Peregrinar al hermano

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Subsidio para comenzar el “año de la misericordia”
Peregrinando hacia el hermano
Objetivo del encuentro: La idea es que entre diciembre y febrero (tiempo
en que tal vez descansamos de nuestras tareas pastorales) nos
dediquemos a reflexionar y a “ir tomando actitudes” de misericordia
“hacia adentro”. Hacia adentro de la comunidad de catequesis de la
parroquia, hacia los hermanos de la comunidad parroquial,…., para ir
gestando en nuestro corazón actitudes de perdón y apertura
reconociendo que: “Hace falta ayudar a reconocer que el único camino
consiste en aprender a encontrarse con los demás con la actitud
adecuada, que es valorarlos y aceptarlos como compañeros de camino,
sin resistencias internas. Mejor todavía, se trata de aprender a descubrir
a Jesús en el rostro de los demás, en su voz, en sus reclamos. También
es aprender a sufrir en un abrazo con Jesús crucificado cuando recibimos
agresiones injustas o ingratitudes, sin cansarnos jamás de optar por la
fraternidad” (Papa Francisco – Evangelii Gaudium, 91)
1) Introducción:
Se podría empezar con un pequeño rato de oración con tono celebrativo y
festivo, tal vez proclamando un texto evangélico. Por ejemplo: Mt. 7,1-5.
2) Motivación:
De a dos o tres compartimos y meditamos los siguientes textos:
“La peregrinación es un signo peculiar en el Año Santo, porque es imagen
del camino que cada persona realiza en su existencia. La vida es una
peregrinación y el ser humano es viator, un peregrino que recorre su
camino hasta alcanzar la meta anhelada. También para llegar a la
Puerta Santa en Roma y en cualquier otro lugar, cada uno deberá
realizar, de acuerdo con las propias fuerzas, una peregrinación. Esto será
un signo del hecho que también la misericordia es una meta por alcanzar
y que requiere compromiso y sacrificio. La peregrinación, entonces, sea
estímulo para la conversión: atravesando la Puerta Santa nos dejaremos
abrazar por la misericordia de Dios y nos comprometeremos a ser
misericordiosos con los demás como el Padre lo es con nosotros.
El Señor Jesús indica las etapas de la peregrinación mediante la cual es
posible alcanzar esta meta: “No juzguéis y no seréis juzgados; no
condenéis y no seréis condenados; perdonad y seréis perdonados. Dad y
se os dará: una medida buena, apretada, remecida, rebosante pondrán
en el halda de vuestros vestidos. Porque seréis medidos con la medida
que midáis” (Lc. 6,37-38). Dice, ante todo, no juzgar y no condenar. Si no
se quiere incurrir en el juicio de Dios, nadie puede convertirse en el juez
del propio hermano. Los hombres ciertamente con sus juicios se detienen
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en la superficie, mientras el Padre mira el interior. ¡Cuánto mal hacen las
palabras cuando están motivadas por sentimientos de celos y envidia!
Hablar mal del propio hermano en su ausencia equivale a exponerlo al
descrédito, a comprometer su reputación y a dejarlo a merced del chisme.
No juzgar y no condenar significa, en positivo, saber percibir lo que de
bueno hay en cada persona y no permitir que deba sufrir por nuestro
juicio parcial y por nuestra presunción de saberlo todo. Sin embargo, esto
no es todavía suficiente para manifestar la misericordia. Jesús pide
también perdonar y dar. Ser instrumentos del perdón, porque hemos sido
los primeros en haberlo recibido de Dios. Ser generosos con todos
sabiendo que también Dios dispensa sobre nosotros su benevolencia con
magnanimidad. (Papa Francisco – Misericordiae Vultus, 14)
Espiritualidad de comunión: “Hacer de la Iglesia la casa y la escuela de
la comunión: éste es el gran desafío que tenemos ante nosotros en el
milenio que comienza, si queremos ser fieles al designio de Dios y
responder también a las profundas esperanzas del mundo.
