Lógicas temporales en torno a las experiencias de triple presencia-ausencia Resumen

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Lógicas temporales en torno a las experiencias de triple presencia-ausencia
Marina Sagastizabal1
Resumen
La doble presencia-ausencia es un término utilizado para reflejar la dificultad
que requiere compaginar dos trabajos que presentan lógicas dispares: el empleo y el
trabajo doméstico-familiar. Esta doble presencia limita a las personas a la hora de poder
dedicarse a cualquier otra tarea, incluida la participación sociopolítica. A través del
análisis de las trayectorias de vida de personas presentes en el empleo-formación, el
trabajo doméstico-familiar y en alguna asociación o grupo político, es posible
profundizar en las lógicas temporales cotidianas que buscan compaginar dichas tareas.
Del mismo modo, analizar las trayectorias de vida permite explorar diferentes
dimensiones temporales que, más allá de la mera cuantificación, muestran potencialidad
a la hora de estudiar los aspectos materiales, morales y emocionales de estas tres
actividades, aspectos que resultan fundamentales a la hora de comprender las lógicas
cotidianas que guían la triple presencia-ausencia. A través del material producido
mediante un estudio cualitativo con relatos de vida se ha podido constatar que tales
dimensiones temporales facilitan el estudio del trabajo doméstico-familiar, en general, y
de las experiencias de triple presencia-ausencia, en particular. Por lo que el objetivo de
esta comunicación es dar a conocer los resultados obtenidos en el estudio sobre la triple
presencia-ausencia, siguiendo la perspectiva que pone la sostenibilidad de la vida en el
centro y utilizando el tiempo como categoría de análisis.
Palabras clave: triple presencia-ausencia, lógicas temporales, vida cotidiana,
trayectorias de vida.
Introducción
Actualmente en las sociedades occidentales, las mujeres son las principales
responsables de la gestión doméstica y desempeñan trabajos de cuidado. Además, están
presentes en el mercado laboral de una forma generalizada. Sin embargo, el volumen y
1
Marina Sagastizabal es becaria por el programa de FPU (2012) concedido por el Ministerio de
Educación, Cultura y Deporte. Esta comunicación recoge parte de los resultados de su tesis doctoral
titulada: “La triple presencia-ausencia. Estudio sobre el trabajo doméstico-familiar, el empleo y la
participación sociopolítica” que comenzó en Enero de 2013.
1
la calidad del trabajo doméstico-familiar sigue condicionando su ausencia o presencia
en el mercado laboral a lo largo de sus trayectorias vitales (Balbo, 1994). Por ello, esta
situación comporta una dificultad sobre las mujeres a la hora de participar en el mercado
laboral. Esto se debe, por un lado, a la responsabilidad que se les atribuye socialmente
para realizar el trabajo doméstico-familiar y, por otro, a que los hombres no parecen
estar por la labor de compartir dicha responsabilidad (Carrasco, 2001). Debido a ello, en
trabajos anteriores se ha hecho hincapié en este fenómeno, denominándolo de distintas
formas: la jornada interminable (Durán, 1986), the second shift (Hochschild, 1989), la
doble presencia (Balbo, 1994), o la doble presencia-ausencia (Izquierdo, 1998).
La investigación a la que haré referencia en esta comunicación ha puesto el foco de
atención en este último término ya que sirve para simbolizar el estar y no estar en
ninguno de los dos lugares, reflejando las limitaciones que esta situación comporta bajo
la actual organización social (Carrasco, 2001). Este término saca a la luz las tensiones
que acarrea tener que compaginar cotidianamente y de manera sincrónica dos
actividades que se guían por lógicas dispares, obligando a las mujeres a hacer cuadrar
un balance de tiempos muy rígido que se traduce en su vida cotidiana en sobreagotamiento, neurotización y privatización (Balbo, 1994). Por lo tanto, esta doble carga
limita a las mujeres a la hora de poder dedicarse a cualquier otra tarea, incluida la
participación sociopolítica, hecho que se traduce en una situación de desigualdad
respecto al género. Es en este contexto donde surge el interés por estudiar la triple
presencia-ausencia, incorporando la dimensión de la participación sociopolítica en el
análisis, en referencia a la pertenencia a una asociación o grupo político.
Concretamente, el objetivo de esta comunicación es dar a conocer los primeros
pasos realizados en el estudio de la triple presencia-ausencia, estudio que parte de la
revisión de tres conceptos que enmarcan el análisis de estas tres actividades: la
ciudadanía, el trabajo y el tiempo. Como distintas académicas han señalado, estos
conceptos muestran cierta opacidad respecto al género ya que reproducen la división
entre la esfera pública y privada, por lo que es importante partir de la concepción
hegemónica de los mismos y señalar la “ceguera” de género que comportan (Pateman,
1995; Benhabib, 1990; Young, 1981; García Sainz, 1998; Cordoni, 1993; entre otras)
abriendo el análisis de forma que se enriquezca con otras experiencias y perspectivas.
Sin embargo, antes de exponer brevemente esta revisión, es necesario explicar qué
definición de participación sociopolítica se utiliza en el estudio.
