LA CUESTIÓN DEL FUNDAMENTO DE LOS DERECHOS

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LA CUESTIÓN DEL FUNDAMENTO
DE LOS DERECHOS HUMANOS EN
CARLOS VAZ FERREIRA
Eduardo Álvarez Mosquera
I. El tema
Carlos Vaz Ferreira es un filósofo de una rara actualidad. Y lo digo sobre todo por cómo
planteó el asunto de los derechos humanos en la década del 30 del siglo pasado.
Él supo ver, al igual que Ortega y Gasset en «La rebelión de las masas», una tendencia al
crecimiento exponencial de los derechos humanos, y que eso constituía una verdadera
complicación para el hombre.
Pero además de esto se dio cuenta que había un problema con los derechos humanos: no
estaban justificados. Era como una especie de tributo que debía pagarse por tanto
positivismo, y esto le desagradaba bastante.
Y ¿por qué eso? Porque Vaz Ferreira no quería renunciar ni a la actitud naturalista del
positivismo que venía de Spencer, ni tampoco dejar sin fundamento a los derechos
humanos. Estaba embretado, y solo podría salir del brete encontrando el tal fundamento.
No obstante, esto no era sencillo. ¿Por qué? Porque Vaz Ferreira necesitaba primero
entender por qué no estaban justificados los derechos humanos. Y era consciente que una
vez que lo entendiera, podría determinar si todos ellos tienen el mismo status y sobre todo
sabría qué son los derechos humanos y qué status tienen, condiciones éstas para fijar en qué
cimientos se han de apoyar.
Veamos entonces cómo fue que lo hizo y a qué resultados llegó.
II. Los derechos humanos como problema
II.a: Los ideales
Vaz Ferreira parte de un hecho: el hombre del siglo XX está complicado.
Por cierto esto no era de gratis decía él, venía de tener que soportar un crecimiento
inusitado de ideales que lo tironeaban cada uno para sí y en distintas direcciones,
condenándolo a la mayor tristeza y al mayor honor. Tristeza por no poder cumplir con
todos a la vez, honor porque al aceptarlos habían desarrollado en el hombre una
intolerancia casi extrema a lo malo (1).
A partir de aquí le resultó fácil hacer un diagnóstico del hombre de su época: era un
hombre conflictivo.
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1 Cfr. «¿Cuál es el signo moral de la inquietud humana?».
Pero ¿qué es lo que le provoca el conflicto? En contra de lo que podría pensarse no es la
lucha del bien contra el mal; con esto el hombre no tiene problema. La lucha es del bien
contra el bien. La lucha es entre ideales buenos. Y con esto sí hay problemas (2).
La razón es sencilla. Los ideales buenos no son buenos por un único motivo, pueden serlo
por ser útiles, por dar placer, por generar deberes o por apuntar a lo trascendente. Se sigue
de ahí entonces que dado un ideal bueno, basado por ejemplo en el placer, puede
contradecir a otro ideal bueno basado en el deber, o que un ideal bueno basado en la
utilidad pueda contradecir a otro ideal basado en la trascendencia, etcétera.
Y ¿qué hacer ante esto? Vaz Ferreira es contundente: no hay que renunciar a ningún ideal
bueno, porque hacerlo significaría salirse de la moralidad. En efecto, si la moral es la que
nos dice qué es «lo que es bueno que se haga, o se desee, o no se haga» (3), no puede
esperarse que no se tenga como ideal lo que es bueno que se haga, se desee o no se haga.
II.b: Ideales y derechos humanos
Con esta solución al problema, Vaz Ferreira está obligado a no admitir prácticamente
limitación alguna a la pretensión del logro del ideal bueno. Es más, tiene que sostener que
es bueno, o sea moral, conceder a los hombres la libertad para que hagan lo bueno. O lo que
es lo mismo, convertir el ideal bueno en realidad (4).
No obstante, Vaz Ferreira sabe que esto no es posible en cualquier sociedad. Sabe que
únicamente esto puede darse en una sociedad democrática, en una sociedad que ponga la
libertad en primer término. Ella asegurará al individuo la libertad para hacer lo bueno.
Pero ¿cómo lo hará? A través del Derecho positivo. Él tendrá como función principalísima
imponer o prohibir lo que es bueno imponer o prohibir.
