1. Concepto de feudalismo. Características y su evolución en la... Diccionario de términos básicos para la Historia

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1. Concepto de feudalismo. Características y su evolución en la Historia.
Según el Diccionario de términos básicos para la Historia, la palabra feudalismo proviene de la palabra latina
foedus, que significa pacto o trato. Se trata de un sistema o modo de producción en el que, dentro de una
economía cerrada y autosuficiente, de predominio agrario y baja producción, los grupos sociales se
estructuran de acuerdo con la posesión de la tierra, siendo la relación señor/siervo (servidumbre) la que
determina la manera de producir, y que, al establecer vínculos de dependencia personal, da lugar a una
fragmentación extrema del poder político y a una escasa movilidad social, propiciando una mentalidad
dominada por lo religioso.
Durante mucho tiempo se entendió por feudalismo el conjunto de normas que fijaban las relaciones entre
señor y vasallo dentro del grupo cuya función es la guerra; es decir, el feudalismo institucional o jurídico.
Sin embargo, es evidente que tanto la existencia como las prerrogativas de que goza el estamento militar, o
casta guerrera, están en estrecha dependencia con la organización socioeconómica, que es la base esencial de
la sociedad feudal, en la que la institución vasallática solo es un aspecto del sistema. Las continuas polémicas
sobre el feudo han llevado a la creación de modelos en los que se intenta establecer los requisitos que debe
reunir un sistema socioeconómico feudal, para así poder aplicarlo a una realidad concreta y determinar si
puede ser calificada de feudal, en qué grado y si únicamente presenta algunos rasgos feudales por estar en una
etapa de transición. Uno de estos modelos es el que presenta las siguientes características para el feudalismo:
• Predominio absoluto del sector agrario en la economía.
• Monopolio de la propiedad agraria por parte de una aristocracia guerrera que la sustrae a los
mecanismos de compra−venta favoreciendo la concentración y amortización.
• Las fuerzas productivas empleadas en la agricultura (los campesinos) distribuyen su tiempo y esfuerzos
entre los mansos familiares y la reserva señorial.
• El campesino es obligado a proporcionar la mayor parte de las prestaciones personales en forma de
trabajo en la reserva del señor, a parte de las rentas, generalmente en especie.
• El campesino queda inserto en una estructura que le impide la movilidad social y territorial.
• La producción artesanal queda comprendida dentro del dominio señorial o dentro de organizaciones
gremiales, en el caso de existencia de ciudades.
• Ausencia de toda intervención del estado dirigida a regular la vida económica.
• Tendencia del estamento privilegiado al consumo de lujo como forma de distinción social.
Según ésto, el feudalismo no puede ser concebido como un sistema exclusivo de Occidente ni de la Europa
medieval, sino que ha aparecido en distintos lugares y en diferentes épocas; así, formas feudales se han dado
en el Egipto faraónico, Mesopotamia, India, China, Japón e incluso hoy existen sociedades en las que
perviven rasgos feudales.
Muchos países del tercer Mundo están en la etapa de transición del sistema feudal al capitalista. En Europa,
vestigios del feudalismo perduran hasta fechas muy avanzadas: en Francia e Inglaterra, hasta el siglo XVIII, y
en España, Polonia y Rusia hasta el siglo XIX. En ésta última, después de la abolición de la servidumbre, se
dan prestaciones feudales hasta la revolución de 1917.
1.1. Origen del feudalismo.
El origen del feudalismo europeo de la Edad Media hay que buscarlo en la transición del esclavismo, propio
del mundo mediterráneo, al feudalismo, que se inicia con la crisis del siglo III, debida a la cada vez mayor
dificultad para adquirir esclavos baratos (las guerras de conquista son raras), a su peligrosidad y a su escasa
productividad.