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Definiendo la participación sociopolítica
El concepto de participación sociopolítica es una categoría que engloba un conjunto
de actividades y comportamientos que, aunque relacionados, tienen diferentes causas y
consecuencias. Por ello, el análisis de cualquier fenómeno de participación política
requiere de la previa definición de las actividades que se incluyen en dicho concepto. En
este caso se sigue la definición que Laura Morales (2001: 160) adapta de la concepción
tradicional de participación política de Verba, Nie y Kim (1978), definición que va más
allá de una concepción meramente formal, entendiendo la participación como:
“acciones realizadas por personas privadas2 que están en alguna medida dirigidas a
influir en la selección del personal gubernamental o sus actividades, a introducir nuevos
temas en la agenda, y/o cambiar los valores y las preferencias conectadas directamente
con la toma de decisiones políticas”. Como apunta Morales, entre esas actividades y
comportamientos cabe señalar la pertenencia a asociaciones o grupos con objetivos
políticos, considerando asociaciones políticas a aquellos grupos organizados de
personas que persiguen bienes colectivos y que tienen como principal objetivo influir en
los procesos de toma de decisiones políticas (Morales, 2001).
Es importante señalar que la participación no está homogéneamente distribuida entre
los distintos grupos sociales, por lo que hay claras desigualdades en base al género, la
edad, la clase social, el nivel educativo o la raza. En este sentido, las diferencias de
género se observan sobre todo en la participación política no convencional, en el
asociacionismo y en las actitudes políticas (Gundelach, 1995). No obstante, hay que
subrayar que las diferencias en el grado de implicación en la participación no
convencional de mujeres y hombres se reducen en una escala local, es decir, en el
ámbito de acción política de mayor proximidad. En este ámbito prevalece una
concepción más comunitaria de la movilización, por lo que los tipos de demandas están
más vinculadas a necesidades y problemas cotidianos, conformando estas actividades el
espacio en las que las mujeres son más activas (Verge, 2012).
En este sentido, como indica Massolo (2007), la tradicional dicotomía públicoprivado ha tenido importantes efectos en la limitación del concepto de participación y el
papel que desde ésta se ha otorgado a las mujeres, por ello, es importante observar y
En la definición adoptada por Morales se usa el término “ciudadanos privados”, sin embargo, en esta
investigación se ha optado por usar “personas privadas” ya que, como se explicará a continuación, el
concepto de ciudadanía es problemático.
2
3
analizar otro tipo de espacios de participación donde las mujeres han sido y son
protagonistas, fijando la atención en ámbitos de participación ubicados en lo que
podríamos denominar como esfera de la cotidianidad. De esta forma, en esta
comunicación se atiende a una dimensión de participación referida a la pertenencia a
asociaciones o grupos políticos desde el ámbito cotidiano.
Desnaturalizando las concepciones de trabajo, ciudadanía y tiempo
A la hora de estudiar la triple presencia-ausencia resulta imprescindible revisar
tres conceptos que se relacionan con la participación sociopolítica, el empleo-formación
y el trabajo doméstico-familiar, es decir, las concepciones de ciudadanía, trabajo y
tiempo. La teoría feminista ha subrayado que el concepto de “ciudadanía cívica pública”
está basado en la oposición entre las dimensiones pública y privada de la vida humana,
es decir; entre la razón, por un lado, y el cuerpo, la afectividad y el deseo por otro
(Young, 1990). Esta oposición significa la exclusión de lo “otro”, es decir, de los
afectos, de los cuerpos y de lo privado, por lo tanto, los derechos de ciudadanía tienen
su frontera en la esfera privada y esa exclusión de lo “otro” se escribe en femenino,
constituyendo un pacto político basado en la diferencia sexual (Pateman, 1995). Por
consiguiente, este concepto de ciudadanía pretendidamente universal y abstracta
deviene particular y concreta, ya que el universalismo que promueve identifica las
experiencias de un grupo específico de sujetos (los hombres) como propias de toda la
humanidad (Sánchez, 2000).
En consecuencia, desde el feminismo se han buscado visiones alternativas de la
ciudadanía que rompan con este universalismo sustitucionalista (Benhabib, 1990) que
excluye a las mujeres. Así, Benhabib plantea articular una concepción de ciudadanía
que aspire a un universalismo que permanezca en tensión entre la diversidad y la
diferencia, es decir, entre el punto de vista del yo generalizado y el yo concreto,
apostando por una ciudadanía inclusiva sustentada en valores morales universales. De
esta forma, propone una forma de universalismo interactivo, es decir, un universalismo
que incorpore el género, que sea sensible al contexto y que no sea meramente
legislativo.
Por otro lado, desde una perspectiva feminista más relacionada con la acción
política, cabe mencionar la apuesta por renunciar a la noción de ciudadanía como la
base desde la que exigir derechos y en su lugar reivindicar la cuidadanía (Pérez Orozco,
4
2006a). Dicho concepto sintetiza la apuesta política de poner el cuidado de la vida en el
centro de la organización social como responsabilidad social y política, reivindicando la
interdependencia entre las personas y rompiendo así con la figura del ciudadano libre,
autónomo, ajeno a todo tipo de ataduras corporales, afectivas o relacionales. Con todo
ello, se pretende romper con la combinación entre los derechos de la ciudadanía y las
necesidades del libre mercado, es decir, romper con la combinación por la cual se
entrelazan las necesidades de las personas y las del proceso de acumulación del capital
(Pérez Orozco, 2006a).
Desde la teoría feminista, además de criticar las distinciones que predominan en
el concepto de ciudadanía liberal entre público/privado (Estado/Familia), también se ha
cuestionado la distinción entre lo económico y la familia que está presente en la
concepción tradicional de trabajo. En este sentido, Young (1981) advierte un sesgo de
análisis en la teoría de “los sistemas duales” (producción-reproducción) ya que, por un
lado, no discute la primacía de la producción y, por otro, el término “reproducción” no
logra explicar las relaciones de género que ocurren dentro de la “producción”. Por ello,
desde el feminismo se han propuesto categorías como la carga global de trabajo, que
remite a la relación entre el ámbito doméstico y la esfera mercantil, subrayando que el
concepto de trabajo hace referencia tanto al remunerado como al no remunerado (García
Sainz, 1998).
