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A C U E R D O
En la ciudad de La Plata, a 16 de febrero de 2005,
habiéndose establecido, de conformidad con lo dispuesto en
el Acuerdo 2078, que deberá observarse el siguiente orden
de
votación:
doctores
Hitters,
Roncoroni,
Suprema
Corte
se
de
Pettigiani,
reúnen
Justicia
los
en
Negri,
señores
acuerdo
de
Lázzari,
jueces
ordinario
de
la
para
pronunciar sentencia única definitiva en las causas Ac.
81.641, "Oliva, Enrique contra Fahler, Oscar Alberto. Daños
y perjuicios" y acumuladas 1: "Manzano, Jorge Félix contra
Fahler, Oscar Alberto y otro. Daños y perjuicios" y 2:
"Manzano, Christian Hernán contra Fahler, Oscar Alberto y
otros. Daños y perjuicios".
A N T E C E D E N T E S
La Sala II de la Cámara de Apelación en lo Civil y
Comercial
del
Departamento
-dictando
sentencia
sentencia
de
fs.
única256/271,
Judicial
de
Lomas
confirmó
en
lo
excluyendo
de
de
Zamora
principal
la
condena
la
a
Fernando Carlos Belisario, Luis Alfonso Hefling y Pompeya
Motors S.A. (fs. 402/406 vta.).
Se
interpusieron,
por
las
actoras,
sendos
recursos
extraordinarios de inaplicabilidad de ley (fs. 412/418 y
419/425).
Dictada la providencia de autos y encontrándose la
causa
en
estado
de
dictar
sentencia,
la
Suprema
Corte
resolvió plantear y votar la siguiente
C U E S T I O N
¿Son
fundados
los
recursos
extraordinarios
de
inaplicabilidad de ley de fs. 412/418 y 419/425?
V O T A C I O N
A
la
cuestión
planteada,
el
señor
Juez
doctor
Pettigiani dijo:
1. La Cámara departamental -dictando sentencia únicaconfirmó
en
lo
principal
la
sentencia
de
fs.
256/271,
excluyendo de la condena a Fernando Carlos Belisario, Luis
Alfonso Hefling y Pompeya Motors S.A. (ver fs. 406 vta.).
Para arribar a dicha conclusión sostuvo que, conforme
lo tiene decidido con anterioridad la Sala interviniente
sobre la aplicación del art. 27 del dec. ley 6582/1958
(texto
según
ley
22.977),
tanto
Luis
Alfonso
Hefling,
Pompeya Motors S.A. como Fernando Carlos Belisario -en su
calidad de demandados- lograron acreditar fehacientemente
la transferencia del automotor productor del siniestro con
anterioridad al tiempo del accidente, liberándose así de la
responsabilidad por los daños y perjuicios ocasionados con
el rodado Renault 11, dominio C- 1.314.267 (ver fs. 403
vta./404).
2. Las recurrentes de fs. 412/418 y fs. 419/425 se
alzan contra este decisorio manifestando similares agravios
y denunciando la violación de los arts. 9, 15 y 27 del
decreto ley 6582/1958 -ratificado por ley 14.467, texto
según ley 22.977-; 109, 110 y 111 de la ley 17.418, como
así también de las disposiciones contenidas en los arts.
17, 18 y 31 de la Constitución nacional (ver fs. 415 y 422,
respectivamente).
Se
agravian
-básicamente-
por
condena
decidida
con
a
Alfonso
Hefling,
Pompeya
Belisario,
respecto
entendiendo
Motors
que
los
la
exclusión
los
S.A.
de
codemandados
y
citados
Fernando
deben
la
Luis
Carlos
responder
frente al siniestro por ser el primero quien contrató la
póliza
de
segundo,
seguro
en
su
(ver
fs.
calidad
de
416
y
vta./423
comerciante
y
vta.);
dedicado
a
el
la
compraventa de automotores a quien le achacan la violación
al art. 9 del decreto ley 6582/1958, según texto de la ley
22.977 (ver fs. 416 vta./417 y 423 vta./424) y al último,
en su calidad de titular registral del automotor, conforme
lo ordena el art. 27 de la ley 22.977 (ver fs. 415/416 y
422/423).
