Num060 009

Anuncio
u
Las «nacionalidades»,
según los legisladores
constituyentes
na vez más, surge en el panel de la incidencia política diaria,
como normalmente acontece, cuando se aproximan
períodos electorales, singularmente en las autonomías, sobre todo en las que, según la jerga política constitucional,
son llamadas «históricas», la radicalización de sus principios, que en la escalada de los nacionalismos tensan la
opinión, máxime cuando concurren circunstancias
propicias, como recientemente en la Comunidad catalana, por el
anuncio de su renovación parlamentaria, y en Euzkadi, por una crisis de
su coalición de gobierno, generadora de una nueva alianza, ahora con el
PSOE, por causa atribuida al Partido E. A., dada su declaración
autode-terminista, que, por otra parte, reitera el PNV, con vehementes
reclamaciones de la condición de nación, con aspiraciones de Estado
independiente para el País Vasco.
El fuego fue avivado por las llamas independentistas
que surgieron de la descomposición de las Repúblicas
soviéticas, ya desunidas, con reivindicación de viejas
aspiraciones
represadas
bajo
la
dictadura
leninista-sta-linista que perduró casi setenta años,
llegando, en delirios de sinonimia, a pretender algunos
de nuestros significados compañeros en el proceso
constituyente una homologación histórica con la muy
distinta y diferente circunstancia geopolítica de las
Repúblicas Bálticas.
EMILIO ATTARD
«Una vez más surge en el panel
de la incidencia política diaria,
como acontece cuando se
aproximan períodos electorales
en las autonomías llamadas
históricas, la radicalización de
sus principios, que tensan la
opinión.»
Jamás he pretendido la titularidad paterna ni tan siquiera la condición de
coautor de la Constitución de 1978, cuyo proceso de redactado presidí
desde el primer día que prosperó la pretensión parlamentaria de instituir la
Comisión Constitucional del Congreso, luego llamada «Constitucional y de
Libertades Públicas», lo que tuvo lugar en 1.° de agosto de 1977, y fui de
nuevo elegido en la primera legislatura constitucional de marzo de 1979,
hasta su prematura disolución en agosto de 1982, cuando aún estaba en
trámite, pendiente de sentencia, el recurso interpuesto contra la LOAPA,
que habían proyectado de consuno el Partido Socialista y la UCD, y resuelto,
ya en el poder el primero, tras su triunfo, servido en bandeja por tantos
errores cometidos que culminaron con nuestra desaparición del mapa parlamentario en octubre de 1982.
Durante aquellos años de mi presidencia, jamás intervine en el redactado
de los proyectos de Constitución, Leyes Orgánicas y Estatutos de Autonomía, cuyo dictamen nos competía, pues tenía y tengo el convencimiento
que como presidente lo era de todos y no debía tomar partido ni intervenir
en el fondo de las cuestiones, limitando siempre la intervención presidencial a dirigir los debates con imparcialidad y eficacia, salvando los derechos
de todos, y singularmente los de las minorías, para que nunca faltasen en la
discusión, ni se vieran desasistidas ni marginadas en el proceso de
elaboración de las Leyes, por cuanto además su intervención y
«El propio Tierno, el 4 de julio derecho a participar de modo auténtico en el poder colectivo
de 1978, desde el Grupo Mixto, legitimaba el ejercicio del poder legislativo.
afirma que su intervención está
* * *
motivada "... por defender mis
compromisos, sabiendo que así
/. Introducción del término «nacionalidades» en el
continuaba el esfuerzo que desde anteproyecto constitucional, ponencia y Dictamen emitido por
años vengo haciendo para
la Comisión Constitucional del Congreso elegido en 15 de junio
mantener una unidad en la que de 1977. La concordia de los constituyentes.
estamos todos".»
Un tanto serenados los espíritus tras la renovada eclosión
nacionalista, quisiera aportar a los estudiosos del problema no solamente
las razones históricas y teleológicas de la introducción de este término:
«nacionalidades», en el art. 2 de la Constitución, sino también su base de
interpretación según los debates parlamentarios, pues a mi entender la
propia Constitución impide hablar de autodeterminismo sin haber recorrido
el largo trecho de la reforma prevista en el Título X de la Carta Magna, por
la dificultosa vía del art. 168, que, como ha dicho con acierto algún
tratadista, equivale a una «cláusula de intangibilidad», de «super-rigidez»
constitucional, es decir, prácticamente a la remisión de los reformadores, a
un nuevo proceso constituyente.
Cuando se lee a los investigadores, a los tratadistas que elaboran
enjundio-sos tratados sobre temas constitucionales, a las veces, se observa
que su profunda labor científica, de laboratorio, se aisla o desentiende de
las circunstancias intercurrentes en la fecha de la elaboración de la Ley
constitucional e incluso de las Leyes Orgánicas y Estatutos que configuran
el denominado «bloque constitucional», la Carta Magna que reanudaba el
tracto roto por el alzamiento del general Primo de Rivera en el otoño de
1923, cuando la más longeva de nuestras Constituciones, la de 1876, veía
interrumpida su vigencia, sólo reanudada en diciembre de 1931 con la
efímera promulgación de la Constitución de la 2.a República, ahogada en
sangre fratricida, sin duda como consecuencia de su redactado partidista y
sectario.
Sin duda ésta era la gran lección que habían aprendido los constituyentes
elegidos en junio de 1977, todos dispuestos a contribuir, con sacrificio
cuando fue necesario, para crear la base legal, tan amplia, que hiciera
posible la convivencia en libertad de todos los españoles y de todos los
pueblos de España, refrenando los respectivos impulsos de revancha y
maximalismos ideológicos, y que, en base de la Constitución que se iba a
elaborar, no se pudiera engendrar nunca más la dialéctica del odio y del
rencor, que sucede cuando se va generando la falta de tolerancia, la incomunicación, el desprecio y el menosprecio, entre unos y otros. Desde este
punto de vista, que yo sentía profundamente, sí que admito la paternidad
constitucional que generosamente se me ha atribuido y de la que no he
presumido, si bien asumo, porque así fue reconocido y constituye la verdad
auténtica, pues hice cuanto pude para mantener la cordialidad e impedir la
discordia entre los constituyentes, desde don Heribert Barrera, cuyo
republicanismo penetrante erosionaba otros pareceres, hasta Pachi
Letamendía, que terminaría dando el mitin en el Pleno del Congreso y
cuyas afinidades electivas eran evidentes.
