2016 Sermon Word Document Spanish

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“Con cualquier otro nombre”
por Lincoln E. Steed
Shakespeare escribió cierta vez la famosa frase: “¿Qué hay en un nombre? Eso que llamamos
rosa tendría la misma fragancia con cualquier otro nombre”. Bueno, cuando pienso en la
libertad religiosa —y hoy estamos pensando en la libertad religiosa, que para los adventistas es
solo una vez al año, pero que es algo que, de manera ideal, debería ser recordado más a
menudo— si pensamos en la libertad religiosa, nos surge esa misma pregunta.
La libertad religiosa: Ustedes la apoyan; yo la apoyo. Jamás me he encontrado todavía con una
persona que se oponga a la libertad religiosa. Como adventistas del séptimo día, nuestras
convicciones sobre la libertad religiosa son derivadas directamente de la Biblia. En la
Constitución de los Estados Unidos, de manera similar, se afirma que ese derecho, esos
derechos inalienables, provienen del Creador. Sin embargo, cuando las personas dicen que
apoyan la libertad religiosa, en realidad se refieren a muchas cosas diferentes, porque esta rosa
puede ser olfateada de muchas maneras diferentes.
Si ustedes necesitan prueba de ello, los invito a pensar por un momento en semanas no tan
alejadas de nuestro presente, cuando fuimos testigos del momento en que la cabeza de la
Iglesia Cristiana más populosa, el Papa de Roma, viajó como héroe conquistador a Washington
DC, a Filadelfia (a decir verdad, la cuna de la democracia en los Estados Unidos), y a Nueva York,
a las Naciones Unidas, para dar grandes discursos, no solo sobre el medio ambiente, sino
también sobre la libertad religiosa. En efecto, habló como campeón de la libertad religiosa.
Ustedes y yo sabemos que las cosas no son tan cual lo parecen. Pero vale la pena pensar por un
momento que la libertad religiosa puede significar muchas cosas diferentes para diversas
personas.
En momentos previos a la visita papal, se produjo un furor en los Estados Unidos, por el cual
una secretaria de un condado de Kentucky se puso en una situación difícil, al afirmar que no
emitiría licencias matrimoniales a parejas del mismo sexo. Fue considerada entonces como una
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gran heroína de la libertad religiosa; se dijo que defendió sus principios. Muy pocos pensaron
que en este caso, la libertad religiosa, el derecho de sostener una idea y de proyectarla, no era
en realidad libertad religiosa, porque esta persona, más allá de sus convicciones internas (sobre
los cuales no podemos pronunciarnos), en la manera que los proyectó sobre sus partidarios, se
pensó que era plenamente aceptable que sus ideas se vieran proyectadas sobre sus asistentes.
Más allá de lo que hayan pensado sus asistentes, se les dijo que no podían hacer lo que el
estado había exigido, porque el principio de ellos tenía que estar de acuerdo con el de ella. Y a
los que habían solicitado las licencias, se les dijo también que tenían que vivir de acuerdo con lo
que ella pensaba.
Eso no es libertad religiosa. Dios jamás fuerza la conciencia, aun cuando nos ruega y nos anima
y, sí, también nos castiga por las consecuencias de nuestras malas elecciones. Pero somos
agentes morales libres. Y si la libertad religiosa significa algo, es precisamente que somos
agentes morales libres, creados por un Dios que nos otorgó este increíble don.
Sucede a menudo que, cuando hablo de libertad religiosa, les recuerdo a los oyentes, como
adventistas del séptimo día, de los mensajes de los tres ángeles. Estos ocupan un lugar central
dentro de lo que sostenemos que es, como lo expresó Elena G. White, la “verdad presente”. Y
quiero recordarles el mensaje del primer ángel. Ese primer ángel dice en Apocalipsis 14 que
tenemos que temer a Dios y honrar a Aquel que creó los cielos y la tierra. Permítanme que les
lea esos versículos.
En Apocalipsis 14, versículo 6, dice: “En medio del cielo vi volar otro ángel que tenía el
evangelio eterno”, en otras palabras, la historia sin fin del evangelio en realidad significa “la
historia de Dios”. “Un evangelio eterno para predicarlo a los habitantes de la tierra, a toda
nación, tribu, lengua y pueblo. Decía a gran voz: ‘¡Temed a Dios y dadle gloria, porque la hora
de su juicio ha llegado. Adorad a aquel que hizo el cielo y la tierra, el mar y las fuentes de las
aguas!’” Esa es la verdad presente. Tenemos que anunciar que la disposición que permite que
las personas hagan lo que quieran, sean libres de hacer lo que quieran, está llegando a su fin, y
que hay un día del juicio. Y “adorad a aquel que hizo el cielo y la tierra, el mar y las fuentes de
las aguas”.
