La tecnologia prisionera

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La tecnología prisionera
Por Galadriel
La tecnología prisionera
La ciencia y la técnica, siempre marcan al paradigma dominante en cada sociedad en un
momento dado. En la década del treinta la ciencia estaba destinada a la tecnología bélica por
completo, a semejanza de los días que hoy corren. Por aquella época el régimen asesino
fascista de Hitler se adueñaba de la ciencia. Esto nos demuestra la premisa de que siempre la
sociedad militar está por encima de la sociedad civil, sin importar el momento histórico en
que nos encontremos; ya se trate de monarquías, repúblicas o dictaduras. Pero al menos en
aquel momento del siglo XX, esta cuestión era más que evidente. La asesina Alemania nazi
le llevaba 30 años de adelantos militares al resto de las potencias europeas.
Desde el año 1934, el mariscal Kesselring, miembro de la SS, tenía a su cargo a siete
científicos, profesores de la Universidad de Lubeck, bonita ciudad germana.
Los profesores trabajaban todos los días de lunes a viernes, y cada día después de dictar
dos simples horas de clases en la universidad, tres autos de color negro profundo y de marca
Volkswagen Tipo 1, conocido también como Volkswagen Beetle, los pasaban a buscar,
llevándolos a la misteriosa zona “Z”. El destino al cual se dirigían no estaba muy lejos,
quedaba a unos 25 o 30 minutos desde la ciudad. Ese era el tiempo que llebava viajar desde
la Universidad hasta aquella zona militar. El camino era de tierra, en su gran parte del
trayecto. Durante todo su recorrido un espeso bosque se apreciaba a los márgenes del
camino con tan solo algunas granjas de población rural. Estos habitantes estaban como
ajenos a la situación que transcurría en Europa.
El despiadado Mariscal Kesselring era el encargado del proyecto de la zona “Z”. Este
proyecto habia comenzado en Enero, y unos cuantos meses habian pasado ya desde su
inicio. La ciencia mortal le estaba dando una nueva forma al militarismo alemán.
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A todo esto, el 10 de diciembre de 1934, los siete cientificos estaban viajando en el auto
un día más. La ciencia se ponía el traje del militarismo, nuevamente, como recurrencia
cíclica de nuestra existencia humana, mitad mamifera, y mitad social…
Era una de esas tardes frías y grises de otoño. Los tres autos se dirigían por la carretera
principal como en una nefasta y belicosa procesión, procesión que unía la universidad, con
la base del proyecto “Z”. Estaban en movimiento una vez más. Después de transitar por una
carretera de ripio, los vehículos doblaban por otro camino más pequeño, pero que estaba
muy bien conservado, a tal punto que ni siquiera cuando llovía se producía barro, dado que
prolijamente había trozos de muy pequeñas rocas, bien acomodadas, que conformaban una
especie de empedrado casero.
Tenía una lógica la decisión de no pavimentar los caminos, dado que estos para los ojos
de los aviones, parecían caminos de tierra, sin importancia; pero para la practicidad del
transporte era tan sólido e importante, como los caminos pavimentados que esta región tenía.
En caso de bombardeos los objetivos eran los caminos pavimentados. Se puede apreciar que
la ciencia, en su desarrollo, no deja eslabones sin atar en su progreso belicoso.
Luego de transitar unos quince minutos por esta espléndida carretera camuflada, se
detuvieron en la entrada de una granja, la cual tenía 40 hectáreas aproximadamente. Esta
granja funcionaba como pantalla de lo que verdaderamente había allí dentro. En la entrada
había un pequeño cartel que decía “Granja Z”. Lindera a esta granja, a 20 hectáreas de
distancia había unas instalaciones militares pertenecientes a la Luftwaffe, los cuales tenían 2
pistas de aterrizaje, una era utilizada para aviones de entrenamiento, y otra para aviones de
combate.
Esta base de la Luffwaffe contaba con tan solo treinta aparatos de combate, otros seis
cazabombarderos Messerschmitt Bf. 110, y además había diez aeronaves de entrenamiento
para pilotos novatos. Tenían un arsenal móvil de infantería ligera listo para ser utilizado en
caso de necesitar defender la base de fuerzas terrestres. No eran de las pistas más grandes ni
tampoco de las centrales que tenía “La Luftwaffe” en los alrededores de Lubeck. En total en
esta base de la Luftwaffe había unos 50 pilotos y otros 220 operarios militares entre
mecánicos y soldados. Las treinta aeronaves de combate eran los bravos y temibles
Messerschmitt BF-109. Este era un avión de combate monomotor, monoplaza, de ala baja.
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Tenía un peso estimado de 2600 kilogramos y una velocidad promedio de 600 km/h. Eran
unos verdaderos y v verdaderas hijos e hijas de la mortal y letal ciencia alemana fascista. A
todas estas bellezas de la mecánica, había que sumarle el arsenal que llevaban; que contaba
con tres ametralladoras de 7,9 mm., y dos cañones de 20 mm. Algunos estaban retocados y
llevaban en vez de dos cañones de 20mm uno de 30 mm… Letales avances del
aniquilamiento de mamíferos con cerebro. El Homo sapiens.
A todo esto los automóviles seguían marchando hasta que se detuvieron en la entrada de
esta granja. A lo lejos como si se tratase de una postal podían verse estacionadas las treinta
aeronaves Messerschmitt BF-109. Sin duda para los amantes de los aviones de combate esta
era una bella imagen. Un lindo escenario como lo son las olas para ese amante satisfecho
que va hasta la orilla del mar a sentarse.
Un campesino, que estaba junto a tres vacas lecheras, solo a unos pocos metros de la
tranquera, se acercó hasta la misma y abrió la puerta. Los tres vehículos ingresaron en los
terrenos de la “Granja Z”. Luego de que la caravana de automóviles se detuvo, el aparente
granjero, se aproximó y abrió la tranquera. Los autos ingresaron y el granjero cerró la
tranquera, después continuó junto a las tres vacas que pastoreaban como buenas mamíferas.
Ni este era un granjero ni esta una granja, eran tan solo eslabones del militarismo buscando
la ciencia mortal…
Por este camino interno del campo, se estuvieron trasladando arriba de los Volkswagen,
otros diez minutos en dirección norte, en donde el camino concluía. Terminaba ahí donde la
ciencia militarista residía. La carretera se topaba con una gran edificación muy añeja al final
del camino. Esta construcción, en sus zonas cercanas tenía dos grandes graneros, y una
construcción más reciente que parecía la casa de algún campesino. Unas cuantas aves, desde
las alturas miraban como sombrías testigos de la ciencia de estos mamiferos llamados
humanos. Esta estructura tenía una verdadera función, se trataba de un cuartel de
comunicaciones, cuyo alcance abarcaba todo el territorio alemán, y algunos países
limítrofes. En uno de los graneros había instalada una poderosa antena de
telecomunicaciones. En el otro funcionaba un estacionamiento para los vehículos que traían
a los científicos, y demás visitas que la base recibía. En este mismo lugar, había una
dependencia de soldados miembros de la SS altamente entrenados. Los cuatro científicos se
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bajaron del vehiculo, y ahí la ciencia una vez más hizo contacto con el militarismo en esta
belicosa historia de la humanidad. De este modo el siglo XX no fue ajeno al avance
cientifico y su relación con el militarismo. En este caso, el nefasto nazismo fue el que se
apropió del saber infinito de la mente humana. Al menos del limitado conocimiento que se
tenía por aquellos tiempos. Así la ciencia y la tecnología una vez más a lo largo de la
historia de la humanidad fueron presa del militarismo humano…
FIN
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