http://www.scba.gov.ar/falloscompl/c...0102236934.doc

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236.934-"MILONE LILIANA IRENE C/ GUILLEN PEDRO RICARDO S/
DA¥OS Y PERJUICIOS"
/// la ciudad de La Plata, a los 1 días del mes de noviembre de dos mil uno, reunidos en Acuerdo los señores Jueces
de la Excma. Cámara Primera de Apelación, Sala Segunda,
Dres. Juan Carlos Rezzónico y Néstor W. Vásquez, para dictar sentencia en la causa caratulada: "MILONE LILIANA IRENE
C/GUILLEN PEDRO RICARDO S/DA¥OS Y PERJUICIOS", y habiéndose
procedido con anterioridad a efectuar el pertinente sorteo
de ley el que arrojó el siguiente orden de votación: Dres.
VASQUEZ-REZZONICO, resolviendo el Tribunal plantear las siguientes:
C U E S T I O N E S
Primera:
¨Es
justa
la
sentencia
apelada
de
fs.
533/546?
Segunda: ¨Que pronunciamiento corresponde dictar?.
V O T A C I O N
A LA PRIMERA CUESTION; el Señor Juez, Dr. Néstor W.
Vásquez, dijo:
I. Viene la causa referenciada al Acuerdo del Tribunal
en virtud de recursos ordinarios de apelación que contra la
sentencia definitiva dictada en su Pri
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mera Instancia se dedujeran. Los apelantes en el caso estiman haber fundado las correspondientes quejas que el aludido pronunciamiento les ha producido mediante los siguientes
escritos: a) parte actora, de fs. 590/598, contestadas por
la citada en garantía a fs. 636/638; b) co-demandados Pedro
Ricardo Guillén y Gabriela Guillén de fs. 605/612 respondidos por la demandante a fs. 626/631 y por la razón social
aseguradora a fs. 640/642; c) del restante demandado Pablo
Jorge Antonio Tarling de fs. 615/620 cuyo traslado fue evacuado por la reclamante a fs. 632/634.
Existen ataques de los tres apelantes que tienen identidad en punto a la queja: la desestimación de extender los
alcances de la sentencia a la razón social citada en garantía otrora Federación Patronal S.C.L. hoy Federación Patronal S.A.. Los co-demandados Guillén consideran a su vez
equívoca la decisión de atribuir la total responsabilidad
en la ocurrencia del hecho generador a su parte, pues estiman que existió culpa concurrente entre el conductor del
Ford Falcon embestidor y la demandante, sosteniendo además
que no existe razón o fundamento jurídico que valide la
condena a Gabriela Guillén. De su lado, Tarling estima que
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es errónea la decisión de hacerle extensiva la condena en
virtud del puro aspecto formal de revestir la calidad de
titular de dominio registral del automotor, pues al venderlo con antelación al hecho a Gabriela Guillén se había desprendido de la guarda del mismo. Por último, todos los mencionados recurrentes, vierten quejas en punto a los montos
indemnizatorios fijados, una por exiguo (actora) otros por
elevados (restantes apelantes), poniendo de relieve cada
uno desde sus perspectivas las razones o fundamentos que
les llevan a solicitar la modificación del fallo en el sentido que respectivamente postulan.
Razones de adecuada sistemática llevan a tratar los
citados agravios en el siguiente orden: 1) aspecto de las
responsabilidades
de
los
demandados
Guillén;
2)
condena
respecto del titular de dominio registral Sr. Tarling; 3)
alcance o no de la condena a la aseguradora citada en garantía; 4) queja sobre la medida económica de los montos
indemnizatorios.
II. Debe señalarse en primer lugar que el marco cognoscitivo de este proceso revisorio por parte de Tribunal
tiene los siguientes alcances: a) la competencia de la Cámara se encuentra circunscripta al tra
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tamiento de aquellos ataques concretos y razonados vertidos, demostrativos -en sustento de las constancias del proceso- de la sinrazón del Juzgador, es decir, en función de
los agravios técnica, idónea y suficientemente expuestos
(art. 260, 261, 266, del CPCC), por cuanto todas aquellas
consideraciones del magistrado sentenciante que hayan servido de fundamento a su decisión no atacadas debidamente,
devienen firmes e irrevisables para el Tribunal de Alzada,
más allá del mayor o menor grado de acierto o error conque
se hubiere conducido el decisor (SCBA Acs. 43.416, 43.697;
esta Cám. Sala I causa 211.527; esta Sala, causas 236.816,
236.897, 237.897 y citas allí expuestas); b) no resulta en
principio viable someter a la consideración de la Alzada
cuestiones que oportuna y formalmente no se dedujeron como
para ser decididas por el Juez de grado, a no ser que se
trate del supuesto excepcional previsto por la norma (art.
272 del CPCC; SCBA en "Acuerdos y Sentencias" 1985-I-497,
1985-I-854, 1990-I-84; id. en Acs. 33.462, 40.857, 43.403,
44.499, 45.048, 45.656, 45.799, 45.985, esta Sala, causas
233.824, 234.607, 235.396, 236.437, 236.548 etc.).
Sentado ello, no corresponde avocarse a este
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Tribunal a dilucidar la posible existencia de culpa concurrente entre el conductor del Ford Falcon y la demandante,
en la medida en que tal planteo no fue oportunamente plasmado por los quejosos Guillén, a estar a sus escritos de
responde obrantes a fs. 79/86 y 121/128, pues esa situación
no fue deducida como para ser decidida por el Sr. Juez apelado; directamente se enrostró la responsabilidad en forma
absoluta en cabeza de la demandante y de otro lado, en lo
que respecta a la amputación de la pierna, se sostuvo por
los co-demandados mencionados una responsabilidad de índole
médico-hospitalaria, que no fue motivo de decisión en este
pronunciamiento como tampoco de queja en tal sentido.
En consecuencia, en orden a lo dispuesto por el art.
272 del CPCC no dándose el supuesto de excepción, no puede
esta Alzada considerar planteos que no fueron sometidos a
la decisión del Sr. Juez de Primera Instancia, en la medida
en que tanto el Juez unipersonal como este Tribunal Colegiado deben decidir sobre la base de un respeto a ultranza
del principio de congruencia.
