Lectura bíblicas sacramento del matrimonio | 66 KB

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Lecturas bíblicas para incluir en liturgias y misas de
novios y matrimoniales
Para Primera y Segunda Lecturas
Lectura del Libro del Génesis (1, 26-28 y 31)
Dijo Dios: Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza;
que domine los peces del mar, las aves del cielo,
los animales domésticos, los reptiles de la tierra.
Y creó Dios al hombre a su imagen;
a imagen de Dios lo creó; hombre y mujer los creó.
Y los bendijo Dios y les dijo: Crezcan, multiplíquense,
llenen la tierra y domínenla: dominen los peces del mar,
las aves del cielo, los vivientes que se mueven sobre la tierra.
Y vio Dios todo lo que había hecho: y era muy bueno.
¡Palabra de Dios!
Lectura del Libro de Tobías (8, 4-7 y 15-17)
En la noche de bodas, Tobías dijo a Sara, su esposa: "Somos hijos de padres
santos. Vamos a orar para que el Señor tenga misericordia de nosotros".
Y comenzó Tobías, diciendo: "Bendito seas, Dios de nuestros padres
y bendito sea tu Nombre para siempre. Que te bendigan los cielos y todo lo creado
para siempre. Tú creaste a Adán y le diste a Eva, su mujer, como ayuda y
compañera, y de estos dos tuvo origen el linaje de los hombres. Tú dijiste: no es
bueno que el hombre esté solo, hagámosle una ayuda semejante. Y ahora, Señor, tú
sabes que no por placer sino con elevados sentimientos, yo tomo como mujer a ésta
mi prima. Míranos con bondad a mí y a ella, y haz que vivamos larga vida". Y Sara
respondió: Amén.
¡Palabra de Dios!
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Lectura del Cantar de los Cantares (2, 8-10. 14. 16; 8, 6-7)
Oigan la voz de mi amado.
Miren: ya viene saltando por los montes,
brincando por las colinas;
mi amado es una gacela, es como un cervatillo.
Miren: se ha parado detrás de mi muralla;
atisba por las ventanas, observa por las rejas.
Mi Amado me habla así:
"Levántate, amada mía, hermosa mía, ven a mí".
Mi amado es para mí y yo para él.
Ponme como un sello sobre tu corazón,
como un sello en tu brazo.
Porque el amor es fuerte como la muerte;
el celo, obstinado como el infierno.
Sus saetas son flechas de fuego.
Las grandes aguas no pueden apagar el amor,
ni los ríos arrastrarlo.
¡Palabra de Dios!
Lectura del Profeta Oseas
Esto dice el Señor:
Yo la voy a enamorar: la llevaré al desierto y le hablaré al corazón. Luego le
devolveré sus viñas y lo que fue "Valle de la desgracia" se convertirá en Tierra de la
Esperanza. Allí me responderá con su Juventud, como el día en que salió de Egipto.
Entonces me llamará "Esposo mío" en vez de llamarme "ídolo mío". Yo, el Señor, lo
afirmo. Y quitaré de sus labios los nombres de los ídolos y jamás volverán a
mencionarse. Israel, yo te haré mi esposa para siempre. Me casaré contigo en la
justicia y en el derecho, en el afecto y en el cariño. Me casaré contigo en la fidelidad
y tú conocerás al Señor.
¡Palabra de Dios!
Lectura de la Carta de san Pablo a los romanos (8, 31-15 y 37-39)
Hermanos:
¿Qué podemos decir? Que si Dios está a nuestro favor, nadie podrá estar en contra
nuestra. Si Dios no nos negó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó a la muerte por
nosotros, ¿cómo no habrá de darnos también, junto con su Hijo, todas las cosas?
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¿Quién podrá acusar a los que Dios ha escogido? Dios es quien los declara libres de
culpa. ¿Quién podrá condenarlos? Cristo Jesús es quien murió. Todavía más: es
quien resucitó y está a la derecha de Dios rogando por nosotros. ¿Quién nos podrá
separar del amor de Cristo? ¿El sufrimiento, o las dificultades, o la persecución, o el
hambre, o la falta de ropa, o el peligro, o la muerte? Pero en todo esto salimos más
que vencedores por medio de aquel que nos amó.
Estoy convencido de que nada podrá separarnos del amor de Dios: ni la muerte, ni
la vida, ni los ángeles, ni los poderes ni las fuerzas espirituales, ni lo presente ni lo
futuro, ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada por Dios. ¡Nada podrá
separarnos del amor de Dios manifestado en Cristo Jesús, Señor nuestro!
¡Palabra de Dios!
