Se habla de audiencias en plural, ya que no existe una audiencia

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PONTIFICIA UNIVERSIDAD CATÓLICA DE CHILE
INSTITUTO DE ESTUDIOS MEDIALES / FACULTAD DE COMUNICACIONES
Magíster en Comunicación Social mención Comunicación y Educación
Seminario Taller de Lectura de la Imagen
ENSAYO FINAL:
“ESQUEMAS LUDICOS EN PROGRAMAS INFANTILES
Y
APRENDIZAJE EN LA ENSEÑANZA FORMAL”
AUTORAS: Gabriela Peñarrieta
Paulina Humeres
Santiago, 5 de Julio del 2004
SEMINARIO TALLER DE LECTURA DE LA IMAGEN
INTRODUCCIÓN
La televisión es un medio de comunicación que ha alcanzado una difusión sin precedentes, es usado por una
cantidad muy significativa y grande de personas para satisfacer necesidades de información y entretenimiento
(Fernández, 1994). En este grupo significativo también se encuentran los niños, quienes recurren a este
medio para satisfacer sus necesidades de distracción, reducir las tensiones y como medio para obtener
información.
Según datos de la UNESCO, América Latina muestra un aumento de la oferta de canales de televisión
disponibles, y también un aumento de televisores en los hogares. En Chile, entre 1970 y 1990, la
disponibilidad de televisores por mil habitantes aumentó de cincuenta y tres a doscientos cinco (Fuenzalida,
1994).
Considerando lo anteriormente señalado, se puede deducir que la televisión está teniendo una gran presencia
en la vida cotidiana de los niños, tanto en conductas claramente observables, como en procesos de
reelaboración de mensajes a nivel cognitivo y emocional. Existen tres ámbitos que adquieren relevancia en el
desarrollo psicosocial de los niños: la familia, la escuela y los medios de comunicación. Estos tres, a pesar de
trabajar en temas similares, muchas veces se complementan; y, también denotan contradicciones entre ellos.
Cada uno se desarrolla por separado y por ende de forma desintegrada. Una función prioritaria de todos los
involucrados sería trabajar para que no existiera esta desintegración y orientase a un mismo caudal,
potenciando el desarrollo de la personalidad del individuo (afectiva, social y cognitiva) más equilibrada e
integrada con el mundo que lo rodea.
Valerio Fuenzalida, en su libro Televisión y cultura cotidiana (1997), señala cómo los niños y
preadolescentes constituyen uno de los tres grupos de edades con mayor consumo de televisión; los otros
dos momentos son la pareja que tiene hijos pequeños (aproximadamente entre 25 y 40 años), y la tercera
edad.
Debemos considerar que el conocimiento adquirido por la audiencia infantil a través de la televisión se
contrapone en muchas ocasiones con el aprendizaje escolar. La cultura académica no es sensible a las
formas en que los más pequeños perciben el mundo que los rodea, y muchas veces no tiene en cuenta, que
estos sufren influencias de otras formas y fuentes que emplean en su vida más próxima para elaborar su
lenguaje y su pensamiento. Dentro de este contexto próximo están los lenguajes audiovisuales y la relación
lúdica que se establece entre el niño y este lenguaje.
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La mayor parte de la información que se ha recibido a lo largo de toda la vida académica ha estado centrada
en palabras, en muchos casos, escritas; ya que lo habitual, pensar en la información en términos de libros,
contenidos en Bibliotecas, sedes donde se guarda el conocimiento humano. Actualmente, los medios de
comunicación pueden transportar la realidad social y científica al aula; y, en ocasiones y en determinadas
circunstancias resultar ser más eficaz que el propio profesor. Es decir, ayudan a contextualizar el
conocimiento académico en los alumnos.
Ante esto, surge el debate sobre la utilización didáctica y educativa de la televisión, situándose en el centro de
interés del análisis de los medios de enseñanza, lo que se ha debido a una serie de razones como: la
posibilidad de grabar los programas por parte del profesor, la trascendencia que la comunicación por satélite y
cable está adquiriendo en la sociedad tecnológica contemporánea, la importancia que los modelos formativos
a distancia están alcanzando, los resultados que desde la investigación sobre medios de enseñanza se están
aportando para el diseño y comprensión curricular de los medios, la necesidad de reciclaje de la población
trabajadora; y, la posibilidad de resolver estos problemas con métodos y estrategias de educación a distancia
- flexibles.
No debemos de olvidar que, la televisión ha sido uno de los medios de los que se ha hablado mucho, se han
vertido muchas críticas; y, sobre cuyo uso y diseño didáctico se ha avanzado poco. Frente a lo expuesto
surge la interrogante: ¿De qué forma los esquemas lúdicos de los programas televisivos, aportan al proceso
de aprendizaje de los niños, y cómo estos se relacionan con los formatos tradicionales de la enseñanza
escolar?
I
El proceso de desarrollo en los seres humanos dura toda su existencia, es una dinámica de cambios que se
encuentra relacionado estrechamente con la edad en ciclos de vida, los cuales son afectados de forma
acumulativa. Las habilidades se van integrando paulatinamente; los logros no están nunca aislados, todo
aspecto depende de los demás(Hoffman, 1997). Estos cambios no ocurren de manera aislada, sino que se
encuentran interrelacionados entre el individuo y la sociedad. Este último aspecto toma especial relevancia en
el proceso de socialización, especialmente en la infancia, ya que los niños aprenden a comportarse y
funcionar como miembros de la sociedad. Entonces, podemos definir a la socialización como el proceso por el
cual las personas aprenden estilos de comportamiento; que dará a estos individuos un funcionamiento óptimo
dentro de la sociedad o grupo para realizar las funciones de rol, estatus. Este proceso incluye aprendizajes
como internalizaciones de las pautas, valores y sentimientos apropiados(Rice, 1997 y Elkin, 1964).
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En este proceso, influyen los llamados agentes de socialización, que son: la familia, los pares, la escuela y los