En el proceso dispositivo son las partes las
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que tienen que describir los hechos y demarcar los ítems.
motivo de la acción aplicándose el brocardio latino "iudex
incidet secundum allegata et probata partium", por lo que
el magistrado por regla no puede suplir las deficiencias de
los que ponen en marcha la pretensión (art. 163 inc. 4ø del
CPCC) porque la publicización del derecho procesal no ha
alcanzado un grado tal como para llegar a tales límites,
ello sin perjuicio de lo dispuesto en los arts. 163 inc. 6ø
último apartado y 363 del Código Procesal Civil y Comercial. El petitum debe ser claro y concreto, no pudiendo dejar duda alguna con respecto al factum descripto y al contenido de la pretensión, porque está en juego lo que en el
campo doctrinario ha dado en llamarse la teoría de la individualización, donde es suficiente con definir la relación
procesal
(SCBA
Ac.58.713;
esta
Sala,
causas
234.607,
236.112). En base a ello el principio de congruencia lleva
a un enmarcamiento decisorio dado en la etapa introductiva
del proceso precisamente por los mismos justiciables y de
esa forma se trasunta el marco de posibilidades decisorias
del Juez en la sentencia, conforme ha quedado trabada la
litis, vedando por ende al órgano jurisdiccional reconocer
a ninguna de las
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partes lo que no ha sido solicitado, así como algo más o
distinto (art. 18 de la Const. Nacional; art. 34 inc. 4ø y
163 inc. 6ø del CPCC; Prieto Castro Ferrandiz, L. "Trabajos
y orientaciones de derecho procesal" en Rev. Der. Proc. Madrid, 1964, p.279 y ss.; Rosemberg, L. "Tratado de derecho
procesal civil", Ejea, Bs.Aires, 1955, t.II p. 325; Calamandrei, P. "Il processo como giuocco" en Revista di diritto procesuale", 1950 p. 23; SCBA en L-42.712, L-43.031; L47.489, L-47.959; íd. en Acs. 45.821, 46.223, 45.939; íd.
en "Acuerdos y Sentencias" 1986-IV-101, 1986-IV-505, 1990I-918,
1991-I-353;
esta
Sala,
causas
232.832,
232.834,
233.848, 236.636).
El principio de congruencia significa que, como regla
general, debe existir correspondencia perfecta sobre la acción promovida y la sentencia que se dicta, lo que se desarrolla en una doble dirección: el Juez debe pronunciarse
sobre todo lo que temporánea y formalmente se le pide, o
sea sobre todas las demandas sometidas a su examen y sólo
sobre éstas, y debe dictar el fallo basándose en los elementos de hecho aportados en apoyo de las pretensiones hechas valer por las partes en sus presentaciones y sólo basándose en tales elementos (SCBA en Ac. en Ac. 50.077; ésta
Sala, causas
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/////
231.728, 233.848, 234.607, 236.112 cits.). Sentado ello y
no habiéndose planteado la existencia en el hecho ilícito
de una concurrencia de responsabilidades, teniendo en consideración el análisis de la cuestión a tenor de la sentencia penal condenatoria surgente de la causa tramitada ante
el mismo fuero y que agregada a estas actuaciones por cuerda floja como elemento probatorio se tiene a la vista en
este acto (arts. 374, 384 del CPCC; expte. Guillén Pedro
Ricardo - Lesiones Culposas causa nø 10.996 Jdo. Correc.
nø6 La Plata; art. 1102 de la ley 340) la sentencia dictada
en este aspecto y perspectiva se ajusta a derecho.
En nada empece a tal conclusión la situación que plantea Gabriela Guillén dada su calidad de poseedora a nombre
propio del vehículo Ford Falcon en virtud de celebración
oportuna de contrato de compraventa de esa unidad automotriz a su titular registral. En función del relacionado
contrato la guarda jurídica del automotor pasó a manos de
la co-demandada por lo que debe responder (art. 1113 del C.
Civil). En lo que a ello respecta, adujo en su responde hechos modificativos que a su entender la eximían de responsabilidad, como que había comprado para otro, mas tal circunstan
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cia no cuenta con el respectivo aval probatorio, y sabido
es que en principio, cada parte debe probar los presupuestos de hecho basamento de la norma o normas que se invocan
como favorables a su pretensión y así, cabe prima facie al
actor la demostración de los hechos constitutivos, y al demandado u oponentes, los impeditivos, modificativos y extintivos que opongan (art. 375 del CPCC; Devis Echandía,
"Teoría general de la Prueba Judicial", T.I p. 448 "ll" y
407 "d", Alsina, H. "Tratado..." t.II p.191 nø14 Guasp, J.
"Derecho Procesal Civil", Madrid, 1958, t.I. p.326; Renditi, E. "Derecho Procesal Civil" t. I.269 nø75; S.C.B.A. en
Acs.
23.993,
25.443,
26.944,
47.682,
47.899;
íd.
en
L-
42.959, L-44.272, L-47.420, etc. íd. en "Acuerdos y Sentencia"
1988-IV-51;
esta
Sala,
causas
236.852,
237.322,
237.897) y su insatisfacción o incumplimiento, tan sólo
acarrea al incumpliente la consecuencia adversa a la que
perseguía
con
la
inicial
intención
de
probar
(SCBA
en
"Acuerdos y Sentencia" 1987-IV-593, 1987-V-77, 1987-V-379,
1988-I-613, 1989-IV-872, 1991-II-511; íd. en L-44.272, L49.232,
íd.
en
Ac.
49.630;
esta
Sala,
causas
234.637,
235.849, 236.548).
Respecto a la resultante de las absoluciones
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de posiciones dadas en el proceso (ver fs. 302 y 306 a tenor de pliegos de fs. 330, 301, 303, 304, 305; arts. 384,
421 del CPCC) debe partirse de la premisa de que corresponde otorgar eficacia probatoria a la absolución de posiciones, sólo cuando en ese acto de confesión - realizado con
cumplimiento de todas las exigencias formales (arts. 402,
407, 408, 409, 415 del CPCC; SCBA. Ac. 50.514) la parte absolvente da respuestas que le resultan desfavorables y por
contrapartida,
le
son
favorables
a
la
parte
contraria
(arts. 384, 421 CPCC; SCBA L-46.447, íd. en "Acuerdos y
Sentencias"
227.339,
1991-II-782;
228.074,
esta
228.075,
Sala,
228.218,
causas
226.989,
231.474,
231.677,
233.741, 233.858, 234.822, 236.112, 236.639, 236.852), de
manera que ellas no resultan eficaces para acreditar ese
extremo sostenido por la co-demandada, es más, son absolutamente
inversas
a
su
pretensión.
En
efecto,
la
co-
demandada al absolver posiciones a fs. 308 destaca en un
primer momento que "...el automóvil lo había adquirido a
Pablo Tarling en el año 1988, que a partir de esa fecha la
absolvente lo estuvo usando pero aún no había hecho la
transferencia a su nombre..." negando por ende la calidad
de propietaria, y que "...le prestaba a su
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hermano Pedro Ricardo Guillén el automóvil Ford Falcon..."
(resps. 1ø y 2ø posics. a tenor pliego fs. 303) con lo que
su voluntad de ser poseedora a nombre propio del móvil y
prestataria
del
mismo
a
su
hermano
resultan
indudables
(cit. art. 421 ley 7425). En esa condición, siendo la que
detentaba la guarda del coche, la sentencia contra ella se
ajusta a derecho.
III. Por su lado, Tarling sostiene que no debe responder al haber vendido la unidad. Tampoco su postura merece
acogida.
Las disposiciones de la ley 22.977 -vigente a la fecha
en que los contratantes señalan haber celebrado la compreventa- que vierten normas atributivas de responsabilidad,
constituyen normativas de fondo al igual que la ley 340, de
manera que la primera tiene un rango constitucional idéntico a la segunda (art. 31 Constitución Nacional) con la diferencia que contiene normas específicas de responsabilidad
para determinados supuestos mientras que el Código Civil
sienta pautas genéricas de ellas, pero no existe colisión
normativa al respecto.