3. Los recursos no pueden prosperar.
Analizando
la
participación
de
los
distintos
protagonistas en el caso que nos ocupa, advierto que la
única actividad desplegada por el codemandado Luis Alfonso
Hefling consistió en la contratación de la póliza de seguro
a favor de la unidad.
De ahí que no deba responder por los daños ocasionados
por el rodado de marras ya que tal conducta no puede ser
vinculada
con
ninguno
de
los
factores
de
atribución
de
responsabilidad civil que contempla el ordenamiento legal
vigente.
Idéntica suerte deberá correr la protesta con relación
al
titular
registral
del
automotor
Fernando
Carlos
Belisario, ya que en oportunidad de adherir al voto del
doctor Hitters en la causa Ac. 55.338 sent. del 29-IV-1997,
sostuve
que
en
mi
concepto
el
art.
27
del
dec.
ley
6582/1958 (t.o.) consagra como presunción iuris tantum la
falta de responsabilidad de quien cumplimenta la denuncia
allí viabilizada, en tanto la omisión de realizarla permite
presumir con el mismo alcance la responsabilidad de quien
ha incurrido en ella, siempre que no pruebe acabadamente el
desprendimiento de la posesión y custodia del vehículo, es
decir que su animus domini existió en la realidad de los
hechos.
A
la
criterio
citada
propia
se
suma
norma
ha
convicción
la
sobre
interpretación
realizado
-en
el
que
sentido
acierto
de
respecto
este
de
la
concordante-
el
Máximo Tribunal federal en la causa "Camargo c/San Luis"
(sent. del 21-V-2002).
Entiendo que en la especie medió dicha prueba (ver fs.
404), ya que -como se señala en el fallo- quedó acreditado
que la concesionaria lo recibió el 31 de mayo de 1992, y
que el día 14 de julio del mismo año la unidad fue vendida
al señor Italo Argentino Fahler, ocurriendo el siniestro el
día 26 de julio del citado año, conducido en la ocasión por
el hijo del nuevo comprador, cuando no se encontraba el
vehículo en posesión del codemandado Belisario, respecto de
quien la referida conducta dañosa constituye la "culpa"
(entendida
como
intervención
vinculada
con
el
perjuicio
mediante nexo de causalidad adecuada) de un tercero por
quien no debe responder, conforme el art. 1113, segunda
parte in fine del Código Civil.
Para finalizar con relación a la responsabilidad de la
concesionaria Pompeya Motors considero que tampoco resulta
atendible la protesta.
Advierto de inicio que no se encuentra acreditado en
autos que la concesionaria demandada estuviera inscripta en
el Registro de Comerciantes Habituales mediante trámite que
se
realiza
ante
el
Registro
Seccional
-integrante
del
Registro nacional de la Propiedad del Automotor el que, a
su vez, depende de la Dirección nacional de los Registros
Nacionales
de
la
Propiedad
del
Automotor
y
de
Créditos
Prendarios, organismo de aplicación del régimen de dominio
de los automotores según lo previsto en el art. 7 del
decreto ley 6582/1958- que corresponde al lugar donde está
ubicado el local de ventas, tal como lo manda el art. 4 de
la Sección 5ta. del Capítulo VI del Título 11 del "Digesto
de Normas Técnico Regístrales del Registro Nacional de la
Propiedad del Automotor".
Inscripción a la que alude el art. 9 del decreto ley
6582/1958
en
su
tercer
párrafo
cuando
refiere
a
las
"personas físicas o jurídicas registradas en el Organismo
de
aplicación
como
comerciantes
habituales
en
la
compraventa de automotores".
De
allí
comerciante
que,
faltando
habitual
de
esta
inscripción
automotores,
no
pesaba
como
sobre
Pompeya Motors la obligación de "inscribir a su nombre los
automotores usados que adquieran para la reventa posterior"
contenida en el mencionado art. 9 del dec. ley 6582/1958 y
por eso mal puede denunciarse -como lo hace el quejoso- su
violación.
Asimismo,
recaudo
hago
notar
administrativo
que
por
el
parte
cumplimiento
de
la
firma
de
aquel
demandada
frente al Registro nacional de la Propiedad del Automotor
permite que el vendedor sea reconocido en la respectiva
categoría de Comerciante Habitualista, "teniendo a partir
de la inscripción los derechos y obligaciones que se les
fijan
en
este
Digesto"
(conf.
art.