medios de comunicación (Camila Medina 2000). La televisión es, sin lugar a dudas, un importante agente de
socialización (Fuenzalida, 1994), el cual afecta todos los aspectos de ésta (Hoffman, 1997).
Tampoco podemos obviar dos aspectos importantes como: el papel socializador que desempeña un medio
como la es la televisión; aspectos que, dentro de nuestra cultura occidental, e independientemente del país al
que nos refiramos, se presentan con unas características muy consolidadas, como: el ocupar un gran
porcentaje de nuestras horas de ocio, es el medio audiovisual sobre el que interaccionamos a más corta
edad, las mujeres observan más la televisión que los hombres, el número de horas que se invierte en la
observación de sus mensajes correlaciona con la edad de los sujetos, se le percibe como un medio fácil para
aprender, el nivel cultural y económico de la familia correlaciona con el número de horas invertidas delante de
la pantalla, cuanto menor es el nivel cultural del receptor el número de horas para observar sus mensajes
aumenta; y, que existe cierta tendencia a atribuirle ciertos poderes en la configuración y modificación de
actitudes de los receptores.
Todos los estudiosos sobre televisión señalan que los padres son fundamentales en el consumo televisivo de
sus hijos, tanto en la cantidad como en la calidad; es a lo que se ha denominado mediación parental. Diversos
investigadores subrayan la importancia que tiene la interacción padres-hijos en la decodificación de los
mensajes televisivos (Dorr, Kovaric y Doubleday, 1989; Atkin, Greenberg y Baldwin, 1991; Van der Voort,
Nikken y Van Lil, 1992). No hay que olvidar que la televisión es por esencia un ente doméstico, siendo en la
familia donde se ejerce la actividad de verla, por lo que será en su seno donde se producirá la adquisición de
las distintas normas y hábitos para su consumo. La responsabilidad de los padres es máxima, ya que tienen
en sus manos la capacidad de hacer de sus hijos unos espectadores activos y críticos. Sin embargo,
sabemos que no siempre es así, continuamente se quejan de su influjo negativo, pero no la apagan porque
“les sirve de niñera.”
Valerio Fuenzalida, en su libro Televisión-Padres-Hijos, plantea la necesidad que la familia asuma más
conscientemente su papel de orientadora de las relaciones entre los niños y adolescentes, y la televisión.
Reconocer el debilitamiento de la familia como socializadora, o la sustitución en mayor o menor grado de sus
funciones educativas por otras instituciones, lo que no invalida tomar como objeto de análisis e intervención
las prácticas del grupo familiar como propiciador de aprendizajes.
Según el reporte Nielson de 1985, los niños escolares pasan semanalmente veintiséis horas y veinte minutos,
en promedio, viendo televisión. Singer y Singer señalaron que los niños pasan más tiempo viendo televisión
que realizando cualquier otra actividad, excepto dormir (Rice, 1997). Frente a lo expuesto, existen opiniones
respecto a la cantidad de tiempo que un niño pasa ante el televisor, para sostener la tesis de una influencia
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negativa en los logros escolares, los cuales pecan de superficialidad. Limitarse a hacer comparaciones entre
el tiempo de consumo televisivo y los resultados obtenidos en la escuela, supone reducir enormemente una
cuestión que requiere una análisis más profundo. Tal planteamiento, a todas luces simplista, olvida que ver
televisión es una actividad compleja en la que están implicadas un amplio conjunto de variables. No sólo la
cantidad, la calidad (tipos de programas que ven), la atención, la capacidad para desplazar a otras
actividades, la mediación de los padres en su consumo y la comprensión de los contenidos, por citar algunas
de las más importantes, son otros tantos factores que deben tenerse en consideración.
Valerio Fuenzalida hace referencia a cómo la influencia socializadora de la televisión aparece más
tempranamente en la vida del niño, pues el fuerte impacto afectivo y emocional de la oferta musical sólo se
torna central en la adolescencia y juventud, asociada al incremento de la vida social con grupos de amigos. El
hecho de que sean los niños entre 5 y 12 años los más asiduos televidentes, no sólo de programas infantiles
sino de series destinadas a jóvenes y a adultos, es particularmente relevante.
La televisión puede ofrecer una fuente de mensajes positivos o negativos, pero su aprendizaje e influencia
dependerá del contexto de interpretación de cada individuo. La TV es un producto de consumo cultural, y
como tal, necesita un modelo. En este punto se hace necesario un cambio de visión, ya que los niños son una
población que sí sabe lo que le gusta y que responde a preguntas formuladas en una situación adecuada y en
contextos familiares. Aquí surge la necesidad de reconocer las posibilidades y espacio como espectadores,
de los niños; verlos como personas que se encuentran activamente al otro lado de los medios, recibiendo,
elaborando y filtrando todos esos mensajes.
Si consideramos que el 70% de los programas que ven los niños al interior del hogar no son programas
infantiles; sino, programas como telenovelas, noticieros, magazines familiares y otros. En muchas familias,
son los niños los que prenden la televisión, definen la programación que será vista por la familia, incluso
determinan la ubicación física del aparato, dentro del hogar.
En general, la lógica de los medios es reforzada por el supuesto carácter eminentemente pasivo del niño, que,
“por ser niño”, no tiene aún un desarrollo que le permita ser crítico, lo que lo transforma en una audiencia
favorable a los mensajes de los programas televisivos; esto porque sólo a partir de una posición crítica a
estos mensajes es posible percibir sus sutilezas, sus efectos y sus posibilidades (Castro, 1975 apud CRIPPA.
1984:68).
Por otro lado, algunas investigaciones han cuestionado la idea de que el niño sea un receptor pasivo
demostrando que en vez de tener una actividad mental pasiva, son perceptores mentalmente activos en su