Pero yo era consciente de que cuando en el debate constitucional del
proyecto de la Constitución de la 2.a República, el 14 de octubre de 1931, se
rompía la discusión llegado el tema de la cuestión religiosa -la enseñanza-,
dimitían el presidente del Gobierno, a la sazón Alcalá Zamora, y el ministro
de la Gobernación, Miguel Maura, se estaba originando el dispositivo que
terminaría con la proclamación, en octubre del a, sincronizado con el
alzamiento socialista en Asturias, originario todo ello de un bienio de
represión, luego del triunfo del Frente Popular, y finalmente de la locura de
una guerra civil, que asoló España y hasta fue impediente de nuestra participación en la nueva Europa por varias décadas, cuyas consecuencias todavía estamos pagando.
//. Origen remoto del término «nacionalidades» desvelado por
Satrtístegui y Tierno Galván: los compromisos para la «reforma»
política en lugar de la «ruptura». Un compromiso histórico.
Finalmente, un ambiente que se hacía irrespirable terminó con el asesinato
de Carrero Blanco, la última enfermedad del general Franco y la gran
aventura de la transición, y en las discusiones sobre «ruptura» o «reforma»
triunfa una suerte de compromiso: constitucionalizar el término «nacionalidad», al que explícitamente se refiere, aportando claridad a los orígenes
de su incorporación al art. 2 del texto constitucional, Joaquín Satrústegui,
quien, en el periódico El País del 24 de enero de 1978, como integrante que
fue de la Comisión de los Nueve, recordando las aspiraciones de los grupos
de oposición, reconoce que se aceptó un compromiso político admitiendo
el término «nacionalidad» como «un conjunto de personas de un mismo
origen étnico, que generalmente hablan un mismo idioma y tienen una
tradición común...».
De modo expreso, aun sin mencionar mayores detalles, fue
indudablemente don Enrique Tierno Galván, quien si bien en los discursos
que se pronunciaron en la apertura del debate constitucional sobre la
totalidad del proyecto, el 5 de mayo del 78, ante la Comisión
constitucional, para la emisión de nuestro dictamen, decía que el tema
tenía una dimensión semiótica y que había una polisemia, frecuentísima en
los períodos transicionales, y el uso de las palabras en el proceso histórico,
por la prevención de que a los vocablos se les diera un significado preferente
que prevaleciera con relación a otros, lo que considera-
«Miguel Herrero, interviniente
en nombre de UCD, definió el
concepto de nación: "Una
nación es, a nuestro juicio, una
voluntad de vivir juntos, pero
vivir juntos voluntariamente es
estar cómodos para convivir. Por
eso la nación es vivir en un orden
de convivencia en libertad".»
poco conducente al fin pretendido cuando, al fin y a la postre,
«Esta era la gran lección que ba
no era más que un roce terminológico, todo lo cual le conducía a
habían aprendido los
quitar hierro al debate que el vocablo había provocado dentro y
constituyentes, todos dispuestos fuera del orden parlamentario. Sin embargo, cuando la cuestión
llegó al Pleno del Congreso, el 4 de julio de 1978, el propio
a contribuir, con sacrificio
Tierno, desde el Grupo Mixto, pues todavía el PSP no había
cuando fue necesario, para crear formalizado su rendi-ción-fusión con el PSOE, tuvo una
la base legal que hiciera posible intervención extraordinariamente relevante que clarificó a
la convivencia en libertad de quien pudiera entender, quipotest capere, capiat, la cuestión: el
preacuerdo tran-sicional con la Comisión de los Nueve, al que
todos los españoles y de todos los hizo referencia Satrústegui, como hemos anticipado, y a la que
se ha referido más tarde en sus comentarios Sánchez Agesta, la
pueblos de España.»
batalla más semántica que doctrinal sobre los términos «nacionalidades» y «regiones», y en aquella ocasión, pacciona-do su origen,
según decía el «viejo Profesor», sin leer como era su singular costumbre,
puesta la mano derecha casi sobre el pecho, tras su americana cruzada del
traje gris, que le era habitual, decía:
«... En el transcurso de los últimos años he tenido que estar conviviendo en la
Junta democrática, en la plataforma democrática y en la clandestinidad con
compañeros catalanes, con compañeros vascongados, con compañeros gallegos, e incluso de otras regiones, que nos pretendían imponer el derecho de
autodeterminación, que estaban defendiendo legítimamente lo que ahora están defendiendo respecto a la nacionalidad, y que hemos sido nosotros los que,
en esas conversaciones en la clandestinidad, hemos sostenido la unidad de
España, porque gracias a esas conversaciones, mirando atrás y temiendo a la
policía, hemos evitado que estos compañeros que representaban a esas regiones o nacionalidades rompieran definitivamente con ese depósito al que Milá
y Fontanals se refería, y yo comparto.»
«De manera que es muy claro que los que hemos mantenido el supuesto
profundo de la unidad de España hemos sido los que hemos arrostrado
El «viejo profesor» decía:
«Hay que estar aquí y
asimilar esos compromisos,
hay que seguir defendiendo
a España como unidad
genérica en la que caben
todos los pueblos y
nacionalidades.»
peligros y hemos defendido en la clandestinidad la convivencia y
hemos apelado a compromisos, sin cuyos compromisos -los
subrayados, por su significado, son míos- quizá ahora no
estuviéramos aquí defendiendo, apaciblemente, qué es y qué no es
la nacionalidad.» «Ese compromiso ha habido que cumplirlo, y en
función de ese compromiso estamos aquí... es decir... hay que estar
aquí y asimilar esos compromisos, hay que seguir defendiendo a
España como unidad genérica en la que caben todos los pueblos y
nacionalidades...»
«Hemos hecho un gran esfuerzo y hemos contraído un compromiso. Estamos
defendiendo ese compromiso. Y éste es un supuesto de hecho al que no sé por
qué no se alude. Quizá porque falte sinceridad o porque falte franqueza o
porque falte frontalidad en quienes no aspiran a muchas cosas, son
compromisos muy profundos contraídos por muchos de nosotros que
estamos en la izquierda para salvar la convivencia de todos los españoles, para
salvar esos compromisos...»
Y concluía el «viejo Profesor» explicando su personal postura para aclarar su
fundamento psicológico al revelar parlamentariamente, para la historia, en el
libro de Sesiones del 4 de julio de 1978, motivada fundamentalmente:
«La única voz rotundamente
discrepante fue la de
Letamendía Belzunce, de
Euskadico Ezkerra, que
defendió, pura y simplemente, la
más radical autodeterminación
para la independencia y el
secesionismo de la nación
vasca.»
«... por defender mis compromisos, votar de acuerdo con aquellos
compromisos sabiendo que así continuaba el esfuerzo que desde años
vengo haciendo para mantener una unidad en la que estamos todos,
aunque respetemos y debamos respetar lo que aquí se ha dicho sobre
la perseguida, inaceptable unidad, de algunas de nuestras nacionalidades, que son nacionalidades porque las palabras no comprometen,
cuando estamos seguros que la paz, la convivencia, la buena intención y las instituciones democráticas van a seguir manteniendo una
España unida para todos, porque todos debemos caber en esa España
unida.»
