Iguales pero distintos FRANCISCANO.doc

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Iguales pero distintos – Catequesis sobre la Fraternidad
Esta catequesis que ahora os presentamos para jóvenes tiene como tema fundamental la reflexión
sobre la fraternidad que es base en toda espiritualidad franciscana. Una fraternidad que integra
perfectamente la diversidad sin anular ninguna peculiaridad.
En este año en el que la Iglesia reflexiona sobre la familia, nosotros los franciscanos tenemos algo
que decir, como depositarios de una espiritualidad que remarca la vida fraterna y comunitaria.
La fraternidad se convierte para nosotros en palabra profética que hemos de gritar desde las
azoteas y poner sobre el candelero como luz para los pueblos.
Objetivo por tanto de estas catequesis es reflexionar sobre “el don de la fraternidad” y buscar
formas para que ese mismo don se manifieste en nuestros grupos y comunidades como un regalo Dios a
su Iglesia en San Francisco.
NOS SITUAMOS
La sociedad en que vivimos no siempre ensalza la comunitariedad, o la fraternidad como valores
supremos sino que más bien nos hace caminar hacia el individualismo, a veces de forma feroz, devorando
todo lo que suene a compartir, colaborar, comunidad, asociación, familia...
En esta primera sesión vamos contemplar la sociedad en que vivimos para ello nos vamos a
ayudar de una canción de Joan Manuel Serrat (El metro)y de un breve relato sobre una escena similar.
SOBRE UNA CANCIÓN.
1.(Todos escuchan ahora esta sugerente canción de Joan Manuel Serrat que podeis encontrar en su
último disco “Serrat Sinfólico” en la pista 5). Sería bueno que cada miembro del grupo pueda seguir la
letra, para ello sería bueno que se les entregue anteriormente a la audición. (Anexo 1)
2.(Con estas o parecidas preguntas se inicia un diálogo)
-Qué tipo de ambiente refleja la canción.
-Hay algo de humanidad en la descripción.
-Consideras que es un fiel reflejo del mundo (urbano).
-Qué piensas que puede romper esa situación.
SOBRE UN BREVE RELATO.
1. Se lee el siguiente relato:
Una mañana gris, en una noche norteña. El metro lleno de trabajadores y estudiantes. Los
pasajeros están sentados, uno al lado de otro, enfundados en sus abrigos invernales,
adormilados por el sonsonete del metro sobre los raíles, sus constantes vaivenes y el calor de
la calefacción. Ninguno habla. Se ven a diario, pero prefieren esconderse detrás de los
periódicos.
Una voz exclama de improvisto:
-¡Atención, atención! –se oye ruido de periódicos y las cabezas se asoman-.
-Os habla el conductor. Silencio. –todos miran hacia los altavoces por donde sale una voz
que resulta autoritaria-.
-Guardad todo el mundo los periódicos –los periódicos se bajan unos centímetros más-.
-Ahora girad la cabeza y mirad a la persona que está sentada a vuestro lado –
sorprendentemente obedece todo el mundo. Alguno sonríe-.
-Ahora repetid conmigo –continúa el conductor- ¡Buenos días, vecino de al lado!
Las voces son tímidas, un poco turbadas, pero después la barrera se cae. Muchos se dan la
mano. Los estudiantes se abrazan. El autobús está repleto de conversaciones.
2. (Se comienza el diálogo sobre estas o similares preguntas)
-La situación de este metro es similar a la del metro de Serrat. ¿en qué?
-Físicamente juntos pero solos. Te recuerda esto a alguna otra situación?
-La figura del conductor es clave en la resolución de la escena ¿de qué manera?
-Los franciscanos hemos de gritar al mundo la fraternidad como palabra
profética. Como el
conductor, sembrador de fraternidad. ¿Qué te parece?
3. Terminamos esta catequesis cantando juntos esta canción.
EL DON DE LA FRATERNIDAD
REGALO DEL SEÑOR
que hay que cuidar cada día
hay que cuidar con amor.
EL DON DE LA FRATERNIDAD
REGALO DEL SEÑOR.
PROFUNDIZAMOS
En este segundo momento de nuestra reflexión nos vamos a acercar a la comunidad, a la
fraternidad, a la familia, a la iglesia... a cualquier grupo de fe para comprenderlos en su esencia, en aquello
que los define e en donde se fundamenta. Para hacerlo vamos a utilizar un bello texto perteneciente a una
homilía de San Cirilo de Alejandría.
