Clase 1 Conceptos Introductorios 2013.doc

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Agrobiotecnología. Curso 2013
Conceptos Introductorios
Aumento poblacional y alimentación
Transparencias 3-15
Debido a la mayor disponibilidad de alimentos, a las mejoras en el terreno de la
medicina y la vivienda, y al aumento del nivel de vida resultante de la revolución
industrial, la población mundial creció desde cerca de 1.000 millones de personas a
principios de 1800 hasta aproximadamente 6.000 millones en 2000. Este proceso,
basado en una creciente expectativa de vida, se aceleró particularmente a mediados
del siglo XX. En los países desarrollados, el crecimiento se ha estabilizado debido al
descenso de las tasas de natalidad. La División de Población de las Naciones Unidas
predice que la fertilidad continuará decreciendo, especialmente en los países en
desarrollo, hasta alcanzar la tasa de reposición en 2050. Al mismo tiempo, si las
condiciones de higiene y salud continúan mejorando en estos países, la expectativa de
vida seguirá incrementándose. Como consecuencia, el crecimiento poblacional
continuará, aunque a una tasa decreciente, hasta nivelarse en unas 10.500 millones
hacia el año 2150. A comienzos del siglo XXI, la población crecía en unos 75 millones
de personas por año. Esta perspectiva demográfica implica la necesidad de generar
recursos alimentarios para cerca del doble de la población actual en un plazo histórico
relativamente corto.
El crecimiento demográfico tiene características muy distintas en los países
desarrollados y en los países no desarrollados. En los primeros, la tasa de natalidad
comenzó a decrecer a mediados del siglo XX. En los segundos, este proceso recién
comienza a insinuarse y se asume que ocurrirá durante la primera mitad del siglo XXI.
En consecuencia, el principal aumento poblacional tendrá lugar en los países
subdesarrollados, en los que los problemas económicos, sociales y políticos son más
agudos. A principios del siglo XIX, 33% de la población habitaba en lo que hoy
consideramos el mundo desarrollado (Europa, Norteamérica y Japón) y 77% en lo que
consideramos hoy países en desarrollo. A principios del siglo XX, estos porcentajes
eran 19% y 81%, respectivamente. Esta relación se mantendrá aproximadamente en
el futuro. Este proceso hará que el problema alimentario sea especialmente relevante
para los países más pobres.
Durante los últimos cincuenta años, una gran proporción de la población rural se ha
convertido en urbana, proceso que continuará hasta bien entrado el siglo XXI. Los
crecientes niveles de urbanización son consecuencia del incremento natural de la
población urbana y de la migración de la población rural a las ciudades. Durante el
período de 1950 a 2000, la población mundial sufrió un incremento del 150%. Esto se
vio acompañado por un incremento de la población global en áreas urbanas de un
29% a un 47%.
Para el año 2010 la mitad de la población mundial vivía en zonas urbanas, proporción
que se compara con poco más de la tercera parte en 1950; de este modo, el periodo
de 1950 a 2050 presenciará un cambio en el 65 por ciento de su población, que de
rural pasará a ser urbana. En la actualidad los cambios más radicales se presentan en
los niveles de urbanización en los países menos desarrollados, que han aumentado de
cerca del 18 por ciento en 1950 al 45 por ciento en el año 2010. Además, todo indica
que la tendencia continuará durante los siguientes 30 años, agregando 2.000 millones
de personas a la población urbana de los países actualmente menos desarrollados.
Entre los factores que propician esta situación se encuentran las oportunidades y
servicios que ofrecen las zonas urbanas, en especial los empleos y la educación, en
tanto que en algunas partes del mundo, principalmente en África, otras causas
significativas son los conflictos, la degradación de la tierra y el agotamiento de los
recursos naturales. Sin embargo, un rápido crecimiento urbano conlleva un desempleo
creciente, degradación ambiental, falta de servicios urbanos, sobrecarga de la
infraestructura existente y carencia de acceso a la tierra, recursos financieros y una
vivienda adecuada. Por todo lo anterior, uno de los principales retos del futuro será el
manejo de la sostenibilidad del medio ambiente urbano.
En los últimos 40 años, el incremento en la producción de alimentos ha acompasado la
demanda del crecimiento demográfico. Este logro ha sido posible debido a la
introducción de una serie de tecnologías que vienen siendo aplicadas desde la década
de 1950 y que, en su conjunto, se conocen bajo la denominación de la “Revolución
Verde”. La utilización de este paquete tecnológico permitió duplicar la cantidad de
alimentos producidos a nivel mundial en los últimos 35 años. Esto ha sido posible
principalmente por el extraordinario incremento en la producción de los principales
cereales (arroz, maíz y trigo). El proceso de intensificación agrícola que implicó la
Revolución Verde se basa en la introducción de tecnologías de mejoramiento genético,
en la utilización intensiva de agroquímicos (pesticidas y fertilizantes), de irrigación
artificial y de la mecanización de las tareas agrarias. Este conjunto de tecnologías y
métodos de manejo de la tierra ha tenido profundas consecuencias, tanto en términos
económicos como sociales y ecológicos.
Aunque en las últimas tres décadas la cantidad global de comida producida ha
experimentado enormes incrementos, la cantidad de comida producida por persona en
las distintas regiones es muy despareja. La transparencia 9 muestra la evolución de
estos dos ítems. Debido a que los cereales aportan una parte muy importante de las
calorías necesarias para la alimentación, un dato que refleja la producción de comida
por regiones es el de la producción total de los mismos. Mientras en el sur y el sudeste
de Asia (básicamente India, China e Indonesia) la producción de alimentos ha
acompasado al crecimiento demográfico, la situación en el África Subsahariana y en el
Medio Oriente muestra claros signos de declive productivo respecto al aumento de la
población. Esta situación es compensada por los incrementos productivos en los
principales países exportadores de alimentos (USA, Canadá, Australia, Argentina y
Brasil). La producción de la región europea ha declinado en los últimos años, en parte
por razones de política agraria y en parte por el descenso de la producción en los
países del este europeo.
A pesar de los esfuerzos realizados por incrementar la producción de alimentos, la
desnutrición sigue siendo un grave problema que afecta a millones de personas,
particularmente en los países no desarrollados. La transparencia 10 muestra la
distribución de la población desnutrida a nivel mundial y en algunos países
seleccionados. Se calcula que existen en este momento unos 840 millones de
personas desnutridas (799 millones de los cuales habitan en países no desarrollados)
que se concentran principalmente en las regiones tropicales. Según estimaciones
hechas por la FAO, la reducción del número de personas en estado de inseguridad
alimentaria avanza a un paso cada vez más lento y, de hecho, se observa un
incremento del número de personas aquejadas por subnutrición en la mayoría de las
regiones. La Cumbre Mundial de la Alimentación de 1990-92 estableció como meta
reducir el número de personas subalimentadas a la mitad para el año 2015.
