Fases de la Segunda República española

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Índice
• Precedentes Pág. 3
• El Gobierno provisional
• El problema catalán
• Legislación agraria Pág. 4
• Legislación educativa
• Reforma del ejército
• Problema religioso
• El proceso constitucional
• El Bienio Reformista: Azaña (1931−33) Pág. 5
• Cuestión religiosa
• Reforma agraria
• Reforma militar
• El sector laboral
♦ Oposición al Gobierno Azaña Pág. 6
• El Bienio Negro (1933−35) Pág. 7
♦ La revolución de octubre
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♦ Crisis final y balance
♦ Las elecciones de 1936 Pág. 8
• El gobierno del Frente Popular Pág. 9
♦ La conspiración contra la República
Precedentes
Los años 30 fueron para España una de las décadas más agitadas de su historia contemporánea. Comenzó con
una dictadura militar, dirigida por Primo de Rivera, y terminó con otra, personificada en Franco. Entre ambas
se desarrolló una experiencia democrática y después una cruenta Guerra Civil. La II República significó para
España el igualarse en términos constitucionales con las potencias europeas, y la Guerra civil, una preparación
para la 2ª Guerra Mundial, que se produciría poco después.
La decadencia de la Restauración acabó con el triunfo del golpe de Estado de Rivera en septiembre del 23. Sin
embargo no fue respaldado por los conservadores, contra los que se había dado el golpe de Estado, ni por los
liberales. El sector enfrentado a la dictadura se fue ampliando constantemente hasta alcanzar a aquellos que
habían apoyado y sostenido el golpe. Alfonso XIII retiró la confianza a Primo de Rivera y éste presentó su
dimisión en enero de 1930.
Al período de Primo de Rivera le siguió otro que, en comparación con el anterior, fue conocido como la
dictablanda. Pero el estilo de gobierno sigue siendo el mismo, realizándolo por decreto y sin contar con las
Cortes. Esto significó el definitivo golpe de gracia a la monarquía, pues la oposición no se organizó sólo en
contra del gobierno sino con el objetivo de derribar el régimen monárquico.
Los distintos partidos acabaron firmando el Pacto de San Sebastián; el compromiso era la proclamación de la
República, pero no queda claro la forma en que se hará. Hubo una primera intentona golpista que fracasó, lo
cual a pesar de todo fue beneficioso para la república, al crear los primeros mártires de la causa.
El Gobierno pretendió entonces celebrar elecciones generales, pero se opusieron a ellas todas las fuerzas del
Pacto de San Sebastián. La mala respuesta recibida aconsejó al rey la sustitución del Gobierno y se formó un
nuevo gabinete de concentración monárquica. Primero se celebraron elecciones municipales; los partidos del
Pacto decidieron participar, pero dándole a los comicios una intencionalidad muy distinta, presentándolos
como un referéndum sobre la persistencia de la monarquía. Las elecciones se celebraron el 12−4−1931 y
fueron ganadas por los partidos monárquicos; sin embargo, en las grandes ciudades fue rotunda la victoria de
los partidos del Pacto de San Sebastián. Al conocerse mucho después el resultado de los votos rurales, en los
cuales ganaba la monarquía, se creó un clima de euforia republicana.
Los acontecimientos se precipitaron y el poder del Gobierno se desmoronó. Alfonso XIII decidió abandonar
España, sin haber abdicado. El 14 de abril de 1931 fue proclamada la República y el Comité Revolucionario
pasó directamente de la cárcel a dirigir de nuevo el Gobierno, presidido por Niceto Alcalá−Zamora.
El Gobierno provisional
La proclamación de la República había sido conseguida por el esfuerzo conjunto de una serie de partidos del
Pacto de San Sebastián. Sin embargo el consenso se fue reduciendo según se entraba al detalle de qué clase de
República se trataba de fundamentar. La República que habían traído juntos no respondía a la idea que
muchos tenían.
