u Las «nacionalidades», según los legisladores constituyentes na vez más, surge en el panel de la incidencia política diaria, como normalmente acontece, cuando se aproximan períodos electorales, singularmente en las autonomías, sobre todo en las que, según la jerga política constitucional, son llamadas «históricas», la radicalización de sus principios, que en la escalada de los nacionalismos tensan la opinión, máxime cuando concurren circunstancias propicias, como recientemente en la Comunidad catalana, por el anuncio de su renovación parlamentaria, y en Euzkadi, por una crisis de su coalición de gobierno, generadora de una nueva alianza, ahora con el PSOE, por causa atribuida al Partido E. A., dada su declaración autode-terminista, que, por otra parte, reitera el PNV, con vehementes reclamaciones de la condición de nación, con aspiraciones de Estado independiente para el País Vasco. El fuego fue avivado por las llamas independentistas que surgieron de la descomposición de las Repúblicas soviéticas, ya desunidas, con reivindicación de viejas aspiraciones represadas bajo la dictadura leninista-sta-linista que perduró casi setenta años, llegando, en delirios de sinonimia, a pretender algunos de nuestros significados compañeros en el proceso constituyente una homologación histórica con la muy distinta y diferente circunstancia geopolítica de las Repúblicas Bálticas. EMILIO ATTARD «Una vez más surge en el panel de la incidencia política diaria, como acontece cuando se aproximan períodos electorales en las autonomías llamadas históricas, la radicalización de sus principios, que tensan la opinión.» Jamás he pretendido la titularidad paterna ni tan siquiera la condición de coautor de la Constitución de 1978, cuyo proceso de redactado presidí desde el primer día que prosperó la pretensión parlamentaria de instituir la Comisión Constitucional del Congreso, luego llamada «Constitucional y de Libertades Públicas», lo que tuvo lugar en 1.° de agosto de 1977, y fui de nuevo elegido en la primera legislatura constitucional de marzo de 1979, hasta su prematura disolución en agosto de 1982, cuando aún estaba en trámite, pendiente de sentencia, el recurso interpuesto contra la LOAPA, que habían proyectado de consuno el Partido Socialista y la UCD, y resuelto, ya en el poder el primero, tras su triunfo, servido en bandeja por tantos errores cometidos que culminaron con nuestra desaparición del mapa parlamentario en octubre de 1982. Durante aquellos años de mi presidencia, jamás intervine en el redactado de los proyectos de Constitución, Leyes Orgánicas y Estatutos de Autonomía, cuyo dictamen nos competía, pues tenía y tengo el convencimiento que como presidente lo era de todos y no debía tomar partido ni intervenir en el fondo de las cuestiones, limitando siempre la intervención presidencial a dirigir los debates con imparcialidad y eficacia, salvando los derechos de todos, y singularmente los de las minorías, para que nunca faltasen en la discusión, ni se vieran desasistidas ni marginadas en el proceso de elaboración de las Leyes, por cuanto además su intervención y «El propio Tierno, el 4 de julio derecho a participar de modo auténtico en el poder colectivo de 1978, desde el Grupo Mixto, legitimaba el ejercicio del poder legislativo. afirma que su intervención está * * * motivada "... por defender mis compromisos, sabiendo que así /. Introducción del término «nacionalidades» en el continuaba el esfuerzo que desde anteproyecto constitucional, ponencia y Dictamen emitido por años vengo haciendo para la Comisión Constitucional del Congreso elegido en 15 de junio mantener una unidad en la que de 1977. La concordia de los constituyentes. estamos todos".» Un tanto serenados los espíritus tras la renovada eclosión nacionalista, quisiera aportar a los estudiosos del problema no solamente las razones históricas y teleológicas de la introducción de este término: «nacionalidades», en el art. 2 de la Constitución, sino también su base de interpretación según los debates parlamentarios, pues a mi entender la propia Constitución impide hablar de autodeterminismo sin haber recorrido el largo trecho de la reforma prevista en el Título X de la Carta Magna, por la dificultosa vía del art. 168, que, como ha dicho con acierto algún tratadista, equivale a una «cláusula de intangibilidad», de «super-rigidez» constitucional, es decir, prácticamente a la remisión de los reformadores, a un nuevo proceso constituyente. Cuando se lee a los investigadores, a los tratadistas que elaboran enjundio-sos tratados sobre temas constitucionales, a las veces, se observa que su profunda labor científica, de laboratorio, se aisla o desentiende de las circunstancias intercurrentes en la fecha de la elaboración de la Ley constitucional e incluso de las Leyes Orgánicas y Estatutos que configuran el denominado «bloque constitucional», la Carta Magna que reanudaba el tracto roto por el alzamiento del general Primo de Rivera en el otoño de 1923, cuando la más longeva de nuestras Constituciones, la de 1876, veía interrumpida su vigencia, sólo reanudada en diciembre de 1931 con la efímera promulgación de la Constitución de la 2.a República, ahogada en sangre fratricida, sin duda como consecuencia de su redactado partidista y sectario. Sin duda ésta era la gran lección que habían aprendido los constituyentes elegidos en junio de 1977, todos dispuestos a contribuir, con sacrificio cuando fue necesario, para crear la base legal, tan amplia, que hiciera posible la convivencia en libertad de todos los españoles y de todos los pueblos de España, refrenando los respectivos impulsos de revancha y maximalismos ideológicos, y que, en base de la Constitución que se iba a elaborar, no se pudiera engendrar nunca más la dialéctica del odio y del rencor, que sucede cuando se va generando la falta de tolerancia, la incomunicación, el desprecio y el menosprecio, entre unos y otros. Desde este punto de vista, que yo sentía profundamente, sí que admito la paternidad constitucional que generosamente se me ha atribuido y de la que no he presumido, si bien asumo, porque así fue reconocido y constituye la verdad auténtica, pues hice cuanto pude para mantener la cordialidad e impedir la discordia entre los constituyentes, desde don Heribert Barrera, cuyo republicanismo penetrante erosionaba otros pareceres, hasta Pachi Letamendía, que terminaría dando el mitin en el Pleno del Congreso y cuyas afinidades electivas eran evidentes. Pero yo era consciente de que cuando en el debate constitucional del proyecto de la Constitución de la 2.a República, el 14 de octubre de 1931, se rompía la discusión llegado el tema de la cuestión religiosa -la enseñanza-, dimitían el presidente del Gobierno, a la sazón Alcalá Zamora, y el ministro de la Gobernación, Miguel Maura, se estaba