Siguiendo esta línea, también se han realizado otras aportaciones que van más
allá y reivindican “domesticar” el concepto de trabajo (Martín-Palomo, 2008), ya que
los límites entre lo remunerado y lo no remunerado no están tan definidos, como bien
muestra la tendencia cada vez más notoria hacia la precarización y feminización de
algunos trabajos, que desdibuja la línea entre qué se considera trabajo y qué no. Desde
esta perspectiva, la metáfora del “iceberg” resulta un elemento de gran ayuda a la hora
de comprender la economía en su totalidad (Durán, 1988; Pérez Orozco, 2006b). Esta
metáfora, refleja la invisibilidad de los trabajos que históricamente han sido realizados
por las mujeres así como la división de la economía en dos esferas: la visible y la
invisible. Ambas forman parte de la misma estructura aunque no estén en el mismo
plano, ya que la segunda (la invisible) es la que sostiene la primera (la visible). Además,
esta invisibilización resulta imprescindible para poder mantener el sistema en su
totalidad.
5
De esta forma, desde la teoría feminista se ha subrayado que la definición de
trabajo va más allá del concepto de “producción” y de empleo, para constatar que lo
doméstico-familiar constituye un trabajo que procura servicios que generan bienestar, al
igual que ocurre con otros trabajos realizados en el ámbito del mercado laboral. Se
subraya, por tanto, que lo doméstico es ante todo un trabajo (Torns, 2008). Desde esta
perspectiva, entendiendo la economía en su globalidad, podemos afirmar que tanto el
trabajo domestico-familiar, como el empleo-formación y la participación sociopolítica
(el trabajo voluntario realizado en la misma) conforman un trabajo y forman parte del
sistema económico (Colectivo Ioé, 2001). En este sentido, algunas herramientas como
las Encuestas de Usos del Tiempo ofrecen información sobre la carga global del trabajo
y su reparto en base al género, mostrando la doble presencia de las mujeres y, en
consecuencia, el escaso tiempo del que disponen para poder participar en la esfera
sociopolítica. A pesar de ello, las mujeres continúan estando presentes en los ámbitos de
participación y, aunque a menudo tengan que reducir ésta debido a las cargas de
cuidado (Carrasco, 2001), una hipótesis planteada en la investigación a la que se hace
referencia en la comunicación es que disminuir la participación puede no resultar una
tarea fácil, ya que ésta también es parte de la dimensión del “deber” y conforma una
parte esencial de la identidad de las personas que participan activamente en este ámbito.
Partiendo de tal hipótesis surge la necesidad de abordar la triple presenciaausencia tomando en consideración los aspectos materiales, morales, y emocionales que
se derivan de estas tres actividades y para ello, se apuesta por tomar el tiempo como
categoría analítica. Si partimos del hecho de que el tiempo es una construcción
sociocultural, es decir, una pauta que ordena y regula los hechos, los usos y las maneras
de pensar y actuar propias de las personas en sociedad (Torns, 2003) cabe constatar que
la definición cuantitativa del tiempo, el “tiempo de reloj” (Adam, 1990), aunque sea la
hegemónica, no es la única. En este sentido, lo que entendemos hoy en día por tiempo
es una concepción de tiempo concreta, surgida en el siglo XIX a través de los procesos
de industrialización y urbanización y que es producto de una concepción mercantilista
del trabajo y de la economía (Legarreta, 2012).
Desde esta perspectiva, Bárbara Adam (1999) subraya la importancia de
desnaturalizar la concepción hegemónica del tiempo ya que solamente hace referencia
al “tiempo-como-dinero”, convirtiéndose en una unidad abstracta que sirve como valor
de cambio. Desde la identificación tiempo-dinero se dejan de lado otras muchas
6
experiencias temporales, dando por hecho que el único tiempo existente es el del
empleo y que, en consecuencia, no existe tiempo para el trabajo doméstico-familiar, ni
para la participación sociopolítica, por lo que no se contempla la posibilidad de un
“tiempo de vida” (Cordoni, 1993). En este sentido, utilizar la definición hegemónica del
tiempo supone seguir una lógica que tiene en cuenta únicamente los ritmos del trabajo
remunerado y, por lo tanto, se rige por valores masculinos.
Sin embargo, otras autoras como Carmen Leccardi (1996) subrayan que esta
concepción hegemónica del tiempo comienza a ponerse en entredicho a finales del siglo
XX, debido a la crisis del trabajo remunerado en cuanto organizador de la sociedad y
creador de identidades personales. Este proceso ha cuestionado la interpretación
monetaria y cuantitativa del tiempo, abriendo paso a otras definiciones alternativas. Así,
desde el pensamiento feminista se han subrayado otros aspectos del tiempo que hacen
referencia a las experiencias propias de las mujeres; experiencias sincrónicas, complejas
y cotidianas (Ibid.). No obstante, esta perspectiva va más allá de plantear una relación
dicotómica
entre
la
dimensión
«masculina»
del
“tiempo-como-dinero”
en
contraposición a la dimensión «femenina» del tiempo sincrónico y cotidiano, ya que
propone una concepción del tiempo que abarca múltiples dimensiones. Estas
dimensiones se entrelazan y funcionan como fuente de sentido de las experiencias de las
personas, dimensiones temporales que no son jerárquicas y están interrelacionadas. En
esta línea, Leccardi (2002) identifica tres aspectos del tiempo: el tiempo interior, el
tiempo biográfico y el tiempo histórico-social. Otra aportación interesante para abordar
la pluralidad del tiempo es la de Ramón Ramos (2007) que hace alusión a las
“metáforas sociales del tiempo”. Dichas metáforas se clasifican de la siguiente manera:
el tiempo como recurso, el tiempo incorporado, el tiempo como entorno y el tiempo
como horizonte.