En él encontraban representación los integrantes del Pacto de San Sebastián, desde antiguos monárquicos
hasta radicales, socialistas, o nacionalistas.
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El Gobierno, en el que se encontraban representación los integrantes del Pacto de San Sebastián, desde
antiguos monárquicos hasta radicales, socialistas, o nacionalistas, se comprometió a la convocatoria de Cortes
constituyentes, la defensa de los derechos individuales, y el desarrollo de una reforma agraria. Al mismo
tiempo, el gobierno se reservaba la posibilidad de ejercer sus funciones por decreto.
El primer problema importante al que debió hacer frente fue el surgido en Barcelona.
El problema catalán (Estatutos de Autonomía)
Incluso antes que en Madrid, el dirigente de Esquerra Republicana proclamó la República desde el
Ayuntamiento de Barcelona. Pero momentos después Francés Maciá, establecía una República Catalana que
se integraría en una futura "Confederación ibérica". Los grupos nacionalistas catalanes se habían sumado al
Pacto de San Sebastián con el compromiso de los otros firmantes de encontrar una solución al problema
catalán. Los nacionalistas catalanes renunciaron a su Estado a cambio de recrear la Generalitat. El Gobierno
republicano la reconoció y aprobó el anteproyecto de Estatuto, que concedía a la Generalitat amplios poderes
económicos, culturales y de orden público. Siguiendo el ejemplo catalán, se produjeron en diferentes
territorios diversos encuentros para alcanzar estatutos autonómicos. Los más trascendentes fueron los
desarrollados en el País Vasco, Galicia y Valencia.
La obra principal del Gob. Provisional fue la Constitución de 1931, sin embargo a ésta se le unen varias
reformas:
Legislación agraria
Entre otras reformas, se instituyó la jornada de 8 h, y el salario mínimo; se creó una serie de jurados mixtos
(patronos y obreros) para resolver conflictos, y se obligó a los patrones a contratar jornaleros del mismo
municipio y a labrar obligatoriamente sus tierras (laboro forzoso). Estas medidas no fueron bien aceptadas por
los patrones.
Legislación educativa
Se crearon 6500 escuelas nuevas y 7000 plazas de maestro. Se propuso la secularización de la enseñanza
eliminando la religión como materia obligatoria y se pretendió hacer llegar la enseñanza a los adultos. A
Iglesia se mostró muy descontenta con el Gobierno debido a estas medidas.
Reforma del ejército
Se impuso a los soldados un juramento de fidelidad a la nueva República. Se redujo el número de divisiones y
grados del escalafón, retirando a 10000 altos mandos con el sueldo íntegro. Se igualaron los escalafones y se
suprimieron los ascensos irregulares acaecidos en el transcurso de la Dictadura.
Problema religioso
Las relaciones Iglesia−Gobierno se hacen cada vez más ásperas. Los religiosos protestan por el espaldarazo
del Gobierno a la Iglesia Católica y forman un partido católico. En respuesta a esto, nace un movimiento
anticlerical, con la quema de más de 100 conventos en todo el País. Esto daña la imagen del Gobierno.
El proceso constituyente
Las elecciones generales para la formación de Cortes constituyentes tuvieron lugar el 28 de junio, una vez
reformada la ley electoral para hacer desaparecer el caciquismo en las zonas rurales, propio del sistema
Canovista. Como la derecha que apenas se había adaptado a la república, el centro radical y las izquierdas
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ganaron las elecciones.
La Constitución fue un fiel reflejo de las Cortes, haciendo muestra de un radicalismo democrático.
Definía el régimen como una "República de trabajadores de toda clase", basada en la soberanía popular.
Incluía una amplia relación de derechos individuales. Establecía el voto universal a partir de los 23 años,
establecía el matrimonio civil y el divorcio, y permitía la expropiación de los bienes personales si el Estado lo
creía necesario. El Presidente de la República se elegía cada 6 años y estaba subordinado a las Cortes, que
eran unicamerales (Sólo el congreso) También se posibilitó la articulación del Estado en Comunidades
Autónomas, cediéndolas una serie de competencias, pero manteniendo en todo momento la unidad del Estado.