originando el dispositivo que terminaría con la proclamación, en octubre del a, sincronizado con el alzamiento socialista en Asturias, originario todo ello de un bienio de represión, luego del triunfo del Frente Popular, y finalmente de la locura de una guerra civil, que asoló España y hasta fue impediente de nuestra participación en la nueva Europa por varias décadas, cuyas consecuencias todavía estamos pagando. //. Origen remoto del término «nacionalidades» desvelado por Satrtístegui y Tierno Galván: los compromisos para la «reforma» política en lugar de la «ruptura». Un compromiso histórico. Finalmente, un ambiente que se hacía irrespirable terminó con el asesinato de Carrero Blanco, la última enfermedad del general Franco y la gran aventura de la transición, y en las discusiones sobre «ruptura» o «reforma» triunfa una suerte de compromiso: constitucionalizar el término «nacionalidad», al que explícitamente se refiere, aportando claridad a los orígenes de su incorporación al art. 2 del texto constitucional, Joaquín Satrústegui, quien, en el periódico El País del 24 de enero de 1978, como integrante que fue de la Comisión de los Nueve, recordando las aspiraciones de los grupos de oposición, reconoce que se aceptó un compromiso político admitiendo el término «nacionalidad» como «un conjunto de personas de un mismo origen étnico, que generalmente hablan un mismo idioma y tienen una tradición común...». De modo expreso, aun sin mencionar mayores detalles, fue indudablemente don Enrique Tierno Galván, quien si bien en los discursos que se pronunciaron en la apertura del debate constitucional sobre la totalidad del proyecto, el 5 de mayo del 78, ante la Comisión constitucional, para la emisión de nuestro dictamen, decía que el tema tenía una dimensión semiótica y que había una polisemia, frecuentísima en los períodos transicionales, y el uso de las palabras en el proceso histórico, por la prevención de que a los vocablos se les diera un significado preferente que prevaleciera con relación a otros, lo que considera- «Miguel Herrero, interviniente en nombre de UCD, definió el concepto de nación: "Una nación es, a nuestro juicio, una voluntad de vivir juntos, pero vivir juntos voluntariamente es estar cómodos para convivir. Por eso la nación es vivir en un orden de convivencia en libertad".» poco conducente al fin pretendido cuando, al fin y a la postre, «Esta era la gran lección que ba no era más que un roce terminológico, todo lo cual le conducía a habían aprendido los quitar hierro al debate que el vocablo había provocado dentro y constituyentes, todos dispuestos fuera del orden parlamentario. Sin embargo, cuando la cuestión llegó al Pleno del Congreso, el 4 de julio de 1978, el propio a contribuir, con sacrificio Tierno, desde el Grupo Mixto, pues todavía el PSP no había cuando fue necesario, para crear formalizado su rendi-ción-fusión con el PSOE, tuvo una la base legal que hiciera posible intervención extraordinariamente relevante que clarificó a la convivencia en libertad de quien pudiera entender, quipotest capere, capiat, la cuestión: el preacuerdo tran-sicional con la Comisión de los Nueve, al que todos los españoles y de todos los hizo referencia Satrústegui, como hemos anticipado, y a la que se ha referido más tarde en sus comentarios Sánchez Agesta, la pueblos de España.» batalla más semántica que doctrinal sobre los términos «nacionalidades» y «regiones», y en aquella ocasión, pacciona-do su origen, según decía el «viejo Profesor», sin leer como era su singular costumbre, puesta la mano derecha casi sobre el pecho, tras su americana cruzada del traje gris, que le era habitual, decía: «... En el transcurso de los últimos años he tenido que estar conviviendo en la Junta democrática, en la plataforma democrática y en la clandestinidad con compañeros catalanes, con compañeros vascongados, con compañeros gallegos, e incluso de otras regiones, que nos pretendían imponer el derecho de autodeterminación, que estaban defendiendo legítimamente lo que ahora están defendiendo respecto a la nacionalidad, y que hemos sido nosotros los que, en esas conversaciones en la clandestinidad, hemos sostenido la unidad de España, porque gracias a esas conversaciones, mirando atrás y temiendo a la policía, hemos evitado que estos compañeros que representaban a esas regiones o nacionalidades rompieran definitivamente con ese depósito al que Milá y Fontanals se refería, y yo comparto.» «De manera que es muy claro que los que hemos mantenido el supuesto profundo de la unidad de España hemos sido los que hemos arrostrado El «viejo profesor» decía: «Hay que estar aquí y asimilar esos compromisos, hay que seguir defendiendo a España como unidad genérica en la que caben todos los pueblos y nacionalidades.» peligros y hemos defendido en la clandestinidad la convivencia y hemos apelado a compromisos, sin cuyos compromisos -los subrayados, por su significado, son míos- quizá ahora no estuviéramos aquí defendiendo, apaciblemente, qué es y qué no es la nacionalidad.» «Ese compromiso ha habido que cumplirlo, y en función de ese compromiso estamos aquí... es decir... hay que estar aquí y asimilar esos compromisos, hay que seguir defendiendo a España como unidad genérica en la que caben todos los pueblos y nacionalidades...» «Hemos hecho un gran esfuerzo y hemos contraído un compromiso. Estamos defendiendo ese compromiso. Y éste es un supuesto de hecho al que no sé por qué no se alude. Quizá porque falte sinceridad o porque falte franqueza o porque falte frontalidad en quienes no aspiran a muchas cosas, son compromisos muy profundos contraídos por muchos de nosotros que estamos en la izquierda para salvar la convivencia de todos los españoles, para salvar esos compromisos...» Y concluía el «viejo Profesor» explicando su personal postura para aclarar su fundamento psicológico al revelar parlamentariamente, para la historia, en el libro de Sesiones del 4 de julio de 1978, motivada fundamentalmente: «La única voz rotundamente discrepante fue la de Letamendía Belzunce, de Euskadico Ezkerra, que defendió, pura y simplemente, la más radical autodeterminación para la independencia y el secesionismo de la nación vasca.» «... por defender mis compromisos, votar de acuerdo con aquellos compromisos sabiendo que así continuaba el esfuerzo que desde años vengo haciendo para mantener una unidad en la que estamos todos, aunque respetemos y debamos respetar lo que aquí se ha dicho sobre la perseguida, inaceptable unidad, de algunas de nuestras nacionalidades, que son nacionalidades porque las palabras no comprometen, cuando estamos seguros que la paz, la convivencia, la buena intención y las instituciones democráticas van a seguir manteniendo una España unida para todos, porque todos debemos caber en esa España unida.» Nuestro proceso