En definitiva, a la hora de analizar la triple presencia-ausencia, más allá de la
definición cuantitativa y hegemónica del tiempo, se ha tenido en cuenta una concepción
del tiempo plural, multidimensional y no-jerárquica y para ello se han utilizado tanto la
propuesta de Carmen Leccardi (2002) como la de Ramón Ramos (2007). Estas
diferentes dimensiones temporales han facilitado un análisis sobre la triple presenciaausencia que tiene en cuenta los aspectos materiales, morales y emocionales, que han
resultado fundamentales a la hora de comprender las lógicas cotidianas que guían las
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presencia-ausencias en el trabajo doméstico-familiar, el empleo-formación y la
participación sociopolítica.
Descripción metodológica
El análisis de la triple presencia-ausencia se ha desarrollado mediante una
metodología cualitativa. Más concretamente, se ha optado por la técnica etnosociológica
de los relatos de vida. Mientras que la historia de vida consta de muchos aspectos sobre
la experiencia de una persona y la biografía aborda toda la amplia gama de aspectos de
la vida, el relato de vida se centra exclusivamente en un aspecto concreto (Bertaux,
2005). En este caso, el interés recae en el estudio de la situación de triple presenciaausencia, siendo la trayectoria de participación en alguna asociación o grupo político el
hilo conductor del relato. Por ello, el recurso del relato de vida se ha mostrado aquí
particularmente eficaz, puesto que esta forma de producción de datos se ajusta
adecuadamente a la formación de trayectorias (Ibid.).
El estudio cualitativo sobre la triple presencia-ausencia se encuentra aún en
desarrollo. Comenzó a través del proyecto de fin del Máster en Estudios Feministas y de
Género (UPV-EHU) en el curso 2011-2012, donde se llevó a cabo una pequeña parte
del trabajo de campo3. Por lo tanto, en esta comunicación se presentan los resultados de
esa pequeña parte, constituida por cuatro entrevistas biográficas a modo de relatos de
vida. A la hora de definir el perfil de las personas entrevistadas, se han tenido en cuenta
el sexo, la presencia en los tres ámbitos que constituyen el estudio y dos momentos del
ciclo de vida. Todas las entrevistas se han llevado a cabo entre Álava, Guipúzcoa y
Navarra.
El perfil de las personas entrevistadas se puede resumir de la siguiente forma:
-
E-1: Maritxu, mujer joven, estudiante, participa en el Movimiento
Estudiantil, Guipúzcoa.
-
E-2: Arrats, hombre joven, estudiante, participa en el Movimiento Juvenil,
Navarra.
-
E-3: Amaia, mujer adulta, empleada, dos hijos (0-3 años), participa en una
asociación del Ámbito del Euskera, Guipúzcoa.
3
A partir de aquí comenzará a desarrollarse más profundamente a través del proyecto de tesis financiado
por la beca FPU (2012) del Ministerio de Educación, Cultura y Deporte: “La triple presencia-ausencia:
estudio sobre el trabajo doméstico-familiar, el empleo y la participación sociopolítica”.
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-
E-4: Peio, hombre adulto, empleado, dos hijos (0-3 años), participa en una
Asociación de Vecinos, Álava.
A continuación se exponen los principales resultados obtenidos del análisis de
las cuatro entrevistas4.
Análisis de los aspectos materiales, morales y emocionales de la triple presenciaausencia
Entender el tiempo como un recurso, significa pensarlo como algo de lo que se
dispone para actuar, es decir; si hay tiempo, se puede hacer esto o lo otro (Ramos,
2007). Desde esta perspectiva, teniendo en cuenta la dimensión del tiempo como
recurso material, es importante comprender que participar en alguna asociación o grupo
político supone una inversión de tiempo y, para ello, éste previamente se ha de tener
disponible. En consecuencia, algunas investigaciones apuntan a que solamente cuando
se haya dedicado el tiempo a cumplir con otras tareas, se utilizará el tiempo restante
para dedicarse a la participación sociopolítica (Anduiza-Bosch, 2004). No obstante, a
través del análisis de las cuatro entrevistas se ha constatado que la experiencia vital de
la triple presencia-ausencia resulta más compleja: a menudo las demandas de cuidado
han supuesto la mayor dedicación del tiempo; en ocasiones el empleo-formación ha sido
una actividad que conlleva una gran inversión de tiempo; e incluso, en algunos
momentos, la participación sociopolítica ha constituido una de las tareas con mayor
dedicación.
Respecto a las trayectorias de participación, se puede constatar que todas las
personas entrevistadas muestran pautas similares: han señalado que comienzan su
trayectoria desde muy jóvenes y la continúan de forma ininterrumpida, aunque todas
muestran altibajos debidos a diferentes motivos. Por un lado, las personas con cargas de
cuidado señalan que han tenido que disminuir su participación para poder responder a
las demandas del ámbito doméstico-familiar. Sin embargo, es interesante observar las
distintas experiencias respecto a cómo se vive el cuidado en base al género, ya que
puede ser experimentado como parte del tiempo propio, es decir, como tiempo dedicado
a sí mismo o, por el contrario, como una carga:
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Todas las entrevistas se han realizado en euskera por lo que las citas utilizadas en esta comunicación han
sido traducidas al castellano por la autora.