En los aspectos religiosos, la constitución del 31 abordaba algunas medidas como la disolución de la orden
Jesuita y de cualquier congregación religiosa de enseñanza, industria o comercio y la eliminación del
presupuesto para la iglesia. A todo esto se le une la libertad de culto. Al ser de carácter progresista, esta
Constitución fue muy atacada por la derecha y la Iglesia.
El Bienio Reformista: Azaña (1931−33)
Aprobada la Constitución el 9 de diciembre de 1931, las Cortes nombraron al primer Presidente de la
República, Niceto Alcalá−Zamora, quien a su vez designó como Presidente del Gobierno a Manuel Azaña.
Azaña gobernó en coalición con republicanos de izquierda y socialistas; lo que permitió que se desarrollara un
programa transformador y reformista. Los campos donde mayor trascendencia tuvo esta labor fueron:
La cuestión religiosa
En 1931 había en España casi 110.000 religiosos; la Iglesia declaraba poseer doce mil fincas rústicas y más de
ocho mil edificios urbanos. Sin embargo, la importancia de la Iglesia iba mucho más allá de sus recursos; su
influencia radicaba en la autoridad moral sobre la población.
Los dirigentes republicanos, pretendieron desde un primer momento reducir la capacidad de influencia del
poder eclesiástico. La resolución alcanzada fue la reducción de la presencia de órdenes (expulsión de los
jesuitas y congelación del número de eclesiásticos) y la prohibición de ejercer la enseñanza; legalización del
divorcio y secularización de cementerios.
La reforma agraria
Fue uno de los más ambiciosos proyectos de este período, al afrontar la resolución del problema del campo
español. Se presentaron varios proyectos que encontraron la oposición de unos y otros.
En 1931, el país era fundamentalmente rural, alrededor de 3.900.000 personas tenían su empleo en el campo,
aproximadamente el 45% de la población activa. De estos 3.900.000, dos millones eran obreros agrícolas sin
tierras (jornaleros) y el resto pequeños propietarios minifundistas.
La ley de la reforma agraria de 1932
Constaba de 23 bases y tenía como objetivos la redistribución de tierras y el asentamiento de campesinos.
Para llevarla a cabo se creó el Instituto de la Reforma Agraria ( IRA), del cual dependían las juntas
provinciales y las comunidades de campesinos. Las tierras expropiadas serían las siguientes: Las ofrecidas
voluntariamente, las del estado, los señoríos jurisdiccionales, las mal cultivadas, las no regadas pudiendo
haberlo sido, las situadas a menos de 1500 metros de los pueblos, las que estaban en régimen de
arrendamiento y las mayores de un determinado número de hectáreas.
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Las expropiaciones se llevaron a cabo con indemnizaciones, sin embargo las de señoríos y pertenecientes a la
grandeza de España eran expropiadas sin indemnización.
Las tierras expropiadas pasaban al IRA, que las entregaba a las juntas provinciales, las cuales a su vez las
entregabas a los campesinos, los cuales decidían si el régimen de explotación era colectivo o individual.
Sin embargo la aplicación de esta ley tuvo bastantes trabas, por ser una ley compleja, el lento desarrollo del
IRA y el escaso capital disponible para las indemnizaciones.
Reforma militar
En 1931 el Ejército español era una institución con graves deficiencias de ordenación, tecnificación e
identidad. Las funciones a las que se había reducido su cometido eran la vigilancia del orden público y la
ocupación del protectorado marroquí. El Ejército tenía dos graves deficiencias internas: la hipertrofia de la
oficialidad respecto al número de soldados y los escasos recursos bélicos con los que contaba, gran parte de
ellos obsoletos cuando no sencillamente inservibles.