constitucional, el que consta en los «Diarios de Sesiones», es pura y simplemente la expresión de la voluntad de los legisladores. «Solé Tura, en nombre del Grupo Comunista, dijo: "España no es una invención, es una realidad forjada por la historia que se ha organizado políticamente mal y que queremos organizar mejor. Por eso estamos hablando de autonomías".» Quizá muchos de los que a estas alturas todavía no han querido enterarse de las razones, de la pequeña historia, pero que, según este relato y transcripción retrospectivos de una sesión de la Cámara constituyente, encuentren la, para ellos, sinrazón de la intromisión de este vocablo de desdichada historia, que nunca podrá aducirse, para sobrepasar la estación término de su constancia constitucional: la propia salvaguarda de la unidad indisoluble de una España indivisible. ///. La interpretación de la Constitución según el «originalismo» obrante en los libros o diarios de sesiones del Congreso y el Senado. Como ha dicho recientemente un ilustre constituciona-lista (Vid. Enrique Alonso García en su Interpretación de la Constitución), de entre todas las fuentes interpretativas, integradoras de la Constitución, sean fundamentales los debates de la Constitución y la historia. En efecto, esta última la hemos puesto de manifiesto en palabras fielmente transcritas, pronunciadas por uno de sus protagonistas más sinceros, que no se extendió en farragosos ejercicios dialécticos, de especialistas, buscando explicaciones y justificaciones en el concepto de nación, del término «nacionalidad», o «España, nación de naciones», espléndidas aclaraciones que si pueden justificar, racionalmente, el vocablo, origen de la discordia, las más de las veces rebuscadas a «posteriori» de su introducción constitucional, serán útiles en cuanto sean conducedentes a impedir el desbordamiento de la escalada autonomista, y lograr que una «autodeterminación» pretendida está en la Constitución proscrita como dialéctica excluida del bloque constitucional, sin que pueda servir de apoyatura de nuevas inquietudes, necesariamente determinantes de la derogación de la actual Constitución. Nuestro proceso constitucional, el que consta en los Diarios de Sesiones, es pura y simplemente la expresión de la voluntad de los legisladores; la causa y motivo de una Constitución consensuada deja un rastro significativo que la interpretación ha de guardar, porque entraña la mens legislatoris para la valoración y el entendimiento por sus glosadores. En estos casos, la ciencia actúa -debe actuar- para hallar la verdad constitucional en la intencionalidad del legislador; es lo que la técnica ha venido a proclamar -incluso con los antecedentes preconstitucionales a los que se refería el profesor Tierno-como el originalismo, que no es otro que el método interpretativo que proporciona una especial relevancia al proceso constituyente. La intención de los constituyentes, framers según la más reciente terminología americana, admite mantener con acierto que toda interpretación que discrepe de aquélla equivale a un fraude legal que suplanta la voluntad del legislador: nada puede deducirse en derecho que contradiga, extralimite o discrepe de la voluntad del constituyente, que constituye la auténtica razón teleológica de los dictados constitucionales como ley de leyes a cuyo tenor se subordina todo el ordenamiento jurídico. Así, según Berger, en su reciente obra Goberment byjudiciary, sostiene la afirmación de que: «La única finalidad de la interpretación, cuando se refiere a los preceptos constitucionales, consiste en descubrir su significado, en identificar y dar efecto a la intención de sus redactores y del pueblo que las adoptó.» IV. La voluntad e intencionalidad de los legisladores constatada en el «iter» constituyente. El art. 2 de la Carta Magna. Dada la limitada extensión de este breve ensayo, debido a la necesidad de aclarar con urgencia ideas y conceptos constitucionales, en adecuación a un Estado de opinión, quizá emotivo, ligeramente ocasional, posiblemente ante una expectativa de convocatoria electoral, en el orden interno, y con un impulso externo de reivindicaciones, nacionales o nacionalistas, no cabe excedernos en su redactado; necesariamente hemos de hacer un breve examen del «iter» constituyente para, sobre la letra, la literaridad de los Diarios de Sesiones, reconstruir la voluntad de los constituyentes para hallar el «originalismo» de su auténtica interpretación del porqué se dijo, cómo se quiso y cuál fue el pensamiento, cuasi unánime, de los constituyentes, por el denominador común subyacente en la introducción del término «nacionalidades» en el art. 2 de nuestra Carta Magna, impediente por contrario imperio de la secesión por el «autodeterminismo». Así, vamos a tratar de examinar, y en lo posible transcribir, la literalidad de los textos obrantes en los Diarios de Sesiones de la Comisión constitucional, del Pleno del Congreso de los Diputados y del Senado, con la única ausencia de las Actas de la Ponencia designada por la Comisión, cuyo sigilo de confidencialidad, que los ponentes se impusieron y bien guardado estuvo hasta su filtración, una vez redactado el borrador, llegó al extremo de no decir nada en las Actas que más tarde publicó la revista del Congreso durante el mandato presidencial del que había sido su ponente, Peces Barba; sin perjuicio de que también nos detengamos en la labor de la Cámara Alta, a la que llegaba el texto, consensuado, privándola de una auténtica cooperación legislativa, raramente innovadora, pero testimonial-mente importante por la participación técnica de muchos senadores, que por su designación regia estaban fuera y por encima de las disciplinas reglamentarias y partisanas, sujetas muchas veces, a su pesar, a los dictados de un concierto en el que no habían participado. IV. 1. El debate para Dictamen por la Comisión Constitucional del Congreso: 5 de mayo de 1978 a 20 de junio de 1978. Miguel Herrero, interviniente, en nombre de UCD, en la primera sesión del debate general sobre el anteproyecto constitucional en la Comisión, la de 5 de mayo de 1978, se pronuncia en favor de constituir a España en «una gran nación, tan grande como para poder contener, sin destruirla, una pluralidad de nacionalidades y regiones con capacidad de autogobierno...», definiendo el concepto de nación en los siguientes términos: ¿Qué es una nación? Una nación es, a nuestro juicio, una voluntad de vivir juntos, pero vivir juntos voluntariamente es estar cómodos para convivir. Por eso la nación es vivir en un orden de convivencia en libertad... La voluntad de vivir juntos no es excluyente, puede articularse en círculos concéntricos... El proyecto que nos presenta la Ponencia reconoce a España como tal nación de manera taxativa, y eso a nuestro juicio es un principio