Nuestro proceso
constitucional, el que
consta en los «Diarios de
Sesiones», es pura y
simplemente la expresión
de la voluntad de los
legisladores.
«Solé Tura, en nombre del
Grupo Comunista, dijo:
"España no es una invención,
es una realidad forjada por la
historia que se ha organizado
políticamente mal y que
queremos organizar mejor. Por
eso estamos hablando de
autonomías".»
Quizá muchos de los que a estas alturas todavía no han
querido enterarse de las razones, de la pequeña historia,
pero que, según este relato y transcripción retrospectivos
de una sesión de la Cámara constituyente, encuentren la,
para ellos, sinrazón de la intromisión de este vocablo de
desdichada historia, que nunca podrá aducirse, para sobrepasar la estación término de su constancia constitucional: la propia salvaguarda de la unidad indisoluble de
una España indivisible.
///. La interpretación de la Constitución según
el «originalismo» obrante en los libros o diarios
de sesiones del Congreso y el Senado.
Como ha dicho recientemente un ilustre constituciona-lista (Vid. Enrique
Alonso García en su Interpretación de la Constitución), de entre todas las
fuentes interpretativas, integradoras de la Constitución, sean fundamentales
los debates de la Constitución y la historia.
En efecto, esta última la hemos puesto de manifiesto en palabras fielmente
transcritas, pronunciadas por uno de sus protagonistas más sinceros, que no
se extendió en farragosos ejercicios dialécticos, de especialistas, buscando
explicaciones y justificaciones en el concepto de nación, del término «nacionalidad», o «España, nación de naciones», espléndidas aclaraciones que si
pueden justificar, racionalmente, el vocablo, origen de la discordia, las más
de las veces rebuscadas a «posteriori» de su introducción constitucional,
serán útiles en cuanto sean conducedentes a impedir el desbordamiento de la
escalada autonomista, y lograr que una «autodeterminación» pretendida
está en la Constitución proscrita como dialéctica excluida del bloque constitucional, sin que pueda servir de apoyatura de nuevas inquietudes, necesariamente determinantes de la derogación de la actual Constitución.
Nuestro proceso constitucional, el que consta en los Diarios de Sesiones, es
pura y simplemente la expresión de la voluntad de los legisladores; la causa y
motivo de una Constitución consensuada deja un rastro significativo que la
interpretación ha de guardar, porque entraña la mens legislatoris para la
valoración y el entendimiento por sus glosadores. En estos casos, la ciencia
actúa -debe actuar- para hallar la verdad constitucional en la intencionalidad del legislador; es lo que la técnica ha venido a proclamar -incluso con
los antecedentes preconstitucionales a los que se refería el profesor
Tierno-como el originalismo, que no es otro que el método interpretativo
que proporciona una especial relevancia al proceso constituyente. La
intención de los constituyentes, framers según la más reciente terminología
americana, admite mantener con acierto que toda interpretación que
discrepe de aquélla equivale a un fraude legal que suplanta la voluntad del
legislador: nada puede deducirse en derecho que contradiga, extralimite o
discrepe de la voluntad del constituyente, que constituye la auténtica razón
teleológica de los dictados constitucionales como ley de leyes a cuyo tenor
se subordina todo el ordenamiento jurídico.
Así, según Berger, en su reciente obra Goberment byjudiciary, sostiene la
afirmación de que: «La única finalidad de la interpretación, cuando se
refiere a los preceptos constitucionales, consiste en descubrir su significado, en
identificar y dar efecto a la intención de sus redactores y del pueblo que las
adoptó.»
IV. La voluntad e intencionalidad de los legisladores constatada
en el «iter» constituyente. El art. 2 de la Carta Magna.
Dada la limitada extensión de este breve ensayo, debido a la necesidad de
aclarar con urgencia ideas y conceptos constitucionales, en adecuación a un
Estado de opinión, quizá emotivo, ligeramente ocasional, posiblemente
ante una expectativa de convocatoria electoral, en el orden interno, y con un
impulso externo de reivindicaciones, nacionales o nacionalistas, no cabe
excedernos en su redactado; necesariamente hemos de hacer un breve
examen del «iter» constituyente para, sobre la letra, la literaridad de los
Diarios de Sesiones, reconstruir la voluntad de los constituyentes para
hallar el «originalismo» de su auténtica interpretación del porqué se dijo,
cómo se quiso y cuál fue el pensamiento, cuasi unánime, de los constituyentes, por el denominador común subyacente en la introducción del término
«nacionalidades» en el art. 2 de nuestra Carta Magna, impediente por
contrario imperio de la secesión por el «autodeterminismo».
Así, vamos a tratar de examinar, y en lo posible transcribir, la literalidad de
los textos obrantes en los Diarios de Sesiones de la Comisión constitucional, del Pleno del Congreso de los Diputados y del Senado, con la única
ausencia de las Actas de la Ponencia designada por la Comisión, cuyo sigilo
de confidencialidad, que los ponentes se impusieron y bien guardado estuvo
hasta su filtración, una vez redactado el borrador, llegó al extremo de no
decir nada en las Actas que más tarde publicó la revista del Congreso
durante el mandato presidencial del que había sido su ponente, Peces
Barba; sin perjuicio de que también nos detengamos en la labor de la
Cámara Alta, a la que llegaba el texto, consensuado, privándola de una
auténtica cooperación legislativa, raramente innovadora, pero
testimonial-mente importante por la participación técnica de muchos
senadores, que por su designación regia estaban fuera y por encima de las
disciplinas reglamentarias y partisanas, sujetas muchas veces, a su pesar, a los
dictados de un concierto en el que no habían participado.
IV. 1. El debate para Dictamen por la Comisión Constitucional
del Congreso: 5 de mayo de 1978 a 20 de junio de 1978.
Miguel Herrero, interviniente, en nombre de UCD, en la primera sesión del
debate general sobre el anteproyecto constitucional en la Comisión, la de 5
de mayo de 1978, se pronuncia en favor de constituir a España en «una
gran nación, tan grande como para poder contener, sin destruirla, una pluralidad de nacionalidades y regiones con capacidad de autogobierno...», definiendo el concepto de nación en los siguientes términos: ¿Qué es una
nación? Una nación es, a nuestro juicio, una voluntad de vivir juntos, pero
vivir juntos voluntariamente es estar cómodos para convivir. Por eso la
nación es vivir en un orden de convivencia en libertad... La voluntad de vivir
juntos no es excluyente, puede articularse en círculos concéntricos... El
proyecto que nos presenta la Ponencia reconoce a España como tal nación de
manera taxativa, y eso a nuestro juicio es un principio irrenunciable, y al
atribuir al pueblo la soberanía nacional, y ahí está la importancia del
término, excluye toda posibilidad de separatismo legal, puesto que supone un
solo sujeto de autodeterminación...»
