Contagio Emocional y Constreñimiento en Gestores Emotional Contagion and Embarrassment in Managers Sônia Maria Guedes Gondim Doutora en Psicología por la Universidade Federal do Rio de Janeiro Profesora Asociada de la Universidade Federal da Bahia Instituto de Psicologia/Núcleo de Pós-graduação em Administração/ Centro Interdisciplinar de Desenvolvimento e Gestão Social da Universidade Federal da Bahia Investigadora Nível 2 de CNPq (Consejo Nacional de Investigación Científica de Brasil) Dirección: Rua Rodrigo Argolo, 293 apto 502 – Rio Vermelho – Salvador – Bahia - Brasil CEP: 41940-220 Email: [email protected] Valdiney Veloso Gouveia Doutor por la Universidade Complutense de Madri – Espanha, Investigador Nível 1A de CNPq. Profesor Titular de la Universidade Federal da Paraíba, Departamento de Psicologia Email: [email protected] Franciane Andrade Morais Mestre en Psicología por la Universidade Federal da Bahia E-mail: [email protected] Gisele Debiasi Alberton Mestranda en Psicología de la Universidade Federal da Bahia E-mail: [email protected] Resumen El presente estudio tuvo como objetivo analizar en qué medida el contagio emocional, el ejercicio de la gestión (estatus ocupacional), el sexo y el nivel educacional predicen el sentimiento de constreñimiento. Contagio emocional es una imitación inconsciente de las expresiones emocionales del otro que produce una experiencia emocional consonante con la original. El constreñimiento es um tipo de manifestación afectiva de naturaleza social resultado de la percepción de que uno falló en presentar un comportamiento adecuado en la interacción social. Participaron 431 trabajadores (164 hombres y 267 mujeres), 300 de Brasil y 131 de Angola, 71,5% con nivel educacional superior o postgrado, 37,8% ejerciendo función gerencial y edad media de 30 años. Se utilizó una encuesta eletrónica para medir el Sentimiento de Constreñimiento y el Contagio Emocional. Los datos fueron analizados mediante análisis de regresión múltiple por el método jerárquico. Se concluye que el contagio emocional predice el sentimento de constreñimiento. La variable estatus ocupacional incrementa la predicción del constreñimiento, pero a favor de los que no ocupan funciones de gestión. El sexo y el nivel educacional no se presentaron como preditores del sentimiento de constreñimiento. Finalmente, en este artículo se abordan algunas consecuencias de los resultados obtenidos así como las limitaciones del estudio. Palabras Clave: contagio emocional, constreñimiento, gestión Abstract The present study aimed to examine the extent to which emotional contagion, management level (occupational status), gender, and educational level predict feelings of embarrassment. Emotional Contagion is an unconscious imitation of the emotional expressions of another person, which produces an emotional experience that corresponds with the source. Embarrassment is a type of affective manifestation, social in nature, that results from the perception that one has failed to demonstrate appropriate behavior in a particular social interaction. The study participants were 431 workers (164 men and 267 women), 300 from Brazil and 131 from Angola, 71.5% with a college education or graduate degree, 37.8% in a managerial position, and with a mean age of 30 years. An electronic survey was used to measure Embarrassment and Emotional Contagion. Data were analyzed using hierarchical-method multiple regression analysis. The conclusion is that emotional contagion predicts feelings of embarrassment. The occupational status variable has a small incremental value in predicting embarrassment, but more so for those who do not hold management positions. Gender and educational level did not prove to be predictors of feelings of embarrassment. The article concludes with the Implications of these findings and the limitations of the study. Keywords: embarrassment, emotional contagion, management Introducción En las últimas décadas se encuentran referencias más directas de la importancia de los afectos y de las emociones en la relación de líderes y sus seguidores (e.g.: George, 2000; Lewis, 2000; Dasborough y Ashkanasy, 2002; Lord y Kanfer, 2002; Johnson, 2008; O’Boyle Jr. et al., 2011; Walter et al., 2011). El estudio cualitativo de Smollan (2011), por ejemplo, concluye que los seguidores consiguen compartir