primera parte,

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“Regocíjate, hija de Sión, grita de júbilo, Israel;
alégrate y gózate de todo corazón, Jerusalén” (So. 3,14)
LA CREACIÓN DE LA FELICIDAD
En cierta ocasión se reunieron todos los dioses y decidieron crear al hombre y a la
mujer. Y planearon hacerlo a su imagen y semejanza. Entonces uno de ellos dijo:
- Esperen; si vamos a hacerlos a nuestra imagen y semejanza, van a tener un cuerpo igual
al nuestro, y una fuerza y una inteligencia iguales a las nuestras. Debemos pensar en algo
que los diferencia de nosotros; de lo contrario, estaríamos creando nuevos dioses.
Debemos quitarles algo; pero ¿qué les quitamos?
Después de mucho pensar, uno de ellos dijo: -¡Ya sé! Vamos a quitarles la felicidad.
Aunque el problema va a ser dónde la escondemos para que no la encuentren jamás…
Propuso el primero: -Vamos a esconderla en la cima del monte más alto del
mundo.
A lo que inmediatamente repuso el segundo: - No, recuerda que les dimos fuerza;
alguna vez alguien subirá y la encontrará; y si la encuentra uno, ya todos sabrán dónde
está…
Luego propuso otro: - Entonces vamos a esconderla en el fondo del mar.
Y otro replicó: - No, recuerda que les dimos inteligencia. Alguna vez alguien construirá
una esquina por la que pueda entrar y bajar, y entonces la encontrará.
Otro más dijo: - Escondámosla en un planeta lejano a la Tierra.
Y le dijeron: - No, recuerda que les dimos inteligencia, y un día alguien construirá
una nave en la que puedan viajar a otros planetas, y la descubrirán; y entonces todos
tendrán felicidad y serán iguales a nosotros.
Y el último de ellos era un dios que había permanecido en silencio escuchando
atentamente cada una de las propuestas de los demás dioses. Tras analizar en silencio
cada una de ellas, rompió el silencio y dijo: -Creo saber dónde ponerla para que
realmente nunca la encuentren.
Todos se sorprendieron y preguntaron al unísono: - ¿Dónde?
- La esconderemos dentro de ellos mismos. Estarán tan ocupados buscándola fuera que
nunca la encontrarán.
Todos estuvieron de acuerdo, y desde entonces ha sido así. El ser humano pasa su
vida buscando la felicidad sin saber que la lleva consigo.
“Regálame la salud de un cuento” José Carlos Bermejo
TU ALEGRÍA INSOBORNABLE
Concédenos, Señor, tu alegría insobornable.
La diversión tiene precio y propaganda,
y sus mercaderes son expertos.
Se alquila la evasión fugaz
con sus rutas exóticas y vanas.
Se bebe el gozo con tarjetas de crédito
y se estruja como un vaso desechable.
Pero tu alegría no tiene precio,
ni podemos seducirla.
Es un don para ser acogido y regalado.
Concédenos, Señor, tu alegría sorprendente.
Más unida al perdón recibido
que a la perfección farisaica de las leyes.
Encontrada en la persecución por el Reino
más que en el aplauso de los jefes.
Crece al compartir lo mío con las otras
y se muere al acumular lo de los otros como mío.
Se ahonda al servir a los criados de la historia
más que ser servidos como maestros y señores.
Se multiplica al bajar con Jesús al abismo humano,
se diluye al trepar sobre cuerpos despojados.
Se renueva al apostar por el futuro inédito,
se agota al acaparar las cosechas del pasado.
Tu alegría es humilde y paciente
y camina de la mano de los pobres.
Concédenos, Señor, la “perfecta alegría”.
La que mana como una resurrección fresca
entre escombros de proyectos fracasados.
La que no logra desalojar de los pobres
ni la cárcel de los sistemas sociales
ni los edictos arbitrarios de los amos.
La decepción más honda y golpeada
no puede blindarnos para siempre
contra su iniciativa inagotable.
Tu alegría es perseguida y golpeada
pero es inmortal desde tu Pascua.
Concédenos, Señor, la sencilla alegría.
La que es hermanas de las cosas pequeñas,
de los encuentros cotidianos y de las rutinas necesarias.
