Domingo Veintiséis en el Tiempo Ordinario

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Domingo Veintiséis en el Tiempo Ordinario
En la primera lectura, el profeta Ezequiel protestó contra el espíritu presuntuoso de la
gente. Ese pueblo “bueno” sintió que era tratado injustamente, aun cuando juzgaba a los
pecadores. Sin embargo, tal como lo proclamaba el profeta, fue el pueblo el injusto, injusto
en su orgullo e injusto en su juicio. Dios solamente cuidaba del arrepentido, no de los que
se auto-justificaban.
El Salmo, es un himno de súplica; pero también exalta la virtud de los fieles.
En la segunda lectura, San Pablo escribió a la Iglesia de Filipo a cerca de la necesidad de la
humildad. Los cristianos tienen que seguir al Señor y hacer lo que él hizo. Tal como él se
humilló y sufrió, debemos hacer lo mismo por el bien de otros y la gloria de Dios.
Y finalmente el Evangelio de Mateo presenta una parábola corta acerca de la escogencia de
dos hijos. Uno rehúsa la petición del padre, y luego se arrepiente. El otro acepta hacer lo
que el padre le pide; pero no hace nada. El punto de la parábola no es el carácter moral de
los hijos; sino la obediencia al padre. Su escogencia es un asunto de hacer la voluntad del
Padre y su lugar en su Reino.
Primera Lectura: Ezequiel 18: 25-28
El juicio de los justos
25 Esto dice el Señor: "Si ustedes dicen: 'No es justo el proceder del Señor',
escucha, casa de Israel: ¿Conque es injusto mi proceder? ¿No es más bien el
proceder de ustedes el injusto? 26 Cuando el justo se aparta de su justicia,
comete la maldad y muere; muere por la maldad que cometió. 27 Cuando el
pecador se arrepiente del mal que hizo y practica la rectitud y la justicia, é1
mismo salva su vida. 28 Si recapacita y se aparta de los delitos cometidos,
ciertamente vivirá y no morirá".
¿Por qué es fácil juzgar a otros severamente?
La buena gente puede ser tentada en dos maneras:
- Primero, con base a sus propios altos estándares morales asumen que ellos pueden juzgar
a otros.
- Segundo, sus propios pecados pueden ser fácilmente ignorados.
A la luz de estas dos maneras, la gente puede hacer presunciones a cerca del juicio de Dios.
Cuando la gente buena empieza a comparar su recto vivir con los pecadores, ellos se imaginan
que son el estándar de la moralidad. Tal comparación es en sí misma un pecado, llena de orgullo
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como es, coloca a la gente que hace el juicio en el trono de Dios. Ellos olvidan fácilmente que
Dios es el juez. Él es el modelo de moralidad.
Cuando la gente se siente muy segura de sí misma, ellos podrían estar tentados a tener una falsa
creencia moral, “la vida es buena,” se imaginarán, “yo tengo moral (decencia, bondad, rectitud,
etc.); mis pecados son excusables.” Aún los grandes pecadores pueden tener una noción
equivocada de sí mismos cuando piensan que son moralmente rectos, con solamente unas pocas
“peculiaridades menores.”
Cuando la gente llega a ser el estándar de moralidad y sacuden el polvo de sus propias
indiscreciones, ellos pueden imaginarse que viven verdaderamente con el favor de Dios. Por
supuesto, esto es cuanto mucho una ilusión como las dos presunciones mencionadas.
Cuando un líder cree tal mentira, una población entera puede caer en la misma. Y las
consecuencias pueden ser desastrosas. Tal es la advertencia que Ezequiel dio al Rey y a la
nación. Ambos estaban en una falsa creencia que Dios los salvaría, porque, a pesar de sus
pecados, ellos eran sus “escogidos." Pero, ambos fueron barridos por los babilonios. Sentados en
el exilio en las afueras de Babilonia –Siglo VI a.C., el profeta reflexionaba acerca de la
arrogancia de los líderes y del pueblo. Dios no pensaba de la misma manera que la gente lo
hacía, y aún no lo hace.
¿Cómo podemos juzgar a otros tan fácilmente o justificar nuestra propia vida pecaminosa?
¿Cómo difiere el pensar de Dios del de nosotros?
SALMO 25
Invocar a Dios en la prueba
Aun en las situaciones más difíciles, cuando el ser humano está quebrantado por la desgracia, la
inquietud o el peso de sus pecados, siempre le queda una salida. Todos nuestros caminos, aun los
peores, pueden desembocar finalmente en un Amor más fuerte que todas las fuerzas de este
mundo.