interacción con la TV. De hecho ya se ha medido la cantidad del esfuerzo mental que el niño invierte cuando
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ve televisión (cf. OROZCO. 1991 a:114), esfuerzo que se da en tres niveles: atención-percepción, asimilacióncomprensión y apropiación-significación, procesos que no son necesariamente secuenciales.
El hecho que ninguno de estos esfuerzos cognitivos necesariamente tenga que seguir una secuencia lineal,
implica que su articulación no se da por lógica, sino, por asociación, y por definición, las asociaciones son
producidas por aprendizaje; lo que implica una actividad mental, aunque parezca automática.(OROZCO.
1990:35)
Al contrario de lo que algunos autores quieren hacer creer, la alternancia entre concentración y dispersión del
niño, frente a la televisión, no denota su pasividad, sino la forma por la cual el niño se autoafirma como sujeto
del proceso comunicativo. En una investigación de campo sobre la recepción televisiva infantil, se identificó
que el niño es altamente selectivo. Cuando él no tiene condiciones, sea por madurez intelectual o disposición
de otras formas de recreación, interactúa seleccionando el programa que verá en la TV. Cuando estas
condiciones no están presentes, se dan dos refugios: en algunos niños la dispersión aparece como una forma
muy especial de reaccionar a la programación que no responde a sus necesidades. Esto, observado, a través
de la investigación del comportamiento de los niños frente a la televisión, específicamente, si desarrollaban
otras actividades, mientras la televisión estaba prendida, la dispersión apareció, en la investigación, como una
reacción posible para la mayor parte de los niños de clase social baja. Eso evidenció que la relación del niño
con la TV es aún más compleja que la que se imagina: la dispersión (considerada aquí como una atención
fluctuante) es un elemento constitutivo del modo que los niños establecen una interacción con la TV.
Debemos descartar totalmente la idea que los niños son individuos pasivos que internalizan la información,
sin ninguna reacción o sin ninguna contribución de su parte. “Es importante recordar, que al contrario de otras
generaciones, estas tienen un largo aprendizaje con formas, admiran el lenguaje visual, les gusta los efectos
cinematográficos, por lo tanto, es del caso que quede claro que los niños no son un público que “se traga
cualquier cosa”. Al contrario, es un telespectador exigente y un consumidor especial; en cualquier momento
puede existir alguna cosa que dijeron o hicieron que no es de su agrado, y cambia el canal.” (BELEM.
1995:03, g.n)
El hogar induce al niño a una fuerte necesidad de descanso y de re-energización. Su motivación ante la
televisión es una búsqueda de re-energización sico-física, al ver los programas de humor, risa, comedias y
animados. El niño busca instintivamente aquellos programas que le permitan descansar. Al interior del hogar,
el cansancio y las frustraciones de la escuela necesitan descanso y relajación. Hay un cambio bioquímico
sicosomático de neurotransmisores de tareas de rendimiento a neurotransmisores de descanso.
Además, se debe considerar que cuando los niños están solos en el hogar, o en compañía de hermanos
adolescentes, tienen un comportamiento muy distinto frente a la televisión que cuando están con adultos. Los
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niños ven programas infantiles y ven los animados, como los de Cartoon Network, Fox Kids y los otros. Esta
elección cambia cuando los niños están acompañados por los adultos. Los adultos sugieren, entonces, los
programas familiares y para adultos.
Como señala Orozco, es necesario concebir el proceso global de ver televisión por parte de los niños: sus
escenarios y contextos, las múltiples mediaciones de que es objeto, también conocer un poco más a la
audiencia infantil y comprender la compleja interacción entre receptor-pantalla-contenidos. Esta suerte de
enfoque cualitativo de "Investigación Crítica de la Audiencia" retoma muchos aspectos de los "Estudios
Culturales" de la Escuela de Birmingham y sobre todo el trabajo de las mediaciones de Martín-Barbero,
incluso a nuestro juicio conceptos clave como el de "comunidades interpretativas".
Desde la infancia los miembros de la audiencia se van constituyendo como tales y van aprendiendo a ser
audiencia. El intercambio que se produce con el televisor es tanto: simbólico, perceptivo, afectivo, como
agenciativo (actividades que realiza la audiencia). El lenguaje audiovisual, eminentemente denotativo, aporta
grandes dosis de verosimilitud y tal vez ésta sea una de las principales motivaciones para estudiar la
recepción televisiva infantil; en estos primeros años se empiezan a conformar las diversas visiones de mundo.
Todo este proceso se enmarca dentro del concepto más amplio de consumo cultural. La audiencia ha pasado
a ser de mera receptora a una interlocutora válida del medio televisivo. Ahora las investigaciones consideran
al receptor en su tríada de funciones: sujeto activo frente a la TV; agente social; y miembro de una cultura.
Todo para a fin de cuentas entender sus prácticas comunicativas.
En este proceso sociocultural entran en juego una serie de referentes que se constituyen en mediación:
género, etnia, edad, origen social o geográfico, etc. Todos referentes culturales que determinan la interacción
con la pantalla y contenidos (gustos, capacidades, etc.). En la producción de sentido existe lo que puede
llamarse "comunidades de apropiación" del contenido de la TV. El sujeto, la situación de recepción, las
identidades del sujeto (edad, raza, género), el mismo medio televisivo (género programático), las instituciones
sociales (escuela, familia, religión) y la cultura; son las mediaciones que entran en juego en la televidencia.
Todos los puntos, al interrelacionarse al interior del hogar, demuestran que los niños construyen varios nichos
de expectativas y motivaciones en su relación con la televisión:

Nicho de televisión infantil: es ubicado por los niños en el cable y en los bloques infantiles de la
televisión abierta. Este nicho sirve para el descanso y la re-energización.

Nicho de televisión de la curiosidad cognitiva: Tiende a ser visto en el tiempo de mayor descanso,
como el periodo de vacaciones, sábados y domingos por la mañana. Espacio amplio en el que los
niños satisfacen su curiosidad cognitiva.
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
Nicho de televisión familiar: Basado en programas de televisión abierta, y se comparte en familia.

Nicho de televisión adulta con los padres: Puede ser en cable o en televisión abierta y, en ocasiones,
tiene que ver con el compartir con la familia, pero también con miras a satisfacer la curiosidad
afectivo-social. Un ejemplo son las novelas que ven los niños con el ánimo de intentar comprender
las decisiones de los adultos.
el pedagogo francés F. Mariet (1993) distingue tres modos distintos de ver televisión: "Tele-pasión", cuando
es preferida a otras actividades; "tele-ganchillo", se ve mientras se hacen otras cosas; y "tele-rellenahuecos",
se ve porque no se tiene otra cosa mejor que hacer. Son distintos modos de ver la televisión y, en
consecuencia, distintos grados de atención.
Además, existen algunos estudios de identificación de los niños con personajes y situaciones que aparecen
en programas de televisión, los que muestran la recurrencia de ciertos esquemas lúdico-dramáticos
relacionados con las vivencias existenciales de los niños. Vemos, por ejemplo, el esquema del adulto torpe y
del niño hábil, donde las frustraciones y fracasos de los adultos son resueltos por los niños.
Los resultados de estos estudios han demostrado que a los niños les gusta mucho este tipo de programas,
pues al interior de ellos hacen lecturas de identificación que los llevan a sentir que ellos, a pesar de su corta
edad, tienen capacidades. En cuanto al esquema del débil con el fuerte, los animados reflejan situaciones
muy difíciles y complejas, donde los niños son débiles pero hábiles, y se enfrentan a personajes fuertes pero
torpes. Estos estudios muestran identificaciones de tipo afectivo donde el niño tiene sentimientos como
autoestima, autoconfianza y superación.
Un buen ejemplo de la diferencia que existe entre la percepción adulta y de los niños frente a las imágenes
televisivas son los dibujos animados, como por ejemplo, el Pájaro Loco. Es su propio autor que sale a en su
defensa: “nadie sangra o muere en mis dibujos animados. Si alguien queda agujerado de balas, vuelve al
normal en la última escena; si sus dientes se caen, todos están firmes en el instante siguiente”. La dificultad,
hoy, es que ese grupo que tiene asumido el rol de censores, no saben de qué están hablando, porque no ven
los dibujos animados con los ojos de un niño (apud FUSARI. Ibid.:42)
“Es increíble pensar que un niño sea pasivo o sin un sentido crítico. Es increíble pensar que vaya confundir
ficción con realidad; de hecho, la ficción y la realidad se confunden; no hay realidad que no esté mezclada de
ficción; y, ficción que no se base en algo real. El niño transita de un polo a otro y se entretiene”.
(Id.Ibid.:46/47) Es sobre la base de estos argumentos, que Lantz defendía su dibujo animado, el Pájaro Loco,
y exigía que sus capítulos fuesen analizados a partir de las consideraciones realizadas por los niños que los
veían.
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II
Ante lo expuesto en párrafos arriba, surge la necesidad de abordar el aspecto relacionado a lo lúdicodramático-afectivo. Iniciaremos por determinar lo lúdico, como un modo de ser; una combinatoria entre deseo
y ley, necesidad y azar; se cuela en lo cotidiano fundando un orden diferente. Implica una ruptura, un
despegue de la realidad, una inclusión de lo imposible-posible en el tratamiento de la misma, un asomarse al
vacío, a la aventura y en especial una disposición permanente para el cambio.
Como la caracterización de lo lúdico, así planteado, no es suficiente para circunscribir el objeto de indagación,
se puede acudir al concepto del discurso, definiéndolo en primera instancia como una práctica, un lenguaje
puesto en acción. Es necesario aclarar, que, con independencia de la posición adoptada para definirlo y el
método empleado para analizarlo y explicarlo, todo discurso reúne las siguientes condiciones:

"No hay discurso sin sujeto así como no hay análisis de discurso sin la reconstrucción de sus
condiciones de producción y comprensión.

Todo discurso es virtualmente una práctica semiótica.

Los discursos están insertos en contextos y generan contexto.

Las regularidades de todo discurso están gobernadas por reglas, que son diferentes según los
contextos significativos en los que se despliegan (situacional, comunitario, psicosocial, otros).

Todo discurso es el resultado de una interpelación (interna o externa) o de otro discurso.