Fue Azaña quien desarrolló una profunda reforma militar que perseguía los objetivos de funcionalidad
(reducción del desproporcionado número de oficiales), y la inversión en nuevos equipamientos. Sin embargo
esta reforma no alcanzó sus máximos objetivos. La exigencia del juramento de fidelidad a la República fue
acatada por gran número de oficiales sin grandes convicciones, pero los obstáculos más importantes fueron la
falta de tiempo y, sobre todo, de recursos financieros.
El sector laboral
La actuación de Largo Caballero estaba unida a la estrategia de conquista social de la UGT. En consecuencia,
la línea reformista perseguía los siguientes objetivos: una mejora rápida de las condiciones de los asalariados,
en especial los agrícolas, que impidiera la radicalización de los sectores más bajos; un fortalecimiento de la
representación de los trabajadores (en especial de UGT, marginando a la CNT) al tiempo que se favorecían
mejores condiciones de negociación; y finalmente una campaña de extensión de los seguros sociales. Creó las
delegaciones provinciales de trabajo para hacer un seguimiento más puntual de la política laboral; se crearon
los Jurados Mixtos, para solucionar los problemas laborales rápidamente. A la labor de Largo al frente del
ministerio se le puede echar en cara la ausencia de un plan general contra el paro. La patronal mostró un gran
descontento con estas medidas llegando a pedir la dimisión de Caballero.
Oposición al Gobierno Azaña
La dinámica política republicana y la ambiciosa reforma emprendida hizo que la oposición a la gestión
gubernamental creciera en dimensiones y capacidad ejecutoria. Extrema derecha y monárquicos radicales
participaron en distintas conjuras fallidas y conspiraciones militares. La más importante de ellas fue la que
tuvo a la cabeza a los generales Sanjurjo y Barrera; el fracaso de la sanjurjada produjo efectos contrarios a los
buscados: la rápida respuesta al levantamiento y la conmutación de penas a los inculpados reforzaron mucho
la figura política de Azaña.
La extrema izquierda, realizó tres oleadas revolucionarias que aprovecharon la radicalización del campesino;
en enero de 1932, el escenario fue Cataluña, en febrero de 1933, Andalucía y Cataluña y, a finales de ese año,
en el valle del Ebro. Las Revoluciones anarquistas trataban de instaurar el comunismo libertario, realizar la
colectivización de las propiedades, e implantar un nuevo modelo de sociedad. Actuaban sin ninguna
vinculación o sincronización con otras unidades, lo que favorecía su represión por las fuerzas de orden
público. La actuación de éstas, generó más problemas que las propias sublevaciones. El caso más trascendente
se produjo en la Casas Viejas, en Cádiz, en enero de 1933, donde guardias de Asalto incendiaron una choza
donde se habían refugiado unos campesinos; la muerte de los labriegos fue completada con la ejecución
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posterior de catorce detenidos. Esta represión desproporcionada fue aprovechada por la oposición
parlamentaria para dañar la imagen popular del gobierno.
La oposición más fuerte procedía de los radicales de Lerroux; del gran grupo de la derecha en formación, la
CEDA, liderada por Gil Robles; y por la misma Presidencia de la República, pues el enfrentamiento de
Alcalá−Zamora y Azaña se había incrementado desde la discusión de la cuestión religiosa en la redacción
constitucional. Finalmente, la oposición tuvo una gran repercusión social, cuyo extremo más grave fueron los
diversos equipos conspiradores y el intento de ejecución de golpes de Estado.
La primera señal del desgaste del ejecutivo se produjo cuando en abril de ese año se celebraron elecciones
municipales, en las que los azañistas quedaron reducidos a una pequeña minoría.
En septiembre de ese año una nueva cita electoral supuso una nueva derrota gubernamental. Alcalá−Zamora
decidió entonces retirar su confianza a Azaña. En lugar de disolver las Cortes pretendió reformar la coalición
de apoyo al gobierno; nombró a Lerroux como Presidente de Gobierno y éste pretendió ampliar la coalición
añadiendo a los apoyos anteriores el de su grupo, el Partido Radical, ORGA y algún independiente, pero
apartando a los socialistas.