irrenunciable, y al atribuir al pueblo la soberanía nacional, y ahí está la importancia del término, excluye toda posibilidad de separatismo legal, puesto que supone un solo sujeto de autodeterminación...» Peces Barba, en nombre del Partido Socialista, no prestó excesiva atención al tema en este trámite (sesión de 5 de mayo de 1978, pág. 649, Diario Sesiones). Decía sobre el particular:«... digo muy expresamente, para aquellos que tienen mayor sensibilidad en el tema de la organización territorial del Estado, que la organización de un Estado regional como el que se concibe en este texto constitucional quedaría amputada si en ella no se establece uno de los principales órganos de su estructura constitucional, que es precisamente la que recoge la organización de las «El 4 de julio, Fraga insistía con firmeza en sus tesis, rechazando la introducción del término de "nacionalidad", equivalente al concepto "nación", en la creencia de que el de "Estado plurinacional" seria inconveniente ante el cuadro de la Europa futura.» Miguel Roca leía: «¿Qué sería ya de los españoles si no hubiera habido aragoneses, valencianos, murcianos, andaluces, asturianos, gallegos, extremeños, castellanos?» Comunidades autónomas y la representación de las Comunidades autónomas a nivel de todo el Estado, que es precisamente el Senado.» Don Manuel Fraga, en nombre del grupo parlamentario de Alianza Popular, fijó su intervención del propio día (pág. 657) significando la importancia del tema que «... gira en torno al necesario equilibrio entre la sagrada e indisoluble unidad de España como nación y como Estado nacional y las autonomías que permitan una mejor integración de la variada riqueza de nuestras regiones y comarcas». Recordando que, así como en las Cortes de Cádiz la gran cuestión fue la libertad de expresión, y en la Constitución de 1876 la libertad religiosa, y en 1931 la forma de gobierno, a «Terminaba la sesión los constituyentes del 78 les competía la salvaguarda de la unidad nacional, vertiendo toda su dialéctica en contra de la Arzalluz, que afirmaba: de la expresión "nacionalidades" en la "Nosotros no concebimos la «introducción Constitución. Para nosotros no existe más nación que la palabra 'nacionalidades'como española, en ella se integran con su tradición y su riqueza cultural un trampolín secesionista. los castellanos y los gallegos, los asturianos y los leoneses, los vascos y los navarros, los catalanes y los aragoneses, los Hemos venido buscando el extremeños y los andaluces, los baleares y los valencianos, los entronque legítimo en el canarios y los murcianos;... el concepto nacional no se puede Estado, desde nuestra propia acuñar a voluntad; no basta una particularidad lingüística, étnica o administrativa; sólo la suma de un gran territorio compacto, de tradición histórico-política".» tradición cultural común y con proyección universal; una viabilidad económica; una organización pro- lífica global probada por siglos de historia, sólo eso constituye una nación... los riesgos gravísimos de abrir cauces a la aplicación del llamado "principio de las nacionalidades", con las inevitables consecuencias de un pretendido derecho a la autodeterminación y aun Estado propio», Miguel Roca, por la Minoría Catalana, interviniente en aquella sesión a la caída de la tarde (págs. 664 y ss.), tras referirse a la consagración constitucional de la soberanía popular, entró en el tema de la estructura del Estado significando que el anteproyecto marcaba un paso sustancial, reflejo de la propia realidad social y haciendo referencia a una intervención en las constituyentes de Cádiz, del que fue su primer presidente señor DOU, leía: «¿Qué sería ya de los españoles si no hubiera habido aragoneses, valencianos, murcianos, andaluces, asturianos, gallegos, extremeños, castellanos, etc.? Cada uno de estos nombres inflama y envanece, y de estas pequeñas naciones se compone la masa de la gran nación que no conocía de la gran nación...» Concluyendo el ilustre político: «Desde una perspectiva nacionalista, desde mi perspectiva nacionalista, no puedo dejar de constatar, no sin emoción, que hoy coincidimos todos en la voluntad de poner fin a un Estado centralista; coincidimos todos en alcanzar por la vía de la autonomía un nuevo sentido de la unidad de España, y coincidimos casi todos en dar el reconocimiento de la realidad plurinacional déla nación española el sentido de un punto final a viejas querellas internas que sólo han servido a los enemigos de la democracia y de la libertad.» Y a a punto de cerrar la sesión, la del 5 de mayo de 1978, intervenía Arzalluz, por el Partido Nacionalista Vasco, afirmando sobre el particular: «Uno de los puntos constitucionales más polémicos ha sido la inclusión del término "nacionalidades". Evidentemente, es un tema que nos afecta; somos un partido nacionalista y este término supone, de alguna manera, la legitimación de nuestra denominación y del fin que perseguimos: la defensa del ser y de los derechos de una nacionalidad concreta que forma parte, aunque deforma satisfactoria, del reino o del Estado.» Y haciendo referencia al singular proceso histórico del pueblo vasco añadía: «Si el sistema político foral no impidió la integración en la Corona, tampoco el principio de las nacionalidades se opone a la convivencia plurinacional en una unidad superior.» Más adelante se extrañaba de lo insólito del art. segundo del borrador constitucional en trámite de dictamen, añadiendo que la proclamada unidad indivisible o indisoluble podría lograrse mejor en una confederación, siendo a su parecer inexacto «afirmar que la Constitución se fundamenta en la unidad de España. Es más bien la Constitución la que, al fijar unas bases correctas satisfactoria y mutuamente aceptadas, conforma y asegura la unidad del Estado». Refiriéndose al nuevo momento monárquico y a su planteamiento de la renovación del pacto con la Corona, concretaba: «... Es evidente que la Corona ha contraído méritos considerables en el proceso de democratización emprendido en el paso del régimen autocrático a otro democrático, pero, para nosotros, el valor especial y específico de la Corona en este momento es el constituir, precisamente, el punto de confluencia y el lazo de unión de pueblos libres que se autolimitan su soberanía, cediendo aquella parte que consideran necesaria para potenciarse a sí mismos en la unión y solidaridad délos demás...» «Cuando llegó a la Cámara Alta el proyecto constitucional, Cela propuso la supresión del término "indisoluble"por obvio y redundante, así como para evitar tempestades en vasos de agua, sustituir "nacionalidades y regiones"por "países".» En el propio debate general sobre el anteproyecto, intervino el 8 de mayo (pág. 663) el señor Canyellas Ballcells, representante de la Unión de Centro y la Democracia Cristiana