SIN HUEVOS NO HAY PARAISO

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Fuente: Diario La Prensa Libre, 13 de mayo del 2009. Suplemento Abanico, p. 7.
SIN HUEVOS NO HAY PARAÍSO
Dr. Mauro Fernández Sandí
En los hogares, en los medios, en las
aulas y en la calle, dejamos de enseñar
que solo en la lucha tenaz de fecunda
labor que enrojece del hombre la faz, se
consigue y se mantiene el eterno
prestigio, estima y honor.
Hace unos meses, nos vimos
sorprendidos por el nombre de una
novela. Sin tetas no hay paraíso,
sorprendió porque era
probablemente la primera vez que
se daba tal permisividad
lingüística, pero también, porque
en cierta forma, revela la nueva
ideología emergente en la
sociedad occidental.
Las diferentes civilizaciones han
logrado surgir y sobrevivir gracias
al esfuerzo y el trabajo de sus
patricios, quienes hicieron de la
austeridad y la abnegación su
norte y con ello lograron el
esplendor de las diferentes
culturas. Hombres con espíritu de
acero que doblaron las
inclemencias de la selva. Hombres
con espíritus indomables que
nunca le dijeron no al trabajo.
Hombres con espíritus tenaces
que se reían con sus hechos de
los imposibles.
Esos son los hombres que hay en
nuestro pasado y esos son los
hombres que configuraron la Costa
Rica que hoy disfrutamos. Fueron
ellos los que idearon la educación
gratuita para todos, fueron ellos los
que conceptualizaron los servicios
médicos de cobertura universal,
fueron ellos los que idearon una
sociedad sin armas, fueron ellos
los que pusieron un teléfono
público en cada pueblo y luego un
teléfono en cada casa, fueron ellos
los que llevaron agua potable y luz
eléctrica a todas las comunidades.
Sí, fueron ellos los que nos
legaron ese paraíso.
Luego, en nuestra sociedad, las
cosas fueron cambiando. Las
nuevas generaciones surgieron
alérgicas al sudor. El trabajo dejó
de ser un aliado, los labriegos y
sencillos se fueron haciendo cada
vez menos y surgió un nuevo perfil
de persona: una que ostenta, que
trabaja poco, que consume mucho
y que no tiene agallas.
Hoy nos preguntamos qué pasó
con ese paraíso que era nuestro
país. No podemos entender por
qué hay tanto asalto, por qué la
droga está carcomiendo a nuestra
población desde la más temprana
edad. No sabemos por qué hoy,
desde el seno del hogar, brota la
violencia; por qué este país, que
era un paraíso, se convirtió en
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lugar inseguro para el individuo
honesto.
No hay duda que el principal
motivo de este infierno que
vivimos, es la pérdida del sentido
de consecución. Hemos perdido lo
que nos caracterizó por años,
hemos perdido lo que nos permitió
fortalecernos como nación. El
luchar por la vida, el ganarse el
pan con el sudor de la frente, dejó
de ser una consigna nacional.
Hoy, grandes rubros de nuestra
población andan tras la vida fácil.
Muchos de nuestros ricos dejaron
de ser honestos e inteligentes y
muchos de nuestros pobres
dejaron de ser trabajadores. Y
aquella gran clase media, se
concentró en sobrevivir con el
menor esfuerzo posible.
En nuestras aulas es vergonzoso
ser un verde, la excelencia dejó de
ser la meta. Hoy la idea es pasar
raspando y si no, no importa, se
repite. La educación no nos la
regalaron. Nuestro sistema
educativo le costó alma, vida y
corazón a nuestros próceres.
Muchos pueblos todavía hoy,
luchan por tener un sistema como
el nuestro y, sin embargo, buena
parte de nuestro estudiantado ve
en el estudio una fastidiosa faena
que los aleja de la fiesta y el
vacilón. Las casuísticas nacionales
revelan que entre uno y dos de
cada tres estudiantes no termina la
secundaria, que el 30% de los
jóvenes no estudia ni trabaja, es
decir, son mantenidos que han
hecho de la vagancia su forma de
vida.
El ahorro y el ser comedido están
a punto de extinguirse.
Porcentajes importantes de los
ingresos familiares se van en
modas y conciertos, en carros y en
iPods, en celulares y en pantallas
de plasma. Y no se crea que éste
mal solo carcome a las clases
altas. Hasta en hogares humildes y
en precarios, se observan estas
vanidades. Hoy, muchos de los
subsidios gubernamentales al
estudiantado, se gastan en
celulares a vista y paciencia de
unos padres siempre
complacientes.
(…)
Nuestros centros universitarios son
una paradoja. Unos, rodeados de
bares donde sucumbe con
facilidad el estudiantado y otros,
parecen centros comerciales con
food courts repletos de grasa.