1 A ti, Señor, elevo mi alma,
2 a ti que eres mi Dios. En ti he confiado, que no quede avergonzado ni se rían de
mí mis enemigos.
3 Los que esperan en ti no serán confundidos, pero sí lo serán quienes te mienten.
4 Haz, Señor, que conozca tus caminos, muéstrame tus senderos.
5 En tu verdad guía mis pasos, instrúyeme, tú que eres mi Dios y mi Salvador. Te
estuve esperando todo el día, sé bueno conmigo y acuérdate de mí.
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6 Acuérdate que has sido compasivo y generoso desde toda la eternidad.
7 No recuerdes las faltas ni los extravíos de mi juventud; pero acuérdate de mí
según tu amor.
8 El Señor es bueno y recto; por eso muestra el camino a los que han pecado.
9 Dirige los pasos de los humildes, y muestra a los sencillos el camino.
10 Amor y lealtad son todos sus caminos, para el que guarda su alianza y sus
mandatos.
11 ¡Rinde honor a tu nombre, Señor, y perdona mi deuda, que es muy
grande!
12 En cuanto un hombre teme al Señor, él le enseña a escoger su camino.
13 Su alma en la dicha morará, y sus hijos heredarán la tierra.
14 El secreto del Señor es para quien lo teme, le da el conocimiento de su alianza.
15 Mis ojos nunca se apartan del Señor, pues él saca mis pies de la trampa.
16 Mírame y ten compasión de mí, que estoy solo y desvalido.
17 Afloja lo que aprieta mi corazón y hazme salir de mis angustias.
18 Contempla mi miseria y mi fatiga y quítame de encima todos mis pecados.
19 Mira cuántos son mis enemigos y con qué odio violento me persiguen.
20 Defiende mi vida, líbrame: no quede confundido por haber confiado en ti.
21 Integridad y rectitud me guardarán; en ti, Señor, he puesto mi confianza.
22 Oh Dios, redime a Israel de todas sus angustias. LBLA
¿Qué tan suave o áspero ha sido tu camino espiritual durante el año?
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"Sin dolor, no se hace progreso". Este dicho popular de los físico-culturistas resuena igual para el
crecimiento espiritual. Los tiempos suaves en la vida parecen dejar pocos resultados; los tiempos
difíciles parecen dar avances en el conocimiento y madurez espiritual. De ninguna manera
debemos buscar tiempos difíciles; pero tan poco deberíamos encogernos de hombros. El afrontar
los retos de la vida nos acerca a Dios.
Sin embargo, el dicho "sin dolor, no se hace progreso" hay que ponerlo en contexto. Aunque
podríamos ver un crecimiento abrupto en los tiempos difíciles, realmente es la práctica diaria de
la fe lo que hace posible el crecimiento. Al igual que una rutina regular de ejercicios físicos,
debemos orar, estudiar y compartir la fe a diario y en forma deliberada. Solamente podemos
saber si hay crecimiento mediante el ejercicio de nuestros "músculos" espirituales. No podemos
esperar mostrar fortaleza espiritual sólo cuando tenemos los desafíos ante nosotros y, luego
convenientemente olvidarnos de la alimentación de nuestro espíritu en los buenos tiempos.
El Salmo 25 hace una llamada sutil a la consistencia en la vida espiritual. Para el salmista, la ruta
del Señor está basada en un deber coherente con la ley de Dios. Mientras que gran parte del
himno pide a Dios por el alivio, su centro exhorta a la audiencia a permanecer fiel, porque la
senda del Señor tiene su propia recompensa.
El tono y la estructura del Salmo apuntan a un autor que vivió después del exilio de Babilonia.
Los temas espirituales son la espera y el cumplimiento de la Ley, no las canciones triunfantes
de la monarquía en su esplendor. El salmista pide perdón al Señor, elogia la sabiduría del estilo
de vida del Torá, y esperaba por el Señor a que actúe en la vida de su pueblo. Estos temas
estuvieron presentes entre los judíos en el tiempo de Jesús y formaban parte de las bases
espirituales para el judaísmo moderno.
El Salmo 25 nos presenta un enfoque diferente en la vida espiritual. Como cristianos, la mayor
parte de nuestro enfoque espiritual es sobre el más allá. Sin embargo, la intención de Dios es
para que su vida fuera alcanzada en el presente. En otras palabras, la lucha de la vida espiritual
tiene sus propias recompensas en este reino. Mientras caminamos la ruta del Señor, démonos
cuenta de –y disfrutemos de –su fidelidad y el amor, porque él está ahora con nosotros.
