Título de la nota Modernidad y disolución Autor de la nota Gustavo Santiago Medio La Nación Fecha 04/05/2003 Título del libro Modernidad líquida Autor del libro Bauman, Zygmunt Extracto En los últimos años los lectores de habla hispana hemos asistido a la irrupción de un "nuevo" protagonista del debate sociológico contemporáneo: Zygmunt Bauman. Al menos diez de sus textos fueron traducidos a nuestra lengua en los cinco años que van de 1997 a 2002. Lo curioso es que esta voz "nueva" es la de un sociólogo nacido en 1925, con más de tres décadas de producción intelectual. Dos textos recientes permiten entender el "fenómeno Bauman": 'La ambivalencia de la modernidad y otras conversaciones', extenso diálogo sostenido por Bauman y Keith Tester, profesor de Teoría Social en la Universidad de Portsmouth, y 'Modernidad líquida', trabajo en que el sociólogo polaco analiza el presente confrontándolo con la "modernidad sólida" proyectada por la Ilustración. [...] En 'Modernidad líquida', Bauman despliega aquellos atributos que lo han convertido en una figura central de la sociología contemporánea. La tesis que da título al libro consiste en que estamos asistiendo a una etapa de la modernidad en la que se acentúan y redistribuyen los poderes de disolución de la modernidad (aquellos que habían hecho sostener a Marx y luego a Marshall Berman: "Todo lo sólido se desvanece en el aire"). "El poder de licuefacción -afirma Bauman- se ha desplazado del 'sistema' a la 'sociedad', de la 'política' a las 'políticas de vida' ... o ha descendido del 'macronivel' al 'micronivel' de la cohabitación social". La modernidad de la Ilustración, la modernidad "sólida", "pesada", fue el momento de lucha por derrocar un antiguo orden, por "desvanecerlo en el aire", pero para fundar luego de su caída un orden más sólido aún, inconmovible, sustentado en la razón humana. En la actualidad aquello que se licua es esa noción de orden en sí misma y sus derivados: progreso, bienestar, comunidad. Este pasaje de la "modernidad sólida" a la "modernidad líquida" es abordado en el libro a partir de la transformación sufrida por conceptos centrales del proyecto moderno como "emancipación", "individualidad", "espacio/tiempo", "trabajo" y "comunidad". Así, al analizar el tema del trabajo, Bauman se detiene en la figura de Henry Ford, quien instaló el ideal de una relación firme y estable entre el capital y el trabajo: "la supervivencia de los trabajadores dependía de que fueran contratados; la reproducción y el crecimiento del capital dependían de esa contratación". Ese compromiso mutuo entre empresario y obreros hoy ha sido reemplazado por la idea de "flexibilidad": "la actual versión 'licuada', 'fluida', dispersa, diseminada y desregulada de la modernidad [...] presagia el advenimiento de un capitalismo liviano y flotante, signado por el desprendimiento y el debilitamiento de los lazos entre capital y trabajo [...]. Si el permanecer juntos era el resultado del acuerdo recíproco y del compromiso mutuo, el desprendimiento es unilateral [...] el capital se soltó de la dependencia que lo ataba al trabajo". De este modo, las amplias posibilidades de desplazamiento del capital que han permitido hablar de "globalización económica" producen efectos fuertemente "localizadores" en aquellos que quedan aferrados a territorios que de la noche a la mañana son considerados improductivos. A esto se suma una insistente prédica que hace responsable al individuo -y no a la estructura social en que está inserto- por sus éxitos y fracasos. Si cada cual debe convertirse en artífice de sí mismo, si no hay modelos estables por imitar ni instituciones encargadas de asumir responsabilidades sociales, es el individuo el que carga con el peso de encontrar los caminos que lo lleven a alcanzar una vida digna. Bauman advierte que "existe una enorme y creciente brecha entre nuestra condición de individuos de jure y nuestras posibilidades de transformarnos en individuos de facto [...] esa brecha, sin embargo, no puede ser zanjada por el esfuerzo individual únicamente, [ya que] no hay individuos autónomos sin una sociedad autónoma, y la autonomía de la sociedad exige una autoconstitución deliberada y reflexiva, algo que sólo puede ser alcanzado por el conjunto de sus miembros". Tanto en 'La ambivalencia de la modernidad...' como en 'Modernidad líquida' se perciben la lucidez en el análisis de la situación contemporánea y la contundencia en las tomas de posición, propias de un sociólogo que no se conforma con describir un estado de