Peces Barba, en nombre del Partido Socialista, no prestó excesiva
atención al tema en este trámite (sesión de 5 de mayo de 1978, pág.
649, Diario Sesiones). Decía sobre el particular:«... digo muy
expresamente, para aquellos que tienen mayor sensibilidad en el tema
de la organización territorial del Estado, que la organización de un
Estado regional como el que se concibe en este texto constitucional
quedaría amputada si en ella no se establece uno de los principales
órganos de su estructura constitucional, que es precisamente la que
recoge la organización de las
«El 4 de julio, Fraga insistía con
firmeza en sus tesis, rechazando
la introducción del término de
"nacionalidad", equivalente al
concepto "nación", en la
creencia de que el de "Estado
plurinacional" seria
inconveniente ante el cuadro de
la Europa futura.»
Miguel Roca leía:
«¿Qué sería ya de los
españoles si no hubiera
habido aragoneses,
valencianos,
murcianos, andaluces,
asturianos, gallegos,
extremeños,
castellanos?»
Comunidades autónomas y la representación de las Comunidades autónomas a nivel de todo el Estado, que es precisamente el Senado.» Don
Manuel Fraga, en nombre del grupo parlamentario de Alianza Popular, fijó
su intervención del propio día (pág. 657) significando la importancia del
tema que «... gira en torno al necesario equilibrio entre la sagrada e
indisoluble unidad de España como nación y como Estado nacional y las
autonomías que permitan una mejor integración de la variada riqueza de
nuestras regiones y comarcas».
Recordando que, así como en las Cortes de Cádiz la gran
cuestión fue la libertad de expresión, y en la Constitución
de 1876 la libertad religiosa, y en 1931 la forma de gobierno, a
«Terminaba la sesión
los constituyentes del 78 les competía la salvaguarda de la
unidad nacional, vertiendo toda su dialéctica en contra de la
Arzalluz, que afirmaba:
de la expresión "nacionalidades" en la
"Nosotros no concebimos la «introducción
Constitución. Para nosotros no existe más nación que la
palabra 'nacionalidades'como española, en ella se integran con su tradición y su riqueza cultural
un trampolín secesionista. los castellanos y los gallegos, los asturianos y los leoneses, los
vascos y los navarros, los catalanes y los aragoneses, los
Hemos venido buscando el extremeños y los andaluces, los baleares y los valencianos, los
entronque legítimo en el
canarios y los murcianos;... el concepto nacional no se puede
Estado, desde nuestra propia acuñar a voluntad; no basta una particularidad lingüística, étnica
o administrativa; sólo la suma de un gran territorio compacto, de
tradición histórico-política".» tradición cultural común y con proyección universal; una
viabilidad económica; una organización pro-
lífica global probada por siglos de historia, sólo eso constituye una nación...
los riesgos gravísimos de abrir cauces a la aplicación del llamado "principio
de las nacionalidades", con las inevitables consecuencias de un pretendido
derecho a la autodeterminación y aun Estado propio», Miguel Roca, por la
Minoría Catalana, interviniente en aquella sesión a la caída de la tarde
(págs. 664 y ss.), tras referirse a la consagración constitucional de la
soberanía popular, entró en el tema de la estructura del Estado significando
que el anteproyecto marcaba un paso sustancial, reflejo de la propia realidad
social y haciendo referencia a una intervención en las constituyentes de
Cádiz, del que fue su primer presidente señor DOU, leía: «¿Qué sería ya de
los españoles si no hubiera habido aragoneses, valencianos, murcianos,
andaluces, asturianos, gallegos, extremeños, castellanos, etc.? Cada uno de
estos nombres inflama y envanece, y de estas pequeñas naciones se
compone la masa de la gran nación que no conocía de la gran nación...»
Concluyendo el ilustre político: «Desde una perspectiva nacionalista, desde
mi perspectiva nacionalista, no puedo dejar de constatar, no sin emoción,
que hoy coincidimos todos en la voluntad de poner fin a un Estado
centralista; coincidimos todos en alcanzar por la vía de la autonomía un
nuevo sentido de la unidad de España, y coincidimos casi todos en dar el
reconocimiento de la realidad plurinacional déla nación española el sentido
de un punto final a viejas querellas internas que sólo han servido a los
enemigos de la democracia y de la libertad.»
Y a a punto de cerrar la sesión, la del 5 de mayo de 1978, intervenía
Arzalluz, por el Partido Nacionalista Vasco, afirmando sobre el
particular:
«Uno de los puntos constitucionales más polémicos ha sido la
inclusión del término "nacionalidades". Evidentemente, es un tema
que nos afecta; somos un partido nacionalista y este término
supone, de alguna manera, la legitimación de nuestra denominación
y del fin que perseguimos: la defensa del ser y de los derechos de una
nacionalidad concreta que forma parte, aunque deforma
satisfactoria, del reino o del Estado.» Y haciendo referencia al
singular proceso histórico del pueblo vasco añadía:
«Si el sistema político foral no impidió la integración en la Corona, tampoco
el principio de las nacionalidades se opone a la convivencia plurinacional en
una unidad superior.»
Más adelante se extrañaba de lo insólito del art. segundo del borrador
constitucional en trámite de dictamen, añadiendo que la proclamada unidad indivisible o indisoluble podría lograrse mejor en una confederación,
siendo a su parecer inexacto «afirmar que la Constitución se fundamenta
en la unidad de España. Es más bien la Constitución la que, al fijar unas
bases correctas satisfactoria y mutuamente aceptadas, conforma y asegura
la unidad del Estado».
Refiriéndose al nuevo momento monárquico y a su planteamiento de la
renovación del pacto con la Corona, concretaba:
«... Es evidente que la Corona ha contraído méritos considerables
en el proceso de democratización emprendido en el paso del régimen autocrático a otro democrático, pero, para nosotros, el valor
especial y específico de la Corona en este momento es el constituir,
precisamente, el punto de confluencia y el lazo de unión de pueblos
libres que se autolimitan su soberanía, cediendo aquella parte que
consideran necesaria para potenciarse a sí mismos en la unión y
solidaridad délos demás...»
«Cuando llegó a la Cámara Alta
el proyecto constitucional, Cela
propuso la supresión del término
"indisoluble"por obvio y
redundante, así como para evitar
tempestades en vasos de agua,
sustituir "nacionalidades y
regiones"por "países".»