No se desconoce por el opinante que otro es el criterio que en minoría han expuesto los Sres. Mi
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/////
nistros de la Suprema Corte de Justicia de esta Jurisdicción (ver SCBA Ac. 55.338 voto del Dr. Hitters y voto del
Dr. Negri en Ac. 55.947), pero lo cierto es que por decisión mayoritaria la doctrina legal señala que si el titular
del automotor no comunicó al Registro de Propiedad respectivo la transferencia del automotor (aviso de venta) responde por el daño provocado por ese vehículo a un tercero
(SCBA Ac. 59.017).
En concreta respuesta a la queja, digamos que esta Sala mantiene adecuación de sus decisiones con la doctrina
legal que en la Provincia, es la judicialmente expuesta por
su natural Tribunal, a tales fines, la sentada exclusivamente por la S.C.B.A. (por decisión unánime o mayoritaria
de votos) en su actividad interpretativa del orden jurídico
vigente (art. 161 inc. 3ø acápite ®a¯ Constitución Pcia. de
Bs.
Aires;
SCBA
Acs.
20.066,
20.157,
20.464,
21.112,
34.768, 39.440, 40.143, 52.258; esta Sala, causas 234.155,
234.418 entre otras) sin perjuicio de dejar sentada la interpretación disidente de este Tribunal si correspondiere,
y en consecuencia, en base a ello, ha menester relacionar:
a) que ante el texto claro y expreso de la ley, cabe
aplicar la norma en el sentido estricto de
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sus términos (SCBA "Ac. y Sent". 1985-II-376, 1986-IV-134,
1986-IV-605,
1989-I-101,
1989-I-598,
1990-I-147,
1991-I-
534; íd. en Acs. 27.241, 30.395, 39.014, 40.495, 45.868,
47.482,
47.812,
55.947;
esta
sala,
causas
231.122,
233.346).
b) que se trata entonces de una situación bien específica -venta de automotores- que tiene su regulación pertinente en base a lo normado por el DL 6582/58, ratif. por
ley 14.467 con texto cfme. leyes 22.977 y 24.673, Dto.
1114/97. Se ha establecido en el ordenamiento legislativo
mencionado y vigente a la fecha motivo del accidente, que
®...Hasta tanto se inscriba la transferencia el transmitente será civilmente responsable por los daños y perjuicios
que se produzcan con el automotor, en su carácter de dueño
de la cosa. No obstante, si con anterioridad al hecho que
motive su responsabilidad el transmitente hubiese comunicado al Registro que hizo tradición del automotor, se reputará que el adquirente o quiénes de este último hubiesen
recibido el uso, la tenencia o la posesión de aquél, revisten con relación al transmitente el carácter de terceros
por quiénes él no debe responder y que el automotor fue
usado en contra de su voluntad...¯ (art. 27).
/////
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La modificación introducida por la ley 22.977 al contenido normativo primigenio, tiene por finalidad indudable
-se ha dicho otrora por esta Sala-, la de sentar pautas que
impliquen un efectivo cumplimiento de las inscripciones en
el Registro de las sucesivas transmisiones de dominio, tratando de evitar el hecho notorio de continuadas tradiciones
en base a instrumentos privados que se van encadenando sin
satisfacer las exigencias legales de registración de las
mismas, burlándose expresas disposiciones legales, atentando contra la seguridad de los negocios jurídicos, contra la
publicidad de los actos que implican ese especial acto,
contra aspectos impositivos que se originen en las ventas
realizadas, etc.
La preeminencia de la ley específica de la materia que
impone determinadas actitudes a seguir para su incidencia
en lo referente a la responsabilidad por daños tanto a comprador
como
a
vendedor
es
indudable
(esta
Sala,
causas
220.489, 220.489 bis).
Sólo habiéndose comunicado por el propietario-vendedor
al Registro la tradición del automotor con antelación al
hecho dañoso, la responsabilidad del titular registral por
los daños y perjuicios que se pro
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duzcan con el vehículo se revierte y genera la exención en
su calidad de dueño de ella, por cuanto debe entenderse
producido por un tercero por quién él no debe responder, en
una interpretación acorde con el contenido del art. 1113
del C. Civil, de donde el adquirente que no es el titular
de dominio, pasa a ser tercero responsable desde la perspectiva de la "suplencia" de la responsabilidad presumida
del dueño de la cosa toda vez que reemplaza en el alcance
normativo (cit. art. 1113 de la ley 340) al dueño de ella
con la asunción frente a la víctima de la aludida responsabilidad en relación al daño generado y vinculando el dominio del automotor, cuya situación legal en este último aspecto no se encuentra regularizada precisamente por la omi-
sión del adquirente de
satisfacer adecuada y temporánea-
mente las exigencias legales.
Al
no
cumplir
los
vendedores
con
las
obligaciones
prescriptas a los transmitentes por la ley específica deben
asumir plenamente una responsabilidad que les corresponde
aunque alegase haber procedido exteriorizando la voluntad
de venta por cuanto es claro y concreto el texto legal de
indudable orden público, y en consecuencia el mismo no puede dejarse de lado por la
/////
/////
voluntad caprichosa de los particulares.
En definitiva, imponiendo la ley una determinada y mínima acción a los titulares de dominio transmitentes como
es la de anoticiar al Registro la venta de la unidad automotor en tiempo y forma, la responsabilidad atribuída tiene
su origen en la omisión no justificable de los vendedores
de no obrar conforme las exigencias del ordenamiento jurídico (esta Sala, causa 233.573). Demás está decir entonces,
que no puede este quejoso invocar su propia torpeza como
causa liberatoria de una consecuente responsabilidad impuesta por la ley al margen de toda íntima consideración
que quepa a los sujetos interpretantes acerca del grado de
justicia que el "criterio formalista" que sostienen les merece, pues la misión esencial del órgano judicial del Poder
en el
Estado es la de interpretar y aplicar las normas ju-
rídicas que acorde con los principios y garantías emanados
de
la
Ley
Fundamental
se
hayan
dictado
en
consecuencia
(arts. 5, 18, 31, 122, 123 y concdts. Const. Nación Argen-
tina; 1, 11, 15, 160, 161 inc. 3ø, 168, 171 Const. de la
Pcia. Bs. Aires, esta Sala, causas 221.089, 224.352).
IV. Viene a la consideración del opinante el
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tema de la desestimación del alcance de la condena a la razón social aseguradora del vehículo Ford Falcon, hoy Federación Patronal S.A.. El mismo -motivo de agravio de todos
los apelantes- no deja de ser preocupante en función de lo
que podría aparecer prima facie potencialmente como una solución lejana al vulgar sentido de justicia por la circunstancia -desde la perspectiva de quién resulta acreedora- de
que es precisamente otra actitud de manifiesta negligencia
precisamente del principal responsable como generador del
indudable daño, la que serviría potencialmente para eximir
la obligación de indemnidad obstaculizando que la condena
le sea extensiva a la citada en garantía, de donde bien podría suceder que en definitiva el pretendido resarcimiento
integral -máxime la imposibilidad de restituir importantes
estados actuales a la situación inmediata anterior al ilícito (art. 1083 del C. Civil)- pudiera quedar eventualmente
en simple expectativa, de donde a la justiciable acreedora
podrá resultarle una situación incomprensible si dentro de
una febril lucubración llega a razonar que por un primigenio actuar absolutamente negligente -no puede comprenderse
dentro de parámetros normales y pensándose en un atento y
prudente
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/////
circular con un medio automotor de locomoción como no puede
verse un vehículo estacionado de gran porte a la altura de
existencia de luz artificial de mercurio- quién transita en
condiciones no habilitantes para ello -en definitiva, por
no satisfacer la exigencia legal de renovar temporalmente
el carnet de conductor lo que trasunta potencialmente un
renovado control de las aptitudes psicofísicas para circular- incurriendo en otra actitud manifiestamente negligente, terminaría en definitiva obstaculizando encima la posibilidad de satisfacer el resarcimiento integral y oportunamente considerado.