¿Qué significa todo esto en concreto? También aquí la reflexión podría
hacerse enseguida operativa, pero sería equivocado dejarse llevar por
este primer impulso. Antes de programar iniciativas concretas, hace falta
promover una espiritualidad de la comunión, proponiéndola como
principio educativo en todos los lugares donde se forma el hombre y el
cristiano, donde se educan los ministros del altar, las personas
consagradas y los agentes pastorales, donde se construyen las familias
y las comunidades. Espiritualidad de la comunión significa ante todo una
mirada del corazón sobre todo hacia el misterio de la Trinidad que habita
en nosotros, y cuya luz ha de ser reconocida también en el rostro de los
hermanos que están a nuestro lado. Espiritualidad de la comunión
significa, además, capacidad de sentir al hermano de fe en la unidad
profunda del Cuerpo místico y, por tanto, como « uno que me pertenece »,
para saber compartir sus alegrías y sus sufrimientos, para intuir sus
deseos y atender a sus necesidades, para ofrecerle una verdadera y
profunda amistad. Espiritualidad de la comunión es también capacidad
de ver ante todo lo que hay de positivo en el otro, para acogerlo y
valorarlo como regalo de Dios: un « don para mí », además de ser un don
para el hermano que lo ha recibido directamente. En fin, espiritualidad de
la comunión es saber « dar espacio » al hermano, llevando mutuamente la
carga de los otros (cf. Ga 6,2) y rechazando las tentaciones egoístas que
continuamente nos asechan y engendran competitividad, ganas de hacer
carrera, desconfianza y envidias. No nos hagamos ilusiones: sin este
camino espiritual, de poco servirían los instrumentos externos de la
comunión. Se convertirían en medios sin alma, máscaras de comunión
más que sus modos de expresión y crecimiento.” (San Juan Pablo II Novo Millennio Ineunte, 43)
Con el grupo reflexionamos:
- ¿Qué significa peregrinar?… ¿Qué se necesita para peregrinar?… ¿Qué
nos molesta para peregrinar?
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- Peregrinar… ¿es quedarse en el mismo lugar esperando algo? ¿Entonces
cuál es la actitud del verdadero peregrino?
- Como comunidad: ¿En qué deberíamos crecer para hacer de la
catequesis una verdadera casa y escuela de comunión?¿lugar de
misericordia?
3) Momento personal, en un clima de oración…
4) La Palabra ilumina mis pasos:
“Pero muchas veces no haga el bien que no quiero… Y así, no hago el
bien que quiero, sino el mal que no quiero. Pero cuando hago lo que no
quiero, no soy yo quien lo hace, sino el pecado que reside en mí. De esa
manera, vengo a descubrir esta ley: queriendo hacer el bien, se me
presenta el mal.” (Rm. 7,19-21)
Reflexiono…
- ¿He juzgado?... ¿He herido a un hermano?... con gestos o actitudes….
- Del Padre nuestro… “perdona nuestras ofensas como también nosotros
perdonamos a los que nos ofenden”…
- ¿Qué implica peregrinar hacia el hermano dejando atrás la ofensa…?
¿Es lo mismo perdonar que olvidar?
- ¿No debe ser esta mi primer peregrinación en este año santo?
- Mi primer paso de esta peregrinación es rezar por aquel que me hirió,
pedirle a Dios el don de sanación interior.
4) Celebración final:
Podemos terminar con una pequeña celebración de la Palabra en la que
se invite interiormente a pedir perdón… a ofrecer el perdón… a comenzar
a peregrinar…
Canto inicial: “Dejame nacer de nuevo”
El sacerdote invita al perdón.
Lectura (Col. 3,12-15)
“Como elegidos de Dios, sus santos y amados, revístanse de
sentimientos de profunda compasión. Practiquen la benevolencia, la
humildad, la dulzura, la paciencia. Sopórtense los unos a los otros, y
perdónense mutuamente siempre que alguien tenga motivo de queja
contra otro. El Señor los ha perdonado: hagan ustedes lo mismo. Sobre
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todo, revístanse del amor, que es el vínculo de la perfección. Que la paz
de Cristo reine en sus corazones: esa paz a la que han sido llamados,
porque formamos un solo Cuerpo. Y vivan en la acción de gracias.”
Breves palabras
Puede ayudar: “Allí está la verdadera sanación, ya que el modo de
relacionarnos con los demás que realmente nos sana en lugar de
enfermarnos es una fraternidad mística, contemplativa, que sabe mirar la
grandeza sagrada del prójimo, que sabe descubrir a Dios en cada ser
humano, que sabe tolerar las molestias de la convivencia aferrándose al
amor de Dios, que sabe abrir el corazón al amor divino para buscar la
felicidad de los demás como la busca su Padre bueno. Precisamente en
esta época, y también allí donde son un « pequeño rebaño » (Lc. 12,32),
los discípulos del Señor son llamados a vivir como comunidad que sea sal
de la tierra y luz del mundo (cf. Mt. 5,13-16). Son llamados a dar
testimonio de una pertenencia evangelizadora de manera siempre nueva.
¡No nos dejemos robar la comunidad!” (Papa Francisco – Evangelii
Gaudium, 92)
Con la bendición final el sacerdote envía a peregrinar hacia el hermano…
hoy es el primer paso… tenemos todo un año… con esta bendición el
Señor nos de su Espíritu para vivir de su Espíritu.
Canto final.
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