1.Leemos el texto.
Queridos hermanos:
Unidos con Cristo por su sangre.
"Todos los que participamos de la sangre sagrada de Cristo alcanzamos cierta unión corporal con él. Así
lo dice san Pablo refiriéndose al misterio del amor misericordioso del Señor:
`En otros tiempos, no había sido manifestado a los hombres como ha sido revelado ahora por el
Espíritu a sus santos apóstoles y profetas, que también los gentiles son coherederos, miembros
del mismo cuerpo y partícipes de la promesa en Jesucristo´.
Así, pues, todos nosotros formamos un mismo cuerpo en Cristo, y no sólo unos con otros, sino también en
relación con aquel -Cristo- que se halla en nosotros gracias a su carne".
¡Qué paradoja! Todos nosotros vivimos unidos por la sangre de Cristo y, sin embargo, no
mostramos abiertamente {en nuestra vida} esa unidad existente entre nosotros, y entre nosotros y
Cristo. ¿Es que Cristo, Dios y hombre, ya no es para nosotros vínculo de unidad?
Unidos y fundidos en uno por el Espíritu.
Y si hablando de la unidad seguimos por "el camino de la unión espiritual, habremos de decir que todos
nosotros, una vez recibido el único y mismo Espíritu, el Espíritu Santo, nos fundimos entre nosotros y con
Dios, pues, aunque nosotros seamos muchos individuos, y aunque el Espíritu del Padre y de Cristo habite
en cada uno de nosotros, ese mismo Espíritu, uno e indivisible, reduce a todos a la unidad..., y
aparecemos como una sola cosa por él".
¡Qué fuerza unitiva posee el Espíritu si se le deja actuar en nuestro corazón!
Si el Espíritu de Cristo y del Padre habita dentro de nosotros, nuestro modo de sentir, pensar y
actuar debe ser auténticamente transfigurador en Cristo. ¡Qué feliz sería el mundo si todos
tuviéramos un solo corazón y una sola alma!
Vida en el Espíritu y frutos de unidad y paz.
"Por esto resulta apremiante y obligada la exhortación que a todos nos hace san Pablo diciendo:
Sobrellevaos mutuamente con amor; esforzaos en mantener la unidad del Espíritu, con el vínculo de la
paz. Un solo cuerpo y un solo Espíritu, como una sola es la esperanza de la vocación a la que habéis sido
llamados.
Un Señor, una fe, un bautismo. Un Dios padre de todo, que los trasciende todo, y lo penetra todo, y
lo invade todo ( Efes 4,4-6)
Partícipes del único y santo Espíritu.
Dada la presencia amorosa de Dios por Cristo, en el Espíritu, "nosotros ya no somos más que una sola
cosa en el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo: Una sola cosa por identidad de condición, por asimilación que
se opera en el amor, por comunión de la santa humanidad de Cristo, y por participación del único y santo
Espíritu”
SAN CIRILO DE ALEJANDRÍA.
2.Con estas o similares preguntas se inicia un diálogo.
-Lo que nos une no son ni preferencias, ni fines similares, ni siquiera las intimidades. Ay algo que
nos transciende, que está fuera de nosotros y que es el fundamento de la unidad. Como encuentras
reflejado esto en el texto. ¿Qué une nuestro grupo, dónde esta fundamentada nuestra fraternidad?
-En que lugar se encuentra el Espíritu Santo. Somos diversos pero el Espíritu que nos anima es el
mismo. ¿Cómo se manifiesta en nosotros que el Espíritu que nos anima es el mismo?
-Y el fruto de todo esto. El amor. El amor es el que nos define como discípulos de Jesús y
miembros de la Iglesia. De las primeras comunidades se decía que destacaban en aquella sociedad por el
amor que se tenían. ¿Destacamos nosotros por el amor?
3.Terminamos la catequesis uniendo todos las manos formando un círculo y orando juntos con la oración
del Padre nuestro (Sería interesante que sea cantado)
ACTUAMOS
En la tercera sesión de esta catequesis nos proponemos acercarnos a la realidad en que
vivimos: la realidad de nuestros grupos franciscanos, de las comunidades juveniles franciscanas, los
itinerarios de fe franciscanos, las parroquias... Todos vivimos cautivados por Francisco de Asis, por su
mensaje y por su estilo de vida; nuestros grupos y comunidades viven inspirados por aquella forma de
entender la vida que movía al pequeñuelo de Asis.
