COMUNICACION Y PROPAGANDA EN LA EDAD MIEDIA

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Tema III
COMUNICACION Y PROPAGANDA EN
LA EDAD MEDIA
Dice Fulcanelli, en su libro "El misterio de las Catedrales" PIaza y Janes, 1909, que "
si venimos a este edificio (se refiere a las catedrales del período gótico), para asistir a
los oficios divinos, si penetramos en él siguiendo los entierros o formando parte del
alegre cortejo de las fiestas sonadas, también nos apretujamos en él, en otras
muchas y distintas circunstancias.
Ahí se celebran asambleas políticas bajo la
presidencia del obispo; allí se discute el precio del grano y del ganado; los tejedores
establecen ahí la cotización de los paños; y ahí acudimos a buscar consuelo, a pedir
consejo, implorar perdón. Y apenas si hay corporación que no haga bendecir allí la
obra maestra del nuevo compañero y que no se reúna allí, una vez al año, bajo la
protección del santo patrón".
Este reflexión nos pone en guardia sobre las catedrales, que no eran, obviamente
utilizadas como lo hacemos hoy, en su estricto sentido religioso.
Había otras
ceremonias muy lejanas a la liturgia y que eran muy del gusto de la multitud y que se
celebraban durante el período medieval. Una de ellas era la fiesta de los locos -o de
los sabios-, "kermesse hermética profesional", que salía de la iglesia con "su
papa, signatarios, devotos y pueblo, ese pueblo de la Edad Media, ruidoso,
travieso, desbordante de vitalidad, de entusiasmo y de ardor, y recorría la
ciudad. Sátira hilarante de un clero ignorante, sometido a la autoridad de la
Ciencia disfrazada, aplastado bajo el peso de una indiscutible superioridad".
Fulcanelli se refiere a esta fiesta diciendo "¡Ah, la Fiesta de los locos, con su carro del
Triunfo de Baco, tirado por un centauro macho y un centauro hembra, desnudos
como el propio dios, acompañado del gran Pan; carnaval obsceno que tomaba
posesión de las naves ojivales. ¡Ninfas y náyades saliendo del baño; divinidades del
Olimpo, sin nubes y sin enaguas: Juno, Diana, Venus y Latona, dándose cita en la
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catedral para oír misa! ¡Y qué misa!.
Compuesta por el iniciado Pierre Corbeil,
Arzobispo de Sens, según un ritual pagano, y en el que la ovejas de 1220, lanzaban
gritos de gozo de las bacanales.
Este es un hecho documentado, como tantos otros, que nos llegan en escritos y
quedan en representaciones pétreas en el entorno de las propias catedrales como es
el caso de Notre Dame de Estrasburgo donde en uno de los capiteles de las grandes
columnas se reproduce una procesión satírica en la que se observa un cerdito,
portador de acetre, seguido de asnos revestidos con hábitos sacerdotales y
monos provistos de diversos atributos de la religión y una zorra encerrada en
una urna".
Mucho más se ofrece en esta locura gótica entre otros la Flagelación del Aleluya o el
Entierro del carnaval.
También la catedral era el refugio hospitalario de todos los
infortunios. Los enfermos que iban a Notre-Dame de París a implorar a Dios el alivio,
permanecían allí hasta su curación completa.
Se les asignaba una capilla.
Los
médicos evacuaban sus consultas en la misma entrada de la basílica, alrededor de la
pila del agua bendita.
Y también allí celebró sesiones la Facultad de medicina,
permaneciendo hasta 1454.
"La catedral era refugio inviolable de los perseguidos y sepulcro de difuntos
ilustres".
Es la ciudad dentro de la ciudad, el núcleo intelectual y moral de la
colectividad, el corazón de la actividad pública, el apoteosis del pensamiento, del
saber y del arte.
Hay que señalar que por la abundante floración de su ornato, por la variedad de los
temas y de las escenas que la adornan, la Catedral aparece como una enciclopedia
muy completa y variada, de todos los conocimientos medievales. Estas esfinges de
piedra son, sin duda las educadoras de una época y para nosotros las reveladoras de
los mensajes del pasado medieval.