Trabajar sobre un discurso singular, no implica olvidar que posee un carácter interdiscursivo. Este se
da en "un marco de traducción tensa y polémica" (Parret (1987)
El discurso lúdico es un lenguaje puesto en funcionamiento por la decisión de un sujeto singular. Por la
importancia que tiene el gesto en lo lúdico, la definición del discurso como entidad solamente verbal, parece
constituirse en un obstáculo. Sin embargo, en lo lúdico, cada objeto, cada gesto, están estructurados, sobre
una red de relaciones simbólicas, que abarca e incluye al verbo; la inmediatez de los objetos y acciones
(Kriesteva, J. 1977).
El psicólogo Bruno Bettelheim, quien trabajó con niños con problemas para ayudarles a alcanzar madurez
psicológica les enseñó a manejar y comprender sus desconcertantes ansiedades y emociones mediante la
lectura de cuentos de hadas. En su famoso libro 'The Uses of Enchantment', Bettelheim dijo:”Hay un muy
difundido rechazo a enseñarle a los niños que la fuente de mucho de lo que está mal en sus vidas está en
nuestra propia naturaleza, la tendencia de todas las personas a actuar agresivamente, asocialmente, en
forma egoísta, motivados por la ira y la ansiedad. En cambio, queremos que nuestros hijos crean que ser
buenos es algo inherente al ser humano. Pero los niños saben que ellos no siempre son buenos; y a menudo,
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aun cuando lo son, preferirían no serlo. Esto contradice lo que les dicen sus padres y lleva a que los niños se
vean a sí mismos como monstruos”.
Los cuentos de hadas hablan sobre las fuertes presiones internas que afectan a los niños y lo hacen en una
forma que un niño comprende inconscientemente. Estas historias simplifican situaciones vitales, utilizando
personajes muy claramente dibujados que personifican el bien y el mal. Los cuentos entretienen e iluminan. Y
sin embargo en Occidente estamos reescribiendo los cuentos de hadas para limpiarlos, porque ahora nos
parecen demasiado crudos. Este es un serio error. El trabajo de Bettelheim demuestra que, en el deseo de
proteger a los niños, los estamos dejando indefensos.
Nuestra buenas intenciones les están quitando el acceso a recursos que necesitan para enfrentar y
comprender el mundo. Los cuentos de hadas originales les dan a los niños la esperanza que necesitan; la
esperanza de que los duendes debajo de su cama y los monstruos en el escaparate, tienen formas y caras, y
de que hay un héroe que puede derrotarlos, sino mediante la comprensión y la razón, entonces mediante la
espada. Lo que los niños necesitan con urgencia de los cuentos, no son simplemente lecciones sobre
cooperación, sino lecciones que puedan adaptar a diferentes situaciones de su vida, así como la salvadora
certeza de que uno puede salir airoso: los monstruos pueden ser derrotados, la injusticia puede ser
remediada, y los obstáculos vencidos en el largo camino hacia la edad adulta.
Walter Benjamín en sus reflexiones sobre el mundo infantil, observó la forma de jugar, actividad inherente a
todo niño y fundamental para su desarrollo emocional e intelectual; esto no quiere decir que el adulto salga de
su lugar y asuma el lugar del niño(lo que sería de hecho imposible entendiendo las propiedades cognitivas y
emocionales infantiles), sino que no peque por reducir su relación con el mundo a una miniatura de la relación
que el adulto mantiene con ese mismo mundo. En la esfera de la recepción televisiva, entender la
especificidad del mundo infantil puede llevar más allá de las concepciones que consideran a los niños como
esencialmente una audiencia pasiva frente a los medios de comunicación; percibir en la forma que el niño
juega la evidencia máxima de su actividad.
La televisión ingresa al mundo infantil del mismo modo que todas las cosas, por lo lúdico; frente a la televisión
el niño se comporta como en un juego, como si fuese una actividad placentera. Mirar la TV con ojos de niño
implica percibir que el niño juega con la televisión y quien sabe, ahí esté su mayor triunfo. “Los niños ven
televisión e interactúan con ella, y juegan, utilizan sus códigos y símbolos como parte integrante de su
espacio lúdico en el cual se mueven. En otras palabras, no apenas consumen el producto, sino que también
lo reconstruyen a través de su propio imaginario.” (Miranda, 1992:128)
A partir del momento que se sepa percibir que, como todo en la vida del niño, también su relación con la
televisión se constituye en un espacio de desarrollo lúdico, participando de su universo de interacciones,
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descubrimientos, investigaciones, se evidenciará el carácter activo de la recepción infantil. Es más, si es a
través del juego que el niño entra al mundo de la fantasía, la cual le permite elaborar sus angustias, sus
pérdidas, la muerte, la soledad, la relación del niño con la TV, más que sumergirlo en un mundo fantasioso,
irreal, más que confundir ficción con realidad, contribuye con su pleno desarrollo intelectual y emocional.
La experiencia de la simbología, de forma general, la representación mental de un objeto ausente – fue
observada por Freud en los juegos infantiles caracterizados por el aparecer y desaparecer y que funcionaban
en los niños, como forma de dominar, a través de estos juegos, el miedo y la ansiedad provocados por la
ausencia materna. Desaparecer significando la pérdida –la ausencia de la madre; el contacto real– el
reaparecer significando la reparación, el contacto imaginario, la posesión del objeto perdido, la mamá. Tales
juegos permiten que el niño elabore sus miedos y así pueda llegar a la maduración emocional. Observar
como el niño interactúa con la TV, incorporándola en su pequeño mundo propio, posibilitaría revisar una
suposición común entre padres, profesores e intelectuales, por la cual la TV provocaría “una asfixia de la
imaginación creativa del niño” (Teixeira. 1985:17), al ofrecerle un mundo mágico, con brujas, mounstruos,
misterio y fantasía. El niño estaría substituyendo sus juegos por la programación televisiva.
“Creemos que, el niño frente a la TV encuentra otra forma de jugar, evidentemente diferente al juego que
realiza con sus amigos de barrio, de la misma forma que cada juego tiene su propia identidad. Jugar es una
de las formas más sofisticadas de un acto poético. Jugando, yo me autoafirmo como persona, construyo, y
observo el mundo con un saber que solo el acto de la creación permite.” (Vasconcelos. 1991:138). Al jugar, el
niño ejercita su imaginación, manipula objetos, cambia sus formas, sus significados. La realidad es
reinterpretada, adquiriendo, a través de cada nuevo juego, nuevos valores y sentidos. Sobre la base de lo
todo lo expuesto anteriormente se podría afirmar que cuando se trata de audiencia infantil se debe considerar:

Necesidad de dominar sus miedos, lo que puede explicar la fascinación que el niño siente por las
películas de terror y por la violencia de algunos dibujos animados, donde la crueldad, los tiros de
bala no dejan marca, porque todo vuelve al normal.