Lectura de la Carta de san Pablo a los romanos (12, 9-18)
Hermanos:
Ámense sinceramente unos a otros. Aborrezcan lo malo y sigan lo bueno. Ámense
como hermanos unos a otros, dándose preferencia y respetándose mutuamente.
Esfuércense. No sean perezosos. Y sirvan al Señor con corazón ferviente. Vivan
alegres por la esperanza, Soporten con valor las dificultades. Nunca dejen de orar.
Sean solidarios ante las necesidades de los que pertenecen al pueblo de Dios.
Reciban bien a quienes los visitan. Bendigan a quienes los persiguen. Bendígalos y
no los maldigan.
Alégrense con los que están alegres y lloren con los que lloran. Vivan en armonía
unos con otros. No sean orgullosos sino pónganse al nivel de los humildes.
No se crean sabios. No paguen a nadie mal por mal. Procuren hacer lo bueno
delante de todos. Hasta donde dependa de ustedes, hagan cuanto puedan por vivir
en paz con todos.
¡Palabra de Dios!
Lectura de la primera Carta de san Pablo a los Corintios (13, 18)
Hermanos:
Yo voy a enseñarles el camino mejor: Si yo hablo los idiomas de los hombres y de
los ángeles pero no tengo amor, no soy más que un metal que resuena o un platillo
que hace ruido.
Y si hablo de parte de Dios, y entiendo sus propósitos secretos, y sé todas las cosas
y si tengo fe como para mover montañas, pero no tengo amor, no soy nada.
Y si reparto entre los pobres todo lo que tengo y aun si entrego mi propio cuerpo
para ser quemado, pero no tengo amor, de nada me sirve.
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Tener amor es saber soportar, es ser bondadoso; es no tener envidia, ni ser
presumido, ni orgulloso, ni grosero, ni egoísta; es no enojarse ni guardar rencor; es
no alegrarse de las injusticias, sino de la verdad.
Tener amor es sufrirlo todo, creerlo todo, esperarlo todo, soportarlo todo. El amor
jamás dejará de existir.
¡Palabra de Dios!
Lectura de la Carta de san Pablo a los Efesios (4, 32-5, 2ª. 21-33)
Hermanos:
Muéstrense buenos y comprensivos uno con otro. Perdónense mutuamente, como
Dios los perdonó en Cristo.
Como hijos muy amados de Dios, esfuércense por imitarlo. Sométanse uno a otro
por consideración a Cristo.
Que las esposas se sometan a sus maridos como al Señor. Porque el marido es
cabeza de la mujer, así como Cristo es cabeza de la Iglesia, cuerpo suyo, del cual
es asimismo Salvador.
Y así como la Iglesia se somete a Cristo, así también la esposa debe someterse en
todo a su marido. Maridos, amen a sus esposas como Cristo amó a la Iglesia y se
entregó a sí mismo por ella. La bañó y la santificó en la Palabra, mediante el
Bautismo de agua.
Porque, si bien es cierto que deseaba una Iglesia espléndida, sin mancha ni arruga,
sino santa e inmaculada, él mismo debía prepararla y presentársela.
Los maridos deben amar a sus esposas como a sus cuerpos. El que ama a su
esposa, se ama a sí mismo.
Y nadie jamás ha aborrecido a su propio cuerpo; al contrario, lo alimenta y lo cuida.
Eso es justamente lo que Cristo hace por su Iglesia pues nosotros somos parte de
su cuerpo. Por eso abandonará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su
mujer, y serán los dos una sola carne.
Es éste un gran misterio; y yo lo refiero a Cristo y a la Iglesia.
¡Palabra de Dios!
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Lectura de la primera Carta de san Pedro Apóstol (3, 1-19)
Ustedes, las esposas, sométanse a sus esposos, para que los que no creen en el
mensaje puedan ser convencidos, sin necesidad de palabras, por el comportamiento
de ustedes, al ver ellos la conducta de ustedes pura y respetuosa.
Que el adorno de ustedes no esté en el exterior: en peinados, joyas y modas, sino
en lo íntimo del corazón, en la belleza incorruptible de un espíritu suave y tranquilo.
Esta belleza vale mucho delante de Dios. Pues éste era también, en tiempos
antiguos, el adorno de las mujeres santas: ellas confiaban en Dios y se sometían a
sus maridos.
Así fue Sara, que obedeció a Abraham y le llamó "mi señor". Y ustedes son hijas de
ella si hacen el bien y no tienen miedo de nada. En cuanto a ustedes, esposos,
sean comprensivos con sus esposas.
