Fiebre persistente y calidad de vida

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FIEBRE PERSISTENTE Y CALIDAD DE VIDA
Si partimos de la definición sobre la calidad de vida de la OMS:como la percepción que un individuo tiene de
su lugar en la existencia, en el contexto de la cultura y del sistema de valores en los que vive y en relación con
sus objetivos, sus expectativas, sus normas, sus inquietudes. Influyendo en la salud física del sujeto, su estado
psicológico, su nivel de independencia, sus relaciones sociales, así con los elementos esenciales de su entorno,
la fiebre persistente por lo tanto puede deteriorar algunos de estos aspectos, disminuyendo la calidad de vida
de quien la sufre, variando esta percepción según la edad de la persona.
La fiebre cursa varias sintomatologías, dependiendo de los síntomas pueden verse alterados diferentes
patrones del funcionamiento del individuo.
En la dimensión psicológica ante la fiebre persistente la persona puede sufrir el riesgo de tener un
afrontamiento inefectivo al verse incapaz de satisfacer sus necesidades básicas ya que le falta confianza en sí
mismo para hacer frente a esta nueva situación.
La persona puede sentirse asustada, excitada, inquieta o atemorizada, dichas características están relacionadas
con el temor, que es producido por una falta de familiaridad con la hospitalización o por el desconocimiento
de las técnicas o procedimientos hospitalarios.
El miedo que sufren puede estar originado por una desagradable vivencia anterior por el mismo o por parte de
un familiar, ante la novedad que este cambio produce o por el desconocimiento de cual va a ser su futuro a
partir de este momento.
Por otra parte, también puede correr el riesgo de tener una baja autoestima manifestada hacía el sentimiento de
incapacidad de afrontar esta situación mediante expresiones de desesperación e inutilidad, pudiendo provocar
un déficit en su auto cuidado como puede ser en la higiene, alimentación, acicalamientoetc. por la debilidad o
falta de motivación.
Sus creencias espirituales, personales y religiosas también pueden correr el riesgo de verse afectadas o
deterioradas por la incapacidad para participar en los ritos de su tradición religiosa por el desconocimiento de
estos servicios a nivel hospitalario o por no poder acceder a ellos por su deterioro físico.
En la dimensión social la interacción con otras personas como puede ser la familia, allegados o personal
sanitario puede verse afectada, ya que la persona puede manifestar un cierto desinterés por el entorno que le
rodea. Llegando a poder producir una depresión de situación o por agotamiento ante la incapacidad para
mantener las actividades diarias, pudiendo desaparecer cuando la persona recupera dicha capacidad para
mantener estas actividades.
La persona se siente que va perdiendo su independencia al necesitar a otras personas para suplir o cubrir
totalmente sus necesidades diarias.
Sus relaciones sociales con la familia, amigos o el equipo sanitario pueden deteriorase por la incomunicación
ante el aislamiento hospitalario o por la falta de movilidad para desplazarse y relacionarse con otras personas
viéndose afectado su rol social.
En cuanto a la dimensión física esta persona sufre un aumento de su actividad metabólica por la hipertermia,
pudiéndole ocasionar un riesgo de intolerancia a la actividad por una falta de energía fisiológica o psicológica
para realizar sus funciones por el cansancio que presenta.
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A consecuencia de la sudoración puede padecer un déficit de volumen de líquidos por la excesiva temperatura
corporal.
Su patrón de sueño también puede verse deteriorado por la preocupación o incertidumbre que precede por el
cambio brusco producido al estar en un ambiente extraño o fuera de lo habitual, afectando con mayor
consideración a niños o personas mayores.
Su movilidad física puede sufrir un deterioro siendo más acentuado en personas mayores ante el malestar o
disminución de su fuerza física, pudiendo ocasionar un deterioro de su integridad cutánea motivado por la
elevada estancia en cama. Estas personas también corren el riesgo de padecer caídas por su debilidad física.
En cuanto a su alimentación pueden mostrarse inapetentes por el cambio en el tipo de alimentos ingeridos,
pudiéndose ver afectados sus patrones de eliminación intestinal y urinaria por la inadecuada ingesta de
alimentos y líquidos, por la falta de intimidad, por la insuficiente actividad física o por la fatiga generalizada
que presentan para desplazarse hasta el baño.
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