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Como solución de repuesto se va imponiendo el sistema de entregar las tierras en arriendo a los colonos libres
jurídicamente, pero sujetos a los grandes propietarios a través de deudas contraídas con ellos, transmitidas de
padres a hijos. Para evitar la huida ante los cada vez mayores impuestos, el Estado ordenará su adscripción a
la tierra.
Hacia el siglo IV se consolida un latifundismo autosuficiente e inmune, que llevará a la ruina del comercio y
de las ciudades. La aparición del feudalismo se verá favorecido con la aparición de las formas prefeudales de
los germanos: vínculos personales de dependencia entre guerreros libres, que juraban fidelidad a un rey o un
señor a cambio de subsistencia, armamento y hospedaje; existencia de hombres no libres adscritos a la tierra,
carentes de derechos, cuya condición es transmitida por herencia, así como semilibres, que carecían de
libertad de movimientos y estaban obligados a determinados servicios o prestaciones a un patrón.... además,
los obstáculos al comercio mediterráneo impuestos por la conquistas islámicas del siglo VII acelerarán esta
ruralización que impulsará el proceso hacia el feudalismo. Éste, iniciado en el siglo IV, no llega a su madurez
hasta el siglo IX, en que alcanza su organización más completa. El período de florecimiento depende de los
países, abarcando en Europa desde comienzos del s.IX a principios del XIII, en que inicia su evolución.
Así, podemos decir que uno de los orígenes del feudalismo europeo es la crisis del Estado romano que dará
lugar a un período de inseguridad que llevó a muchos hombres libres a buscar la protección de los poderosos
mediante la encomendación o patrocinio, pacto entre dos hombres libres, por el que uno pasa a la jurisdicción
del otro al que entrega su patrimonio e incluso la libertad.
1.2. Características del feudalismo.
La sociedad feudal presenta un esquema estructural de tipo piramidal, en cuya cúspide está el rey, y que
presenta dos cuerpos diferenciados, cuya relación se determina según el modo de producción: los poseedores
de la tierra que luchan (bellatores, es decir, la nobleza en sus distintos grados) o que rezan (oratores, que
forman el clero) y los que trabajan (laboratores o campesinos diversos).
El orden eclesiástico no compone sino un solo cuerpo. En cambio la sociedad está dividida en tres ordenes.
Aparte del ya citado la ley reconoce otras dos condiciones: el noble y el siervo, que no se rigen por la misma
ley. Los nobles son los guerreros, los protectores de las esglesias. Defienden a todo el pueblo, a los grandes
lo mismo que a los pequeños y al mismo tiempo se protegen ellos mismos. La otra clase es la de los siervos.
Esta raza de desgraciados no posee nada sin sufrimiento. Provisiones y vestidos son suministrados a todos
por ellos, pues los hombres libres no pueden valerse sin ellos. Así pues la Ciudad de Dios, que es tenida como
una, en realidad es triple. Unos rezan, otros luchan y otros trabajan. Los tres órdenes viven juntos y no
sufrirán separación. Los servicios de cada uno de estos órdenes permiten los trabajos de los otros dos. Y
cada uno a su vez presta apoyo a los demás. Mientras esta ley ha estado en vigor, el mundo ha estado en paz.
ADALBERON: Carmen ad Rotberthum regem francorum. (Año 998)
(Sacado de Historia de las civilizaciones y del arte.)
Dicha relación es la esencia del sistema feudal. La organización interna y la categorías dentro de cada cuerpo
son secundarias y diferentes según los países. En el prototipo europeo, el primer cuerpo se organiza siguiendo
una jerarquización feudal cuyas relaciones están fijadas por unas instituciones que incluyen un estatuto
jurídico especial que les permite concentrar la propiedad en sus manos, aumentar su poder político costa del
poder central y, sobre todo, crear un grupo social privilegiado con una mentalidad y forma de vida idealizadas
en un código caballeresco.
