como resulta obvio, la transformación profunda de las estructuras estatales que supone la modernización del Estado se debe encuadrar forzosamente dentro de los lineamientos constitucionales. La Carta Fundamental dispone que "[l]a Constitución prevalece sobre cualquier otra
norma legal. Las disposiciones de leyes orgánicas y ordinarias, decretos–leyes, decretos, estatutos, ordenanzas, reglamentos, resoluciones
y otros actos de los poderes públicos, deberán mantener conformidad
con sus disposiciones y no tendrán valor si, de algún modo, estuvieren
en contradicción con ella o alteraren sus prescripciones*.
Los aspectos constitucionales fueron parte central del debate que se dio alrededor de la aprobación de la Ley de Modernización
del Estado y deben ser considerados para aplicarla.
Son referencias a la Constitución de la República que se encuentran en la Ley de Modernización:
Art. 23, 15. de la Carta Política sobre el derecho de petición, citado en el Art. 28 de la Ley.
Arts. 247 y 249 de la Constitución, sobre el
papel de empresas públicas, mixtas o privadas en la
explotación del dominio público del Estado y la
prestación de servicios públicos: se menciona en
los considerandos de la Ley de Modernización y en
los Arts. 1, c) y d), 6, 41, 43 y 46 de la Ley de Modernización.
Art. 118 de la Carta Suprema, que mencionan los Arts. 35 y 62 c) de la Ley de Modernización.
Art. 119 de la Constitución, en concordancia
con el Art. 17 de la Ley de Modernización, sobre las
"entidades autónomas".
Art. 171, 5. de la Constitución, sobre la potestad reglamentaria del Presidente de la República;
citado en el Art. 65 de la Ley.
Art. 171, 9. sobre la expedición de "las normas necesarias para regular la integración, organización y procedimientos de la Función Ejecutiva" a
lo que se refieren los Arts. 40 y Disposición Transitoria Primera de la Ley.
Arts. 211- 223 de la Constitución, sobre organismos de control (Procuraduría General del Estado, Contraloría General del Estado y superintendencias): se mencionan en los Arts. 35 y 57 de la
Ley de Modernización.
Arts. 71, 225, 226, 230 y disposición transitoria Trigésima segunda de la Ley Suprema sobre la
descentralización: se menciona en los Arts. 7 y 35
de la Ley de Modernización.
Arts. 151, 176 y 257 de la Ley Fundamental, sobre el alcance constitucional de la delegación
legislativa, contenida en los Arts. 6, 7, 17, 40, 41,
42, 43, e), 225, 226 y 257.
La Carta Suprema no se menciona en el Art. 47 de la Ley,
que trata sobre "Monopolios", no obstante el vínculo que esto tiene
con el papel estatal en la promoción de mercados competitivos, el
impulso a la libre competencia y la sanción de "las prácticas monopólicas" y otras prácticas que impidan o distorsionen la libre competencia*.
La mayor parte de estos asuntos se tratarán en el apartado
donde se comentan los artículos respectivos. En efecto, si bien se
alude a la Constitución en todas las ocasiones citadas, los temas
tienen un desarrollo que releva directamente del comentario legal
antes que de un enfoque constitucional.
En cambio, los temas de la potestad estatal, la explotación y
aprovechamiento del dominio público del Estado y los tema de la
delegación legislativa y de la deslegalización, tienen un contenido
esencialmente constitucional, por lo que se desarrollarán en el presente capítulo.
2. La Potestad Estatal
De las variadas corrientes filosóficas anarquistas del siglo pasado, la
más llamativa era la que afirmaba la necesidad de destruir todas las
leyes, las instituciones y las creencias existentes, entre las que se encontraba el Estado*. Bajo estas teorías, Bakunin proclamaba una sociedad de asociaciones campesinas e industriales libres*. En cierto sentido, el anarquismo era la extensión de las ideas liberales económicas
radicales a todos los campos de la vida política y social. Los liberales
de hoy van más lejos en su desconfianza del Estado que los liberales
del siglo pasado*, sin llegar, por supuesto, a los extremos anarquistas.
Uno de los ejercicios más interesantes de las ciencias políticas y jurídicas contemporáneas es la especulación de: ¿Hasta dónde se podría
eliminar el Estado sin incurrir en el anarquismo?. Más concretamente,
se ha dicho que no se puede prescindir de: 1º las fuerzas para preservar la paz y el orden interno y externo; y, 2º la administración de justicia; 3. la regulación de ciertas actividades económicas y financieras;
que incluye la corrección de las deficiencias del mercado, para permitir
una competencia libre; y, 4. La planeación, financiamiento y adjudicación de la infraestructura pública. DROMI alude a las "funciones estraté-
gicas y esenciales que el Estado nunca debió descuidar: educación,
justicia, salud, defensa, seguridad individual y seguridad social"*.
La respuesta a la pregunta de ¿Cuál es el papel fundamental
del Estado? en Derecho Político es fácil, aunque la realidad es más
complicada. Nadie podría discutir que jurídicamente el papel fundamental del Estado es: el ejercicio de la potestad estatal para la consecución del desarrollo sustentable, tal como determinado en la
Agenda 21, suscrita por el Ecuador y por los demás países que asistieron a la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Medio Ambiente y el Desarrollo, en Río de Janeiro, en 1992, indispensable para su existencia y continuidad.
En el Derecho Romano se distinguía entre "imperium", "potestas" y "auctoritas". El "imperium", solo corresponde a magistrados
supremos (cónsules y pretores, principalmente) y en su sentido más
amplio es un mando militar, vale decir un poder absoluto*. D'ORS define el poder como "la disposición personal de los medios necesarios
para organizar efectivamente la convivencia de un grupo social". Este poder, en cuanto aceptado por el grupo por él organizado, se llama potestad (potestas). Este reconocimiento social del poder, que lo
convierte en potestad, "depende de la convicción expresada por un
saber personal socialmente reconocido que se llama autoridad" (auctoritas)*. Modernamente, se fundieron los conceptos de potestas y
auctoritas en los altos funcionarios del Estado.
La potestad estatal es el poder de organizar la sociedad para
el cumplimiento de sus fines. Para este cumplimiento, la autoridad
consiste en una capacidad de estimular conductas usando recursos
persuasivos*. Según EASTON, por medio de las interacciones políticas
"se asignan autoritariamente valores en una sociedad"*. En cambio,
la potestad consiste en la capacidad de motivar comportamientos o
forzar a situaciones de pasividad utilizando medios coactivos*. En
este poder se consideran funciones de control y de provisión. Resulta generalmente aceptado que las funciones de control, que implican
autoridad, se ejercen exclusivamente por el Estado. También corresponde al Estado exclusivamente la administración de justicia y la
determinación de las políticas sociales, económicas y financieras.
Por otra parte, en las funciones que ZAFRA llama de previsión, entran todas las demás actividades del Estado. Esto se manifiesta en Derecho Internacional, por ejemplo, con la distinción que se
hace entre los "actos de imperio" y los "actos de gestión" de un Estado. En este contexto, SEIDL-HOHENVELDERN afirma: "cada vez es
mayor el número de Estados que conceden inmunidad al mismo Estado extranjero solamente en cuanto a sus "acta iure imperii" -actos
de imperio-, pero no en cuanto a la actividad comercial "acta iure
gestionis"*. En Estados Unidos, asimismo, se encuentra la sentencia
de la Corte Suprema, "que acogió la doctrina del derecho romano,
según la cual el Gobierno Federal no podría constituir gravámenes
contra un estado de la Unión sobre operaciones llevadas a cabo in
iuri imperii (en el ejercicio de la potestad estatal), pero, en cambio, sí
podía hacerlos sobre operaciones llevadas a cabo in iuri gestiones
(en el ejercicio del derecho de gestión). Prácticamente esto significa
que toda actividad de los estados de la Unión enmarcada en el sistema societario, dado su carácter económico, podría y debía ser gravado por el Gobierno Federal"*.
Así entendida la potestad estatal, debe ser más fácil identificar de qué entidades se trata en el Art. 118, 5. de la Constitución
cuando alude a "los organismos y entidades creados por la Constitución o la ley para el ejercicio de la potestad estatal" distinguiéndolas
de aquellas otras creadas "para la prestación de servicios públicos" y
"para desarrollar actividades económicas asumidas por el Estado".
