VI Domingo de Pascua (Jn 14,15-21) ANTÍFONA DE ENTRADA (Is 48-20)

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VI Domingo de Pascua
Yo le pediré al Padre que os dé otro Defensor
(Jn 14,15-21)
ANTÍFONA DE ENTRADA (Is 48-20)
Con gritos de júbilo anunciadlo y proclamadlo hasta el confín de la tierra. Decid: el Señor ha
redimido a su pueblo. Aleluya.
ORACIÓN COLECTA
Concédenos, Dios todopoderoso, continuar celebrando con fervor estos días de alegría en honor de
Cristo resucitado; y que los misterios que estamos recordando transformen nuestra vida y se
manifiesten en nuestras obras.
PRIMERA LECTURA (Hch 8,5-8.14-17)
Les imponían las manos y recibían el Espíritu Santo
Lectura del Libro de los Hechos de los Apóstoles
En aquellos días, Felipe bajó a la ciudad de Samaria y predicaba allí a Cristo. El gentío escuchaba
con aprobación lo que decía Felipe, porque habían oído hablar de los signos que hacía, y los estaban
viendo: de muchos poseídos salían los espíritus inmundos lanzando gritos, y muchos paralíticos y
lisiados se curaban. La ciudad se llenó de alegría.
Cuando los apóstoles, que estaban en Jerusalén, se enteraron de que Samaria había recibido la
palabra de Dios, enviaron a Pedro y a Juan; ellos bajaron hasta allí y oraron por los fieles, para que
recibieran el Espíritu Santo; aún no había bajado sobre ninguno, estaban sólo bautizados en el
nombre del Señor Jesús. Entonces les imponían las manos y recibían el Espíritu Santo.
SALMO RESPONSORIAL (65, 1-3a. 4-5. 6-7a. 16 y 20)
R/. Aclamad al Señor, tierra entera.
0 bien: Aleluya.
Aclamad al Señor, tierra entera;
tocad en honor de su nombre,
cantad himnos a su gloria.
Decid a Dios: «¡Qué temibles son tus obras!» R/
Que se postre ante ti la tierra entera,
que toquen en tu honor, que toquen para tu nombre.
Venid a ver las obras de Dios,
sus temibles proezas en favor de los hombres. R/.
Transformó el mar en tierra firme,
a pie atravesaron el río.
Alegrémonos con Dios,
que con su poder gobierna eternamente. R/.
Fieles de Dios, venid a escuchar,
os contaré lo que ha hecho conmigo.
Bendito sea Dios, que no rechazó mi súplica
ni me retiró su favor. R/.
SEGUNDA LECTURA (Pe 3,15-18)
Murió en la carne, pero volvió a la vida por el Espíritu
Lectura de la Primera Carta del Apóstol San Pedro
Queridos hermanos: Glorificad en vuestros corazones a Cristo Señor y estad siempre prontos para
dar razón de vuestra esperanza a todo el que os la pidiere; pero con mansedumbre y respeto y en
buena conciencia, para que en aquello mismo en que sois calumniados queden confundidos los que
denigran vuestra buena conducta en Cristo; que mejor es padecer haciendo el bien, si tal es la
voluntad de Dios, que padecer haciendo el mal. Porque también Cristo murió por los pecados una
vez para siempre: el inocente por los culpables, para conducirnos a Dios. Como era hombre, lo
mataron; pero, como poseía el Espíritu, fue devuelto a la vida.
ACLAMACIÓN AL EVANGELIO (Jn 14, 23)
R/. Aleluya, aleluya
El que me ama guardara mi palabra --dice el Señor--, y mi Padre lo amará, y vendremos a él.