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“Al final es un poco la cabeza ¿no?, Cuando estás con los críos no te das cuenta
de las horas que empleas con ellos ¿no? Estás haciendo cosas, vas con los críos a
hacer la compra, vas a los columpios, vas a cualquier lado con ellos. Y entonces para ti
ese tiempo no es el que dedicas a ellos, es tu vida al fin y al cabo. No notas esa
diferencia, ¿no? Entre los críos o tu vida” (E-4: Peio).
En este sentido, puede que vivir el tiempo de cuidado como tiempo propio sea
consecuencia de una carga de cuidado flexible y ocasional. La realización de tareas
como ir a la compra con las criaturas o llevarlas al parque no poseen un carácter rígido y
cotidiano, sino que se orientan más bien por la flexibilidad y el acontecimiento
(Carrasquer et al, 1998). Este hecho está muy relacionado con el sistema de sexo-género
y el reparto de tareas en base a éste, ya que, como constata la investigación realizada por
Pilar Carrasquer, et al.,: “el conjunto de tareas donde la presencia de las mujeres es más
significativa, casi exclusiva, incluye, de hecho, aquéllas que implican mayor
cotidianidad y rigidez (…) Por el contrario, las tareas más compartidas son aquellas que,
aunque cotidianas, mayor grado de flexibilidad suponen, como es, por ejemplo, el jugar
con los hijos e hijas” (Carrasquer et al., 1998: 103-108).
Un elemento recurrente respecto al aspecto material de la triple presenciaausencia, ha sido la corporalidad de estas tres actividades; es decir, la participación
sociopolítica, al igual que el trabajo doméstico-familiar o el empleo, se describe como
una actividad que supone aprender y ejercitar unas cualidades concretas como aprender
a hablar en público, a hacer frente a la vergüenza o el miedo, a expresar la ira, entre
otros. Cualidades que desde una perspectiva de género, pueden constituir una desventaja
para las mujeres ya que en cierta medida, son propias de la socialización masculina. A
pesar de ello, entender dichas actividades como una manera de “trabajar el cuerpo”
(Esteban, 2012), desarrollando cualidades cognitivas y emocionales, ofrece la
posibilidad de menguar las desigualdades de género, al no presentarse como cualidades
innatas de algunas personas, sino resultado de un proceso de aprendizaje. Así, abren la
posibilidad a un reparto más equitativo entre géneros, aunque todo proceso de
aprendizaje precise de cierta voluntad previa para llevarlo a cabo.
En base a la experiencia personal respecto a la cantidad de trabajo y a cómo se
experimenta éste, se ha constatado que algunas tareas se experimentan como parte del
tiempo propio y otras como una carga que resta tiempo para dedicarse a otros
quehaceres. En este sentido, tomando como referencia la propuesta de Soledad Murillo
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(1996) que distingue dos acepciones de privado, mirado como propio o como
privación5, se apuesta por diferenciar entre una vivencia del tiempo cotidiano como
“propio” o como “expropiación”. En consecuencia, se puede entender el tiempo como
un recurso político (Ramos, 2007), reivindicando el derecho a decidir en qué queremos
emplearlo. Así, a lo largo de las entrevistas se ha observado que en algún caso se
reivindica tiempo “propio” para dedicarlo a la participación sociopolítica o, por el
contrario, para dedicarlo a una misma:
“Y vas poniendo como prioridades: primero está el colectivo, está el grupo,
están las reuniones, están las manis, y lo último eres tú… con todas las consecuencias.
(…) Antes sí respetaba mi tiempo, mis amistades, luego hubo un tiempo en el que no lo
hacía, todo era tener la agenda llena (…) entonces otra vez he cogido eso, y ahora sí
creo que es necesario mantener un equilibrio” (E-1: Maritxu).
La vivencia de los tiempos dedicados a distintas actividades como tiempos
“propios” o “expropiaciones” deviene de las prioridades de cada persona y la
jerarquización que se hace del tiempo a la hora de compaginar tareas. Esta jerarquía está
ligada a la importancia atribuida a cada actividad y su relación con la “obligación” o el
“deber”. Por lo tanto, a la hora comprender cómo se intenta lograr el encaje temporal de
las distintas tareas es importante entender su dimensión moral.
El tiempo, además de ser un recurso para la acción es también un recurso moral
a través del cual lo que se hace o no se hace está sometido a estrictos juicios morales
relacionados con la idea del “bien” (lo bueno o esperable) y el “deber” (lo que alguien
ha de hacer) (Ramos, 2007). A través del análisis de las entrevistas se puede afirmar que
la administración del tiempo dedicado al empleo-formación, el trabajo domésticofamiliar y a la participación sociopolítica presenta una importante carga moral. Por lo
tanto, estas tres actividades se definen en las experiencias cotidianas de las personas
entrevistadas como “obligaciones”.
En cuanto a la participación sociopolítica se refiere, se ha observado que existe
una especie de “código moral” implícito que guía las acciones de las personas
participantes, en el que existen unas razones que en un momento dado pueden legitimar
5
Soledad Murillo distingue el tiempo propio como una apropiación de sí mismo que marca la idea
inefable de privacidad, es decir, la retirada voluntaria y puntual de un espacio público, para beneficiarse
de un tiempo propio; y el tiempo como privación de sí, que carece del privilegio de reserva y le está
vedado sustraerse de las demandas ajenas, lo que se traduce en una presencia continuada y atenta a los
asuntos de los otros (Murillo, 1996: XVI).
