LA PRODUCCIÓN DE LAS NOTICIAS SOBRE VIOLENCIA DE GÉNERO: ANÁLISIS

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LA PRODUCCIÓN DE LAS NOTICIAS SOBRE VIOLENCIA DE GÉNERO: ANÁLISIS
DE LOS DISCURSOS DE LAS Y LOS PERIODISTAS DE LAS TELEVISIONES
GENERALISTAS
Emma Gómez Nicolau
Universitat de València
[email protected]
El objetivo de la presente comunicación es explorar el proceso de producción de las noticias
sobre violencia contra las mujeres en las televisiones generalistas del estado español. Se han
realizado once entrevistas en profundidad a once periodistas de las principales televisiones
generalistas del Estado español —Televisión Española, Telecinco, Antena3, Cuatro y la
Sexta— que habitualmente seleccionan las piezas, deciden su encuadre y las redactan.
Las principales conclusiones apuntan a un cambio en el criterio periodístico en la selección
de los temas que dificulta la consolidación de la violencia de género como un tema noticiable,
reduciéndolo a sus expresiones más espectaculares. Así también, su representación en los
medios se resentirá de la posición del tema en las agendas políticas actuales, en las que ha
dejado de ser un tema prioritario. Por último, la complejidad de la violencia contra las
mujeres como concepto genera discursos ambivalentes por parte de los y las periodistas, la
delimitación conceptual de los cuales abarca posiciones ideológicas enfrentadas, también en
el campo periodístico.
Violencia contra las mujeres, campo periodístico, representación mediática, ideología,
televisión
1. Introducción
Los medios de comunicación de masas han recibido una atención creciente por parte de los
estudios feministas sobre comunicación y estudios culturales. Una de las preocupaciones
principales radica en desenmascarar la función de los medios como transmisores de ideología
(Van Dijk, 1997), como perpetradores de violencia simbólica (Boudieu, 1985, 1997, 2000) y
al servicio de la clase dominante representada en el varón blanco de clase media-alta
(Meyers, 1997), reforzando así la estructura androcéntrica de poder existente. Cabe recordar
algo de etimología de la mano de Amparo Moreno (1987): la palabra griega aner, andros y la
latina vir, viri se referían precisamente no a cualquier hombre de cualquier edad y condición
sexual sino al hombre hecho, es decir, a aquel que ha asimilado los valores propios de la
virilidad y, en consecuencia, se cree con derecho a imponerse sobre los otros: mujeres y
hombres (Moreno, 1987).
El interés de los estudios feministas por los medios no es banal: los medios, elementos
centrales de la cultura popular y herramientas básicas de socialización, transmiten modelos de
masculinidad y feminidad hegemónicos, instruyen sobre cómo deber ser las relaciones entre
los géneros o, entre otras, dibujan las formas de sexualidad permitidas configurando un
imaginario social compartido androcéntrico y heterocentrado. En este aspecto, el análisis de
la representación mediático de la(s) violencia(s) contra las mujeres ha recibido una atención
destacada en los estudios sobre medios. En el caso del Estado español, es a partir de los 90
cuando se empieza a cuestionar cómo los medios se hacen eco de la violencia contra las
mujeres (Fagoaga, 999; Fernández, 2003; Vives, 2005; Ariznabarreta et al., 2006; Menéndez,
2011) a la vez que ésta se situaba como un problema social y dejaba de esconderse entre
visillos.
A pesar de los múltiples estudios, protocolos, manuales de estilo y recomendaciones, todavía
no hay un consenso sobre cómo debe representarse la violencia contra las mujeres y ésta se
inserta en las escaletas de los noticiarios, páginas de prensa escrita y boletines informativos
con una arbitrariedad que los propios periodistas atribuyen a los criterios de noticiabilidad.
Por esto mismo, el objetivo de esta comunicación es entender el proceso de producción de las
noticias a través del análisis de discursos de los periodistas de televisión que se encargan de
decidir, escribir y montar las noticias sobre violencia contra las mujeres.
La pregunta de investigación que sustenta este trabajo1 es por qué las cosas se hacen como se
hacen en una redacción. Cómo se eligen los temas, por qué se decide una orientación u otra,
qué imágenes entran, quien se hace cargo de los temas y por qué. El estudio del campo
periodístico se ha focalizado en la televisión por su capacidad de penetración en los hogares
(89.1%), homogénea por clases sociales y con 242 minutos de consumo por persona y día
(EGM, 2012). Una segunda motivación para explorar el campo televisivo es la falta de
estudios sobre el medio —con la salvedad de los estudios realizados por el CAC (2008, 2011)
y los trabajos de Pilar López Díez (2001, 2005, 2006). La tercera y última, la posibilidad de
ofrecer imágenes enriquece los análisis e incorpora nuevos retos tanto para su análisis como
para su producción.
Para responder a la pregunta de investigación, se han realizado 11 entrevistas en profundidad
a periodistas que actualmente trabajan en las principales televisiones generalistas del Estado
español: TVE, Telecinco, Antena3, Cuatro y La Sexta. Dado que las noticias sobre violencia
contra las mujeres se elaboraran principalmente en la sección de sociedad, las personas
entrevistadas trabajan actualmente en dicha área aunque desempeñando diversos puestos. Por
una parte, se ha entrevistado a las persona encargadas habitualmente de cubrir estas
informaciones —el grado de especialización, sin embargo, varía en cada cadena dependiendo,
principalmente, del volumen de las redacciones. Por otra, se ha entrevistado a las personas
responsables de la sección —jefa, adjunta de dirección o coordinadora de área. De esta
manera se ha podido indagar tanto en las rutinas desplegadas en la cobertura habitual como
en las rutinas relativas a los procesos de selección de lo noticiable, su posicionamiento en la
escaleta, duración, enfoque, etcétera.