La principal institución era el pacto por el que, mediante la ceremonia del homenaje, donde se establecía el
vasallaje. A través de un juramento de fidelidad , un vasallo vinculaba sus servicios militares a un señor a
cambio de su protección y de un beneficio hereditario, que consistía en la cesión de tierras, rentas o cargos
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públicos y que recibía el nombre de feudo
Los feudos ocupaban la mayoría de las tierras, de aquí que hayan dado nombre al sistema, aunque también
existieron latifundios y señoríos que no habían tenido este origen, pero en los que se utiliza el mismo sistema
de producción, basado en la dependencia del campesino. Incluso conforme decae el feudalismo, la
denominación de vasallo, en su origen sólo atribuida a las relaciones dentro de la casta guerrera, se extenderá
al campesinado.
Los feudos fueron otorgados tanto a los señores laicos como eclesiásticos, y los más importantes de ellos
consiguieron una inmunidad más o menos amplia, y que podía abarcar diversos privilegios, desde el estar
exento de impuestos, hasta una cierta autonomía del poder real, sustituido por el del señor, que ejercía la
jurisdicción sobre una población al margen del control del Estado. Estaba prohibida la entrada en estos feudos,
llamados señoríos inmunes, incluso a los agentes reales, lo que supuso una debilitación del poder real al no
ejercer el dominio de amplios territorios y poblaciones del reino y un fortalecimiento del poder nobiliario.
La organización del trabajo en el feudo estaba fijado a la estructura de la propiedad de la tierra, que presentaba
dos formas principales: el alodio, o tierra exenta de cargas, cuyo propietario podía venderla, legarla o
transmitirla a sus herederos libremente, y el señorío, o territorio sujeto al dominio de un señor, pero en el que
se dan tres formas de posesión y explotación:
• El dominio o reserva señorial: núcleo originario concedido como feudo, de uso exclusivo del señor,
que la cultiva mediante los siervos, a quienes alimenta y que dependen de él directamente, y con
prestaciones de los colonos (debían trabajar en las tierras del señor unos días a la semana).
• Las tenencias familiares o mansos, parcelas cultivadas por colonos de forma usufructuaria (no
podían venderlas) mediante el pago al señor de determinadas prestaciones y censos.
• Las tierras comunales, bosques y pastos que son aprovechados por los campesinos a cambio de
determinados atributos.
Conforme avanza el feudalismo, la tierra alodial disminuye en favor de los señoríos, y la distinción entre
campesinos libres o siervos tiende a desaparecer en favor de la división radical entre propietarios/no
propietarios. Los colonos y los siervos son equiparados cuando los señores comienzan a liberar a sus siervos,
poco rentables, dándoles mansos, para así aumentar sus rentas y obligarlos a prestaciones en épocas de
trabajo. Ambos quedan adscritos a la tierra que trabajan y que no pueden abandonar sin permiso del señor
(servidumbre de la gleba). El señor ejercía, dentro de su feudo o señorío, una serie de competencias y
derechos que variaban según los lugares, en razón a la mayor o menor debilidad del poder real. Entre ellos:
• el poder judicial (a veces los campesinos libres dependen de los tribunales reales para ciertos
delitos). El tribunal señorial podía cobrar multas al culpable de un delito en concepto de
indemnización por el daño causado.
• Las rentas y derechos señoriales, derivados de la propiedad del feudo o de la jurisdicción otorgada
por los reyes.
Los principales eran: las rentas de las tenencias campesinas, en especie y dinero.