Actualmente, el número de malnutridas disminuye a una tasa de 2,5 millones de
personas por año, lo cual significa que en el 2015 existirán todavía 600 millones de
personas desnutridas. Para cumplir con la meta fijada por la Cumbre, el número de
personas desnutridas debería ahora descender a una tasa de 24 millones por año, a
un ritmo 10 veces mayor que el actual. La situación es aún más grave porque los
descensos constatados provienen del progreso rápido de algunos grandes países. En
otros 47 países subdesarrollados, el incremento de malnutridos ha sido de 96 millones
de personas desde 1990-92. La situación es particularmente grave en África, pero
varios países latinoamericanos participan de esta situación.
La inseguridad alimentaria y el hambre no responden sólo a la capacidad potencial de
producir alimentos. En los países más aquejados por este flagelo, se conjugan un
conjunto de factores económicos, sociales y políticos que contribuyen a agravar la
situación. Reducir el problema del hambre a un problema tecnológico sin considerar
esta compleja realidad sería, en el mejor de los casos, un enfoque ingenuo y simplista.
Los conflictos violentos que envuelven a muchas regiones del planeta (con sus
secuelas de destrucción y de desplazamiento de cientos de miles de refugiados), la
discriminación a que están sometidos muchos grupos sociales (especialmente las
mujeres y los viejos), la falta de representatividad política de los más débiles (en
muchos casos, la mayoría de la población), son los principales factores que hacen tan
difícil la resolución de este problema. Sin embargo, también es cierto que, aún si la
incidencia de estos factores mejorase, también se requerirá echar mano a todos los
instrumentos disponibles (entre estos los tecnológicos) para incrementar el nivel de
productividad de la agricultura en los países con problemas y para poder encarar el
crecimiento demográfico previsto en el futuro.
Además de los problemas sociales y políticos propios, otros factores, dependientes de
la forma que ha cobrado el proceso de globalización de la economía, inciden
fuertemente en las posibilidades de muchos países para superar el problema del
hambre y el atraso de sus agriculturas. La transparencia 15 enumera alguno de estos
temas, tales como la existencia de los subsidios agrícolas y la existencia de barreras
proteccionistas de tipo para-arancelarias en los países industrializados, los cuales
distorsionan enormemente el comercio internacional y contribuyen a perpetuar la
situación de estancamiento económico en los países no desarrollados. Otros factores,
tales como la degradación ambiental (degradación de suelos, escasez de agua de
riego) y los cambios climáticos, se relacionan con el enorme impacto que genera sobre
el medio ambiente el incremento de las actividades humanas. En los países no
desarrollados, la pobreza y la degradación ambiental se retroalimentan en una especie
de circulo vicioso difícil de romper. La gráfica de la parte inferior muestra el volumen
de la tasa nominal de asistencia a la producción agrícola en distintos países
desarrollados, la que refleja el nivel de apoyo a los productores propios. Sólo en el
2000, la Unión Europea invirtió 4.200 millones de dólares en estos subsidios.
Limitantes de la agricultura contemporánea
Transparencias 16-26
El conjunto de tecnologías y formas de manejo agronómico que permitió el desarrollo
de la Revolución Verde muestra signos crecientes de agotamiento. Por un lado, se
perfilan numerosas restricciones de tipo físico, entre las cuales las más importantes
son la escasez de tierra cultivable adicional y la limitación creciente de la disponibilidad
de agua de riego. Además, otros pilares de la Revolución Verde también están en
riesgo. Por un lado, la excesiva presión sobre los agroecosistemas provocada por la
intensificación agrícola ha derivado en un considerable proceso de erosión y
degradación de suelos; por el otro, la utilización intensiva de agroquímicos y
fertilizantes ha producido una creciente contaminación de tierras y de napas acuíferas.
Asimismo, la contribución del mejoramiento genético por métodos tradicionales de
cruzamiento y selección, que permitió incrementar enormemente la productividad de
los cereales, está entrando en una fase de rendimientos adicionales decrecientes.
Algunos rasgos derivados de la agricultura intensiva, particularmente el incremento en
la homogeneidad genética de los cultivos, han introducido nuevos riesgos potenciales
frente a la amenaza de enfermedades y plagas. Todos estos factores hacen que el
enfoque tradicional de intensificación desarrollado en las últimas décadas resulte
insuficiente para responder al desafío que plantea el crecimiento poblacional.
Claramente, se requiere introducir tecnologías y métodos de manejo que incrementen
la productividad sin agregar, y en lo posible que disminuyan, nuevos impactos al medio
ambiente. La gráfica incluida en la transparencia 17 muestra una estimación de la
disponibilidad de agua dulce disponible per capita en los próximos años.
Dos procesos marcan las limitaciones actuales para una extensión adicional de las
fronteras agrícolas. Por un lado, se está llegando al límite de utilización de las tierras
con potencial productivo. Las estimaciones sobre la disponibilidad de tierra adicional
indican posibles incrementos de entre 10 y 15% respecto de las tierras hoy cultivadas.
El resto de la tierra potencial disponible pertenece a ecosistemas cuya destrucción
tiene consecuencias impredecibles sobre la biodiversidad del planeta o que no son
aptas para el uso agrícola. Por otra parte, la tierra bajo cultivo sufre efectos de
degradación (empobrecimiento, erosión) cuyas consecuencias sobre la productividad
son difíciles de evaluar. La agricultura debe competir también con los procesos de
urbanización que tiene lugar en todo el planeta y que en general implican tierras con
alto valor económico. En términos generales, se estima que, debido a las limitaciones
en el uso de la tierra, cada hectárea utilizada actualmente deberá rendir entre 2 y 3
veces más en los próximos 20-30 años. La transparencia 18 muestra un “contador”
tomado de una página web en la que el crecimiento de la población mundial puede
visualizarse en tiempo real.
Las actividades humanas han ocasionado a menudo una degradación de los recursos
de tierra del mundo que constituyen la base para una seguridad alimentaria continua.
La evaluación mundial de la degradación antropogénica de los suelos (GLASOD) ha
demostrado que el 15 por ciento de la superficie total de las tierras en todo el mundo
ha sufrido daños (en un 13 por ciento de los casos ligeros y moderados, y en un 2 por
ciento graves y muy graves), debidos sobre todo a la erosión, la disminución de los
nutrientes, la salinización y la compactación física. Estos efectos suelen traducirse en
una reducción del rendimiento. La conservación y rehabilitación de tierras constituyen
una parte esencial del desarrollo agrícola sostenible. Aunque existen suelos
gravemente degradados en casi todas las regiones del mundo, los efectos negativos
de un suelo degradado sobre la economía son más severos en los países que más
dependen de la agricultura para obtener ingresos.
