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Un año más, ¿en la virtud pasada?
EMILIO GARRIGUES DIAZ-CAÑABATE
onfío en que el lector no desestime invocar
la virtud al comentar el primer año de la
Reunificación alemana, pues de ella han
dado prueba tanto los opulentos occidentales
como los menesterosos orientales. Nada inesperado se ha producido con relación a los pronósticos, que han resultado ser no optimistas ni
pesimistas, sino... todo lo contrarío. Una vez
más se ha comprobado que resulta más fácil
encadenar, lo que se hace «manu militari», que
liberar, que exige consentimientos, tanto más
que, en cierto modo, la DDA había experimentado la economía comunista más a fondo que
los otros satélites. De aquí que el periódico más
objetivo (en mi modesta opinión), el Nene
Zür-che Zeitung, califique la experiencia de un
año de «resultado positivo», aunque no se me
oculta que la malicia colectiva habla de que el
muro está ahora en las cabezas. Yo prefiero
atenerme a la opinión de S. Heyme, uno de los
portavoces de los irreductibles orientales que
propugnaban la continuación mitigada de la
DDR al no vacilar ahora en reconocer la validez
de la actitud de Kohl en noviembre de 1989,
cuando pudo parecer precipitada, en la medida
en que ha sido convalidada por el descalabro
sufrido por el Kremlin.
No hay que olvidar, en este contencioso
ruso-alemán, que la creación de la DDR se
quiso presentar por Moscú no tanto como
consecuencia de la derrota alemana que como
creación, por tratarse del primer satélite en país
tan destacado como el alemán. Algo que es lícito
imaginar hubiese podido suscribir el propio
Marx, quien desconfiaba tanto de los rusos
como confiaba en los alemanes para dirigir la
Revolución. A lo mismo se refieren las
Memorias de A. Koestler al relatar cómo un
técnico del grupo de comunistas alemanes
exilado en Kiev, al comprobar el fracaso del plan
quinquenal antes de la guerra, expresaba así su
desilusión, no del co-
C
munismo, sino de los rusos. «Pero nosotros, alemanes, lo haremos mejor.» Se equivocaba en su
confianza en sus compatriotas, quienes sometidos a Honecker prefirieron finalmente ser cola
del león capitalista que cabeza del ratón comunista.
as indudables virtudes germánicas han
conseguido en los últimos meses de 1991
reducir los graves problemas económicos
de la Reunificación a sus aspectos de técnica
financiera y administrativa, lo cual no basta,
ciertamente, para acallar las críticas e impaciencias de los apolíticos y menos aún las de los
comunistas fanáticos. La empresa era tanto más
difícil por cuanto no hubo ningún estadista a la
altura de las circunstancias. El equilibrado (nada
equilibrista) Kohl como el astuto Genscher
(único rival europeo del incombustible
An-dreotti) carece, acaso, del carisma necesario
en tan apretado brete. Afortunadamente la
disminución (para no hablar de desaparición) de
la guerra fría vino rápidamente a confirmar la
conducta seguida por Bonn al valorar, sobre
todo, los objetivos y resultados económicos. En
esta perspectiva, nada más comenzar el proceso
en cuestión, titulé yo un artículo «La victoria sin
alas», ya que no todas son tan aladas como la de
Samotracia. En este caso no faltará la opinión de
quienes piensan que el resultado no merecía el
empeño, pero pocos, salvo los fanáticos
irreductibles, se lamentarán del fracaso de
Lothat de Maiziere de hacer sobrevivir a la
DDR. Es natural que el desencanto de los orientales se exprese en la frase «dieciséis millones de
víctimas buscan dieciséis millones de culpables», mientras que los occidentales se inquietan de que a la nueva Alemania se le vaya a
exigir mayor contribución internacional que a la
RFA, aunque los últimos acontecimientos excluyan toda aportación de carácter militar. No
L
hay que olvidar, en tal contexto, que tanto Alemania como Japón son bien conscientes de que
la prohibición que les fue impuesta, tras su derrota, de empresas militares, fue en verdad un
blessing in disguise.
hora bien, de la constatación de que la Alemania actual no es ya la RFA, que es casi
un topos, se desprende, sin embargo, la
importante conclusión de que ha llegado a la
mayoría de edad sin necesidad de la tutela suspicaz, antes de De Gaulle, ahora de Mitterand.