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la salida de una organización o la disminución de la carga de trabajo y otras, por el
contrario, se consideran razones ilegítimas. A menudo, este código se relaciona con los
valores imperantes en la sociedad en general, así como con la ideología de género en
particular. En este sentido, en el material producido a través de las entrevistas se percibe
cómo de la misma manera que socialmente el empleo constituye un horizonte en la vida,
las circunstancias que se relacionan con éste constituyen a menudo las razones con
mayor legitimidad para ausentarse de la participación sociopolítica. Por otro lado, las
cargas de cuidado y, especialmente, la maternidad, funcionan también como razones
legítimas para las mujeres, al igual que socialmente forman parte de los imperativos de
género hacia ellas.
Sin embargo, actividades que tienen relación con el tiempo propio, el ocio y la
realización o el disfrute personal a menudo se definen como razones ilegítimas, ya que
se consideran actividades secundarias o de menor importancia:
“Siempre he intentado ver de verdad, quiero decir, si la militancia tenía de
verdad una importancia impepinable, pues lógicamente hacía eso y lo otro lo apartaba
(…) las cosas de ocio por supuesto las coloco por debajo, eso sí…” (E-2: Arrats).
De esta manera, a la hora de lograr una estructuración del tiempo que facilite
compaginar la triple presencia-ausencia, los mandatos morales son esenciales para
establecer cuáles son las tareas de primer orden y cuáles se pueden retrasar en el tiempo.
Por otro lado, a lo largo de las entrevistas se percibe que mantener una triple presenciaausencia supone tener que vivir “de prisa y corriendo”, acelerando los ritmos de vida y
convirtiendo el “entorno temporal” (Ramos, 2007) en un auténtico “caos”:
“Yo no tengo rutina. Ni para comer, muchas veces ni como (…) Siempre
corriendo-corriendo, y sudando a todas partes” (E-4: Peio).
Por ello, a menudo se ha subrayado la necesidad de reducir alguna de las tres
tareas para poder conseguir una mayor coordinación y un balance más equitativo entre
tiempos. De alguna forma, se busca que el entorno temporal pase de ser un “caos” a un
“cosmos” (Ibid.). En este sentido, se ha de subrayar que cuando otras actividades exigen
una mayor dedicación y suponen tener que reducir el tiempo disponible para participar
en algún grupo o asociación, las personas entrevistadas han experimentado sentimientos
de malestar, impotencia, o de no estar cumpliendo con sus obligaciones:
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“La universidad me quitaba tiempo y me sentía mal, además alguna vez algún
compañero te decía, como es lógico, <<oye, no estás cumpliendo los mínimos o
haciendo lo necesario>>. Me sentía mal porque muchas veces los altibajos son porque
aunque quieras estar a tope y no tener esos altibajos, pues por factores de alrededor
que tú no controlas pues porque lo pedían los estudios y así, ves que no puedes dar todo
y te sientes mal, como tener un cáncer en la tripa” (E-2: Arrats).
En conclusión, podemos ver que estas tres actividades están presentes a lo largo
del ciclo de vida de las personas entrevistadas, por ello, el tiempo de participación
sociopolítica es también un “tiempo interno o incorporado” (Ramos, 2007; Leccardi,
2002), ya que como se ha descrito a lo largo de las entrevistas, siguiendo el ciclo de
vida existe un tiempo para ser niño o niña y participar en el mundo de la escuela,
seguido de ser joven y participar en el movimiento juvenil, después para entrar en el
mercado laboral y participar en sus problemáticas, independizarse e irse a vivir a un
barrio nuevo y participar en su asociación de vecinos, etc.
Sin embargo, las personas entrevistadas también han descrito que trabajar por un
cambio social profundo conlleva una participación que supone mucho esfuerzo y
dedicación, hasta el punto de que a menudo el ciclo de vida se ha de adaptar a sus
exigencias. Así, la participación se dibuja como un modelo lineal que exige una
implicación continua y que hace referencia a la dimensión del tiempo como entorno, es
decir, no como una sustancia o algo de lo que se dispone para actuar sino como un
entorno con el que se topa y donde encaja la acción (Ramos, 2007). De esta forma, este
modelo-entorno lineal de participación limita, condiciona, determina y arrastra la
acción, constituyendo un transcurrir del mundo con el que hay que coincidir y al que
hay que adaptarse (Ibid.). Por lo tanto, exige una implicación continua y constante que
difícilmente encaja con la trayectoria de vida de las personas, ya que éstas necesitan
flexibilidad en base a experiencias personales como las exigencias del empleo, la
formación, las cargas de cuidado, el contexto político o la situación anímica. En este
sentido, aparte de los mandatos morales, las emociones y el cuerpo son también
elementos clave a la hora de tener que elegir y priorizar entre unas tareas u otras y, en
definitiva, a la hora de trazar las estrategias que buscan compatibilizarlas.
A lo largo del análisis de los relatos de vida, se ha constatado una y otra vez que
la participación sociopolítica constituye una pieza clave en la biografía de las personas
entrevistadas. Según sus experiencias, la participación significa luchar por otro modelo
13
de sociedad, tener la esperanza de crear alternativas, de que otro mundo es posible,...