1º,
Sección
1ra.,
Capítulo VI, Título 11 del Digesto referido).
Por el contrario, la falta de inscripción determina
que el vendedor de automotores no se vea alcanzado por este
régimen, pero en ningún caso esa simple omisión implicará
que sea tenido como responsable por los daños que ocasione
un determinado vehículo.
La
sola
Dirección
nacional
compraventa
vinculada
circunstancia
de
con
como
no
comerciante
automotores
ninguno
de
de
no
los
puede
inscribirse
en
la
habitualista
en
la
-aquí
factores
de
tampoco-
ser
atribución
de
responsabilidad civil que contempla el ordenamiento legal
vigente.
En
el
caso
bajo
análisis,
la
responsabilidad
de
Pompeya Motors debe ser resuelta con idéntico criterio al
sostenido en relación al art. 27 del dec. ley 6582/1958
(según ley 22.977). Esto es, se deberá determinar si la
actuación de los dependientes de la firma tuvo incidencia
causal adecuada en la provocación del accidente o si, por
el
contrario,
existe
prueba
que
demuestre
la
efectiva
desposesión del automotor al momento del hecho lesivo.
Conforme se expusiera ut supra -al relatar el circuito
comercial
de
la
unidad-
quedó
acreditado
que
la
concesionaria lo entregó en venta al coaccionado Fahler el
14 de julio de 1992, ocurriendo el accidente el día 26 del
mismo mes y año, es decir con posterioridad a la entrega
efectiva
del
mismo,
resultando
de
ello
que
no
debe
responder por las consecuencias dañosas del siniestro.
Siendo suficiente lo expuesto, y no advirtiéndose las
violaciones legales y constitucionales denunciadas por las
recurrentes (art. 279 del C.P.C.C.), voto por la negativa.
A la cuestión planteada, el señor Juez doctor Negri
dijo:
Por
idénticos
fundamentos
a
los
expuestos
por
el
doctor
de
doctor Pettigiani, voto por la negativa.
A
la
cuestión
planteada,
el
señor
Juez
Lázzari dijo:
Adhiero al voto del doctor Pettigiani.
Sin
perjuicio
de
ello,
en
relación
a
la
responsabilidad del titular registral que ha omitido la
denuncia de venta contemplada en el art. 27 de la ley
22.977,
considero
necesario
formular
las
siguientes
precisiones.
En anteriores pronunciamientos (vg. Ac. 73.594, sent.
del 19-II-2002 y Ac. 78.032, sent. del 19-II-2002), sostuve
una posición contraria a la que ahora paso a propiciar.
Mantengo esa opinión y hago reserva en tal sentido, mas me
veo obligado a cambiar de criterio como consecuencia de lo
que al respecto difunde la Corte Suprema de la Nación. En
efecto, en autos "Camargo Martina y otros c/Provincia de
San Luis y otra" (sentencia del 21-V-2002, Lexis Nexis,
"Jurisprudencia Argentina", suplemento del 23-IV-2003, pág.
70 y sgts., con nota del doctor Rubén Compagnucci De Caso),
el
Alto
Tribunal
ha
resuelto
que
los
efectos
que
el
recordado texto de la ley 22.977 atribuye a la denuncia no
excluyen,
sin
embargo,
la
posibilidad
de
acreditar
en
juicio de manera fehaciente que el titular registral ha
perdido la guarda del vehículo con anterioridad al suceso
que genera su responsabilidad y permiten -por ende- que se
evalúe en la causa si subsiste la responsabilidad que le
atribuye la primera parte del mencionado art. 27.
Razones
de
economía
procesal
aconsejan
acatar
ese
temperamento, por lo cual voto por la negativa.
A la cuestión planteada, el señor Juez doctor Hitters
dijo:
Me permito reproducir aquí conceptos ya volcados en la
causa Ac. 55.338 (sent. del 29-IV-1997), ya que discrepo
con
la
Tribunal
actual
en
doctrina
lo
sentada
referente
-por
al
mayoría-
alcance
por
dado
a
este
la
interpretación de la atribución de responsabilidad civil
que efectúa el art. 27 del dec. ley 6582/1958, según ley
22.977, por cuanto considero que la reforma incorporada por
esta última no es suficiente para cambiar la jurisprudencia
anterior
de
esta
Corte.