Denles el honor que les corresponde, no solamente porque la mujer es más
delicada, sino también porque Dios, en su bondad, les ha prometido a ellas la misma
vida que a ustedes. Háganlo así para que nada estorbe sus oraciones.
Vivan ustedes en armonía, unidos en un mismo sentir y amándose. Sean
bondadosas y humildes. No devuelvan mal por mal, ni insulto por insulto. Al
contrario, devuelvan bendición, pues Dios los ha llamado a recibir bendición
¡Palabra de Dios!
Lectura de la Primera Carta del Apóstol san Juan (4, 7-12)
Queridos hermanos:
Amémonos unos a otros, ya que el amor es de Dios, y todo el que ama es hijo de
Dios y conoce a Dios. Quien no ama no ha conocido a Dios, porque Dios es amor.
En esto se manifestó el amor que Dios nos tiene: en que Dios mandó al mundo a su
Hijo único, para que tengamos vida por medio de él.
En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que
él nos amó y nos envió a su Hijo, como sacrificio por nuestros pecados.
Si tanto nos amó Dios, también nosotros debemos amarnos unos a otros. A Dios
nadie le ha visto nunca. Si nos amamos unos a otros, Dios vive en nosotros y su
amor ha llegado en nosotros a ser total.
¡Palabra de Dios!
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Lectura del Libro del Apocalipsis (19, 1. 5-9ª)
Yo, Juan, oí en el cielo como un gran ruido de muchedumbre inmensa que decía:
¡Aleluya! la salvación y la gloria y el poder son de nuestro Dios.
Y salió una voz del trono que decía: Alaben a nuestro Dios todos sus siervos
y los que le temen, pequeños y grandes.
Y oí como el ruido de muchedumbre inmensa y como el ruido de grandes aguas
y como el fragor de fuertes truenos.
Y decían: ¡Aleluya! Ahora reina el Señor Dios, Señor del universo. Con alegría y
regocijo démosle la gloria, porque han llegado las bodas del Cordero.
Y su esposa se ha engalanado y se le ha concedido vestirse de lino deslumbrante
de blancura (el lino son las buenas obras de los santos).
Luego me dice: ¡Dichosos los invitados al banquete de bodas del Cordero!
¡Palabra de Dios!
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Salmos Responsoriales
Salmo 32:
La misericordia del Señor,
llena la tierra.
Dichosa la nación cuyo Dios es el Señor
el pueblo que él se escogió como heredad.
Los ojos del Señor están puestos en sus fieles,
en los que esperan su misericordia.
Nosotros aguardamos al Señor:
él es nuestro auxilio y escudo;
con él se alegra nuestro corazón;
en su santo nombre confiamos.
Que tu misericordia, Señor, venga
sobre nosotros, como lo esperamos de ti.
Salmo 33:
Bendigo al Señor en todo momento
Bendigo al Señor en todo momento,
su alabanza está siempre en mi boca;
mi alma se gloría en el Señor:
que los humildes lo escuchen y se alegren.
Proclamad conmigo la misericordia del Señor,
ensalcemos juntos su nombre.
Yo consulté al Señor y me respondió,
me libró de todas mis ansias.
Contempladlo y quedaréis radiantes,
vuestro rostro no se avergonzará.
Si el afligido invoca al Señor,
él lo escucha y lo salva de sus angustias.
El ángel del Señor acampa
en torno a sus fieles y los protege.
Gustad y ved qué bueno es el Señor,
dichoso el que se acoge a él.
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Salmo 102:
El Señor es compasivo y misericordioso.
Bendice, alma mía, al Señor,
y todo mi ser a su santo nombre.
Bendice, alma mía, al Señor,
y no olvides sus beneficios.
El Señor es compasivo y misericordioso,
lento en la ira y rico en clemencia.
Como un padre siente ternura por sus hijos,
siente el Señor ternura por su» fieles.
La misericordia del Señor dura para siempre,
su justicia pasa de hijos a nietos:
para los que guardan la alianza
y cumplen sus mandamientos.
Salmo 111:
Feliz el hombre que ama
de corazón los mandatos del Señor.
Feliz el hombre que teme al Señor,
y en sus mandatos encuentra su gozo:
será en la tierra poderoso su linaje,
será bendecida la raza de los justos.
Habrá en su casa riquezas y abundancia;
su honradez durará para siempre.
Raya la luz en las tinieblas para el hombre recto,
que es justo, clemente y compasivo.
Le va bien al compasivo que presta,
al que administra sus negocios en conciencia;
los rumores alarmantes no lo inquietan:
firme el ánimo, confía en el Señor.
