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NO HAY NADA QUE FESTEJAR
Octubre 2009
Junto con las elecciones presidenciales del pasado domingo 25 de octubre, en el
Uruguay se votaron dos plebiscitos. En este país, orgulloso de su tradición
democrática y donde se han tratado importantes cuestiones por esta vía, el
plebiscito no luce como un mecanismo electoral ajeno. En 2004 por ejemplo, junto
a las elecciones presidenciales que coronaron a Tabaré Vázquez, se votó por SI o
por NO a la privatización del agua. En dicha ocasión, el 64% de los votantes del
pueblo uruguayo apoyó el reconocimiento del agua como un derecho, donde el
Uruguay, precursor como siempre, fue el primer país que realizó una reforma de la
Constitución incorporando el acceso al agua y al saneamiento como derechos
humanos fundamentales. Esta vez fue distinto, un quinquenio después, ambas
propuestas fracasaron dejando amargura, desilusión y despecho en quienes
creyeron poderlas hacer efectivas a través de un referéndum popular.
Por una lado, estaba la decisión de un voto epistolar para aquello uruguayos que
viven en el exterior, los cuales bordean los 600.000 en un país que tiene poco más
de 3 millones de habitantes. Y es que la ley electoral ciega de ceguera burocrática,
confunde identidad con domicilio, donde los uruguayos de la patria peregrina,
jóvenes en su mayoría, no tienen derecho a voto sino pueden pagarse el pasaje. El
Uruguay no sólo castiga a los jóvenes negándoles el trabajo y obligándolos al exilio
sino que además les prohíbe el más elemental de los derechos democráticos a
quienes no se fueron justamente porque querían1. Ingente era la frustración de
Álvaro Portillo, encargado durante los primeros tres años del gobierno anterior,
del Departamento 20 (aquel encargado de los uruguayos que viven el exterior)
ante un escuálido 36,6%, considerando que la gran mayoría de las familias
uruguayas tienen a alguien en otro país.
En complemento a la magra estadística aparecieron frases como la irresponsable:
“los de fuera no tiene porqué decidir lo que pasa adentro”, la desargumentada, “es
que si viven en el extranjero no sabe que pasa en el Uruguay”, o la deliberadamente
cruel “si se fueron es problema de ellos”. Lo más triste es que no sólo la derecha –
autoasumiendo que serían votos izquierdistas- no votó por el SI, sino que muchos
que lo hicieron por el Frente Amplio se negaron a darle esta posibilidad a sus
coterráneos. Ante dicha situación se evidencia la sentencia de Portillo: “esto sólo se
explica por un sentimiento de egoísmo pueril y ramplón”. Y es que haciendo
cálculos en el infortuito juego de las estadísticas, poniéndonos en la eventualidad –
bajo el contexto actual sudamericano donde en casi todos los países2 los
emigrantes dejaron el país por las reformas neoliberales- que todos los votos no
frenteamplistas no hallan emitido la papeleta SI, hay más de un 10% que apoyan la
gestión del Frente Amplio, que quieren que Mujica sea el próximo presidente, pero
1
Galeano, Eduardo. Palabras para las vísperas. Brecha. 22 de oct de 2009. Montevideo, Uruguay.
Quizás con la excepción de Venezuela que los emigrantes en su mayoría son antichavistas
y de Colombia donde la violencia institucionalizada expulsa población en forma
generalizada.
2
que no quieren que los uruguayos que viven en otro país voten. Paradojal
sentimiento, paradojal raciocinio.
Otra inconsolable derrota fue la de la nulidad de la ley de caducidad. Ley que según
la Corte Suprema del Uruguay viola la Constitución siendo motivo de vergüenza
por los reiterados llamados de diferentes organismos de derechos humanos
internacionales ratificados por el país. Se trata de una amarga herencia de la
dictadura, que además de violar la dignidad nacional y la vocación democrática
condena a los uruguayos al pago de sus deudas y al olvido de sus crímenes3.
Ya hace 20 años, en 1988, habíamos perdido, cuando el Voto Amarillo se impuso
ante el Verde, pese a que este último ganó en Montevideo. En aquel entonces se
argumentó la proximidad con la dictadura, donde el miedo y la desinformación aun
reinaban. Hoy lejos del escenario de fines de los ochenta, cuatro puntitos
porcentuales alejaron al Uruguay de enjuiciar su historia, limpiar llagas y sicratizar
los moretones del horror. Con el 47% y monedas no se alcanzó.
¿Cómo pudo pasar?, o ¿Qué pasa en el Uruguay de 2009 que más de 1.600.000 en el
primer plebicito y más de 1.200.000 en el segundo, negaron la posibilidad de los
uruguayos que viven lejos y de aquellos a los que sus derechos humanos fueron
violados de ser dignos en esta tierra? Los análisis más a la mano aluden a tres
fuertes argumentos.
3
Galeano, Eduardo. Ibid.
El primero y más evidente, el error de haber plebiscitado dos cuestiones de vital
importancia, donde, en palabras del mismo Pepe Mujica, la presidencial fue la gran
vedette, llevándose todo el protagonismo. A esto le sumamos un segundo
argumento no menor, que es el hecho de la inexistencia de las papeletas por una
opción NO, tratándose de un plebiscito que tenía sola una opción, donde que quien
no votaba por el SI estaba directamente avalando la opción NO; dispositivo
electoral sin precedentes a nivel mundial. Esta cuestión, sumada a una tercera
argumentación, la falta de comunicación y de una campaña sería, responsable y
definida para ambos plebiscitos, constituye a mi juicio motivo más que central de
esta catastrófica derrota en las urnas.
No se puede, menos en un país que pese a ser de los mejor rankeados a nivel
regional, tiene gran parte de su población bajo la línea de la pobreza y sufre
carencias sociales, económicas y educativas acordes a la realidad del vecindario,
apelar a que absolutamente todos los votantes se manifiesten de forma conciente
en todos los ámbitos que esta elección demandaba. Menos se puede aducir que en
todos los casos la falta de papeletas SI, implicaban que los votantes se
manifestaran en contra de que los emigrantes votaran o que los militares de la
dictadura no fuesen enjuiciados.
Ahora, si el Frente Amplio triunfa en el Ballotage del próximo 29 de noviembre,
gozando de mayoría parlamentaria, seguramente intentará modificar estas
cuestiones vía legislativa, pero lo que ya se perdió por “decisión popular” pierde
coherencia que a posteriori se haga por providencia representativa. Hay muchos
convencidos de que si estas medidas se hubiesen plebiscitado en cualquiera de los
países de la región, la derrota se presentaba como más que evidente. ¿Electorado
inmaduro? o ¿Falta de comunicación en la toma de medidas? Queda la lección, no
sólo para el Uruguay sino para el resto del vecindario.
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