En éste o parecido sentido acaba de manifestarse
el estadista más idóneo que me ha sido dado a
conocer algo de cerca, en mi modesta condición
de embajador en Bonn, H. Schmidt, al rechazar
la opinión del joven historiador de Munich, C.
Meier, de que los alemanes no quieren ya ser una
nación. Así afirma el canciller: 1.°, los alemanes
se sienten miembros de una nación tanto como
franceses, ingleses, holandeses; 2.°, aunque el
Estado nacional no es, en modo alguno, el valor
supremo, lo cierto es que en toda Europa sigue
siendo una necesidad espiritual. Por mi parte yo
preferiría hablar aquí de tradición cultural
europea, de la que, por lo demás, el genio alemán
no participa sino parcial, transitoriamente, en el
bien entendido de que ahora me estoy refiriendo
a la vertiente prusiana (tan decisiva) de la
historia alemana. Singularidad ésta que se
manifiesta en la propia lengua alemana, que no
emplea el término Nation sino el de Reich,
sumamente impreciso, como se comprueba en
la famosa amalgama, más que definición Das hei
lige rómische Nation. Lo único claro, para un lego
como yo, es que Reich no equivale a Nation
(término francés) de parecida imprecisión pero
que además contiene la idea de «nacimiento» (lo
que, lagarto, lagarto, evoca la idea de raza...).
Pero alejémonos de tan confusa terminología
para atenernos al proceso histórico, comprobando así que la expansión territorial alemana,
por cuanto Francia cerraba el paso hacia occidente (como antaño el imperio romano) se
orientó (sin desorientarse) hacia el este, de tal
modo que este Drang fue típicamente prusiano,
aunque sólo fuese por la ubicación territorial.
Primordialmente representó una defensa frente a
los eslavos (928-833) y mucho más tarde, asentados ya Brandenburgo y Prusia, serían éstos
respaldados por la corte de Versalles frente a la
de Viena. La evolución del proceso histórico
convirtió a Prusia, protestante y militarista, en
trasunto de lo alemán. Wer Preussen hat, hat
Deutschland hat, pauta seguida por Bismarck
para la creación del Reich, subsistiendo así hasta
que el 23 de agosto de 1946 el ocupante britá-
A
De la constatación de que la Alemania actual no es
ya la RFA se desprende la importante conclusión de
que ha llegado a la mayoría de edad sin necesidad
de la tutela suspicaz de Mitterrand.
«La nueva Alemania no es
una nación igual a las
europeas, pese a H. Schmidt,
como tampoco lo fue en el
pasado. Ahora su última
evolución será, al igual que el
Japón, caracterizarse como
país competidor
exclusivamente
económico.»
nico define «la disolución de
«Las indudables virtudes Claro que ello no sirve de
las provincias del antaño Lana germánicas han conseguido en consuelo
a
los
últimos
prusiano en la zona de
mo-hicanos (radicales de izlos últimos meses de 1991 quierda), que en el mundo
ocupación británica y su
reducir
los graves problemas entero, pero especialmente en la
transformación en Lá-der.
Prusia es condenada por económicos de la reunificación aex DDR, se afanan por salvar lo
salvable, a despecho de la
sus aspectos de técnica
«haber
fomentado
miautocracia
de
litarismo y reacción en financiera y administrativa, lo arrogante
Alemania». No cabe mayor cual no basta para acallar las economistas y tecnócratas, es
decir, la libertad y dignidad
militarismo
por
parte
críticas
de
los
apolíticos
y
los
humanas que antaño tanto desbritánica. Más que injusticia,
comunistas
fanáticos.»