Su corazón es sólido, y no teme;
aunque gaste dando mucho a los pobres,
su honradez durará para siempre;
se erguirá con gloria su frente.
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Salmo 126:
Nuestro auxilio es el nombre del Señor
Si el Señor no edifica la casa,
en vano se cansan los albañiles;
si el Señor no guarda la ciudad,
en vano vigilan los centinelas.
Es inútil que madruguéis,
que veléis hasta muy tarde,
que comáis el pan de vuestros sudores:
¡Dios lo da a sus amigos mientras duermen!
Los hijos son un regalo del Señor,
el fruto del vientre es una recompensa;
como flechas en mano de un guerrero
son los hijos de la juventud.
Salmo 127
Como brotes de olivo en torno a tu mesa,
Señor, así son los hijos de la Iglesia.
Dichoso el que teme al Señor,
y camina por sus sendas:
comerás del trabajo de tus manos,
serás dichoso y triunfarás.
Tu mujer, cual una vid fecunda
en medio de tu hogar;
tus hijos, cual retoños de un olivo
en torno a tu mesa.
Con tales bienes se verá bendecido
el que teme al Señor.
Que el Señor te bendiga desde Sión
todos los días de tu vida.
Salmo 144:
El Señor es bueno con todos.
El Señor es clemente y misericordioso;
lento a la cólera y rico en piedad;
el Señor es bueno con todos,
es cariñoso con todas sus creaturas.
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Que todas tus creaturas te den gracias Señor,
que te bendigan tus fieles.
Los ojos de todos te están aguardando,
tú les das la comida a su tiempo.
El Señor es justo en todos sus caminos;
es bondadoso en todas sus acciones.
Cerca está el Señor de los que lo invocan,
de los que lo invocan sinceramente.
Salmo 148
Alabad el nombre del Señor
Alabad al Señor en el cielo,
alabad al Señor en lo alto;
alabadlo, todos sus ángeles,
alabadlo, todos sus ejércitos.
Alabadlo, sol y luna;
alabadlo, estrellas lucientes,
alabadlo, espacios celestes
y aguas que cuelgan en el cielo.
Montes y todas las sierras,
árboles frutales y cedros;
fieras y animales domésticos,
reptiles y pájaros que vuelan.
Reyes y pueblos del orbe,
príncipes y jefes del mundo;
los jóvenes y también las doncellas,
los viejos junto a los niños.
Alaben el nombre del Señor
el único nombré sublime.
Alabanza de todos sus fieles,
de Israel su pueblo escogido.
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Nuevo Testamento - Evangelios
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo (5, 1-12)
A ver a la multitud, Jesús subió a la montaña. Se sentó. Sus discípulos se acercaron
a él y comenzó a enseñarles así: Dichosos los que tienen espíritu de pobres porque
el Reino de Dios les pertenece.
Dichosos los que lloran porque ellos recibirán consuelo.
Dichosos los de corazón humilde porque ellos van a heredar la tierra.
Dichosos los que tienen hambre y sed de justicia porque ellos van a ser satisfechos.
Dichosos, los que tienen misericordia porque de ellos se tendrá misericordia.
Dichosos los limpios de corazón porque ellos van a ver a Dios.
Dichosos los que trabajan por la paz porque ellos serán llamados Hijos de Dios.
Dichosos los perseguidos por su fidelidad porque el Reino de Dios les pertenece.
Dichosos ustedes cuando los insulten, los persigan y los calumnien de cualquier
modo por causa mía.
Estén alegres y contentos porque Dios les dará una gran recompensa.
¡Palabra de Dios!
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo (5, 13-16)
Dijo Jesús a sus discípulos: Ustedes son la sal de la tierra. Pero si la sal pierde su
sabor, ¿con qué se la salará? Ya no sirve para nada sino para tirarla en la calle y
que la gente la pise.
Ustedes son la luz del mundo. No se puede ocultar una ciudad situada en lo alto de
un monte. Tampoco se enciende una luz para meterla debajo de un cajón sino para
ponerla en un candelabro y que alumbre a todos los de la casa. Así debe brillar la luz
de ustedes delante de los hombres, de modo que vean el bien que realizan y ellos
alaben al Padre que está en el cielo.
¡Palabra de Dios!