Ahora bien, en el Ecuador esto no ha sido un asunto puramente académico. En efecto, las definiciones del Art. 118, 5. tienen
entre sus principales consecuencias de establecer el régimen laboral
de los funcionarios de las instituciones públicas descritas. Así, se
distinguen en el citado Art. 118: "las diferentes dependencias del
Estado". Esto se refiere principalmente a los ministerios y secretarías
de Estado. En cuanto a "las personas jurídicas de derecho público
creadas por ley para":
- El ejercicio de la potestad estatal;
- La prestación de servicios públicos; y,
- Las actividades económicas asumidas por el Estado.
La enumeración anterior determina por exclusión lo que no
es ejercicio de la potestad estatal: Ni la prestación de servicios públicos ni la ejecución por el Estado de actividades económicas son parte de esa potestad estatal.
Finalmente, también se incluyen las entidades creadas por
"acto legislativo seccional" para la prestación de servicios públicos.
Esto alude básicamente a empresas y entidades públicas municipales. La referencia a "acto legislativo seccional" comprende también
las ordenanzas provinciales, no obstante lo cual, a falta de una disposición legal expresa, los consejos provinciales carecen de facultades para la creación de empresas públicas.
Para efectos de las relaciones laborales del Estado con sus
trabajadores no resulta puramente académica la distinción establecida en este artículo entre el ejercicio de la potestad estatal y las de-
más actividades, en cuanto el Art. 35, 9. de la Carta Suprema dispone dos regímenes laborales que se sustentan en esta distinción. En
efecto, las relaciones de los trabajadores con las dependencias, organismos públicos y entidades creadas para el ejercicio de la potestad estatal se rigen por las leyes sobre la función pública, con excepción de los obreros, a los cuales se aplica el Código del Trabajo. En
cambio, las demás actividades, no constitutivas del ejercicio de una
potestad estatal —básicamente las actividades económicas y la
prestación de servicios públicos— someten su relación laboral al
Código de Trabajo y excepcionalmente a las leyes sobre función pública.
La praxis de esta disposición, que no estuvo tan netamente
definida en el texto constitucional anterior a la reforma de 1996, se
vinculó con el establecimiento del régimen legal aplicable a los funcionarios de las dichas instituciones.
Básicamente, se establecen dos regímenes de personal. En
uno de los regímenes de personal, aplicable a los organismos y dependencias del Estado y las entidades creadas para el ejercicio de la
potestad estatal, vale decir aquellas que ejercen actividades que no
se pueden delegar al sector privado, donde la regla es la aplicación
de las leyes sobre función pública y, por excepción, del Código del
Trabajo para los obreros y trabajadores manuales. En el otro régimen de personal, al que están sujetas las entidades de prestación de
servicios públicos o ejecución de actividades económicas, es decir
aquellas actividades que pueden delegarse a los particulares, donde
se aplica a sus servidores el Código del Trabajo y como excepción
las leyes sobre función pública —para los más altos directivos, específicamente aquellos que, en general, se pueden considerar como
de libre remoción del Ejecutivo.
El texto constitucional es del tenor siguiente:
Las relaciones de las instituciones comprendidas en los numerales 1, 2, 3 y 4, del Art. 118 y de las personas jurídicas creadas por ley para el ejercicio de la potestad estatal, con sus
servidores, se sujetarán a las leyes que regulan la administración pública, salvo las de los obreros, que se regirán por el derecho del trabajo.
Cuando las instituciones del Estado ejerzan actividades que no
puedan delegar al sector privado, ni éste pueda asumir libremente, las relaciones con sus servidores, se regularán por el
derecho administrativo, con excepción de las relacionadas con
los obreros, que estarán amparadas por el derecho del trabajo.
Para las actividades ejercidas por las instituciones del Estado y
que pueden ser asumidas por delegación total o parcial por el
sector privado, las relaciones con los trabajadores se regularán
por el derecho del trabajo, con excepción de las funciones de
dirección, gerencia, representación, asesoría, jefatura departamental o equivalentes, las cuales estarán sujetas al derecho
administrativo. (Art. 35, 9.).
Conforme al antiguo texto constitucional, el debate se centró
sobre la cuestión: "¿Ejerce o no potestad estatal la entidad?" Si la
respuesta era afirmativa, aplicaba la Ley de Servicio Civil y Carrera
Administrativa y demás leyes sobre función pública en forma general
y, por excepción, el Código del Trabajo. En el caso contrario, aplicaba el Código del Trabajo en forma general y, por excepción, la Ley
de Servicio Civil y Carrera Administrativa. La vigencia del Código del
Trabajo en una entidad pública implica el reconocimiento de una serie de derechos adicionales no contemplados en la Ley de Servicio
Civil y Carrera Administrativa, incluyendo la posibilidad de constituir
sindicatos, celebrar contratos colectivos de trabajo y consecuentemente declarar huelgas —al menos así fue interpretado, porque con
Código de Trabajo o sin Código de Trabajo, tales actos están restringidos para los servidores públicos en unas pocas disposiciones
legales. Por otro lado, ciertos beneficios de la Ley de Servicio Civil y
Carrera Administrativa, tales como el reconocimiento de vacaciones
anuales de treinta días, por ser más ventajosas que las vacaciones
de quince días reconocida en el Código del Trabajo* se incluyeron en
los contratos colectivos.
El Tribunal de lo Contencioso Administrativo manifestó en
una sentencia de 1988 que la potestad estatal se refiere a "actividades que por su naturaleza, sólo pueden ser cumplidas por el Estado
en forma indelegable". Basó su decisión sobre IETEL (Instituto Ecuatoriano de Telecomunicaciones —transformado en la empresa estatal EMETEL y convertido en compañía anónima como EMETEL S.A.
actualmente escindido en las sociedades anónimas EMETEL,
ANDINATEL y PACIFICTEL) en que las actividades encargadas a
aquel instituto "es de aquellas que bien puede ser desempeñadas
por los particulares sin que sea contrario a su naturaleza, circunstancia que es reconocida como una posibilidad por la misma Ley Básica
de Telecomunicaciones y que, definitivamente, torna inaceptable la
tesis del ejercicio de la potestad estatal"*.
Por su parte, el Procurador General del Estado se ha pronunciado sobre la naturaleza de los servicios de seguridad social:
La segunda pregunta de la consulta popular efectuada el 26
de noviembre de 1996, que fue rechazada por el electorado,
versó acerca de la posibilidad de que cualquier persona pudiera elegir libremente el régimen de seguridad social que a
bien tuviera, con lo cual, en la práctica, se privatizaba este
servicio; pero de ninguna manera contenía la prohibición de
que el IESS pudiera delegar sus actividades a otros sectores
de la economía nacional. Esta confusión es la que, probablemente, indujo no solo al Consejo Superior del IESS, sino
a la misma Procuraduría General del Estado y al Ministerio
del Trabajo, a considerar que, automáticamente, los trabajadores del Seguro Social tenían que pasar a ser regidos por
la Ley de Servicio Civil y Carrera Administrativa.
Por otra parte, no existe dentro de la Constitución ni de la ley
ninguna norma que prohíba al IESS delegar o concesionar
tales actividades, y ni siquiera antes de la reforma constitucional que tuvo lugar entre 1995 y 1996 y que modificó el régimen de relación laboral, el IESS cumplió siempre sus fines
por administración directa, pues varios casos recurrió al concurso de la empresa privada. De lo expuesto se concluye
que los trabajadores del IESS están en su derecho de reclamar que el Consejo Superior rectifique las resoluciones
números 879 y 880, es decir, que sus relaciones laborales
con esa institución se rijan por el Código del Trabajo.
Sin embargo, es evidente que una resolución de esta naturaleza supone, paralelamente, la declaratoria formal del Consejo Superior de que conforme al inciso cuarto del literal I)
del Art. 49 de la Constitución, las actividades del IESS son
total o parcialmente delegables a los otros sectores de la
economía; y, por cierto, la expresa admisión de los trabajadores de esta entidad de que, en este contexto, no cabe otra
alternativa jurídica.
Como ya quedó indicado, la delegación o concesión de las
actividades de una entidad pública, que no se encuentre
prohibida por la Constitución, como sucede en el caso del
numeral uno del Art. 61 de a la misma, no implica privatización, ni, por tanto, oposición al pronunciamiento popular del
26 de noviembre de 1996, que fue contrario al establecimiento de un régimen voluntario de la seguridad social*.