Por ello, aunque la participación suponga mucho esfuerzo y dedicación, es percibida
como una actividad que merece la pena, es una experiencia que las personas
entrevistadas valoran muy positivamente y que está estrechamente relacionada con la
realización personal y el sentido de la vida:
“Luchar por algo en lo que crees yo pienso que es una de las claves de la
felicidad” (E-3: Amaia)
“Vivir sin militancia pues, no sé, no sería lo mismo para mí… No sé, no me
sentiría del todo feliz” (E-2: Arrats)
“Ponerte en todo momento retos a ti misma; (…) pienso que tiene un potencial
muy grande y que es una vivencia necesaria (…) No la cambiaría por nada” (E-1:
Maritxu)
Debido a ello, pese a que mantener una triple presencia-ausencia a menudo
suponga tener que reducir la participación, hay que subrayar que no sobran los esfuerzos
dirigidos a mantener intacto su volumen. Por otro lado, más allá de las estrategias
racionales para cuadrar los tiempos, o de la carga moral que supone no cumplir con
ellos, el estado anímico de las personas y sus propios límites corporales trazan el
“encaje” final de los tiempos dedicados a estas tres tareas:
“Es que cuando me quedé embarazada lo tenía muy claro, sí, voy a ser madre,
pero además de madre yo soy Amaia y Amaia es Amaia con sus amigos, Amaia con su
militancia y Amaia con todas sus cosas. Y eso mantenerlo a un nivel… a veces cuesta
mucho eh, desapareces del mapa y te conviertes en madre y solamente madre, ¿no?
Pero sí lo he tenido en mente y he querido de una manera u otra estar ahí” (E-3:
Amaia).
“A lo largo de toda la militancia es imposible que sea constante en todos los
momentos y estar siempre a tope por diferentes factores, (…) o simplemente pues por el
momento, porque anímicamente estás con menos ganas o así” (E-2: Arrats)
“Estar con los niños de cháchara, meterlos a la cama, y luego cuando ya están
durmiendo pfff.. ¡No hacer nada! … (risas) ¡El placer más grande!” (…) “Mirar el
calendario, a ver cómo puede ir la semana y conciliarla de la mejor manera y dormir,
intentar dormir lo máximo” (E-3: Amaia)
14
De esta manera, cabe señalar que factores como la situación anímica, el contexto
sociopolítico, o la necesidad corporal de descanso influyen en la subjetividad y en la
disposición de más o menos posibilidades a la hora de compaginar las tres presenciasausencias. Por otro lado, se ha constatado cómo a través del relato de vida las personas
entrevistadas reflexionan sobre las decisiones tomadas en el pasado, como por ejemplo,
reducir la participación por las cargas de cuidado, tener menos ganas para participar
debido al contexto político o disminuir el tiempo dedicado a la participación
sociopolítica para poder tener más tiempo propio (para leer, estar con las amistades,...).
Por lo tanto, la dimensión del tiempo biográfico construye un puente entre el tiempo
interno o incorporado y el histórico-social (Leccardi, 2002).
De esta forma, las personas entrevistadas dan sentido al presente y crean una
narrativa o un relato sobre sus experiencias, construyendo el pasado a través del
conocimiento que disponen en el presente, omitiendo algún detalle, cambiando algún
otro o sumando nuevos elementos (Ramos, 2007). Al mismo tiempo, en este proceso de
reflexión y de creación del relato biográfico, se puede ver cómo el cuerpo funciona
como una referencia, ya que supone el punto de continuidad en el universo cambiante
que representa el paso del tiempo. Además, del mismo modo que las emociones son
centrales en las experiencias vitales de las personas, constituyen un componente
sustancial de la memoria (Llona, 2012).
En definitiva, a través de la categoría temporal se han analizado los aspectos
materiales, morales y emocionales de la triple presencia-ausencia, siendo el relato
biográfico una técnica con gran potencial para profundizar en ellos. Estos aspectos han
facilitado comprender las lógicas cotidianas y los ritmos de vida que acompañan las
estrategias para compaginar los tres ámbitos. De esta forma, se ha constatado el carácter
corporal y moral de dichas esferas, así como la importancia de las emociones y del
cuerpo, que además de ser la sede de la subjetividad y la memoria, trazan el último
“encaje” a la hora de desarrollar estrategias para sobrellevar las triples presenciasausencias.
Conclusiones: “Domesticando” la triple presencia-ausencia
“El esfuerzo que supone elegir se debe al hecho de que la racionalidad y
el dominio de la mente no son suficientes, pues pronto se tropieza con el propio
cuerpo, con las emociones y con los sentimientos” (Pennacchi, 1990: 53).
15
A lo largo del análisis de los relatos de vida, se ha constatado que el objetivo de las
personas que viven en una situación de triple presencia-ausencia es conseguir un
equilibrio en su vida cotidiana, tarea que no resulta fácil: la sincronía de las actividades
supone vivir a un ritmo acelerado a tiempo que produce vivencias amargas
(sentimientos negativos que quedan grabados en el cuerpo, privación o expropiación del
tiempo, por ejemplo).
En este sentido, las personas entrevistadas han señalado diferentes estrategias que
pueden ayudar a compaginar una triple presencia-ausencia. Algunas relacionadas con
aspectos materiales como la ayuda familiar, infraestructuras, flexibilizar horarios, llevar
a las personas que precisan cuidado a las reuniones6 o repartir las cargas de trabajo.
Otras hacen referencia a aspectos más subjetivos como trabajar la comunicación
interpersonal, hacer frente de manera colectiva a los problemas privados o trabajar los
elementos afectivos, entre otros. Sin embargo, se ha podido constatar que más allá de
todo esfuerzo por compaginar y llevar a cabo todas las tareas, el cuerpo no entiende de
intenciones, por lo que a menudo resulta necesario aflojar el ritmo. Dicho de otra
manera, se ha evidenciado que toda acción precisa su consiguiente período de descanso
y que, por lo tanto, los altibajos son inherentes a los ritmos cotidianos.