En el balance de este bienio reformista destaca la resolución de las cuestiones nacionalista y militar, frente a
los problemas ocasionados por el fracaso de la reforma agraria y la cuestión religiosa. Pero la gestión del
gabinete de concentración dirigido por Azaña debe contemplarse como un esfuerzo por aplicar a todos los
temas una nueva dinámica e implicar a la sociedad en los conflictos más trascendentes. Que no triunfara fue
debido al corto período de trabajo permitido, y a la carencia de una serie de prioridades en la realización de
los diversos proyectos llevados a cabo.
El Bienio Negro (1933−35)
Si la crisis anterior había evidenciado la imposibilidad de sostener una República de centro−izquierda, las
elecciones de noviembre de 1933 significaron un vuelco completo al panorama político parlamentario: la
derecha católica y el centro radical alcanzaron una amplia mayoría absoluta.
Las dos principales fuerzas políticas eran la CEDA, liderada por Gil Robles, y el Partido Radical de Lerroux;
del entendimiento de ambas dependía que la república conservadora se asentara.
La oposición más radical la llevaron a cabo no sólo los partidos de izquierda, sino también grupos de centro y
derecha catalanes y vascos, que veían peligrar sus estatutos de autonomía.
Esta oposición tuvo como resultado la gran inestabilidad del nuevo Gobierno; en apenas dos años hubo ocho
crisis ministeriales. Ante esta inestabilidad su gestión se redujo a reformar políticas y medidas anteriores,
razón por lo que este período es también conocido como bienio contrarreformista. En su programa, La CEDA
en julio del 35 presentó un proyecto contra la ley agraria del 32, que posteriormente se convirtió en ley. Éste
planteaba la reducción del área expropiable y se limitó el presupuesto del IRA en un intento de suprimir la
reforma agraria, ya que la lentitud era tal que no se podría completar ni en 150 años.
En el campo religioso, se permitió de nuevo la enseñanza por parte de la Iglesia, se suprimieron el matrimonio
civil, el divorcio y el control civil de los cementerios, y la Iglesia volvió a estar presente en los presupuestos
del estado. A pesar de esto, la actitud eclesiástica hacia la República no varió.
En octubre de 1933, una nueva crisis gubernamental hizo retornar a la Presidencia de Gobierno a Lerroux. Al
día siguiente de la constitución del nuevo gabinete, que incluía a varios miembros de la CEDA, todos los
partidos de la oposición declararon su incompatibilidad con el Gobierno hasta que la CEDA no hiciera pública
declaración de fe republicana y acatamiento a la Constitución. Sin embargo, sin dar tiempo a nada, estalló la
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revolución de octubre.
La revolución de octubre
La protesta de los grupos políticos se vio completada con la declaración de una huelga general. Esta huelga
resultó un fracaso en la mayor parte de España. Sin embargo, en dos lugares el desarrollo de la huelga tuvo
grandes consecuencias.
En Barcelona el Presidente de la Generalitat, Lluís Companys proclamó nuevamente el Estado Catalán dentro
de una República Federal Española, cuya rebelión fue rápidamente sofocada. En represalia por este
pronunciamiento el estatuto de autonomía catalán fue suspendido, y Companys condenado a muerte, aunque
fue indultado.
En Asturias la huelga alcanzó categoría de revolución social. La crisis minera favoreció la unión de todos los
sindicatos bajo la consigna UHP (Unión de Hermanos Proletarios). Se hizo precisa la declaración del estado
de guerra y la intervención del ejército, dirigiendo la campaña el general Franco. El ejército, y en especial la
Guardia Civil, desató una represión durísima con ejecuciones sumarias y torturas.