R/. Aleluya, aleluya
EVANGELIO (Jn 14, 15-21)
Yo le pediré al Padre que os dé otro Defensor
Lectura del Santo Evangelio según San Juan
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Si me amáis, guardaréis mis mandamientos. Yo le
pediré al Padre que os dé otro defensor, que esté siempre con vosotros, el Espíritu de la verdad. El
mundo no puede recibirlo, porque no lo ve ni lo conoce; vosotros, en cambio, lo conocéis, porque
vive con vosotros y está con vosotros. No os dejaré huérfanos, volveré. Dentro de poco el mundo no
me verá, pero vosotros me veréis y viviréis, porque yo sigo viviendo. Entonces sabréis que yo estoy
con mi Padre, vosotros conmigo y yo con vosotros. El que acepta mis mandamientos y los guarda,
ése me ama; al que me ama lo amará mi Padre, y yo también lo amaré y me revelaré a él.»
Se dice «Credo»
ORACIÓN SOBRE LAS OFRENDAS
Que nuestra oración, Señor, y nuestras ofrendas sean gratas en su presencia, para que así,
purificados por tu gracia, podamos participar más dignamente en los sacramentos de tu amor.
Prefacio Pascual
ANTÍFONA DE COMUNIÓN (Jn 14,15-16)
Si me amáis, guardaréis mis mandamientos, dice el Señor. Yo le pediré al Padre que os dé otro
defensor, que esté siempre con vosotros. Aleluya.
ORACIÓN DESPUÉS DE LA COMUNIÓN
Dios todopoderoso y eterno, que en la resurrección de Jesucristo nos has hecho renacer a la vida
eterna; haz que el alimento de salvación que acabamos de recibir, fortalezca nuestras vidas.
LECTIO
El evangelio que acabamos de leer es prácticamente continuación del que leímos la semana pasada.
Es una teología muy elaborada de la presencia de Dios en la primera comunidad. El evangelio de
Juan escenifica esa teología y la pone en boca de Jesús. Juan trata de hacer ver a los cristianos de
finales del siglo primero, que no estaban en inferioridad de condiciones con relación a los que
habían conocido a Jesús; por eso es tan importante este tema, también para nosotros hoy. Nos pone
ante la realidad de Jesús vivo que nos hace vivir a nosotros con la misma Vida que él tenía antes y
después de su muerte; y que ahora se manifiesta de una manera nueva. Se trata de la misma Vida de
Dios. Esto explica que entre en juego un nuevo protagonista: el Espíritu.
Y Yo rogaré al Padre, y él les dará otro Paráclito para que esté siempre con
ustedes
El tiempo pascual está flechado hacia Pentecostés. Cristo glorificado ha sido constituido “Espíritu
vivificante” (1 Cor 15, 45), donador permanente del Espíritu que da la vida. Por eso hemos de
desear crecientemente el gran Don de Cristo Resucitado, acercándonos a Él sedientos (Jn 7,37).
Ustedes, en cambio, lo conocen, porque El permanece con ustedes y estará en ustedes.
Esperamos una acción más abundante del Espíritu Santo en nosotros, pero ya está en nosotros; más
aún, está “siempre”. Por ello podemos tener experiencia de su acción en nosotros. ¿Quién dijo que
es difícil la relación con el Espíritu Santo? Podemos relacionarnos con Él y experimentar su acción.
Es Defensor. Nos defiende del pecado y del Maligno. Por eso no tiene sentido “estar a la
defensiva”. Se trata más bien de abandonarse a su acción, de entregarse dócilmente al impulso
omnipotente del Espíritu: “Si vivimos por el Espíritu, marchemos tras el Espíritu” (Gal 5,25), pues
“si vivís según el Espíritu no daréis satisfacción a las apetencias de la carne” (Gal 5,16).
Es también Espíritu de la verdad, porque nos revela a Cristo, que es la Verdad, nos ilumina para
conocerle, nos mueve a amarle, a seguirle, a cumplir sus mandatos, a dar la vida por Él. Nos libra
del error de nuestra ceguera natural y de nuestro pecado y nos conduce a la verdad plena, no
fragmentaria y parcial, sino total.
“El que me ama, será amado por mi Padre, y Yo lo amaré y me manifestaré a él”.
Es cierto que Cristo es el primero en amarnos y que nos ama de manera incondicional. Pero también
es cierto que Cristo se da más plenamente al que va respondiendo a su amor, es decir, al que le
busca intensamente, al que desea agradarle en todo, al que cumple su voluntad, al que se entrega sin
reservas. A éste, Cristo se le da a conocer, le abre su intimidad, le comunica sus secretos, acrecienta
la comunión con él de manera insospechada.