Ello claro está, desde la perspectiva de la reclamante; pero otra bien puede ser la de la razón social aseguradora, en la medida en que el acto de celebración del contrato de seguro no constituye una estipulación a favor de
terceros (art. 504 del C.Civil) por cuanto es celebrado en
interés del asegurado, quién para ello se compromete al pago de la prima correspondiente (doct. emergente de SCBA en
Acs. 34.388, 38.748, 51.937 etc.) y por ende, el fin perseguido por este último es el de que la primera mantenga la
intangibilidad de su patrimonio (SCBA ACs. 38.151, 38.173;
Cám. 2ø La
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Plata, Sala III causa B-88.793), y esa obligación de mantenerlo indemne no es indemnizar como consecuencia de su incumplimiento, sino una obligación contractual cuyo cumplimiento importa la ejecución de un supuesto previsto en la
aplicación del contrato (SCBA Ac. 33.329), no siendo viable
al Juzgador exceder los límites contractuales que se fijaron entre los contratantes en la respectiva póliza (Cám. 1ø
SM. Causa 42.050) aún cuando uno de ellos lo haya hecho en
ese sentido mediante el sistema de adhesión, toda vez que
no es posible una interpretación extensiva del contrato
(SCBA Doct. emanada de fallos en L-34.016, L-43.530, L47.738, L-50.997; íd. Cám. 2ø La Plata, Sala I causa B84.262).
Veamos el desarrollo que ofrece la temática sujeta a
las circunstancias específicas del caso dado. Inicialmente
cabe señalar que los supuestos de "doctrina legal" o de
plenarios de Cámaras de este Departamento Judicial (arts.
161 inc. 3ø acápite "a" Const. de la Prov. de Bs. Aires y
37 inc.f) de la ley 5.827 texto vigente; SCBA Acs. 20.066,
20.157,
20.464,
21.112,
34.768,
39.440,
40.143,
52.258
etc.; esta Sala, causas 236.639, 236.675, 236.938, 237.120
entre otras)
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la doctrina expuesta resulta de necesario seguimiento para
esta Alzada sin perjuicio de dejar reservado en forma expresa un pensamiento interpretativo disidente como se dijo
supra. El acatamiento a la doctrina así emanada en esta jurisdicción provincial, no puede constituir una afectación
del art. 15 de la Constitución de la Provincia, pues de no
guardarse el mismo, se podría generar la posibilidad de encuadre en eventual recurso extraordinario de inaplicabilidad de ley o doctrina legal, demorándose así la posibilidad
de acceso a efectiva decisión judicial (esta Sala, causa
232.079).
Y al respecto, debe señalarse que no se trata de un
supuesto de eximente de responsabilidad por parte de la
aseguradora sino de una situación de exclusión de cobertura. Se ha dicho por esta Cámara (Sala III causa 227.054
r.s. 201/97) que la exclusión de cobertura (o riesgo excluido o evento no cubierto o un no seguro) existirá todas
las veces que el siniestro tenga lugar en ocasiones en que
el contrato de seguro prevé como no idóneo para hacer funcionar la garantía del asegurado. En esa ocasión el Tribunal dijo: "...si el automotor en el siniestro era conducido
por alguien inhabilitado para conducir automotores y la póliza en virtud del
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cual se aseguró el rodado incluye en su redacción una cláusula por la cual no corresponde indemnizar siniestros producidos o sufridos por el vehículo mientras fuere conducido
por personas que no estuvieran habilitadas para su manejo,
la entidad aseguradora puede válidamente oponerse al pago
de las indemnizaciones reclamadas por la víctima del accidente. No se trata de un supuesto de culpa grave sino de
una falta de cobertura lo que significa que se trata de un
riesgo diverso al previsto por la norma, es decir, de aquél
sobre cuya base se efectuó el contrato...", de donde en definitiva el pactar una cláusula de exclusión de cobertura,
el riesgo que se contempla en la misma como no cubierto,
trasunta -como se expuso supra- que no existe seguro en ese
sentido (Cfme. Cám. 2ø La Plata, Sala III causa B-88.793).
Ahora bien, conforme resulta de la póliza obrante a
fs. 87/91, en la cláusula de "Exclusiones a la cobertura"
(art. 22 de las "Condiciones Generales para el seguro de
vehículos automotores y/o remolcados" Anexo A hoja 2) en su
inciso II acápite g) se pactó que ®...el asegurador no indemnizará los siniestros producidos y/o sufridos por el
vehículo y/o su
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carga...mientras sea conducido por personas que no están
habilitadas para el manejo de esa categoría de vehículo por
autoridad competente...¯.
Teniendo
en
consideración
la
fecha
del
hecho
-
6/10/990- se encontraba vigente la ley 5.800 como reguladora de las exigencias relacionadas con el tránsito en la vía
pública (Código de Tránsito de la Pcia. de Buenos Aires)
que entre sus disposiciones como las inherentes a la Reglamentación pertinente, se establece:
a) Que para conducir vehículos en tránsito por la vía
pública, todo conductor debe estar habilitado al efecto
(art. 49 ley 5.800) lo que se logra mediante la obtención
de la licencia de conductor (arts. 50 y 51 mismo Código),
pues el cumplimiento de este requisito extendido por autoridad competente del país habilita para conducir el vehículo del tipo para el cual es otorgada en la jurisdicción de
esta Pcia., sea o no dicho vehículo de quién lo conduce
(arts. 55 y 56 ley 5.800).
b) Que la licencia de conductor podrá ser válida (ver
art. 60 ley 5.800) por el término de 10 años a contar desde
la fecha en que ha sido expedida (debe observarse que conforme resulta del informe de fs. 326
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de la Dcción. Pcial. del Registro de las Personas la licencia correspondiente otorgada a Pedro Ricardo Guillén lo fue
con fecha 8/6/979 con vencimiento al 8/6/89 [arts. 384, 394
y concdts. de la ley 7.425] es decir casi 16 meses con antelación al hecho), mas ese término está condicionado entre otras exigencias- a la aprobación del examen médico
periódico (art. 52 ley 5.800 y 49 de su Reglamentación).
c) Que para la renovación por vencimiento del término
de validez se deben satisfacer ciertos requisitos (art. 54
inc. 1ø Reglamentación) entre los que se encuentran los
exámenes de idoneidad en el manejo y el médico destinado a
comprobar que el solicitante no se encuentra afectado por
alguna de las incapacidades señaladas por la ley (arts. 60
y 61 Reglamentación), pudiendo en caso de iniciarse el trámite de renovación efectuar esa petición dentro de los 30
días de vencido el plazo (art. 70 Reglamento a ley 5.800),
término éste de gracia que encuentra su justificante -a entender del opinante- exclusivamente en motivos de organización administrativa para su tramitación, mas en momento alguno encierra una prórroga de validez del término decenal
señalado supra.