de Cataluña, quien mantuvo su profesión de fe en un Estado federal como la más lógica y enraizada en el ser auténtico de España y citando al filósofo cristiano Maritain, para quien «la nacionalidad es una comunidad humana que se da cuenta de que la historia la hizo tal, que valora su propio pasado y que se quiere a sí misma como es o como se imagina ser. Al igual que el gran filósofo cristiano, nosotros lo llamamos a eso "nacionalidad" y lo distinguimos perfectamente del Estado, en el cual pueden confluir nacionalidades diversas». Aunque de no establecerse un sistema federal, propugnaba también que las facultades autonómicas fueran lo más acordes posible con «los deseos y justas aspiraciones de las nacionalidades y regiones», para concluir afirmando su coincidencia con el presidente Suárez, cuando en la toma de posesión de Tarradellas en Barcelona el 24 de octubre de 1977: «... hay que decir que sifué Felipe V quien firmó el decreto de nueva planta que anulaba las instituciones autonómicas catalanas, ha sido el Rey don Juan Carlos I quien las ha devuelto.» «No concebimos la autonomía como algo que viene a romper la unidad de España ni del Estado español. Es, por el contrario, un fenómeno de profundo sentido político que «González Seara contestó todas puede y debe superar el carácter centralista y uniforme de la organización de nuestra vida pública. La autonomía supone la las objeciones con una y la capacidad de un pueblo para espléndida síntesis: "No puede responsabilidad autogobernarse en las materias que determine la Constitución.» haber ninguna interpretación Y concluyó: «El anteproyecto parte de un hecho indiscutible: de que la soberanía radica en el pueblo, del que emanan todas las futura que dé a las del Estado...» En realidad la única voz rotundamente nacionalidades, tal y como está facultades discrepante fue la de Letamendía Belzunce, de Euzkadiko el texto constitucional, derecho Ezkerra, que defendió, pura y simplemente, la más radical autodeterminación para la independencia y el secesionismo de alguno a constituirse en la nación vasca, por cuanto: «El art. 2 del anteproyecto de la Estado".» Constitución niega radicalmente el derecho de los pueblos a decidir sobre sí mismos.» Intervino el ministro de Justicia a la sazón, Landelino Lavilla, en la sesión del 9 de mayo, con un estudio general del anteproyecto y exponiendo el criterio desde la perspectiva institucional del Gobierno, «que no se conecta con su específico color político», y cuando llegó al tema del art. 2, al clarificar su pensamiento de que había sido abordado sin prevenciones y sin prejuicios de dispersión, afirmaba que tenía por objeto armonizar la unidad y la diversidad de España, que siempre había sido una y varia, para lo cual había que racionalizar el proceso que «refleja la voluntad histórica de vivir juntos los pueblos de España, y no impide, sino que fortalece, la articulación de las autonomías sobre la base de competencias originarias y propias de los entes autonómicos»; al referirse a la utilización del término «nacionalidades», afirmaba que «desde el punto de vista del Gobierno y de la responsabilidad que supone una visión dinámica de la historia y de la política, sólo es aceptable como expresión de identidades históricas y culturales que, para hacer auténticamente viable la organización racional del Estado, han de ser reconocidas y respetadas, incluso en la propia dimensión política que les corresponde, en la fecunda y superior unidad de España». Importante fue la intervención del señor Solé Tura, en nombre del Grupo Parlamentario Comunista, en la sesión del 9 de mayo (pág. 724), quien dijo textualmente: «España no es una invención, no es un artificio histórico; es una realidad «La Constitución se fundamenta en la indisoluble unidad de la nación española, patria común e indivisible de todos los españoles, y reconoce y garantiza el derecho a la autonomía de las nacionalidades y regiones que la integran y la solidaridad entre ellas.» En la imagen, los «padres» de la Constitución. forjada por la historia que se ha organizado políticamente mal y que queremos organizar políticamente mejor. Por eso estamos hablando de autonomías; por eso estamos intentando llegar a una concepción distinta de la organización política y hay que terminar con el eufemismo de designar esto con el nombre de Estado español. Hay que decir las cosas con toda claridad. España es una realidad multiforme, pero es una realidad, y es tarea de todos hacer que, incluso sus propios símbolos, sean reconocidos como tales...» De nuevo Roca volvió a clarificar su pensamiento con una referencia histórica a la intervención en las Cortes constituyentes de 1931, en la que el político catalán Carner se expresó en los términos que a continuación leía el señor Roca y manifestaba que su grupo parlamentario hacía suyos en los siguientes términos literales: «No, señores diputados, vosotros no creéis que nosotros, los diputados de Cataluña, que Cataluña aspira a una España grande. Señores diputados, precisamente con Cataluña y sin Cataluña, vosotros tenéis el deber político de, al establecer la Constitución de España, hacer una Constitución en la cual puedan ligarse todos los pueblos de esta gran España con la que tenemos el anhelo, el ferviente deseo de colaborar.» Ante una enmienda del señor Letamendía (Euzkadiko Ezkerra), que invocaba el derecho de autodeterminación, el señor Arias Salgado, por UCD, afirmaba: «El término "nacionalidad" del art. 2 implica, simplemente, el reconocimiento de la existencia de formaciones sociohistóricas a las que se confiere un derecho a la autonomía, cuyo límite, de principio infranquea- ble, reside precisamente en la soberanía de la unidad política que las comprende y cuyo límite de contenido se concreta, normativamente, en el articulado del propio texto constitucional de este modo, la interpretación del precepto podría ser, a nuestro juicio, la siguiente: Primero, concepción de España como unidad política soberana indivisible y de la nación española como realidad histórica y actual indisoluble. Segundo, esta concepción de España y de la nación española, al tiempo que se constitucionaliza, representa el fundamento real y sociológico, es decir, meta constitucional de la Constitución misma, de la que, consecuentemente, no cabe deducir interpretación alguna que vulnere o atente contra aquella concepción. Tercero, definición de una organización regional del Estado articulada sobre la base del reconocimiento y garantía de ejercicio del derecho a la autonomía de las distintas comunidades territoriales singularizadas que integran España, algunas de las cuales, por sus peculiaridades, se las designa como nacionalidades. Y cuarto, imposibilidad de que las Comunidades autónomas que se organicen puedan ser titulares directos y originarios