¿Cómo alimentas tu espíritu cada día? ¿Cómo tus esfuerzos te han dado satisfacción incluso en
los tiempos difíciles?
Segunda Lectura: Filipenses 2: 1-11
Viviendo la manera que adoramos
¿Qué tan difícil se te hace poner los intereses de los demás en primer lugar que los tuyos? ¿Por
qué es tan difícil?
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1 Hermanos: Si alguna fuerza tiene una advertencia en nombre de Cristo, si de
algo sirve una exhortación nacida del amor, si nos une el mismo Espíritu y si
ustedes me profesan un afecto entrañable, 2 llénenme de alegría teniendo todos
una misma manera de pensar, un mismo amor, unas mismas aspiraciones y una
sola alma. 3 Nada hagan por espíritu de rivalidad ni presunción; antes bien, por
humildad, cada uno considere a los demás como superiores a sí mismo. 4 y no
busque su propio interés, sino el del prójimo. 5 Tengan los mismos sentimientos
que tuvo Cristo Jesús: 6 Cristo, siendo Dios, no consideró que debía aferrarse a las
prerrogativas de su condición divina, sino que, por el contrario, se anonadó a sí
mismo, 7 tomando la condici6n de siervo, y se hizo semejante a los hombres. Así,
hecho uno de ellos, 8 se humilló a sí mismo y por obediencia aceptó incluso la
muerte, y una muerte de cruz.. 9 Por eso Dios lo exaltó sobre todas las cosas y le
otorgó el nombre que está sobre todo nombre 10 para que al nombre de Jesús
todos doblen la rodilla en el cielo, en la tierra y en los abismos, 11 y todos
reconozcan públicamente que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios Padre.
2, 3: Pablo nos entrega aquí el secreto de la convivencia cristiana: buscar lo que es humilde y no
hacer nada por rivalidad o por vanagloria.
En un himno que es como una profesión de fe, Pablo propone el ejemplo de Cristo, que siendo
Dios se hizo hombre, siendo rico se hizo pobre, siendo el primero se hizo el último, siendo señor
se hizo servidor. El Señor Jesús quiso identificarse con los más humildes, los más afligidos y los
más menospreciados.
Esta actitud de Jesús debe ser también la actitud de sus discípulos. Nuestro deseo de
identificarnos con los más humildes, de compartir con ellos, es el criterio de la vida
auténticamente evangélica. En eso debemos distinguirnos de la mayor parte de la gente que se
interesa principalmente por su realización personal o la de su familia. Estas aspiraciones son
legítimas, y sin embargo fueron desvalorizadas por Cristo, por el solo hecho de haber tomado el
camino contrario.
En estas líneas Pablo aplica a Jesús la profecía del Siervo de Yahvé que leemos en Isaías 52,1353,12: el Servidor, pasando por la humillación, alcanzará gloria. Pero, al recordarla, Pablo
enfatiza sobre todo la libre decisión de Cristo que se despoja de todo, llegando a ser como nada;
con esto le da al texto una significación nueva.
2,6: Él, siendo de condición divina. Hablamos de condición, a pesar de que Pablo emplea un
término griego que significa más precisamente “la forma”, pero con un sentido más amplio que
nuestra palabra castellana. No es solamente la forma que el ojo reconoce, sino la forma de ser de
una persona, incluso podríamos hablar de su naturaleza. Aquí, pues, no se trata solamente de un
rango divino al que Jesús podía pretender: suya era la condición divina, es decir la forma de ser
propia de Dios, la naturaleza divina con su gloria y majestad. Al decir Pablo que no se apegó a su
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igualdad con Dios, no se refiere a unos privilegios reales o algún bienestar que Jesús podía
reservarse en medio de los hombres, pues es en Dios mismo, en el misterio de eternidad, que el
Hijo renuncia a sí mismo para ser retomado por el Padre.
2,7: Tomando la condición de siervo. El vocablo debe ser entendido en el sentido que tiene muy
comúnmente en la Biblia: Moisés, siervo de Dios..., Pablo, siervo de Jesucristo... El Hijo se
despojó de la condición propia de Dios y tomó una condición plenamente humana, la del Siervo
redentor.