mejor sus emociones con líderes que son percibidos como inteligentes emocionalmente, tornando previsible que se sientan más aptos para manejar satisfactoriamente las situaciones de cambio organizacional. Un estudio reciente de Volmer (2012) destaca también la importancia de que los gestores sean conscientes de que su estado de humor influye el tono afectivo y el desempeño de su equipo. El interés por el manejo de las emociones es creciente, con evidencias de que la inteligencia emocional se presenta como un buen predictor de la salud y el bienestar (e.g.:Zeidner et al, 2012). El interés por el control emocional en las interacciones humanas, con aplicación en las relaciones entre gestores y miembros de su equipo, va más allá de la inteligencia emocional, abarcando conceptos correlacionados como el de regulación emocional (e.g.: Gross et al., 2010; Nelis et al., 2011), trabajo emocional (e.g: Hochschild, 1983, Pugh et al., 2011), constreñimiento (e.g.: Gouveia et al., 2005; Gouveia et al., 2006) y contagio (e.g.: Johnson, 2008; Vijayalakshmi y Bhattacharyya, 2012). La regulación emocional, por ejemplo, puede proteger al trabajador de los efectos negativos de la agresión en las relaciones con colegas de trabajo y, en menor medida, de los clientes (Niven et al., 2012). Este artículo tuvo como enfoque el análisis del constreñimiento y del contagio emocional, dos formas de manejo de emociones de gran importancia en las interacciones humanas y con potencial para comprender la influencia de líderes (o gestores) sobre sus seguidores. El constreñimiento posterior al desánimo emocional, ayuda en la construcción de las buenas relaciones sociales (Keltner y Anderson, 2000) y el contagio tiene un papel relevante en la empatia y el compartir emociones entre dos o más personas, fundamentales para el bienestar en el ambiente laboral (Barsade, 2002; George, 1990). En un estudio reciente comparando Brasil y Angola, Gondim et al (2013) se encontraron correlaciones positivas entre contagio emocional y constreñimiento en los dos países. Sobre el contagio de emociones positivas, las mujeres se contagian más que los hombres, es decir, hay un efecto de interacción entre el nivel educacional y el estatus ocupacional (ser gestor o no). Por lo tanto, mujeres gestoras y de nivel educacional superior se contagian menos que los hombres en las mismas condiciones. En el caso de emociones negativas, sin embargo, el efecto es solamente del sexo, las mujeres se contagian más que los hombres. En relación al constreñimiento, hubo diferencias entre Angola y Brasil. En la muestra de Angola, la medida de constreñimiento se presentó unidimensional y se comprobó un efecto de interacción entre sexo y estatus ocupacional, siendo que mujeres gestoras se constriñen menos que sus colegas hombres, al paso que en el caso de no gestores, las mujeres se constriñen más que los hombres. En contrapartida, en la muestra brasileña, fueron encontrados tres factores para constreñimiento. Los resultados revelaron que los gestores se constriñen menos cuando lo que está en juego es la invasión de su privacidad o del otro. Los no gestores se constriñen más cuando se trata de la percepción de un comportamiento inadecuado tanto personal cuanto ajeno. Por último, existe el constreñimento por empatía, donde las mujeres no gestoras presentan mayores indicadores. El objetivo de este artículo es presentar resultados adicionales de la investigación descrita en los dos párrafos anteriores, explorando con más detalle las relaciones de implicación entre constreñimiento y contagio, observando las correlaciones positivas encontradas entre los dos constructos en Brasil y Angola. Se buscó poner a prueba, entonces, la fuerza de la asociación entre contagio y constreñimiento y también de las variables: estatus ocupacional (ser gestor o no), sexo y nivel educacional. El artículo está estructurado en seis secciones, incluyendo esta introdución. A continuación serán descritos brevemente los constructos contagio emocional y constreñimiento para despues, presentar el método, los resultados y su discusión, incluyendo las consideraciones finales. Contagio Emocional El contagio emocional es una imitación inconsciente de las expresiones emocionales de otros individuos que produce una experiencia emocional similar a la original (Hsee et al., 1990; Hatfield