Sólo con esta primera reflexión creo que vale la pena intentar hacer una aproximación
a los modos de comunicación que podrían existir en la Edad Media, modos por los
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que los habitantes de zonas urbanas y rurales, podrían tener contacto con el exterior
y con las formas de vida anteriores. Modos en que se podrían establecer relaciones
entre el poder y el pueblo, tanto del fuerte poder de los hombres, como del inmenso
poder de la iglesia.
Parece claro que dificultades culturales impedían el establecer lazos comunicativos a
través de la escritura. Es muy difícil encontrar quién supiera leer o escribir, fuera de
algún palacio, y sobre todo fuera de los templos y de los conventos o abadías. La
cultura estaba esencialmente en manos del clero y, el latín, el medio de expresión de
la iglesia y de su omnímodo poder. De otro lado la sociedad había empezado a
manifestarse en lenguajes vernáculos, en lenguas romances, que en gran medida
permiten una mayor incomunicación entre pueblos.
El mensaje escrito casi no existe más allá de las abadías y conventos.
Los
scriptorium han servido para rescatar a los clásicos que servirán de fundamento para
los estudios filosóficos, éticos, religiosos etc. Habrá que esperar muchos años, hasta
que se pueda hablar de periodización.
Este momento de la historia parece ser el del rompimiento con un estado de letargo,
aun dentro de ese mismo letargo.
Los trabajos a los que tiene que acceder el
hombre, trabajos duros del campo, de las construcciones, sometimiento de
voluntades y de conciencias, impiden acceder a un modo de conciencia crítica,
necesaria para romper con una situación de injusticia social y de estancamiento
cultural.
Experimentar, aún con el riesgo que una hipótesis como la que planteamos pueda ser
rebatida con tesis fundamentadas.
Experimentar, decimos, en el estudio de la
iconografía, las señales, las luces y las sombras, los sonidos, el olor e incluso la
amargura de un período que puede ser tremendamente rico y que nos ha dejado,
seguramente, suficientes datos que nuestra cultura no ha sido capaz de descubrir por
obvios o por ocultos, que nos den los modos de comunicación por medio de los
cuáles, la sociedad Medieval, se entendía y comprendía los mensajes para
desarrollar sus necesidades vitales,
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Hay que considerar que en la Europa occidental de fines del siglo X y principios del XI
se suceden una serie de hechos, demostrativos de un cambio profundo, en muy
diversos aspectos de la realidad vital de sus gentes que habrían de reflejarse de un
modo concreto, en las realidades artísticas.
La finalización de las irrupciones
exteriores, las de los normandos en el siglo IX y la de las húngaros en el X, permiten
aumentar la estabilidad y el equilibrio de los pueblos europeos y favorece la
consolidación de diversas monarquía que los regían. Se crean y difunden órdenes
monásticas que constituyen organismos poderosos e influyentes.
Así aparece la
orden cluniacense con central en Cluny (Borgoña) y centenares de abadías y
prioratos. Como elemento difusor de ideas y comunicación de hechos, surgen las
peregrinaciones, que van a ser potentes modos de comunicación social en una época
tan precaria y que va a propiciar un espíritu ciertamente internacionalista que queda
patente en la cultura de la época.
Podemos afirmar que se renovó la vitalidad de Europa y este hecho se advierte en
algunos sucesos tales como la expansión y consolidación de los estados cristianos de
la Península ibérica. De otro lado el establecimiento del poder normando en Sicilia,
con lo cual se construyeron fecundas encrucijadas culturales entre Oriente y
Occidente.
No podemos olvidar que esto permitió la iniciación de la serie de
Cruzadas en 1096, que fueron otro de los momentos precisos de máxima
comunicación entre pueblos y la ruptura definitiva entre la iglesia griega oriental y la
católica romana, con lo que el occidente europeo pasó a tener una vida espiritual
propia, y también una situación de incomunicación con una sociedad a la que se
había estado unida durante siglos. Habrá que esperar al siglo XIII para que Marco
Polo nos trajese la primera noticia de una sociedad lejana que había desarrollado una
cultura inmensa de la que occidente va a ser dependiente.