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He creído durante largo tiempo que, de manera consecuente con el mensaje del primer ángel,
nosotros los cristianos adventistas del séptimo día deberíamos ser los primeros en hacer un
llamado a las personas para que reconozcan que somos los custodios de la naturaleza.
Deberíamos ser ambientalistas, no según el constructo fluido de la Nueva Era y acaso hasta
liberal que muchas personas le adscriben a ese rótulo. Pero deberíamos ser ambientalistas en el
sentido más verdadero de reconocer que vivimos aquí como custodios de lo que Dios ha
creado; nosotros: nuestros cuerpos y nuestro ambiente.
Creo que en este sentido hemos perdido el tren. Y es una jugada maravillosa que el Obispo de
Roma, el actual Papa, en su encíclica sobre el medio ambiente y en su visita a los Estados
Unidos, ha tomado el liderazgo de promover no solo el medio ambiente, pero en conjunción
con ello, lo ha vinculado con la lealtad a Dios, y en efecto, la adoración en un día particular para
celebrar su obra creadora. Es increíble. Hace unos años difícilmente podría haberse hecho, por
más que tanto ustedes como yo hemos tenido por mucho tiempo El conflicto de los siglos, bajo
inspiración y la pluma de Elena G. White y, por supuesto, con la ayuda de la investigación,
cuando se analiza la historia de la Edad Media y casi hasta el mismo presente. Y entonces, con
visión profética, Elena G. White nos dijo qué sucedería a continuación. Pero ya ha sucedido, y
quién puede dar crédito a esta realidad.
Quiero compartir unas pocas palabras de la encíclica papal. Dudo que muchos de ustedes la
hayan leído, pero deberían hacerlo. Suelo leer los documentos que da a conocer Roma, y son
sumamente asombrosos. Uno que sé que ustedes conocen, hace una década o algo así, fue
cuando el Papa Juan Pablo II dio a conocer un documento titulado “El día del Señor / Dies
Domini”. Y entonces presentó cada uno de los textos bíblicos a favor del sábado como día de
reposo, y dijo aceptar lo que expresaban. Y allí, en medio de esa maravillosa homilía bíblica, la
encíclica expresó que si bien los primeros cristianos no tuvieron instrucciones del Señor sobre el
cambio del sábado al domingo, ellos sintieron que tenían la autoridad de hacerlo. Con eso ya
fuera del camino, todo lo que la Biblia relacionaba con el sábado fue aplicado al domingo. Fue
un ejercicio maestro de, por así decirlo, publicidad engañosa.
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Pero aquí, en la más reciente encíclica, el Papa Francisco de esta manera, casi en un enfoque de
la Nueva Era. Dice: “En las palabras del hermoso cántico de San Francisco de Asís, nos recuerda
que nuestro hogar común es como una hermana con la cual compartimos nuestra vida, y una
hermosa madre que abre su brazos para abrazarnos. Alabados seas tú, mi Señor, por medio de
nuestra hermana, la Madre Tierra, que nos sostiene y gobierna, y quien produce diversos frutos
de flores e hierbas coloridas”. Es un interesante enfoque de la Nueva Era, una suerte de
enfoque místico, al referirse a la Madre Tierra, a Gaia. Conocemos bien ese uso dentro del
ambientalismo.
Ese no es un concepto religioso, sino que un poco después, esto es lo que aparece en el
documento. Dice el Papa: “Espero que esta carta encíclica pueda ayudarnos a reconocer el
llamado, la inmensidad y la urgencia del desafío que enfrentamos. Comenzaré repasando la
presente crisis ecológica con el objetivo de ofrecer un fundamento concreto para el itinerario
ético y espiritual que sigue”.
Vemos que aquí hay una agenda.
Sigue diciendo: “Considerará entonces algunos principios, extraídos de la tradición
judeocristiana. Presentaré algunas propuestas amplias de diálogo y acción, que nos involucran a
cada uno de nosotros como individuos, y que también afectan las políticas internacionales”.