Con una duración que oscila entre 45 minutos la más breve y 1 horas y 40 minutos la más
extensa, las entrevistas en profundidad responden al formato de entrevistas semiestructuradas
en base a un guion que contemplaba ocho ámbitos — (1) Periodismo televisivo (de sociedad
y sucesos) y su función social; (2) Selección de temas y confección de la escaleta; (3)
Dependencia y control de los medios: jerarquía organizativa, control interno, externo
(político) y de la audiencia; (4) Posicionamiento del medio ante la violencia de género:
criterios generales, protocolos, ambiente, formación y especialización; (5) Percepción y
opinión personal sobre la violencia de género, concepto y delimitación; (6) Percepción sobre
el tratamiento de la violencia contra las mujeres en la(s) televisión(es). Informativos e
1
Trabajo que se enmarca en un proyecto de tesis doctoral centrada en el análisis tanto de los mensajes como
de los procesos de producción de las noticias sobre violencia contra las mujeres en las televisiones generalistas
del Estado español.
infoentretenimiento; (7) Efectos del tratamiento: audiencia, ámbito público, agresores y
víctimas; (8) Transformaciones sociales y cambios en el tratamiento informativo.
Dada la limitación de espacio y las características de la comunicación, nos centramos
únicamente en las algunas cuestiones transversales que permiten dibujar la evolución del
tratamiento informativo de la violencia de género vinculada a las características del campo
periodístico.
2. El campo periodístico
Explorar el campo periodístico implica entender sus propias reglas tanto de entrada al mismo,
como de funcionamiento, mantenimiento y, por supuesto, de transformación. Son las propias
normas del campo las que determinaran lo que es y lo que no es noticiable. Aunque el trabajo
principal de Bourdieu sobre los medios de comunicación (Sobre la televisión, 1997) ha sido
debatido y cuestionado por considerarlo heredero de una visión fankfurtiana de los medios de
comunicación, el trabajo de Benson y Neveu, (2005) permite situar Sobre la televisión en el
conjunto de la obra de Bourdieu. Los mismos autores recuerdan la afirmación de Bourdieu
sobre la importancia del campo periodístico dada su posición central en el largo campo del
poder, como parte de un conjunto de campos ubicados en el centro que compiten para
imponer ‘la visión legitima del mundo social’. Haciendo uso de Foucault, podemos entender
los medios como el escenario de lucha por la delimitación conceptual de la violencia contra
las mujeres. Los medios serán el espacio principal en que se plasma la discusión ideológica
que, por supuesto, tiene lugar en el campo político y el campo científico.
En el estudio de Benson y Neveu se destacan algunas de las aportaciones teórico-prácticas de
Bourdieu para el análisis de campo que se han tenido en cuenta al realizar este estudio. Por
una parte, los discursos que emiten los medios, aunque influidos por otros campos (poder
económico y poder político) no son únicamente un reflejo de éstos. En segundo lugar, la
lucha por conseguir la hegemonía del sentido social, procede de las luchas enraizadas en las
posiciones antagónicas existentes. En tercer lugar, la teoría del campo, si bien contempla el
estudio de las constricciones burocráticas impuestas sobre los periodistas, también incorpora
el estudio de los periodistas individualmente, que, de manera relacional, también impactan en
el funcionamiento del campo y lo transforman. Explorar a las personas que forman parte del
campo de manera individual permite conceptualizar los márgenes disponibles para intervenir,
resistir, y renovar las prácticas periodísticas.
Siguiendo ésta última idea, los estudios feministas de la comunicación han destacado cómo el
peso creciente de mujeres en las redacciones en las últimas décadas, debería haber impactado
en la configuración de campo. Sin embargo, Carter et al. (1998) explican por qué la
feminización del periodismo no ha transformado el campo, que conserva una identidad
profundamente masculinizada. Por una parte, la tendencia a la concentración de los medios y
la constante mercantilización del periodismo, dificulta la disidencia. También lo hace el
cambio en las pautas laborales, la mercantilización de las cuales coincide con la
popularización del acceso de las mujeres a la profesión. Por otra parte, el proceso de
socialización periodística jerarquiza, siguiendo la lógica de premio-castigo- Premia
encargando noticias “serias” y castiga enviando a sociedad y otros asuntos considerados “de
mujeres”. Los departamentos de sociedad en los que se ha hecho el trabajo empírico estaban
formados mayoritariamente por mujeres, aparte de ser los más amplios (concentración de
agentes). Sin embargo, en cuatro de los cinco medios, eran hombres los que ocupaban el
cargo de jefe de sección. Las mismas autoras afirmaran que “por cuestión de puro ‘sentido
común’, las actitudes, valores y creencias sobre el género dan forma a los criterios que
sustentan lo que se considera un ‘profesional’ y cómo, a su vez, dan forma a las formas de
sexismo que tienen lugar por las mujeres periodistas, en la redacción y en el campo” (Carter
et al., 1998). Joana Gallego (2003), es su estudio sobre la transmisión de estereotipos de
género en la prensa, remarcaba como la diferenciación entre “noticias duras” y “noticias
blandas” contribuye a su jerarquización. El criterio periodístico, considerándose asexuado, se
convierte en un mecanismo de negación de las desigualdades derivadas del género.
3. El proceso de producción: agentes y discursos
Como se ha indicado al presentar la metodología, las personas entrevistadas ocupan
posiciones diversas según su puesto de trabajo (jefatura de sección o coordinación de área vs.
redacción), pero también dependiendo de la especialización en el tema (redactoras
especializadas vs. no especializadas) y, por último, de la potencia del medio en el que
trabajan (televisión pública vs. televisión privada y privada principal vs privada subordinada).