cosas sino que pretende comprometerse en su transformación. Quizá en esto se encuentre una respuesta para entender por qué Bauman es hoy uno de los sociólogos más leídos en el mundo y un auténtico "fenómeno editorial" en nuestra lengua. Título de la nota La soledad del ciudadano global - Entrevista a Zygmunt Bauman Autor de la nota Serena Zoli Medio La Nación Título del libro Modernidad líquida Autor del libro Bauman , Zygmunt Extracto Fecha 04/05/2003 El sociólogo polaco Zygmunt Bauman se ha convertido en los últimos años en un protagonista insoslayable del debate sociológico de nuestro tiempo. En esta entrevista habla de sus maestros, entre los que incluye a Borges, y de un tema central en sus reflexiones: la globalización y su efecto sobre la vida de los hombres En el trato tiene la sencillez y la elegancia de los grandes. Y vaya si es grande este señor alto, delgado, de 77 años, uno de los más grandes sociólogos de la segunda mitad del siglo XX junto con David Riesman y pocos más, cuyo nombre, nada fácil (es de origen polaco), Zygmunt Bauman, se relaciona inmediatamente con la palabra globalización. 'En busca de la política' es quizás el título que más ha impresionado y que más se ha grabado en la memoria. Bauman se dedica allí a estudiar la sociedad, pero no con frialdad, ni distante, ni en forma aséptica. Los sufrimientos de los hombres, sus humillaciones se encuentran en el meollo de su reflexión y de su participación. Ya lo ha escrito y ahora lo repite en este encuentro milanés, en un paréntesis del congreso sobre la "sociedad planetaria", organizado en recuerdo del sociólogo Alberto Melucci a un año de su prematura muerte: "La neutralidad moral en sociología es imposible, quien la sostiene se miente a sí mismo". Su biografía lo confirma. En 1939, debido a la invasión de Polonia, huyó con su familia -eran judíos- a la URSS. Allí se enroló más tarde en un cuerpo de voluntarios polacos para luchar contra los nazis. Finalmente, cuando regresó a Varsovia, su sueño era estudiar física. Pero frente a la destrucción de su tierra, Bauman decidió ocuparse de los "agujeros negros" del país y "del big bang de su resurrección". ¿Cómo? "Elegí la sociología convencido de que podía cambiar al mundo." Con el tiempo esta fe quizás se ha debilitado, pero no se ha extinguido. Lo repite en 'La ambivalencia de la modernidad y otras conversaciones', fruto de cinco "interrogatorios" dirigidos por otro sociólogo, Keith Tester, que se constituye casi en una suma del pensamiento de este estudioso, actualmente profesor emérito de las universidades de Leeds y de Varsovia. Allí Zygmunt Bauman presenta su panteón particular de "maestros": Camus, Gramsci, Calvino, Borges. Y a partir de allí arrancamos con las primeras preguntas. - ¿Albert Camus? - Me enseñó la rebelión. Y la sensibilidad por la justicia, que es la prevención del sufrimiento de la gente. Escuche esta frase de Camus: "Está la belleza y están los humillados. Por difícil que sea la empresa quisiera no ser nunca infiel ni a los segundos ni a la primera". - ¿Ese es su credo? - Espero que lo sea. No sé si he podido evitar todas las trampas. - ¿Antonio Gramsci? - Le estoy muy agradecido. Me ha permitido despedirme honorablemente de la ortodoxia marxista. Sin avergonzarme por haberla abrazado y sin odiarla como tantos ex. - ¿En qué forma Gramsci le resultó revelador? - Rechaza el determinismo por el cual, en el marxismo oficial, los hombres son sólo piezas, peones de la historia. La suya es una visión flexible de los hombres: la historia nos crea y, a la vez, somos artífices de la historia. Esto se puede ver también en Borges: la historia es un libro que escribimos y al mismo tiempo nos está escribiendo. - ¿Italo Calvino? (Bauman se entusiasma.) - Es el más grande filósofo de los narradores y el más grande narrador de los filósofos. 'Las ciudades invisibles' es el mejor texto de sociología que se haya escrito jamás. Aprendí más con este librito que con muchos volúmenes. Cada "ciudad" trata un argumento sociológico y en dos páginas desarrolla un análisis de lo más agudo. Por ejemplo, en Leonia la fortuna y la felicidad se miden sobre la base de la cantidad de cosas que se desechan sin mortificación. Es el modelo actual: la vida es feliz si consiste en una perpetuidad de nuevos comienzos. Desde que el mundo es mundo la perdurabilidad siempre fue un valor, mientras que hoy, por primera vez, son valores la transitoriedad, el rápido descarte, la no conservación, porque lo que se conserva puede ocupar el lugar de cosas