¿Qué podrían ser esas políticas internacionales que el Papa de Roma, un líder religioso, frente a
un púlpito político, está a punto de compartir?
Esto es lo que dice: “Las leyes halladas en la Biblia se basan en las relaciones, no solo entre los
individuos, sino también con otros seres vivos. De manera similar, el descanso en el séptimo día
no solo fue hecho para los seres humanos, sino también para que (y cita de la Biblia), en Éxodo,
‘tu buey y tu asno puedan descansar’. Está claro que la Biblia no tiene lugar para un
antropocentrismo tiránico que se despreocupa de otras criaturas. La tradición bíblica —sigue
diciendo— muestra claramente que esta renovación implica recuperar y respetar los ritmos
inscriptos en la naturaleza por la mano del Creador. Vemos esto, por ejemplo, en la ley del
sábado. En el séptimo día, Dios reposó de toda su obra. Él ordenó a Israel que separara cada
séptimo día como día de descanso”.
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A Dios sea gloria, podría decir usted, que Dios bendiga al hermano Papa. Está haciendo la obra
por nosotros, proclamando el sábado como día de reposo. Desafortunadamente, lo ha llamado
el sábado judío, y sigue diciendo: “Una espiritualidad que olvida a Dios como todopoderoso y
Creador no es aceptable. Así es como terminamos adorando poderes terrenales, o usurpando el
lugar de Dios, hasta el punto de afirmar un derecho ilimitado de pisotear su creación”.
¿Qué dice la Biblia?
Ustedes y yo deberíamos estar de acuerdo con este pensamiento. La Biblia dice que Dios
vendrá a “destruir a los que destruyen la tierra”. Y Pablo dice que “toda la creación gime a una,
y a una está con dolores de parto hasta ahora”, aguardando la redención. No creo que lo que
dice el Papa esté mal, pero su aplicación es errónea porque, ¿qué dice a continuación? Dice:
“En domingo, nuestra participación de la Eucaristía tiene una importancia especial. El domingo,
al igual que el sábado judío, tiene el propósito de ser un día que sana nuestra relación con Dios,
con nosotros mismos y con los demás, y con el mundo”. En otras palabras, el medio ambiente.
“El domingo es el día de la resurrección, el primer día de la nueva creación. Sus primeros frutos
son la humanidad resucitada del Señor, la promesa de la transfiguración final de toda la
realidad creada. También proclama el descanso eterno del ser humano en Dios”.
Es una movida asombrosa ante las multitudes congregadas del mundo, por medio de las
Naciones Unidas, por medio de discursos al Instituto de la Familia en Filadelfia, y entonces
antes los legisladores, en lo que nosotros en los Estados Unidos seguimos diciendo es “el único
superpoder del mundo”. Aquí, el superpoder religioso del mundo está proclamando el domingo
como una señal del Creador, y un llamado a honrar a la creación. Está proclamando el domingo.
Si alguna vez un tema de libertad religiosa de interés para los adventistas, es este.
En 1888, Alonzo T. Jones, el gran pionero adventista de la libertad religiosa, dedicó muchas de
su tiempo y energías ante el Congreso para hacer frente a una iniciativa que estaba surgiendo
en el Congreso, presentada por un tal senador Blair: una ley nacional dominical. Y ustedes
pueden buscarla en línea y leer los términos en los que fue expresada. Era completamente
descarada. Decía que so pena de ley, todo trabajo, toda actividad secular debía cesar. Y se
animaba a las personas a que dedicaran ese día a la adoración.
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No hemos tenido otra vez una ley semejante, pero al luchar exitosamente contra esa ley en esa
época, Alonzo T. Jones reconoció, y Elena G. White confirmó, que batallar contra la ley
dominical y sostener los principios de Dios es el penúltimo desafío a la libertad religiosa. Elena
G. White dijo que la revista Liberty Sentinel, la precursora directa de la revista Liberty, era el
paradigma de los mensajes de los tres ángeles, y que debía contener llamados al sábado del
Señor, el séptimo día como día de reposo. Debía contener la verdad presente.