La que se mueve libre entre los grandes,
sin uniforme ni gestos entrenados, como brisa sin amo ni codicia.
Tu alegría es confiada y veraz,
ve la más pequeña criatura amada por ti,
con un puesto en tu corazón y tu proyecto.
Benjamín González Buelta, SJ
“VEN, SEÑOR, A SALVARNOS”
Necesitamos, sí, tu salvación,
porque sólo un Dios puede salvarnos.
El progreso científico-técnico nos enriquece,
pero nada más.
El consumo nos engorda, pero nos deja vacíos.
Los sabios y los líderes nos asombran,
pero no nos cambian.
Los artistas y los famosos nos entretienen,
también nos aburren.
No son nuestros salvadores.
Y tampoco nos salvan los políticos,
los militares, banqueros y periodistas,
los tecnócratas y deportistas,
y tampoco los maestros o gurus o los eclesiásticos.
Sólo un Dios puede salvarnos:
de la tristeza, des desencanto, del desamor.
Sólo un Dios puede salvar al mundo
de sus cegueras y sus crueldades,
de sus cadenas y sus miserias,
de todas sus profundas llagas.
¡Ven, Señor, a salvarnos!
Salva a los oprimidos que esperan justicia,
a los hambrientos que sueñan con el pan,
a los cautivos que no ven el día de su libertad.
Ven, Señor, a abrir los ojos de los ciegos,
a enderezar a los que se doblan,
a guardar a los emigrantes,
a sustentar a los que desfallecen.
Ven, Señor. Pero Dios viene siempre.
Dios ya ha venido.
Vino Dios a salvarnos, e hizo algo más,
hizo de nosotras salvadoras.
Somos un dios en pequeño.
Sed lo que sois, cristianas.
Cada miseria es un compromiso.
Hijas de Dios, salvad, por favor al mundo.
10 RAZONES PARA LA ALEGRÍA
La cristiana se alegra:
1. Porque se siente inmensamente amada
2. Porque ha dado sentido a su vida, que no es otro que el amor
3. Porque nunca se siente sola. Vive siempre el gozo de la comunión, tanto hacia dentro –
íntima comunión divina- como hacia fuera –gozosa comunión con las hermanas4. Porque ya no teme nada. Sabe que está en buenas manos, y se siente enteramente y
constantemente protegida.
5. Porque asegura el cumplimiento de su esperanza y deseos. Sabe de quién se fía.
6. Porque se siente salvada. Posee ya las arras del Espíritu, “que a vida eterna sabe”.
7. Porque convierte su trabajo en vocación.
8. Porque puede iluminar sus relaciones oscuras, como el sufrimiento, la limitación y el
fracaso. Todo lo relativiza, con gran sentido del humor.
9. Porque está segura que nada, ni sus pecados, le apartarán de su Absoluto, de su Amor.
Por eso, sabe reírse de sí misma.
10. Porque, gracias a Cristo, incluso la muerte se le convierte en Pascua. Es por eso la persona
de mayor esperanza.
LA ALEGRÍA Y LA PAZ DE DIOS
“Estad alegres. La paz de Dios custodiará vuestros corazones” (Flp.4,7)
La paz de Dios consolida nuestra confianza básica,
nos infunde tenacidad y coraje,
temple y arrojo para llegar lejos
sin perder altura de miras.
LA ALEGRÍA Y LA PAZ DE DIOS
La paz de Dios afianza y dinamiza nuestra voluntad
es paciente para sostener y resistir,
es impaciente para resignarse y consolarse,
regula y dirige nuestro esfuerzo.
LA ALEGRÍA Y LA PAZ DE DIOS
La paz de Dios atempera nuestro ímpetu vehemente
para que no atropelle y desbarate.
Encauza nuestra pasión cegada
para que no se desvíe y se pierda.
LA ALEGRÍA Y LA PAZ DE DIOS
La paz de Dios nos moviliza y nos da aplomo,
nos pone en marcha y nos modera,
sopla viento en nuestras velas
y echa el ancla cuando es preciso.
LA ALEGRÍA Y LA PAZ DE DIOS
Joaquín Suárez
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