et al., 1993). Esa experiencia emocional puede ocurrir de forma automática mediante el contagio emocional primitivo (Hatfield et al., 1993), o de modo consciente via proceso de comparación emocional (Gump y Kulik, 1997), pero la mayoría de las evidencias apunta para la primera modalidad. Se puede analizar el contagio bajo dos perspectivas, la de las personas hábiles para contagiar a las demás (lo que es esperado de un gestor/líder en relación a su equipo de trabajo) y las que son susceptibles a contagiarse por los otros, aunque no haya incompatibilidad entre ser capaz de influenciar a los demás en algunas situaciones y, en otras, ser más influenciado por los demás (Hatfield et al., 1994). Un modelo clasificatorio alternativo es el propuesto por Verbeke (1997) con cuatro perfiles distintos: (1) los carismáticos, que pueden influir y ser influidos por las emociones de los demás; (2) los empáticos, que son fácilmente influidos por los otros, pero poco aptos pra ejercer influencia; (3) los expansivos, hábiles para influir a los demás, pero poco sensibles a la influencia ajena; y (4) los “blindados” (bland), sin susceptibilidad tanto para influir como para ser influidos por los demás. Los carismáticos y los empáticos serían más susceptibles al contagio. En la perspectiva evolucionista (Preston y de Waal, 2002a, 2002b), el contagio emocional antecede a la empatía, y se distingue de ella y de la simpatía. En el contagio, al observar a otra persona, la emoción del otro y de la propia persona se confunden (uno contagia al otro de manera automática), en cuanto que en la simpatía y en la empatía, la emoción del otro y de la propia persona se diferencian. En la simpatía, la emoción que provoca, es la de atracción por el otro, y en la empatía, la emoción que despierta es de sensibilización con lo que el otro está sentiendo. El contagio emocional es de interés teórico-práctico, particularmente en gestores, por el hecho de influenciar en las relaciones interpersonales, cuando, al promover una sincronía con las emociones ajenas, se establece, como consecuencia, un vínculo afectivo. Y las señales no verbales (expresiones faciales, lenguaje corporal y tono de voz) cumplen un papel fundamental en la influencia de emociones, mucho más que el comportamiento verbal (Hatfield et al. 1993; Gouveia et al, 2006). De ese modo, estar atento a las emociones ajenas se revela vantajoso para las interacciones sociales, importante en las relaciones entre líderes y su equipo, pues permite al observador mejorar su comprensión de lo que está aconteciendo y reposicionar sus actitudes y comportamientos para mejorar la interacción (Van Kleef et al., 2012). Hay evidencias empíricas de las relaciones entre el estado de humor y el contagio (Doherty, 1998). El estudio reciente de Bullar (2012) concluyó que estado de humor positivo está asociado a la susceptibilidad al contagio de emociones positivas, en cuanto que el humor negativo está asociado al contagio de emociones negativas. Factores genéticos, género, experiencias anteriores y características de personalidad están relacionados con la susceptibilidad al contagio emocional (ser contagiados, más que contagiar). Para Doherty et al. (1995), las personas especialmente propensas al contagio son aquellas que: i) prestan mucha atención y son capaces de descifrar las expresiones emocionales de los otros, ii) se perciben interdependientes y vinculadas a las demás personas, iii) tienden a imitar expresiones faciales, vocales y posturales ajenas y iv) son vulnerables a comentarios de los otros sobre ellas. En las investigaciones sobre este tema, el género se ha mostrado relevante, concluyendo que las mujeres tienen mayor tendencia al contagio emocional que los hombres, en virtud de estar más preocupadas con las relaciones interpersonales y ser más empáticas, estando, por lo tanto, más aptas para comprender los estados emocionales de otras personas (Baron-Cohen, 2004). El proceso de socialización emocional en el que las mujeres están sometidas puede explicar ese resultado. Una investigación con niños en edad pre-escolar concluyó que la socialización emocional está relacionada con el sexo. Las madres, muchas veces asumen el papel de portadoras de la “función emocional” en la familia y las hijas parecen ser más susceptibles a asumir el mismo patrón emocional (Denham et al., 2010) contribuyendo para que las mujeres tengan una habilidad mayor para lidiar con las emociones que los hombres. Sentimiento de Constreñimiento El constreñimiento es un estado psicológico de naturaleza afectiva que ocurre en situaciones en las que se reconoce haber violado una norma social (teoría de la evaluación social) (Keltner, 1995). Es acompañado de un sentimiento de inaptitud personal (Modigliani, 1968), al fallar en mostrar el comportamiento apropriado en la interacción social, tornando vulnerable la imagen pública personal o de la otra persona (constreñimiento empático) (Miller, 1987, 1996). Una de las características esenciales del constreñimiento en contextos de interacción social es la incapacidad de la persona para seguir adelante en el desempeño de un papel social (Goffman, 1956; Gross y Stone, 1968). De acuerdo con Lewis (2008), el constreñimiento se divide en dos tipos, dependiendo de la intensidad: el de exposición circunstancial positiva e inesperada (ser elogiado en público, por ejemplo) y el relacionado con una autoevaluación negativa (e.g: no saber resolver un problema para ayudar un amigo), lo que nos lleva a creer que el tipo de constreñimiento puede tener consecuencias tanto positivas como negativas para quien lo experimenta. Por esto, físicamente puede manifestarse mediante nerviosismo, rubor, disminución del contacto visual (Parrott, 1996), pudiendo también estar acompañado de risa, cambios de postura repentinos y perturbaciones en el habla (Edelmann y Hampson, 1981). Algunos autores defienden el punto de vista de que el constreñimiento no es un constructo unidimensional, lo que es congruente con los argumentos presentados hasta ahora sobre las variaciones del constreñimiento, teniendo efectos positivos o negativos para la persona y la interacción social. Miller (1992) propuso cuatro dimensiones, Sharkey y Singelis (1995) indican ocho, Sabini et al (2000) mencionan tres. Gouveia et al. (2006), a su vez, en un estudio realizado en Brasil, concluyó a favor de la unidimensionalidad del construto, lo que nos sugiere, un indicio más de la imprecisión conceptual que existe en el estudio de este tema. Desde el punto de vista de los efectos negativos, el constreñimiento puede motivar a las personas a evitar situaciones potencialmente desencadenadoras del mismo, lo que fue encontrado en un estudio sobre constreñimiento físico ante el médico, que está relacionado con la disminución de visitas a ese profesional (Consedine et al., 2007). Desde el punto de vista de los efectos positivos, cinco estudios experimentales recientes (Feinberg et al., 2012), que utilizaron medidas de autorrelato y de observación de expresiones faciales de constreñimiento (fotos, vídeos y contexto de interacción social controlada), concluyeron a favor de la asociación entre constreñimiento y pro- sociabilidad, en el sentido de que la percepción de constreñimiento en la otra persona se correlaciona con comportamientos de afiliación, cooperación y conciliación por parte del observador, que la ve también como más confiable. Entonces, más que un sentimiento negativo que la persona intenta evitar, el constreñimiento cumple una función de mantener las interacciones humanas. Relacionando Contagio Emocional y Constreñimiento Las relaciones entre constreñimiento y contagio aún están poco exploradas en la literatura sobre emociones. Aunque Modigliani (1968) haya afirmado hace ya varias décadas que el constreñimiento es un sentimiento desencadenado en determinadas situaciones y no un rasgo de personalidad. Se encuentran indicios de que el contagio (como una característica de personalidad) lleva al constreñimiento empático, por imaginarse en la situación desconfortable vivida por otra persona (Miller, 1987), o por compartir emociones entre actores sociales (Hatfield et al., 1993), o aún por la identificación con el otro (Stocks y Lishner, 2011). Contagio y constreñimiento sugieren, por lo tanto, ser conceptos interrelacionados. Doherty (1997) indicó también que la susceptibilidad al contagio emocional es un factor que puede tener impacto en la manifestación del constreñimiento, dado que las personas más susceptibles al contagio prestan más atención a la emoción de los otros, sintiéndose más afectadas por sus evaluaciones. En Brasil, Gouveia et al. (2006) comprobaron el