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d) Que se encuentra absolutamente prohibido conducir
vehículos automotores con la licencia caduca o ceder el manejo a terceros sin licencia (art. 61 ley 5.800).
Consecuentemente, si se pretendiera destacar -a los
efectos de la puesta en juego de la cláusula de exclusión
de cobertura pactada- que la situación de conductor sin licencia es la misma que la de conductor con licencia caduca,
sólo a tales fines, a entender del opinante la respuesta es
afirmativa. Desde luego que primigeniamente la situación no
es asimilable desde la perspectiva del análisis del contenido de la legislación vigente a ese momento en la materia,
pues una cosa es conducir en la vía pública sin haber obtenido la licencia para ello -de donde resulta que ninguna
autoridad competente pudo verificar si reunía las condiciones para habilitarlo a tal fin- y otra es la del que conduzca con licencia caduca o con retiro y baja de la licencia interín en término de validez, pues prima facie en estos dos últimos supuestos existió un momento de acreditación y cumplimiento de las exigencias legales para su habilitación como conductor idóneo, y ello es dable advertir en
el simple cotejo de las situaciones
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señaladas pues precisamente el Código de Tránsito en el citado art. 61 la prohibición allí sentada se encarga de establecer como situaciones disímiles que de hecho se conduzca "sin licencia" (inc.a) o "con licencia caduca" (inc. b).
Mas otra es la situación en que se plasma la clausula
de exclusión de cobertura, pues allí la misma funciona en
supuesto en que la persona no se encuentre habilitada para
el manejo de esa categoría de vehículo (no debe dejar de
pensarse que una licencia puede contener distintas fechas
de habilitación para conducir en relación a diferentes categorías) por parte de la autoridad competente, relacionándola con el momento en que se produce el hecho dañoso, y al
respecto, la situación sí es asimilable: no esta habilitado
para conducir quién carece de licencia de conducir (por su
no obtención y no por no portar ella en ese momento; ver
art. 62 ley 5.800) como tampoco lo está el sujeto a quién
le caducó la licencia, pues en ese sentido, si por "caducar" debe entenderse la extinción automática del derecho,
(el mismo "ha dejado de existir"; Enciclopedia Jurídica
Omeba, t.II p.481 y siguientes) lo cierto en definitiva es
que la validez de esa licencia -supuesto
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del caso dado en autos- no existe, más allá de computar si
el vencimiento del plazo decenal se consideró iniciando el
mismo a partir de la
fecha de otorgamiento (cit. art.52
ley 5.800) o en el mejor de los casos a partir de los 30
días de gracia que otorga el art.70 de la Reglamentación
para su renovación, de donde en esencia, esa persona que como en el caso de autos- no efectuó temporalmente los trámites inherentes a la renovación, vuelve a fojas cero, y se
encuentra en la misma situación del que carece de licencia:
les está absolutamente prohibido conducir por no tener licencia habilitante, siendo que el derecho del que no renovó
se extinguió por operatividad de la caducidad de su licen-
cia. Ello al menos desde la perspectiva de la operatividad
de la cláusula de exclusión de la cobertura.
Consecuentemente, en esas muchas veces azarosa misión
de administrar justicia, la honesta interpretación que le
cabe al opinante en el supuesto de autos acerca del derecho
aplicable en el análisis del contenido de una cláusula contractual de exclusión de seguro sobre cierta situación contemplada en el instrumento, lleva a coincidir con el Magistrado sentenciante, y por ende considerar justa la sentencia dic
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tada, cuando la misma excluye a la razón social aseguradora
citada en garantía en virtud del contrato pertinente, pues
entiende que el compromiso de mantener indemne al asegurado
no estaba comprometido cuando el manejo del vehículo motivo
del seguro se realizó en la emergencia por persona que se
hallaba inhabilitada para conducir frente a la circunstancia de haber caducado los derechos que en tal sentido otorgaba la licencia respectiva, virtud de que la validez de la
misma era inexistente ante el vencimiento del término pertinente, agotado con exceso a la fecha del ilícito, lo que
hace poner en juego la situación contemplada como cláusula
de exclusión de cobertura, cláusula que, en orden al análisis de las posiciones de los contratantes aparece como no
abusiva de derecho alguno de los celebrantes (doct. art.
1071 del C. Civil, Regla I del Título Preliminar y art.207
del C. de Comercio) ni alteradora de la buena fe contractual (art.1198 del C. Civil primera parte) más allá de que
el seguro -como figura jurídica vigente- tenga una finalidad de solidaridad social de repara íntegramente a las víctimas por un lado y de mantener indemne al asegurado por el
otro
según
el
criterio
expuesto
por
el
Dr.
hitters
en
Ac.55.654 dado el
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17/10/95, porque en el caso, reitera el opinante, no se está en el supuesto de una eximente de responsabilidad por
determinado pacto contractual, sino ante una expresa exclusión de cobertura factible de ser pactada y perfectamente
válida, y en esencia no se trata de que no existe contrato
de seguro para circular con ese vehículo -en condiciones
idóneas para ello-, pues existía el mismo, salvo que determinadas y específicas situaciones no se cubrían. Lo expuesto descarta toda posible nulidad de la cláusula.
De otro lado, no se participa del criterio de la actora apelante en el sentido de que la cláusula en análisis
resulte desajustada a lo prescripto por el art.25 de la ley
20.091, destacando la inaplicabilidad en forma retroactiva
de los alcances del Reglamento, pues el mismo data de 1992.
Es decir, con posterioridad a la ocurrencia del hecho dañoso. En efecto, el citado art.25 señala que el texto de las
pólizas deberá ajustarse a los arts.11 segunda parte y 158
de la ley 17.418, lo que nos lleva a remitirnos ambas normas. precisamente el citado art.11 en su parte pertinente
permite incluir en la póliza condiciones particulares, entre las que pueden considerarse aquellas que implican
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por sus situaciones excluyentes de cobertura, o dicho de
otra forma, situaciones que no son aseguradas en ese contrato y en cuanto a los aspectos formales, ellos surgen de
la póliza respectiva, así como el respecto al contenido del
art.158 de la ley 17.418, pues la exclusión de cobertura
dada no se encuentra dentro de las normas que establecen
pautas inmodificables o modificables sólo a favor del asegurado.
Por ende, y sin desconocer la implicancia de lo destacado, se considera que la sentencia apelada en este aspecto, también merece ser confirmada.
V. En cuanto a los montos indemnizatorios fijados,
también motivo de queja de todos los apelantes, ha menester
destacar que los argumentos de queja deben autoabastecerse,
en la medida en que si los pretensos fundamentos de los
agravios no se corroboran en su existencia a través del
análisis de las actuaciones, debe confirmarse la sentencia
(Carnelutti, "La probe civile" parág. X-115, Roma, 1947;
Scardaccione, A. "La probe" Torino, 1971, p.286; Longo, M.
y
colab.
"La
probe
civile"
Torino,
1976,
t.II
p.1004
apat.5.1.3; esta Sala, causas 183.177, 188.989, 192.927,
210.815).