de las funciones soberanas o realizar actos de soberanía que formalmente deberán proceder siemore del Estado.» Tras estas intervenciones, se puso a votación previa lectura del texto elaborado por la Comisión, que decía así: «La Constitución se fundamenta en la indisoluble unidad de la nación española, patria común e indivisible de «Quedó parlamentariamente todos los españoles, y reconoce y garantiza el derecho a la claro que la autonomía autonomía de las nacionalidades y regiones que la integran y la solidaridad entre todas ellas.» consagrada constitucionalment( El resultado de la votación efectuada nominalmente no como derecho de las tuvo más votos negativos que los de los señores Carro y "nacionalidades y regiones " de Mendizábal, de Alianza Popular, absteniéndose el reprela nación española está más sentante de Euzkadiko Ezkerra y don Emilio Gastón, del Partido Socialista Aragonés. cerca de una organización Es el texto que figura en el «Boletín Oficial de las Cortes» regional del Estado que de una de 1 de julio de 1978, autorizado con mi firma y la del federación.» secretario de la Comisión Constitucional, don José Manuel Paredes Grosso. IV. 2. El debate en el Pleno del Congreso de los Diputados sobre nuestro dictamen. Se celebró del 4 al 21 de julio de 1978. En el Congreso de los Diputados se reiteraron, en general, los argumentos expuestos ante la Comisión por los respectivos grupos en los temas controvertidos. El 4 de julio, de nuevo el señor Fraga insistía con firmeza en sus tesis, rechazando la introducción del término de «nacionalidad», equivalente al concepto «nación», en la creencia de que el de «Estado plurinacional» sería inconveniente ante el cuadro de la Europa futura, interviniendo, posteriormente, en nombre del propio Grupo de Alianza Popular el señor Silva Muñoz, quien alegaba la contradicción entre declarar la indivisible unidad de España con la coexistencia de otras naciones que se llamen «nacionalidades», «porque esto apunta inexorablemente a que esas naciones tengan sus respectivos "status", sin que fuera admisible su reducción al contexto de nacionalidades culturales, todo lo cual pone en peligro la unidad de España a su entender», aunque reconoció (pág. 1898 del «B. O. C.» de 4 de julio): «Para que la integridad territorial del Estado español entrara en conflicto con el pretendido derecho a la autodeterminación de ciertos sectores de población, sería condición previa ineludible, establecida por el derecho internacional, que tales pueblos fuesen considerados coloniales...» Con referencia al art. 24 de la Carta de las Naciones Unidas y la resolución de 24 de octubre de 1970. El Partido Socialista, por boca de su portavoz, señor Peces Barba, rechazó la interpretación catastrofista del señor Silva, aun reconociendo que el término «nacionalidad» es un término sinónimo de «nación», «y por eso hemos hablado de España como nación de naciones», y concluía: «Por consiguiente, la defensa de la existencia de diversas naciones en la comunidad superior de España y en el seno del Estado no es, a nuestro juicio, una peligrosa bomba de relojería para favorecer el separatismo, como se ha venido a decir: La comunidad "nación" no conduce inexorablemente al estado independiente, porque el Estado es del orden de las sociedades -que exige un fin a realizar- y no de las comunidades; la nación de naciones puede ser un solo Estado.» También en la sesión de 4 de julio, del Pleno del Congreso, Jordi Pujol, como Minoría Nacionalista, afirmó que habían sido ellos mismos los que introdujeron el término «nacionalidades», que luego han defendido, «nacionalidad que no arranca de los almogávares, ni de los siglos XIV o XV, sino que arranca de los siglos XVIII, XIX y XX, y que está viva hoy en el año 1978...». Subrayando:«... la voluntad que tiene Cataluña y la voluntad, por ejemplo, que tiene mi partido de colaborar en la construcción de una España progresiva, de una España democrática, de una España para todos...» Terminaba la sesión con una intervención del señor Arzalluz, por el Partido Nacionalista Vasco, que había defendido una enmienda sustituyendo la palabra «unidad» por «unión». Afirmaba: «¿Quiere esto decir que nosotros emitimos una sospecha sobre el concepto de unidad? ¿Quiere esto decir que nosotros ponemos en cuestión la unidad del Estado? 7o tengo que decir solamente, y lo he dicho ya en la Comisión, que nosotros no concebimos ni la palabra "nacionalidades" ni la restauración for al que hemos planteado como un tema específico, como un trampolín secesionista, como un deseo de coger respiración para otras empresas más altas. Nosotros hemos venido buscando el entronque legítimo en el Estado, desde nuestra propia tradición histórico-polüica, con las acomodaciones que sean indispensables en la situación actual.» Puesto a votación el texto del Dictamen de la Comisión Constitucional que hemos dejado transcrito, se emitieron 311 votos, votaron a favor 278 diputados, en contra 20 y 13 abstenciones, así pasó el tema al Senado y figura en el «Boletín Oficial de las Cortes» del 24 de julio de 1978. IV. 3. El paso del anteproyecto de la Constitución por el Senado en su Comisión-constitucional, del 18 de agosto al 14 de septiembre, y por el Pleno, de 25 de septiembre a 5 de octubre de 1978. Modificaciones al texto del proyecto publicadas en el E. O. C. de 13 de octubre de 1978. Cuando llegó a la Cámara Alta el proyecto constitucional aprobado por el Congreso de los Diputados, el art. 2 fue objeto de algunas enmiendas. Así, la presentada por don Juan de Arespacochaga, con la pretensión de que se sustituyera «nacionalidades» por «comunidades»; don Lorenzo Martín Re-tortillo y don Juan López Marcos (progresistas y socialistas independientes), para sustituir «nacionalidades y regiones» por el de «regiones autónomas» o simplemente «regiones»; don Camilo José Cela, con su enmienda núm. 129, propuso la supresión del término «indisoluble» por obvio y redundante, así como para evitar trágalas y tempestades en vasos de agua, sustituir «Coincidimos todos quienes aprobamos el texto constitucional en reconocer un nuevo sentido de la unidad de España, y que el reconocimiento de la realidadplurinacional de la nación española constituye un punto final y no apeadero de tránsito para escaladas futuras que serían inconstitucionales.» «nacionalidades y regiones» por «países»; el general Balboa, supresión de «nacionalidades» por el reconocimiento del derecho «a la autonomía administrativa de las regiones...»; don Francisco Cacharro, del Grupo Mixto, supresión de «nacionalidades» por estar en contradicción con la afirmación de «indisoluble unidad». Abel Matutes, del Grupo Mixto, con su enmienda núm. 217, con supresión de la palabra «nacionalidades», por considerar que la unidad de España como nación es incompatible