La reforma y codificación constitucional de 1998 no modifica
el fondo de este asunto, pero sí aclara las confusiones que suscitó
por muchos años el texto constitucional. Es decir, siempre se pudo
entender que era posible encargar "por ley" a los particulares todas
las actividades ahí descritas: así lo entiende LARREA*. También, cabe
remitirse a las actas de la "Primera Comisión" que elaboró el proyecto de "Nueva Constitución del Estado", aprobado por plebiscito y
convertido en la Constitución ecuatoriana vigente, con numerosas
reformas. Al discutir este tema y redactar la provisión correspondiente, entendieron que todas las actividades económicas del Estado son
"delegables" por Ley, sin contradicción de los demás miembros:
Gonzalo Karolys, novena sesión, pp. 6 y 9; y Galo García Feraud,
décima sesión, pp. 1 y 2*. Lo que ha cambiado con la reforma y codificación constitucional de 1998 es que lo que antes era delegable
solamente a través de una ley, ahora es posible efectuarse a través
de uno cualquiera de los instrumentos determinados en los Arts. 247
y 249 de la Carta Suprema.
3. La Delegación Legislativa
Una cuestión constitucional de extraordinaria importancia en el contenido de la Ley de Modernización, que no se menciona expresamente
con ese nombre en su articulado, es el tema de la delegación legislativa. La delegación legislativa es la autorización que hace el Congreso al
Presidente de la República para que este expida por Decreto Ejecutivo
normas sobre materias reservadas a la Ley. Si bien existen unos pocos
antecedentes en la legislación ecuatoriana sobre esta figura, es la primera vez que la delegación legislativa se aplica en forma tan definida
en una ley ecuatoriana. A pesar de no haberse aplicado consistentemente en el Ecuador, es una institución bien conocida en otros países,
en algunos casos autorizada por la Constitución, en otros practicada
por designio de la Función Legislativa.
Las constituciones de muchos países, en vista de la praxis
legislativa, han incluido expresamente la reglamentación delegada
entre sus disposiciones, principalmente para limitar su alcance y contenido. Su necesidad ha parecido tan perentoria a los legisladores
que en casos extremos como el de la Francia de la IVª República, el
Congreso practicó la delegación legislativa aun contra mandato expreso de la Constitución. En efecto, en la Carta Suprema francesa
de 1946 el Art. 13 prohibía la delegación del poder legislativo. No
obstante, se vieron suceder una tras otra las leyes de "habilitación" a
lo largo de la IVª República, valiéndose el legislador para el efecto de
"una extensa gama de procedimientos que intentaban, por medio de
artificios en la forma o en la presentación, de cambiar su verdadera
naturaleza"*. Según VEDEL, "[l]as razones políticas de esta práctica
(con frecuencia inconstitucional) son bien conocidas: la mala organi-
zación del trabajo parlamentario entrabando el trabajo legislativo,
deseo de los diputados de transferir al Gobierno la responsabilidad
de las medidas impopulares, ..."*. El Art. 38 § 1 de la Constitución
francesa de 1958, dispone sobre el particular: "El Gobierno puede,
para la ejecución de su programa, solicitar al Parlamento la autorización para expedir ordenanzas por un plazo limitado medidas que
normalmente son del dominio de la ley".
En Argentina, como en todos los países donde no existió
una disposición constitucional expresa hasta la reforma de 1994 *, se
produjeron discrepancias entre los tratadistas sobre esta materia.
Según BIELSA comentaba con mucha anterioridad a la reforma constitucional argentina: "En principio se determinan en el reglamento
delegado situaciones o casos (o categorías) que el legislador ha
considerado conveniente deferir al Poder administrador ... determinar especies, reglar materias dentro de límites expresa o virtualmente señalados por la ley que delega esa determinación" *. CANASI también se pronunció favorablemente sobre el particular con anterioridad
a la reforma, reconociendo "la objeción que hacen al respecto algunos autores, siendo a su vez numerosos quienes la admiten, fundándose en diversas razones". Pero su opinión propia sobre los reglamentos delegados era que "la Constitución no los autoriza, como
ocurre con los reglamentos de ejecución, pues emanan exclusivamente de una habilitación legislativa, materia que es propia del poder
legislativo, pero que razones de interés práctico autorizan a 'delegar'
al poder administrador"*.
Por otra parte, parece singularmente ilustrativa para esta
cuestión la historia de la delegación legislativa en Chile. Es cierto
que recién desde 1970 se incorpora a la Constitución chilena la legislación delegada. Pero en la actualización de su clásica obra "Derecho Administrativo Chileno y Comparado", cuarta edición, de diciembre de 1992, SILVA CIMMA, se remonta a las famosas "Leyes
Marianas" como "ejemplo típico de Decretos con fuerza de ley, (que)
tienen su origen en la Ley de delegación de facultades de 31 de
enero de 1837". Es abundantísima la relación que hace este autor de
la normativa legal resultante de la figura de la legislación delegada
en Chile: "En virtud de estas leyes delegadas se dictaron más de mil
Decretos con fuerza de ley sobre las más variadas materias" en un
período de ciento treinta años. En la antigua edición de esta obra
chilena, SILVA CIMMA claramente afirmaba en aquella época que “la
Constitución Política del Estado no contiene disposición alguna que
autorice esta delegación de funciones ... en términos generales, el
fruto de las delegaciones deja un saldo favorable para los intereses
nacionales... –concluyendo que:- una delegación de facultades coor-
dinada, perfectamente reglamentada y restringida a casos precisos,
trae la ventaja indiscutible de obtener que se den normas oportunas
y adecuadas a la solución de los problemas que se persigue abordar*.
En los países donde se ha practicado la legislación delegada, se incluye la figura en la Constitución con el fin de delimitar su
alcance y evitar abusos posibles. GARCÍA DE ENTERRÍA cita artículos
de diversas cartas supremas europeas donde se alude a:
... determinación de los principios y criterios directivos, solo
por un tiempo limitado y para objetos determinados (Constitución italiana)
... La Ley deberá determinar el contenido, el fin y la extensión de dichas habilitaciones. (Constitución de Alemania)
... para la ejecución de su programa, ... durante un plazo limitado, medidas que son normalmente del dominio de la ley.
(Carta Suprema francesa)*.
En el caso de la norma constitucional francesa, debe notarse
que la referencia es más amplia en cuanto alude a la "ejecución de
su programa" (del gobierno). Por supuesto que, como lo hace notar
GARCÍA DE ENTERRÍA, "[h]a de tratarse ... de una autorización referida
a un 'programa' determinado, no a un objeto inespecífico y vago"*.
En esta interesante obra de GARCÍA DE ENTERRÍA, que se cita
en los parágrafos anteriores, no obstante reconocerse el rango de
ley que la delegación atribuye a la norma respectiva, este autor español se aplica en tratar de demostrar que estas normas legales así
creadas están sujetas a la revisión de los tribunales administrativos.
A pesar del desarrollo de su tesis con abundante doctrina y jurisprudencia, no acaba de convencer GARCÍA cómo una norma legal, aunque fuera esta delegada, podría estar sujeta a un cuestionamiento
judicial. En cambio GARCÍA-TREVIJANO FOS afirma sobre este asunto:
"los Decretos Legislativos* quedan al margen de la impugnación judicial"*. Sobre esta cuestión también se pronuncia MAIRAL afirmando:
El alcance de la revisión judicial de los reglamentos depende
también de que sean considerados 'legislativos' o 'interpretativos'. Los primeros se dictan en ejercicio de facultades delegadas por el Congreso, y por ello sólo se controla si dicho ejercicio se ha mantenido dentro de los límites de la delegación sin
que el tribunal pueda imponer su propio criterio en cuanto al
contenido del reglamento, como tampoco podría hacerlo respecto de una ley"*.
Se puede especular que no podría el Ejecutivo revocar las
disposiciones expedidas en base de una delegación legislativa, porque para ello necesitaría otro pronunciamiento del Congreso. La razón de esto es que la revocación significaría justamente contradecir
la expresa voluntad legislativa pronunciada en la ley delegante,
cuando ella se ha manifestado expresa y positivamente sobre un
asunto específico.
Tampoco podría el Ejecutivo expedir o reformar las normas
pertinentes con posterioridad al plazo fijado por el Congreso, de haberse fijado un plazo dentro del cual el Ejecutivo tuviera que ejercer
la delegación. En cambio, no parece que existiera ningún impedimento para reformar dichas normas dentro de los períodos establecidos por la ley delegante, siempre que esas reformas se orienten en
el sentido indicado por el Congreso. En este caso, nuevamente
GARCÍA DE ENTERRÍA se manifiesta contrario a la legalidad de una
reforma por parte del Ejecutivo de una norma expedida en base de la
delegación legislativa. Sin embargo, menciona que es corriente esta
práctica de reformar normas delegadas en España, aunque se opone a tal costumbre.