En el propio debate general sobre el anteproyecto, intervino el 8 de mayo
(pág. 663) el señor Canyellas Ballcells, representante de la Unión de Centro y
la Democracia Cristiana de Cataluña, quien mantuvo su profesión de fe en
un Estado federal como la más lógica y enraizada en el ser auténtico de
España y citando al filósofo cristiano Maritain, para quien «la nacionalidad
es una comunidad humana que se da cuenta de que la historia la hizo tal, que
valora su propio pasado y que se quiere a sí misma como es o como se
imagina ser. Al igual que el gran filósofo cristiano, nosotros lo llamamos a
eso "nacionalidad" y lo distinguimos perfectamente del Estado, en el cual
pueden confluir nacionalidades diversas».
Aunque de no establecerse un sistema federal, propugnaba también que las
facultades autonómicas fueran lo más acordes posible con «los deseos y
justas aspiraciones de las nacionalidades y regiones», para concluir afirmando su coincidencia con el presidente Suárez, cuando en la toma de
posesión de Tarradellas en Barcelona el 24 de octubre de 1977: «... hay que
decir que sifué Felipe V quien firmó el decreto de nueva planta que anulaba
las instituciones autonómicas catalanas, ha sido el Rey don Juan Carlos I
quien las ha devuelto.»
«No concebimos la autonomía como algo que viene a
romper la unidad de España ni del Estado español. Es,
por el contrario, un fenómeno de profundo sentido político que
«González Seara contestó todas puede y debe superar el carácter centralista y uniforme de la
organización de nuestra vida pública. La autonomía supone la
las objeciones con una
y la capacidad de un pueblo para
espléndida síntesis: "No puede responsabilidad
autogobernarse en las materias que determine la Constitución.»
haber ninguna interpretación Y concluyó: «El anteproyecto parte de un hecho indiscutible: de que
la soberanía radica en el pueblo, del que emanan todas las
futura que dé a las
del Estado...» En realidad la única voz rotundamente
nacionalidades, tal y como está facultades
discrepante fue la de Letamendía Belzunce, de Euzkadiko
el texto constitucional, derecho Ezkerra, que defendió, pura y simplemente, la más radical
autodeterminación para la independencia y el secesionismo de
alguno a constituirse en
la nación vasca, por cuanto: «El art. 2 del anteproyecto de la
Estado".»
Constitución niega radicalmente el derecho de los pueblos a
decidir sobre sí mismos.»
Intervino el ministro de Justicia a la sazón, Landelino Lavilla, en la sesión
del 9 de mayo, con un estudio general del anteproyecto y exponiendo el
criterio desde la perspectiva institucional del Gobierno, «que no se conecta
con su específico color político», y cuando llegó al tema del art. 2, al
clarificar su pensamiento de que había sido abordado sin prevenciones y
sin prejuicios de dispersión, afirmaba que tenía por objeto armonizar la
unidad y la diversidad de España, que siempre había sido una y varia, para
lo cual había que racionalizar el proceso que «refleja la voluntad histórica
de vivir juntos los pueblos de España, y no impide, sino que fortalece, la
articulación de las autonomías sobre la base de competencias originarias y
propias de los entes autonómicos»; al referirse a la utilización del término
«nacionalidades», afirmaba que «desde el punto de vista del Gobierno y de la
responsabilidad que supone una visión dinámica de la historia y de la política,
sólo es aceptable como expresión de identidades históricas y culturales que,
para hacer auténticamente viable la organización racional del Estado, han de
ser reconocidas y respetadas, incluso en la propia dimensión política que les
corresponde, en la fecunda y superior unidad de España».
Importante fue la intervención del señor Solé Tura, en nombre del Grupo
Parlamentario Comunista, en la sesión del 9 de mayo (pág. 724), quien dijo
textualmente: «España no es una invención, no es un artificio histórico; es
una realidad
«La Constitución se
fundamenta en la
indisoluble unidad de la
nación española, patria
común e indivisible de
todos los españoles, y
reconoce y garantiza el
derecho a la autonomía
de las nacionalidades y
regiones que la integran
y la solidaridad entre
ellas.» En la imagen, los
«padres» de la
Constitución.
forjada por la historia que se ha organizado políticamente mal y que queremos organizar políticamente mejor. Por eso estamos hablando de autonomías; por eso estamos intentando llegar a una concepción distinta de la
organización política y hay que terminar con el eufemismo de designar esto
con el nombre de Estado español. Hay que decir las cosas con toda claridad.
España es una realidad multiforme, pero es una realidad, y es tarea de todos
hacer que, incluso sus propios símbolos, sean reconocidos como tales...»
De nuevo Roca volvió a clarificar su pensamiento con una referencia
histórica a la intervención en las Cortes constituyentes de 1931, en la que el
político catalán Carner se expresó en los términos que a continuación leía
el señor Roca y manifestaba que su grupo parlamentario hacía suyos en los
siguientes términos literales:
«No, señores diputados, vosotros no creéis que nosotros, los diputados de
Cataluña, que Cataluña aspira a una España grande. Señores diputados,
precisamente con Cataluña y sin Cataluña, vosotros tenéis el deber político
de, al establecer la Constitución de España, hacer una Constitución en la
cual puedan ligarse todos los pueblos de esta gran España con la que tenemos
el anhelo, el ferviente deseo de colaborar.»
Ante una enmienda del señor Letamendía (Euzkadiko Ezkerra), que invocaba el derecho de autodeterminación, el señor Arias Salgado, por UCD,
afirmaba: «El término "nacionalidad" del art. 2 implica, simplemente, el
reconocimiento de la existencia de formaciones sociohistóricas a las que se
confiere un derecho a la autonomía, cuyo límite, de principio infranquea-
ble, reside precisamente en la soberanía de la unidad política que las comprende y cuyo límite de contenido se concreta, normativamente, en el
articulado del propio texto constitucional de este modo, la interpretación
del precepto podría ser, a nuestro juicio, la siguiente: Primero, concepción
de España como unidad política soberana indivisible y de la nación española
como realidad histórica y actual indisoluble. Segundo, esta concepción de
España y de la nación española, al tiempo que se constitucionaliza,
representa el fundamento real y sociológico, es decir, meta constitucional
de la Constitución misma, de la que, consecuentemente, no cabe deducir
interpretación alguna que vulnere o atente contra aquella concepción. Tercero, definición de una organización regional del Estado articulada sobre la
base del reconocimiento y garantía de ejercicio del derecho a la autonomía
de las distintas comunidades territoriales singularizadas que integran España, algunas de las cuales, por sus peculiaridades, se las designa como nacionalidades. Y cuarto, imposibilidad de que las Comunidades autónomas que
se organicen puedan ser titulares directos y originarios de las funciones
soberanas o realizar actos de soberanía que formalmente deberán proceder
siemore del Estado.»