con la existencia de distintas nacionalidades en su seno. Fidel Carazo; también del Grupo Mixto, supresión de «nacionalidades» y sustitución por «regiones». Don Julián Marías Aguilera, que mantuvo la enmienda núm. 228, proponía en lugar del texto dictaminado por la Comisión: «... reconoce y garantiza el derecho a la autonomía de las regiones o países...». Isaías Zarazaga, también del Grupo Mixto, en su enmienda 255, proponía suprimir el término «nacionalidades» por equívoco y carecer de antecedentes constitucionales. Don Juan María Bandrés, autor de la enmienda núm. 290, perteneciente al grupo de senadores vascos, proponía la mención de la plurinacionalidad del Estado y la autonomía de las regiones y naciones que lo integran... y el derecho a la autodeterminación de estas últimas amparándose en la invocación del art. primero del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos de las Naciones Unidas, suscrito por España. Puesto a votación el texto del Dictamen de la Comisión Constitucional, se emitieron 311 votos; votaron a favor 278 diputados; en contra, 20, y 13 abstenciones. EI profesor Sánchez Agesta, del Grupo Independiente, proponía: «La Constitución se fundamenta en la unidad política de la nación española, patria común e indivisible de todos los españoles, y reconoce y garantiza el derecho a la autonomía de las nacionalidades y regiones históricas que la integran y la solidaridad entre todas ellas.» Diez Alegría, también del Grupo Independiente, enmendaba bajo el núm. 381, en el sentido de suprimir el término «nacionalidades» dejando únicamente el vocablo «regiones», por ser bastante amplio para su aplicación constitucional. Xirinach, del Grupo Mixto, enmendaba con el núm. 444 el art. 2 de modo total con su pretensión de Estado confederal que «garantiza el derecho a la autodeterminación de los pueblos que integran la confederación y el derecho a la autonomía de las regiones que la componen», porque cada pueblo tenía derecho a su Estado y cada Estado se daría su propia Constitución nacional. El debate en la Comisión constitucional presidida por don José Federico Carvajal, como era de esperar, los señores senadores mantuvieron sus enmiendas según sus respectivas tesis concordes con las justificaciones que ya habían alegado todos los senadores al tiempo de la formulación de sus enmiendas: el señor Bandrés invocando el Pacto Internacional de los Derechos Civiles y Políticos, la Declaración Universal de los Derechos de los Pueblos, todo ello de la aducción de la autodeterminación invocada y el propio derecho de autodeterminación del Partido Socialista Obrero Español en su declaración del Comité Central de Euzkadi de julio de 1976, en el que reivindica el derecho de autodeterminación que debería incorporarse al Estatuto de Autonomía, tesis contra la que se levantó el señor Fernández Miranda, don Torcuato, que se preguntaba ¿cuál era la interpretación del término «nacionalidad»? dada la sinonimia entre «nación» y «nacionalidad» y el derecho que reconoció Mancini en la Universidad de Turín desde 1851, cuando mantenía que «toda nación tiene derecho a organizarse en un Estado independiente», denunciando la peligrosidad del juego de que sé ocultaran confusión e intenciones dentro del vocablo innovado. En una curiosa intervención del señor Villar Arregui le recordó a su compañero Fernández Miranda que ya en la reunión de Munich de 1962 se empleó el término de «nacionalidades» y se usó en unión del término «nación», palabra, pues, que tenía carta de naturaleza política, constatada desde entonces por la oposición, pero también ponía de relieve el senador interviniente el día 19 de agosto, en aquel debate, que quedaba bien atribuida la soberanía como poder supremo declarado en el texto del proyecto, y es en el pueblo español, en su conjunto, en el que reside la soberanía que, según la propia Constitución, fundamentaba un «prius» de la indisoluble unidad de la nación española. Don Julián Marías (pág. 3034 del Diario de Sesiones del Senado) calificó el tema de crucial, importante y grave por implicar la definición del Estado español el tema general de la construcción de la próxima España, añadiendo que sólo la nación española tenía el poder constituyente como instancia de última decisión que competería al Tribunal Constitucional con mención expresa de su referencia histórica, porque no se podía prescindir de su mención previa al reconocimiento y garantía de los derechos a la autonomía. A todos ellos contestó por UCD el senador González Seara, significando la semejanza entre la denominación de un sistema de autonomías, equivalente a la regionali-zación del Estado basada en las autonomías y no en un sistema federal, porque las nacionalidades eran históricamente preexistentes desde la Edad Media, con expresa invocación de la luminosa obra de Maravell y que no se alcanzó la fórmula de nación-Estado hasta el siglo XVIII, invento del «jacobinismo» francés, reiterando que el texto del dictamen del Congreso señala específicamente un solo sujeto del Poder constituyente, que es la nación española, y las demás nacionalidades forman parte de esta nación. «No puede haber ninguna interpretación futura que dé a las nacionalidades, tal y como está el texto constitucional, derecho alguno a constituirse en Estado, en virtud del principio de la autodeterminación, porque el único que se puede constituir en Estado es el sujeto del poder constituyente, y ése es la nación española.» Espléndida síntesis que puede, perfectamente, quedar como conclusión «originalista» de la historia y los debates constituyentes. Y así, tras el correspondiente debate final, el «Boletín Oficial de las Cortes» de 13 de octubre de 1978, con la firma del presidente del Senado, don Antonio Fontán, y su secretario primero, don Víctor M. Carrascal, se daban a conocer las modificaciones propuestas por el Pleno del Senado al texto del proyecto de Constitución aprobado por el Congreso, sin que entre las mismas figurase ninguna corrección, enmienda ni modificación del propio texto del art. 2 que había sido objeto de redacción en la Comisión Constitucional del Congreso, según ha quedado transcrito en el presente trabajo. «Quedó asi establecido, tras los V. El Dictamen de la Comisión mixta, Congreso-Senado, sobre cuatro períodos de su tránsito por el proyecto de Constitución, respetó el art. 2 según el Dictamen de la Comisión Constitucional del Congreso aprobado por los las Cortes Generales, que todos respectivos Plenos de Congreso y Senado en 13 de octubre de debemos caber en esa España 1978, que mereció la sanción regia en la sesión conjunta de ambas Cámaras de 27 de diciembre del propio año, tras el que es una gran nación que referéndum constitucional del día 6 anterior. abarca una pluralidad de La Comisión mixta constituida en cumplimiento de lo naciones o nacionalidades y dispuesto en el art. 3.