Por especialización entendemos tanto la dedicación de los y las profesionales a la discusión y
elaboración de piezas informativas sobre violencia de género como a la formación y
dedicación en la materia. Por poder de decisión, entendemos en lugar que ocupan en el
proceso de producción: redacción, coordinación de área (o subjefatura), jefatura de sección y
edición. Las posiciones (identificadas por el número de entrevista y color dependiendo del
sexo) que ocupan quedarían representadas gráficamente de la siguiente manera:
Cuadro1. Especialización y poder de decisión según sexo:
MUJERES
HOMBRES
Edición
E11
Jefatura
E6
E8
Coord.
E7
Redacción
E1
E9
Nunca
E5
E3
E10
Ocasional
Cuasiespecializ.
E2
E4
Especializ.
Como se observa, son mujeres las que se han especializado en elaborar las informaciones de
violencia contra las mujeres, constatándose la persistencia de una segregación temática según
la cual las mujeres continúan haciendo información “para mujeres”. Las fracciones
discursivas, sin embargo, no siempre se corresponden con las posiciones en el campo por lo
que el gráfico sirve, sobre todo, como una guía de lectura de las citas de las entrevistas.
3.1 Evolución del tratamiento informativo de la violencia contra las mujeres
Desde que a finales de los 90 la violencia contra las mujeres saltara a la arena pública como
un problema social, los medios de comunicación la tematizaron —primero como maltrato y
violencia doméstica, después como violencia de género— e incluyeron en la información
cotidiana. Poco antes se había incorporado como tema en reportajes y programas. Estos
últimos, bajo la forma de infoentretenimiento, empezaron a destacar la existencia de la
violencia contra las mujeres —en el ámbito de la pareja, el acoso sexual y el riesgo de
violación—, sobre todo en los magazines matutinos, orientados principalmente a público
femenino. El salto a la información “seria”, así pues, no se dio hasta la muerte de Ana
Orantes, en 1997, a manos de su ex marido, tras aparecer en un talk-show explicando su
vívida experiencia de malos tratos. A partir de entonces, los informativos empezaron a hablar
de un fenómeno social que, hasta entonces les había pasado desapercibido. Tuvo como
consecuencia la modificación de los sistemas de selección de las informaciones sobre
violencia contra las mujeres por parte de los y las periodistas pasando de un modelo que
primaba el valor noticioso de los acontecimientos a otro en el que la selección es producto de
una decisión consciente de dar difusión a la violencia contra las mujeres. Un modelo llamado
por Kepplinger de actualización instrumental según el cual los acontecimientos se
seleccionan porque se pretende conseguir ciertos objetivos (Berganza, 2003). La atención
mediática alcanza el clímax en 2003-2004 cuando, a través del debate sobre la Ley 1/2004 de
Medidas de Protección Integral contra la Violencia de Género, los medios se hacen eco, no
sólo de los casos de crímenes contra mujeres (siempre en el marco de las relaciones de pareja
heterosexuales) sino del mismo debate conceptual sobre el fenómeno. Prácticamente hasta
2010, en los informativos de televisión aparecía cada caso de muerte por violencia de género.
A partir de entonces, el clima de las redacciones frente a la violencia contra las mujeres es
“más relajado”, menos insistente, con lo que podemos afirmar que el modelo de selección de
los temas ha variado, dando lugar a un nuevo ciclo.
Todos los y las profesionales entrevistada entraron a la redacción de sociedad cuando la
violencia contra las mujeres se había tematizado y su atención era constante. Sólo un
periodista recuerda que el modelo comunicativo predecesor:
“Eh, yo cuando empecé a hacer tribunales, yo recuerdo perfectamente hablar de
“crímenes pasionales”. O sea, el concepto violencia de género, eso no existía. Y
todo, yo he hecho juicios de persona que había matado a su mujer y yo recuerdo
perfectamente el concepto “crimen pasional” en todos los medios. Si tú ahora
utilizas “crimen pasional”, el concepto “crimen pasional” para esto, lo mínimo
que te cae es una bronca y lo segundo es que la gente te empiece a llamar para
decir: “Oiga, que…”, porque tú sabes que no es un crimen pasional. Entonces, ha
cambiado esa perspectiva. Hemos pasado del crimen pasional a un problema
social que es la violencia de género.” (E 9: E9-J5.rtf - 9:9)
En este fragmento de texto se observa que, aparte de entrar en una nueva dinámica
informativa, esta es irreversible. Opinión generalizada entre el conjunto de los discursos que
mantienen que el aprendizaje de los medios no tiene marcha atrás, entendiéndolo como un
proceso sin fisuras, ascendente y continuado:
“Yo aprendí a no hablar de tropecientas puñaladas o le salió por la yugular y le
entró por el maxilofacial. O sea, aprendimos, yo creo, a no dar detalles, a no ser
truculentos, a hablar de penas, a hablar de los agresores como alguien que comete
la agresión no bajo influencia de la droga, no bajo influencia de que está en paro,
no, o sea, yo al menos eso lo he tenido claro. Y eso lo he aprendido con el tiempo
y porque he entrado en contacto con personas, víctimas y profesionales, que te, te
explican “Mira, esto no es así” y que yo creo que se ha hecho una labor muy
intensa con los medios en, pues eso, procurando que aprendiéramos, que esto era
un tipo de información diferente a lo que es un suceso. A decir, bueno, que de
alguna manera había que dar un poco mensajes, pues eso, el que la hace, la paga.