siempre "nuevas y mejores". ¿Adónde iremos a parar? Ni Calvino ni yo lo sabemos. Desechos: en la "modernidad líquida", como Bauman ha bautizado al tiempo actual en el cual nada está fijo ni garantizado, todo es mutable, donde "la historia no tiene rumbos y la biografía no tiene proyectos", cada vez hay más desechos humanos. "Ciertas profesiones, ciertas especializaciones, ciertas capacidades son cada vez menos valoradas. Ya la primera modernidad creó un orden artificial en el cual muchos no tenían inserción. No 'aptos'. Hace más de un siglo, para estos problemas locales había soluciones globales: los 'desechos' emigraban a América, a Canadá, a Australia. Y además, junto con la emigración estaban la colonización, el imperialismo... Actualmente, por el contrario, buscamos desesperadamente soluciones locales a problemas globales. Las migraciones son hoy la mayor apuesta en juego, pero no son unidireccionales, van en todas direcciones. Es un problema global, pero nosotros buscamos soluciones locales, del tipo 'cerremos las fronteras'. Pero no funciona." ¿Qué hacer? Zygmunt Bauman me mira con perplejidad irónica. "No lo sé, las soluciones tendrán que encontrarlas quienes hoy tienen entre veinte y treinta años. Se ha producido un divorcio entre poder y política. Antes coincidían en el territorio del estado-nación. Pero hoy el poder es extraterritorial y no hay una política de esa amplitud. La gran cuestión al respecto es la de un nuevo matrimonio. Y cuidado: no confundir política internacional con política global. La primera es una suma de nacionalidades, una de ellas dice sí a un acuerdo, otra dice no y se paraliza todo. Aparecerán nuevas formas." Entretanto, como si fuera poco, también el problema moral pasó a ser global, advierte Bauman. "Se dice que el Holocausto concierne a tres categorías de personas: las víctimas, los asesinos y los presentes o espectadores. Y bien, hoy, por medio de la televisión, todos somos espectadores, todos conscientes de los sufrimientos de los otros, hasta en las más alejadas partes del mundo. Antes, enterarse de una terrible penuria en África por medio de los diarios era distinto. La televisión cambia todo. Ahora ves, sabes. Entonces te concierne. Es la globalización de la responsabilidad. Sobre todo en la economía global todos somos interdependientes (lo que hace alguien en Singapur tiene su impacto también en mí y viceversa, por más que yo no sepa cuáles son las conexiones intermedias), a lo que se agrega la vulnerabilidad recíproca asegurada." Una buena noticia, según Bauman es que "por primera vez en la historia el imperativo moral y el instinto de supervivencia marchan en la misma dirección. Durante milenios, para ser fiel a la moral debías sacrificar algo de tu interés. Actualmente los objetivos coinciden: o cuidamos la dignidad de todos en el planeta o moriremos todos juntos. Y atención, no basta con proveer a todos de comida y agua: muchas iniquidades tolerables ayer, hoy ya no lo son más; la modernidad ha llegado, es conocida en tres cuartas partes del mundo, entonces muchas injusticias antes consideradas como 'inevitables' actualmente se consideran 'inaceptables'. Muchos conflictos actuales no se han originado por la comida sino por la dignidad ofendida". Si la modernidad es "líquida", inaprensible, y si la historia nos ha llevado a situaciones totalmente inéditas, hay sin embargo algo "sólido" y "viejo" que para Zygmunt Bauman es brújula y un instrumento más actual que nunca: el socialismo. "Se necesitan más socialistas desde que cayó el muro de Berlín -dice-. Antes el comunismo le pisaba los talones al capitalismo produciendo un mecanismo de 'control y equilibrio' que salvó al mismo capitalismo del abismo. Ahora el socialismo es indispensable: no lo considero un modelo de sociedad alternativo sino un arma apuntada hacia las injusticias de la sociedad, una voz de la conciencia cuya finalidad es debilitar la presunción y la autoadoración de los dominantes." A la vez, en el libro, Bauman se declara también liberal ("la seguridad de los medios de subsistencia y la libertad son complementarias") pero es para el socialismo que echa mano a la poesía: "Como el ave fénix, renace del cúmulo de cenizas dejadas por los sueños quemados y por las esperanzas carbonizadas de los hombres. Y siempre resurgirá". Y concluye: "Si es así, espero morir socialista". Serena Zoli para Corriere della Sera (Traducción: Marcelo Renard) Título de la nota Avatares de la modernidad Autor de la nota Paula Croci Medio Página 12 Título del