La aparición del románico, que no de deja de ser una consecuencia de esa nueva
situación en que entra Europa es, también, una síntesis de elementos básicos
constitutivos del mundo occidental europeo de esas fechas: el legado de Roma y del
mundo clásico cada vez más recordado; el de Bizancio y el Próximo Oriente, siempre
insinuado, y la presencia de las culturas propias de los llamados bárbaros, activas en
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muchos aspectos. La fusión de estos elementos permite la aparición de un esquema
equilibrado y nuevo que es adoptado por los diversos países y tuvo una fecunda vida
hasta que fue sustituido por un esquema más original y completo, mucho más
representativo de la última etapa medieval.
Tanto el diseño de la planta como el desarrollo en altura de una iglesia románica o,
quizás mejor, de cualquier complejo religioso del románico, ya que la iglesia, en
muchos casos, es un apéndice importante de la zona conventual, que tiene un
programa
constructivo
tremendamente
complejo,
comunicación visual para la sociedad de su entorno.
es
todo
un
símbolo
de
El sólo hecho de ser una
institución que tiene el tremendo peso del poder terrenal y toda la enorme simbología
del poder celestial impacta en los hombres y mujeres de la sociedad circundante.
Piénsese que son muy escasos los edificios civiles, castillos, palacios, que pueden
quedarnos de ese período creativo.
Será la iglesia la que ostente el poder de
construir templos, abadías, ermitas y de trasegar culturas, poseer la riqueza y
disponer incluso del poder de los reyes a los que aconseja, asesora, controla y
manipula, ostentando una fuerza enorme que el pueblo percibe en toda la grandeza
de los templos.
Este es quizás el primer mensaje que en una comunicación visual da la iglesia, de su
poder y de su gloria. Y sobre todo considerando que un programa constructivo de tal
envergadura tiene un proceso que se puede medir en centurias, serán muchas
generaciones las que contribuyen en el esforzado trabajo de elevar el templo que
será símbolo de poder terrenal y espiritual.
Pero el programa constructivo disertado va mucho más allá de la simple edificación,
por muy compleja que sea la estructura. El templo se orienta es decir, se abre al
Oriente, la planta es de cruz latina, las torres se elevan hacia la espiritualidad, aunque
no alcancen los destellos
del gótico, pero todo se andará. La espesura de sus muros, la enormidad de sus
contrafuertes, la oscuridad de sus interiores, la majestuosidad de sus columnas la
profundidad que le darán las bóvedas de cañón y las cúpulas de media naranja,
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tienen como objetivo informar de la grandiosidad de la vida en Dios y la creación de
una escenografía que, el hombre medieval tiene que interpretar y comparar con el
más allá. Este es otro de los grandes mensajes del Románico y es una forma
importantísima de comunicar al hombre la grandiosidad de la iglesia y su poder en la
sociedad.
Otro de los grandes programas es la iconografía. Si la grandiosidad y la fuerza de la
arquitectura informa del poder terrenal de la iglesia, la imaginaría va a ser el libro
abierto en el que leerán forzosamente los hombres del medievo.
Desde el
planteamiento de los portales del templo que ofrecen los enormes tímpanos
semicirculares con todo un repertorio iconográfico donde, por lo general está Dios en
su Divina Majestad en su versión de Pantocrator, Dios Justiciero e Implacable,
rodeado por los Apóstoles, a las escenas del Apocalipsis, vidas de santos, mártires, y
todo un repertorio sagrado, a los capiteles de los claustros conventuales donde se
desarrolla un programa sobre la vida y milagros de un determinado santo, toda la
obra en talla de piedra, perdurará durante muchos siglos, como una cartilla de lectura
habitual como un mensaje profundo y conmovedor, como una lectura obligada que
recordará a propios y extraños la fugacidad de la vida, la hora celestial la muerte, el
pecado, la religiosidad y el castigo.