Recuerda Francisco en su testamento que cuando aún no sabía que hacer, cuando en él se estaba
forjando esta espiritualidad, El Señor le dio hermanos, poniendo de esta manera la piedra base de eso
que se define con la palabra fraternidad y que es como la “piedra filosofal” de la espiritualidad
franciscana.
Sobre la fraternidad, como palabra profética que los franciscanos hemos de gritar en medio de las
plazas, hemos reflexionado en esta catequesis. Nos toca en este tercer momento contemplar esta piedra
que nos sustenta. Nos ayudaremos de un párrafo de la carta que el ministro general de los frailes menores
nos dirigió en la fiesta de San Francisco de este año.
1. Leemos el párrafo.
Aprendiendo a ser hermanos
Cuando cada día nos miramos en este espejo (cf. 4CtaCl 15-16) para transformarnos más fielmente a
este don que nuestro padre san Francisco nos ha dejado como revelación del Señor, nuestro compartir se
hace súplica de intercesión: «Salve, sancte Pater, patriae lux, forma Minorum, virtutis speculum...». En la
escuela de Francisco aprendemos que para sentirnos hermanos de todos debemos tener primero una
actitud filial con Dios. La ternura y el amor por los hermanos son consecuencia de la felicidad de tener a
Jesús por hermano, y de nuestro ser conscientes que el Señor se dona y se hace presente en el hermano.
El amor fraterno es infundido por el Espíritu Santo en el corazón para servir y obedecer espiritualmente al
hermano, y como nos enseña san Francisco, para vivir la fraternidad tenemos necesidad de poseer el
Espíritu del Señor y su Santa operación (cf. 2R 10, 10). Si podemos reconocer con humildad nuestra
necesidad de aprender a vivir como hermanos, compartiendo la vida y testimoniando juntos los valores
evangélicos, entonces la fraternidad se transformará en modelo de toda familia humana, aún más, se
transformará en un lugar de encuentro con Dios y en una bendición (cf. 1CtaF 6). La fraternidad es el fruto
que florece y se desarrolla en la fecunda tierra de la experiencia viva de una relación filial con el Padre, y
una relación fraterna con Jesucristo.
El singular aporte de Francisco a la Iglesia y a la historia es su ingenua e increíble utopía de una vida
evangélica y universal. Es esta fraternidad la que crea relaciones nuevas y originales entre las personas y
con todo lo creado, y se transforma en testimonio sugestivo para nuestro mundo. Pero la mirada fraterna
e inocente de Francisco solo podrá nacer en nosotros si logramos liberarnos de la fuerte tentación
del poder y del poseer, verdaderos desafíos para la Fraternidad. Se trata de retos concretos que
constatamos cada día en las experiencias de nuestras visitas fraternas, (…) dándonos cuenta que
estamos destruyendo la fraternidad:
• buscando más prestigio, honores y dominio, en vez de servir;
• anteponiendo nuestro proyecto y nuestros intereses a aquellos de la Fraternidad;
• prefiriendo la identidad de grupo y la afinidad étnica y cultural, a la familia espiritual;
• no compartiendo todo lo que somos y tenemos;
• siendo incapaces de reconocer que hemos hecho el mal y de pedir perdón, o de ofrecerlo (cf. CtaM
7-10).
Necesitaremos pedir cada día al Señor que nos conceda la humilde fidelidad al don de ser hermanos. Si
no se mira con ojos nuevos la realidad de la persona, no podrá nacer y mantenerse viva la utopía de la
fraternidad y la fe, por la cual el otro, más allá de sus equivocaciones y sus debilidades, pueda ser
realmente mi hermano.
2. Con estas u otras cuestiones se inicia el diálogo.
- Después de leer el texto, fijaos detenidamente el las frases que aparecen en negrita. Las tres
hacen referencia a un requisito fundamental, el que hace que nuestra fraternidad sea evangélica. Ya lo
veíamos en la reunión anterior, hoy nos lo recuerda Francisco. La Fraternidad en que te encuentras
¿podríamos asegurar que se dan esos fundamentos?
- ¿Una fraternidad así de dónde bebe? ¿Dónde tiene su fundamento? ¿Qué puesto tienen en ella la
oración y la Eucaristía?
- Ahora es el momento de revisar la vida de nuestro grupo tomando como base los desafíos que
aparecen al final de la carta.