La degradación de los suelos, un fenómeno cuyos mecanismos y extensión no son
conocidos con precisión, aún en las agriculturas desarrolladas, es otro importante
factor que incidirá sobre la productividad futura de la agricultura. El proceso de
degradación comprende aspectos biológicos, químicos y físicos. La transparencia 22
muestra un modelo conceptual que ilustra la influencia de la calidad del suelo sobre la
relación entre el rendimiento de los cultivos y los insumos requeridos para la
producción. Una disminución en la calidad del suelo desde una curva inicial (curva A)
hace necesarios mayores insumos de energía, nutrientes, agua, semillas y control de
pestes para alcanzar el mismo rendimiento. La pendiente y la asíntota del cambio de
respuesta (mostradas para las curvas B, C y D) dependen del tipo de degradación del
suelo y resulta en una reducción de la eficiencia en el uso de los insumos, del
rendimiento potencial del cultivo, o de ambos.
La transparencia 23 muestra cuatro gráficas que describen cómo el incremento de
alimentos a nivel mundial (medido en miles de millones de Tm por año) se correlaciona
con aumentos linealmente proporcionales de fertilizantes nitrogenados y fosforados,
superficie de tierra irrigada y superficie de cultivo. Debido a que la población mundial
seguirá incrementándose a una tasa elevada en los próximos 20-40 años, si se
utilizara el mismo conjunto de tecnologías que permitió el desarrollo de la Revolución
Verde (y que todavía sustentan a la agricultura intensiva contemporánea en muchos
países), debe asumirse que la utilización de los insumos mencionados deberá crecer
en forma lineal hasta alcanzar valores que sean aproximadamente el doble de los
mostrados en las gráficas. Esto es claramente imposible, pues, como hemos visto
tierra y agua son recursos limitados y el uso de agroquímicos no podrá mantenerse al
mismo ritmo que hasta el presente. Por lo tanto, se requiere el desarrollo de nuevas
tecnologías genéticas, bioquímicas y agronómicas que permitan incrementar la
producción sin incrementar sustancialmente los recursos que hoy son limitantes.
Otro aspecto de crucial importancia es el incremento del potencial de rendimiento
genético de los principales cultivos. En gran medida, la Revolución Verde fue posible
porque el mejoramiento de los cultivos y la introducción de variedades híbridas
permitieron lograr un verdadero salto en los rendimientos agrícolas entre los años
1950-60. Sin embargo, muchas evidencias indican que las ganancias de rendimiento
adicionales atribuibles al mejoramiento genético clásico en los principales cultivos
siguen una tendencia decreciente en las últimas décadas. Esta situación es explicable
si se considera que la base genética de los cultivos está limitada al germoplasma que
puede cruzarse sexualmente. Debido a que el mejoramiento clásico se basa en el
aislamiento de la mejor combinación posible de alelos para lograr una determinada
característica, no es sorprendente que la tasa adicional de mejoramiento comience a
ingresar en una meseta luego de determinado tiempo. Esto puede solucionarse
ampliando la base del mejoramiento por introducción de nuevos genes a partir de otras
especies salvajes compatibles. De hecho, aunque esta práctica es encarada
comúnmente por los mejoradores genéticos, el proceso implicado suele ser largo y
laborioso.
Demandas futuras, agricultura intensiva y biotecnología
Transparencias 27-38
Existen diversos pronósticos sobre la futura demanda de alimentos calculados sobre la
base del crecimiento demográfico y del desarrollo económico esperados en los
próximos 20-30 años. Estas estimaciones permiten predecir con cierto grado de
probabilidad cuales serán las regiones deficitarias en alimentos en el futuro y cuales
serán las regiones productoras y, por ende, las direcciones futuras del comercio
agrícola. Aunque las estimaciones varían de acuerdo a los parámetros que se utilizan
como referencia, todas coinciden en que la demanda de alimentos por lo menos se
duplicará en los próximos 25 años.
La transparencia 29 muestra una estimación de la demanda mundial de cereales
realizada por el ISAAA. Generalmente, como es el caso de esta gráfica, las
estimaciones se hacen en términos de la producción de los principales cereales, pues
ellos brindan el principal aporte calórico a la alimentación humana. Los valores se
desglosan entre la demanda de los países industrializados y en desarrollo. En este
caso se concluye que la producción deberá aumentar en un 45% en los próximos
treinta años. El estudio coincide con la visión de la mayoría de los expertos en que el
incremento productivo deberá basarse principalmente en un aumento de la
productividad, ya que la habilitación de tierras adicionales para uso agrícola está
seriamente limitado.
Aún cuando los requerimientos alimentarios se calculan generalmente sobre la base
de satisfacer la demanda de calorías, el problema de la alimentación humana
adecuada es mucho más complejo. Aparte de la demanda calórica deben considerarse
aspectos nutricionales que implican acceder a dietas de mayor calidad. Por ejemplo, el
déficit de vitaminas y otros micronutrientes tiene graves implicancias para la salud de
las poblaciones carenciadas, aún cuando el balance calórico pueda cubrirse
relativamente bien. Algunas agencias internacionales, como la FAO y la OMS vienen
alertando sobre esta cuestión desde hace muchos años. La transparencia 30 enumera
algunos de los problemas que afectan las necesidades nutricionales de grandes
grupos humanos.
Un factor importante que incidirá sobre la futura demanda alimentaria es el creciente
consumo de proteínas animales. Existe una correlación positiva claramente marcada
entre el consumo de carne y el desarrollo económico de una población. Esta
correlación se evidencia tanto en los países desarrollados como en los países en
desarrollo. Un caso elocuente de este comportamiento es el de China, cuyo consumo
de proteína animal se ha incrementado en forma concomitante con los avances de su
economía. Se asume que otros caminos que inician su despegue económico seguirán
el mismo camino en el futuro. Este hecho es de gran relevancia porque la producción
de 1 kg proteína animal exige el consumo de una cantidad de granos que fluctúa entre
2 y 5 kg según la especie animal de que se trate. Si los habitantes de los países no
desarrollados aspirase a consumir una cantidad de proteína animal que fuera sólo una
parte de la consumida por los de los países desarrollados (como es evidente que
sucederá) se requerirá una producción aún mayor de cultivos agrícolas para
compensar esta diferencia. Este hecho introducirá exigencias aún mayores a los
sistemas agrícolas. La gráfica superior de la transparencia 31 describe el incremento
del consumo de carne de distintas especies animales a nivel mundial en que la
tendencia descripta se observa en forma evidente. La gráfica inferior muestra el
incremento de la producción de carne y leche en los últimos 30 años.
La transparencia 32 muestra una gráfica sobre la demanda futura de alimentos, de
acuerdo con estimaciones hechas por la FAO.