En resumen, la democracia se valdrá del Derecho positivo para garantizar el ejercicio de los
derechos humanos, o sea, de la libertad moral de todo hombre.
Sentado esto, quedan claras para Vaz Ferreira dos cosas: primero, lo impuro del Derecho
positivo, que aquí no interesa, y segundo, cuál es el nexo entre los ideales buenos y los
derechos humanos.
En efecto, respecto a esto último no hay duda que los derechos humanos tienen como
objetivo la mejor realización de los ideales (5). Se puede decir incluso que sin derechos
humanos no hay forma en la que todos pudieran alcanzar sus ideales. ¿Por qué? Porque eso
significaría que no hay reconocimiento de la libertad moral para todos y cada uno de los
individuos.
II.c: Crítica a la concepción tradicional de los derechos humanos
A ojos vista está la importancia de los derechos humanos. Para Vaz Ferreira ellos
constituyen la mejor vía para que cada quien alcance sus ideales.
Sin embargo ve en la cuestión de los derechos humanos un problema. Me refiero a la
tradicional fórmula con la cual se los define: «atributos inherentes a la persona humana».
Esta definición es sin duda, como dice Vaz Ferreira, abstracta y mística (6).
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2 AL(12), Conflictualidad de ideales buenos, p. 200.
3 AL(12), Diferencia entre Moral y Derecho, p. 20.
4 Cfr. AL(11), Los derechos del hombre.
5 AL(11), Los derechos del hombre, p.336.
6 AL(11), Los derechos del hombre, p. 332.
Es que si se la acepta, se tiene que aceptar también que los derechos humanos son algo así
como entidades ideales propias de los hombres, fijas y venidas de la divinidad.
Y dirá: responde a una mala filosofía que se divulga a través de libros, cátedras y discursos,
generadora de desencanto y que acaba muchas veces en la negación o la subestimación de
los derechos humanos (7).
Pero además de esto, tal definición acarrea otras cosas. La primera: si los derechos
humanos son atributos inherentes a la persona humana, siempre sería deseable que la
persona los ejerciese. No obstante, esto no es cierto.
Para explicar este punto, Vaz Ferreira distingue entre ideales finales e ideales de
oportunidad (8), y esto no es inofensivo. ¿Por qué? Porque está admitiendo casos en los que
no es oportuno que un titular de un derecho, lo ejerza. Él pone el ejemplo siguiente.
Respecto a la educación de los niños no puede haber duda que es un derecho de los niños, y
nadie más que el niño debería opinar sobre este asunto. A pesar de eso, dice a continuación,
no es bueno dejar en manos de los niños el derecho que legítimamente les pertenece; ya que
ellos son «incapaces de tutelar sus propios derechos». ¿Qué hay que hacer entonces? Lo
que hay que hacer, y esta es la solución que le da Vaz Ferreira a la cuestión, es buscar al
mejor candidato –en este caso, los padres– para que subrogue al niño y asuma la titularidad
del derecho que no le pertenece (9).
Y la segunda. De que se diga en muchos lados –libros, cátedras y discursos, por
ejemplo– que los derechos humanos son inherentes a la persona humana, solo se sigue su
existencia teórica. Y esto es un problema. La razón es simple: es fácil caer en lo que Vaz
Ferreira llama la ilusión de la experiencia (10). De tanto hablar de los derechos humanos,
podríamos llegar a creer que todos existen en la realidad y obrar acorde a ello.
En resumidas cuentas, tenemos una definición tradicional que: a) no se ajusta a los hechos,
b) no los explica, y c) los falsea. Y también tenemos una definición de derechos humanos,
la de Vaz Ferreira, que: a) está basada en la moral y b) requiere de fundamentación.
III. Fundamentación de los derechos humanos
Para ver este punto, el de la fundamentación de los derechos humanos, partamos de algo
simple, a saber: el derecho humano a la educación.
Este derecho no sería otra cosa que la libertad moral que es bueno darle a los hombres para
hacer lo bueno, que en este caso es educarse. Y no importa aquí si el educarse es un ideal
bueno por su utilidad, por el placer, por el deber, por la trascendencia, o por todas esas
cosas.
No obstante Vaz Ferreira ve aquí una dificultad que no llega a verbalizar del todo, que es
esta: ¿qué es lo que hace que sea buena la libertad que es bueno darle a los hombres para
alcanzar el ideal de educarse?