Las referencias a la delegación legislativa al Presidente de la
República en el Ley de Modernización son:
€
€
€
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"Delegación" a la iniciativa privada de actividades económicas reservadas al Estado (Art. 6, Ley de Modernización).
Transferencia a entidades del régimen seccional autónomo y
a las corporaciones regionales de desarrollo de "atribuciones, funciones y recursos" del Estado y sus demás entidades (Art. 7).
Transferencia de competencias de entidades al CONAM para dirigir y ejecutar procesos de modernización de entidades
"que no cumplan adecuadamente los programas establecidos" (Art. 9, c) Ley de Modernización).
Potestad para reestructuración de personas jurídicas de derecho público, con ciertas excepciones (Art. 17 Ley de Modernización).
Modificación de "atribuciones", "consignadas en la Constitución y en la ley" y materia de la "reserva legal" del Art. 141,
3., conforme los Arts. 171, 5. y 9., 176 y 257 de la Constitución, en concordancia con los Arts. 7, 17, 40 y 42 Ley de
Modernización.
€
Expedición del Estatuto del Régimen Jurídico Administrativo
de la Función Ejecutiva. Arts. 40 y Disposición transitoria
primera.
Además, cabe anotar la importante delegación legislativa
que hace la Ley de Descentralización a favor del Presidente de la
República y sus ministros para la transferencia definitiva de competencias atribuidas al Gobierno central a favor de las entidades del
régimen seccional autónomo*, a través del sui generis sistema de la
suscripción de convenios, en los que interviene, además del Presidente de la República, el Ministro de Finanzas y el ministro de la materia respectiva. Se afirma que esta potestad del Ejecutivo consiste
en una “delegación legislativa” porque solamente la Constitución y la
ley pueden atribuir competencias; y es precisamente atribución de
competencias lo que hace el Ejecutivo a favor de una municipalidad,
lo que puede hacerlo solamente por encontrarse investido de la delegación correspondiente del Congreso Nacional en la Ley de Descentralización.
4. La deslegalización
Una figura muy diferente que la delegación legislativa es la "deslegalización", que consiste en que el Congreso atribuya a la potestad reglamentaria del Ejecutivo la regulación sobre una materia determinada
que hasta ese momento era materia de ley. Así, esta materia deja de
pertenecer al ámbito de la ley. GARCÍA DE ENTERRÍA define la deslegalización como:
...la regulación material de un tema, hasta entonces regulado
por Ley anterior, abre dicho tema a la disponibilidad de la potestad reglamentaria de la Administración. A través del principio de contrarius actus, cuando una materia está regulada
por una Ley se produce lo que hemos llamado más atrás
una "congelación de rango" normativo que regula dicha materia, de modo que solo por otra Ley contraria podrá ser innovada dicha regulación. Una Ley de deslegalización opera
como "contrarius actus" de la Ley anterior de regulación material, pero no para innovar directamente esta regulación,
sino para degradar formalmente el rango de la misma de
modo que pueda ser modificada en adelante por simples
Reglamentos. De este modo, simples reglamentos podrán
innovar y, por tanto, derogar, Leyes formales anteriores,
operación que obviamente no sería posible si no existiese la
Ley degradatoria previa*.
Conforme lo establecido originalmente en el Código de Trabajo de Ecuador, el Congreso Nacional tenía atribuciones para fijar
por ley el salario mínimo vital general. Mas, la reforma de 1989, "deslegalizó" esta atribución legislativa, determinando que "[e]l salario
mínimo vital para todo trabajador será el que señale el Decreto Ejecutivo que al respecto se expida"*, lo que fue modificado posteriormente, atribuyendo esta función al Consejo Nacional de Salarios
(CONADES).
Debe notarse que la potestad del Presidente de la República
para dictar el Régimen Jurídico Administrativo de la Función Ejecutiva, establecida en la Ley de Modernización, conforme lo determinado por el Art. 171, 9. de la Constitución, por contener materias asignadas a la ley, constituye una verdadera delegación, mas no es ni
constitucionalmente podría ser una deslegalización. En efecto, la Ley
Fundamental ecuatoriana dispone que "[l]as instituciones del Estado,
sus organismos y dependencias y los funcionarios públicos no podrán ejercer otras atribuciones que las consignadas en la Constitución y en la ley"*. Así, la norma constitucional determina que solo ella
misma —la Constitución— y la ley exclusivamente pueden consignar
"atribuciones", vale decir, competencias a los órganos del poder público, por lo cual es obvio que no podría esta potestad legal y constitucional deslegalizarse. Sí es posible, en cambio, como se ha visto,
que el Congreso delegue al Presidente de la República la expedición
de normas con rango de ley.
CAPÍTULO XXII. LA ACTIVIDAD ESTATAL Y LA PROPIEDAD Y
EL DOMINIO PÚBLICO
1. Introducción
Como se detalló anteriormente, las entidades públicas ecuatorianas
según el Art. 118, 5. de la Constitución se dividen en entidades que: 1.
ejercen la potestad estatal; 2. prestan un servicio público; y, 3. desarrollan actividades económicas asumidas por el Estado. Esta enumeración se basa en las actividades del Estado y parece doctrinalmente
apropiada.
Otro enfoque jurídico del Estado y de las entidades públicas,
especialmente importante para las acciones de modernización, es el
de la naturaleza de los bienes del Estado, del dominio público y las
alternativas de su enajenación.
Como se ha discutido en otra parte de esta obra, la modernización del Estado aplica diferentes opciones de gestión pública,
además de la privatización propiamente dicha. En este capítulo se
discutirá la normativa vigente disponible en el Ecuador para la modernización y cuán apropiada ella resulta para el efecto; así como la
forma en que la Ley de Modernización modifica esa normativa. Para
apreciar mejor el sentido y alcance de la Ley de Modernización parece indispensable conocer el panorama jurídico de las alternativas de
enajenación del patrimonio del Estado y sus entidades y sus limitaciones.
Así, para efectos del análisis que se desarrolla en este capítulo, cabe distinguir en el Estado y sus entidades: 1. la naturaleza de
las actividades; y 2. los bienes que manejan.
Para reformar el Estado en las áreas indicadas, unas veces
se trata de transferir bienes del Estado al sector privado, otras veces
de transferir actividades del Estado al sector privado. Finalmente, en
ocasiones se requerirá la transferencia de bienes y actividades conjuntamente. También hay que tomar en cuenta que algunas de esas
actividades económicas que desempeña el Estado las desarrolla
también en forma simultánea el sector privado. Se enfoca en primer
lugar la normativa jurídica de la transferencia o enajenación del patrimonio del Estado y sus instituciones a los particulares.
2. La enajenación del patrimonio del Estado y sus entidades
En otra parte de esta obra se hacer referencia a las alternativas de
manejo de los capitales públicos, vale decir aquellos de propiedad del
Estado y sus entidades. Para esto resulta aplicable la clásica distinción
del Código Civil entre bienes muebles e inmuebles. Aunque tradicionalmente los bienes inmuebles fueron de mucho mayor valor, en los
patrimonios empresariales hoy día los bienes muebles consistentes en
títulos valores, acciones y dinero en efectivo, pueden tener por lo menos tanta importancia y con frecuencia mayor que los bienes inmuebles. Se tratará primero de los bienes muebles e inmuebles en general
y en seguida de los bienes muebles que son capitales públicos y su
inversión en acciones de compañías constituidas conforme a la Codificación de la Ley de Compañías.
En estos temas de la transferencia de los bienes fiscales del
Estado, como en los demás aspectos de la competencia, se requiere
en todos los casos de una norma expresa. Según el Procurador Ge-
neral del Estado “ninguna autoridad está facultada para donar fondos
creados por ley para una finalidad específica, sino que las donaciones, en general, están prohibidas por el Art. 16 del Decreto Ejecutivo
N° 1436 A, publicado en el Suplemento del Registro Oficial N° 370,
de 31 de enero de 1994”*.
La administración y manejo de bienes del Estado y sus entidades están sujetos principalmente al Reglamento General de Bienes del Sector Público* y sus reformas. La enajenación de los bienes
se rige por este Acuerdo de la Contraloría y por el Art. 43 de la Ley
de Presupuestos del Sector Público y el Reglamento de este Art. 43.
Hay clases especiales de bienes muebles sobre los cuales existen
normas expresas. Ellos son principalmente los vehículos *. Para la
adquisición de vehículos se requiere de la autorización de la Comisión Nacional Automotriz y del Ministerio de Finanzas.