preciaron. No faltan críticos por
ello era una necedad al ignorar
doquier en la nueva Alemania
cuánto había contribuido el
sin que les sirva de excusa la
genio y tenacidad prusiano, no sólo a
Alemania, sino a toda Europa oriental, Polonia juventud. Sería el caso de repetir el dicho
y Rusia (en la cual está todavía enclavada «aunque la mona se vista de seda...», pues el
Koenis-berg, la ciudad de Kant): creación de mero hecho de que la política de Bonn se vaya a
ciudades, de medios de comunicación, de ubicar en Berlín no impedirá que siga siendo de
técnicas de minería y artesanía. Así pues, los mercaderes, traficantes y tecnócratas, para
prusianos llegaron por doquier en poblaciones quienes la unificación sirve de pretexto para
eslavas hasta el Volga no como conquistadores, convertir los orientales en cipayos y cargar a los
sino colonizadores (agricultores, artesanos, occidentales nuevas tasas y retenciones.
peritos), contribuyendo así, por otra parte, a la Ciertamente que los honestos disidentes G.
confusión racial sufrida por toda la Europa Grass, C. Wolf, Heiner Müller (los más destacaoriental: Báltico, Cárpatos, Bohemia y Moravia, dos) tienen si no razón, sí sus razones para deHungría, Galit-zia, Ucrania, Besarabia, Crimea, sentonar de la mundial alegría, especialmente el
Cáucaso y, tardíamente, ya en el siglo XIX, último, por cuanto «no le interesan sino conflictos y contradicciones», en la huella de Von
Wolimya y Do-bruschka.
Igualmente cabría hablar de otro tipo de expan- Kleist, el más desesperado del Sturm und
sión oriental, esta vez no prusiana sino alemana, Drang, pues se suicidó.
de la lengua y cultura, que contribuye a crear Tampoco Europa puede dar lecciones a Prusia,
una confusión que contrasta con el orden de las pues aunque el profesor D. del Corral atinó al
caracterizarla por su condición de raptada, no
fronteras en occidente. Indudablemente, Alees menos cierto que el orgullo del Viejo (no sesumania, a falta de expansión colonial, cerrada
do) Continente tiende a recrearse en su propia
por los beati possidenti (España, Francia, Inglasalsa (mismidad) con desprecio de los otros.
terra, Holanda) hubo de limitarse a la Europa
Pues bien, los nazis, al machacar a los judíos,
oriental. Que ello no impidió, sin embargo, una
terminaron en la misma fosa. Bueno fuera que
fuerte emigración alemana a América lo prueba
los europeos fuesen menos invidentes, pero el
el hecho de que la lengua inglesa fue preferida a
crítico (judío) G. Steiner se preocupa ahora del
la alemana al constituirse los Estados Unidos.
desinterés de éstos por sus pasados errores, lo
que puede incitarles a reincidir. Alemania es, a
uanto acabo de decir debería valer a de- este respecto, la más sensible precisamente.
mostrar que la nueva Alemania (¡ha habido Evidentemente no falta pie para el pesimismo,
tantas!) no es una nación igual a las pese al ejemplo alemán, pero pienso que los
europeas, pese a H. Schmidt, como tampoco lo chi-liastas de este segundo milenio (como el
fue en el pasado. Así, ahora su última evolución citado H. Müller) deberían tener en cuenta que
será, al igual que el Japón (la misma causa pro- los agoreros milenaristas del año mil se
duce los mismos efectos) caracterizarse, como confundieron ¡a Dios gracias!
país, competidor exclusivamente económico, ni Yo, por mi parte, en mi modesta condición de
siquiera cultural, al haber renunciado a los sím- europeo «tras os montes», prefiero pensar que el
bolos tradicionales del Blut und Boden, tan aje- mundo seguirá andando como siempre, a tromnos a la expansión británica y francesa. Así picones, señal de que no es semoviente, sino
pues, del viejo Sturm und Drang sólo queda la movido por Alguien...
tormenta en un clima general de bonanza; del
Drang, la expansión económica competitiva, Emilio Garrigues es diplomático y escritor, ex embajador de España en la
República Federal de Alemania.
pero siempre limpiamente pacífica.
C
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