Este fragmento del cartulario de Saint Vicent de Mâçón especifica lo que deben pagar al señor: al llegar la
Pascua, un cordero; el segar el heno, seis piezas de moneda; al segar el trigo, una comida y una medida de
avena; al vendimiar, doce denarios, tres panes y vino; al llegar la Cuaresma, un capón; a media Cuaresma,
seis monedas...;
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las prestaciones personales o corveas (trabajo en la reserva del señor: labrar, sembrar, segar, acarrear, leñear,
etc.); las banalidades o derechos del ban, consistentes en la prioridad que el señor tenía sobre los campesinos
para vender o comprar algo, así como los monopolios señoriales, que obligaban a los campesinos a usar el
horno, el molino, etc., del señor junto con el pago de una cantidad por las mercancías que atreviesen puentes
(pontazgo), caminos (peaje) o puertas de ciudades (portazgo); obligación de dar cobijo y comida en
determinadas fechas al señor y sus acompañantes; la talla, permitir al señor quedarse con la ganancia del
campesino cuando tuviese necesidad suponía el mayor abuso; finalmente el cobro de las rentas de altar
(bodas, bautizos, diezmos, etc.) de las iglesias construidas por el señor. Junto a estos derechos existían una
serie de prácticas habituales variables según los lugares, fruto de la arbitrariedad señorial y que recibían el
nombre de malos usos.
En el aspecto económico, el señorío se caracteriza por su autosuficiencia, debido a que la ausencia de un
comercio estable y regular frena el interés por producir más con vista a la venta o el incentivo por un mejora
de las técnicas y de la productividad; de ahí que, hasta que las ciudades no ofrezcan unas mercancías que
atraigan los deseos de compra de la aristocracia, ésta no intentará elevar sus rentas en especie o en dinero,
empeorando las condiciones del campesino y excitando las revueltas en el campo.
En cuanto al reparto de la producción entre las dos grandes formaciones sociales, mientras en el esclavismo
todo el producto va al dueño directamente, en el feudalismo el producto es recogido por el campesino, que
entrega una parte al señor. Esto significa que el sistema feudal supone un avance respecto al esclavista.
La ciudad también estuvo, durante un cierto tiempo, vinculada al señorío feudal. Los señores eran patronos de
la ciudad, cobraban ciertos tributos y garantizaban la ordenación del mercado. La ciudad proporcionaba
incluso rentas en metálico superiores al campo, por lo que los señores favorecían la prosperidad de los burgos
para aumentar sus rentas y poder adquirir los productos ofrecidos por el comercio.
Sin embargo, pronto surge la pugna entre señor y ciudad, en la que ésta luchará por liberarse de las cargas
señoriales; especialmente, lo conseguirán las ciudades de Italia y Flandes. La ciudad se irá zafando del sistema
feudal a partir del siglo XII, aunque en Europa, hasta el siglo XV, la población urbana no llegara al 10 % del
total.
Es en este siglo cuando el feudalismo entra en crisis en Europa occidental, aunque en la central y oriental se
mantendrán el pleno vigor hasta el siglo XIX. Los factores que intervienen en las crisis son variados: el
restablecimiento de las rutas comerciales del Mediterráneo, gracias a las cruzadas, con lo que resurgió la vida
urbana impulsada por mercaderes y artesanos cada vez más independientes del poder señorial ( ciudades
italianas y flamencas); y la crisis económica debida a la peste negra del siglo XIV y la guerra de los Cien
años, que estancarán las rentas de la nobleza por la despoblación de sus señoríos en el momento en que el
comercio les ofrece mayores artículos de lujo.
Será entonces cuando se produce un aumento de las cargas y prestaciones que da lugar a las revueltas
campesinas, denominadas jacqueries en Francia, algunas de las cuales triunfan, como las remensas catalanas,
en menoscabo del poder señorial, mientras otras son reprimidas cruelmente, como los movimientos
hermandiños en Galicia; en esta época, la monarquía se refuerza y comienza a apoyar a los burgos para
contrarrestar el poder de los nobles. Esto hace que se inicien en la ciudad formas de transición hacia el
capitalismo (técnicas mercantiles, acumulación capitalista, trabajo asalariado) que coexistirán con el
feudalismo en el campo hasta las revoluciones del siglo XIX.
1.3. El feudalismo en España.
En cuanto a los reinos de la península Ibérica, aunque solo en Cataluña, por su vinculación al reino franco, el
estamento militar se jerarquiza según los principios del vasallaje, se dan relaciones de producción
esencialmente feudales, si bien aparecen en diferentes grados y períodos.