1. Si ustedes me aman, cumplirán mis mandamientos”
En este relato del discurso de despedida, Jesús ayuda a sus discípulos a entender el sentido y el
valor de su ir al Padre, y por todo el amor que les tiene, los reconforta por la pena que esta
separación produce en ellos. Esta consolación toma el significado concreto de una salida de sí para
adherirse plenamente a la voluntad de Dios. La pascua estará completa si también los discípulos
hacen su éxodo como Cristo. El éxodo que deben realizar no es ya de naturaleza geográfica, sino de
orden espiritual, y se condensa en una actitud de obediencia, tal como comienza el Evangelio con
las palabras de Jesús, “Si ustedes me aman, cumplirán mis mandamientos”. Es así como este relato
se desenvuelve bajo el tema del “amor.” Y a los que le aman les aguarda una triple “venida.”
El amor a Jesús no es un sentimiento, sino una vida fiel a su Palabra; tampoco es un sentimiento el
amor de Jesús por los hombres. El amor es una persona, es Dios mismo, es el Espíritu Santo, que
une al Hijo con el Padre en la eternidad y que ha sido derramado en el corazón de los creyentes (cf.
Rom 5,5).
2. Jesús promete la “venida” del paráclito en su ausencia.
Jesús, rogará al Padre por los que le aman, amor garantizado con cumplir “mis mandamientos,” que
son los mandamientos de Dios — Jesús se pone en la línea de Dios encarnado — para que les dé
“otro Paráclito.” El sentido de esta última palabra puede ser múltiple, conforme a su etimología En
el Ν. Τ. sólo sale en san Juan y en su primera carta tiene el sentido específico de “abogado,” que es
el sentido más ordinario, junto con el de “intercesor,” con cuyos sentidos aparece en el literatura
rabínica. Pero puede tener otros significados distintos. Para valorar su sentido en este contexto hay
dos elementos.
Uno es que Cristo pide al Padre que les dé “otro Paráclito” en su ausencia. Cristo es, pues, un
Paráclito. De aquí se deduce una enseñanza dogmática de gran importancia; al ser el Paráclito otro
ser al modo de Cristo, se sigue que es una persona y divina y, además, va a sustituir a Cristo en su
oficio: continuar, en forma misteriosa, la misión de Cristo en los hombres.
3. “Él nos dará otro paráclito para que esté siempre con Nosotros”
Pero el contexto que permite matizarlo más, es el “paralelo” (v.26). Según él, esta misión es
“docente.” El Espíritu Santo “les enseñará todas las cosas y les traerá a la memoria todas las cosas
que les dije.” Se trata, pues, de una acción del Paráclito en ellos por una sugerencia interna,
preferentemente al menos, si no exclusiva, como lo relata mas adelante san Juan: “Cuando venga él,
el Espíritu de la verdad, les guiará hasta la verdad completa; pues no hablará por su cuenta, sino
que hablará lo que oiga, y les anunciará lo que ha de venir. El me dará gloria, porque recibirá de
lo mío y se lo anunciará a ustedes” (Jn 16:13.14), es la enseñanza de Cristo. Por esta obra
“docente” es por lo que el Paráclito es llamado aquí “Espíritu de verdad”; lo mismo que por ser el
Espíritu de Cristo, que es “la Verdad” (Jn 16:4).
En cambio, el “mundo,” que en Juan suele tener sentido peyorativo, no lo puede “recibir,” porque,
sumido en tinieblas y mentira: “Y el juicio está en que vino la luz al mundo, y los hombres amaron
más las tinieblas que la luz, porque sus obras eran malas.” (Jn 3:19), no le “ve ni le conoce.” Pero
a ellos, por la oración de Cristo, el Padre “él les dará otro Paráclito para que esté siempre con
ustedes”
4. Promesa de la “venida” del mismo Cristo
Es así como Cristo promete también “su venida” a los apóstoles y a todo aquel “que recibe mis
mandamientos” Como antes, la perspectiva se sale el solo círculo apostólico. Va “a todo aquel”
que “recibe” los mandamientos de Cristo — “mis mandamientos”; otra vez se legislan los mismos
preceptos de Dios como suyos — y los “guarda.” La fe con obras es tema repetido en el evangelio
de San Juan lo mismo que en su primera epístola.