O sea, este señor podía estar muy deprimido, pero eso no justifica que vaya y mate
a su señora o lo intente…” (P 4: E4-J3.rtf - 4:10).
El proceso de tematización va acompañado de una preocupación por la manera de informar,
con lo que los cambios, más que cuantitativos, son también cualitativos. No obstante, aunque
el “alma común” de los periodistas indica que la mejora en el tratamiento es continua y no
cejan en exponer los protocolos que siguen para componer las piezas informativas: sobre la
selección de imágenes, totales (fragmentos enunciados por fuentes formales o informales),
sobre el uso del lenguaje o la contextualización. En general, el tema se considera tratado con
mimo en el conjunto de los medios de comunicación:
“Creo que es un tema muy así en todas partes, muy igual. O sea, creo que es de
esos temas privilegiados, en el sentido de en cuanto a información y creo que se,
se trata bastante correcto y con bastante mimo en casi todas partes. O por lo
menos, yo es una percepción que tengo.” (P 5: E5-J4.rtf - 5:47)
Esta cita pone en evidencia dos cuestiones: por una parte la percepción de un tratamiento
especial en cuanto al cuidado pero al mismo tiempo, al indicar que se trata de una
información privilegiada se señala, emotivamente, un entidad diferenciada para estas noticia
que no siempre coincide con el criterio periodístico.
Como se ha apuntado, a partir de 2010, hay un cambio de tendencia: los casos agresiones a
mujeres con resultado mortal por parte de sus parejas o exparejas deja de cubrirse como se
venía haciendo hasta el momento. Por lo general, las piezas informativas dejan de ser videos
completos y se reducen a colas. El cambio lo motiva la visita del entonces delegado del
Gobierno para la Violencia de Género, Miguel Lorente, a las principales televisiones para
plantear los resultados de un estudio realizado por la Universidad de Granada que advierte de
la existencia de un efecto imitación al observar, estadísticamente, que en los tres días
posteriores a un crimen por violencia de género, hay más posibilidad de que se cometa otro
crimen. Como medida preventiva, sugiere que los medios dejen de informar de cada muerte o
que, en caso de hacerlo, lo hagan en formato de colas (piezas breves que se lees desde plató
con el soporte de algunas imágenes) y extremando las precauciones. La respuesta a estas
demandas en las redacciones ha sido diversa y se presentan diversos grados de acatamiento
de la sugerencia. Sin embargo, el resultado se vive de diferentes maneras. Para las redactoras
especializadas, la nueva dinámica comunicativa supone un descenso sensible en el grueso de
espacio de dedicado:
“Yo creo, de repente, creo que es como el principio de que la moda de la violencia
de género interesaba, y o sea, viví una época muy buena, empezó hace 7 años,
hace 4, 5, 3… hasta el año pasado que te digo que pasó eso, pues era muy bien
aceptado, les gustaba mucho que se trata el tema, les gustaba… vendía mucho. A
partir de ahora no los sabemos. Ya te digo que a partir del año pasado hubo un
cambio, y se notó mucho, yo lo noté. Que de repente me costaba muuucho… o
sea, yo ofrecía, porque además los reportajes los tienes que vender, entre comillas.
Es decir, yo se los propongo a mi jefa: oye, mira, se me ha ocurrido hacer tal cosa.
Tengo un testimonio buenísimo de tal… y ella lo comenta a los editores y le
tienen que dar el ok. Si ellos dicen, no, no nos interesa, pues no puedo seguir
adelante. (P 2: E2-J2.rtf - 2:52)
La evolución en el tratamiento deja, así pues, a las personas especializadas en el tema en un
lugar más vulnerable dentro del proceso productivo: menos capacidad de proponer temas y
menos aceptación de su trabajo. Este sentimiento, sin embargo, sólo es vivido con angustia
por parte de aquellas que apostaban decididamente por el tema, lo que sólo es posible en las
redacciones más grandes en las que la especialización es posible.
Para los profesionales con puestos de decisión, sin embargo, aunque reconozcan el descenso
en la intensidad, no lo advierten como un cambio de modelo comunicativo sino como una
evolución natural del mismo:
“Eh, no, grandes cambios, no. Yo creo que, hombre, se ha ido, eh, al principio era
como el fenómeno que nacía, y al principio era “hay que denunciar y hay que
tomar conciencia”. Al principio, muchas veces lo que hacías era, contabas los
casos, sin profundizar mucho más. También porque no había quien, quien hiciera
esa labor. Claro, tú, periodista, pues profundizas un poco en eso, pero no tienes ni
las estadísticas ni el, ni el análisis ni la relación de casos y tal”. (P 6: E6-C2.rtf 6:34)
Esta perspectiva se apoya en la percepción de haber conseguido ya la visibilidad social de la
violencia de género, con lo cal, los medios ya habrían hecho su trabajo de sensibilización y
quedarían así exentos de cualquier responsabilidad.
