INTRODUCCIÓN La ciencia moderna sostiene que el hombre, como criatura física,...

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INTRODUCCIÓN
La ciencia moderna sostiene que el hombre, como criatura física, y tal como se lo conoce actualmente, ha
sufrido una evolución completa que lo ha convertido en una especie animal distinta de las demás.
El estudio de la evolución del ser humano se basa en un gran número de fósiles hallados en diversos lugares
de África, Europa y Asia. También se han descubierto numerosos utensilios y herramientas de piedra, hueso y
madera, así como restos de fogatas, campamentos y enterramientos. A raíz de estos descubrimientos, que
pertenecen al campo de la arqueología y la antropología, se ha podido realizar una reconstrucción histórica de
la evolución humana durante los últimos 4 a 5 millones de años.
En este trabajo se detallara cada uno de los pasos evolutivos de los hominidos, las diferentes características de
ellos (manera de caminar, cara y dientes, tamaño corporal y cerebral, etc.)
También, el descubrimiento del fuego y muchas cosas más.
La historia del hombre
Muy poco es lo que se sabe sobre el origen del ser humano y la época y lugar de su aparición sobre la Tierra.
La paleoantropología actual da como seguro que, el hombre es el último eslabón de un lento proceso
evolutivo, en el que los organismos inferiores, a lo largo de millones de años, fueron desarrollando formas
superiores de vida hasta llegar a constituirse en el más perfecto de los seres vivos.
La idea de que el hombre es el resultado de la evolución de los seres surgió a mediados del siglo XVIII, pero
alcanzó su máxima elaboración gracias al científico Charles Darwin, quien la expuso en su obra El Origen de
las Especies, publicada en 1859. Su teoría, combatida en los comienzos sobre todo por sus implicancias
religiosas, fue ganando credibilidad y ahora es casi universalmente aceptada.
Esta teoría involucra a todos los seres vivos de la naturaleza, pero por lo que se refriere a la especie humana
afirma que los antecesores del hombre en esta cadena evolutiva fueron primates o monos superiores, que en
posesión de determinados caracteres naturales, vieron facilitada su transición al ser humano. Quedan aún sin
conocerse el modo, la época y el lugar donde tales primates dejaron de ser animales para convertirse en
hombres.
La forma de caminar
Al parecer, una de las principales características de los homininos fue caminar con dos pies, fenómeno que se
conoce como bipedación. Esta forma de locomoción provocó una serie de modificaciones del esqueleto en la
parte inferior de la columna vertebral, en la pelvis y en las piernas. Dado que tales cambios se pueden detectar
en los fósiles óseos, la bipedación por lo general se considera como el rasgo que define a la subfamilia de los
Homininos.
Tamaño del cerebro y tamaño corporal
Gran parte de la capacidad humana para fabricar y utilizar herramientas y demás objetos se relaciona con el
tamaño y la complejidad del cerebro. La mayoría de los seres humanos actuales tienen una capacidad craneal
entre 1.300 y 1.500 cm3. En el transcurso de la evolución humana, también denominada hominización, el
volumen de la masa encefálica se ha multiplicado más de tres veces; este aumento del tamaño del cerebro
puede estar relacionado con los cambios de conducta de los homininos. A lo largo de los años, los útiles de
piedra y demás herramientas fueron incrementando su número y complejidad. Los yacimientos arqueológicos
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muestran también una ocupación más intensa durante las últimas fases de la historia biológica del hombre.
Los fósiles más antiguos de homininos revelan notables diferencias en cuanto al tamaño corporal, lo que
puede reflejar un patrón de dimorfismo sexual en nuestros primeros antepasados. Los huesos sugieren que las
mujeres pudieron medir entre 0,9 y 1,2 m de estatura y pesar entre 27 y 32 kg, mientras que los hombres
medían algo más de 1,5 m y pesaban unos 68 kg. Las razones de tales diferencias corporales no están claras,
pero pueden tener relación con patrones especializados de conducta en los primeros grupos sociales de los
homininos. Estas grandes diferencias han ido desapareciendo progresivamente durante el último millón de
años.