En
efecto,
estimo
que
la
modificación efectuada por la ley 22.977 al art. 27 del
mencionado decreto que atribuye la responsabilidad civil al
dueño del automotor hasta tanto el comprador efectúe la
transferencia, permitiéndole eximirse de ella mediante un
trámite que no sólo se concluye con la inscripción de la
venta sino que habilita al secuestro del automotor si no
cumple el adquirente en el plazo estipulado, no alcanza a
conmover la posibilidad de probar lo contrario teniendo en
cuenta el sistema de presunciones generado por el art. 1113
del Código Civil, ante las peculiares características que
paso a exponer.
Como punto de partida es dable señalar, que según mi
criterio, el art. 27 de la ley 22.977, sancionada el 16 de
noviembre
de
1983,
no
ha
cambiado
el
sistema
de
responsabilidad civil instaurado por la ley 17.711, que por
ende permanece enhiesto, siendo aplicable sin mengua la
segunda parte del art. 1113 del aludido cuerpo normativo.
Paréceme claro que de la interpretación armónica y
funcional
embages,
de
las
que
el
dos
normas
titular
de
citadas
debe
dominio
de
inferirse
un
sin
automotor,
responde civilmente hasta que haga la transferencia (de
conformidad como indica el nombrado art. 27), "salvo que
conforme
demuestre
al
art.
1113
apart.
2do.
el
evento
dañoso
se
que
del
ha
Código
originado
Civil
sin
su
culpa, o por la culpa de la víctima" o, según los casos,
"de un tercero" -por ejemplo del comprador que todavía no
es titular de dominio- por el que no debe responder, por
haberle transferido la guarda del móvil (causa Ac. 55.402,
sent. del 28-II-1995). En estas hipótesis es el titular
dominial
quien
tiene
la
carga
de
probar
(art.
375,
C.P.C.C.) que se desvinculó de la cosa causante del daño,
como ha señalado esta Corte, en reiteradas oportunidades
("Acuerdos
causas
y
Ac.
Sentencias",
48.502
1990-
del
III-624;
15-X-1991;
1991-II-830;
Ac.
50.839
del
1-XII-1992).
No cabe duda que esta problemática ofrece dificultades
al
intérprete,
tan
es
así
que
la
doctrina
y
la
jurisprudencia se encuentran divididas, dado que algunos
"objetivizando" a ultranza el piso de marcha del mencionado
art. 1113, en su relación con el 27 de la ley 22.977, no
despegan al dueño de la responsabilidad civil (mientras
permanezca el bien en su haber registral); en tanto que
otros, en una postura que juzgo más ajustada a la equidad y
menos
formalista,
llegan
a
la
solución
opuesta.
Tal
respuesta bifronte se ve inclusive en esta propia Corte,
que ha tocado las bandas de ambos extremos; y aún hoy en su
seno
permanecen
vivas
las
dos
corrientes,
reformas
legislativas de por medio. Para no ir muy lejos, repárese
que en 1979, y bajo la vigencia del art. 27 del dec. ley
6582/1958
criterio
-que
no
ha
con
la
variado
vigencia
en
de
la
sustancia-
ley
22.977
este
a
mi
Tribunal
le
permitió al dueño del vehículo, probar que había perdido la
guarda del mismo para exonerarse de responsabilidad (Ac.
27.012,
"Tófalo..."),
partiendo
de
la
base
que
la
presunción que surgía de la mencionada norma -hoy derogadaera juris tantum. Empero en 1985, con nueva integración,
este Tribunal cambió de tornas, llegando a un resultado
opuesto
(Ac.
17-IX-1985,
32.287,
"Yalour
"Acuerdos
y
de
Furlong...",
Sentencias",
sent.
del
1985-II-661),
sosteniéndose -en situaciones similares a la aquí juzgadaque
la
responsabilidad
del
dueño
y
del
guardián
son
"concurrentes" (causas Ac. 39.866, "Martín...", sent. del
29-II-1989; Ac. 42.989, "Lorenzo...", sent. del 2-VII-1991;
Ac.
45.860,
partir
de
sent.
las
del
causas
26-XI-1991,
etc.).