El círculo se está cerrando, y nosotros, en nuestra era, creo yo, estamos viendo los comienzos
de un clamor en primer lugar por una ley nacional dominical, y entonces una ley dominical
mundial. Como lo expresé hace poco en un video que fue enviado hace poco a todas las
iglesias, “el futuro es comprensible ahora”. No sabemos cuándo todos esos eventos finales
alcanzarán el cumplimiento total, pero el proceso está en marcha. Podemos ver, no solo que
Dios está obrando a través de los eventos, sino que Satanás se está insertando con una falsa
versión de la libertad religiosa, una falsa versión de la custodia del medio ambiente, y una falsa
versión de la adoración. En otras palabras, honrar la deshonra de cambiar ese día.
Eso está ahora ante nosotros. Este debería ser el tiempo en que los adventistas del séptimo día
se movilicen. Debería ser el tiempo, como lo fue para A. T. Jones en 1888, cuando se presentó
ese año y los dos siguientes ante la Asociación General. Debería ser el tiempo de reconocer que
este es el momento de buscar al Señor y rededicarnos a su servicio.
No podemos forzar el reavivamiento. Pero si hubo alguna vez un momento de ser serios
respecto de la libertad religiosa, ese momento es ahora. En el futuro veremos maravillas aún
más grandes, junto con terribles desencajamientos financieros y ambientales. Por supuesto que
el Papa tiene una agenda, y solo unos pocos niegan la realidad y dicen que todas las cosas
continúan como lo han hecho desde el principio. No, no es así. Los osos del Ártico no están
hibernando como lo hacían antes. Ya no hay capas de hielo donde antes las había. Ahora, las
naciones están peleando por las aguas abiertas cerca del Polo Norte. La tierra está gimiendo
con dolores de parto.
Las cosas no siguen como de costumbre. Es tiempo de que los adventistas del séptimo día se
despierten. Y por supuesto, si estamos llenos del Espíritu de Dios, deberíamos estar exultantes,
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porque este es el momento de proclamar como nunca antes que la libertad de Dios nos ha sido
otorgada para que sea nuestra. Pero no tenemos que transigir por medio de un constructo falso
y, por cierto, de un día falso. El día está muy avanzado, y es perturbador ver que tantos
adventistas se muestran negligentes, ya sea porque ignoran o niegan estas realidades.
Permítanme leerles algo que apareció en la Review and Herald en 1898, al referirse al sábado y
lo que se le hará a ese día. Elena G. White habla de que será pisoteado: El gran recordatorio
divino de la creación, establecido para conmemorar su obra. Y en su lugar, este poder lo ha
presentado al mundo como un día común de trabajo. Esto hace que el así llamado día de
descanso familiar se vea como un día más. No es el día de Dios. Es un día común de trabajo.
Dice ella: “Este día aquí es establecido como un sábado rival que será honrado y observado. De
esta manera el mundo ha sido puesto en contra de Dios, porque el Señor declara que ha
santificado el día de reposo. Pero aunque cada miembro de la familia humana llegara a aceptar
este hijo del papado…” —y reconozco que es políticamente correcto decir algo así ahora, pero
así fue escrito y así figura todavía en nuestros archivos.
Entonces Elena G. White escribe: “El domingo”, como Martín Lutero, Juan Huss y otros
afirmaron, “el domingo es hijo del papado”. Y vayamos aún más allá. Es un día pagano. “Este
hijo del papado”, dice ella, “en ningún caso invalidaría el sábado santo de Jehová. Los que
aceptan este falso sábado exaltan al hombre de pecado y asaltan el gobierno de Dios. Pero el
hombre de pecado no puede anular lo que Dios ha declarado que permanecerá para siempre.
La obra que ahora hay que llevar a cabo en nuestro mundo es exaltar la ley del Señor, y llamar
la atención de las personas a ella. Ha llegado el tiempo en que la verdad tiene que ser
proclamada contra la falsedad y el error”.
¿Y cómo lo hacemos? No creo que pueda establecerse, de manera ideal, por grupos de
adventistas que se agolpen frente al Congreso o algún otro lugar para proclamar estos errores y
decir que este es el Anticristo, o que esta es una abominación. Puede que funcione, pero me
parece que nos asemejaremos a esos que hacen demostraciones en nuestros propios
encuentros, a esos disidentes que no solemos tomar con demasiada seriedad. Tenemos que
ofrecer argumentos coherentes y públicos. Tenemos que proyectarnos por medio de nuestras
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publicaciones, por ejemplo, la revista Liberty. Tenemos que proyectarnos por medio de
nuestras publicaciones con verdades y argumentos que puedan contrarrestar las sofisterías que
nos serán impuestas. Y estas son, en efecto, sofisterías.