valor predictivo del contagio emocional y del género sobre el constreñimiento. Fueron encontradas fuertes evidencias de que las mujeres son más susceptibles al constreñimiento que los hombres. Pero, sus hallazgos se distinguen de estudios anteriores. Sabini et al. (2000), por ejemplo, encontró diferencias significativas de género apenas para la dimensión ‘gafe’ (faux pas), en que las mujeres presentaron medias superiores. Siendo así, la susceptibilidad femenina al contagio dependería de la situación. Corroborando ese resultado, Withers y Vernon (2006) afirmaron que las mujeres se constriñen más que los hombres en situaciones de evaluación social negativa (una equivocacion, por ejemplo) y en las cuales ellas son el centro de atención, mientras que en situaciones que desafian el papel social del otro (por ejemplo, pedir que alguien le devuelva el dinero que fue prestado), hombres y mujeres se contriñen igualmente. Apoyados en estudios anteriores y en investigaciones recientes realizadas en Brasil (Gouveia et al., 2005; Gouveia et al., 2006), podemos concluir a favor de la relación positiva entre los dos constructos, lo que nos llevó a analizar el valor predictivo del contagio sobre el constreñimiento, evaluando también el papel de las variables sexo, nivel educacional y estatus ocupacional (ser gestor o no). De esta forma fueron formuladas dos hipótesis: Al suponer que el contagio lleva al constreñimiento empático, por la facilidad de colocarse en el lugar de otra persona que está en una situación desconfortable, por compartir emociones entre actores sociales, contribuye a que se anticipe como la otra persona se siente en dicha situación. Esta identificación afectiva nos llevó a formular la la hipótesis 1: Dada las asociaciones entre contagio y constreñimiento (Gondim et al, 2013), el contagio emocional será un predictor de la percepción de constreñimiento. En virtud del proceso de socialización y de evidencias empíricas anteriores, las mujeres serán más propensas al contagio y al constreñimiento. El ejercicio de la función de gestión demanda mayor contagio emocional empático para fortalecer el vínculo con los miembros del equipo de trabajo y el constreñimiento podría revelar mayor sensibilidad y respeto por la otra persona. Se supone que personas con mayor nivel educacional hayan incorporado más las normas sociales, constriñiéndose en situaciones de no conformidad, en que las estan en juego su imagem personal y la de otras personas. Siguiendo este razonamiento, formulamos la Hipótesis 2: el sexo, el estatus ocupacional y el nivel educacional contribuirán significativamente en la explicación de las relaciones entre contagio emocional y sentimiento de constreñimiento. Método Se trata de un estudio correlacional, que utilizó para la recolección de datos un cuestionario eletrónico (EFS Survey, da Globalpark). El sentimiento de constreñimiento fue la variable criterio. Las variables antecedentes fueron contagio emocional, sexo, nivel educacional y estatus ocupacional (ser gestor o no). Participantes Participaron del estudio 431 personas, siendo 300 (69%) de Brasil y 131 (31%) de Angola. 164 (38%) eran de sexo masculino y 267 (62%) femenino. La edad osciló entre 18 y 60 años (m=30,27; dp=9,35). Más de un tercio (38%) de los participantes ejercía función gerencial (n=164). En relación al nivel educacional, 308 (71,5 %) tenían nivel educacional superior completo o posgrado. La recogida de los datos ocurrió entre 2010 y 2011. La muestra fue probabilística. Instrumentos Fueron utilizados dos instrumentos validados en Brasil, el Cuestionario de Sentimiento de Constreñimiento (Gouveia et al., 2005). y la Escala de Contagio Emocional (Gouveia et al., 2007), siendo incluídas en el cuestionario eletrónico preguntas sobre el sexo, estatus ocupacional y nivel educacional de los participantes. Cuestionario de Sentimiento de Constreñimiento: Esta escala describe originalmente 40 situaciones cotidianas distribuídas en ocho factores (Miller, 1992): i) deficiencia pública normativa (α=0.77, ej: Imagine que usted derrama una bebida sobre si mismo en una festa); ii) falla en regular la privacidad del otro (α=0.81, ej: Imagine que usted entra en el baño en la casa de otra persona y descubre que está ocupado por una persona del otro sexo); iii) falla en regular la propia privacidad (α=0.80. ej: Imagine que usted está usando el baño en la casa de alguien y otra persona del otro sexo abre la puerta y entra); iv) situación de protagonista (α=0.72, ej: Imagine que en un restaurante local un grupo de amigos le canta “Feliz cumpleaños”); v) pérdida de papeles (α=0.62, ej: Imagine que usted cuenta un chiste a algunos conocidos y al final nadie sonrríe); vi) sentirse culpable (α=0.68, ej: Imagine que salió a cenar con su compañero y su antiguo novio se sienta en la mesa al lado); vii) desconcierto endogrupal (α=0.63, ej: Imagine que usted está en una presentación humorística con un grupo de amigos cuando uno de ellos interrumpe a los gritos al comediante, el cual usted considera muy gracioso); y viii) desconcierto empático (α=0.75, ej: Imagine que usted está asistiendo una carrera importante de atletismo cuando el favorito cae en los últimos metros). El participante debe atribuir un nivel de constreñimiento potencial en una escala de siete puntos (1 = Nada cohibidora 7 = Muy cohibidora). Para la aplicación de esta investigación se utilizó la escala de 21 ítems que fue reducida por Gouveia et al. (2005), los cuales obtuvieron las mayores cargas factoriales en el estudio de validación de la escala para el contexto brasileño. En un estudio reciente comparando brasileños y angolanos (Gondim et al, 2013) fue encontrada en la muestra brasileña una solución trifactorial con 18 ítems. El Factor I [Invasión de privacidad (ajena o popia)] con siete ítems (α = 0,84), el Factor II (Auto y hetero percepción de comportamiento inapropiado), se agruparon ocho ítems (α = 0,73), y el Factor III [Constreñimiento por identificación (endogrupal o empática)] agregó tres ítems (α = 0,60). En la muestra angolana, a pesar de los buenos indicadores de los tests de adecuación de la matriz de correlaciones, la solución unifactorial con 18 items se mostró la más adecuada conceptualmente, explicando 28% de la variancia total, con una confiabilidad de 0,84. Para concluir el análisis de regresión múltiple presentado en este artículo, se realizó un nuevo análisis factorial con la muestra total y la mejor solución encontrada fue la unidimensional, con consistencia interna de 0,84, explicando un 28% de la variancia, igual a la encontrada en la muestra angolana. Los 21 ítems de la escala (Gouveia et al., 2005) obtuvieron saturaciones que oscilaron entre 0,32 y 0,63. Escala de Contagio Emocional: Desarrollada por Doherty (1997) y validada en Brasil por Gouveia et al. (2007), incluye 18 ítems que describen cinco sentimientos (amor, felicidad, miedo, rabia y tristeza) y una sexta dimensión, que mide el nivel de atención dado a las emociones de las otras personas , utilizándose una escala de cuatro puntos, variando de 1 (Siempre) a 4 (Nunca). Todos los ítems presentaron cargas factoriales (ai.f >.30) y un índice de consistencia interna (α= 0.82) satisfatorio. La validación brasileña apuntó a una estructura de cinco factores de primer orden (emociones básicas) y dos de segunda, definidos como emociones positivas (α=0.64; amor, α=0.56; y felicidad, α=0.52) y emociones negativas (α=0.73; miedo, α=0.52; rabia, α=0.61; y tristeza, α=0.60), χ² (84)=238.69, p<.001, χ²/g.l.=2.84, GFI=.90, AGFI=.86, RMSEA=.79 (IC90%=.067-.090). En este modelo fueron excluídos los ítems de atención a las emociones de los otros, resultando en una escala de 15 ítems. Cabe resaltar que Doherty (1997) también propuso una versión alternativa para su escala, compuesta por dos factores: emociones positivas (α= 0.82) y emociones negativas (α=0.80). En un estudo reciente comparando brasileños y angolanos (Gondim et al, 2013), se encontraron dos dimensions que componían la estructura factorial de la escala de contagio en la muestra brasileña: contagio para emociones positivas (Factor 1), con seis ítems (α = 0,66); y contagio para emociones negativas (Factor II), con ocho ítems (α = 0,66). El conjunto de 14 ítems presentó un valor correspondiente de 0,75 (un ítem ambiguo fue excluído. Ej: Llanto en películas tristes). En Angola, se encontró una solución unifactorial con 14 ítems (α = 0,70). Para finalizar el análisis de regresión se procedió a un nuevo análisis factorial con la muestra total, cuya mejor solución fue la unifactorial, (16 ítems), teniendo cargas factoriales que variaron entre 0,31 y 0,55, con una consistencia interna de 