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En el reino castellano−leonés, el proceso de feudalización es lento y peculiar, aunque la formación de señoríos
o feudos que conceden los reyes se inicia pronto, como podemos ver en este texto del siglo X:
Ordoño rey, a vos, padre Don Rosendo, obispo, salud en el Señor. Por la apacible autoridad que emana de
nuestra ordenación os damos y concedemos, para que lo protejáis, todo el feudo de vuestro padre, de
glorioso memoria, Gutierrez Menendez, es decir, el territorio desde Geiures hasta el río Caldas, territorio
que obtuvo nuestro tío, vuestro cuñado Jimeno Díaz y que lo tuvieron vuestros sobrinos Gonzalo y Vermudo y
perdieron, por sus crímenes y execrable infedilidad. Y también añadimos a esto y concedemos a vuestra
paternidad todas las heredades que se hallan en nuestro reino y que de vuestros parientes les correspondían
a estos criminales que hagáis con ellas lo que vuestra libre voluntad decida... Y tenga esto sanción perpetua.
Así pues, os sea concedida esta heredad arriba citada con todas sus dependencias hasta el mar, y con nuestra
autoridad os la entregamos par que la gobernéis y la promesa que hacemos por la Santa Trinidad, por esto y
por vuestra caridad, con la ayuda de Dios la declaramos irrevocable y perpetua. Y a nadie mandamos ni
permitimos que os perturbe allí, ni aun en lo más mínimo.
(Citado en el Diccionario de términos básicos para Historia.)
en un primer momento, siglo IX, los hombres libres son muy numerosos, especialmente en los territorios de
frontera con el Islam, ya que la conquista y colonización exigen que para que acudan el mayor número se
concedan ventajas (cartas pueblas, fueros) e incentivos como la apropiación de las tierras abandonadas.
Sin embargo, en los territorios alejados de Galicia, León, zona de los Pirineos, etc., los monarcas donan a la
Iglesia y a los nobles extensas propiedades, cuyos habitantes, anteriormente libres, caen en la dependencia de
algún monasterio o señor. Y el proceso se va repitiendo en aquellos territorios que se van alejando de la
frontera, cada vez más desplazada hacia el sur.
A este proceso de feudalización se añade el que algunos pequeños propietarios ceden sus tierras a nobles o
monasterios en pago de deudas, que a veces son devueltas en usufructo a cambio de prestaciones y rentas.
En León, la dependencia se transmite de padres a hijos, mientras en Castilla, donde la nobleza y clero tienen
menos poder en aquel momento, las villas y aldeas, llamadas de behetría o benefactoría, pueden elegir
libremente a su señor o dentro de un linaje. Con el tiempo esto desaparecerá y quedarán sometidas a las
mismas prestaciones que el resto de los campesinos.
Por encima de la situación jurídica entre libres (colonos) y no libres (siervos) lo que se impone es la situación
de dependencia o no dependencia a un señor y su territorio, y su transmisión a los descendientes. Los adscritos
a una tierra señorial reciben distintos nombres: foreros (pagan el tributo llamado foro), collazos y mezquinos,
en Aragón y Navarra; estantes y payeses, en Cataluña; vasallos, en Castilla y León, etc. Según el titular de
quien dependen tierras y poblaciones sea el rey, un abad, un señor o puedan elegir señor, se llamarán de
realengo, abadengo, señorío o behetría.