libro Modernidad líquida Autor del libro Bauman , Zygmunt Extracto Fecha 01/06/2003 Gran parte de la producción teórica e historiográfica que pretende periodizar el siglo XX coincide en que después de la Segunda Guerra Mundial cambiaron las coordenadas, vigentes desde el siglo anterior, que regían las distintas prácticas sociales. Muchos coinciden en llamar modernidad a la experiencia de espacio y tiempo compartida en el marco de la modernización, resultante de los procesos tecnológicos de avanzada propios de las primeras décadas del siglo y plasmados en las maquinarias pesadas, la aceleración, los grandes monumentos estéticos y, principalmente, en un excesivo desarrollo industrial. En otras palabras, la modernidad se caracterizaba por estar bien plantada en un paisaje que, en términos de Zygmunt Bauman, ya anunciaba el cambio y la inestabilidad a pesar de la proliferación de bases firmes: conquista del espacio, expansión territorial, consolidación de fronteras y comunidades, emancipación, etcétera. Pero el tiempo de las certezas, de lo sólido y lo durable, vio su fin cuando el mundo quedó dividido por bloques articulados en torno de los flujos económicos. La supervivencia de comunidades globales exigió la demolición de barreras, la integración de las diferencias entre el centro y la periferia y la libre circulación de los capitales. Ésta es la etapa actual de nuestra existencia moderna y su metáfora regente es la liquidez, dice Baumann en su trabajo 'Modernidad líquida', publicado en 2000 y recientemente traducido al español. Los fluidos, sostiene, "no se fijan al espacio ni se atan al tiempo" sino que se desplazan con facilidad, fluyen, se derraman, se desbordan, salpican, se filtran, gotean, inundan, pero sobre todo, emergen incólumes de sus encuentros con los sólidos, a los que además alteran. No obstante, Bauman sostiene que la modernidad, desde sus inicios, no fue otra cosa que un proyecto de licuefacción de los viejos sólidos en el afán imperioso de reemplazarlos por otros nuevos y mejores; y en este sentido, el 'Manifiesto comunista', que aparece en un momento culminante de la modernidad, llamaba a la noble tarea. Entonces, siguiendo los argumentos del sociólogo y profesor emérito de las universidades de Leeds y Varsovia, el instante en que la disolución de los sólidos adquiere la forma de escisión de los vínculos entre las elecciones individuales y las acciones colectivas merece una nueva carátula y la consecuente semantización de la misma. Lejos de avenirse a la denominación gastada e improcedente de "posmodernidad", Bauman prefiere hablar de "modernidad líquida". Nuestro presente líquido está habitado por lo que Ulrich Beck llama "categorías zombis" e "instituciones zombis", es decir, entidades que están muertas y todavía vivas como la familia, el vecindario y la clase. La pregunta que se hace Baumann, para la que 'Modernidad líquida' es una respuesta, es si resulta posible resucitar tales zombis o darles un funeral y una sepultura decorosos. Responder le exige tomar algunos de los conceptos básicos de la analítica de la condición humana: emancipación, individualidad, relación tiempo y espacio, trabajo y comunidad (a cada uno le dedica un capítulo); y señalar los cambios que éstos sufrieron en el camino de la licuefacción. El recorrido por tales entidades le permite sostener que si bien la modernidad no se ha terminado, como muchos pensadores se empeñan en lamentar o celebrar, ha cambiado de fase. "La sociedad que ingresa al siglo XXI no es menos 'moderna' que la que ingresó al siglo XX; a lo sumo, se puede decir que es moderna de manera diferente." Como Conrad (otro polaco de nacimiento e inglés por opción), Zygmunt Bauman toma el punto en el que el presente es un tiempo de forma cambiante y el porvenir un continente todavía en tinieblas que se vislumbra pero no se ve. Si bien Bauman no descubre nada que ya no se haya mencionado en las discusiones más encarnizadas sobre la clausura de la modernidad, de la mano del fin de la historia y la muerte de las ideologías, la novedad léxica de llamar a las dos grandes etapas de lo moderno con los epítetos "sólido" y "líquido", emergentes de la caracterización que otros pensadores como Frederic Jameson, Perry Anderson e incluso Marshall Berman, Cornelius Castoriadis y Jürgen Habermas hicieron con mayor o menor suerte, resuelve de manera elocuente un debate ya acabado. Y en lugar de eso, se dedica a prever el futuro en los síntomas actuales de la sociedad. Título de la nota Pensar contra la tradición