0,74, explicando el 20% de la variancia. De los 18 ítems de la escala original, dos fueron excluídos por presentar una carga factorial baja. Procedimientos En el caso de Brasil, los participantes fueron invitados a participar de la investigación por e-mail, que contenía um link para acceder a la versión eletrónica del cuestionario. La investigación comenzaba solamente después de que el participante diese su libre consentimiento a contestar a las preguntas del mismo. En virtud del acceso limitado a recursos informáticos, la recogida de datos en Angola fue hecha por investigadores locales de forma individual y colectiva; en este último caso, en salas con ordenadores. A todos se les informó que se trataba de una encuesta sobre emociones, no habiendo respuestas verdaderas o erróneas. Se aseguró la confidencialidad de sus respuestas, y que serían tratadas colectivamente. La recogida de datos ocurrió en 2010 en Brasil y 2011 en Angola. El tiempo para rellenar el cuestionario fue de aproximadamente 30 minutos no diferiendo entre ambos países. Análisis de Datos Los datos fueron analizados por medio del SPSS (versión 18). Estadísticas descriptivas de caracterización de las muestras brasileña y angolana y frecuencias para las variables demográficas, así como el análisis factorial de los ejes principales para analizar la estructura de las medidas, admitiendo rotación oblícua dada la interdependencia de los factores (Hair et al 2006) ya fueron presentados en otro artículo (Gondim et al, 2013) y de modo resumido en la sección de descripción de los instrumentos de este artículo. Teniendo en cuanta los objetivos del presente artículo y los análisis de los indicadores de normalidad, la muestra fue tratada como única. Para los análisis inferenciales y tests de las dos hipótesis se utilizó el método de regresión jerárquica con el objetivo de verificar el poder de predicción del contagio y el incremento explicativo de las demás variables (sexo, nivel educacional y estatus ocupacional) sobre el sentimiento de constreñimiento (variable criterio). Resultados Los resultados del análisis de la regresión son presentados en la Tabla 1. Tabla 1: Análisis de Regresión para el Sentimiento de Constreñimiento. B SE B Β Variables Modelo 1 Constante Contagio Emocional 3,06 0,56 0,34 0,11 0,23* Modelo 2 Constante Contagio emocional Gestión Sexo Nivel educacional 3,23 0,50 -0,24 0,09 0,02 0,34 0,11 0,08 0,08 0,08 0,21* -,14** 1,14 (n.s.) 0,30 (n.s.) Nota: R2=0,05 para el paso 1 y ΔR2 =0,07 para el paso 2 (N=431, *p <0,001, **p<0,05) Los resultados del análisis de regresión jerárquica indican que el contagio emocional predice el constreñimiento, si bien la explicación de la variancia es solamente del 5%. El sexo (femenino) y el nivel educacional (superior) no tienen relevancia en la predicción del constreñimiento. El estatus ocupacional (ser gestor) incrementa poco la explicación de la variancia del constreñimiento, y más para aquellos que no ocupan funciones de gestión (1,4%). Para obtener el R2 ajustado fue utilizada la fórmula de Stein, cuyo resultado fue el mismo del R2 observado de 0,07. El modelo 1 generó un cambio en el R2 de cero para 0,05 F(1,429) = 24,94, p <0,001. La introducción de nuevos variables (modelo 2) generó un cambio en el R2 de 0,05 para 0,07 con F (3,426)= 4,00, p <0,05. El valor del test de Durbin-Watson fue de 1,87, próximo de 2, confirmando la hipótesis de independencia de los errores. Los valores Beta sugieren en el modelo 1 que si la puntuación en contagio aumenta en una desviación típica, la puntuación en constreñimiento aumenta en 0,23. En el modelo 2 la alteración es un poco menor (B = 0,21), porque la variable estatus ocupacional (no ser gestor) contribuye en la explicación del cambio de puntuación en constreñimiento en 0,14. También se analizó la ausencia de multicolinearidad entre los predictores, lo que fue comprobado (índice de tolerancia encima de 0,20 y FIV abajo de 10). El análisis de los residuos indicó que solamente un 4% de los casos tenían resíduos estandarizados (1% menos de lo esperado – 5%). Para finalizar, el análisis de los gráficos de los residuos indica que se cumplió con la linealidad de los datos. Discusión y Conclusión Los resultados indican que el contagio emocional contribuye para explicar el sentimiento de constreñimiento, si bien con valor predictivo