Aunque la izquierda salió debilitada, el efecto final fue la percepción de sus líderes de la necesidad de unirse
para derrotar al bloque radical−cedista, lo que acabó dando origen a la coalición del Frente Popular. Fue en
ese momento cuando se produjo la unificación de distintos grupos de extrema derecha en el partido Falange
Española, bajo el liderazgo de José Primo de Rivera
Crisis final y balance del segundo bienio
En mayo de 1935 se produjo una nueva crisis gubernamental promovida por la CEDA que hizo que en los
ministerios se integraran cinco nuevos miembros de este partido. Entre ellos Gil Robles, Ministro de Guerra,
que realizó una contrarreforma militar. Aumentó el presupuesto del ejército y se concedieron altos cargos a
los militares africanistas, situando en puestos claves a oficiales militares de claras antipatías con el régimen:
Franco fue nombrado director del Estado Mayor Central, y Mola jefe del ejército en Marruecos. Sin embargo,
lo más importante fue la presión de la CEDA para alcanzar una reforma constitucional. Ante el desacuerdo
con los radicales, la CEDA propició una cadena de crisis institucionales que buscaban llamar a Gil Robles a la
Presidencia de Gobierno.
Alcalá−Zamora pretendió mantener la coalición de gobierno radical−cedista, pero una serie de escándalos
producidos por la corrupción (El Estraperlo, etc.) fue debilitando la posición de los radicales. Lerroux estaba
desprestigiado para retomar el gobierno, así que la segunda posibilidad aplicada por el Presidente de la
República fue la de conformar un nuevo centro político en torno así mismo; pero la operación resultó fallida
por las pocas simpatías encontradas entre aquellos que debían integrarlo. Antes de llamar al gobierno a Gil
Robles se decide disolver las Cortes y convocar elecciones para el 16 de febrero de 1936.
El balance del segundo bienio republicano ha sido muy debatido; para los progresistas fue un período
reaccionario, de ahí la denominación por la que también se le conoce: el bienio negro; el punto de vista
conservador abunda en la escasa actividad desarrollada y sobre todo pone de relieve la pérdida de una gran
oportunidad.
Las elecciones de 1936
Tradicionalmente se han presentado las elecciones que tuvieron lugar el 16 de febrero como la última
oportunidad para la República, como la manifestación de la ordenación política española en dos bloques
irreconciliables e incluso como preámbulo electoral de la Guerra Civil que asolaría el país meses después.
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El bloque de derechas no llegó ni siquiera a consolidarse, el centro estaba sustancialmente dividido y sólo
entre la izquierda y centro−izquierda se fraguó una coalición electoral, el Frente Popular.
La derecha, tras la experiencia de su paso por la administración, sufrió un doble proceso de división y
radicalización. Miembros de la CEDA, antiguos monárquicos y republicanos independientes se habían
reunido en el Bloque Nacional, liderado por Calvo Sotelo, de marcado tono autoritario. Con planteamientos
más radicales aún se encontraba la formación dirigida por Primo de Rivera, que definitivamente logró reunir
en torno a sí a los grupos de línea explícitamente fascista bajo las siglas de FE de las JONS.
El Pacto del Frente Popular se alcanzó definitivamente a mediados de enero de 1936 y en él estaban
integrados Izquierda Republicana, Unión Republicana, PSOE, UGT, Juventudes Socialistas, PCE, POUM y
Partido Sindicalista. El Frente Popular supo reunir todas las candidaturas y presentar un programa único. En
caso de triunfo, el régimen debía volver a la dinámica reformista del primer bienio; además de promulgar una
amnistía total, se restauraría el estatuto catalán y se concederían al resto de las regiones que lo solicitaran, se
relanzaría la reforma agraria, se establecería un plan contra el desempleo y se potenciaría la enseñanza estatal.
A pesar de la virulencia de la campaña y de los excesos dialécticos, la constitución de las Cortes y el traspaso
de poderes se realizó dentro de la legalidad constitucional. Una vez celebradas las elecciones, con la mayor
participación social de toda la República, poco hacía presagiar los dramáticos acontecimientos que se
avecinaban.