La crisis de la matriz energética mundial basada en el petróleo, el gas y el carbón ha
suscitado en los últimos años una nueva demanda sobre la agricultura. Esta demanda
plantea desarrollo masivo de biocombustibles para sustituir, al menos en parte, los
provenientes de fuentes no renovables. Uno de los objetivos estratégicos de Estados
Unidos en materia energética consiste en sustituir 30% de la demanda de
combustibles (los consumidos por el transporte automotor) a partir de la producción de
alconafta obtenida lignocelulosa, lo que implica un requerimiento anual de más de mil
millones de toneladas de biomasa vegetal (transparencia 35). Aunque esto podría
eventualmente lograrse apelando a nuevos desarrollos tecnológicos y a cambios
relativamente menores en las prácticas agrícolas y forestales, ello no resuelve el
problema de cómo abastecer la demanda energética del resto del mundo. En este
contexto, los biocombustibles deben verse como una solución de transición que
permita prolongar el uso de los derivados del petróleo hasta que se desarrolle una
matriz energética de reemplazo.
La transparencia 37 resume los principales puntos desarrollados hasta aquí: a) se
prevé un incremento de la demanda mundial de alimentos de entre el doble y el triple
que la actual en los próximos 30 años; b) la mayor demanda de alimentos ocurrirá
principalmente en los países no desarrollados; c) se requerirán además mejoras
cualitativas en la producción de alimentos dirigidas a resolver los graves problemas
nutricionales de grandes grupos de la población mundial; d) estos objetivos deben
cumplirse en un marco limitado de recursos físicos; e) el desarrollo agrícola para lograr
estos incrementos deberá plantearse en términos de sustentabilidad (respeto por el
medio ambiente y por la biodiversidad).
La Huella Ecológica de una población determinada es el área biológicamente
productiva necesaria para producir los recursos que consume y absorber los desechos
que genera dicha población; y dado que los habitantes de cualquier sociedad utilizan
recursos de todo el mundo, la Huella Ecológica suma y estima el tamaño de las
diversas áreas utilizadas, sin importar el lugar en que se encuentren. La Huella
Ecológica analiza la sustentabilidad en términos sencillos y comprensibles, utilizando
los datos científicos disponibles más confiables; lo que permite a las personas en
general, analistas políticos y a los gobiernos medir y manifestar el impacto en los
sectores económico, ambiental y de seguridad, originado por el uso que hacemos de
los recursos naturales. Si representamos las demandas humanas con la Huella
Ecológica, entonces éstas demandas pueden compararse con la capacidad biológica
(representando los suministros ecológicos) de una región o del mundo. Cuando las
demandas humanas exceden los suministros ecológicos, disminuye el capital natural
(del cual dependen las generaciones actuales y futuras). A esta situación se le llama
«sobrecarga» o déficit ecológico mundial. En el mundo existen solamente 2,1
hectáreas de espacio biológicamente productivo disponible para cada persona en la
Tierra, pero la Huella Ecológica promedio mundial es de 2,9 hectáreas por persona;
esto significa que la humanidad está sobrepasando la capacidad ecológica de la
biosfera en casi un 35 por ciento. Es decir, tomamos más de lo que la naturaleza nos
puede dar.
Agricultura y alternativas tecnológicas
Transparencias 39-46
La transparencia 40 muestra una gráfica en que se cuantifica la contribución de
distintos factores para satisfacer la demanda de alimentos prevista hacia 2025. La
oferta y demanda futura de alimentos están representadas en Kcal. Las pérdidas de
producción debidas a la erosión de suelos y al uso de métodos inadecuados de
manejo están representadas por la barra anaranjada y tienen un valor negativo
respecto de la oferta total de 1995. Las contribuciones positivas, provenientes de
mejoras en el manejo agronómico y la irrigación artificial, del mejoramiento genético
convencional y de las técnicas de biotecnología moderna, están representadas por
barras de color azul, verde oscuro y verde claro, respectivamente. Como puede
observarse, la contribución de las tecnologías tradicionales tendrá todavía un peso
decisivo en las próximas décadas. Sin embargo, el modelo prevé un impacto creciente
en los próximos años de las tecnologías derivadas del ADN recombinante. En este
ejercicio, el impacto de las nuevas tecnologías se ha estimado en un 15% del total de
la producción. Existen otras prospectivas que coinciden en atribuir a las nuevas
tecnologías participaciones que varían alrededor de esta cifra. En términos generales,
los porcentajes que se muestran en esta figura parecen ser conservadores. Vista
desde una perspectiva de casi diez años, la introducción de aplicaciones
biotecnológicas parece haber tenido mayor incidencia que la esperada.
La transparencia 41 enumera una serie de acciones que aún son posibles dentro del
marco tecnológico de la Revolución Verde, el cual sigue siendo el sustento principal de
la mayoría de las agriculturas intensivas. Como hemos visto, la incorporación de
nuevas tierras aptas para la agricultura tiene posibilidades limitadas. Por un lado, no
es posible hacer extender mucho las fronteras agrícolas sin afectar ecosistemas
naturales cuya supervivencia es vital para el mantenimiento de la biodiversidad. Por el
otro, una parte importante de la tierra útil disponible está siendo crecientemente
destinada a procesos de urbanización (viviendas, caminos, etc.) o sufre procesos de
degradación de distinto grado. La mayor parte de las estimaciones coinciden en que
sólo podría habilitarse entre un 10 y un 15% más de tierra productiva. La introducción
de cosechas múltiples (varias cosechas sucesivas por año) puede agregar un
considerable grado de productividad, particularmente en las condiciones de muchas
agriculturas subdesarrolladas. Sin embargo, esto implica introducir métodos
sustentables de manejo agrícola (planteos apropiados de rotación de cultivos) para
evitar nuevos procesos de empobrecimiento de los suelos. De la misma forma,
muchas agriculturas subdesarrolladas podrían beneficiarse de la introducción de
cultivares de alto rendimiento. Sin embargo, la utilización de este tipo de cultivares
está generalmente asociada a prácticas agrícolas que requieren altos costos de
producción (uso de fertilizantes, agroquímicos, irrigación artificial, mecanización, etc.),
por lo que esto no podría lograrse sin proveer de asistencia económica y educativa a
los campesinos pobres. Además, como ha ocurrido en las agriculturas más
desarrolladas, la introducción de variedades de alto rendimiento puede acentuar el
proceso de empobrecimiento de la base genética, lo cual incrementa la exposición de
la agricultura a enfermedades, cambios climáticos, etc. La irrigación es un factor
primordial para lograr saltos en la productividad. Sin embargo, la intensificación de la
irrigación presupone enfrentar problemas de muy difícil solución: a) debido a que las
obras de irrigación más rentables fueron realizadas en las últimas décadas del siglo
XX, el costo de las obras futuras será cada vez más alto; b) la demanda de agua
potable irá en aumento y la agricultura (que absorbe aproximadamente el 70% de la
misma) deberá competir crecientemente con otras actividades humanas; c) la
irrigación intensiva acarrea procesos paralelos de acumulación de sales, lo cual
contribuye a la degradación de los suelos. Finalmente, el uso de procedimientos que
disminuyan las pérdidas durante el almacenamiento y la distribución de los granos (las
cuales pueden alcanzar porcentajes de hasta 30-40%, según las condiciones) podría
ser otro factor de incremento considerable en la productividad de las agriculturas
menos desarrolladas. Como se ha comentado, esto implicará introducir cambios
culturales sustanciales y proveer de apoyo económico a los productores pobres.