Permítanme darles una perspectiva sobre la lógica que se ha aferrado del mundo de la libertad
religiosa, por ejemplo. Hay un término que sé que muchos de ustedes han escuchado. Se repite
inicialmente en un contexto eclesiástico, pero ha llegado hasta el mundo político general. Se
habla de que algo es “el bien común”. Y por supuesto, el discurso del Papa sobre el medio
ambiente, ante el Congreso, fue de esta naturaleza. Pero “el bien común” es exactamente la
misma frase que, en los días de Cristo, se invocó contra él. “Nos conviene que un hombre
muera por el pueblo, y no que toda la nación perezca”. Es mejor por el bien común guardar la
ley dominical. Podrían decir que es mejor sacarse de encima a unos pocos disidentes, porque
están destruyendo el bien común. Están interfiriendo en la unanimidad, nuestra coalición de
supervivencia.
El bien común es contrapuesto a los derechos individuales. Y no hace mucho, recuerdo asistir a
una gran convocatoria de los líderes religiosos. No diré de qué denominación, pero reflejó un
particular sesgo religioso. Y el principal orador se paró allí y dijo lo siguiente. No fue sutil para
nada. Dijo que se está dando demasiado énfasis en los derechos de conciencia individuales, y
no lo suficiente en los derechos corporativos de la iglesia. Imagínense que esto gane tracción,
en especial en los Estados Unidos, donde se dice que los derechos de los individuos están por
encima de los derechos de prelados y reyes. Eso significa que estamos muy cerca de la dinámica
que se encuentra varias veces en la Biblia, y que es repetida por Elena G. White, aplicándola a
nuestros días, de que vendrá un tiempo en que “buenas personas” realmente creerán que al
matar a los que están de parte del sábado del Señor están cumpliendo la voluntad de Dios.
Esa dinámica puede parecer extraña, pero está haciéndose realidad. Y yo creo, para repetir lo
que ya he dicho, que cada adventista del séptimo día ha heredado una herencia de la Reforma,
una herencia de A. T. Jones y de otros grandes pioneros que se mantuvieron de parte de los
principios: Los primeros adventistas hasta colaboraron con los que lucharon por anular las así
llamadas “leyes azules”, esas pequeñas leyes dominicales. Y nosotros tenemos el compromiso,
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como herederos de esa gran tradición de la historia, tenemos el compromiso de hablar la
verdad con poder, de definir de manera correcta la libertad religiosa, no solo como algo que
defendemos. No podemos perderla. Solo podemos olvidarla. Solo puede ser atacada por otros,
porque la libertad religiosa no es nada más que la proclamación que Cristo dio allí en Nazaret,
que es la libertad a los cautivos. Somos libertados del poder del pecado, y recuperamos el
poder de tomar decisiones como criaturas soberanas de un Dios Creador.
Este es un maravilloso mensaje para este día y esta hora de esclavitud en el mundo. Como
joven, recuerdo haber leído las descripciones que hace Elena G. White de la segunda venida, y
haber notado que los esclavos responderán. La esclavitud existe. En una gran escala, tenemos
sistemas donde la individualidad sufre presiones. Muchas voces no son escuchadas. No tienen
demasiada capacidad de enfatizar su potencial humano.
Sin embargo, la libertad puede atravesar todo eso. Puede atravesar todo ese pensamiento
grupal que fácilmente podría, aun en un país así llamado independiente como los Estados
Unidos, tener un pensamiento grupal donde para honrar el medio ambiente, se decidirá honrar
un día de reposo, por más que sea un día de reposo falso. Es tiempo de respetar a Dios, de
proclamar de manera correcta el mensaje del primer ángel combinándolo con el mensaje del
medio ambiente, pero por supuesto, donde el Creador ocupa el lugar más destacado.
Es tiempo de que proclamemos el mensaje del segundo ángel, que habla de una Babilonia
caída, caída por muchas razones, pero entre otras cosas, por honrar un día de reposo falso. Y es
tiempo de que hablemos del tercer ángel, donde evitaremos comprometer nuestras almas en
pensamiento, acción y hecho, y por medio de alianzas. No tenemos que transigir con el falso día
de reposo, con la falsa adoración y, en efecto, con el falso concepto de la libertad religiosa. Que
el Señor los bendiga.
------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------Lincoln E. Steed es editor de la revista Liberty.
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