V Domingo del Tiempo Ordinario Dejándolo todo, lo siguieron (Lc 5, 1 -11) ANTÍFONA DE ENTRADA (Sal 94, 6-7) Entrad, postrémonos por tierra, bendiciendo al Señor, creador nuestro. Porque él es nuestro Dios. ORACIÓN COLECTA Vela, Señor, con amor continuo sobre tu familia; protégela y defiéndela siempre, ya que sólo en ti ha puesto su esperanza. PRIMERA LECTURA (Is 6, 1-2a. 3-8) Aquí estoy, mándame Lectura del libro de Isaías El año de la muerte del rey Ozías, vi al Señor sentado sobre un trono alto y excelso: la orla de su manto llenaba el templo. Y vi serafines en pie junto a él. Y se gritaban uno a otro, diciendo: «¡Santo, santo, santo, el Señor de los ejércitos, la tierra está a de su gloría!» Y temblaban las jambas de las puertas al clamor de su voz, y el templo estaba lleno de humo. Yo dije: «¡Ay de mi, estoy perdido! Yo, hombre de labios impuros, que habito en medio de un pueblo de labios impuros, he visto con mis ojos al Rey y Señor de los ejércitos.» Y voló hacia mí uno de los serafines, con un ascua en la mano, que había cogido del altar con unas tenazas; la aplicó a mi boca y me dijo: - «Mira; esto ha tocado tus labios, ha desaparecido tu culpa, está perdonado tu pecado.» Entonces, escuché la voz del Señor, que decía: «¿A quién mandaré? ¿Quién irá por mí?» Contesté: - «Aquí estoy, mándame.» Salmo responsorial (Sal 137, 1-2a. 2bc-3. 4-5. 7c-8 ) R/. Delante de los ángeles tañeré para ti, Señor. Te doy gracias, Señor, de todo corazón; delante de los ángeles tañeré para ti, me postraré hacia tu santuario. R/. Daré gracias a tu nombre: por tu misericordia y tu lealtad, cuando te invoqué, me escuchaste, acreciste el valor en mi alma. R/. Que te den gracias, Señor, los reyes de la tierra, al escuchar el oráculo de tu boca; canten los caminos del Señor, porque la gloria del Señor es grande. R/. Tu derecha me salva. El Señor completará sus favores conmigo: Señor, tu misericordia es eterna, no abandones la obra de tus manos. R/. SEGUNDA LECTURA (1Co 15, 1-11) Esto es lo que predicamos; esto es lo que habéis creído Lectura de la primera carta del Apóstol san Pablo a los Corintios Hermanos: Os recuerdo, el Evangelio que os proclamé y que vosotros aceptasteis, y en el que estáis fundados, y que os está salvando, si es que conserváis el Evangelio que os proclamé; de lo contrario, se ha malogrado vuestra adhesión a la fe. Porque lo primero que yo os transmití, tal como lo había recibido, fue esto: que Cristo murió por nuestros pecados, según las Escrituras; que fue sepultado y que resucitó al tercer día, según las Escrituras; que se le apareció a Cefas y más tarde a los Doce; después se apareció a más de quinientos hermanos juntos, la mayoría de los cuales viven todavía, otros han muerto; después se le apareció a Santiago, después a todos los apóstoles; por último, se me apareció también a mi. Porque yo soy el menor de los apóstoles y no soy digno de llamarme apóstol, porque he perseguido a la Iglesia de Dios. Pero por la gracia de Dios soy lo que soy, y su gracia no se ha frustrado en mí. Antes bien. He trabajado más que todos ellos. Aunque no he sido yo, sino la gracia de Dios conmigo. Pues bien; tanto ellos como yo esto es lo que predicamos; esto es lo que habéis creído. ACLAMACIÓN AL EVANGELIO (Mc 4,19) R/. Aleluya, aleluya Ven a mi, —dice el Señor—, y os haré pescadores de hombres. R/. Aleluya, aleluya EVANGELIO (Lc 5, 1 -11) Dejándolo todo, lo siguieron Lectura del santo evangelio según san Lucas En aquel tiempo, la gente se agolpaba alrededor de Jesús para oír la palabra de Dios, estando él a orillas del lago de Genesaret. Vio dos barcas que estaban junto a la orilla; los pescadores habían desembarcado y estaban lavando las redes. Subió a una de las barcas, la de Simón, y le pidió que la apartara -un poco de tierra. Desde la barca, sentado, enseñaba a la gente. Cuando acabó de hablar, dijo a Simón: «Rema mar adentro, y echad las redes para pescar.» Simón contestó: «Maestro, nos hemos pasado la noche bregando y no hemos cogido nada; pero, por tu palabra, echaré las redes.» Y, puestos a la obra, hicieron una redada de peces tan grande que reventaba la red. Hicieron señas a los socios de la otra barca, para que vinieran a echarles una mano. Se acercaron ellos y llenaron las dos barcas, que casi se hundían. Al ver esto, Simón Pedro se arrojó a los pies de Jesús diciendo:«Apártate de mí, Señor, que soy un