¿A qué se refiere esta “venida” de Cristo después de resucitado? A la parusía no, ya que todos lo
verán y será el momento de la definitiva reunión con él.
Y aquí parece haber relación entre el momento de amarle y la presencia en el creyente. Se debe,
pues, de referir, si no exclusiva, al menos sí preferentemente, a una “venida” espiritual y
permanente. Por eso parecen excluirse de este intento directo las apariciones de Cristo resucitado
como se relata en 1 Corintios: “Que se apareció a Cefas y luego a los Doce; después se apareció a
más de quinientos hermanos a la vez, de los cuales todavía la mayor parte viven y otros murieron.
Luego se apareció a Santiago; más tarde, a todos los apóstoles etc. 15:6.7), ya que estas
apariciones fueron esporádicas y carismáticas.
5. “Aquel día comprenderán que yo estoy en mi padre, y que Ustedes están en mí y yo en
ustedes”.
Los efectos o frutos de esta venida se los presenta en dos aspectos. Uno es que “me veréis” porque
“Yo vivo y también ustedes vivirán” Siendo Cristo la Vida y no pudiendo hacerse nada “sin El,” no
obstante, después de la resurrección será el momento de la plenitud torrencial de todo tipo de
gracias — toda vida espiritual y divina — , que se inaugurará cuando El “envíe” el Espíritu Santo.
Él vive después de la tragedia de la muerte, y porque El derrama, normal y totalmente, esa vida es
por lo que ellos vivirán colmadamente su vida.
Otro fruto es que “en aquel día,” frase usada en los profetas, conque se expresan las grandes
intervenciones de Dios, y que, como aquí, puede indicar todo un período, “Aquel día comprenderán
que Yo estoy en mi Padre, y que ustedes están en mí y Yo en ustedes”.
Por efecto de estas gracias que van a recibirse en abundancia después de Pentecostés — bien lo
experimentaron en su plena transformación ese día los apóstoles — , van a comprender por efecto
de gracias de todo tipo, iluminaciones intelectuales y experimentaciones sobrenaturales, aunque en
grados diversos, lo que tanto les costaba comprender en la vida de Cristo: que “Él está con el
Padre”; que es el verdadero Hijo de Dios; que “El está con ellos” como Dios y como “Vid,” que les
dispensa toda gracia, sin cuya unión a El nada pueden sobre naturalmente; y que “ellos están en El,”
por la necesidad de su unión vital de “sarmientos,” y como “miembros” del Cuerpo místico. Y todo,
aunque en grados diversos, sabido con certeza y experimentando de un modo íntimo y maravilloso.
6. “El que recibe mis mandamientos y los cumple, ese es el que Me ama”
Es el tema de la donación del Espíritu Santo, tan marcado en Juan, hasta decir que “el Espíritu
Santo aún no había sido dado porque Jesús no había sido glorificado” (Jn7:39); lo mismo que por
la misión doctrinal con que aquí aparece, y por su paralelo con otros pasajes de este mismo discurso
de la cena; “Cuando venga el Paráclito, que yo les enviaré de junto al Padre, el Espíritu de la
verdad, que procede del Padre, él dará testimonio de mí.” (Jn 15:26; 16:5-15), esta promesa futura
se refiere a la donación oficial del Espíritu Santo en Pentecostés, pero prolongada indefinidamente
en la Iglesia y en las almas de los que lo reciben. Esta acción del Paráclito entre ellos: “les enseñará
todas las cosas y les traerá a la memoria todas las cosas que les dije.”