bajo (5%). Se puede afirmar, entonces, que la Hipótesis 1 fue corroborada. Así, es posible inferir que las personas que prestan mucha atención a las experiencias emocionales de otras personas, y que son más facilmente influenciadas por las interacciones sociales se muestran más suceptibles a vivenciar el sentimiento de constreñimiento (Miller, 1987; Singelis y Sharkey, 1995; Doherty, 1997; Gouveia et al., 2006). Los resultados permiten inferir también la exisencia de indicios de que el contagio puede llevar al sentimiento de constreñimiento, por imaginarse en la situación desconfortable de otra persona (Miller, 1987), por compartir las normas sociales que aumentan el sentido crítico en las situaciones de no conformidad (Hatfield et al., 1993), o incluso por el proceso afectivo de identificación con el otro (Stocks y Lishner, 2011). En lo que atañe a la hipótesis 2, que intentó comprobar si existía o no un incremento en la explicación del constreñimiento de las variables estatus ocupacional (ser gestor), sexo (femenino) y nivel educacional (superior), no hubo corroboración. Dado que habían sido encontradas correlaciones positivas entre contagio y constreñimiento (r=0,30, p<0,001), y por los estudios anteriores a favor de indicadores más elevados de contagio para mujeres (proceso de socialización femenino) (Denham et al., 2010) y de niveles educativos superiores (nivel superior mayor adherencia a las normas sociales) (Gondim et al., 2013) se esperaba que esas variables pudiesen contribuir en la explicación del constreñimiento. El estudio de Gouveia et al. (2006) indicó fuertes evidencias de que las mujeres son más susceptibles al constreñimiento que los hombres, aunque estudios anteriores (Sabini et al, 2000; Withers y Vernon, 2006) hayan concluído que las mujeres se constriñen más que los hombres apenas en situaciones de evaluación negativa o cuando son el centro de la atención, lo que nos llevaría a concluir que la susceptibilidad femenina al contagio depende de la situación generadora de constreñimiento. El proceso de socialización, por lo tanto, tendría un papel significativo en la explicación. La relación entre contagio y sentimiento de constreñimiento puede explicarse también por el hecho de la persona no estar en la función de gestión. O sea, las puntuaciones en constreñimiento pueden ser menores para quienes ocupan cargos de gestión si los comparamos con los no gestores. Una explicación a esto puede ser la expectativa de ejercicio del papel que envuelve generalmente asumir una condición privilegiada de poder, adoptando una posición de distanciamiento en la interacción social. Estudios experimentales sobre atribuciones de causalidad, cuyos participantes observaban vídeos de interacciones simuladas de supervisores y empleados, concluyen afirmando que existe una tendencia a atribuir más emociones positivas al supervisor que al empleado; además de evaluar la conducta del supervisor como más apropiada que la del empleado en la situación en juego (Gondim et al., 2008, Gondim et al., 2010). En ese caso, es posible inferir que el ejercicio del papel de liderazgo, puede en parte requerir una postura de distanciamiento para que no haya diferenciación social, lo que no parece ocurrir cuando la persona evaluada es el colega de trabajo, del mismo nivel jerárquico. Ciertamente esa interpretación precisa ser puesta a prueba en otras muestras e investigaciones. El hecho de que la medida de constreñimiento se haya presentado como unidimensional en la muestra general de este estudio puede haber impuesto límites en la exploración de las relaciones de implicación entre contagio y constreñimiento. Medidas de autorrelato para evaluar constreñimiento y contagio (Kohlsdorf y Costa Junior, 2009) también se presentan como limitadoras para evaluar constructos bastante sensibles al contexto social y a variaciones culturales, lo que apunta la necesidad de utilizar otras estratégias de recogida de datos, como las observaciones de campo, los estudios experimentales, las medidas implícitas y, posiblemente, grupos focales, ampliando las posibilidades interpretativas. Referencias Barsade, Sigal G. (2002). “The ripple effect: Emotional contagion and its influence on group behavior”, Administrative Science Quarterly, vol. 47, pp. 644-675. 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