Autor de la nota Liliana Lukin Medio Clarín Título del libro Modernidad líquida Autor del libro Bauman , Zygmunt Extracto Fecha 22/06/2003 Prologar un ensayo con citas de grandes poetas, titular con una metáfora, llegar a las conclusiones analizando el "escribir" de la literatura y el "escribir" posible para la sociología, instala a un autor en un lugar atípico. Zygmunt Bauman, sociólogo de origen polaco, nacido en 1925, que atravesó la guerra y la resistencia al nazismo, reconoce como maestros a Gramsci, Camus, Calvino y dialoga con la tradición filosófica de Levinas, Steiner, y George Simmel, fue uno de los primeros en hacer operaciones de esta índole. Su historia docente empieza en Varsovia en 1954, después de haber participado en la reconstrucción. Se radica en Gran Bretaña en 1971 y hoy es profesor emérito de varias universidades. 'Modernidad líquida', su último libro, traducido con excelencia, ofrece nuevas formas de su pensamiento y abre el juego al de sus contemporáneos, a través de citas de Guy Debord, Jacques Attali, Pierre Bourdieu, Ulrich Beck . Convertir en realidad la idea de que "para funcionar en el mundo hay que conocer el funcionamiento del mundo", instalar la conciencia de que es un error confundir la suerte con el destino (Max Scheler dixit) y hacer carne la necesidad de tener tiempo para pensar, tomar distancia para ver: he aquí ciertos principios básicos, nos dice, que deberían ser la tarea de la sociología. Pero este nuevo análisis de la modernidad no bucea en las fuentes tradicionales: en los mitos que las novelas y el cine representaron mejor que ningún otro lenguaje, encuentra ejemplos para razonar, en los mecanismos que la televisión socializa de manera inédita descubre explicaciones para desbaratar clichés ya "cuajados" por el análisis cultural y en general, arroja luz directa sobre las cuestiones fundamentales que están en la base de las preocupaciones filosóficas y sociales de hoy, con una prosa sencilla y un método admirable. La idea fuerte de que "ha cambiado la condición humana de modo radical y exige repensar los viejos conceptos que solían enmarcar su discurso narrativo" se enlaza con la pregunta por el futuro de esos conceptos. Bauman articula una crítica de la razón moderna partiendo de la definición de la sociedad moderna como "líquida" y su diferenciación con un anterior estado "sólido". Sin olvidar el origen de esta idea en Marx, tomando prestada la idea de porosidad y jugando con el paradigma que se convoca (el cambio, lo fluido, la inestabilidad, lo mutante, la instantaneidad, lo "en tránsito", sin bordes, lo no abarcable por la ya tradicional noción de estructura), este libro desmenuza la naturaleza de ciertos aspectos de lo que llama la fase actual de la historia. A través de la evolución de los conceptos que se propone examinar (Emancipación, Individualidad, Espacio/Tiempo, Trabajo y Comunidad), su escritura va resolviendo, como en un relato, la problemática ecuación entre lo individual y lo colectivo, los desarrollos históricos, los problemas políticos y las disyuntivas de la sociedad, sin abandonar ninguno de los hilos temáticos previsibles y obligatorios en un ensayo sobre "la modernidad". Pero logra que la irrupción de "lo nuevo" funcione, para el lector, como el reconocimiento de lo conocido no sistematizado y abre el panorama de los elementos a considerar, para cualquiera que se proponga acompañar este recorrido. El modo en que somete al bisturí los datos de la experiencia, pasados por el tamiz enriquecedor de las ideas, se convierte en el modo de un conocimiento: el estilo de este pensador apunta a "cancelar esa diferencia entre explicación y comprensión, establecida por Dilthey". Así un discurso científico, en la mejor tradición de la filosofía contemporánea, tornándose literario y mostrando al lector los secretos de sus recursos (asociaciones, ejemplos y citas) hace ciencia, crea nuevos conceptos, los complejiza con el saber ya escrito por otros. Pero vuelve necesaria una lectura transformando la transmisión del sentido en un placer. Bauman es autor de libros fundamentales como: 'Legisladores e intérpretes', 'La cultura como praxis', 'En busca de la política'. En 'La globalización: consecuencias humanas', asegura que "por primera vez en la historia el imperativo moral y el instinto de supervivencia marchan en la misma dirección" y que "por los medios de comunicación, todos somos espectadores conscientes de los sufrimientos de los otros"(...) se trata de "la globalización de la responsabilidad".