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo (6, 25-34)
Dijo Jesús a sus discípulos:
Yo les digo: No anden tan preocupados por la vida pensando qué van a comer o
beber, ni por el cuerpo, pensando con qué se van a vestir. ¿No vale la vida más que
el alimento, y el cuerpo, no es más importante que el vestido? Miren los pájaros
que vuelan por el aire: ellos no siembran, ni cosechan, ni guardan en bodegas, y, sin
embargo, el Padre celestial los alimenta. Y ustedes ¿no valen mucho más que los
pájaros? En todo caso, por mucho que uno se preocupe, ¿cómo podrá prolongar su
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vida ni siquiera una hora? ¿Y por qué se preocupan por el vestido? Fíjense como
crecen las flores del campo: no trabajan ni hilan. Sin embargo, les. Digo que ni
siquiera el rey Salomón, con todo su lujo, se vestía como una de ellas.
Entonces, si Dios viste así a la hierba, que hoy está en el campo y mañana se
quema en el horno, ¡con mayor razón los vestirá a ustedes, gente de poca fe! De
modo que no se preocupen, preguntándose: ¿Qué vamos a comer? o ¿Qué vamos
a beber? ¿Con qué nos vamos a vestir? Todas estas cosas preocupan a los
paganos, pero ustedes tienen Padre celestial que ya sabe que las necesitan. Por lo
tanto, pongan toda su atención en el Reino de Dios y en su Justicia, y recibirán
también todas estas cosas. No se angustien por el día de mañana, porque mañana
habrá tiempo para preocuparse. Cada día tiene bastante con sus propios
problemas.
¡Palabra de Dios!
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo (7, 24-29)
Dijo Jesús a sus discípulos: El que me oye y hace lo que yo digo, es como un
hombre prudente que construyó su casa sobre la roca. Vino la lluvia, crecieron los
ríos y soplaron los vientos sobre la casa. Pero no se cayó porque tenía su base
sobre la roca. Pero el que oye y no hace lo que yo digo, es como un hombre tonto
que construyó su casa sobre la arena. Vino la lluvia, crecieron los ríos, soplaron los
vientos y la casa se vino abajo. ¡Fue un gran desastre!
Cuando Jesús terminó de hablar, toda la gente estaba admirada de cómo enseñaba,
porque lo hacía con plena autoridad, no como sus maestros de la ley.
¡Palabra de Dios!
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Marcos (10, 6-9)
En aquel tiempo dijo Jesús: Al principio de la Creación, Dios los creó hombre y
mujer. Por eso, dejará el hombre a su padre y a su madre, se unirá a su mujer y
serán los dos como uno solo. De modo que ya no son dos, sino como uno solo. Lo
que Dios ha unido que no lo separe el hombre.
¡Palabra de Dios!
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan (2, 1-11)
En aquel tiempo, hubo una boda en Cana de Galilea. Estaba allí la madre de Jesús.
Fue también invitado a la boda Jesús con sus discípulos. No tenían vino, porque el
vino de la boda se había acabado. En esto dijo la Madre de Jesús a éste: No tienen
vino. Le dijo Jesús: Mujer, ¿qué nos va a mí y a ti? Aún no ha llegado mi hora. Dijo la
Madre a los servidores: Hagan lo que él les diga.
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Había allí seis tinajas de piedra para las purificaciones de los judíos, en cada una de
las cuales cabían unos ochenta o cien litros. Llenen las tinajas de agua. Las
llenaron hasta el borde. Y él les dijo: Saquen ahora y llévenlo al mayordomo. Se lo
llevaron. Y luego que el mayordomo probó el agua convertida en vino llamó al novio
y le dijo: Todos sirven primero el mejor vino, y cuando están ya bebidos, el corriente.
Pero tú has guardado hasta ahora el vino mejor.
Este fue el primer signo que hizo Jesús, en Cana de Galilea, manifestando su gloria,
y creyeron en él sus discípulos. ¡Palabra de Dios!
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan (15, 12-17)
Dijo Jesús a sus discípulos: Este es mi mandamiento: que se amen unos a otros
como yo los he amado a ustedes. El amor más grande que uno puede tener es dar
su vida por sus amigos. Ustedes son mis amigos, si hacen lo que yo les mando. Ya
no los llamo siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su amo. A ustedes los
llamo mis amigos, porque les he dado a conocer todo lo que mi Padre me ha dicho.
Ustedes no me escogieron a mí, sino que yo los he escogido a ustedes y les he
encargado que vayan y den mucho fruto, y que ese fruto permanezca. Así el Padre
les dará todo lo que le pidan en mi nombre. Esto es, pues, lo que les mando: que se
amen.
¡Palabra de Dios!
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Agregar:
Jn 15,1-13 ;
Jn 3, 18-24;
Mt 22, 35-40
Tobías 7, 9-17
Gen 2, 18-14)
Ef. 5, 2 y 25-32.
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