Tras estas intervenciones, se puso a votación previa lectura del texto elaborado por la Comisión, que decía así:
«La Constitución se fundamenta en la indisoluble unidad de la nación española, patria común e indivisible de
«Quedó parlamentariamente
todos los españoles, y reconoce y garantiza el derecho a la
claro que la autonomía
autonomía de las nacionalidades y regiones que la integran y la solidaridad entre todas ellas.»
consagrada constitucionalment(
El resultado de la votación efectuada nominalmente no
como derecho de las
tuvo más votos negativos que los de los señores Carro y
"nacionalidades y regiones " de
Mendizábal, de Alianza Popular, absteniéndose el reprela nación española está más
sentante de Euzkadiko Ezkerra y don Emilio Gastón, del
Partido Socialista Aragonés.
cerca de una organización
Es el texto que figura en el «Boletín Oficial de las Cortes»
regional del Estado que de una
de 1 de julio de 1978, autorizado con mi firma y la del
federación.»
secretario de la Comisión Constitucional, don José Manuel Paredes Grosso.
IV. 2. El debate en el Pleno del Congreso de los
Diputados sobre nuestro dictamen. Se celebró del
4 al 21 de julio de 1978.
En el Congreso de los Diputados se reiteraron, en general, los argumentos
expuestos ante la Comisión por los respectivos grupos en los temas controvertidos.
El 4 de julio, de nuevo el señor Fraga insistía con firmeza en sus tesis,
rechazando la introducción del término de «nacionalidad», equivalente al
concepto «nación», en la creencia de que el de «Estado plurinacional»
sería inconveniente ante el cuadro de la Europa futura, interviniendo,
posteriormente, en nombre del propio Grupo de Alianza Popular el señor
Silva Muñoz, quien alegaba la contradicción entre declarar la indivisible
unidad de España con la coexistencia de otras naciones que se llamen
«nacionalidades», «porque esto apunta inexorablemente a que esas naciones tengan sus respectivos "status", sin que fuera admisible su reducción
al contexto de nacionalidades culturales, todo lo cual pone en peligro la
unidad de España a su entender», aunque reconoció (pág. 1898 del
«B. O. C.» de 4 de julio):
«Para que la integridad territorial del Estado español entrara en conflicto
con el pretendido derecho a la autodeterminación de ciertos sectores de
población, sería condición previa ineludible, establecida por el derecho
internacional, que tales pueblos fuesen considerados coloniales...» Con
referencia al art. 24 de la Carta de las Naciones Unidas y
la resolución de 24 de octubre de 1970.
El Partido Socialista, por boca de su portavoz, señor
Peces Barba, rechazó la interpretación catastrofista del
señor Silva, aun reconociendo que el término «nacionalidad» es un término sinónimo de «nación», «y por eso
hemos hablado de España como nación de naciones», y
concluía:
«Por consiguiente, la defensa de la existencia de diversas
naciones en la comunidad superior de España y en el
seno del Estado no es, a nuestro juicio, una peligrosa
bomba de relojería para favorecer el separatismo, como
se ha venido a decir:
La comunidad "nación" no conduce inexorablemente al estado
independiente, porque el Estado es del orden de las sociedades -que exige un
fin a realizar- y no de las comunidades; la nación de naciones puede ser un
solo Estado.» También en la sesión de 4 de julio, del Pleno del Congreso,
Jordi Pujol, como Minoría Nacionalista, afirmó que habían sido ellos
mismos los que introdujeron el término «nacionalidades», que luego han
defendido, «nacionalidad que no arranca de los almogávares, ni de los siglos
XIV o XV, sino que arranca de los siglos XVIII, XIX y XX, y que está viva
hoy en el año 1978...». Subrayando:«... la voluntad que tiene Cataluña y la
voluntad, por ejemplo, que tiene mi partido de colaborar en la construcción de
una España progresiva, de una España democrática, de una España para
todos...»
Terminaba la sesión con una intervención del señor Arzalluz, por el Partido
Nacionalista Vasco, que había defendido una enmienda sustituyendo la
palabra «unidad» por «unión». Afirmaba:
«¿Quiere esto decir que nosotros emitimos una sospecha sobre el concepto de
unidad? ¿Quiere esto decir que nosotros ponemos en cuestión la unidad del
Estado? 7o tengo que decir solamente, y lo he dicho ya en la Comisión, que
nosotros no concebimos ni la palabra "nacionalidades" ni la restauración for
al que hemos planteado como un tema específico, como un trampolín
secesionista, como un deseo de coger respiración para otras empresas más
altas. Nosotros hemos venido buscando el entronque legítimo en el Estado,
desde nuestra propia tradición histórico-polüica, con las acomodaciones que
sean indispensables en la situación actual.»
Puesto a votación el texto del Dictamen de la Comisión Constitucional que
hemos dejado transcrito, se emitieron 311 votos, votaron a favor 278
diputados, en contra 20 y 13 abstenciones, así pasó el tema al Senado y
figura en el «Boletín Oficial de las Cortes» del 24 de julio de 1978.
IV. 3. El paso del anteproyecto de la Constitución por el Senado en
su Comisión-constitucional, del 18 de agosto al 14 de septiembre, y
por el Pleno, de 25 de septiembre a 5 de octubre de 1978.
Modificaciones al texto del proyecto publicadas en el E. O. C. de 13 de
octubre de 1978.
Cuando llegó a la Cámara Alta el proyecto constitucional aprobado por el
Congreso de los Diputados, el art. 2 fue objeto de algunas enmiendas. Así,
la presentada por don Juan de Arespacochaga, con la pretensión de que se
sustituyera «nacionalidades» por «comunidades»; don Lorenzo Martín
Re-tortillo y don Juan López Marcos (progresistas y socialistas
independientes), para sustituir «nacionalidades y regiones» por el de
«regiones autónomas» o simplemente «regiones»; don Camilo José Cela,
con su enmienda núm. 129, propuso la supresión del término «indisoluble»
por obvio y redundante, así como para evitar trágalas y tempestades en vasos
de agua, sustituir
«Coincidimos todos quienes
aprobamos el texto
constitucional en reconocer un
nuevo sentido de la unidad de
España, y que el reconocimiento
de la realidadplurinacional de la
nación española constituye un
punto final y no apeadero de
tránsito para escaladas futuras
que serían inconstitucionales.»
«nacionalidades y regiones» por «países»; el general Balboa, supresión de
«nacionalidades» por el reconocimiento del derecho «a la autonomía administrativa de las regiones...»; don Francisco Cacharro, del Grupo Mixto,
supresión de «nacionalidades» por estar en contradicción con la afirmación de «indisoluble unidad».