2, 9: Aquí tenemos una intuición muy profunda del misterio de Jesús, Hijo de Dios. Su identidad,
o su personalidad, está toda en este despojamiento seguido de una exaltación, que deja
maravillado a Pablo. La dinámica del amor está inscrita en lo más profundo del Padre, al que
podríamos llamar “Dios-Amor”. Su total generosidad hace surgir frente a él esta otra cara del
amor que consiste en desprenderse de uno mismo. El Hijo es, en cierto sentido, “imagen del
Padre” Colosenses 1,15; pero no una reproducción, o un rival del Padre: y es propio del Hijo este
perderse a sí mismo para ser retomado en la unidad divina.
La Resurrección de Cristo, que la Iglesia pone al centro de su culto, no es un honor póstumo que
Dios le habría conferido; no es solamente la vuelta a la vida de un tal Jesús mediante el cual el
Hijo se habría hecho presente en la tierra a pesar de que se quedaba arriba: es con toda verdad la
vuelta del Hijo al Padre. El Hijo, colocado por un momento más bajo que los ángeles, –Hebreos
2,9 – vuelve a encontrar el Nombre y la Gloria –Juan lo dice expresamente en Juan 17,5. Es
entonces cuando Jesucristo, verdadero Dios y verdadero hombre es Señor; y trae de vuelta con él
a toda la creación, Colosenses 1,20.
La persona misteriosa del Hijo tiene, pues, dos caras. En nuestro mundo y en el tiempo, no se ve
más que la trayectoria de Jesús de la que María y los apóstoles fueron los testigos. Por otra parte,
en la eternidad, el Hijo nace del Padre, pero eso es sólo para vaciarse de sí mismo y perderse, y
luego ser retomado.
2:6-11 Estos versos forman el bien llamado “himno litúrgico” en Filipenses. Obviamente estos
versos forman una unidad de gloria, proclamación, y catequesis. El centro dentro de los
versículos puede ser encontrado en 2,7: la noción de “knosis” o
“anonadarse/vaciarse”. Como Cristo se anonadó así mismo en humildad, Pablo urge a los
Filipenses a hacer lo mismo por el bien de la comunidad.
La forma y el trasfondo de estos versos han sido muy debatidos. Pero, debido a las diferencias en
estilo y vocabulario, es dudosa la autoría de Pablo. La noción de un himno brotó basada en el
lenguaje y la forma poética de los versículos. Según una teoría popular conocida, Pablo adoptó
un himno litúrgico familiar para hacer énfasis en su punto acerca de la unidad en la asamblea. Si
este fuese el caso, estos versículos reflejan la piedad popular de los primeros cristianos que
precedieron a la carta de Pablo. Si Pablo escribió esta sección de la carta desde la prisión en
Efesio en el 55 dC –la fecha razonable más antigua, la Iglesia tenía una noción justa muy
avanzada de Cristo que excedía las expectativas de los judíos por un Mesías, y tenía esta noción
en un momento más temprano en el desarrollo del Cristianismo.
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Creemos que el párrafo anterior es especulativo, basado en la teoría. Sin embargo, Pablo escribió
estos versos con la expectativa que sus seguidores entendieran y creyeran en el Cristo que él
presentaba. El desarrollo en esta teología es todavía algo que nos quita el aliento.
¿Por qué un cristiano debería poner a otros en primer lugar? ¿Por qué un cristiano no debe buscar
solamente ser el “número uno”? Pablo respondió a estas preguntas con una reflexión sobre la
misión de Jesús y, implícitamente, en la naturaleza de la fe cristiana. El Apóstol de los gentiles
había adelantado una noción simple: En Cristo, Dios mismo tomó forma humana, limitándose él
mismo al espacio y al tiempo, el Hijo de Dios demostró la forma más verdadera de humildad.
Esta humildad lo llevó a morir en la Cruz, la forma de muerte más humillante que como castigo
podía utilizar el imperio romano contra los delincuentes. Debido a esa humildad, el Padre
glorificó al Hijo.
A los seres humanos nos gustan los espectáculos, un espectáculo para demostrar el poder de
nuestras creencias y nuestro lugar. Amamos tanto lo pomposo para reafirmar la idea de que
somos fuertes, los mejores, esta es la cultura de algunos gobiernos. La cultura común en los
tiempos de Pablo no era diferente. Tales muestras de poder o adoración idolátrica eran una
extensión de las preguntas formuladas anteriormente. Los conquistadores romanos hacían
demostración de su poder mediante el desfile de su ejército y sus enemigos capturados por las
calles de la capital del imperio, en medio de grandes multitudes. Las ciudades locales tenían
festivales cívicos y religiosos para impulsar el patriotismo y el fervor de la fe.