Sin duda él es consciente que la respuesta no puede venir de la concepción tradicional de
los derechos humanos. ¿Por qué? Porque de esta concepción solo puede esperarse un esto
es así’. Y de ahí se deduce la necesidad de buscar un fundamento para los derechos
humanos, que Vaz Ferreira sintetiza con el vocablo recimentar.
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7 AL(11), Los derechos del hombre, pp. 334-335.
8 LV, La ilusión de experiencia, pp. 182-185.
9 AL(12), Sobre derecho de los niños, pp. 42-43.
10 AL(12), Conflictualidad de ideales buenos, p. 204.
El problema de Vaz Ferreira fue entonces determinar cuál era el fundamento de los
derechos humanos, cuál su status y qué efectos se siguen de él.
Con lo primero no hay problema. Con orgullo agridulce recuerda Vaz Ferreira su libro
titulado «Sobre la propiedad de la tierra», que es la versión taquigráfica de conferencias
dictadas por él entre 1913 y 1914, ocasión en la que expresó que el fundamento de los
derechos humanos era «el derecho de cada individuo a estar en la tierra, a estar sin precio ni
permiso en el planeta en que ha nacido» (11). Éste, dirá, es el primero de los derechos
humanos. El derecho a estar.
Ahora, ¿qué quiso decir con esto? Vaz Ferreira lo explica de la siguiente manera: a) es el
derecho de todo hombre a habitar en «un pedazo de planeta», b) implica la diferenciación
entre tierra de producción y tierra de habitación, c) es la vía de asegurar la justicia
distributiva mínima en el punto de partida, y d) la base a partir de la cual los demás
derechos pueden llegar a ejercerse.
Expliquemos un poco más.
El derecho a estar, como todo derecho humano, tiene por objeto la realización de un ideal.
Pero ¿cuál es ese ideal que busca realizar? Se trata del ideal de satisfacción.
Tal ideal busca, para decirlo con palabras de Vaz Ferreira: «asegurar algo, no dejar caer
demasiado, igualar hasta un cierto grado: un mínimun de igualdad, de seguridad y de
felicidad» (12).
Acá no veo que Vaz Ferreira trate de postular un núcleo básico de igualdad económica, tal
como lo plantea María G. Núñez (13), por más que lo económico esté implicado en esto, ni
tampoco veo como la idea de compensación que viene con el derecho de estar, se relacione,
como quiere Miguel Andreoli (14) –según cita Núñez– con el justo medio aristotélico.
Creo más bien que lo que aquí hay es un núcleo básico de igualdad social por el cual se
establece un ‘piso’ para todos. Con la realización del derecho de estar no habría en verdad
igualación económica, sino neutralización de lo económico. Y ¿para qué? Para realizar la
igualdad, la seguridad y la felicidad mínima de todo ser humano.
No obstante, realizar el derecho de estar era complicado. Vaz Ferreira sabía de sobra que
muchos hombres habitaban un pedazo de tierra por un precio y con permiso, y que
neutralizar lo económico no iba a ser nada fácil.
Por esto mismo, lo primero que hace es un distingo entre tierras: la tierra de producción y la
tierra de habitación (15). A la primera la considera intocable, y no es porque crea que sea
justo que algunos hombres en particular las posean. Conocida es su posición con respecto a
la herencia y la repugnancia que siente por la propiedad que no se funda en el trabajo
propio. Por eso y a pesar de eso, no es tierra a la que afecte el derecho de estar. A la que
afecta tal derecho es a la tierra de habitación.
Vaz Ferreira sostiene que la tierra de habitación alcanza para todos, y que, alcanzando para
todos, todos deberían tener el derecho a ella (16). Pero el asunto es ¿cómo hacer para que
todos tengan tierra de habitación?
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11 AL(11), Los derechos del hombre, p. 337.
12 FE, Ideal de excitación e ideal de satisfacción, p. 18.
13 Cfr. «Aproximaciones a la «Lógica de las Discusiones» de Vaz Ferreira».
14 «El feminismo de Vaz Ferreira».
15 AL(12), El derecho a estar, p. 18.
16 AL(12), El derecho a tierra de habitación, p. 160.
La situación es esta: hay hombres que ya poseen tierra de habitación, el problema está en
los hombres que no la poseen. El que la posee ha realizado el derecho de estar, el que no la
posee no lo ha realizado. La cuestión entonces queda reducida a que los hombres que no
poseen tierra de habitación puedan realizar el derecho de estar.