En la vida de la Iglesia todo se mueve al son del Espíritu: él es quien ora en los que oran; él es quien
guía a la verdad completa; es también él quien mueve al arrepentimiento a los que han caído en
pecado y abre los corazones a la conversión; él es quien hace comprender la inefable unidad entre el
Padre y Jesús, y quien introducirá en ella a los discípulos. Su presencia es para cada hombre la
prenda de la misma vida eterna, de la manifestación plena del rostro de Dios y de la comunión total
con él: “El que recibe mis mandamientos y los cumple, ese es el que me ama; y el que me ama, será
amado por mi Padre, y Yo lo amaré y me manifestaré a él”.
Apéndice
CATECISMO DE LA IGLESIA CATÓLICA
Jesús anuncia el envío del Espíritu Santo
243: Antes de su Pascua, Jesús anuncia el envío de «otro Paráclito» (Defensor), el Espíritu Santo.
Este, que actuó ya en la Creación y «por los profetas», estará ahora junto a los discípulos y en ellos,
para enseñarles y conducirlos «hasta la verdad completa» (Jn 16, 13). El Espíritu Santo es revelado
así como otra Persona divina con relación a Jesús y al Padre.
El “Paráclito” o “Defensor”
692: Los apelativos del Espíritu Santo: Jesús, cuando anuncia y promete la Venida del Espíritu
Santo, le llama el «Paráclito», literalmente «aquel que es llamado junto a uno», «advocatus» (Jn 14,
16.26; 15, 26; 16, 7). «Paráclito» se traduce habitualmente por «Consolador», siendo Jesús el
primer consolador. El mismo Señor llama al Espíritu Santo «Espíritu de Verdad» (Jn 16, 13).
693: Además de su nombre propio, que es el más empleado en el libro de los Hechos y en las cartas
de los apóstoles, en S. Pablo se encuentran los siguientes apelativos: el Espíritu de la promesa,
elEspíritu de adopción, el Espíritu de Cristo (Rom 8, 11), el Espíritu del Señor (2 Cor 3, 17), el
Espíritu de Dios (Rom 8, 9.14; 15, 19; 1 Cor 6, 11; 7, 40), y en S. Pedro, el Espíritu de gloria (1 Pe
4, 14).
El Señor revela plenamente el Espíritu Santo y su misión
727: Toda la misión del Hijo y del Espíritu Santo en la plenitud de los tiempos se resume en que el
Hijo es el Ungido del Padre desde su Encarnación: Jesús es Cristo, el Mesías.
728: Jesús no revela plenamente el Espíritu Santo hasta que Él mismo no ha sido glorificado por su
Muerte y su Resurrección. Sin embargo, lo sugiere poco a poco, incluso en su enseñanza a la
muchedumbre, cuando revela que su Carne será alimento para la vida del mundo. Lo sugiere
también a Nicodemo, a la Samaritana y a los que participan en la fiesta de los Tabernáculos. A sus
discípulos les habla de Él abiertamente a propósito de la oración y del testimonio que tendrán que
dar.
729: Solamente cuando ha llegado la hora en que va a ser glorificado, Jesús promete la venida del
Espíritu Santo, ya que su Muerte y su Resurrección serán el cumplimiento de la Promesa hecha a
los Padres: El Espíritu de Verdad, el otro Paráclito, será dado por el Padre en virtud de la oración de
Jesús; será enviado por el Padre en nombre de Jesús; Jesús lo enviará de junto al Padre porque Él ha
salido del Padre. El Espíritu Santo vendrá, nosotros lo conoceremos, estará con nosotros para
siempre, permanecerá con nosotros; nos lo enseñará todo y nos recordará todo lo que Cristo nos ha
dicho y dará testimonio de Él; nos conducirá a la verdad completa y glorificará a Cristo. En cuanto
al mundo, lo acusará en materia de pecado, de justicia y de juicio.
730: Por fin llega la hora de Jesús: Jesús entrega su espíritu en las manos del Padre en el momento
en que por su Muerte es vencedor de la muerte, de modo que, «resucitado de los muertos por la
Gloria del Padre» (Rom 6, 4), en seguida da a sus discípulos el Espíritu Santo dirigiendo sobre ellos
su aliento. A partir de esta hora, la misión de Cristo y del Espíritu se convierte en la misión de la
Iglesia: «Como el Padre me envió, también yo os envío» (Jn 20, 21).
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