Enajenación de bienes inservibles y obsoletos
Según el indicado Reglamento de Bienes, cuando estos bienes "se
hubieren vuelto inservibles, obsoletos o hubieren dejado de usarse" se
podrán enajenar mediante remate, por el sistema de remate al martillo
o mediante concurso de ofertas en sobre cerrado. Cuando se hubiere
llamado por dos veces a remate sin recibir posturas será posible la
venta directa. También se puede disponer de bienes a través de la
permuta, sometida a la Ley de Contratación Pública y al Código Civil.
El Procurador General del Estado ha dictaminado:
De acuerdo a la normatividad vigente citada y a las copias
de los documentos proporcionados por el Banco Ecuatoriano
de la Vivienda, se establece que dicha entidad ha realizado
ya dos llamamientos a concurso para remate de la fábrica de
ladrillos "Los Pambiles ", los mismos que han sido declarados desiertos, disponiéndose su archivo. Pero en razón de lo
que establece el Art. 14 del Reglamento para la Enajenación
de Bienes Improductivos, el Banco Ecuatoriano de la Vivienda debió revisar las condiciones de las bases a fin de establecer si éstas obstaculizaron o impidieron la Presentación
de ofertas, en cuyo caso debió proceder a reformar las condiciones de las bases y a convocar a un nuevo concurso,
que no requiere de la autorización del Ministro de Finanzas y
Crédito Público prevista en el Art. 7 del reglamento.
Si reabierto el concurso, en los términos manifestados, se
mantuviere la falta de interés, debe archivarse el proceso, situación que aún no ha acontecido en el caso materia de la
presente consulta, ya que se ha realizado la segunda convocatoria a remate declarada desierta, y no se ha procedido a
revisar las bases para una nueva reapertura.
Como la consulta formulada contiene una duda respecto a la
aplicación del reglamento varias veces citado, el funcionario
competente para resolverla es el Contralor General del Estado, conforme al artículo 19 del mismo Reglamento*.
Transferencia de bienes
Adicionalmente, no solo para los bienes inservibles u obsoletos, sino
para toda clase de bienes muebles se contempla entre dependencias
del Estado el traspaso de bienes; mientras que entre personas jurídicas
públicas como el Estado y sus entidades procede el comodato y la donación. Por último cabe la transferencia gratuita de bienes muebles a
una "entidad u organismo del sector público o una institución de educación, asistencia social o de beneficencia".
Venta de tierras de propiedad pública a cooperativas
Una reforma del Reglamento de Bienes, autoriza la venta directa de
terrenos de propiedad del Estado o de las entidades del sector público
a cooperativas de viviendas que los requieran para el cumplimiento de
sus objetivos, "[c]uando los terreno hubieren dejado de usarse o no
presten servicio alguno al Estado o a las entidades del sector público".
Para el efecto, además de los informes técnicos del caso, se requiere
la autorización del Presidente de la República, mediante Decreto Ejecutivo*.
Bienes como activos improductivos
El Art. 43 de la Ley de Presupuestos del Sector Público y su reglamento, relativos a la venta de "activos improductivos" se aplica a los bienes
muebles e inmuebles. El Reglamento para la Enajenación de Activos
Improductivos* dice: "Para efectos del presente Reglamento, se considerarán como activos improductivos, entre otros, los siguientes bienes
muebles, inmuebles, acciones, papeles fiduciarios y patentes de propiedad ...". En principio debe entenderse que las acciones, papeles
fiduciarios y otros similares son bienes muebles, por lo que la enumeración es redundante. El procedimiento para la venta en todos los casos es el concurso, que podrá efectuarse por "uno, varios o grupos de
bienes"*.
En la Ley de Modernización se abren otras opciones para la
enajenación de bienes públicos, incluyendo títulos valores, expresadas en la denominación general de "venta" y de "cualquier otra modalidad ... que esté amparada por la ley ecuatoriana". En este último
caso se deberá establecer el procedimiento en decreto ejecutivo
(Art.43 ch) y e) de la Ley de Modernización).
Manejo de fondos públicos
El dinero es sin duda un bien mueble y de los más importantes. En derecho público cabe referirse a los fondos o capitales públicos. Respecto
de estos capitales públicos, se manifiesta en otro apartado, en el Estado y sus entidades caben dos formas de administración, si puede así
llamarse: un régimen de derecho público y otro de manejo privado. Esto no obsta para que en ambos casos proceda el control de la Contraloría General del Estado. La Codificación de la Ley de Compañías vigente determina la posibilidad de la constitución de compañías anónimas
de capitales públicos y compañías de economía mixta. El Art. 147, § 2º
dice:
La compañías anónimas en que participen instituciones de
derecho público o de derecho privado con finalidad social o
pública podrán constituirse o subsistir con uno o más accionistas.
Por su parte, el Art. 308 de la Codificación de la Ley de
Compañías, sobre la compañía de economía mixta, dispone que: "El
Estado, las municipalidades, los consejos provinciales y las entidades u organismos del sector público, podrán participar, conjuntamente con el capital privado, en el capital y en la gestión social de esta
compañía". En cambio, para la constitución de compañías anónimas
de capitales públicos, no existe una disposición semejante, que
mencione en forma expresa a los consejos provinciales, pero el artículo aplicable tampoco se refiere a ninguna otra entidad pública,
sino que alude en general a “instituciones públicas”. Así, podría discutirse el criterio del Procurador General del Estado, cuando dictamina que “[e]l inciso segundo del Art. 159 (Art. 147 actual) de la Ley
de Compañías que se ha invocado en su oficio, tendría aplicación
para el caso de una entidad pública a la que la Ley confiera expresamente la facultad de constituir ese tipo de compañías. Por lo dicho, considero que en el caso de la consulta, el Consejo no puede
constituir la compañía a la que se refiere la consulta” *. Aunque fuera
acertado este criterio del Procurador, siempre podría un consejo pro-
vincial constituir una compañía de economía mixta y convertirla en
compañía anónima mediante la venta en efectivo de sus aportes,
aplicando la norma del Art. 316 de la Ley de Compañías, pero en tal
caso no podría conservar acciones de esa compañía. En todo caso,
para la atención de servicios públicos que le corresponden, se podrá
constituir una compañía de economía mixta, en aplicación de lo determinado en el Art. 317 de la Ley de Compañías.
Venta de acciones de compañías anónimas y mixtas
Para la provisión de servicios públicos por parte de los particulares, la
Constitución autoriza la prestación directa o "por delegación a empresas mixtas o privadas, mediante concesión, asociación, capitalización a
empresas mixtas o privadas, mediante concesión, asociación, capitalización, traspaso de la propiedad accionaria, o cualquier otra forma contractual, de acuerdo con la Ley"*. Por otra parte, una vez constituida
una compañía de economía mixta, la venta de sus acciones, es decir
su traspaso al sector privado, resulta fácil relativamente, por existir una
disposición expresa en la Ley de Compañías, que así lo autoriza. El
Art. 316 dispone que "En esta clase de compañías el capital privado
podrá adquirir el aporte del Estado pagando su valor en efectivo ... la
compañía deberá transformarse en una compañía anónima".
Diferente situación es el de las compañías anónimas constituidas con capitales públicos, porque no existen provisiones en la
Ley de Compañías para la venta de sus acciones a los particulares.
No podría, en efecto, darse la situación de que los particulares pasen
a integrar un tipo de compañías de estas, porque su definición pasaría a ser la de compañía de economía mixta. Por lo menos se requeriría de un trámite de transformación, contemplado en la misma Ley
de Compañías, a lo que se refiere también la Ley de Modernización.
Existen otro tipo de compañías anónimas, las de capitales
privados —para contraponerla a la compañía anónima de capitales
públicos a que se refiere el Art. 159 de la Ley de Compañías— en
las cuales el Estado o sus instituciones podrían haber adquirido acciones por variadas razones*. En este caso, si la compañía se constituyó como de capitales privados y posteriormente el Estado y sus
entidades adquieren acciones como cualquier otro accionista, la
compañía no experimenta ninguna transformación, ni se convierte
por eso en empresa pública o compañía anónima de capitales públicos. Este es el caso de las numerosas compañías en las que era
socia la Corporación Financiera Nacional (CFN), muchas de las cuales fueron vendidas en los últimos años.