Vienen a colación por su aplicabilidad al
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/////
presente caso, ciertos antecedentes de esta Sala reiteradamente expuestos a lo largo de sus sentencias:
1. La base de la admisibilidad de un rubro indemnizatorio -deslindada previamente la obligación de indemnizares la existencia de daño concreto, causalmente vinculado
con el obrar (por acción u omisión) del responsable, por
cuanto debe satisfacerse la reparación de daño cierto y no
eventual (arts.1068, 1069, CC. aplicables al subdiscussio;
S.C.B.A.
Acs.45.463,
46.042,
46.097,
47.829,
47.885,
52.191, 57.980; íd. L-48.473, L-49.232; esta Sala, causas
235.420, 235.697, 236.359 etc.).
2. Sobre ese presupuesto, se encuentra facultado el
órgano jurisdiccional a establecer el quantum debeatur mediante estimación judicial si es que no resulta demostrada
a través de las constancias del proceso la cantidad determinada o determinable de la medida económica del detrimento
(art.165
del
C.P.C.C.;
S.C.B.A.
"Acuerdos
y
Sentencias"
1989-I-332, 1989-IV-804; esta Sala, entre varias más, causas 230.480, 230.481, 234.406, 235.697 cit.).
3. En punto a valores sujetos al prudente arbitrio judicial, sea por tratarse de daños no sucepti
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bles de trasuntarse en cantidades determinadas o determinables en moneda, o bien porque de haber sido, demostrada la
existencia del daño no se acreditó fehacientemente la precisa importancia económica del mismo, lo cierto es que en
definitiva en esas situaciones los justiciables no han hecho más que someterse a una distinta "estimación": la del
Juez, que a fin de trasuntar que el prudente arbitrio no se
trastoque en decisión arbitraria, debe señalar las pautas
del proceso que tuvo en consideración, y las mínimas circunstancias que lo llevan a arribar a ciertas cantidades de
dinero que estimó adecuadas al caso, que en suma, no son
más que la formación de un criterio cauteloso que trasunte
un equilibrado decisorio de acuerdo a los precedentes que
conforman en definitiva reglas de experiencia, aplicadas
con pautas lógicas, pues si bien no es dable vislumbrar un
cuadro aritmético que arroje resultantes exactas, ni existe
un sistema legal tasado, ni una postura pretoriana mayoritariamente aceptada, lo cierto es que ese "prudente arbitrio" se va conformando en el Juzgador a través de su propia experiencia (vg. valores establecidos en otros procesos
en situaciones de gran similitud que han sido consentidos
por los justiciables
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y por ende los presume justos, eventuales confirmaciones de
ellos por Tribunal de Alzada interviniente) y la comparativa a través de la lectura y conocimiento de doctrina judicial -eventualmente científica-, que en actividad privativa
(S.C.B.A. "Acuerdos y Sentencias" 1991-II-9) le llevan a
tener un criterio valorativo por supuesto no desprovisto de
ascendencia
subjetiva
(S.C.B.A.
"Acuerdos
y
Sentencias"
1989-I-332, 1989-IV-804; esta Sala, entre varias más, causas 235.246, 235.384, 236.639), que es lo específico del
caso dado.
En ese cometido, la prudencia de los jueces viene sostenida por la preocupación constante de dar a cada uno lo
suyo evitando que de otra forma, la pretensión indemnizato-
ria se transforme en una fuente de enriquecimiento indebido. Sobre esa base, la "estimación judicial" debe valorarse
para cada caso conforme las circunstancias fácticas antecedentes que particularizan el mismo, de forma tal que la
conclusión económica dada en un proceso dificilmente resulte plenamente aplicable a otro (esta Sala causas 235.396,
235.873, 235.874).
4. Las estimaciones de las partes efectuadas en los
escritos introductivos del proceso sobre los montos que
consideran justos no atan al Magistrado
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salvo que constituyan un tope cuantitativo establecido por
el propio justiciable (S.C.B.A. Ac.28.309; esta Sala, causas 235.453, 235.776, 236.699). No siendo así debe el Magistrado analizar en primer término lo que resulta de la
prueba producida, recurriendo a su estimación mediante prudente arbitrio en el caso de que, acreditado el daño, no
surjan de los elementos probatorios pautas suficiente para
considerar cantidad determinada o fácilmente determinable.
Por otra parte, no se viola el principio de congruencia
cuando el Juzgador se aparta del método propiciado por el
actor (o demandado en su caso) para la determinación de daños y perjuicios (S.C.B.A. en "Acuerdos y Sentencias" 1988IV-118;
esta
Sala,
causas
233.154,
233.707,
234.406,
235.112).
5. Todo daño real ocasionado que haya generado una minusvalía en una persona, como lesión a la integridad psicofísica del individuo (S.C.B.A. en "Acuerdos y Sentencias"
1989-I-384; esta Sala, causas 217.591, 220.210, 220.329,
223.285,
223.308,
223.481,
224.121,
224.585,
228.028,
231.989), debe ser resarcido pues trátase de una lesión al
debido uso de su propio cuerpo, a su salud (esta Sala, causas 221.381, 222.003, 223.481, 224.212, 226.097, 226.541,
228.595, 229.114,
/////
/////
231.989, 232.113, 233.154, 235.448, 235.776), con prescindencia de que la víctima ejecute o no actividad lucrativa,
de allí que la incapacidad no puede merituarse solamente en
el aspecto laboral, sino como disminución de la genérica
aptitud del individuo, correspondiendo en pro de una determinación
prudente
mediante
arbitrio
judicial,
analizarse
las reales lesiones sufridas, la implicancia de ellas en el
desenvolvimiento del sujeto y su proyección de vida, acorde
con
las
propias
circunstancias
del
ahora
discapacitado
(arts.1.068, 1.069, 1.083 C. Civil; art.165 del C.P.C.C.;
esta Sala, causas 233.858, 235.967, 236.639, 237.508 entre
otras).
6.
Ergo,
si
la
incapacidad
es
una
disminución
que
afecta a la víctima en su relación con la genérica aptitud
que como individuo en uso de su propio cuerpo detentaba con
antelación al hecho dañoso mientras que el lucro cesante es
la disminución de la ganancia líquida que con motivo del
ilícito puede haber dejado de percibir la víctima (esta Sala causa 216.685 bis, 218.604), son rubros bien distinguibles, aunque este último se haya generado por la existencia
de la primera (S.C.B.A. Acs.42.258, 52.258; esta Sala, causas 1888.741, 206.204, 210.265, 212.569, 212.570, 213.711,
/////
/////18
213.782,
215.330,
215.933,
217.776,
217.919,
224.212,
225.292, 232.252, 235.084, etc.), por lo que la procedencia
de ambos, de ser viable, no significa una superposición de
indemnizaciones por un mismo concepto, pues ellos son bien
diferentes.