Por otra parte, desde el siglo X existieron instituciones feudales, tanto en León como en Castilla, con la
existencia de señoríos inmunes, como testifica esta carta del año 1049:
Yo, el citado rey Fernando y la reina Sancha: nos place y es nuestra voluntad que para remedio de nuestras
almas hagamos este santo lugar y a ti, el abad Pedro, y a todos lo clérigos y consagrados a Dios que allí
están, una escritura de conformación, de modo que en toda la tierra que en las escrituras de este monasterio
están recogidas, tanto villas como mandaciones, diligentísimamente con nuestra mente ordenamos de modo
que al que hiciere homicidio o rapto o no fuere al fonsado, no tenga licencia nuestro vicario para
inquietarlos, ni el conde ni el tiufado, ni ningún hombre en ningún tiempo tomarles pago por ello; sino que
tanto el homicidio como el rapto o la fonsadera o cualquier caloña que allí se produjere, corra por mano del
vicario de este monasterio, y sean concedidas por nuestras almas. Y en toda la sierra de San Torcuato hagan
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lo mismo. Y sean los términos del monasterio, desde Ave de Avicella, tal como vuestros escritos determinan.
Cuyos términos ningún hombre se atreva a traspasarlos para hacer mal, ni el vicario del rey ni de otro por
ninguna acción. Y si alguno lo hiciere y transgrediere esos términos, pague mal que hiciere conforme a la
sentencia de la ley y además un talento de oro.
Debido al conjunto de peculiaridades que se dan en el modelo peninsular se ha querido ver en él un sistema
diferente al feudal, el régimen señorial; sin embargo, las diferencias son de simple detalle: mientras en Francia
la inmunidad es impuesta por los señores, aquí es de concesión regia y puede ser revocada; la jurisdicción
señorial es más restringida, y ciertos casos quedan reservados a los tribunales reales; la acuñación de moneda
era reservada como regalía real, aunque algunos señores, como el arzobispo Gelmirez, llegaron a acuñar
moneda propia.
El proceso de feudalización se revitaliza a partir de las conquistas castellanas del siglo XIII, en que se expulsa
a los pobladores musulmanes de la meseta sur y se reparten las tierras entre los nobles que participan en ellas,
así como entre las órdenes militares, dando lugar a grandes latifundios, en donde establecen formas feudales
mientras en Europa ya empiezan a decaer.
Con el reparto de mercedes en forma de villas, tierras, rentas y derechos jurisdiccionales por Enrique II de
Trastámara a los nobles, el proceso de feudalización se acrecienta y se consolida definitivamente con el
establecimiento del mayorazgo (los señoríos pasan al hijo primogénito, sin que puedan repartirse o venderse).
Los latifundios se concentran cada vez más, adquiriendo la forma de verdaderos estados señoriales, en los que
el señor ejerce funciones similares a las del monarca en las tierras de realengo, a través de una organización de
funcionarios a sueldo, paralela a la real.
Estos señores recibían rentas que toman diversos nombres según los lugares, y que en Castilla y León eran la
martiniega (cantidad anual que se pagaba por San Martín), la fumadga o fogaje (por cada casa de la que
saliese humo y hubiese fuego, es decir, por cada casa habitada), el bovaje (por tenencia de bueyes, y se pagaba
bien en dinero o bien en labores); prestaciones en forma de trabajo y diversos servicios personales, como la
fazendera (construcción y reparación de caminos y puentes del señorío), castellaria (construcción y
reparación de castillos), anubda (deber de vigilar para evitar la sorpresa del enemigo), mandadería (servicio
de mensajería señorial a cambio de provisiones para el viaje), hospedaje y yantar (deber de alojar y alimentar
al señor y a sus enviados).
Junto a ésto, en algunos señoríos se practicaban abusos como los malos usos a que estaban sujetos los payeses
catalanes, abolidos por la sentencia arbitral de Guadalupe, de 1486, dada por Fernando el Católico.
