“ANA, EL TRASGU Y LA XANA” Era una tarde como cualquiera y, una niña llamada Ana, vivía en una pequeña aldea junto con sus padres. Ella era hija única, no tenía hermanos. Una tarde se fue al bosque pero, esa tarde no era como todas. Cuando volvía a casa notaba que alguien la seguía, miraba hacia atrás pero no veía nada ni nadie. Esa noche, Ana había oído ruidos pero por miedo no quiso bajar. A la mañana siguiente todo estaba patas arriba. Ana había visto algo correr, algo como un trasgo. Volvió a ir al bosque como todas las tardes, pero volvió a notar que alguien la seguía. Cuando llegó a casa cenó y se fue a dormir. Esa noche tenía planeado investigar lo que ocurría. A las dos y media de la mañana, la despertó el despertador. Comprobó que sus padres estuvieran dormidos y sigilosamente bajó las escaleras. Cuando llegó abajo se quedó paralizada porque en medio de la sala había un trasgo y una xana. Ana, sin saber muy bien qué hacer y sorprendida de lo que veía delante de sus ojos, decidió volver a su habitación, pero cuando subía las escaleras se cayó y un golpe fuerte asustó a los seres que habitaban en ese momento en su casa. Se puso de pie y muy asustada se encerró rápidamente en su habitación. Ana tenía miedo porque sabía que los seres mitológicos no es que fuesen muy amables o, al menos, eso era lo que contaban las historias de su abuela Sofía. El trasgo y la xana decidieron marchar y esperar al día después. A la mañana siguiente Ana estaba muy asustada. Sus padres notaban algo raro en ella, pero claro, si Ana les contaba a sus padres lo que había visto la noche anterior, no la creerían. Ana quiso volver al bosque e intentar encontrar al trasgo y la xana. Cuando se estaba haciendo de noche, Ana encontró a aquellos seres mitológicos. Estuvo hablando con ellos y les explicó que los humanos siempre habían pensado que los seres mitológicos eran malos. El trasgo le contó a Ana que todo aquello eran simples historias falsas. Al día siguiente, ana llevó al trasgo y la xana a su casa. Sus padres, sorprendidos y asustados, atacaron contra ellos por miedo a que les hicieran algo. Ana les intentaba explicar que eran inofensivos, pero aquellos seres se asustaron y decidieron marchar. Sus padres le ordenaron que no volviera al bosque sola, pero ella no quería dejar de ir al bosque. Les intentaba explicar que no eran malos, pero ellos no la escuchaban. Pasaron días y semanas y Ana estaba en casa de su abuela Sofía. Ana ya le había contado a su abuela lo de los seres mitológicos y que sus padres no la dejaban ni ir al bosque. Su abuela pensaba que sus padres no tenían mucha razón pero ella no podía hacer nada. Ana, muy triste y enfadada, decidió fugarse esa misma noche al bosque. Sus padres estaban de viaje y tardarían en volver. Era hora de escaparse y aunque Ana tenía miedo, sabía que no había nada que temer. Cuando llegó al bosque, buscó a la xana y al trasgo pero no los encontraba. Era muy tarde y ana estaba muy cansada, tenía sueño. En el centro del bosque había una casa, ana entró allí y encontró unas camas que parecían bastante cómodas. Al día siguiente, se despertó rodeada de seres mitológicos: xanas, trasgos, ñuberos… Al principio, Ana estaba un poco asustada y no sabía qué decir. Pasaron días y cada vez estaba más segura de que aquellos seres eran inofensivos. Pero un día, sus padres volvieron del viaje y su abuela llevaba días buscándola. Cuando sus padres llegaron, llamaron a la policía y la policía empezó a buscar. Llegaron al bosque y cuando Ana vio que la policía estaba allí, decidió escapar pero los policías la vieron y no la dejaron huir. Ana llegó a casa y sus padres, aliviados de haberla encontrado a la vez que enfadados, le prohibieron volver al bosque y salir de casa. Ella sentía pena, dolor y rabia; no sabía por qué sus padres no la entendían. Un día picaron a la puerta, Ana fue a abrir y eran los trasgos y las xanas. Ana les preguntó qué hacían allí, les explicó lo que sus padres pensaban de ellos y que por eso no había vuelto al bosque. El trasgo dijo que la entendía y que tenía un plan. Ana estaba un poco confusa, sin saber bien a qué se refería al decir un “plan”. Esa noche los trasgos y las xanas fueron a su casa pero, esta vez, había abierto la puerta su padre. Al principio quería atacar, pero al ver que venían en son de paz, les dejó entrar para hablar pacíficamente. Aquellos seres le explicaron que ellos no eran malos como contaban todas aquellas historias, que eran amables y nunca tuvieron la intención de hacer daño a nadie. Su padre, un poco dudoso, decidió pensar todo lo que le había dicho el trasgo aquella noche. Al día siguiente, Ana le preguntó a su padre quién había estado la noche anterior en casa y su padre le respondió que fueron los seres mitológicos. Ana, un poco asustada de que sus padres les hubiera hecho algo, le preguntó qué les había hecho. Su padre le contestó que no les había hecho nada. Al final. Su padre le confesó que ya no pensaba que eran malas criaturas, le dijo que podía volver al bosque y, que esa misma noche, podría invitarlos a cenar. Nayara Vila Calle 6º