Es este un modo de comunicación y como tal de propaganda al que están sometidos
los hombres del medievo.
Aquella sociedad religiosa y agnóstica, libertina y
luchadora, y profana, que en muchos momentos de su existencia se verá sometida a
la peste, a las miserias, al hambre, que serán predicadas por la iglesia como castigos
divinos propiciados por el pecado, y vueltos a reflejar en piedra y en lienzos
policromos para recordarles la vida eterna y la fugacidad de la vida terrenal.
De otro lado habría que señalar la iconografía pictórica propiciada por los grandes
lienzos compactos que la propia arquitectura románica permite, al tener que ocupar
los espacios vacíos para los vitrales que opondrá el gótico en su momento.
Considerando que también se policroman pequeñas imágenes talladas en madera y
por descontado el magnífico programa de ilustraciones de códices, la utilización de la
pintura mural es una constante en este estilo arquitectónico.
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Dice Víctor Nieto Alcaide3 que "La arquitectura Románica, con su sistema
constructivo de muros compactos y continuos, era más adecuada para recibir una
ilustración de pintura mural, que un complejo programa de iluminación espacial. En la
iglesia románica el muro se entiende como . superficie compacta. Los vanos que se
abren en él cumplen una función objetiva de iluminación. Situada su cabecera hacia
el Oriente, la luz del sol penetra inicialmente por esta parte del edificio, pasando
después, de forma gradual, por las ventanas abiertas en el muro sur.
La luz,
entendida como medio físico, cumplía la función de posibilitar la lectura de los
programas iconográficos desarrollados en las pinturas o en la escultura de los
capiteles.
Al margen de las cuestiones arquitectónicas que son en este caso tangenciales al
tema que nos ocupa, podemos intuir la necesidad de ofrecer los programas
iconográficos de tal forma que la luz tenga en ellos la incidencia adecuada para poder
ser vistos e interpretados adecuadamente. El impacto de estos programas, que como
lecciones a aprender y reiterar, implican todo un sistema comunicativo propio de la
iglesia que ha de impregnar hasta la saciedad sus mensajes divinos, tienen todo un
estudio técnico que permitirá su permanente aprendizaje, a través de una arquitectura
estudiada reiterada y evolucionada.
En el caso de la arquitectura románica, como hemos visto, los vitrales sólo serán
focos de luz para poder contemplar la estampa policromada o la talla de los capiteles,
que en cada caso aportará una comunicación que hay que aprender y a la que en
momentos concretos se hará referencia desde el púlpito, que es el altavoz del
mensaje oral.
A pesar de todo el esfuerzo interpretativo, hay poco desarrollo de la perspectiva, del
color, de los modelos corporales. La limitación de los espacios donde es preciso
achaparrar la esbeltez de una figura, o condicionar a un recuadro, a un prisma o a
una franja, el desarrollo de un hecho a narrar limitan, hasta cierto punto, el impacto
que más tarde se conseguirá en el arte gótico y tendrá pleno desarrollo en el
renacimiento.
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Pero la simbología está aprendida. Como en un cartón de ciegos, el clero mostrará
reiteradamente qué es lo que se quiere contar. Hará comprender que determinados
animales, monstruos o símbolos, corresponden a personajes bíblicos o evangélicos o
apocalípticos.
La tradición oral pasará de boca en boca, el aprendizaje que no
dudará en ser recogido y llevado a esa tradición oral que seguirá transmitiéndolo.
Esta simbología viene expresada desde mucho antes en la iconografía de los Beatos
de Liébana.
El hecho singularísimo de las peregrinaciones, que conseguirá, incluso, modificar el
sistema constructivo, planteando una nueva distribución de las naves, pasando de
tres a cinco, la aparición del deambulatorio, con las nuevas capillas absidales, donde
se venerarán santos, en sus restos mortales y sus imágenes, la utilización del
incienso, la permanencia del canto gregoriano y la singularidad de las lenguas
romances que van a poner en circulación los peregrinos, establecerán todo un
sistema comunicativo que tendrá su máximo exponente en el período gótico, siglos
XIII y XIV.
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