Abel Matutes, del Grupo Mixto, con su enmienda núm. 217, con supresión
de la palabra «nacionalidades», por considerar que la unidad de España
como nación es incompatible con la existencia de distintas nacionalidades
en su seno.
Fidel Carazo; también del Grupo Mixto, supresión de «nacionalidades» y
sustitución por «regiones».
Don Julián Marías Aguilera, que mantuvo la enmienda núm. 228, proponía en lugar del texto dictaminado por la Comisión: «... reconoce y
garantiza el derecho a la autonomía de las regiones o países...».
Isaías Zarazaga, también del Grupo Mixto, en su enmienda 255, proponía
suprimir el término «nacionalidades» por equívoco y carecer de antecedentes constitucionales.
Don Juan María Bandrés, autor de la enmienda núm. 290, perteneciente al
grupo de senadores vascos, proponía la mención de la plurinacionalidad
del Estado y la autonomía de las regiones y naciones que lo integran... y el
derecho a la autodeterminación de estas últimas amparándose en la invocación del art. primero del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos
de las Naciones Unidas, suscrito por España.
Puesto a votación el
texto del Dictamen de
la Comisión
Constitucional, se
emitieron 311 votos;
votaron a favor 278
diputados; en contra,
20, y 13 abstenciones.
EI profesor Sánchez Agesta, del Grupo Independiente, proponía: «La
Constitución se fundamenta en la unidad política de la nación española, patria
común e indivisible de todos los españoles, y reconoce y garantiza el derecho
a la autonomía de las nacionalidades y regiones históricas que la integran y
la solidaridad entre todas ellas.»
Diez Alegría, también del Grupo Independiente, enmendaba bajo el núm.
381, en el sentido de suprimir el término «nacionalidades» dejando únicamente el vocablo «regiones», por ser bastante amplio para su aplicación
constitucional.
Xirinach, del Grupo Mixto, enmendaba con el núm. 444 el art. 2 de modo
total con su pretensión de Estado confederal que «garantiza el derecho a la
autodeterminación de los pueblos que integran la confederación y el derecho
a la autonomía de las regiones que la componen», porque cada pueblo tenía
derecho a su Estado y cada Estado se daría su propia Constitución nacional.
El debate en la Comisión constitucional presidida por don José Federico
Carvajal, como era de esperar, los señores senadores mantuvieron sus
enmiendas según sus respectivas tesis concordes con las justificaciones que
ya habían alegado todos los senadores al tiempo de la formulación de sus
enmiendas: el señor Bandrés invocando el Pacto Internacional de los Derechos Civiles y Políticos, la Declaración Universal de los Derechos de los
Pueblos, todo ello de la aducción de la autodeterminación invocada y el
propio derecho de autodeterminación del Partido Socialista Obrero Español
en su declaración del Comité Central de Euzkadi de julio de 1976, en el que
reivindica el derecho de autodeterminación que debería incorporarse al
Estatuto de Autonomía, tesis contra la que se levantó el señor Fernández
Miranda, don Torcuato, que se preguntaba ¿cuál era la interpretación del
término «nacionalidad»? dada la sinonimia entre «nación» y «nacionalidad» y el derecho que reconoció Mancini en la Universidad de Turín desde
1851, cuando mantenía que «toda nación tiene derecho a organizarse en un
Estado independiente», denunciando la peligrosidad del juego de que sé
ocultaran confusión e intenciones dentro del vocablo innovado.
En una curiosa intervención del señor Villar Arregui le recordó a su compañero Fernández Miranda que ya en la reunión de Munich de 1962 se
empleó el término de «nacionalidades» y se usó en unión del término
«nación», palabra, pues, que tenía carta de naturaleza política, constatada
desde entonces por la oposición, pero también ponía de relieve el senador
interviniente el día 19 de agosto, en aquel debate, que quedaba bien atribuida
la soberanía como poder supremo declarado en el texto del proyecto, y es en
el pueblo español, en su conjunto, en el que reside la soberanía que, según la
propia Constitución, fundamentaba un «prius» de la indisoluble unidad de
la nación española. Don Julián Marías (pág. 3034 del Diario de Sesiones
del Senado) calificó el tema de crucial, importante y grave por implicar la
definición del Estado español el tema general de la construcción de la
próxima España, añadiendo que sólo la nación española tenía el poder
constituyente como instancia de última decisión que competería al Tribunal
Constitucional con mención expresa de su referencia histórica, porque no
se podía prescindir de su mención previa al reconocimiento y garantía de
los derechos a la autonomía.
A todos ellos contestó por UCD el senador González Seara, significando
la semejanza entre la denominación de un sistema de autonomías,
equivalente a la regionali-zación del Estado basada en las autonomías y no
en un sistema federal, porque las nacionalidades eran históricamente
preexistentes desde la Edad Media, con expresa
invocación de la luminosa obra de Maravell y que no se alcanzó la fórmula
de nación-Estado hasta el siglo XVIII, invento del «jacobinismo» francés,
reiterando que el texto del dictamen del Congreso señala específicamente
un solo sujeto del Poder constituyente, que es la nación española, y las
demás nacionalidades forman parte de esta nación. «No puede haber
ninguna interpretación futura que dé a las nacionalidades, tal y como está el
texto constitucional, derecho alguno a constituirse en Estado, en virtud del
principio de la autodeterminación, porque el único que se puede constituir en
Estado es el sujeto del poder constituyente, y ése es la nación española.»
Espléndida síntesis que puede, perfectamente, quedar como conclusión
«originalista» de la historia y los debates constituyentes. Y así, tras el
correspondiente debate final, el «Boletín Oficial de las Cortes» de 13 de
octubre de 1978, con la firma del presidente del Senado, don Antonio
Fontán, y su secretario primero, don Víctor M. Carrascal, se daban a conocer
las modificaciones propuestas por el Pleno del Senado al texto del proyecto
de Constitución aprobado por el Congreso, sin que entre las mismas
figurase ninguna corrección, enmienda ni modificación del propio texto del
art. 2 que había sido objeto de redacción en la Comisión Constitucional del
Congreso, según ha quedado transcrito en el presente trabajo.
«Quedó asi establecido, tras los V. El Dictamen de la Comisión mixta, Congreso-Senado, sobre
cuatro períodos de su tránsito por el proyecto de Constitución, respetó el art. 2 según el Dictamen
de la Comisión Constitucional del Congreso aprobado por los
las Cortes Generales, que todos respectivos Plenos de Congreso y Senado en 13 de octubre de
debemos caber en esa España 1978, que mereció la sanción regia en la sesión conjunta de
ambas Cámaras de 27 de diciembre del propio año, tras el
que es una gran nación que
referéndum constitucional del día 6 anterior.
abarca una pluralidad de
La Comisión mixta constituida en cumplimiento de lo
naciones o nacionalidades y
dispuesto en el art. 3.° de la Ley para la Reforma Política de 5
regiones, con capacidad de
de enero de 1977, y según el capítulo 5.°, arts. 111 al 123, del
autogobierno.»