¿Buscamos prestigio y honores en vez de servir?
¿Anteponemos nuestros proyectos a los de la fraternidad?
¿Preferimos nuestra identidad personal a la del grupo?
¿Compartimos todo lo que somos y tenemos?
¿Nos resulta fácil pedir y recibir perdón en la comunidad?
3. Terminamos nuestra reunión de grupo con un signo.
(Para realizar este signo tan solo es necesaria una cuerda lo suficientemente larga para que todos
los miembros del grupo puedan hacer un nudo en ella)
En esta cuerda va a quedar reflejada nuestra comunidad: La cuerda es una, no varias
ensambladas, en ella cada miembro es un nudo. Todos están unidos porque la cuerda es una. Cuando un
nudo se deshace, desaparece, la cuerda no se rompe, el grupo sigue..
(Se pone la cuerda en el centro, cada uno del grupo hace en ella un nudo. Al terminar se invita a
sacar conclusiones. La cuerda llena de nudos puede quedar como recuerdo de esta reflexión colocada en
algún lugar de la sala)
ORAMOS
INTRODUCCIÓN.
El Señor nos ha reunido junto a él en una sola familia. Todos nos sentimos hermanos en
Jesucristo, nos miramos y reconocemos en el otro un hermano, un cercano, un prójimo… alguien de la
misma familia.
Un solo Señor, una sola fe, un solo bautismo. Al Padre que nos une en una sola familia nos
dirigimos para pedirle que nos conserve en la unidad, para que seamos uno como Él es uno.
CANTO.
UN CUENTO para descubrir la necesidad que unos tenemos de otros.
Un día, cuando era estudiante de Secundaria, vi a un compañero de mi clase caminando de regreso a su
casa. Se llamaba Kyle. Iba cargando todos sus libros y pensé: "¿Por qué se estará llevando a su casa
todos los libros un viernes? ¡Debe ser un "nerd!"
Yo ya tenía planes para todo el fin de semana: fiestas y un partido de fútbol con mis amigos el sábado por
la tarde, así que me encogí de hombros y seguí mi camino. Mientras caminaba, vi a un montón de chicos
corriendo hacia él, cuando lo alcanzaron, le tiraron todos sus libros y le hicieron una zancadilla que lo tiró
al suelo. Vi que sus anteojos volaron y cayeron en el pasto como a tres metros de él. Miró hacia arriba y
pude ver una tremenda tristeza en sus ojos. Mi corazón se estremeció, así que corrí hacia él mientras
gateaba buscando sus anteojos.
Vi lágrimas en sus ojos. Le acerqué a sus manos sus anteojos y le dije: "¡esos chicos son unos tarados, no
deberían hacer esto!". Me miro y me dijo: “¡Hola, gracias!” Había una gran sonrisa en su cara; una de esas
sonrisas que mostraban verdadera gratitud. Lo ayude con sus libros. Vivía cerca de mi casa. Le pregunté
por que no lo había visto antes y me contó que se acababa de cambiar de una escuela privada. Yo nunca
había conocido a alguien que fuera a una escuela privada.
Caminamos hasta casa. Lo ayudé con sus libros; parecía un buen chico. Le pregunté si quería jugar al
fútbol el sábado, conmigo y mis amigos, y acepto. Estuvimos juntos todo el fin de semana. Cuanto más
conocía a Kyle, mejor nos caía, tanto a mí como a mis amigos. Llegó el lunes por la mañana y ahí estaba
Kyle con aquella enorme pila de libros de nuevo. Me paré y le dije: "Hola, vas a sacar buenos músculos si
cargas todos esos libros todos los días". Se rió y me dio la mitad para que le ayudara. Durante los
siguientes
cuatro
años,
Kyle
y
yo
nos
convertimos
en
los
mejores
amigos.
Cuando ya estábamos por terminar la Secundaria, Kyle decidió ir a la Universidad de Georgetown y yo iría
a la de Duke. Sabía que siempre seríamos amigos, que la distancia no sería un problema. Él estudiaría
Medicina y yo Administración, con una beca de fútbol. Kyle fue el orador de nuestra generación. Yo lo
cargaba todo el tiempo diciendo que era un "nerd"
Llegó el gran día de la Graduación. Él preparó el discurso. Yo estaba feliz de no ser el que tenía que
hablar. Kyle se veía realmente bien. Era uno de esas personas que sinceramente se había encontrado a sí
mismo durante la Secundaria, había mejorado en todos los aspectos y se veía bien con sus anteojos.