° de la Ley para la Reforma Política de 5 regiones, con capacidad de de enero de 1977, y según el capítulo 5.°, arts. 111 al 123, del autogobierno.» Reglamento provisional del Congreso de 17 de octubre del propio año, tras estudiar las discrepancias entre los textos del Congreso y del Senado, emitió su Dictamen obrante en el B. O. C. de 28 de octubre de 1978, que reproduce íntegramente el art. 2 en los propios términos transcritos del Dictamen de la Comisión de Asuntos Constitucionales y de Libertades Públicas del Congreso de los Diputados, obrante en el B. O. C. núm. 121 de 1 de julio de 1978. De esta suerte, aprobado el texto constitucional por las Cortes en sesiones plenarias del Congreso y el Senado, y ratificado por el pueblo español en referéndum de 6 de diciembre, era sancionada la Constitución por S. M. el Rey, ante las Cortes el 27 de diciembre, figurando inserto su texto en el «Boletín Oficial del Estado» núm. 311.1, de 29 de diciembre de 1978. VI. CONCLUSIONES Hemos recorrido, quizá con excesiva prolijidad, el camino constituyente, con relación al art. 2 de la Constitución, del que dimanaba nuestro intento de pesar y medir la importancia presente y futura, de la introducción en el texto constitucional en su referencia a la autonomía «de las nacionalidades y regiones», para tratar de inquirir, guardando una exquisita hermenéutica jurídica, en la auténtica interpretación del vocablo y su trascendencia. A su tenor, objetivamente, concluimos que la innovación terminológica Aprobado el texto por las que el nuevo vocablo entraña y en base del «originalismo» metodológico de constitucional Cortes y ratificado por el su interpretación, en los cuatro períodos de su tránsito por las Cortes pueblo español, en Generales, Comisión Constitucional del Congreso de los Diputados y Se- referéndum del 6 de de 1978, era siones Plenarias y Comisión Constitucional del Senado y sus Plenos desde diciembre sancionada la Constitución el 5 de mayo hasta el 31 de octubre de 1978, pues la actuación de la porS.M.elRey ante las Cortes el 27 de diciembre. Comisión mixta fue secreta, quedó claro que: A. Originariamente, y antes del proceso constituyente sobre la inclusión del térnimo «nacionalidades», había mediado un com promiso, más bien de orden semántico, por la propia voluntad de los constituyentes que obtuvieron su consa«Coincidimos todos quienes gración constitucional, y principalmente referido en su aprobamos el texto* acepción, a un origen étnico común, con tradición, usos y costumbres, idioma y cultura, dentro de una España unida constitucional en reconocer un para todos, porque todos debemos caber en esa España nuevo sentido de la unidad de que es una gran nación que abarca una pluralidad de España y que el reconocimiento naciones o nacionalidades y regiones, con capacidad de autogobierno. de la realidadplurinacional de la B. Que establecido por el art. 1.2 de la CE que la sobera nación española constituye un nía nacional reside en el pueblo español, del que emanan punto final» los poderes del Estado, queda excluida la posibilidad de cualquier clase de separatismo dentro del bloque consti tucional al amparo del vocablo innovado, pues que hay un sólo sujeto de autodeterminación, que es el pueblo «Las expresiones español, único señor de su soberanía. parlamentarias de los C. Que coincidimos todos quienes aprobamos texto representantes de las minorías el constitucional en reconocer un nuevo sentido de la uni nacionalistas reconocieron los dad de España y que el reconocimiento de la realidad límites políticos del vocablo plurinacional de la nación española constituye un punto "nacionalidades", compatible final, una estación término y no apeadero de tránsito escaladas futuras, que serían inconstitucionales. con una España para todos que para Quedó parlamentariamente claro, con absoluta y rotunda no constituía un trampolín obviedad, reiterada y expresamente reconocida, secesionista, sino más bien el que España constituye una unidad política soberana, co una realidad histórica indivisible e indisoluble, como entronque y la acomodación mo meta constituida, que está amparada por la cláusula de histórico-política de la España «intangibilidad» sólo variable por el amparo del art. 168 a través de un proceso de rigidísima revisión constitucio actual» nal, equivalente a un nuevo proceso constituyente, deri vativo y distinto del poder constituido y la soberanía instituida y atribuida en favor de todo el pueblo español, de la que es su único titular. E. Que la autonomía consagrada constitucionalmente, como derecho de las «nacionalidades y regiones» de la nación española, está más cerca de una organización regional del Estado que de una federación o confedera ción, solamente pretendida por grupos políticos de escasa entidad parla mentaria constituyente. F. Que las expresiones parlamentarias de los representantes de las mino rías nacionalistas tanto en el Congreso como en el Senado reconocieron los límites políticos del vocablo «nacionalidades» compatible con una España para todos que no constituía un trampolín secesionista, sino más bien el entronque y la acomodación histórico-política de la España actual. G. Que sólo don Juan María Bandrés, monseñor Xirinach y Letamendía Belzunce, este último en el Congreso y los primeros en el Senado, defendie ron la autodeterminación como derecho a organizarse en Estado indepen diente. H. Que la constante doctrinal que mantuvo el redactado del art. 2 de la Constitución desde el Dictamen de la Comisión Constitucional y de Libertades Públicas del Congreso de los Diputados es prueba evidente del común sentir de las Cortes Generales, compartiendo el acierto y la coincidencia de pareceres lograda en el primer proceso público del debate constitucional. En definitiva, que sin atacar de frente y planteando con claridad una reforma constitucional, y según el art. 2 dentro de todo el contexto constitucional, está suficientemente compartida y garantizada la unidad de España, porque dimana de la soberana voluntad nacional como único sujeto constituyente y estatuyente, que por la «praxis» de su amparo de todos los Estatutos vigentes goza de la más amplia y segura perdurabilidad, sin que en el mismo pueda invocarse, basarse ni defenderse ninguna pretensión de secesión y ruptura de la unidad patria mediante un autodeterminismo del que sólo es titular la nación española en su totalidad. Me he extendido demasiado, pero el tema y la circunstancia creo, que lo requerían en un momento en que se inician nuevas pretensiones y que es ahora, cuando se reproducen, la oportunidad de clarificar cuál fue el pensamiento y la motivación de los legisladores constituyentes que introdujeron la polémica de «las nacionalidades» en el texto constitucional.