BUSCANDO EL MAR

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BUSCANDO EL MAR
Como todos los ríos también él se había puesto en movimiento buscando el mar. No
lo conocía, simplemente lo intuía, como un destino. Como un llamado.
Cuando la primavera de la vida puso su nieve en movimiento, contra lo primero chocaron
sus aguas alertadas fue precisamente con las rocas que hasta ese momento lo habían
cobijado. Tal vez le resultó difícil encontrar su cauce y ubicar un rumbo. Pero había una
fuerza imperiosa que lo ponía en movimiento. Siempre hacia abajo. Siguiendo su instinto
de agua en movimiento, sentía estar respondiendo al misterio de su existencia, buscando
un encuentro.
Los ríos son aguas en movimiento que buscan el encuentro con el mar. El mar
lejano y aún no conocido los atrae. Y respondiendo a esa profunda y misteriosa
atracción, arrastran su pecho por la tierra, embarran su caudal, atropellan los
obstáculos y abren surcos que será su propio cauce.
Pero hay ríos que renuncian a llegar al mar. Hay algunos que lo hacen porque no les
alcanza el caudal y terminan por morir en los arenales. Otros en cambio, abandona su
tensión por el mar y se convierten en lagunas: las lagunas son ríos que olvidan su
deseo del mar. Cansados por andar y vencer obstáculos, prefieren construir su
propio océano en el hueco de laguna hondonada o en los esteros de la tierra
anegadiza. Y allí se quedan engañándose a sí mismos, creyendo haber llegado, cuando
en realidad simplemente se han detenido. Señal de que no fueron muy lejos.
Pero hay otros tipos de ríos que tampoco llegan al mar.
A éstos ni le ha faltado caudal, ni han abandonado su deseo del mar. Al contrario. Allí
donde su caudal se embeta y corre más apasionadamente puliendo las rocas, han
aceptado un dique que los frena. Sus aguas tumultuosas, al no poder seguir su curso
normal se arremolinan acorraladas y comienzan a trepar lentamente las laderas
acumulando todas sus energía. Se parecen a las lagunas. Pero hay algo importante que
las diferencia: anida en las alturas y aceptan una turbina que las desangra.
Insisto en que no han abandonado su deseo, su tensión por el mar. Al contrario, la sentirse
contenidas por el dique que se interpone en su libre carrera instintiva, su ímpetu se
acumula y se potencializa cada vez más, incluso su fuerza puede llegar a ser peligrosa si
el dique cede.
Entonces todo su caudal liberado de golpe se convierte en avalancha de piedra, barro y
agua, asesinando todo lo que encuentra a su paso.
Ha habido ciudades destruidas por las aguas desenfrenadas. Pero si el dique resiste,
porque se ha asentado sobre rocas entonces la fuerza acumulada se canaliza a través de
la turbina y se convierte en luz, en ENERGÍA, en CALOR. El caudal se desfleca por las
chacras y va a regar los surcos creciendo por los viñedos hacia el vino, por los trigales
hacia el pan, por los olivares hacia el aceite que alumbra, suaviza o unge. Gracias a su
fuerza acumulada entre en cada casa para el humilde servicio de saciar la sed, refrescar, o
lavar.
Nuestra vida es como este río. El mar es Dios, no lo conocemos... pero nos sentimos atraídos por Él, lo intuimos, es como un
llamado que nos pone en movimiento sin saber muy bien hacia dónde, ni cómo, ni cuando. Simplemente, hay algo, dentro
nuestro, que nos lleva a buscarlo, a desearlo, a seguirlo.
Para seguir este llamado, tenemos que vencer obstáculos, enfrentarlos y abrir, a veces con dolor, nuestro propio camino,
nuestro cauce. Hay obstáculos que nos vienen de afuera... pero los más peligrosos son los que nos vienen de adentro mismo: el
desgano, el cansancio, el egoísmo, la mediocridad, los placeres fáciles, rápidos y cómodos, la dejadez, la evasión...
Así hay ríos –vidas– que renuncian a llegar al mar y cansadas de andar y vencer obstáculos, se olvidan de su deseo, se
engañan a sí mismas y se convierten en lagunas.
Pero hay otros ríos que tampoco llegan al mar –a Dios–: porque sólo en la otra vida (la verdadera y plena) podremos
conocerlo de verdad, pero descubren el SENTIDO DE SUS VIDAS y se dejan contener por una represa para que toda
su fuerza esté al servicio de los demás.
La experiencia de verano (Campamento de EDA, Escuela de Líderes, Proyecto de Vida, Misión) que viviste con el Movimiento
Misionero de las SSpS busca ser esa represa que encauce, te permita acumular todas las fuerzas que llevás dentro tuyo y vaya
dando respuesta al llamado que Dios te hace para que descubras el sentido de tu vida y finalmente llegues a Él.
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