La constitución de compañías anónimas públicas y compañías de economía mixta por parte del Estado, sujetas a la Ley de
Compañías, determina la aplicación de un régimen principalmente
privado para el manejo de esos capitales. Por ejemplo, la contratación de bienes, obras y servicios, no está sujeta a las normas de la
contratación pública; su presupuestos no necesitan de aprobación
legislativa; para la colocación de sus capitales en instituciones financieras no se requieren las autorizaciones que las normas jurídicas
exigen a las instituciones públicas; no obstante todo lo cual, como se
anticipó, sí están sujetas al control de la Contraloría General del Estado, pero fue declarada inconstitucional la atribución del Procurador
General del Estado para dictaminar sobre los contratos que estas
celebran*. Determinadas de estas compañías podrían estar sujetas
al régimen salarial determinado por Consejo Nacional de Remuneraciones del Sector Público, conforme lo establecido en la Ley de Reforma de las Finanzas Públicas.
Por no distinguir entre las diferentes realidades jurídicas y
económicas erró en un principio fundamental de la doctrina un documento de la extinguida Secretaría Nacional de Desarrollo Administrativo (SENDA), denominado "Catastro de Empresas Estatales", al
incluir este tipo de compañías anónimas de capitales privados, con
algunas acciones en manos de entidades públicas, entre las "empresas estatales". Adicionalmente el documento citado sustituye el
apropiado nombre de compañías anónimas de capitales públicos por
la ambigua e inusitada denominación de "plenas". También confunde
en una sola categoría, que llama "empresas estatales mixtas", a las
compañías anónimas de capitales privados y las compañías de economía mixta, que son dos realidades jurídicas completamente diferentes. Finalmente, termina incluyendo a las compañías anónimas
de capitales privados en el "ámbito empresarial del Sector Público",
solamente porque algunas de sus acciones sean de propiedad del
Estado o sus entidades*. Resulta claro que un enfoque como el expuesto, que no toma en consideración la naturaleza jurídica de las
entidades, no puede servir en ningún caso para las necesarias acciones de modernización o incluso privatización de dichas empresas.
Privatización por "capitalización"
La compañía de economía mixta tiene la virtualidad de cumplir con la
condición expresada en el Art. 61 de la Constitución que dice que el
Estado podrá delegar por ley las actividades que se reserva en forma
exclusiva y que manejan las empresas públicas, "en los casos en que
la ley establezca". Esto no sería posible sin una ley porque el principio
general es que estas empresas que componen el sector público de la
economía son "de propiedad exclusiva del Estado". Pero la Ley de
Compañías dispone que las empresas de economía mixta podrán dedicarse entre otras tareas a "la satisfacción de necesidades de orden
colectivo; a la prestación de nuevos servicios públicos o al mejoramiento de los ya establecidos" (Art. 309).
Asimismo, determina la Codificación de la Ley de Compañías que el Estado y sus entidades podrán participar en una compañía de economía mixta "mediante la concesión de prestación de un
servicio público por un tiempo determinado" (Art. 310). En esto se
debe entender que el aporte del Estado sería la concesión misma
“por un tiempo determinado”, a cambio de lo cual tendrá que recibir
una participación a ser determinada. Obviamente, no existe ningún
impedimento para que esta participación sea minoritaria. Finalmente,
conforme a la Ley de Compañías esta participación pública podrá
eventualmente trasladarse al sector privado, como se detalla más
adelante. Por supuesto, que al tratarse de una concesión por un
tiempo determinado, al expirar la concesión el Estado podrá cargar
los derechos correspondientes para renovar la concesión, abstenerse de renovarla, adjudicarla a otra entidad o constituir otra compañía
conforme el mismo esquema.
Además de la venta al sector privado de la participación pública existe la posibilidad de que sucesivos aumentos de capital del
sector privado diluyan progresivamente la participación pública. Por
esta razón es que se ha manifestado que una de las formas, autorizada por la ley, de privatización de empresas públicas en Bolivia es
la "capitalización".
Sería perfectamente constitucional constituir una compañía
en economía mixta para la prestación del servicio de agua potable,
como lo permite la misma Codificación de la Ley de Compañías (Art.
310) y después proceder a su capitalización, en el sentido que se
indicó más arriba. Esto sería válido para actividades que no han sido
entregadas en forma exclusiva a entidades específicas. Sin embargo, las principales actividades que se requieren modernizar están
encargadas por las leyes respectivas a entidades públicas específicas.
En similar sentido, pareció ineficaz, antes de la vigencia de
la Ley de Modernización, la constitución de una compañía anónima
con el nombre de Ecuatoriana de Aviación, que recibiría los activos y
rutas aéreas de la empresa estatal Ecuatoriana de Aviación. En primer lugar, ninguna norma legal vigente autorizaba a funcionario alguna de la Administración Pública o de Ecuatoriana de Aviación para
proceder a ese traspaso. En segundo lugar, aunque tal hubiera sido
posible, todavía subsistiría la empresa estatal, con sus obligaciones
y deberes intactos, pero sin patrimonio, aviones ni rutas; es decir en
completa inactividad. Se hubiera podido acusar a las autoridades
competentes del gobierno de incumplimiento de la Ley por no actuar
como esta dispone sobre el funcionamiento de esta empresa pública.
En este sentido se planteó una queja en el Tribunal de Garantías
Constitucionales.
Estos problemas acerca de la necesidad que existía antiguamente de una ley expresa para delegar la ejecución de actividades públicas a compañías se sortean fácilmente con la Ley de Modernización. En el apartado correspondiente se desarrollará el comentario de las normas aplicables para estos casos, que permite al
Ejecutivo transformar empresas públicas en compañías privadas,
conformadas según cualquiera de las clases de compañías constantes en la Codificación de la Ley de Compañías.
Venta de bienes muebles títulos-valores de propiedad pública
La reforma al Reglamento para la Enajenación de Activos Improductivos* reconoce que "una parte importante de los activos improductivos
del Sector Público, está constituida por acciones de compañías mixtas
y anónimas", por lo que resulta necesario "regular la forma de enajenar
los activos consistentes en acciones y papeles fiduciarios de propiedad
de las entidades y organismos del Sector Público". En el Art. 2 de este
Acuerdo se incluyen entre los títulos-valores a las "acciones, obligaciones, documentos de crédito y otros similares, así como de productos".
En estos casos no es procedente la celebración de los concursos y son
aplicables las "Leyes, Reglamentos y Regulaciones que rigen el funcionamiento de las Bolsas de Valores".
La Ley de Modernización se refiere a la enajenación de "la
participación del Estado en ... las compañías mixtas". El Art. 43 de
esta Ley alude en forma genérica a la "venta" y a otras modalidades
permitidas por la ley que determine el Presidente de la República por
Decreto Ejecutivo. Como se dijo anteriormente, estas modalidades
contractuales permitidas por la ley serían principalmente las contenidas en el Código Civil. También son aplicables las disposiciones de
la Ley de Compañías y, finalmente, del Código de Comercio —si se
trata de negociaciones entre una empresa pública y una compañía
anónima comercial, por ser este código aplicable entre comerciantes
exclusivamente.
Además, para la negociación de valores en el mercado de
valores, ver lo discutido en el capítulo La Normativa Jurídica del
Mercado, 3. Los mercados y el Estado, “El mercado financiero”.
3. Los bienes nacionales
En la denominación de bienes nacionales el Código Civil distingue entre bienes nacionales de uso público o bienes públicos y bienes del
Estado o bienes fiscales. Son bienes públicos aquellos cuyo uso pertenece "a todos los habitantes de la Nación, como el de calles, plazas,
puentes y caminos". En el Código se enumeran además, en forma indicativa, otros bienes públicos como:
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Los nevados perpetuos y las zonas de territorio situadas a más de 4.500 metros de altura sobre el nivel del mar (Art. 623, del C.C.);
Las tierras que, estando situadas dentro de los límites territoriales, carecen de otro dueño (Art. 624, del
C.C.);
Las plataformas o zócalos submarinos adyacentes
a las costas ecuatorianas y las riquezas que se encuentran en aquellos (Art. 625, del C.C.);
Las minas y yacimientos minerales (Art. 626, del
C.C.); El Art. 247 de la Constitución Política del
Ecuador dice que "Son de propiedad inalienable e
imprescriptible del Estado los recursos naturales no
renovables y, en general, los productos del subsuelo, los minerales y sustancias cuya naturaleza sea
distinta de la del suelo, incluso los que se encuentran en las áreas cubiertas por las aguas del mar territorial". Más adelante también se incluyen las frecuencias electromagnéticas y las aguas." También
de manera ambigua, sin ningún alcance jurídico interno se reitera el "derecho soberano" del Estado
sobre "la diversidad biológica, reservas naturales,
áreas protegidas y parques nacionales", lo que ya
consta en el Convenio de la Diversidad Biológica,
que es una declaratoria frente a terceros países,
puesto que la soberanía de un país se proyecta externamente. El mismo artículo afirma la posibilidad
de la delegación del uso y aprovechamiento por los
particulares, "de acuerdo con la ley". Además de este Art. 629 del Código Civil que se cita, esta explotación se "delega" a los particulares en la Ley de
Minería*.