¿Se podría abastecer la futura demanda de alimentos en base al marco tecnológico
actual? Es probable que sí, pero ello implicara agravar todos los problemas asociados
a las características actuales de la agricultura intensiva (degradación de suelos,
contaminación por agroquímicos, utilización ineficiente del agua, estrechamiento de la
base genética, etc.). Ello equivaldría a quemar el barco para que éste siga avanzando
y podría llevar a la humanidad a una situación imprevisible y, probablemente,
irreversible. Contra lo que habitualmente se piensa, el costo de no innovar puede ser
más alto que el de enfrentar los cambios necesarios. Para incrementar la producción
agrícola haciendo uso racional de los recursos disponibles se deberán combinar
nuevas tecnologías menos detrimentales para el medio ambiente y métodos de
manejo más sustentables.
La transparencia 42 brinda información sobre las posibilidades futuras del
mejoramiento tradicional en tres cultivos principales. Las gráficas describen los
rendimientos promedio para los cultivos de arroz, maíz y trigo en una serie de países y
regiones representativos. El promedio de los rendimientos obtenidos durante el
período 1995-1999 se compara con el rendimiento potencial de cada cultivo. Este
parámetro constituye un valor ideal que representa las posibilidades de rendimiento de
un determinado genotipo en condiciones óptimas de fertilización, riego, temperatura y
ausencia de plagas y enfermedades. Como puede observarse, en los tres casos,
existe aún un amplio margen para el mejoramiento tradicional de estos cultivos, pero el
límite teórico de rendimiento está ampliamente condicionado por las condiciones
concretas en que se desenvuelven los sistemas agrícolas. El uso de marcadores
moleculares (ver clases “Marcadores moleculares I y II” y “Marcadores moleculares y
mejoramiento genético”) asistiendo al mejoramiento tradicional permitirá acortar los
plazos de los mismos e introducir nuevas estrategias para hacer más eficiente este
proceso.
La transparencia 43 muestra una tabla que describe los porcentajes de pérdidas
causadas por enfermedades (virales, bacterianas y fúngicas), por insectos y por
malezas. La tabla detalla las pérdidas para distintos tipos de cultivos. Como puede
observarse, las pérdidas atribuibles a estos tres rubros fluctúan entre 23 y 33% de la
producción. Sin embargo, debe tenerse en cuenta que las cifras expuestas son
promedios a nivel mundial. En las agriculturas menos desarrolladas, las perdidas por
enfermedades e insectos pueden hacer verdaderos estragos en las producciones, ya
sea durante la cosecha o en el período post-cosecha. Por otra parte, el alto costo de
los herbicidas hace que su utilización sea muy limitada en estas condiciones. Si las
pérdidas descriptas pudieran limitarse aunque fuera parcialmente, el beneficio tendría
un alto impacto sobre la productividad global de los cultivos, particularmente en los
países más pobres.
En un mundo de recursos físicos limitados, o incluso decrecientes, una de las pocas
variables disponibles para duplicar la productividad agrícola es el mejoramiento
genético. En la actualidad, el incremento de la eficacia productiva de los organismos
puede encararse mediante el mejoramiento genético convencional (cruzamientos intrae interespecíficos) o la transformación por técnicas de ingeniería genética. En las
transparencias anteriores se han comentado ya algunas de las limitaciones que
enfrenta el mejoramiento genético convencional, tanto en términos de la disponibilidad
de germoplasma, como de los plazos requeridos para la obtención de nuevos
cultivares. Las tecnologías derivadas de la Revolución Genética han provisto una
extensa batería de nuevos instrumentos que permiten encarar estos problemas a un
nivel cualitativamente superior. Por una parte, el mejoramiento asistido por técnicas de
biología molecular permite hacer mucho más eficientes los procesos de selección y
caracterización de candidatos, acelerando así la obtención de nuevas variedades. Por
otro lado, las técnicas de ingeniería genética, basadas en la predictibilidad del
conocimiento científico, permiten la modificación de los organismos mediante
intervenciones más precisas y rápidas. La posibilidad de superar las barreras del
cruzamiento sexual mediante las técnicas de transformación, permite apelar a un
acervo genético prácticamente infinito, ya que es posible aislar genes de cualquier
origen e introducirlos en prácticamente cualquier especie. A su vez, las secuencias de
estos genes pueden ser modificadas a voluntad, lo que permite generar un número
indeterminado de variantes. Por otra parte, al minimizar el peso de los componentes
aleatorios, la ingeniería genética permite acortar sustancialmente los tiempos del
mejoramiento. Las técnicas de mejoramiento asistido y de transformación genética se
complementan mutuamente, y deben ser vistas como dos caras de un mismo proceso
de mejoramiento.
Aplicaciones de la biotecnología en la agricultura: de la Revolución Verde a la
Revolución Genética
Transparencias 47-56
Aunque el debate público ha asociado a la biotecnología con el desarrollo de los
cultivos genéticamente modificados, sus aplicaciones abarcan un grupo mucho más
numerosos de técnicas y de campos que los asociados a la transgénesis vegetal.
Estas técnicas y campos configuran un nuevo paquete tecnológico que se imbrica
íntimamente con los enfoques tecnológicos anteriores (por ejemplo, el mejoramiento
asistido por marcadores moleculares o el diagnóstico de patógenos) o que genera
campos de aplicación totalmente nuevos (por ejemplo, la fitorremediación o el
molecular farming). La transparencia 48 enumera algunas de las muchas caras de la
agrobiotecnología contemporánea.
Las aplicaciones biotecnológicas a la agricultura encierran dos grandes promesas: por
un lado, se asume que el mejoramiento de los cultivos y animales mediante técnicas
de biología molecular conducirá a grandes saltos de su eficacia productiva. Por el otro,
al posibilitar el mejoramiento de un número ilimitado de especies, se anticipa que
generará numerosos nichos económicos nuevos, abriendo así un camino de
diversificación productiva. La transparencia 49 presenta un listado de los principales
argumentos citados en la literatura. Los descensos de costos de producción están
principalmente asociados a la menor utilización de herbicidas y plaguicidas, aunque
también podrían involucrar una mejor asimilación de los fertilizantes y de los macro y
micronutrientes. La habilitación de tierras marginales se asocia con el posible
desarrollo de cultivos resistentes a estreses ambientales y a salinidad. Los aspectos
relacionados con el valor nutricional se vinculan a la modificación de la composición de
los alimentos. Los aspectos referidos al incremento del valor agregado implican la
utilización de plantas como biorreactores para la producción de moléculas de interés
farmacológico o industrial. Cada uno de estos temas será desarrollado más adelante
en distintas clases de este curso.