Sólo en los raros casos donde la especialización coincide con un alto poder de decisión (E11),
el punto de inflexión se aprovecha para reforzar el tratamiento siguiendo una tendencia a
contracorriente y con un posicionamiento político-ideológico firme:
“Aquí se sentaron unas bases para informar sobre violencia de género y digamos
que esas pautas las vigilo yo, que se cumplan […] Unas pautas que nos fijamos
nosotros mismos hace un año, dos años ya, a raíz de una entrevista con el ex
delegado… de… del Gobierno para la violencia de género, con Miguel Lorente,
tuvimos una entrevista con él, los editores de informativos y bueno, decidimos
establecer unas pautas que nos parecían justas, a raíz de un estudio que ellos
habían hecho junto con la Universidad de Granada, pues bueno, decidimos… no
seguir lo que el planteaba, porque el planteaba un experimento de silenciar los
casos de violencia de género durante unos x meses en los informativos para
comprobar si creaba un efecto simpático o no, a eso no llegamos, porque creemos
que nuestra labor por encima de todo es informar de estos casos, pero si decidimos
ciertas cosas… o corregir ciertas cosas que veníamos haciendo mal.” (P11: E11C5.rtf – 11:1)
La posición de poder en el campo permite tomar decisiones en contra de un “criterio
periodístico” dominante, a pesar de contrariar una de los primeros principios del campo que
radica en la imitación de unos medios a otros.
Así pues, las indicaciones provenientes del poder político —cabe recordar que hablamos de
un poder político extinto, ya que en el momento de realizar las entrevistas Lorente ya no
ostentaba el cargo— impactan en el modelo comunicativo sobre las piezas informativas de
los casos de violencia de género. Sin embargo, ¿por qué dejan de hacerse piezas de
sensibilización y reportajes de fondo, etc.? El descenso de la importancia informativa se
plasma es la ausencia de espacios para hablar de la violencia contra las mujeres. Hay dos
elementos que impactan en ese descenso y que provienen de otros campos. El primero, la
“muerte política” violencia de género. Con el cambio de gobierno, la violencia contra las
mujeres deja de ser un tema políticamente relevante y, por lo tanto, desaparece toda actividad
política relacionada con ello:
“Una vez que Miguel Lorente desaparece y, y se dejan de hacer campañas, es
un… para mí es un señor que trabajó mucho. Ha sido prácticamente cero. Ha sido
de cien a cero… Pero así, radical. No, eso no significa que el Ministerio, quizás,
no esté trabajando, ¿eh?, pero lo que yo estoy haciendo, el trabajo que yo estoy
elaborando ahora mismo de violencia de género, prácticamente es cero. Y si hay
algo lo damos en colas y bueno… no sé.” (P10: E10-J6.rtf - 10:9)
“Pero sí es cierto que cuando ha habido llamamientos o, siempre hemos estado
ahí. Yo recuerdo haber ido montones de veces porque se presentaba balance,
porque se daban pulseras, porque daban datos de, siempre hemos estado. Ahora es
que no hay. […] Ahora no hay nada, ahora no hay nada. O sea, en un año, no hay
nada. Cero. Entonces, bueno, declaraciones oficiales ahora mismo estamos
exentos de tener ni que interesarnos por ellas.” (P5: E5-J4.rtf – 4:28)
La retroalimentación de la agenda política y la agenda mediática ha sido clave en el proceso
de tematización y, a su vez, ha impactado directamente en la opinión pública. Los datos del
barómetro de opinión del CIS, de hecho, nunca han vuelto a registrar la cifra de 2004,
momento en que se debatía la ley y su presencia era muy destacada en los medios. De aquel
12%, la violencia contra las mujeres ha vuelto a situarse entre el 2 y el 3, en los niveles
anteriores al debate de la ley. Ahora bien, con el impacto de la crisis, la violencia ha dejado
de ser considerada un problema para el Estado. Si el enero de 2011 sólo un 1,4% destacaba la
violencia contra la mujer como uno de los principales problemas de España, en enero de 2013
lo hacía un 0,4%. La crisis económica y social ha trastocado la configuración de los
informativos con un peso creciente de la política y la economía. Y las secciones de sociedad,
por su parte, se han volcado en narrar las historias de la crisis por lo que las posibles noticias
relacionadas con la violencia contra las mujeres tienen, ahora mismo, mucha competencia:
“En este momento, por ejemplo, eh… yo creo que sí, sí que es proporcional a lo
que sucede. Es verdad que es un drama, pero también hay que tener en cuenta que
España está viviendo otro drama por la situación económica, por la cantidad de
despidos que hay, por las empresas que están cerrando, porqué la bolsa se cae,
eh… porque estamos con el euro como estamos… entonces, teniendo en cuenta
globalmente lo que está pasando en la economía de este país, que el tema de la
violencia de género entre en la parte mediana de los telediarios creo que está bien
valorado.” (P1: E1-J1.rtf. – 1:17)
A parte de las atribuciones del descenso informativo a la falta de empuje por parte del campo
político y a la crisis que “barre con todo”, hay un conjunto de discursos que lo atribuyen al
final de un ciclo, no informativo, sino como reflejo del fin del interés social en la violencia
contra las mujeres:
“Ha perdido como, en un momento tuvo mucho interés social esto, porque como
que había habido un repunte y tal y ahora ya el interés social de esto ha
disminuido bastante. Ojo, o sea, es la valoración que hacemos nosotros, que puede
ser que interese todavía a la sociedad, pero pensamos que no interesa tanto ya
estos casos, pues igual que no interesa los casos de cuando detienen ya a
terroristas de ETA. Porque ya no hay ETA, ya no hay tal, aunque hay violencia de
género, pero quiero decir, pasó, su momento pasó, ¿sabes?” (P 7: E7-C3.rtf - 7:11)
Esta posición discursiva identificará la tarea periodística con el reflejo de la sociedad y
vinculada directamente a los intereses de la audiencia, identificando a la misma como la
ciudadanía.
