P. Arcangelo Maturani

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P. ARCANGEL MATURANI
(1920 – 2006)
¡Siento dentro de mí tan sólo un anhelo: ser hijo de Don Bosco para siempre!
El Padre Arcángel Maturani Quattrociocche nació en Giuliano di Roma, un pueblo muy
cercano a la ciudad de Roma, el 07 de diciembre de 1920, sus padres fueron Benedetto y Amelia.
A los cinco días de nacido fue bautizado en la Iglesia parroquial. Aprendió de su familia a amar a
Dios y a bendecirlo en la Iglesia, aprendió a rezar, repitiendo las palabras que le iban enseñando
los labios de su mamá.
Desde niño quiso servir al Señor por entero; en la constancia que subscribe su párroco, en
1934, don José Sperduti, se lee: “Certifico que este jovencito es de óptima conducta, frecuenta
asiduamente el catecismo parroquial y los Sacramentos, y asiste a las Sagradas Funciones como
monaguillo, es miembro de la Congregación Mariana… manifiesta una vocación verdadera
misionera y desea, ardientemente, ser admitido entre los Misioneros de Don Bosco”.
Hizo el Aspirantado en Gaeta, entre los años 1934–1938, y en ese año de 1938 pidió a los
superiores que le permitieran ser misionero: “ahora es el tiempo de que yo parta para infundir en
otras almas el bien que yo he recibido, …por lo tanto hago petición para ser aceptado al
noviciado en cualquier parte que los superiores juzguen mejor”.
Llegó a Venezuela el 16 de octubre de 1938. Y se identifica de tal manera con su nueva
patria, que en el año 1968 recibe la nacionalización, que lo hace hijo de Venezuela.
Hizo el noviciado en Los Teques y profesó como salesiano el 29 de noviembre de 1939.
Sus estudios de teología los hizo, una parte en Mosquera, Colombia, y los concluyó en el
teologado salesiano de Bollengo, en Italia, en donde fue ordenado sacerdote el 02 de julio de
1950. Las opiniones de los superiores que lo acompañaron durante los años de su formación se
pueden sintetizar en tres frases: óptima piedad, generosidad y carácter muy abierto.
Hombre de Dios, con los pies en la tierra, cuando en 1942 pide renovar sus votos,
comprende “la gravedad y la obligación de observancia que traen consigo los votos”, y asegura
que para él los medios que lo ayudan a ser fiel a su profesión son: “el potente auxilio de la Virgen
Santísima y una gran confianza con mis Superiores”.
Al pedir ser admitido a los Votos perpetuos, cierra su petición expresando un profundo
deseo vital: “¡Siento dentro de mí tan sólo un anhelo: ser hijo de Don Bosco para siempre!”.
Después de ser ordenado Sacerdote, regresó a Venezuela para trabajar como Catequista en
el Colegio San Francisco de Sales, en Sarría, a la sombra del Santuario de María Auxiliadora,
obra que se convirtió en el centro habitual de su vida salesiana pastoral, pues trabajó en esa casa
de 1947 a 1948, de 1950 a 1953, de 1979 a 1984 y de 1986 hasta el día de hoy, 18 de octubre de
2006.
Trabajó en otras casas salesianas: en Bolea, donde funcionaba el Aspirantado, en el
Colegio Don Bosco de Valencia, en el Liceo San José de Los Teques, en la Parroquia La Santa
Cruz en Puerto La Cruz, y en el Posnoviciado Domingo Savio de Los Teques.
De carácter amable, fue un sacerdote muy bondadoso, que dejaba, en quien lo tratara, el
gusto por haberlo conocido y el deseo de encontrarlo de nuevo.
Desde el año 1986, era miembro de la Comunidad de Sarría, atendiendo directamente el
Templo Parroquial, Santuario de María Auxiliadora, el corazón de la Inspectoría y de la Familia
Salesiana de Venezuela, y lo hizo siempre con tal cariño y dedicación, que ya lo conocían como
el Mayordomo de María Auxiliadora. Acompañó con corazón salesiano y paternal a la
Asociación de María Auxiliadora de esa Parroquia.
La devoción a la Virgen María Auxiliadora, fibra muscular de todo corazón salesiano,
tuvo en él, una intensidad especial; su Mamá Celeste, como la llamaba en sus años de formación
fue la compañera de su camino religioso y sacerdotal. Quienes lo oímos hablar de cuestiones de
espíritu recordamos su referencia inmediata y natural a María Auxiliadora y su invitación a
confiar como hijos pequeños, en la Mamá Celeste.
Siendo un hombre de buen corazón, también fue un hombre decidido, que como un
caballero, con gentiles modales y con voz conciliadora, expresaba sus convicciones. No duda en
manifestarle a los superiores sus preocupaciones y les pide orientaciones y soluciones a los
problemas que él les plantea.
Durante sus años como Director de la comunidad de la Parroquia de La Santa Cruz, en
Puerto La Cruz, mantiene constante comunicación con los Inspectores, a través de cartas en las
cuales se confía en la sabiduría de los Superiores, habla como un padre preocupado por su
familia, disponible a seguir las indicaciones que el superior le quiera manifestar: “in fin dei
conti… Usted es quien resuelve”.
Los últimos años fueron de sufrimiento corporal debido a la enfermedad que estaba
sufriendo, y en palabras de su médico: cualquier otra persona, en el estado en que estaba, ya se
hubiera muerto, pero tenía un espíritu de valentía que le ayudaba a seguir viviendo.
En los últimos días expresaba, con profunda humanidad, las angustias de un hombre que
se acerca al ocaso definitivo de su vida; pedía al Señor salud y se disponía a cumplir su santa
voluntad. Y desde esa misma angustia le hablaba con tanta confianza a Don Bosco, que daba
envidia su amor filial.
El P. Arcángel murió el 18 de octubre de 2006, a los ochenta y cinco años de edad,
sesenta y seis de Profesión religiosa y cincuenta y seis de Sacerdocio. Que Dios y María
Auxiliadora le premien por su servicio sacerdotal constante y con ese estilo tan salesiano de
cercanía a los fieles, a los jóvenes y a los hermanos. Y estamos contentos porque su deseo juvenil
se cumplió: ¡Siento dentro de mí tan sólo un anhelo: ser hijo de Don Bosco para siempre!
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