El beneficio económico y social que puede brindar una tecnología, depende, entre
otros factores, de sus características intrínsecas, de la facilidad del acceso a la misma
y de los objetivos de los principales actores involucrados en su desarrollo. Si se desea
comprender mejor los posibles alcances y consecuencias de la Revolución Genética
en la agricultura, resulta útil comparar sus rasgos con los de la Revolución Verde. La
transparencia 50 compara los objetivos, actores, cultivos y formas de apropiación
principales en cada caso. En un mundo sacudido por los conflictos de la Guerra Fría
(años 50), una objetivo principal de la Revolución Verde fue incrementar el rendimiento
de los principales cultivos, debido a que las carencia alimentarias (en particular en
Asia) tenían conexión directa con las tensiones sociales. Por esta razón, la Revolución
Verde se focalizó en los cereales y, en particular, en el arroz, el trigo y el maíz. Los
protagonistas principales de esta transformación agrícola fueron las instituciones del
sector público, en particular la red de centros internacionales que constituyen el
Consultative Group on International Agricultural Research (CGIAR) y sus respectivas
contrapartes nacionales, los que implementaron el mejoramiento genético y la
transferencia de las nuevas variedades a los productores pobres. Esta diseminación
tuvo en principio un carácter libre, si bien hay que hacer notar que la introducción de
los cultivos híbridos, especialmente en el caso del maíz, dio origen a una poderosa
industria semillera privada y que, en razón del costo económico de muchos de sus
componentes (mecanización, fertilizantes, agroquímicos), la Revolución Verde tuvo
finalmente consecuencias más importantes en las agriculturas desarrolladas en que
las no desarrolladas. Ello no obstante, este paquete tecnológico profundizó la
intensificación agrícola y permitió resolver problemas acuciantes, como las hambrunas
reiteradas que afectaban a muchos países asiáticos. Al contrario de la Revolución
Verde, la Revolución Genética responde más directamente a la lógica de desarrollo
económico de los países desarrollados. En principio, la biotecnología es la expresión
tecnológica del extraordinario desarrollo que la biología molecular a tendió en estos
países. No es extraño pues que los resultados de estos avances científicos se hayan
orientado, al menos inicialmente, hacia las necesidades e intereses de estos países y
de sus principales actores sociales. En consecuencia, el objetivo principal de las
primeras aplicaciones agrobiotecnológicas no es político-social, sino económico y
consiste en básicamente en incrementar la tasa de ganancia a partir de incorporar
valor agregado. Ello puede verse claramente en las características de los primeros
productos introducidos en el mercado, tales como las plantas resistentes a herbicidas.
Otro rasgo importante de la Revolución Genética tiene que ver con la universalidad de
sus aplicaciones. Las técnicas de ingeniería genética permiten modificar hoy un rango
muy grande de vegetales y animales, lo que conduce a que sus aplicaciones abarquen
rápidamente a muchas especies. Por ello, a diferencia de la Revolución Verde, la
Revolución Genética es más “horizontal” y generará una enorme cantidad de nuevos
nichos económicos. Otro rasgo importante de la Revolución Genética es el hecho de
que se basa en la aplicación intensiva de conocimiento científico, lo que implica la
inversión de montos que generalmente están fuera del alcance de los actores
económicos pequeños. Por esta razón, el sector privado, representado principalmente
por las “pequeñas empresas de innovación” y las grandes corporaciones de las ramas
química y farmacéutica, tiene en ella un protagonismo central. Por su parte, las
universidades y centros de los países centrales, principalmente las norteamericanas y
europeas han sido los principales impulsores de la investigación desarrollada luego
por estas empresas. Este rol central del sector privado tiene, como es de esperar,
consecuencias directas sobre las formas de apropiación de las invenciones
biotecnológicas que, muchas veces en medio de una intensa polémica pública, se han
impuesto o se intentan imponer. A pesar de lo anteriormente dicho, la Revolución
Genética encierra un enorme beneficio potencial para los países no desarrollados,
pues otra de las características de la misma es que sus aplicaciones pueden
adaptarse bien a las escalas y necesidades de muy diversos actores sociales. Sin
embargo, debido a la escasez de capital de inversión en estos países, es necesario
que los Estados respectivos, a través de sus centros de investigación pública, pero
también mediante incentivos económicos a productores y empresas, promueva que los
beneficios generados por el conocimiento puedan distribuirse en forma más equitativa.
La transparencia 51 enumera algunas de las consecuencias socio-económicas más
visibles de la introducción de las aplicaciones biotecnológicas, entendiendo a las
mismas en un sentido amplio. Algunas de estas consecuencias pueden verificarse ya
en la práctica. Por ejemplo, en la Argentina, un país pionero en la introducción de los
cultivos transgénicos, el incremento de productividad atribuible al componente
biotecnológico en la cosecha 2001-02 fue estimado en el orden de 1.700 millones de
dólares. Como en otros casos, el uso de estos cultivos implico también considerables
descensos en los costos por menor uso de ciertos insumos (por ejemplo, insecticidas).
Estas tendencias podrían acentuarse en la medida que entren en comercialización
cultivos resistentes a otros patógenos (virus, bacterias, hongos y nematodos). Cabe
esperar que los incrementos de productividad y el descenso de los costos se reflejen
en la curva histórica de los precios agrarios los que, gracias a los avances
tecnológicos, han venido disminuyendo en forma consistente por más de 50 años. Otra
característica que ya ha sido mencionada es el surgimiento de nuevos nichos
económicos que vincularán a las producciones mayores con otros sectores
económicos (por ejemplo, la producción de biocombustibles a partir de maíz u
oleaginosas) o abrirán nuevas aplicaciones para producciones regionales (por
ejemplo, la producción de metabolitos secundarios para usos diversos a partir de
especies diversas). Finalmente, debido al desarrollo desigual de la investigación y el
desarrollo, la consolidación de la situación actual podría llevar al establecimiento de
fuertes barreras de entrada al mercado agrobiotecnológico. En este sentido, la
evolución de los marcos regulatorios de la propiedad intelectual en los próximos años
tendrá un peso insoslayable.
Una de las consecuencias del pasaje de criterios empíricos a otros de base científica
(es decir, de valor predictivo) es el incremento del componente de investigación
científica básica en las ciencias agrícolas. En el futuro, esto plantea un desarrollo
agrícola con perfiles productivos (en redes productivas, profesionalización creciente,
vinculación con nuevos sectores) cada vez más similares a los industriales. Esto
impulsará la organización de nuevas formas productivas por parte de los agricultores,
los que deberán responder así a las exigencias planteadas por el cambio tecnológico.