3.2 Criterios de noticiabilidad: cuando lo habitual se torna extraordinario
El peso informativo de la violencia contra las mujeres ha decrecido considerablemente, pero
no ha desaparecido. Las noticias sobre muertes gotean, con mayor o menor cobertura, al
ritmo que ocurren. Ahora bien, para que un caso sea informado con amplitud debe tener algo
que le dé un “giro”. Recogiendo la última idea del anterior punto, los periodistas
seleccionarán los casos en función de lo que crean que le llamará la atención a la audiencia,
lo que su instinto periodístico les diga que esconde una buena historia. Siguendo a Meyers
(1997), los periodistas forman una comunidad interpretativa; crean significados a través de
una “comprensión colectiva de la práctica profesional, sus normas y sus criterios de
noticiabilidad” que usan como guía para la selección de los temas. Según Meyers, el concepto
de “noticiabilidad” protege a los periodistas de la acusación de sesgar la información en
función del género, la clase social o la etnia al mismo tiempo que oscurece el tratamiento que
es, de hecho, sesgado en contra de las mujeres, los inmigrantes o la clase trabajadora.
No hay unanimidad a la hora de decidir qué hace noticiable a un caso pero, en todos los casos
el resultado es generar una jerarquía según la cual no toda la violencia contra las mujeres es
igual de importante:
“Ya, llega un momento en que las historias tienen que ser ya como muy especiales
para que entren. ¿Cuántas veces hemos oído a una mujer decir que la maltratan?”
(P 9: E9-J5.rtf - 9:29)
“Sí, dependiendo un poco de las circunstancias que él decía, que puede ser la edad
de la víctima, por ejemplo. Eso es un elemento. Cuanto más joven, más impacto
crea y más sensación de que algo hay que contar de esa historia, ¿no? Cuando es
una chica muy joven y no te cabe en la cabeza y han querido recordar que esto se
da en todas las edades, o, o sí, o se producen circunstancias que hacen el tema
especialmente novedoso, llamativo, distinto. Si entra dentro del, de la rutina (!) de
la violencia de género, ahora mismo yo creo que, en muchos casos, se da la
información a la edición, y en muchos casos, o entra en la escaleta y se cae, o no
llega a entrar en la escaleta, si hay algún tipo de dificultad en la cobertura o vemos
que no va más allá.” (P 8: E8-C4.rtf - 8:11)
Se impone de nuevo el criterio de novedad y espectacularidad donde cobran sentido los
detalles que, sin embargo, pueden destacar cualquier hecho como distintivo: la corta edad, la
avanzada edad, el bienestar social y la pertinencia a clases sociales altas o la absoluta miseria.
El interés creciente por las circunstancias, por la casuística, devuelve inmediatamente la
violencia contra las mujeres al carril de los sucesos e impone una nueva jerarquización de la
violencia según la cual una violencia tiene categoría de noticia mientras la otra no. Esta
jerarquización se suma a la que existía anteriormente según la cual sólo la violencia con
resultado mortal era incluida en los informativos generando una sobrerrepresentación de la
misma, y una subrepresentación de la violencia psicológica y física sin resultado de muerte
(Gómez, 2012).
Las dos citas escogidas anteriormente redundan en la categorización de la violencia contra las
mujeres como rutinaria y ampliamente representada ya en los medios, aparte de destacar los
problemas técnicos y las constricciones específicas de la televisión para la cobertura de las
noticias que discriminarán cualquier información que no disponga de imágenes. También
viven como un impedimento a realizar su labor informativa la falta de fuentes oficiales que
aporten contexto y profundidad a los casos. La policía, entendida como principal fuente
legítima, también subraya las características de las noticias como sucesos que desembocan en
procesos judiciales. La preponderancia de estas fuentes: policía, jueces, abogados, etc.
encuadra mediáticamente la violencia de género como un crimen o, en su caso, como un
problema derivado de la justicia cuando fallan las medidas: pulseras, órdenes de alejamiento
u otras medidas de protección.
3.3 Pero, ¿de qué violencia estamos hablando?
Para los y las periodistas entrevistadas, la violencia de la que estamos hablando es la que se
da en el marco de las relaciones de pareja cuando las mujeres son las víctimas. La legislación
actual delimita de esta manera la violencia de género en su desarrollo y así se enfrenta desde
las redacciones. Los y las periodistas entrevistadas identifican la violencia de género con la
violencia de pareja, lo que implica tomar la parte por el todo. Violencia de género, término
que apunta a la mediación social y cultural en la configuración de las masculinidades y
feminidades de manera desigual y relacional. Si bien acuñar este concepto como el más
extendido y aceptado fue considerado un éxito por parte de los movimientos feministas, en
las entrevistas parece que se constata el temor de “caer en el uso de violencia de género como
un eufemismo que bajo su supuesta neutralidad del género pierde por el camino la
connotación de poder” (Tubert, 2003, citado por Osborne, 2009:31):
A mí me gusta más machista, porque es fruto del machismo, todos los hombres,
no es producto de un género distinto, hombre/mujer, es producto del machismo.
Incluso en dos parejas de mujeres porque claro, también es fruto de la educación,
la mujer es inferior al hombre y eso es la base del machismo. (P 2: E2-J2.rtf 2:34)
Yo es que creo que lo del tema de “género” es un nombre, digamos, correcto, es
más purista, a lo mejor, más delicado o más literario, una forma, lo que es, es toda
la vida lo que hemos dicho que es machismo y es en esa creencia y en ese
concepto donde aparece la violencia. (P 4: E4-J3.rtf - 4:19)
Aunque la violencia de género se reduzca a sólo una parte de la violencia que se ejerce contra
las mujeres, los medios también se hacen eco de otras expresiones de la misma que se dan en
el contexto social, no en el familiar, como puede ser el acoso sexual en el ámbito laboral o la
violencia sexual por parte de desconocidos. También cabe la trata de personas con fines
sexuales, u otras expresiones abaladas por los estados como la violencia contra las mujeres
como arma de guerra o la mutilación genital femenina. Por otra parte, en los informativos
televisivos también se alude a otros tipos de violencia familiar o doméstica en la que las
víctimas no son mujeres: violencia hacia las personas mayores, hacia los hijos e hijas, o de
hijos e hijas a padres y madres. También la violencia se ejerce de mujeres hacia sus maridos,
y no podemos olvidar que existe violencia en las relaciones de gays, lesbianas, bisexuales y
transexuales. La violencia, en definitiva, no es monopolio de un género aunque se tiende a
destacar de manera dicotómica las continuidades en los comportamientos de unos y otros,
partiendo de posiciones prefijadas (hombre violento/mujer violentada) con la consecuente
pérdida de la multiplicidad y variabilidad que hay en la expresión de la violencia de género,
al tiempo que se desdibuja su carácter relacional (García y Casado, 2010:75).