La ley de la repetición, esencial en los juegos infantiles, parece configurar el lenguaje televisivo, lo
que podría de algún modo explicar la fascinación del niño por este medio de comunicación. Tal vez
sea el juego el indicio que el niño lo usa como forma de autoafirmación como sujeto de audiencia.
Pero también es clave considerar las motivaciones de los niños a la hora de ver TV. Tal como lo señala
Fuenzalida (1997) “los niños no sólo consumen dibujos animados y televisión en general por su
"funcionalidad" en relación a sus rutinas diarias, sino también porque implica un "lugar" de descanso después
del colegio, las tareas o el relajo familiar de los domingo por la mañana, "un espacio" de vida familiar.
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III
Al traer la televisión dentro del sistema educativo formal, es fácil tratar de hacerlo de la misma forma que se
usa en el hogar. La TV en el aula no es "ver TV." como en la sala de estar, sino, “hacer TV.” analizarla,
reflexionarla y criticarla constructivamente; ya que, como diría Freire, P. (1992) "...aquel que es llenado por
otros contenidos cuya inteligencia no percibe, de contenidos que contradicen la propia forma de estar en su
mundo, sin que sea desafiado, no aprende".
Fuenzalida aborda la reflexión sobre la influencia socializadora de la televisión al hacer referencia a que
grandes y chicos derivan de la televisión conocimientos significativos para la vida cotidiana, aunque no son
homologables a los saberes académicos ni a los de la alta cultura, ni a formas escolarizadas de enseñanza.
De manera directa la televisión implica a dos grandes instituciones: familia y escuela, pero lo hace de un
modo distinto. En referencia a la escuela, la TV. compite en la distribución de conocimiento y la transmisión de
valores, además de hacerlo en la organización del tiempo cotidiano, cuestión también importante. En el
mundo familiar y social ya se ha producido la evolución hacia una sociedad audiovisual, dominada por los
medios, especialmente por la televisión.
El desarrollo humano se divide en cuatro dimensiones básicas: desarrollo físico, cognitivo, emocional y social.
Aunque cada una de ellas subraya un aspecto particular, hay una interdependencia entre todas (Rice, 1997).
La exposición a tanta cantidad de información a través de la televisión, para muchos estudiosos, no implica un
aprendizaje, per se, o la elaboración de un conocimiento aceptable. Sin duda, la información está ahí, como la
información en la red internet, pero es el contexto el que realiza ese aprendizaje (la escuela, la familia, los
pares,..) y es lo que permite el surgimiento del conocimiento y desarrollo de las dimensiones básicas
mencionadas. En el caso de las escuelas, éstas deben crear ese otro contexto de aprendizaje, reflexivo,
alejado de prejuicios, para crear un verdadero conocimiento académico.
Muchas investigaciones han podido desmitificar conclusiones que por largos años fueron incuestionables,
respecto a la influencia de la televisión en el proceso de aprendizaje de la audiencia infantil, entre los que se
puede mencionar:

La enemistad con la lectura. En muchos casos se ha demostrado lo contrario, cuando se ha utilizado
con un correcto uso, ha resultado ser especialmente motivadora.

Otro tema tabú es la gran cantidad de secuencias violentas que podemos ver en la pantalla. La TV
refuerza el carácter y la personalidad de los individuos antes que modificarla. Dentro de esta
temática preocupante, existen muchas controversias; por ejemplo, definir el campo de escenas
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violentas. Para algunos, hay mucha violencia en imágenes publicitarias en apariencias inocuas, pero
que están transmitiendo un significado xenófugo, sexista, etc.

Igualmente, tendríamos que diferenciar el contenido según el soporte de comunicación o expresión.
Se ha comprobado que existen elementos afectivos ligados a la imagen (especialmente en
movimiento) que no tienen un correlato con el texto escrito (GREENFIELD, 1995). Por ejemplo, la
violencia es leída y representada con resultados muy distinto en los niños, según se exprese en
lenguaje textual, icónico o audiovisual.

Existen suficientes datos para considerar que muchos niños que ven demasiada televisión, son
también asiduos lectores y activos consumidores de otros productos culturales.

Es más difícil demostrar la influencia del lenguaje -que sin duda existe y es importante- que, en
cambio, comprobar el dominio y adquisición de contenidos disciplinares (geografía, naturaleza,
historia, fauna, etc.).