Si Filipenses 2, 6-11 era realmente un himno litúrgico, esta asamblea cristiana primitiva era
realmente contra-cultural. Ellos no gritaban glorias a la deidad en la que se convertían sus
enemigos; ellos no saludaban al fuerte líder que construía el orgullo nacional. En su lugar, ellos
daban alabanzas al Hijo de Dios que se humilló a sí mismo de la peor manera posible. Ellos
prometieron lealtad a un Salvador crucificado.
¿Por qué no deberíamos los cristianos mirar por nuestro interés? Después de todo, tal acción
egocéntrica es parte de la naturaleza humana; este es el curso de acción que tiene más sentido en
la cultura popular. Sin embargo, la respuesta cristiana es sorprendentemente simple. Si lo
hiciéramos, seríamos culpables de negar la verdadera imagen del Salvador al que servimos.
Pablo recordaba a su audiencia ese hecho. Al igual que los Filipenses, nosotros, también
deberíamos emular al Dios que adoramos. El cristianismo no se construye sobre espectáculos;
pero en la humildad. Igual que Cristo, debemos poner a otros primero. Él murió para mostrarnos
ese hecho.
Evangelio: Mateo 21: 28-32
Cambio verdadero
¿Qué tan difícil es el verdadero cambio moral?
El cínico cree que un cambio duradero es imposible. Si una celebridad confiesa
arrepentimiento, el no creyente murmura, “Es solamente una publicidad más.” Si un político
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trabaja por el bien de su distrito, el murmurador declara, “es un político pretencioso.” La
condición humana limita el cambio real. La naturaleza humana favorece el lado oscuro. El
pecador pecará siempre. Pero ¿son los cínicos realistas, o meramente engreídos? Están tan
absortos diseccionando las frustraciones y confusiones de la humanidad que fallan en ver el
poder de lo divino? ¿Será que el orgullo de sus juicios empaña su fe? Jesús retó a los líderes
Judíos con estos asuntos en una simple frase. ¿Quién hizo la voluntad del Padre?
28 En aquel tiempo, Jesús dijo a los Sumos Sacerdotes y a los Ancianos del
pueblo: “¿Qué opinan de esto? Un hombre que tenía dos hijos fue a ver al primero
y le ordenó: 'Hijo, ve a trabajar hoy en la viña’ 29 El le contest6: 'Ya voy, señor',
pero no fue. 30 El padre se dirigió al segundo y le dijo lo mismo. Este le
respondió: 'No quiero ir', pero se arrepintió y fue. 31 ¿Cuál de los dos hizo la
voluntad del padre?" Ellos le respondieron: "El segundo". Entonces Jesús les dijo:
“Yo les aseguro que los publícanos y las prostitutas se les han adelantado en el
camino del Reino de Dios. 32 Porque vino a ustedes Juan, predicó el camino de la
justicia y no le creyeron; en cambio, los publícanos y las prostitutas sí le creyeron;
ustedes, ni siquiera después de haber visto, se han arrepentido ni han creído en
él”.
Jesús era lo que hoy llamaríamos un simple laico. Respetaba a los sacerdotes de Dios y a
los sumos sacerdotes. Pero aquí les demuestra que si quieren pedir cuentas, deben estar
listos para dar una respuesta sobre las cosas de Dios cuando el pueblo se lo solicite. Jesús
muestra cuán difícil es convertirse para un sacerdote o maestro. Ya fueran maestros o
teólogos ¿podían seguir los movimientos populares y acompañar la peregrinación al
desierto? ¿Se sentirían aludidos por la predicación de Juan y estarían dispuestos a
desvestirse para ser bautizados en el Jordán?
21:28-32 Estos pasajes han visto una corrupción textual, porque hay tres diferentes formas
de la parábola.
A. En algunos manuscritos antiguos, la respuesta a la pregunta ¿“Cuál de los dos hizo la
voluntad del Padre”?, la respuesta es “el segundo,” el hijo que estaba de acuerdo, aunque
perezoso.
B. En otros manuscritos, la posición de los dos hijos cambia, donde el primero dice “Si” y no
hace nada, mientras el Segundo es el rebelde, pero arrepentido.
C. El tercer set de manuscritos está reflejado en la historia. La lógica de B o C se parecen
aparentemente a la gente moderna. ¿Cuál es la lógica de A?
21, 28-30: Para nosotros, la historia de los dos hijos presenta una escogencia simple. Los
resultados son más importantes que las apariencias. La respuesta del Segundo hijo era la
mejor respuesta, él fue honesto con lo que dijo, aunque, cedió y obedeció a su padre. El
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primero de los hijos mintió para salvarse, sus motivos eran dudosos. El Segundo era moral,
el primero no lo era.