Todas estas violencias de género y violencias en las relaciones afectivas salpican los
informativos aunque, efectivamente, desligadas del concepto de violencia de género o
violencia machista: tramas de prostitución forzada desarticuladas, crímenes de madres contra
sus hijos o robo de bebes a madres solteras con la connivencia del Estado. Todos estos
fenómenos se narran focalizando la atención en el proceso judicial o en el momento de la
detención sin hacer uso de ningún protocolo o recomendación:
“Todavía no ha habido un planteamiento sobre muchos de estos casos genéricos.
Puede haber una preocupación, porque la gente que está en la redacción y la gente
que trata este tipo de temas, tiene ese tipo de, de sensibilidad, pues porque habla
con ONGs, que habla con gente que está preocupada por el tema, pero es verdad
que todavía no hay un planteamiento en, desde las direcciones de las redacciones,
me parece, en general, cómo tratar esos temas aquí. De hecho, como al revés, hay
veces que tienes que superar incluso tabús para hablar de determinados temas,
¿no?” (P 8: E8-C4.rtf - 8:26)
Para los y las periodistas, el clima de preocupación por la violencia contra las mujeres
durante la pasada década supuso la posibilidad de debatir y polemizar sobre la misma,
profundizar y especializarse. La misma estructura de oportunidades mediáticas (Xambó et al.,
2012) permitió a sectores cercanos a las corrientes feministas a transformar las propiedades
del campo, no sin reticencias:
“Y luego yo, sí quería apuntar del, como también objeto de debate que puede
servir para algo, en el tema de la violencia de género, la dificultad que hay muchas
veces de ir a contracorriente. Es decir, está de moda la violencia de género, está de
moda el ponerse del lado de la mujer, si tú intentas hacer una información que no
vaya en ese sentido, es muy difícil colocarla. Y te explico. Me venía a la cabeza
por lo que hablábamos de las tasas antes, ¿no? Cuando se reconoce a la víctima de
la violencia de género que no pague las tasas judiciales. Eso es muy peligroso.
Eso es muy peligroso porque puede llevar a muchas personas a denunciar
violencia de género cuando no la hay. Eso, que lo han denunciado los jueces en
muchas ocasiones, los falsos casos de violencia de género, y que ha tenido muy
escaso eco siempre en los medios. (P 9: E9-J5.rtf - 9:32)
Esta cita sintetiza los temores que algunos y algunas periodistas plantean en las entrevistas:
por una parte, que el posicionamiento personal de los y las profesionales influya
disminuyendo el grado de objetividad deseable para el periodismo (“acercarse a las dos partes
en búsqueda de la verdad”); por otra, que la profesión sea custodiada o vigilada tanto por la
propia cadena (ese tabú al que se aludía en la cita anterior), como por el campo político o por
agentes externos (plataformas feministas o la misma audiencia a través de llamadas a las
redacciones).
3.4 Explorando los efectos
Los efectos de los media ha sido una de las principales preocupaciones de los estudios sobre
comunicación, centrados, principalmente, en demostrar cómo los medios afectaban el
comportamiento de las personas. Dentro de esta tradición, los estudios feministas de la
comunicación buscaron proveer de material empírico para probar los efectos negativos de los
medios en las actitudes hacia las mujeres. La teoría del cultivo impulsada por Gerbner a partir
de los años 60, sirvió para estudiar el impacto acumulativo de la televisión en la percepción
social de la audiencia y sus valores culturales. Desde los 70, los estudios sobre los efectos se
centran en el impacto ideológico de los medios en el mantenimiento de las desigualdades
basadas en la clase, la etnia, el género y la sexualidad (Carter y Steiner, 2004). Aunque a
partir de los 80, a partir del modelo crítico de Hall, en foco de estudio reside en la
decodificación de los mensajes dada la complejidad de pero, aunque la creatividad de las
audiencias en la decodificación de los mensajes ha sido sustituido los estudios de los efectos,
las representaciones culturales tienen un impacto en la negociación de las actitudes, las
creencias, las experiencias y las identidades. Como afirma Kitzinger, “la representación de
los medios puede ser muy influyente en determinadas circunstancias. Así pues, saber que las
audiencias son activas, no desactiva la influencia” (Kitzinger, 1999).