Para que eso suceda sin duda se necesita neutralizar a lo económico, y nada mejor para eso
que un economista. Por eso es que cuando Vaz Ferreira imagina la forma en que podría
darse ese proceso de neutralización lo concibe de la mano de un economista de autoridad.
Lo piensa redescubriendo el derecho de estar que él enunció y mejorándolo y
completándolo.
A la tierra de habitación agregándosele tal tierra en particular, la habitación ésta o aquélla,
qué individuos la habitarán, etcétera (17).
Vistas las cosas así tendría razón Vaz Ferreira: el asunto del derecho de estar no acarrearía
grandes trastornos. Bien se podría reconocerlo y practicarlo, y sin que el orden social
cambie en algo.
A pesar de eso, tal derecho nunca fue reconocido, y hasta el propio Vaz Ferreira es
pesimista de que en el futuro vaya a ser reconocido. Y no es porque el sistema capitalista no
llegue a tolerarlo, ni tampoco porque los hombres sean egoístas e injustos.
Lo que falta es teoría.
Una parte de esa teoría ya se trató. Era la diferencia entre tierra de producción y tierra de
habitación. La otra parte tiene que ver con el reconocer que el derecho de estar es el primer
derecho y el más fundamental, que –a propósito– la he dejado para el final.
¿Por qué? Porque para poder ver esto como Vaz Ferreira, es necesaria una explicación.
Sin duda que a primera vista el derecho a estar no parece ser el primero de los derechos
humanos. Para decirlo vulgarmente, para que una persona tenga el derecho a vivir en un
pedazo de tierra sin precio ni permiso, primero que nada tiene que estar viva. Y de ahí bien
podría deducirse que el primero de los derechos humanos habría de ser el derecho a la vida.
A pesar de eso, tengamos en cuenta que esto no es así para Vaz Ferreira. Para él, los
derechos humanos son «derechos de los individuos vivos» (18). Y como los individuos
vivos viven en este planeta, sin duda que el primero de los derechos no puede ser otro que
asegurarles a esos individuos un pedazo de tierra donde vivir.
Pero además de primero, el derecho de estar, dice Vaz Ferreira es el más fundamental.
Para esto tendría dos razones. La primera, que la realización del derecho de estar es en
verdad la condición necesaria para poder realizar los otros derechos humanos. Y la
segunda, que realizándolo se daría una «socialización de lo grueso» que permitiría, no
solucionar la cuestión social, pero sí aliviarla.
IV. Conclusión
Dicho lo más importante, pasemos a las conclusiones.
La primera: Vaz Ferreira logró lo que se proponía. Proporcionó el fundamento de los
derechos humanos, señalando a la vez un camino para atenuar lo más posible los problemas
sociales.
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17 AL(12), El derecho a tierra de habitación, pp. 160-161.
18 AL(12), Cuestiones sociales, p. 187.
Lo segundo: La atmósfera pesimista de su discurso es aún válida. Todavía sigue
discutiéndose, aunque con distinto nombre, si el derecho de estar debe ser reconocido.
Y tercero: A pesar de todo, el proyecto de Vaz Ferreira no ha fracasado completamente.
En contra de los gobernantes, en contra de las instituciones internacionales, y tal vez en
contra de intereses económicos, muchos hombres luchan hoy por hacer realidad su derecho
de estar.
Bibliografía
NÚÑEZ, María Gracia
(2007) - AP: «Aproximaciones a la «Lógica de las Discusiones» de Carlos Vaz Ferreira»,
(inédito) – Tesis presentada ante F.H.C.E. para obtener el grado de Magíster en Ciencias
Humanas.
VAZ FERREIRA, Carlos
(1957) - AL(11): «Algunas conferencias sobre temas científicos, artísticos y sociales»,
Ed. Cámara de Representantes de la República Oriental del Uruguay, t. XI, Montevideo.
(1957) - AL(12): «Algunas conferencias sobre temas científicos, artísticos y sociales»,
Ed. Cámara de Representantes de la República Oriental del Uruguay, t. XII, Montevideo.
(1962) - LV: «Lógica viva», Ed. Biblioteca Contemporánea, Buenos Aires.
(1968) - FE: «Fermentario», Ed. Centro Editor de América Latina, Buenos Aires.
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