7. El daño moral, como lesión a derechos que afectan
el honor, la tranquilidad, la seguridad personal, el equilibrio psíquico, afecciones legítimas en los sentimientos o
goce de bienes, así como de padecimientos físicos que los
originen o espirituales relacionados causalmente con el hecho ilícito, en virtud de su naturaleza de carácter resarcitorio pues no se trata de punir al autor responsable, de
infringirle un castigo sino de procurar una compensación
del daño sufrido (art.1078 CC.; Orgaz, "El daño resarcible", 2a. ed. Bs.As., 1960, p.230 nø57; esta Sala causas
235.448, 237.322) se encuentra sujeto en su estimación al
prudente arbitrio judicial (S.C.B.A. en L-50.480, 51.354;
íd. en Acs.51.179; esta Sala, causas 233.154, 235.396), y
no tiene porqué guardar proporcionalidad con el daño material,
pues
(S.C.B.A.
depende
de
Acs.21.317,
la
índole
21.512,
del
21.515,
hecho
generador
31.583,
42.303, 43.813; esta Sala, causas 237.120, 237.322,
/////
/////
237.508).
41.539,
8. Por último, tiene dicho esta Sala, con aplicabilidad a estos autos, que cuando existe queja acerca de un
quántum indemnizatorio y la parte recurrente sostiene la
improcedencia de la medida económica del mismo sustentándose en las mismas circunstancias fácticas y/o jurídicas merituadas oportunamente en la sentencia, en definitiva, el
pretenso agravio tiene sólo una lectura lógica: la mera
disconformidad con la valoración en dinero efectuada por el
Juzgador, sin otro aditamento demostrativo, y en consecuencia ello por si solo no constituye agravio en los términos
del art.260 del C.P.C.C., puesto que en ese sentido exhibe
sólo discrepancia y dista mucho del ataque concreto y razonado del fallo acreditante de la sinrazón del decisor (esta
Sala, causas 235.453, 235.697, 235.737 etc.).
En función de todo lo expuesto, se han dado respuestas
obvias a ciertos argumentos de queja de los recurrentes,
tal como aquellos que sostienen que dentro del monto de incapacidad va ínsito el otorgado en concepto de lucro cesante, circunstancia que no es compartida por el Tribunal, de
donde la conclusión lógica es la desestimación de tales
criterios.
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/////19
Ahora bien, en pro de evitar un posible otorgamiento
de dos montos indemnizatorios por el mismo concepto, se involucró en cantidad única lo otorgado frente a la incapacidad, a la ayuda doméstica, a los gastos de visita médica y
tratamiento kinesiológico, a obtención de un automotor con
características especiales. Este Tribunal no comparte ese
aunamiento, que motivó queja de la demandante, y si bien
participa desde esa perspectiva de lo sostenido por ella en
lo referente a inexistencia de razón en la superposición,
de la detenida lectura dada a contenido pertinente volcado
a fs.596/597 no se advierte en definitiva el concreto agravio que tal aunamiento le ha generado, pues se denota que
el fundamento real de la queja se relaciona con lo que se
considera monto exiguo que no se compadecería con la resultante no exagerada de su estimación en sustento de una
realidad concreta según manifiesta. Por ende, sin perjuicio
de no compartir el criterio de aunar esos rubros, no se advierte la razón ahora de su separación en los diferentes
campos en la medida en que lo esencial a decidir -por concreta queja- es si el monto resultante de esa sumatoria es
o no el ejercicio del prudente arbitrio judicial, en tanto
y en cuanto
/////
/////
cada uno de los ítems componentes por la índole del reclamo
y la prueba producida, se encontraban todos sujetos a la
estimación judicial.
Señala la actora que la única objeción posible es la
falta de exacta acreditación de los ingresos previos, destacando la prueba testimonial producida como pauta demostrativa de los mismos al menos -se agrega por el opinantecomo elementales indicios de una actividad lucrativa ejercida por la demandante.
Desde esta perspectiva, también ha de considerarse algunos de cuyos elementos son ponderados por el titular
del Ford Falcon en su queja- lo que resulta de la prueba
informativa dada a fs.221/226, 279, 320, 347, 364/366 (aunque sin dejar de valorar que lo informado está relacionado
con
actividad
de
la
actora
posterior
al
hecho),
379,
429/430 lo que son merituados -al igual que el resto de la
prueba valorada- a la luz de las reglas de la sana crítica
(arts.384,
456
del
C.P.C.C.)
y
lo
dispuesto
por
los
arts.394 y ss., 457, 462, 474 y concdts. del C.P.C.C.
En cuanto a la prueba testimonial, no existen pautas
para restar eficacia a los dichos con excepción de aquellos
datos de los deponentes cuyo origen de co
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/////20
nocimiento este dado exclusivamente en las manifestaciones
que al efecto le hubiere hecho la parte oferente al declarante en sus respectivos casos, por cuanto es criterio de
este Tribunal que no resulta conocimiento eficaz que pueda
llevar al Juez a la convicción de la certeza con que se expide el testigo, cuando el dato aportado por el sujeto deponente,
tiene
su
origen
en
las
manifestaciones
que
al
efecto le ha hecho en su momento el propio oferente. De no
concluírse en ello, se corre el riesgo de otorgar credibilidad a quién aporta datos sobre hechos que se suponen
acontecidos en la forma que los relata, en base a lo que el
propio interesado le ha referido, con lo que es fácil inducir al declarante e introducir en el proceso un elemento de
prueba espúreo que puede no condecirse con la realidad histórica (arts. 384, 456 C.P.C.C. cit.; S.C.B.A. "Acuerdos y
Sentencias"
1987-II-174,
1988-I-42;
esta
Sala
causas
233.851, 233.858, 234.637), a no ser que el oferente relate
al testigo circunstancias que le son totalmente adversas,
con lo que se deslinda toda intención de inducir al testigo
a
que
declare
en
su
favor
(esta
Sala,
causas
215.254,
216.035, 216.610, 217.986, 220.014 cit., 223.148, 224.297,
228.218, 230.359,
/////
/////
236.548 algunas cits.) lo que no es dable observar en estás
actuaciones. Resulta obvio ingualmente que afecta la eficacia de la declaración del testigo cuando la misma carece de
suficiente razón del dicho o ella brilla por su ausencia,
así como cuando ésta, vertida, aparece como inverosímil
conforme a las circunstancias que rodean el caso y el conocimiento del declarante (art.384, 456 C.P.C.C.; esta Sala,
causas 233.707, 233.851, 234.637, 235.084, 236.639).
Sobre esa base se aprecia que del dicho de los testigos no surge precisamente una pauta uniforme. En efecto, se
valoran las declaraciones de M.B. Alvarez (fs.316) ex compañera de trabajo de la actora en la Clínica Sta. Rosa en
el año 1987 y en la Clínica neurosiquiátrica de City Bell
en el año 1989; de I.E. Ruiz (fs.318) administradora de la
Clínica Sta. Rosa mas señala haber trabajado junto a la demandante en la Clínica Sta. Fe y en el año 1986 en la mencionada Sta. Rosa; de E. F. Sapag (fs.330) odontólogo que
conoció a la reclamante en virtud de una relación laboral
en la Clínica Sta. Fe.