Existen muchas evidencias de que el potencial negativo de la TV pueden convertirse en un recurso
educativo, si existe un trabajo serio desde los centros educativos, y siempre, en contacto estrecho
con una labor en la familia.
En resumen, no es lo mismo la violencia vista por un niño que posee un conflicto familiar, que va mal en el
colegio, que otro, donde los padres discuten los mensajes con ellos y se da una reflexión de los mismos a
nivel de escuela (profesor-alumno).
Y si existe alguna correlación entre fracaso escolar y consumo televisivo es, como señala el pedagogo
francés F. Mariet (1993), "porque ambos tienen causas comunes, y a menudo combinadas: miseria,
subdesarrollo de las instituciones escolares, deterioro de la familia; sus causas son sociales, por lo que hay
que profundizar en ellas. El consumo de televisión no es más que un indicador, un efecto. Cometen un error
tanto padres como profesores acusando a la "tele" de sus males. El enemigo deben buscarlo en otra parte”.
El formato de aprendizaje en la escuela se basa en la exposición a una gran cantidad de información, dentro
de una visión de un verdadero conocimiento académico. Sin embargo, al tener actualmente una gama tan
variada de acceder a información, hay una progresiva disminución de la importancia que se da al conocer
como acumulación de conocimientos. “Conocer” es algo más que ser capaz de reproducir nombres, hechos y
conceptos; pues a cada día que pasa crece la distancia entre lo que somos capaces de “recordar” y el
volumen de información. Y a poco andar, nos damos cuenta que aquellos conocimientos importantes que
aprendimos en algún curso de nuestra vida escolar, han quedado obsoletos.
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Frente a esta realidad, que no suprime la necesidad de poseer una base de conocimientos sólida, los
profesores no han sabido reaccionar, y continúan en muchos casos, basando su enseñanza en la transmisión
de unos contenidos, más o menos actualizados.
Según señala Joan Ferrés, “en todo caso, tanto si aceptamos la línea de potenciar facetas de la actividad
intelectual relacionadas con la imagen, como la analogía, la intuición, el pensamiento global(...) o potenciar
procesos tradicionalmente asociados al hemisferio derecho (la globalidad, la representación visual,...), como
si aceptamos la línea de interpretar los cambios producidos en su faceta más negativa (superficialidad,
irreflexión, dispersión, falta de estructuración del conocimiento,...). Lo que sí queda claro es que la Escuela
debe cambiar. No puede seguir tratando de transmitir el conocimiento como hace 50 años”.
Para Antonio Bartolomé, la escuela requiere urgente tres cambios importantes para poder acompañar los
cambios en la forma de acceder al conocimiento y a las habilidades que desarrollan actualmente los niños, a
través de los medios, especialmente, al asistir la televisión:
1. La toma de decisiones en el acceso a la información, ya que en el formato actual de enseñanza en las
escuelas, los profesores seleccionan la información y en muchos casos no existe el espacio para la
divergencia. Los profesores suelen considerarse dueños de la verdad y conceden poca importancia a la
capacidad de los alumnos de elaborar sus propios juicios. El sistema actual no facilita al alumno ni el
desarrollo de sus propios criterios de valoración, ni su aplicación, ni, por supuesto, su aplicación posterior
en una decisión selectiva. Todo lo anterior supone que la enseñanza debe convertirse en un proceso
continuo de toma de decisiones por parte del alumno que trata de acceder a la información. Por otro lado,
la capacidad de interpretar la imagen es algo que se da por conocido y sin embargo apenas tiene hueco
en las actividades realizadas por los profesores, se dedican a aclarar a los alumnos el significado de
términos, de frases, de conceptos, pero apenas dedican tiempo a jugar con imágenes, a interpretarlas,
reinterpretarlas y alcanzar la riqueza de su significado polisémico.
2. Integración de medios, multiplicidad de lenguajes. El análisis de la imagen y el desarrollo del
pensamiento visual, puede realizarse a partir de múltiples actividades, en general mucho más
"edudivertidas" que las habituales. No sólo dibujando o realizando descripciones verbales sino trabajando
con tablas, diagramas y gráficos, con coordenadas de tiempo, mapas, historietas, bosquejos de ideas,
color; y, por supuesto, con las posibilidades que ofrece hoy el vídeo y el ordenador multimedia. Construir
mensajes con imágenes, es una tarea presente en los primeros niveles de escolarización, pero que luego
se va perdiendo. No es extraño que la construcción de mensajes visuales y audiovisuales ocupe un papel
menor cuando al final lo que va a contar en un examen va a ser la capacidad de expresarse por escrito.
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3. Cuatro características adicionales de la Escuela que se derivan de las tres primeras, ya que deben ser
activos, entretenidos y divertidos, participativos; y; deben ser libres. El mayor desafío es que los
profesores acepten que la escuela debe ser entretenida y divertida. La clave para alcanzar este objetivo
es la capacidad que tenga la actividad de atraer al niño. ¿Por qué un alumno incapaz de trabajar diez
minutos seguidos en una clase, y pasar horas y horas delante de un computador? La clave debe
buscarse en la satisfacción que ofrece la actividad. Esa es la diferencia entre divertida y aburrida. No se
trata de contar chistes ni en disfrazar la actividad docente añadiéndole música moderna, aunque es
evidente que el humor o la música son soportes comunicativos de gran valor. Se trata de diseñar unas
actividades en las que los estudiantes se sienten involucrados y en cuya realización encuentran una
satisfacción, la misma y a la vez diferente de la que encuentra el erudito que permanece horas sumergido
entre libros antiguos.
A menudo se considera que basta una formación humanística para ser un buen telespectador, creando en él,
una capacidad crítica general. Este presupuesto olvida una vez más, que la televisión se mueve en una esfera
comunicativa muy específica. Mientras la escuela enseña a decodificar palabras, la televisión comunica con
imágenes. Mientras la escuela enseña a analizar discursos, la televisión se expresa sobre todo en relatos.
Mientras la escuela enseña racionalidad, la televisión utiliza la emotividad. Mientras la escuela tiende a
moverse en el ámbito de la mente consciente, la televisión incide sobre todo en el inconsciente. Mientras la
escuela prepara para el razonamiento y la argumentación, la televisión utiliza los recursos de la seducción.
La incorporación de la televisión a la enseñanza se basa en un concepto clave de la Reforma Educativa: el de