¡Tenía mas citas con chicas que yo y todas lo adoraban! ¡Caramba! Algunas veces hasta me sentía
celoso... Hoy era uno de esos días.
Pude ver que él estaba nervioso por el discurso, así que, le di una palmadita en la espalda y le dije: "Vas a
ver que estarás genial, amigo". Me miró con una de esas miradas (realmente de agradecimiento) y me
sonrió. "Gracias" me dijo. Limpió su garganta y comenzó su discurso: "La Graduación es un buen
momento para dar gracias a todos aquellos que nos han ayudado a través de estos años difíciles: tus
padres, tus maestros, tus hermanos, quizá algún entrenador... pero principalmente a tus amigos. Yo estoy
aquí para decirles a ustedes, que ser amigo de alguien es el mejor regalo que podemos dar y recibir, y a
propósito, les voy a contar una historia...
Yo miraba a mi amigo incrédulo, cuando comenzó a contar la historia del primer día que nos conocimos.
Aquel fin de semana él tenía planeado suicidarse. Habló de como limpió su armario y por que llevaba
todos sus libros con él, para que su mamá no tuviera que ir después a recogerlos a la escuela. Me miraba
fijamente y me sonreía. "Afortunadamente fui salvado. Mi amigo me salvó de hacer algo irremediable". Yo
escuchaba con asombro cómo mi apuesto y popular chico contaba a todos ese momento de debilidad. Sus
padres también me miraban y me sonreían con esa misma sonrisa de gratitud. Justo en ese momento me
di cuenta de lo profundo de sus palabras: "Nunca subestimes el poder de tus acciones: con un pequeño
gesto, puedes cambiar la vida de otra persona, para bien o para mal”.
Dios nos pone a cada uno frente a la vida de otros, para impactarlos de alguna manera. "Mira a Dios en los
demás". "Los amigos son ángeles que nos llevan en sus brazos cuando nuestras alas tienen problemas
para recordar cómo volar".
CANTO.
ORAMOS JUNTOS
Señor, tu nos llamas a vivir en comunidad
y quieres que edifiquemos la comunidad;
nos quieres en comunión con otros,
no para ser más fuertes
ni para servirnos de ellos,
sino para ser nosotros mismos
y para servir.
La comunidad es fuerte si anima,
la comunidad es verdadera si ama,
la comunidad es santa si cada uno es santo,
la comunidad existe para el servicio,
la comunidad existe para la misión.
La comunidad es encontrarse
con los otros en el Señor,
es orar y vivir con ellos en la unidad,
es dar signos de esperanza porque espera.
Sólo así podremos anunciar al Señor,
sólo así podremos anunciarlo a aquellos
que a duras penas lo conocen.
(Silencio)
EVANGELIO. Jn 17,21-25
En aquel tiempo Jesús dijo:
Te pido que todos ellos estén unidos; que como tú, Padre, estás en mí y yo en ti, también ellos estén en
nosotros, para que el mundo crea que tú me enviaste. Les he dado la misma gloria que tú me diste, para
que sean una sola cosa como tú y yo somos una sola cosa: yo en ellos y tú en mí, para que lleguen a ser
perfectamente uno y así el mundo sepa que tú me enviaste y que los amas como me amas a mí. Padre, tú
me los confiaste, y quiero que estén conmigo donde yo voy a estar, para que vean mi gloria, la gloria que
me has dado; porque me has amado desde antes de la creación del mundo. Padre justo, los que son del
mundo no te conocen; pero yo te conozco, y estos también saben que tú me enviaste. Les he dado a
conocer quién eres, y seguiré haciéndolo, para que el amor que me tienes esté en ellos, y yo mismo esté
en ellos.
CANTO.
EL DON DE LA FRATENIDAD REGALO DEL SEÑOR
Que hay que cuidar cada día hay que cuidar con amor
(silencio)
ORACIÓN
(Unidas las manos y los corazones oramos juntos con el Padre nuestro)
Señor, hemos descubierto el don de la fraternidad,
tu gran regalo, que es para nosotros y para el mundo.
Hoy te pedimos que nos conserves en esta unidad
para ser ante el mundo testigos
de una fraternidad posible.
Por Jesucristo nuestro Señor.
Bendigamos al Señor.
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