Eran los siguientes: la intestia (el señor se quedaba con la mitad o la tercera parte de los bienes del payés que
moría sin testamento), exhorchia (el señor se quedaba con una parte de los bienes del payés fallecido sin
descendencia), la cugucia (el señor se quedaba con los bienes confiscados a la payesa adúltera o los repartía
con su marido, si éste no había consentido), arsia o arsina (compensación pagadera al señor si se incendiaba
casualmente el predio, como castigo a su negligencia), firma de spoli (cantidad que el señor recibía por
autorizar al payés a hipotecar tierras que tenía en garantía de la dote de la mujer o de la donación que el
esposo hacía a la desposada por razón de su virginidad), nodriza (práctica por la cual la payesa era obligada a
amamantar al hijo del señor), derecho de pernada (se ha relacionado con el abuso consistente en obligar a
pasar la primera noche a la desposada con el señor, que se practicó muy raramente, y también con la
ceremonia de pasar la pierna del señor por encima de la desposada tendida y en señal de sumisión; sin
embargo se refiere a la obligación de entregar al señor un pierna de los animales sacrificados por el payés) y la
remensa (el payés no podía abandonar la tierra que cultivaba si no pagaba al señor un precio de redención o
remensa, que éste fijaba arbitrariamente) que era el peor pues impedía librarse de los demás, abandonando el
señorío. Práctica similar a la remensa catalana también existió en Castilla.
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En cuanto a los pobladores de realengos y territorios sin ningún tipo de inmunidad, la Hacienda real recaudaba
parecidos tributos, llamados pechas, que es el nombre genérico que se da en la Baja Edad Media a todo tributo
o renta, tanto real como señorial. Además de aquellos estaban la fonsadera (pecha que se pagaba al rey por
redimirse de acudir al ejercito real, bien por no tener armas o por otras razones), la sisa (sobre los consumos),
morerías y juderías (cobrados exclusivamente a estos grupos), el monedaje maravedí o moneda forera
(tributo que se pagaba al rey cada cierto tiempo para que se pudiera acuñar conservando el valor nominal).
Aunque el feudalismo en España entra en crisis, como el resto de Occidente, las formas señoriales y de
dependencia campesina permanecerán hasta el siglo XIX, en que serán suprimidas por las cortes de Cádiz.
2. Características feudales a lo largo de la Historia.
En los siglos XIV y XV, se modifican las estructuras económicas y también las políticas, ya que la casta
guerrera pierde los poderes públicos debido a la recuperación del poder monárquico central y la aparición de
los ejércitos modernos, entonces el sistema feudal se descompone, entra en crisis. Pero, tras un periodo de
desorganización, el señorío rural (base económica del sistema feudal) se adapta a la nueva situación: la
protección regia permite a la nobleza feudal extraer mejor renta agraria y renovar su relación con los
campesinos sometidos (régimen señorial).
Aunque el régimen feudal como organización política−jurídica−social de poderes locales autónomos, decae
progresivamente, sobreviven estructuras, privilegios y modelos de comportamiento feudales con grandes
diferencias cronológicas, cualitativas y cuantitativas de país a país. A continuación pondremos tres paises de
ejemplos: Francia, España y Rusia.
La revolución francesa fue la primera en eliminar en Europa estas estructuras y privilegios feudales que
habían sobrevivido a la Edad Media. Antes de la revolución, encontramos en Francia que aún existen aduanas
interiores, que correspondían a las antiguas divisiones territoriales del feudalismo, aunque se había superado
el viejo régimen de servidumbre (que aún existiría en Europa Oriental y Rusia), la mayoría de tierras seguían
perteneciendo a la nobleza, el clero y la corona, y los campesinos seguían trabajándola en regimen de
arrendamiento, bajo una serie de cargas feudales y tributos señoriales.
En la Francia del siglo XVIII, el campesino aún seguía siendo obligado a entregar parte de la cosecha al
propietario de la tierra (generalmente una cuarta parte) o a pagarle su valor en dinero, así como a sastifacer
una serie de impuestos por las más variadas actividades: transportar cereales a través de un puente; uso del
molino u horno del señor, etc. Además de estas cargas señoriales, existían otros impuestos, como el diezmo
(equivalente a la décima parte de la cosecha) destinado a la Iglesia, y otros muchos en favor del rey: la talla
(impuesto de bienes), la vigésima (impuesto sobre los ingresos), o la capitación (impuesto por cabeza).