El mar territorial (Art. 628);
•
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El espacio aéreo (Art. 629);
Las playas de mar (Art. 630);
Los ríos y todas las aguas que corren por cauces
naturales, así como los lagos naturales; determinada extensión de las riberas, así como las vertientes
que nacen y mueren dentro de una misma heredad
(Art. 631);
Las nuevas islas que se formen en el mar territorial
y en los ríos y lagos de dominio público (Art. 632);
Ninguno de estos bienes, incluyendo aquellos otros determinados por la doctrina, podrían ser enajenados en su calidad de tales,
es decir como bienes públicos. Pero muchos de ellos pueden ser
desafectados de su calidad de bienes públicos y enajenados posteriormente. El ejemplo más común es el de las calles y plazas, para
cuya venta se requiere una desafectación sujeta a las normas municipales. Al contrario, también se pueden afectar bienes del Estado y
bienes particulares para convertirlos en calles y plazas. Asimismo,
por ley se pueden declarar como bienes públicos otros bienes considerados hasta entonces bienes de dominio particular o bienes del
Estado. Tal fue el caso de la declaratoria que se hizo de los terrenos
por encima de los cuatro mil quinientos metros como bienes públicos*.
La doctrina española del dominio público se ha referido al
"dominio público natural", donde se distingue a los bienes de "uso
común" y los "bienes destinados al fomento de la riqueza natural"
(montes -bosques- y minas), no obstante que el Art. 132 de la Constitución española claramente define a los "bienes de dominio público
estatal" como aquellos que determine la ley, incluyendo sin embargo
"la zona marítimo terrestre, las playas, el mar territorial y los recursos
naturales de la zona económica y la plataforma continental"*. En
cambio, el Código del Dominio del Estado de Francia, se refiere a
"bienes que no son susceptibles de una propiedad privada en razón
de su naturaleza o su destinación", definición que al decir de AUBY y
BON, "se considera por la doctrina como extremadamente criticable"*.
Sobre este punto se puede concluir afirmando con DÍEZ que "[n]o hay
bienes públicos por naturaleza: solamente la ley puede servir de fundamento para que un bien tenga el carácter dominical"*.
Estas categorizaciones son también reconocidas por el Derecho Internacional, como el caso de las islas y el mar territorial,
aunque sujetos a criterios diversos. En el Art. 628 del Código Civil el
Ecuador determina una extensión de 200 millas de mar territorial. La
Convención del Mar, de la cual el Ecuador no es parte, ni, vale la
pena decirlo, tampoco los Estados Unidos son parte, reconoce un
mar territorial de doce millas y una zona económica exclusiva que se
extiende hasta las doscientas millas. Estados Unidos no reconoció la
declaratoria que hizo el Gobierno del Ecuador en 1986 de la soberanía ecuatoriana sobre la plataforma continental*. Por otro lado, no se
conoce de ninguna objeción de los Estados Unidos ni de ningún país
a la declaratoria del mar interior del archipiélago de Galápagos como
"Reserva de Recursos Marinos"*, ni a las declaratorias con restricciones diversas que hace la Ley de Galápagos sobre zonas consideradas de alta mar en el Derecho del Mar, es decir, que se extienden
más allá de las doce millas de las líneas base de las islas del archipiélago*.
Además de esta antigua clasificación de los bienes nacionales de uso público y bienes fiscales, la normativa de conservación ha
introducido nuevas figuras jurídicas en el Patrimonio Forestal y el
Patrimonio de Areas Protegidas o el Patrimonio Cultural del Estado,
contemplados en la Ley Forestal y de Conservación de Areas Protegidas y Vida Silvestre* y la Ley de Patrimonio Cultural* y considerados como inalienables e imprescriptibles. En esta normativa también
se incluye a los ejemplares de la fauna silvestre como bienes muebles del dominio público del Estado
Se puede afirmar que la Ley de Modernización no contempla
la "privatización" —en forma de enajenación— de ninguno de los
bienes del dominio público descritos. La Ley de Modernización sí
afecta, en cambio, a la explotación que puedan hacer los particulares
de los minerales y productos del subsuelo como los hidrocarburos.
Pero esto ya se encontraba determinado por las leyes de Minería y
de Hidrocarburos anteriormente, como la concesión minera y los
contratos de asociación* para explotar hidrocarburos, así como en
las reformas posteriores que establecieron nuevas figuras contractuales, como los contratos de prestación de servicios *, de consorcio y
"otras formas contractuales de delegación"* conforme lo permitido en
el Art. 247 de la Constitución. Asimismo, con mucha anterioridad, el
Código de Policía Marítima establece las condiciones en que se
pueden ocupar las playas de mar para obras de infraestructura, por
ejemplo, incluso indefinidamente.
En cambio, la Ley de Presupuestos del Sector Público y la
Ley de Modernización se refieren a la enajenación de los llamados
bienes del Estado o bienes fiscales (en contraposición a los bienes
del dominio público) como edificios, terrenos, plantas y equipos industriales, etc. del Estado.
Enajenación de bienes del Estado
Tradicionalmente el Derecho Constitucional ecuatoriano atribuyó al
Congreso Nacional la "enajenación" o "aplicación a usos públicos" de
los bienes nacionales y "arreglar" su administración (Constituciones de
1845, 1851, 1852, 1861, 1869 y 1906). En sucesivas constituciones se
facultó al Congreso a "decretar" o "autorizar" la enajenación o hipoteca
de los bienes del Estado. Sobre los bienes muebles dispuso la Constitución de 1946 que su venta se debería someter a los dispuesto por la
ley. La última Constitución que trató de este tema dispuso que el Senado autorizaba "la enajenación o gravamen de los inmuebles"*. La
Carta Política vigente suprime las atribuciones del Congreso en este
trámite y encarga a la Contraloría General del Estado "controlar los
ingresos, gastos, inversión, utilización de recursos, administración y
custodia de bienes públicos". (Art. 211), en consecuencia de lo cual
esta ha dictado el citado Reglamento de Bienes del Sector Público.
Se puede concluir, a base del análisis sucinto realizado, que
con anterioridad a la Ley de Modernización se podía enajenar libremente cualquier clase de bienes muebles e inmuebles del Estado,
considerados bienes fiscales, con las limitaciones contempladas en
la Ley de Presupuestos del Sector Público, sus reglamentos y el Reglamento de Bienes del Sector Público. Asimismo, conforme se detalló más arriba, el Estado y sus instituciones pueden encargar a instituciones privadas de crédito legalmente reconocidas el manejo de
sus fondos, con sujeción a las normas pertinentes. Esto se aplica
también a los bienes muebles e inmuebles de las empresas de derecho público que ejecutan la explotación económica en áreas reservadas al Estado constantes en el Art. 247 de la Constitución. En
efecto, en estos casos la Constitución se refiere a explotación por
parte de "empresas públicas, mixtas o privadas", pero no entra en el
asunto de la disposición de los bienes, que está reglado en las normas legales indicadas.
La Ley de Modernización supera determinadas limitaciones
existentes en las normas citadas —Ley de Presupuestos del Sector
Público y Reglamento de Bienes del Sector Público. En efecto la Ley
de Modernización contempla entre otras modalidades "la venta" (Art.
43, ch) para la ejecución de "los procesos" de "desmonopolización,
privatización y delegación". Si entendemos la "privatización" como el
traspaso del patrimonio público al sector privado, está claro que la
Ley de Modernización autoriza la venta de los bienes fiscales del
Estado sin limitaciones, con sujeción al reglamento de la Ley y otras
disposiciones aplicables. La Constitución expresamente reconoce la
posibilidad de venta del patrimonio público —o patrimonio fiscal, para
distinguirlo del dominio público, que es “inalienable”— sin limitaciones, al disponer que "los recursos económicos generados por la
transferencia del patrimonio de empresas y servicios públicos" formarán parte del capital del Fondo de Solidaridad*.
4. La transferencia de actividades públicas al sector privado
El Art. 245 de la Constitución determina "las formas de propiedad y
gestión" de las "empresas económicas", que "podrán ser privadas, públicas, mixtas y comunitarias de autogestión".
