Num130 017

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La leyenda de
Inés de Castro
TEATRO
JOSÉ LUIS LANASPA
U
no de los aspectos
culturales del arte
escénico es la recuperación de determinados
hechos históricos y el juicio
desde la distancia del tiempo
sobre ellos. Un singular
ejemplo en este sentido ha sido
la puesta en escena en el Teatro
Español de Corona de amor y
muerte, la leyenda de Inés de
Castro, obra de Alejandro
Casona, uno de los grandes y
ya clásicos dramaturgos españoles. Este autor, hijo de maestros nacionales, título que
también él tenía, tomó el
apellido de escritor por la
“casona” familiar en Asturias
en la que pasó su infancia.
Residió en Buenos Aires entre
1939 y 1961 y allí es donde
escribió y estrenó esta tragedia
romántica, del XIV, de la
española Inés de Castro en su
amor imposible por el que sería
Pedro I de Portugal: sentimientos frente a razones de Estado.
Y todo expresado con escenas
y palabras llenas de belleza y
emoción en armonía que sólo
los grandes autores consiguen.
Hay que recordar que la figura
y la leyenda de Inés de Castro
ha sido tema de conocidas
obras, entre ellas Os Lusiadas,
de Camoens, y Reinar después
de morir, de Vélez de Guevara.
“Creo —dice— que el
tratamiento poético que hace
Casona convirtiendo, con
absoluta libertad, la historia en
leyenda es un auténtico
hallazgo muy superior a todos
sus antecedentes que son
muchos y muy estimables, pero
su raza de autor le hace pasar
por encima de ellos acercando
y haciendo partícipe al espectador de cuanto ocurre y
estableciendo esa magia que es
la comunicación entre la
escena y el patio de butacas...”.
Contribuyen al éxito la dirección de Marta Recatero y la
interpretación de un largo
reparto de actrices y actores de
renombre.
Cinco horas con Mario
De la época bonaerense de
Casona son también los
conocidos títulos de Las tres
perfectas casadas, La dama del
Alba, La barca sin pescador o
Los árboles mueren de pie.
Ahora, esta acertada recuperación del autor asturiano en el
centenario de su nacimiento,
con Corona de amor y muerte,
se debe al director del Teatro
Español, Gustavo Pérez Puig.
Esta obra de Miguel Delibes
tiene un fondo moral que llega
a los espectadores y que, si son
jóvenes, les puede servir de
prevención para ese paso
fundamental en la vida —
“quien en el casar acierta, en
nada yerra”, según el refrán—
que es el matrimonio o “la
pareja de hecho” que se dice en
estos tiempos. Lo que transmite
el autor es un monólogo entre
una mujer y su difunto marido.
Ya nada tiene remedio. Pero es
una reflexión, sin lugar para la
hipocresía, que hace pensar en
la ligereza con la que se establecen relaciones entre jóvenes
(“ciudadanos y ciudadanas”
que dirían algunos políticos) y
se entra en caminos de los que
ya no se puede salir sin heridas.
Es, el de esa pobre mujer, el
momento de la verdad, de la
rebeldía, del arrepentimiento...
Es un respiro de sinceridad y
por eso digo que sería bueno
para los jóvenes, sometidos
como están al contaminante espectáculo de la televisión y
demás
frivolidades
que
empujan precisamente a no
pensar.
llevado a los diálogos teatrales
tanta
profundidad
de
pensamiento y de sueños
inalcanzables. Miguel Narros
ha vuelto a dirigir con
imaginación la obra que, en
esta
ocasión,
protagoniza
Verónica Forqué en el papel de
Titania, lo que supone un
especial atractivo en el
escenario.
Y en el Teatro de la Abadía,
Y a la inteligencia de Delibes,
que tan razonablemente ha
escrito sobre nuestra sociedad,
se añade en este caso la interpretación de la magnífica actriz
Lola Herrera en la dramática
confesión de la protagonista.
Arte como reflejo de lo que hay
en el fondo de la realidad es
Cinco horas con Mario, que
afortunadamente no deja de
representarse temporada tras
temporada desde hace ya
veintitantos años con el cartel
de “completo” en la taquilla.
Shakespeare y Garcilaso
El sueño de una noche de
verano ha llegado al Centro
Cultural de la Villa de Madrid
después de un recorrido por
varios escenarios españoles. En
esta ocasión, la versión de la
obra de William Shakespeare
es de Eduardo Mendoza, que
—dice— ha procurado traducir
al comediógrafo antes que al
poeta. Pocos, como el dramaturgo inglés, cuya obra es
patrimonio universal, han
Garcilaso, el cortesano. Se
trata de celebrar el quinto
centenario del poeta toledano
con un espectáculo que reúne
una selección de sus poemas.
De ilustre familia, Garcilaso de
la Vega intervino en la guerra
de las Comunidades y en
diversas campañas imperiales a
favor de Carlos I. Y tras su
vida breve y contingente se
reconoció su genialidad como
poeta. Prototipo del caballero
renacentista, Rafael Alberti lo
ha evocado así: “Si Garcilaso
volviera/ yo sería su escudero,/
que buen caballero era”. Murió
en Niza en 1536 en una acción
de guerra contra Francia. Su
lírica se inspiró en gran parte
en su romántico e imposible
amor por Isabel Freire, dama
de la reina. Una aportación
cultural más del Teatro de la
Abadía, dirigida por José Luis
Gómez, que reconoce que “el
teatro ha sobrevivido por un
imperativo moral”. El buen
teatro, claro.
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