Asimismo, cabe señalar que algunos elementos de la participación sociopolítica
coinciden con la lógica del mercado laboral, bien porque refuerzan la figura del
“trabajador a tiempo completo” (o como Amaia Pérez Orozco (2006a) define
irónicamente del “trabajador champiñón”), bien porque sus ritmos se asemejan mucho a
la lógica del “tiempo-como-dinero” descrito por Bárbara Adam (1999):
“Y yo creo que muchas veces eso ha desaparecido, esto es, la sensibilidad en
gran medida se ha apartado, hemos sido unas máquinas y punto. (…) El ritmo va a toda
pastilla, el conflicto, esto, los estados, cada uno con lo suyo,.. Lo otro lo hemos
apartado” (E-3: Amaia).
Las personas entrevistadas han señalado que a menudo han tenido que adaptar
sus ritmos de vida a las exigencias de la participación. Así, han descrito el ritmo de ésta
utilizando una máquina como metáfora: renunciando al tiempo propio de cada persona,
siguiendo las inercias y monotonías que acompañan al modelo de participación o
6
Hay que señalar que probablemente esta estrategia sólo sea factible si las personas que precisan cuidado
son criaturas, ya que las atenciones más especializadas que necesitarían otras personas posiblemente no
puedan ser compatibles con llevar a cabo una reunión.
16
teniendo que adaptar el propio cuerpo a ésta (el tono de voz, la forma de hablar, la
manera de estar,..). Por todo ello, las personas entrevistadas han subrayado que los
altibajos en la trayectoria de participación son inevitables, reivindicando que los ritmos
de participación deberían adaptarse a los ritmos de vida y no al revés.
De esta forma, se ha percibido cómo el modelo de participación lineal que se
identifica con la imagen de una máquina muestra importantes resistencias, puesto que
como señalaba Bárbara Adam las máquinas y las personas son distintas: las personas
“son tiempo, viven el tiempo, generan el tiempo en la interacción, son seres rítmicos
que laten con los ritmos de la tierra” (Adam, 1999: 18). Estos ritmos fluctuantes son
creados a través de altibajos de energía, ya que las personas necesitan la recuperación
que sigue al esfuerzo, así como momentos de intensa sociabilidad y tranquila
contemplación. Por consiguiente, se ha concluido que el modelo de participación
sociopolítica debería alejarse de una concepción lineal para pasar a ser más flexible.
Es más, el modelo lineal impide un reparto equitativo del trabajo ya que las cargas
más importantes, en vez de repartirse, recaen sobre las personas “a tiempo completo”,
dificultando las posibilidades de participación de las personas que no pueden estar al
“cien por cien”. Así, se ha constatado que existe una tendencia hacia la discriminación
de las personas que asumen responsabilidades de cuidado, principalmente mujeres. Por
lo tanto, repartir las cargas y responsabilidades del trabajo sociopolítico (así como las
del cuidado y el empleo-formación) resulta indispensable para favorecer la participación
de todas las personas. En este sentido, es necesario subrayar que aquellas personas que
se dedican al “cien por cien” a la participación sociopolítica o al empleo-formación, lo
hacen gracias al trabajo invisible de otras personas, que cubren sus necesidades en el día
a día.
En consecuencia, siguiendo la apuesta de la “cuidadanía” que pone la sostenibilidad
de la vida en el centro, así como la filosofía de “las políticas del tiempo” derivada de la
propuesta Italiana de “Le donne Cambiano il Tempo” (Cordoni, 1993), se plantea
“domesticar” la triple presencia-ausencia, no en el sentido analítico que proponía Mª
Teresa Martín-Palomo (2008), sino en un sentido político. De este modo, se rechaza su
carácter inherentemente femenino, ya que compaginar o conciliar no es solamente una
responsabilidad de las mujeres.
En este sentido, se propone flexibilizar las tres tareas de manera que se ajusten a los
ciclos de vida y a las necesidades de las personas; apostando por procesos de
17
aprendizaje que posibiliten la “doma” de distintas cualidades, “trabajando el cuerpo”
para evitar las desigualdades entre géneros; así como avanzar hacia un reparto
equitativo de las cargas de trabajo y de los tiempos dedicados a ellas, impidiendo que el
único horizonte de vida de las personas sea el empleo-formación o la participación “a
tiempo completo” y reconociendo la responsabilidad colectiva de todas las personas en
el cuidado para colocarlo en el centro de la organización social y temporal. Así, se
pretende conseguir “un tiempo de vida” que facilite la presencia de todas las personas
de forma equitativa en estos tres ámbitos de la vida.
En definitiva, a través del análisis de los relatos de vida se han identificado
diferentes dimensiones temporales que han resultado útiles a la hora de profundizar en
las experiencias para compaginar las tres presencias-ausencias. Del mismo modo,
estudiar la triple presencia-ausencia utilizando el tiempo como categoría de análisis ha
facilitado poner la atención en los aspectos materiales, morales y emocionales de estas
actividades, acercándonos a la propuesta que realizaba Martín-Palomo (2008) sobre el
trabajo doméstico-familiar.
Concretamente, se ha podido observar que tanto el empleo-formación, el trabajo
doméstico-familiar, como la participación sociopolítica se describen como tareas que
suponen una inversión de tiempo, entendiéndolo como un recurso para la acción.
Paralelamente, también se describen como actividades donde se “trabaja el cuerpo”,
haciendo referencia a aspectos materiales como su corporalidad. Además, se ha
constatado la fuerte carga moral de las mismas, ya que son actividades que se entienden
como prioritarias en los proyectos de vida de las personas entrevistadas, identificándose
a menudo con las obligaciones. Finalmente, se ha hecho referencia al significado que
tiene la participación sociopolítica para las personas entrevistadas: se relaciona con
emociones como la felicidad y el sentido de la vida.
18
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