Sin
Ac.
y
55.947
51.760
Ac.
embargo
a
(ambas
sentenciadas el 12-III-1996) el doctor Negri -en minoríase apontocó en la tesitura antagónica, que podemos llamar
"amplia" -de la que participo- volviendo a la postura de
1979, poniendo la pica en la idea basilar de que la ley
22.977 no alteró el núcleo troncal del Código Civil, en
materia de responsabilidad extracontractual.
Repito,
que
concuerdo
con
la
que
he
denominado
corriente "amplia", porque como expresé, el art. 27 de la
ley de marras, de eminente contenido "registral", no ha
tenido en miras cambiar el esquema de responsabilidad cuasi
contractual enclavado en el aludido cuerpo legal (reformado
por la ley 17.711). Por otra parte no estoy de acuerdo en
que
el
art.
1113
consagre
siempre
la
responsabilidad
"concurrente" entre el dueño y el guardián, como opina la
mayoría de esta Corte en los casos citados. La mencionada
norma alude al "dueño" pues casi siempre es el guardián
jurídico
de
la
cosa,
de
ahí
su
responsabilidad
si
no
acredita haberse desprendido de ella con anterioridad al
hecho dañoso. Empero ese estatuto normativo admite que el
titular transfiera la posesión del bien, y le confiere al
que
la
recibe,
las
acciones
pertinentes
para
evitar
la
pérdida de la misma. Es presupuesto de la responsabilidad
que
el
alcanzado
mantenga
a
su
por
ella,
cuidado",
"se sirva
conforme
a
de
lo
la
cosa
edictado
o
la
por
el
de
la
aludido art. 1113.
Ello
así
conjunción
precepto.
si
se
tiene
disyuntiva
Si
el
la
en
el
enajenante
transfiriéndoselos
legítimamente
"o"
en
al
cuenta
segundo
es
empleo
párrafo
declinó
adquirente,
posesión,
el
y
el
sus
si
de
poderes
éste
último
ese
recibe
quien
debe
responder por los daños. No parece correcto el excesivo
apego
a
"objetivizar"
a
ultranza
la
teoría
de
la
responsabilidad, pues de ese modo se llega a resultados que
a veces son injustos, como hacerle caer sobre las espaldas
del vendedor la reparación de los daños producidos por el
adquirente del automotor. Ser titular del dominio de una
cosa y no tener la posesión de la misma es idéntico que no
serlo (Salvat, "Derechos Reales", t. I, ed. 1969, p. 17),
pues
al
entregarla
el
titular
queda
imposibilitado
de
ejercer poder alguno sobre ella, es decir no es factible
impedir que la misma origine perjuicios. Resulta difícil
resolver
esta
conducta
problemática
humana",
en
prescindiendo
cada
caso
de
concreto.
"valorar
la
Frente
al
indudable interés social de proteger a la víctima, está -en
paralelo- el de evitar que pese sobre los individuos una
amenaza de reparación, cuando su accionar es irreprochable.
Establecer
una
responsabilidad
automática,
totalmente
"objetivizada", significa alejarla de la justicia y de la
equidad, ya que estos dos valores sirven para diferenciar
el acto culpable del inocente sobre la base de la conducta
del agente (Cám. Nac. Especial Civil y Comercial, en pleno,
agosto
18-1980;
Derecho",
t.
"Mordaz,
92,
p.
Norberto...",
689).
public.
Imponerle
al
en
inocente
"El
la
obligación de indemnizar un daño que no ha producido podrá
justificarse rara vez en el terreno de la utilidad social y
jamás sobre el de la moral (Mazeaud, "Lecciones de Derecho
Civil", 2da. parte, vol. II, p. 84).
En
síntesis,
quiero
reiterar
que
a
mi
criterio
no
subsiste la responsabilidad de quien figura en el Registro
nacional de Propiedad Automotor como titular del vehículo
causante del daño, cuando lo ha enajenado y entregado al
comprador
con
-como
autos-
esa
el
proceso
probada
en
en
anterioridad
a
la
fecha
circunstancia
(véase
de
siniestro,
resulta
Plenario,
si
debidamente
"Marazzo",
ya
citado; pese a que el mismo ha dejado de ser imperativo -en
su ámbito de aplicación- al cambiar la legislación sobre la
que se sustentaba, como surge del plenario de la Cám. Nac.