La problematización del tratamiento mediático de la violencia de género continúa anclado en
los efectos, dadas múltiples decodificaciones posibles por parte de la audiencia. Los y las
periodistas que elaboran las noticias tienen, habitualmente, un receptor-objetivo a lo largo del
proceso. Las redactoras que se enfrentan habitualmente a la redacción y montaje de las piezas
aseguran tener siempre en la cabeza a las víctimas: intentar que denuncie, que se sienta
identificada con los testimonios de las mujeres que han conseguido rehacer su vida o que
conozca las herramientas de protección. Sin embargo, sólo una pequeña parte de las noticias
sobre violencia de género apunta a esta dirección, mientras que en la mayoría “estás dando un
mensaje de muerte” (P10: E10-J6.rtf - 10:29). La preocupación, así pues, parece haber
saltado a los posibles efectos sobre los potenciales maltratadores aunque la profesión advierte
que puede hacer bien poco al respecto por la falta de elementos necesarios para contextualizar
al agresor y, sobre todo, para mostrar las consecuencias punitivas, con lo que se conseguiría
una “efecto ejemplificador” (P1: E1-J1.rtf – 1:3). Al respecto en las entrevistas se reitera la
necesidad de incluir los juicios y las sentencias condenatorias como piezas informativas.
Incluso, en algunos casos, se apunta la necesidad de dar un paso más y criminalizar a los
agresores como elemento que marcaría la diferencia en exposición de los hechos:
“Una de las cosas que echamos de menos […] a mí me gustaría que tuviésemos
herramientas para criminalizar al agresor. Es decir, a los agresores nunca los
vemos. (P11: E11-C5.rtf - 11:8)
Se trata, así pues, de discursos que tienden a perpetuar las posiciones de víctimas/agresores,
entendidos como dos partes antagónicas de una historia que debe ser contada. Las identidades
se entienden como fijas e inmutables, sobretodo en el caso de los agresores:
“O sea, que yo, los mensajes que doy, las noticias que doy, no es para los
maltratadores, porque con ellos no voy a poder hacer nada. Un maltratador es un
maltratador y o decide buscar ayuda, o siente el rechazo de la sociedad y eso hace
que se frene, o no hacemos nada. O sea, yo con mi noticia no voy a cambiar al
maltratador”. (P 2: E2-J2.rtf - 2:22)
A esas categorías fijas se le sumarán discursivamente otros elementos que tienden a
esencializar las categorías de “hombres” y “mujeres” atribuyéndoles características. Por
destacar un ejemplo, dos de las periodistas entrevistadas apuntan al interés social de hablar de
los efectos de los malos tratos sobre los hijos de las mujeres que viven violencia para así
poder empujar a las madres a denunciar y salir de la situación, destacando el rol maternal
ligado inexorablemente a la figura de la mujer: “ Y luego sobretodo porque eso animaría
también a muchas mujeres, es decir, en definitiva, si tú estás sufriendo malos tratos y alguien
te cuenta que tus hijos también lo están sufriendo por su culpa, a lo mejor es más fácil que tú
des el paso y luches contra eso.” (P 1: E1-J1.rtf - 1:7)
Aunque los discursos varían sustancialmente, la atribución de características diferenciadas a
mujeres y hombres persiste, contribuyendo a la construcción mediática de una masculinidad
hegemónica y una feminidad hegemónica constringentes. La búsqueda periodística de la
historia que subyace al hecho promueve la construcción de modelos arquetípicos, sin fisuras,
cerrados, simplificando no sólo a los agentes que intervienen en las piezas periodísticas, sino
también homogeneizando a los receptores bien como (potenciales) agresores y (potenciales)
víctimas, siempre alejados de lo que constituiría la norma: parejas de hombres y mujeres
alejadas del conflicto y/o la violencia.
4. Conclusiones
A lo largo de estas páginas se ha intentado indagar cómo se producen las noticias televisivas
sobre violencia de género a través del análisis de los discursos de los propios profesionales
que seleccionan, encuadran y redactan las noticias. En primer lugar, cabe destacar el sensible
descenso de interés informativo por este problema social en los últimos años tras una década
de atención creciente durante la cual la violencia contra las mujeres en el marco de las
relaciones sexo-afectivas se visibilizó socialmente y alcanzó un lugar destacado en la agenda
política. La retroalimentación de las agendas política y mediática impulsó la tematización de
la violencia de género y la progresiva preocupación por su representación mediática. En las
redacciones se convirtió en un tema cotidiano y la noticiabilidad, la facilidad con la que los
asuntos relacionados con la violencia de género se imponían en la escaleta, permitió la
especialización.
El impacto de la crisis económica ha alterado las agendas (mediáticas y políticas) resituando
la violencia contra las mujeres como un problema residual y su presencia en los informativos
se ciñe, prácticamente, a los casos de agresión con resultado de muerte, jerarquizados según
los “criterios de noticiabilidad”. Estos criterios tienden a focalizar sobre hechos
extraordinarios, llamativos o sensacionales devolviendo la información sobre violencia contra
las mujeres a la categoría de sucesos, considerándolo informativamente agotado.
Este proceso de trasformación del criterio periodístico es vivido como inevitable —con
mayor o menos preocupación dependiendo de la posición ideológica respecto a la misma
violencia de género— por parte de los y las profesionales, salvo los casos en los que la
especialización coincide con un alto grado de poder de decisión.
En las redacciones se plasma la existencia de un debate ideológico sobre la violencia de
género que, si bien en la superficie existe unanimidad en la preocupación sobre la misma, en
los discursos más profundos las posiciones discursivas oscilan desde el convencimiento de las
ramificaciones estructurales de la misma violencia, hasta la minimización de la misma —
insistiendo en la existencia de abusos por parte de las mujeres de los sistemas de protección,
por ejemplo— en forma de resistencia.
Las dificultades para desarrollar un periodismo generalista con perspectiva de género se
evidencian en la escasa conexión que se establece entre la función de sensibilización social de
los medios —muy celebrada en el campo periodístico— y la función de reproducción social
e imposición de modelos de masculinidad y feminidad hegemónicos, de reproducción de
estereotipos de género.
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