Reglamento provisional del Congreso de 17 de octubre del
propio año, tras estudiar las discrepancias entre los textos del
Congreso y del Senado, emitió su Dictamen obrante en
el B. O. C. de 28 de octubre de 1978, que reproduce
íntegramente el art. 2 en los propios
términos transcritos del Dictamen de la Comisión de Asuntos Constitucionales y de Libertades Públicas del Congreso de los Diputados, obrante en el
B. O. C. núm. 121 de 1 de julio de 1978.
De esta suerte, aprobado el texto constitucional por las Cortes en sesiones
plenarias del Congreso y el Senado, y ratificado por el pueblo español en
referéndum de 6 de diciembre, era sancionada la Constitución por S. M. el
Rey, ante las Cortes el 27 de diciembre, figurando inserto su texto en el
«Boletín Oficial del Estado» núm. 311.1, de 29 de diciembre de 1978.
VI. CONCLUSIONES
Hemos recorrido, quizá con excesiva prolijidad, el camino constituyente,
con relación al art. 2 de la Constitución, del que dimanaba nuestro intento
de pesar y medir la importancia presente y futura, de la introducción en el
texto constitucional en su referencia a la autonomía «de las nacionalidades y
regiones», para tratar de inquirir, guardando una exquisita hermenéutica
jurídica, en la auténtica interpretación del vocablo y su trascendencia.
A su tenor, objetivamente, concluimos que la innovación terminológica Aprobado el texto
por las
que el nuevo vocablo entraña y en base del «originalismo» metodológico de constitucional
Cortes y ratificado por el
su interpretación, en los cuatro períodos de su tránsito por las Cortes pueblo español, en
Generales, Comisión Constitucional del Congreso de los Diputados y Se- referéndum del 6 de
de 1978, era
siones Plenarias y Comisión Constitucional del Senado y sus Plenos desde diciembre
sancionada la Constitución
el 5 de mayo hasta el 31 de octubre de 1978, pues la actuación de la porS.M.elRey ante las
Cortes el 27 de diciembre.
Comisión mixta fue secreta, quedó claro que:
A. Originariamente, y antes del proceso constituyente sobre la inclusión
del térnimo «nacionalidades», había mediado un com
promiso, más bien de orden semántico, por la propia
voluntad de los constituyentes que obtuvieron su consa«Coincidimos todos quienes
gración constitucional, y principalmente referido en su
aprobamos el texto*
acepción, a un origen étnico común, con tradición, usos y
costumbres, idioma y cultura, dentro de una España unida
constitucional en reconocer un
para todos, porque todos debemos caber en esa España
nuevo sentido de la unidad de
que es una gran nación que abarca una pluralidad de
España y que el reconocimiento
naciones o nacionalidades y regiones, con capacidad de
autogobierno.
de la realidadplurinacional de la
B. Que establecido por el art. 1.2 de la CE que la sobera
nación española constituye un
nía nacional reside en el pueblo español, del que emanan
punto final»
los poderes del Estado, queda excluida la posibilidad de
cualquier clase de separatismo dentro del bloque consti
tucional al amparo del vocablo innovado, pues que hay
un sólo sujeto de autodeterminación, que es el pueblo
«Las expresiones
español, único señor de su soberanía.
parlamentarias de los
C.
Que coincidimos todos quienes aprobamos
texto
representantes de las minorías el
constitucional en reconocer un nuevo sentido de la uni
nacionalistas reconocieron los dad de España y que el reconocimiento de la realidad
límites políticos del vocablo plurinacional de la nación española constituye un punto
"nacionalidades", compatible final, una estación término y no apeadero de tránsito
escaladas futuras, que serían inconstitucionales.
con una España para todos que para
Quedó parlamentariamente claro, con absoluta y rotunda
no constituía un trampolín obviedad, reiterada y expresamente reconocida,
secesionista, sino más bien el que España constituye una unidad política soberana, co
una realidad histórica indivisible e indisoluble, como
entronque y la acomodación mo
meta constituida, que está amparada por la cláusula de
histórico-política de la España «intangibilidad» sólo variable por el amparo del art. 168
a través de un proceso de rigidísima revisión constitucio
actual»
nal, equivalente a un nuevo proceso constituyente, deri
vativo y distinto del poder constituido y la soberanía
instituida y atribuida en favor de todo el pueblo español,
de la que es su único titular.
E. Que la autonomía consagrada constitucionalmente, como derecho de
las «nacionalidades y regiones» de la nación española, está más cerca de
una organización regional del Estado que de una federación o confedera
ción, solamente pretendida por grupos políticos de escasa entidad parla
mentaria constituyente.
F. Que las expresiones parlamentarias de los representantes de las mino
rías nacionalistas tanto en el Congreso como en el Senado reconocieron los
límites políticos del vocablo «nacionalidades» compatible con una España
para todos que no constituía un trampolín secesionista, sino más bien el
entronque y la acomodación histórico-política de la España actual.
G. Que sólo don Juan María Bandrés, monseñor Xirinach y Letamendía
Belzunce, este último en el Congreso y los primeros en el Senado, defendie
ron la autodeterminación como derecho a organizarse en Estado indepen
diente.
H. Que la constante doctrinal que mantuvo el redactado del art. 2 de la
Constitución desde el Dictamen de la Comisión Constitucional y de Libertades Públicas del Congreso de los Diputados es prueba evidente del común
sentir de las Cortes Generales, compartiendo el acierto y la coincidencia de
pareceres lograda en el primer proceso público del debate constitucional.
En definitiva, que sin atacar de frente y planteando con claridad una
reforma constitucional, y según el art. 2 dentro de todo el contexto constitucional, está suficientemente compartida y garantizada la unidad de España,
porque dimana de la soberana voluntad nacional como único sujeto constituyente y estatuyente, que por la «praxis» de su amparo de todos los
Estatutos vigentes goza de la más amplia y segura perdurabilidad, sin que en
el mismo pueda invocarse, basarse ni defenderse ninguna pretensión de
secesión y ruptura de la unidad patria mediante un autodeterminismo del
que sólo es titular la nación española en su totalidad. Me he extendido
demasiado, pero el tema y la circunstancia creo, que lo requerían en un
momento en que se inician nuevas pretensiones y que es ahora, cuando se
reproducen, la oportunidad de clarificar cuál fue el pensamiento y la
motivación de los legisladores constituyentes que introdujeron la polémica
de «las nacionalidades» en el texto constitucional.
Descargar