La aparición de asociaciones de productores con distintos fines, la especialización del
trabajo agrario, el mayor requerimiento de educación tecnológica y de
profesionalización, son ya rasgos evidentes en muchos países no desarrollados que
profundizan el camino de la intensificación agrícola.
Como todas las tecnologías, la biotecnología trae aparejados beneficios y riesgos. Los
beneficios económicos para los productores, empresas y para la sociedad en general
son muchas y generalmente evidentes. Sin embargo, pocas veces se mencionan los
beneficios ambientales, los cuales no son tan tangibles y más difíciles de mensurar.
Por ejemplo, la introducción de los cultivos transgénicos en combinación con sistemas
conservacionistas de manejo como la siembra directa, ha permitido revertir la
degradación de los suelos, promover un uso más eficiente del agua de riego, restringir
en forma notable la liberación de CO2 a la atmósfera y realizar grandes ahorros de
combustibles no renovables, todos los cuales pueden ser hoy estimados con precisión.
Los riesgos más perceptibles tienen que ver con el impacto económico y social de las
innovaciones y están relacionados con temas que han sido discutidos en las
transparencias anteriores. Uno de los aspectos poco discutidos se vincula a los
desplazamientos poblacionales provocados por la creciente tecnificación de la
agricultura, tendencia a la que contribuirán muchas aplicaciones biotecnológicas. Por
otra parte, las aplicaciones a la agroindustria podrían ayudar a compensar este
proceso, integrando a sectores considerables de la población en otro nivel de las
cadenas productivas (industria alimentaria, maderera, maquinaria, servicios, etc.). Los
riesgos ambientales y alimentarios posiblemente más divulgados a raíz del debate
público, pueden ser adecuadamente evaluados y manejados sobre la base de
normativas adecuadas.
Teniendo en cuenta el precio de las semillas y la tasa tecnológica, el valor de mercado
global de los cultivos transgénicos fue de U$S 5.250 millones en 2005. Esto
representa un 15% de los 34.020 millones del mercado global de protección vegetal un
18% de los aproximadamente 30.000 millones del mercado mundial de semillas para
ese mismo año. Los 5.250 millones comprendieron 2.420 (46%) millones
correspondientes a soja transgénica, 1.910 (36%) millones correspondientes a maíz
transgénico, 720 (14%) millones correspondientes a algodón transgénico y 210
millones (4%) correspondientes a colza transgénica. El valor de mercado global
acumulado en 2005 en un período de 10 años (desde el comienzo de su
comercialización en 1996), se estima en U$S 29.300 millones. El valor global de
mercado superó los U$S 5.500 millones en 2006. Estas cifras dan una idea
aproximada del potencial económico de la agrobiotecnología, ya que se trata de un
campo de aplicaciones relativamente incipiente.
La transparencia 54 da idea del peso que tuvieron las grandes corporaciones privadas
del ramo agroquímico sobre el mercado total de los negocios agrobiotecnológicos
entre 1990 y 2002, peso que se ha continuado incrementando en forma paralela a la
mayor difusión de los mencionados cultivos. En paralelo al incremento de la cifra de
negocios, se observa una clara tendencia a la concentración económica a través de la
multiplicación de alianzas y fusiones. La concentración de la innovación en un número
bajo de empresas se apoya en su poder de inversión, su dominio del mercado de
semillas y el dominio de patentes clave. Esta predominancia, junto con el acceso
desigual a los productos de la investigación, han generado fuertes barreras de acceso
a los competidores menores. Este proceso es visto con aprehensión por considerables
sectores de la opinión pública, los que ven en ello un riesgo creciente de
monopolización en el sector agrícola, lo que puede tener consecuencias muy
negativas para los países más pobres (los que en muchos casos dependen de sus
exportaciones agrícolas para su supervivencia económica). En algunos casos, estas
fusiones han sido promovidas por una percepción del riesgo económico que se vincula
directamente con la polémica pública sobre los cultivos genéticamente modificados.
Los cultivos transgénicos
Transparencias 57-65
Existe una considerable polémica pública sobre las aplicaciones de la biotecnología
moderna a la agricultura, lo que ha menudo se traduce en términos de una antinomia
de argumentos “pro” y “contra” el desarrollo de organismos genéticamente modificado.
Esta simplificación tiende alimentar la percepción de que los avances biotecnológicos
son un problema más y no una parte importante de la solución. Al margen de los
argumentos en juego en esta discusión (algunos de los cuales tienen relevancia real),
es importante comprender el contexto de los graves problemas mundiales en que se
da este debate. La satisfacción de la futura demanda de alimentos, tanto desde el
punto de vista cuantitativo como cualitativo, es un problema muy complejo que
demandará la utilización de todos los instrumentos disponibles para su resolución,
incluyendo tecnologías convencionales y de última generación. Igualmente, la
introducción de tecnologías apropiada más benignas para el medio ambiente es un
requerimiento urgente de lo cual dependerá la sustentabilidad futura de los sistemas
productivos. En estos aspectos, y en el desarrollo de una agricultura cada vez más
integrada a las demandas de distintos sectores industriales, las aplicaciones de la
biotecnología moderna pueden jugar un rol inapreciable en la solución de los
problemas.
La transparencia 61 muestra dos gráficas que resumen las características de los
cultivos transgénicos que hoy se comercializan. En la gráfica de la parte superior, se
presenta la distribución por caracteres genéticos introducidos en términos de la
superficie sembrada. Los principales cultivares en comercialización contienen genes
de resistencia a herbicidas e insectos. La gráfica de la parte inferior muestra la
distribución por cultivos por referencia a la superficie sembrada. La soja lidera la lista
con un 52,6% de la superficie mundial sembrada con cultivares transgénicos, seguida
por el maíz (29,8%), el algodón (12,4%) y la canola (4,7%). Las introducciones
comerciales más recientes “apilan” estos genes (gene stacking) en un mismo cultivar
para conferir ambas resistencias. Aunque no es mencionado en las gráficas, también
se comercializan cultivares transgénicos de cultivos menores. Entre éstos, merecen
mencionarse las variedades de calabaza y de papaya en que se ha introducido
resistencia a virus y el arroz en que se introdujo resistente a insectos.
Se suele hablar de varias “generaciones” biotecnológicas en relación con los cultivos
transgénicos. En general, los cultivos de la primera generación fueron modificados
para mejorar la expresión de caracteres de productividad, tales como la resistencia a
insectos, virus, herbicidas, etc. y su desarrollo puede rastrearse hacia mediados de los
años 1980. La elección de los caracteres introducidos no fue caprichosa y se relaciona
con limitantes de la producción que pueden superarse mediante la introducción de un
sólo gen, lo que en general respondía al estado del arte por aquellos años. Estos
cultivos son los que se están comercializando actualmente. Los cultivos de la segunda
generación responden más bien a la necesidad de mejorar caracteres cualitativos,
tales como su composición bioquímica, su valor nutricional y su resistencia a distintos
estreses abióticos. En esta generación de productos pueden introducirse también
aquellas especies que han sido modificadas para servir como biorreactores para la
producción de distintas proteínas o metabolitos de interés. Estos cultivos están hoy en
ensayos de campo y su comercialización ocurrirá posiblemente en los próximos años.