Pero, para la audiencia de Jesús la escogencia no era fácil. La cultura de los tiempos de
Jesús ponía más énfasis en la reputación que en lo que se hacía. Su foco no era sobre el
carácter moral de los hijos pero sobre el honor al Padre. En la atmósfera de la pequeña
comunidad en Palestina, cada quien conocía lo que cada uno de los demás hacía. Las
decisiones de los hijos pronto se hacían públicas por medio de los rumores de las redes de
información. La negación del segundo hijo avergonzaba al padre mientras que la mentira del
primero, al menos, mostraba deferencias con la posición del padre. El segundo hijo
deshonraba la reputación del padre, el primer hijo honraba la posición del padre en la
comunidad. En la mentalidad de los contemporáneos de Jesús, el primer hijo era el mejor.
21, 31a: Jesús no hizo la pregunta de rigor a su audiencia, Él hizo una pregunta de fe.
¿Quién hizo la voluntad del padre? En una simple frase, Jesús cambió el enfoque del debate,
la posición social de los hijos o la reputación del padre no importaba, lo que importaba era
la apertura del corazón.
Mientras Jesús desarrollaba la historia, la pregunta del padre no hacía énfasis en el carácter
moral del hijo, pero en el trabajo en la viña. Tal como discutíamos la semana pasada, la
viña representaba a Israel. Trabajar en la viña quería decir la cosecha, preparando a Israel
para el Reino de Dios. El arrepentimiento era clave para tal preparación. El segundo hijo
avergonzó al padre, pero se arrepintió, Él trabajó en la viña y preparó la llegada del Reino.
Solamente el cambio de mente y corazón hacia Dios importa, no la posición social o los
antecedentes morales. Es por eso que Jesús pudo decir que los recaudadores de impuestos
y las prostitutas entrarían en el Reino con mayor honor que los líderes Judíos. Esta
declaración chocaba a la audiencia de Jesús, porque muchos rabinos Judíos sostenían que
estos dos grupos eran tan corruptos moralmente que nunca entrarían al Reino. La autojusticia de los líderes sería totalmente humillada como para estar bajo este desacuerdo en
la presencia de Dios. Los pecadores que hiciera la voluntad del Padre se ubicarían sobre
quienes rendían servicio de labios al Reino y se vestían con una apariencia de buenos
religiosos.
21, 32: Para hacer énfasis en su punto, Jesús recordó a los líderes a cerca de Juan el
Bautista. El ministerio de Juan evocaba el espíritu de los profetas quienes motivaban a la
gente al arrepentimiento. A diferencia de los profetas, sin embargo, Juan se enfocó sobre el
Reino por venir. Su llamado produjo cambios en la vida de las gentes. Sin embargo, ni la
tradición profética en la que Juan se apoyaba, ni el poder de sus palabras, ni el resultado de
su ministerio produjo cambios en las mentes de la élite religiosa. Inmersos en su propia
importancia, ellos no podían o no asimilarían la posibilidad del verdadero cambio moral o el
deleite de Dios en tal cambio. Como otros no podían cambiar, tan poco ellos.
¿Qué nos detiene para el cambio moral? ¿Por qué?
El Arrepentimiento Interior
La conversión comienza con el corazón, porque solamente en el corazón puede cambiar uno
verdaderamente, y, solamente desde el corazón puede un cambio en la vida ser
verdaderamente sincero. Cuando Jesús predicó sobre el arrepentimiento, el empezó con el
cambio en el corazón.
La conversión significa rechazo al viejo modo de vivir y vivir en la esperanza de una nueva
vida. Cargado por el peso del pesar y la repugnancia por las acciones pasadas, el corazón
del pecador se torna hacia la libertad y la paz de la misericordia de Dios. Sin embargo tal
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cambio no puede ocurrir sin la iniciativa de Dios, porque, Dios llama al pecador a cambiar y
le da fuerzas al pecador para efectuar los cambios en su vida. Los cambios solamente
ocurren cuando el pecador le permite a Dios que se haga cargo, de ahí que, la clave para el
cambio está en el arrepentimiento interior, en una apertura a Dios y su voluntad.
¿Dónde crees haber oído el llamado del Señor en tu vida? ¿De qué manera está Dios dirigiendo tu
cambio?
Ora por sabiduría para entender claramente y discernir la voz del Señor y el poder de
cambiar.
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