Intervención de la Vicepresidenta Primera, Ministra de la

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Intervención de la Vicepresidenta Primera,
Ministra de la Presidencia y Portavoz del
Gobierno en el Acto de Conmemoración del
Bicentenario de las Cortes de 1810
07/09/2010. Madrid.
Queridos Presidentes, Consejero, Alcalde, señorías.
Hay lugares para el encuentro de ideas y hay encuentros que mueven a las ideas.
Hoy nos encontramos en esta sala Constitucional del Parlamento para recordar que el 24 de
septiembre de 1810, en las Cortes Generales y Extraordinarias de la Isla del León, nació un nuevo
mundo de ideas.
Un mundo de ideas que trajo por primera vez la libertad a España.
Que quiso a los españoles justos y benéficos y a España libre de la opresión y el atraso.
Fue entonces, en aquellas sesiones llenas de entusiasmo en una ciudad amenazada, donde el
Parlamento, la casa de la razón y la palabra, se enfrentó al dominio desnudo de la fuerza.
Fueron ellos, aquellos diputados en representación de todos los españoles, quienes decidieron que
quienes habían sido súbditos serían en adelante ciudadanos.
Y no eligieron ese camino porque fuese el más sencillo, sino porque era su responsabilidad hacer
frente a la dificultad en un país que luchaba por un mañana mejor, que quería salir adelante y que
creyó en sus propias fuerzas.
Hace doscientos años que se encendió aquella llama de la libertad en España.
Y llegaron tiempos más sombríos, décadas ominosas, aún había mucho que luchar.
Pero en las noches más oscuras del despotismo, generaciones y generaciones de españoles
volvieron, volvimos nuestra mirada a aquella luz, a aquel faro de la libertad que encendieron en San
Fernando, en la Isla del León y que ya nunca dejó de brillar.
Y así aprendimos que sigue habiendo esperanza incluso cuando la libertad está sitiada.
Que más que ser hijos del ayer podemos y debemos ser los padres del mañana.
Que la dignidad de un pueblo libre jamás cederá ante la fuerza de las armas.
Que ningún país, ninguna comunidad, es ni puede construirse sobre el temor y la amenaza, es y
siempre será el anhelo de algo, una ilusión a la que mirar, un futuro hacia el que avanzar, una
esperanza que ganar.
Es y siempre será una tierra que construir con la razón, la libertad y la palabra.
Sólo con la razón, sólo con la libertad, sólo con la palabra.
Y posiblemente no podamos acabar con toda opresión, con todo temor y con toda injusticia pero
cada uno de nosotros, cada generación, debe recorrer su parte del camino.
Eso es lo que hoy recordamos.
Que el tiempo pasa, las sociedades cambian –y a qué velocidad- pero aquellos valores, aquellos
principios que han guiado a todos los que creyeron y lucharon por la libertad en España siguen
siendo nuestro norte, nuestra ilusión y nuestro horizonte.
Siguen siendo, en este momento en el que la crisis lleva la angustia a tantas familias y tantos
hogares, nuestra esperanza y nuestra guía para hacer frente no ya a la sombra de ejércitos, sino a
los enemigos de ayer, de hoy y de mañana: la injusticia, la desigualdad, la opresión, el desamparo y
la amenaza.
Son y siempre serán nuestra esperanza y nuestra guía para seguir construyendo la España del
mañana.
Señoras y señores,
Alguien dijo que sin pasado, el presente no tiene porvenir. Por eso, la conmemoración de este
Bicentenario es más que un homenaje.
Es preservar ese legado que recibimos, enriquecerlo y transmitirlo a quienes nos sucedan.
Es repasar las lecciones que aprendimos de aquella escuela de libertad y ciudadanía, la primera que
tuvimos.
Hemos querido acercarnos a esta conmemoración, no como quien se recrea en un pasado lejano,
sino con los ojos de quien participa en lo que describe, reconoce lo que ve, comprende lo que
escucha.
Porque ésta es y sólo puede ser una conmemoración de todos los españoles y para todos los
españoles.
Así lo entienden el Gobierno de España y el Consorcio para la Conmemoración del Segundo
Centenario de la Constitución del Doce, que reúne a las tres Administraciones: estatal, autonómica y
local.
Una conmemoración de todos y para todos que nos recuerda que hace doscientos años, en San
Fernando, un grupo de ciudadanos libres en una ciudad sitiada, quisieron entregarnos a todos una
patria en la que creer, una esperanza por la que luchar y un futuro por el que trabajar.
Sigamos trabajando, desde todo aquello que nos une, para asegurar nuestro progreso y nuestra
libertad. La de nuestros hijos y la de los hijos de nuestros hijos.
Ese será nuestro mayor homenaje a aquellas Cortes.
Seamos dignos de esa esperanza.
Muchas gracias, y felicidades a todos y a todas.
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