pecador.» Y es que el asombro se había apoderado de él y de los que estaban con él, al ver la redada de peces que habían cogido; y lo mismo les pasaba a Santiago y Juan, hijos de Zebedeo, que eran compañeros de Simón. Jesús dijo a Simón: «No temas; desde ahora serás pescador de hombres.» Ellos sacaron las barcas a tierra y, dejándolo todo, lo siguieron. ORACIÓN SOBRE LAS OFRENDAS Señor, Dios nuestro, que has creado este pan y este vino para reparar nuestras fuerzas, concédenos que sean también para nosotros sacramento de eternidad. ANTÍFONA DE COMUNIÓN (Sal 106,8-9) Den gracias al Señor por su misericordia, por las maravillas que hace con los hombres. Calmó el ansia de los sedientos y a los hambrientos los colmó de bienes. o bien (Mt 5, 5-6) Dichosos los que lloran, porque ellos serán consolados. Dichosos los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos quedarán saciados. ORACIÓN DESPUÉS DE LA COMUNIÓN Oh, Dios, que has querido hacernos partícipes de un mismo pan y de un mismo cáliz; concédenos vivir tan unidos a Cristo que fructifiquemos con gozo en bien de la salvación de los hombres. LECTIO A orillas del lago de Galilea, hace casi dos mil años, algo extraordinario sucedió para que algunos pescadores –el Evangelio nos destaca los nombres de Pedro, Santiago y Juan- hubieran abandonado sus barcas, sus redes y los peces acabados de pescar en increíble cantidad. Todo esto lo hicieron para seguir de cerca la persona de Jesús. Simón Pedro nos deja ver el por qué del gran giro que tuvo su vida: “Maestro, en tu Palabra echaré las redes”. Sí, fue por causa de la Palabra de Jesús. Descubramos lo que sucedió aquella mañana, tal como nos lo describe el evangelista Lucas. Contexto Los textos de Lucas que leímos los dos domingos anteriores nos presentaron la jornada inaugural de ministerio de Jesús en Nazaret. Jesús leyó su misión en la Palabra de Dios escrita en el profeta Isaías y anunció el cumplimiento de las promesas de Dios en la persona de él (ver Lc 4,16-22). Luego vimos el rechazo que se produjo en la sinagoga (ver 4,23-30). A pesar del rechazo radical, nos sigue diciendo Lucas, Jesús permanece fiel a su misión de anunciar la Buena Nueva del Reino en Cafarnaúm y en las sinagogas de Judea (ver 4,31-44). Después de estos relatos “programáticos”, comienza ahora la narración de la misión de Jesús en Galilea (Lucas 5,1-9,50). En primer paso es el llamado de Simón Pedro y sus compañeros para ser colaboradores de Jesús en la misión. Qué nos dice de Jesús el pasaje del evangelio que se nos proclama hoy Lc 5,1-11 Todo parte de la iniciativa de Jesús: - Jesús ve dos barcas (5,2) - Jesús escoge la de barca de Simón y sube a ella (5,3a). - Jesús le pide a Simón que aleje su barca de tierra para poder hablar más fácilmente a la multitud (5,3b). - Jesús educa a la multitud (5,3c) - Jesús le ordena a Simón remar mar adentro (5,4). Se provoca entonces una pesca milagrosa. - Jesús le hace una promesa a Simón (5,10), la cual provoca como reacción el seguimiento del primer apóstol y de sus compañeros. MEDITACIÒN ¿ Què me dice el Señor a mí en el texto?, Hoy es el dìa del Señor, nos està llamando como llamó a Isaías, a Pablo y a Pedro, y hoy te llama a a ti por tu nombre. Isaías le dijo: “Hay de mí, estoy perdido, yo hombre de labios impuros” y la respuesta de Pablo: “no soy digno de llamarme apóstol”: y Pedro: “Apartate de mi, Señor, que soy un pecador”, .. ¿Còmo actualizamos la palabra escuchada? En el texto de Lucas, se realiza una invitación progresiva de parte de Jesùs hacia los pescadores para seguirle. La vocación (llamada) de cada uno de nosotros se ha desarrollado quizá de un modo similar de un modo progresivo. Primero alejarse un poco de la orilla, luego llevar la barca mar adentro y luego dejarlo todo para seguir a Jesùs.