En cuanto a los recursos naturales no renovables mineros e
hidrocarburíferos, a la fecha existen normas expresas que "delegan"
a los particulares su explotación: la Ley de Minería y las reformas a
la Ley de Hidrocarburos, a lo que se hizo referencia.
La delegación
Según el mismo Art. 249 de la Constitución, las empresas mixtas o privadas podrán prestar los servicios públicos directamente o por delegación … mediante concesión, asociación, capitalización, traspaso de la
propiedad accionaria o cualquier otra forma contractual, de acuerdo
con la ley".
En este caso "el Estado delega un poder jurídico para la realización del servicio concedido. La delegación no significa que el
concedente renuncie al ejercicio de sus facultades"*. Según VILLEGAS
el signo característico de esta figura es la “delegatio” por parte del
Estado (latu sensu) de una atribución jurídica sobre una manifestación de la actividad administrativa, con el fin de que el concesionario
gestione, en su propio nombre y por su cuenta, un servicio público*.
Se cita la referencia de VILLEGAS sobre delegación latu sensu, puesto
que en su sentido restringido esta figura de la delegación solo se
produce al interior de una persona jurídica de derecho público, en la
delegación administrativa, o del Congreso al Ejecutivo, como en el
"delegación legislativa" que se trata en otro apartado de esta obra.
CANASI defiende el uso del término delegación en este otro sentido
de traspaso al público, aseverando que "el concesionario se sustituye al concedente en la prestación del servicio, y de allí que ejerzan
hasta poderes de policía del servicio público, como si fuera el concedente mismo". Aclara que "[n]ada tiene que ver aquí la delegación
constitucional de atribuciones legislativas al poder ejecutivo. La delegatio del concedente al concesionario lo es por analogía propia del
contrato, ya que el Estado no actúa por si mismo sino por interpósita
persona"*. Por otra parte, la doctrina francesa prefiere utilizar términos como "encargo"* o "autorización" y "permiso"*.
Según LAUBADÈRE, la noción tradicional de la concesión
comprendía "una delegación de la potestad pública". En la actualidad
el contrato de concesión se considera una convención de efectos
reglamentarios, por lo que en otra parte de su obra el autor citado
utiliza el término delegación entre comillas*.
Además de la "delegación", el Art. 42 de la Ley de Modernización alude a la desmonopolización y la privatización. Apropiadamente, la Ley de Modernización establece como mecanismos para
esta "delegación": la "[c]oncesión de uso, de servicio público o de
obra pública, licencia, permiso y otras figuras jurídicas reconocidas
por el derecho administrativo". Se considera interesante que la ley se
remite a las figuras de la doctrina administrativa, No se puede entender que cuando la ley alude a figuras reconocidas por el "derecho
administrativo" se refiera solamente al derecho en sentido de norma
positiva, sino que en este artículo la alusión al derecho administrativo
equivale también a "doctrina jurídica administrativa".
La monopolización y la desmonopolización
La Ley de Modernización se refiere a la "desmonopolización". Por este
término se podría entender que actividades determinadas que realiza el
Estado en forma de monopolio dejarían de tener esta calidad y quedarían abiertas a la libre competencia. El diccionario de la Real Academia
define en su primera acepción el monopolio como la "[c]oncesión otorgada por la autoridad competente a una empresa para que ésta aproveche con carácter exclusivo alguna industria o comercio".
La figura del monopolio público pertenece al derecho hacendario y originalmente se constituye como una fuente de ingresos no
tributarios sino fiscales para el Estado. Así se pudo hablar en Ecuador y en otros países de los monopolios de alcohol, fósforos y de
cigarrillos y, en general, de los estancos del Estado. Desde la perspectiva del Derecho Administrativo, la denominación de monopolio,
aplicada a las actividades estatizadas, resulta una calificación excesivamente simplista, puesto que toma en consideración solo el aspecto de los ingresos fiscales -precisamente el menos importante*- y
además no siempre presente en la prestación de un "monopolio administrativo", llamado más adecuadamente servicio público.
Como bien hace notar PELLISÉ PRATS, puede ocurrir que la
gestión del servicio público no produzca ningún ingreso para el patrimonio público o incluso determine solo pérdidas, como puede ser
el caso de servicios públicos gestionados en régimen de monopolio y
mediante prestaciones públicas según precios políticos, es decir por
debajo de su costo real*. DE LA CUÉTARA distingue claramente el
"monopolio" del "servicio público" y afirma que:
Esta distinción es sumamente clara si partimos de la base de
que el servicio público satisface una necesidad colectiva.
Aceptado esto, se distingue fácilmente el monopolio fiscal,
pues éste se ha constituido exclusivamente por razones de recaudación para el Tesoro público. Monopolios de este tipo ha
habido varios a lo largo de la historia, buscando los sucesivos
titulares del Estado una saneada fuente de ingresos para sus
propósitos. Mucho antes de que pudiera concebirse el servicio
público, existían monopolios antiguos como el de la sal y otras
'rentas estancadas' de las que hoy son ejemplos la lotería, los
tabacos o la propia CAMPSA (Compañía Arrendataria del Monopolio de Petróleos) ... En fin, la razón de su establecimiento
es dato fundamental de diferenciación entre el servicio público
y los monopolios fiscales, no debiendo llamarnos a engaño el
hecho de que el Estado se haya reservado la titularidad en
ambos casos*.
Por eso más apropiadamente se debe hablar de nacionalización y privatización o desnacionalización antes que de monopolización y desmonopolización. En su momento, García Pelayo señaló
en las acciones de estatización, nacionalización y socialización una
"nota homogénea" de "desprivatización"*. Cabe también observar
que el Estado podría delegar el ejercicio de estas actividades nacionalizadas para ser ejercidas por los particulares en situaciones de
monopolio u oligopolio, como es el caso de los teléfonos. Estos casos, tampoco se podrían denominar acertadamente de "desmonopolización".
GUISLAIN se refiere a países donde “enteros sectores de la
economía tuvieron que reestructurarse a través de la separación y
liquidación de conglomerados monopólicos que dominaban sectores
claves de la actividad económica bajo el sistema de planificación
centralizada. Los principales activos y pasivos se transfirieron a varias nuevas empresas constituidas según las leyes societarias y destinadas a la privatización. Esta técnica se ha empleado en otras partes para disolver monopolios nacionales en el sector de infraestructura. La práctica puede llamarse desmonopolización, sin embargo, solo
en cuanto las compañías escindidas más pequeñas ya no se encuentran en una situación monopólica”. Sin embargo, en su glosario
aclara que “[l]a escisión de un monopolio en un número determinado
de monopolios geográficamente más pequeños no se denomina,
generalmente, desmonopolización”*.
Finalmente, una "desmonopolización" se podría dar al permitir que los particulares ejerzan en competencia con el Estado una
actividad determinada que antes solo ejercía el Estado exclusivamente. No es seguro que esto se podría llamar propiamente privatización. En todo caso, en ninguna parte, ni la Constitución ecuatoriana ni alguna ley ecuatoriana que se conozca se denomina "monopolio" a ninguna actividad que desarrollan las entidades públicas en el
Ecuador.
Afectación al dominio público
Otra figura que consigue efectos análogos a los de la nacionalización,
es la de afectación de bienes al dominio público, como es el caso de la
declaratoria de las minas y demás bienes del subsuelo como parte de
ese dominio que hace la Constitución ecuatoriana en el Art. 247 citado.
La transferencia de actividades estatales
El asunto de fondo en este análisis es que a través de la "nacionalización" el Estado asume principalmente "actividades" que desempeñan
los particulares, si bien en forma simultánea se da la expropiación de
bienes muebles e inmuebles que estaban antes asignados a la explotación que se ha nacionalizado, aunque esto no es indispensable para
que la nacionalización se produzca. En virtud de la nacionalización de
una actividad o de una rama de actividades, los particulares quedan
excluidos de su ejercicio. De tal manera, la Constitución ecuatoriana de
1979 afirmaba que determinadas empresas "de propiedad exclusiva
del Estado" intervienen en "áreas de explotación reservadas al Estado",
donde, se entiende, no podían participar los particulares. En el mismo
artículo se dispuso que en forma excepcional se podría delegar por ley
a la iniciativa privada el ejercicio "de las actividades antes mencionadas".
Esta delegación de actividades se hubiera podido dar sin
una transferencia de bienes a los particulares. Es posible la situación
de que el Estado venda a los particulares el patrimonio de una empresa pública en su integridad y por otra parte delegue a otros particulares el ejercicio de la actividad que ejecutaba esa empresa.
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