En España el régimen señorial no desaparece hasta la primera mitad del siglo XIX. A principios de este siglo,
la nobleza seguía poseyendo una gran porción de mayorazgos, propiedades rurales y urbanas, donde el señor
elegía a las autoridades municipales, recibía rentas y ejercía los derechos de señorío jurisdiccional,
prescribiendo diezmos y primicias, y disfrutando de monopolios de caza, pesca, molino, hornos... Será en las
Cortes de Cadiz (1808−1813) y durante el Trienio Liberal (1820 − 1823) cuando la nobleza española vea
desaparecer sus privilegios y señoríos feudales.
Es el 6 de agosto de 1811 cuando se aprueba en España la abolición de los señoríos jurisdiccionales, los
derechos que el señor poseía sobre sus vasallos y sobre la tierra, los monopolios (articulo 4, del decreto de 6
de agosto) y la coerción que la nobleza ejercía sobre el campesinado. También quedaron abolidas las
relaciones de vasallaje y los derechos jurisdiccionales de los señores, así como sus derechos a nombrar a las
autoridades municipales (articulo 14).
Iº. Desde ahora quedan incorporados a la Nación todos los señoríos jurisdiccionales de cualquiera clase y
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condición que sean.
IV.º Quedan abolidas (...) las prestaciones (...) que deban su origen a título jurisdiccional, a excepción de las
que procedan del contrato libre en uso del sagrado derecho de propiedad.
Vº. Los señoríos territoriales y solariegos quedan desde ahora en la clase de los demás derechos de
propiedad particular.
VIII.º Quedan abolidos los privilegios llamados exclusivos, privativos y prohibitivos que tengan el mismo
origen de señorío, (...) quedando al libre uso de los pueblos con arreglo al derecho común, y a las reglas
municipales establecidas en cada pueblo; sin que por esto los dueños se entiendan privados del uso que como
particulares pueden hacer.
XIV.º En adelante nadie podrá llamarse Señor de vasallos, ejercer jurisdicción, (...) ni usar de los privilegios
y derechos comprehendidos en este decreto (...)
(Extinción del régimen señorial. Decreto de 6 de agosto, 1811.)
En Rusia, el sistema señorial se mantuvo prácticamente intacto hasta el siglo XIX. A pesar del siglo en que
nos hayamos y la potencia militar del imperio, aún encontramos en Rusia un sistema económico feudal. En
este siglo, Rusia era un país retrasado donde la voluntad del zar era ley, el pueblo vivía aún en la servidumbre,
bajo la total autoridad de la aristocracia y el desarrollo económico era lento, pues aún estaba fundado en las
actividades agricolas y artesanales, mientras el occidente europeo estaba inmerso en plena industrialización.
No será hasta el reinado de Alejandro II cuando Rusia intentará abandonar sus sistemas feudales para lograr
un modernización que comenzará con la abolición de la servidumbre en el decreto de 19 de febrero de 1861,
cuando el zar les concede la libertad a los siervos.
Aunque este hecho marcará el inicio de un cierta modernización en Rusia, no será suficiente y hasta la
revolución de 1917, los campesinos seguirán estando obligados a realizar una serie de prestaciones a los
grandes propietarios de tierras.
Bibliografía.
• A. L. ABOS SANTABARBARA y A. MARCO MARTÍNEZ: Diccionario de términos básicos para
la Historia. Ed. Alhambra.
• Diccionario histórico de la Comunidad Valenciana. Dir. Manuel Cerdá. Ed. Diario Levante. Editorial
Prensa Valenciana S.A., 1.992.
• FERNANDEZ, LLORENS, ORTEGA y ROIG: Historia de las civilizaciones y del arte. Ed.
Vicens−Vives. 1986.
forma de organizar el trabajo colectivo.
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