Todo en nombre de la libertad.
Muchos de nuestros estudiantes
hoy son amamantados con
cerveza y se terminan de criar con
un trago en cada mano, porque
cuanto evento juvenil se programa,
es patrocinado rápida y
generosamente por la industria del
licor.
De alguna manera, la educación
dejó de ser una herramienta y se
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convirtió en un simple requisito.
Dejó de formar y se conformó con
enseñar. De alguna manera, la
educación perdió su esencia, la
que tan bien definiera Rodrigo
Facio, si no trasforma no es
educación. Hoy abundan los
profesionales que simplemente
son mal educados, que, como
decían nuestros abuelos, pasaron
por las universidades pero las
universidades parece que no
pasaron por ellos, porque se
comportan como patanes y
engreídos.
El ejercicio, cuando se hace, suele
hacerse para lucirse y no por
salud. El aspecto se volvió tan
importante, que miles de
quinceañeras piden suplicantes
como regalo de cumpleaños unas
prótesis de siliconas. Bajo la nueva
ideología imperante, ya no es
necesario que una mujer estudie,
ya no es necesario que una mujer
aprenda una destreza o un oficio.
Si es bonita y pechugona, se le
abren un sinfín de puertas. Y
aunque no cabe duda que eso es
cierto, también lo es que las
puertas que se les suelen abrir son
las del abuso, la explotación y el
maltrato.
Nos volvimos consumistas.
Andamos con tenis que cuestan
medio salario base, con colonias
de precios extravagantes y lucimos
las marcas con el fin de buscar
aprobación y estima, sin darnos
cuenta que eso simplemente
produce relaciones vacías e
insulsas.
No se crea que el paraíso que
siempre fue nuestro país y que era
ejemplo en el mundo, se desgasta
por generación espontánea.
Precisamente lo estamos
perdiendo por importar estilos de
vida que son decadentes y
corruptos, que desdichadamente
afloran en los medios, llámense
televisión, radio, Internet o
revistas.
Hoy, la televisión enseña los
valores de la desidia y el desdén,
con personajes que se mofan de
su ignorancia y de la presteza con
la que viven el absurdo de la
abundancia mal habida. Internet
está repleto de sitios que
contaminan nuestras pantallas con
material sexual y llenan la cabeza
de nuestros jóvenes con errados y
peligrosos esquemas sexuales.
Por eso, entre el catorce y el
veinte por ciento de los niños que
nos trae la cigüeña, son de madres
adolescentes. Por eso, solo el año
pasado tuvimos cerca de ochenta
escolares embarazadas. Por eso,
los adolescentes son los que más
padecen de enfermedades
venéreas. Por eso y por mucho
más, es que este país se está
quedando sin cultura, sin juventud
y sin deporte.
Cerca de la mitad de los
costarricenses padece de
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obesidad. Nos volvimos echados,
somos sedentarios, tenemos
tiempo para todo pero no para
nuestro cuerpo. No velamos por la
salud, no podemos quitarle a la
televisión, al ‘happy hour’ y al dos
por uno un poco del montón de
tiempo que le dedicamos, para
destinarlo al ejercicio, para ir a
correr tan siquiera cincuenta
minutos diarios.
Por eso, por esa falta de fuerza de
voluntad, nos estamos muriendo
de infartos, derrames cerebrales,
cáncer, descompensaciones
diabéticas. Porque en el nombre
de una vida fácil, hemos
descuidado el mayor tesoro: la
salud. Hoy los salubristas nos
hablan de niños obesos, de
jóvenes obesos, de adultos obesos
y de ancianos obesos, porque es
el país como un todo el que está
cayendo hincado ante la grasa y el
sedentarismo.
Muchos de nuestros niños no
conocen esa Costa Rica.
En los hogares, en los medios, en
las aulas y en la calle, dejamos de
enseñar que solo en la lucha tenaz
de fecunda labor que enrojece del
hombre la faz, se consigue y se
mantiene el eterno prestigio,
estima y honor, que conquistaron
aquellos labriegos y sencillos. Hoy,
se dejó de enseñar que sin huevos
no hay paraíso.
Leído, transcrito y comprendido,
por lo cual firmo en la ciudad de
________________ el día ______,
del mes de _______, del 2009.
____________________________
Firma
Nombre completo
Número de carné
Ya nuestros niños no corren, no
juegan quedó ni escondido, no
levantan un papalote, ni se llenan
de tierra, ni suben a los palos.
Hoy, desde pequeños están
encerrados de siete a tres en el
kínder de la esquina y, al llegar a
la casa, solamente ven televisión y
juegan play station. Perdimos el
contacto con la naturaleza.
Muchos niños no conocen cómo
se ordeña una vaca, cómo se apea
una naranja, cómo es un palo de
jocote, cómo se coge café.
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