Aunque las distinciones suelen ser confusas al respecto, se menciona en algunos
casos una tercera generación: en este caso, las modificaciones genéticas estarán
dirigidas a problemas que generalmente involucran conjuntos complejos de genes,
tales como las modificaciones en la arquitectura de las plantas o en sus tiempos de
desarrollo. Este tipo de plantas se encuentran todavía a nivel de la investigación
básica, aunque la introducción futura de tales modificaciones parece totalmente
previsible.
Por todos los argumentos que se han expuesto hasta aquí, las aplicaciones de la
biotecnología moderna pueden transformarse en una herramienta de gran valor frente
a la necesidad de duplicar (o incluso triplicar) la producción agrícola mundial. Sin duda,
el impacto que de estos desarrollos no puede minimizarse, y así lo han comprendido
los países que enfrentarán los mayores crecimientos demográficos, como China e
India, que cuentan con fuertes programas de agrobiotecnología. Sin embargo,
tampoco pueden minimizarse los posibles impactos de las aplicaciones
biotecnológicas en la generación de nichos productivos y de negocios no directamente
relacionados con la alimentación. Estas aplicaciones podrían significar el desarrollo de
nuevas articulaciones productivas y generar fuentes de riqueza alternativas en estos
países. La transparencia 64 muestra una encuesta realizada en países de Asia, África
y América Latina en que se enumeran los desarrollos efectuados en los mismos en
institutos de investigación públicos. Puede observarse que, en la mayoría de los
casos, los mismos se dirigen a la modificación de cultivos de interés específico para
los países involucrados, lo que implica una mayor adaptación a los problemas locales
y el desarrollo de capacidades propias en nichos específicos. La profundización de
esta tendencia puede favorecer una distribución más equitativa de los beneficios de la
Revolución Genética.
La agrobiotecnología y la Argentina
Transparencias 66-89
La consolidación de un fuerte sector biotecnológico aportaría un importante
instrumento estratégico al desarrollo de Argentina. Esta aspiración parece plenamente
posible y concurren para ello numerosas fortalezas y oportunidades, tanto de origen
interno como externo. Si las políticas públicas y el sector privado pueden coordinar
una visión estratégica en este sentido, la aplicación de biotecnología podría generar
muchos círculos virtuosos, beneficiosos no sólo desde el punto de vista económico,
sino también desde el punto de vista social y ambiental. Por sus posibilidades de
generar diversificación productiva, la biotecnología es también un instrumento
importante para promover el desarrollo de las economías regionales.
El sector agroindustrial de Argentina constituye un sector crítico de nuestra economía.
La agricultura de nuestro país está entre las pocas del mundo que puede dar aún
saltos cuantitativos importantes, tanto por el desarrollo de sus fronteras como por la
profundización de los procesos de intensificación. En los últimos años la Argentina ha
encarado un proceso de intensificación agrícola que tiene numerosos rasgos
originales. Una gran posibilidad de la biotecnología es profundizar los aspectos
virtuosos de este esquema para generar un nuevo paradigma agrícola. En este
sentido, no es descabellado pensar en una agricultura con “marca propia”, altamente
eficiente, pero también altamente sustentable. Esto exige claramente una participación
central del Estado, tanto en la elaboración de políticas socio-económicas como de
manejo ambiental, las que no pueden someterse a la espontaneidad del mercado. Se
requiere prever los cambios que se producirán en la estructura social del campo,
impulsar políticas activas de población e industrialización en el interior del país y
regular también el manejo de los agro-ecosistemas, pues la imprevisión en estos
terrenos podría transformar un círculo virtuoso en una fuente de graves desbalances y
tensiones.
Entre los principales objetivos biotecnológicos, se destaca la posibilidad de
incrementar la productividad y la diversificación de los cultivos. Se requiere aumentar
la productividad para responder a la creciente demanda de alimentos y contribuir a que
Argentina desempeñe un papel de liderazgo en el comercio mundial. La diversificación
de cultivos debe atender a la necesidad de agregar valor agregado y modificar la
tendencia al monocultivo de un número limitado de “commodities”, lo cual puede
generar una situación de alta vulnerabilidad en el futuro. Las aplicaciones
biotecnológicas a la agroindustria podrían introducir innovaciones para mejorar el valor
nutricional de los cultivos y hacerlos más aptos para su consumo. Estas aplicaciones
comprenden no sólo a las que se refieren a la composición de los alimentos, sino
también a aquellas dirigidas a la producción de las enzimas, aditivos, colorantes, y
saborizantes utilizados en la producción de alimentos. Por otra parte, la Argentina
dispone de considerables recursos forestales. Las aplicaciones biotecnológicas en
este sector podrían dirigirse al mejoramiento de las plantaciones tradicionales, así
como a la conservación y mejoramiento de especies autóctonas con vistas a suplantar
la explotación irracional. La introducción de marcadores moleculares y la propagación
clonal de ciertas especies podrían constituir las primeras innovaciones biotecnológicas
en este campo.
En relación a la producción de bioenergía, los océanos costeros pueden ser fuente de
producción de biomasa en gran escala para reemplazar o complementar la que
proviene del sector agrícola. Debe considerarse que un porcentaje mayoritario de la
fotosíntesis (y por ende de la fijación del carbono) ocurre en los océanos y que esta
fuente de producción ha sido prácticamente ignorada hasta el presente. Debido a su
extenso litoral marino, la Argentina tiene muchas posibilidades en este sentido, las
cuales podría dar lugar a fuertes programas regionales en este campo.
Para poder implementar una estrategia de desarrollo sólida en biotecnología, se
requiere establecer marcos regulatorios apropiados de bioseguridad, seguridad
alimentaria y propiedad intelectual. Si bien aún resta mucho por hacer en este sentido,
Argentina cuenta ya con un sistema de liberación de organismos genéticamente
modificados que ha jugado un rol crucial en la adopción de los cultivos transgénicos.
Dado que en algunos casos los marcos regulatorios tampoco están completamente
desarrollados en los países centrales (por ejemplo, para el molecular farming), el país
podría ingresar relativamente temprano en el desarrollo de ciertos productos, en forma
similar a lo ocurrido con la agricultura transgénica.
En resumen, Argentina tiene muchas posibilidades para desarrollar aplicaciones
biotecnológicas en sus principales sectores de actividad económica y ello fortalecería
sin duda su competitividad y su inserción en el mercado global. La mayor parte de las
cadenas agroalimentarias tienen importante significación regional y su desarrollo (la
biotecnología es sólo una de las tecnologías concurrentes) permitiría encarar un
proceso genuino de desarrollo social y territorial del interior del país.
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