Civ., del 9-IX-1993, "M. de Sotham"). Ello así porque como
reiteradamente lo he puesto de resalto en este voto, la ley
22.977 es de eminente contenido "registral", pues tanto
ella como su predecesora han tenido por objeto organizar un
Registro
de
Propiedad
Automotor,
con
el
fin
de
brindar
seguridad jurídica (véase, Plenario, "M. de Sotham", "El
Derecho", t. 156, p. 227); y no han intentado alterar el
sistema
de
responsabilidad
17.711.
Desde
ese
civil
cuadrante,
es
instaurado
preciso
por
la
vincular
ley
-como
antes dije- el art. 1113 del Código Civil, con el 27 de ley
22.977,
para
responde,
"a
arribar
menos
a
que
la
conclusión
acredite
que
el
fehacientemente
titular
que
el
comprador es quien tiene la guarda del automóvil".
Con esta hermenéutica, en lugar de poner al Juez como
un autómata, se le da la posibilidad de analizar conforme a
las
circunstancias
debidamente
probado
particulares
el
total
del
pleito
si
fue
desdoblamiento
de
las
condiciones de dueño y de guardián del móvil. Se intenta de
tal modo que no se produzca la consecuencia disvaliosa de
que el propietario, por una falta meramente administrativa,
deba cargar sobre sus espaldas con las consecuencias de un
accidente del que resulta ajeno. De ello se colige que el
propietario que no cumplió acabadamente con lo que manda la
mencionada
ley
registral
-sea
por
desidia,
o
por
desconocimiento como sucede en la mayoría de los casospuede
demostrar
desprendió
doctor
de
ante
la
Bossert
el
guarda
en
magistrado
del
el
judicial,
automóvil
mencionado
que
se
(conf.
voto
del
Plenario,
"M.
de
Sotham...", Rev. cit., p. 229).
Cabe
agregar,
finalmente,
que
el
criterio
que
he
sostenido reiteradamente sobre el tópico fue adoptado para
la Corte Suprema de Justicia de la Nación, por mayoría, en
las causas "Seoane, Jorge Omar c/Entre Ríos, Provincia de y
otro s/daños y perjuicios" (sent. 637-XXVI del 19-V-1997) y
"Camargo, Martina y otros c/San Luis, Provincia de y otra.
Daños y perjuicios" (sent. del 21-V-2002).
En consecuencia juzgo que esta parcela del recurso
debe
ser
rechazado
porque
debe
primar
el
criterio
del
Máximo Tribunal de la Nación, lo que me permite reivindicar
mi convicción al respecto.
Consecuentemente, y dado que comparto el resto de las
consideraciones
vertidas
por
el
señor
Juez
doctor
Pettigiani en lo que hace a los restantes agravios traídos,
doy mi voto por la negativa.
A
la
cuestión
planteada,
el
señor
Juez
doctor
Roncoroni dijo:
Integrando la Sala III de la Cámara I de Apelación en
lo Civil y Comercial de este Departamento Judicial de La
Plata, hube de dejar a salvo mi opinión coincidente con la
doctrina adoptada por la Corte Suprema de Justicia de la
Nación que cita en su voto el señor Juez doctor de Lázzari.
Ello así, por cuanto seguía otrora la doctrina de esta
Corte provincial y mediante la cual se estableció que: "el
art.
27
contiene
clara
regulación
concerniente
a
la
responsabilidad civil del titular registral por el lapso
que transcurre hasta tanto se inscriba la transferencia del
automotor. Este texto es tan derecho civil como el propio
art. 1113 del C.C. En otras palabras, en el marco general
de
este
último
precepto
existe
una
previsión
especial
relativa al daño causado por automotores no transferidos
dominialmente" (conf. Ac. 68.652, sent. del 31-VIII-1999;
Ac. 79.855, sent. del 19-II-2002; Ac. 77.383, sent. del
19-II- 2002).
En
consecuencia,
compartiendo
los
fundamentos
explicitados por el señor Juez doctor Pettigiani, doy mi
voto por la negativa.
Con lo que terminó el acuerdo, dictándose la siguiente
S E N T E N C I A
Por
rechazan
lo
los
expuesto
recursos
en
el
acuerdo
extraordinarios
costas (arts. 84 y 289, C.P.C.C.).
Notifíquese y devuélvase.
que
antecede,
interpuestos;
se
con
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