la enseñanza significativa. Si ver la televisión es la actividad a la que más tiempo dedican los alumnos fuera
del aula, ¿cómo puede llamarse significativa una enseñanza que no parte nunca o casi nunca de las
imágenes de la televisión? La integración de estas imágenes cumplirá una doble función, la de ser motivadora
y de prolongación del proceso de aprendizaje.
Buena parte de la fascinación de la televisión radica en el placer sensorial que comporta y en la movilización
de emociones que produce. Cuando la escuela incorpora las imágenes tiende a hacerlo anulando el placer
sensorial y negando las emociones, para despertar la conciencia y la racionalidad. El método comprensivo
pretende evitar esta castración, no negando la fascinación y la magia que son inherentes a la comunicación
audiovisual y asumiendo a la persona en su integridad afectivo-volitivo-intelectual. El método comprensivo
consiste precisamente en aprovechar el placer y la emoción para llegar a la racionalidad. No negar la magia,
el placer y la emoción, sino aprovecharlos, canalizarlos hacia actitudes de gradual distanciamiento,
confrontación, análisis y reflexión.
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La televisión pide, pues, un espacio en el aula. Las actuales carencias al respecto no provienen tan sólo de su
falta de integración; sino, de una integración deficiente, ya sea por estar
mal planteada, limitada,
desaprovechada o por ser poco imaginativa. Las imágenes televisivas pueden cumplir una doble función
didáctica: informativa o motivadora. Para que sean didácticas, incluso las imágenes informativas han de ser
motivadoras; pero algunas imágenes serán eficaces cumpliendo tan sólo una función motivadora. En este
caso las informaciones las aportará el profesor o el libro, a partir del interés suscitado por las imágenes. Y
esto es válido en todas las áreas de la enseñanza.
La escuela se convierte, entonces, en el espacio en el cual el niño tiene la expectativa de recibir contenidos a
través de la televisión, que le faciliten el aprendizaje y que le permitan una mayor comprensión de los
contenidos escolares. La situación de hogar, en cambio, es aquella donde confluyen otros estados de ánimo
(cansancio, frustraciones por un mal día en la escuela y las tareas).
CONCLUSIONES
Como han puesto de manifiesto diferentes autores (Clermont, 1992; Martínez, 1992; Tiene, 1994), bajo la
denominación genérica de televisión educativa, se pueden incluir tres tipos diferentes: cultural, educativa y
escolar.
La Televisión Cultural: es la más genérica y se marca como objetivos prioritarios la divulgación y el
entretenimiento, encontrándose el planteamiento educativo inmerso dentro del propio programa no
requiriendo por tanto de materiales complementarios; este tipo de programas transfiere las formas de diseño
de la televisión comercial, siendo sus representaciones clásicas el reportaje y los noticiarios.
La Televisión Educativa: contempla contenidos que tienen algún tipo de interés formativo y/o educativo, pero
que por algún motivo no forman parte del sistema escolar formal, los programas pueden agruparse en torno a
series con una programación continua, y empieza a adquirir sus bases de diseño de la didáctica y teorías del
aprendizaje, frente al carácter divulgativo y de entretenimiento del tipo de televisión anterior, la presente
persigue influir en el conocimiento, las actitudes y los valores del espectador.
La Televisión Escolar: persigue la función básica de suplantar al sistema escolar formal, marcándose como
objetivos los mismos que el sistema educativo general, desde niveles de primaria, hasta cursos de
actualización universitarios, como es lógico imaginarse los principios de diseño son adquiridos desde la
didáctica y las teorías de aprendizaje.
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Diferentes formas de aprendizaje se dan tanto en los programas de televisión como en los contenidos que
presenta la escuela. Dentro de las formas analítico-racionales de la escuela, encontramos: la dialéctica
platónica, lógica aristotélica, comprensión analítica, sistematización curricular, y la memorización. Dentro de
las formas lúdico-afectivo-dramáticas de la entretención-educación, se sitúan: identificación afectiva con
personajes-protagonistas, reconocimiento placentero en situaciones, identificación dramática en historias,
humor lúdico y conocimiento anecdótico.
Se percibe una concordancia en pensar la educación concebida, como un proceso que traspasa las aulas. Se
menciona insistentemente que la educación es un proceso complejo y permanente, sin embargo al concretar
los argumentos los actores tienden a referirse sólo al sistema educacional o a la educación sistemática. Del
mismo modo se tiende a confundir los términos de aprendizaje sistemático y educación. Esta confusión de
términos repercute en las políticas generales sobre educación, en lo que respecta a la consideración de qué
es educativo y qué no lo es.
En cuanto a la finalidad del proceso educativo hay una franca dicotomía entre quienes piensan que ésta debe
ir en pos de la formación de una persona que sea responsable trabajadora y buena productora, partícipe del
desarrollo del país, según algunos empresarios; en cambio, otros piensan que los énfasis deben ser hechos
en pro de la formación de valores éticos trascendentes en pro de una buena calidad de vida. De este conflicto
se desprenden una serie de consecuencias paradójicas para la educación en lo que respecta en especial a
los componentes curriculares del sistema educativo que se debate entre un ente autónomo y una pieza útil a
la producción nacional, del mismo la formación de profesores y por lo tanto las demandas a la profesión
docente vive este conflicto sin resolver.
Se hace necesario una reestructuración del sistema educativo, así como un proceso de alfabetización de los
diversos actores que intervienen en el proceso educativo, para poder iniciar y propiciar el cambio del
aprendizaje memorístico por el pensar; es decir, más que a los contenidos, se refieren a cambios en las
metodologías de los profesores, las cuales se verán reforzadas si estos últimos aprenden a trabajar en base a
los esquemas lúdicos dramáticos que se presentan en la televisión y que contribuyen a reforzar y motivar al
estudiante.
La televisión bien usada, puede ser un gran aporte al proceso educativo. Incluso, los programas comerciales
pueden ser empleados como aporte a las actividades curriculares. Existe interés por apoyar la educación con
la televisión, se debe reconocer que existen programas que presentan deficiencias en sus procesos de
producción, pero también se encuentra una gran cantidad de material que puede ser empleado por la
educación en beneficio de los niños y jóvenes.
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