¿cómo he respondidoyo a esa llamada? Cómo sigo respondiendo?. ¿Soy instrumento para que otros se decidan hacer la experiencia de seguir a Jesús? Seguirle a Él es una decisión que implica la vida misma, como dice el verso 11 hay que dejarlo todo y seguir a Jesús. Dios elije a personas concretas para encomendarles una misión. ¿Cómo descubrì a Jesús en mi vida? ¿Alguna vez Jesús me ha llamado para enseñar a los demás desde mi vida? ¿Cómo ha desbaratado Jesús las excusas que a veces he puesto para no seguirle? ORACIÓN: ¿qué le respondo al Señor que me habla en el texto? Gracias Padre por todo el amor que a diario recibo de tí… Te damos gracias por la llamada que nos haces, ayudanos a responder con intensidad y decisión. Danos coraje para dejarlo todo y seguirte para formar parte de tu comunidad de discípulos y misoneros que viven iluminados por tu Palabrae inflamados por el fuego de tu misericordia infinita. CONTEMPLACIÓN: ¿Còmo hago propio en mi vida las enseñanzas del texto? HAGAMOS PROPIA LA PALABRA: Para saborearlo a lo largo de toda la semana +Rema mar adentro *no tengas miedo, en adelante serás pescador de hombres Muchas veces el miedo nos paraliza y nos impide seguir a Jesús. Hay muchos temores e inseguridades, también angustias y desesperanzas en la vida de un joven o cualquier ser humano, por eso repetir esta frase la cantidad de veces que sea posibles, hasta que quede inmortalizada en el corazón puede ayudar a aferrarnos a la misericordia de Dios seguros que no debemos temer porque El esta siempre con nosotros. Apéndice Carta Apostólica Novo Millennio Ineunte, Del Sumo Pontífice Juan Pablo II El camino de la fe 19. « Los discípulos se alegraron de ver al Señor » (Jn 20,20). El rostro que los Apóstoles contemplaron después de la resurrección era el mismo de aquel Jesús con quien habían vivido unos tres años, y que ahora los convencía de la verdad asombrosa de su nueva vida mostrándoles « las manos y el costado » (ibíd.). Ciertamente no fue fácil creer. Los discípulos de Emaús creyeron sólo después de un laborioso itinerario del espíritu (cf. Lc 24,13-35). El apóstol Tomás creyó únicamente después de haber comprobado el prodigio (cf. Jn 20,24-29). En realidad, aunque se viese y se tocase su cuerpo, sólo la fe podía franquear el misterio de aquel rostro. Ésta era una experiencia que los discípulos debían haber hecho ya en la vida histórica de Cristo, con las preguntas que afloraban en su mente cada vez que se sentían interpelados por sus gestos y por sus palabras. A Jesús no se llega verdaderamente más que por la fe, a través de un camino cuyas etapas nos presenta el Evangelio en la bien conocida escena de Cesarea de Filipo (cf. Mt 16,13-20). A los discípulos, como haciendo un primer balance de su misión, Jesús les pregunta quién dice la « gente » que es él, recibiendo como respuesta: « Unos, que Juan el Bautista; otros, que Elías; otros, que Jeremías o uno de los profetas » (Mt 16,14). Respuesta elevada, pero distante aún —¡y cuánto!— de la verdad. El pueblo llega a entrever la dimensión religiosa realmente excepcional de este rabbí que habla de manera fascinante, pero que no consigue encuadrarlo entre los hombres de Dios que marcaron la historia de Israel. En realidad, ¡Jesús es muy distinto! Es precisamente este ulterior grado de conocimiento, que atañe al nivel profundo de su persona, lo que él espera de los « suyos »: « Y vosotros ¿quién decís que soy yo? » (Mt 16,15). Sólo la fe profesada por Pedro, y con él por la Iglesia de todos los tiempos, llega realmente al corazón, yendo a la profundidad del misterio: « Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo» (Mt 16,16). 20. ¿Cómo llegó Pedro a esta fe? ¿Y qué se nos pide a nosotros si queremos seguir de modo cada vez más convencido sus pasos? Mateo nos da una indicación clarificadora en las palabras con que Jesús acoge la confesión de Pedro: « No te ha revelado esto la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en los cielos » (16,17). La expresión « carne y sangre » evoca al hombre y el modo común de conocer. Esto, en el caso de Jesús, no basta. Es necesaria una gracia de « revelación » que viene del Padre (cf. ibíd.). Lucas nos ofrece un dato que sigue la misma dirección, haciendo notar que este diálogo con los discípulos se desarrolló mientras Jesús « estaba orando a solas » (Lc 9,18). Ambas indicaciones nos hacen tomar conciencia del hecho de que a la contemplación plena del rostro del Señor no llegamos sólo con nuestras fuerzas, sino dejándonos guiar por la gracia. Sólo la experiencia del silencio y de la oración ofrece el horizonte adecuado en el que puede madurar y desarrollarse el conocimiento más auténtico, fiel y coherente, de aquel misterio, que tiene su expresión culminante en la solemne proclamación del evangelista Juan: « Y la Palabra se hizo carne, y puso su Morada entre nosotros, y hemos contemplado su gloria, gloria que recibe del Padre como Hijo único, lleno de gracia y de verdad » (Jn 1,14).