Mientras Alvarez dice que la actora atendía en la Clínica Sta. Rosa 30 pacientes y en la restante
/////
/////21
28 lo que se supone conoce por haber sido la testigo empleada administrativa, señala que en ambos establecimientos
el cobro se hacía por parte de obras sociales a través del
colegio de kinesiólogos, aunque algunas que no entraban en
el convenio se facturaban por la clínica, y acota en base a
una comparación con las remuneraciones de la declarante,
que en la Clínica de City Bell el ingreso de la actora era
de alrededor de $1.000 (a valor contemporáneo a su declaración), la declarante Ruiz dice que en la Clínica Sta. Rosa
la actora atendía aproximadamente unos 25 pacientes día por
medio, explicando los sistemas de facturación. Por su lado
Sapag alude a que en la Clínica Sta. Fe la actora atendía a
unos 15 paciente por día y por semana entre 40 y 50 pacientes, y las remuneraciones por ello las calcula entre 2.000
a 3.000 pesos. En resumen, no existen datos precisos y concretos ni sobre la cantidad de pacientes, ni en un mismo
lugar de trabajo, ni por ende en las cantidades, que difieren en mucho a lo que se informa a fs.221/226 y fs.429/430
en cuanto a lo sostenido por Sapag, sin dejar de considerar
que lo dicho por Alvarez se relaciona con una sola Clínica.
Lo cierto es que mag•er los informes negativos de fs.279 y
347, lo resul
/////
/////
tante de fs.379 y lo que emerge de fs. 427, puede aseverarse que la actora realizaba actividad rentable como kinesióloga, siendo lo demás simple indicios para evaluar en punto
a ganancias, no precisos ni concordantes (art.163 inc.5ø
segunda parte del C.P.C.C.).
Es indudable, y puede considerarse circunstancia fáctica consecuente, que por la índole de las lesiones padecidas, durante un lapso prudencial la actora no pudo volver a
sus tareas. El grado de intensidad de laboreo posterior como su genérica aptitud consecuente emerge de la pericia
traumatológica de fs.442/444, integrada con las presentaciones de fs.464/466 y 447/478 elemento probatorio que se
tiene en consideración en virtud de no existir pautas que
pongan
de
manifiesto
la
necesidad
de
apartamiento
(arts.384, 474 del C.P.C.C.).
Teniendo lo expuesto en consideración, como asimismo
el resto de la prueba producida y valorada por el Sr. Magistrado sentenciante a la que se efectúa remisión brevitatis causae por compartir la misma y que hace en definitiva
a las secuelas que en la vida laboral y de relación se han
generado a la actora, debo destacar que sin perjuicio del
evidente esfuerzo por
/////
/////22
parte de la demandante en arribar de su lado a estimaciones
impregnadas de cierto rigor lógico, y sin dejar de valorar
que muchas de ellas tienen en si mismas el vicio propio de
ser situaciones futuras y por ende aleatorias, debe el opinante concluir que el Juzgador apelado no exhibe en su valoración otra pauta que una preocupación por sentar una medida económica de esos perjuicios en sustento de un prudente arbitrio, no evidencia elementos ni criterios que permi-
tan sostener el trastocamiento de ese prudente arbitrio en
decisión arbitraria y obra dentro de las facultades que la
ley ritual le otorga (art.165 del C.P.C.C.), razón por la
cual no se advierte -ni resulta de las argumentaciones de
los apelantes pautas demostrativas- que exista un absurdo,
un palmario desencuentro con la realidad social e individual que corresponde vivir a la demandante en el aspecto
socio-económico ni un despropósito ajeno al sentido del
art.1083 del C. Civil, por lo que ha de propiciarse se confirme en ese sentido el moto indemnizatorio establecido,
pues aparece el mismo como prudente ejercicio del arbitrio
judicial.
En lo referente al daño moral, debe destacarse que a
más de lo valorado por el Juzgador, se
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tiene conciencia de que el tipo de daño generado y sus secuelas, han cambiado absolutamente la vida de la demandante, sometiéndola permanentemente -de por vida- a una continua prueba de esfuerzo físico y psíquico que constituye en
definitiva vivir día a día con conciencia de una importantísima
minusvalía
absolutamente
discapacitante,
puesta
a
prueba de continuo con un concreto sentir periódico de innumerables situaciones que le están vedadas como vida normal comparativamente a la que desarrollan otros y la que
desarrollaba con antelación al hecho, no sólo en la primigenia actividad deambulatoria sinó en la imposibilidad de
desempeño en la variada gama de actividades sociales, deportivas, culturales etc. Lo relacionado pretende destacar
que es un sufrimiento espiritual de por vida, sólo mitigable en mínima medida por el transcurso del tiempo y el sometimiento psicológico de aceptación a ese derrotero y a
ese futuro hasta el fin de nuestros días, es decir por la
aceptación resignada de nuestra suerte que ya está echada
por el actuar responsable de un tercero y la que resulta
irreversible, más allá de los vaivenes de momentos espirituales unos mejores que otros. Pero lo cierto es que todos
y cada uno de los días que le toca
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enfrentar a la demandante en esa su condición actual, no
puede dejar de ser una mortificación espiritual constante.
Es entonces en virtud de esta evaluación sumada a la efectuada por el Sr. Juez decisor, y a la circunstancia que se
ha pautado supra que la graduación económica del daño moral
no depende de la dada
en relaciona al daño material sino
de la índole del hecho generador, es que se propicia establecer el mismo con valores al momento del fallo apelado,
en la cantidad de $150.000 lo que trasunta un incremento en relación a fijado en la sentencia- de $30.000, lo que de
compartirse, genera la modificación parcial de la sentencia
sujeta a revisión.
Por lo expuesto, emito mi VOTO PARCIALMENTE POR LA
AFIRMATIVA.
El Sr. Juez Dr. Juan Carlos Rezzónico, adhirió al precedente voto por aducir iguales fundamentos.
A LA SEGUNDA CUESTION, el Sr. Juez Néstor Walter Vásquez, dijo:
Teniendo en consideración el resultado de la votación
a la cuestión anterior, en lo substancial debe confirmarse
el fallo apelado con la sola excepción del monto de condena
que a la fecha del mismo se establece
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en $456.000,00 por incremento del rubro daño moral que de
su
estimación
inicial
en
$120.000,00
se
eleva
a
$150.000,00. Con costas en esta Segunda Instancia a la parte demandada por resultar vencida (art.68 del C.P.C.C.) debiendo postergarse la pertinente regulación de honorarios
por los trabajos profesionales para su oportunidad (art.31
Dto. Ley 8904/977).
ASI LO VOTO
El Sr. Juez Dr. Juan Carlos Rezzónico, adhirió al precedente voto por aducir iguales fundamentos, con lo que se
dio por finalizado el Acuerdo, dictándose por el Tribunal
la siguiente:
S E N T E N C I A
La Plata,
de noviembre de 2001.
AUTOS Y VISTOS:
CONSIDERANDO:
Que es parcialmente justa la sentencia apelada (arts.
68 del CPCC.; 31 del Dto. ley 8904/977).
Por ello: y demás fundamentos del precedente Acuerdo;
se confirma el fallo apelado en la sola excepción del monto
de condena que a la fecha del mismo se
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establece en $456.000,00 por incremento del rubro daño moral que de su estimación inicial en $120.000,00 se eleva a
$150.000,00. Con costas en esta Segunda Instancia a la parte demandada por resultar vencida (art.68 del C.P.C.C.) debiendo postergarse la pertinente regulación de honorarios
por los trabajos profesionales para su oportunidad (art.31
Dto. Ley 8904/977). REG. NOT. DEV.
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