El gobierno del Frente Popular
El 19 de febrero se constituyó el nuevo Gobierno, presidido por Azaña y con miembros de su partido y de
Unión Republicana; La labor de este nuevo gobierno azañista se atuvo al programa conjunto del Frente
Popular.
El asunto legislativo más delicado fue el cuestionamiento en las Cortes de la figura del presidente de la
República Alcalá− Zamora. El 10 de mayo las propias Cortes nombraron a Azaña como Presidente de la
República. Resultó ser un grave error, pues no existía una personalidad comparable a la de Azaña para
aglutinar todas las fuerzas del Frente Popular. El Presidente del Gobierno fue finalmente Casares Quiroga, que
formó un gabinete continuista con respecto al anterior azañista.
Si el gobierno y las Cortes, a pesar de las dificultades del momento, mantenían la legalidad constitucional y
desarrollaban el programa que les había llevado a sus cargos, en las calles proliferó una actuación radical que
llevó a graves altercados de orden público, con el resultado de unos trescientos muertos y mil trescientos
heridos de febrero a julio de ese año.
La agitación callejera alcanzó su apogeo el 12 de julio. Pistoleros falangistas asesinaron al teniente de la
Guardia de Asalto José Castillo, de talante socialista; en respuesta, al día siguiente compañeros de ese cuerpo
asesinaron al principal dirigente de la extrema derecha, Calvo Sotelo. La conspiración militar que se venía
preparando desde hacía meses encontró la excusa necesaria para alzarse contra la República.
La conspiración contra la República
A la altura de julio de 1936, existían varios grupos preparando un golpe de Estado que acabara con la
legalidad constitucional. El más antiguo de ellos era la trama cívico−militar de carácter monárquico que había
protagonizado, en agosto de 1932, el fracasado golpe de Sanjurjo.
El segundo gran grupo de conspiradores pertenecía a la extrema derecha; Primo de Rivera pretendió organizar
un golpe de fuerza en el otoño de 1935, pero la indiferencia de los militares que fueron sondeados paralizó la
organización.
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El tercer grupo fue sin duda el más importante, pues contaba con las mejores unidades del Ejército regular;
dirigidas por la Unión Militar Española (UME), un colectivo secreto de jefes y oficiales que fue ganando
influencia en los cuarteles. A partir de 1935 los altos mandos entraron en contacto con la UME e iniciaron una
segunda y rigurosa fase de la conspiración.
El 8 de marzo de 1936 se celebró en Madrid una reunión de altos mandos que organizaron una Junta Militar
secreta para la ejecución de un pronunciamiento que derribara al gobierno, presidida desde el exilio por
Sanjurjo y pertenecían a ella los generales Mola, Franco y Goded.
Por medio de oficiales fieles a la República el Gobierno tenía noticias de las actividades de la UME y el
entramado de la Junta Militar. El Gobierno reaccionó pronto ante las noticias de conspiración, detuvo a Orgaz
y Varela y destinó al resto de los principales conspiradores a plazas alejadas de Madrid; nada se hizo para
investigar y descomponer la trama.
A comienzos de julio los preparativos estaban ultimados. Mola se había convertido en el principal organizador
del golpe. Pretendía que se realizara un golpe de Estado clásico: un rápido golpe de mano militar (con la
sublevación coordinada de todas las guarniciones militares) que provocaría una inmediata caída del Gobierno.
En caso de que esto no sucediera, Mola, desde el norte, y Franco desde el sur, convergerían sobre Madrid. Si
el triunfo no era inmediato, los enfrentamientos durarían unas semanas; dos o tres meses a lo sumo.
Todo estaba preparado; tan sólo faltaba una ocasión propicia. El doble crimen del teniente Castillo y Calvo
Sotelo sirvió como justificación para encender la mecha de la mayor tragedia en la España del siglo XX: La
Guerra Civil.
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