El cráneo humano ha cambiado drásticamente durante los últimos 3 millones de años. La evolución desde el
Australopithecus hasta el Homo sapiens, significó el aumento de la capacidad craneana (para ajustarse al
crecimiento del cerebro), el achatamiento del rostro, el retroceso de la barbilla y la disminución del tamaño de
los dientes. Los científicos piensan que el increíble crecimiento de tamaño del cerebro puede estar relacionado
con la mayor sofisticación del comportamiento de los homínidos. Los antropólogos, por su parte, señalan que
el cerebro desarrolló su alta capacidad de aprendizaje y razonamiento, después de que la evolución cultural, y
no la física, cambiara la forma de vida de los seres humanos.
Cara y dientes
Otra característica importante en el desarrollo de esta subfamilia es la disminución gradual del tamaño de la
cara y de los dientes. Todos los grandes simios están dotados de enormes caninos en forma de colmillos que
sobresalen claramente del resto de las piezas dentales. Los primeros fósiles homininos poseen caninos
ligeramente prominentes, pero todos los posteriores presentan una notable reducción de tamaño. Además, los
dientes que sirven para masticar −premolares y molares− han ido disminuyendo de tamaño a lo largo de los
años. Estos cambios conllevan una reducción gradual del tamaño de la cara y las mandíbulas. La cara de los
primeros homininos era grande y estaba situada al frente de la cavidad craneal. A medida que los dientes se
redujeron y el cerebro aumentó, la cara disminuyó y varió su posición; así, la cara relativamente pequeña de
los hombres modernos está situada debajo, no delante, de la mayor cavidad craneal.
Una lentísima evolución
La evolución de la humanidad pasó por diversas etapas:
Australopithecus
Género extinguido de homínidos representado por al menos seis especies que vivieron en el este y el sureste
de África hace entre 4,5 y 1 millón de años aproximadamente. En algunos aspectos eran similares a los
monos, pues tenían el cerebro pequeño y un cuerpo de proporciones simiescas. Pero se diferenciaban de ellos
por la postura erguida y la marcha bípeda. Además, la dentadura de Australopithecus tenía caninos menores y
molares recubiertos por una capa de esmalte más gruesa, rasgos que también se encuentran en los humanos.
Los australopitecos pueden dividirse en dos grupos: la forma más robusta (A. aethiopicus, A. robustus y A.
boisei, que vivió hace entre 2,5 y 1 millón de años) seguía una dieta de material vegetal tosco; la de formas
más ligeras (A. afarensis y A. africanus, que vivió hace entre 3,7 y 2 millones de años) se alimentaba con una
dieta más variada. En 1994 se descubrió una especie nueva llamada A. anamensis, a la que se atribuye una
antigüedad de unos 4 millones de años. Estaba parcialmente adaptado a la marcha bípeda y pueden ser el
antepasado de los otros dos grupos de australopitecos. Casi todos los antropólogos consideran que una de las
especies de constitución más ligera probablemente dio lugar a las especies de nuestro propio género, Homo.
Esqueleto de Lucy
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En 1974 el antropólogo Donald Johanson descubrió al nordeste de Etiopía el esqueleto mas antiguo y
completo, perteneciente a un Australopiteco. Tras comprobar que se trataba de una mujer, fue bautizado
"Lucy", porque en ese momento los arqueólogos que lo encontraron estaban escuchando una canción de los
Beatles llamada Lucy in the sky with diamonds
Homo Habilis
('hombre hábil'), primate extinto que pertenece a la subfamilia de los Homininos, grupo que incluye a los seres
humanos. Los científicos creen que esta especie vivió en África hace 2 y 1,5 millones de años.
El Homo habilis es el miembro más antiguo conocido del género Homo, rama de los homininos que se cree
engloba al género humano. El primer fósil de Homo habilis fue descubierto en 1960 por el paleoantropólogo
británico Louis Leakey en la garganta de Olduvai, norte de Tanzania. Leakey descubrió la mandíbula,
parietales, clavícula y otros huesos del que proclamó como primer miembro del género humano y primer
fabricante y usuario de herramientas, objetos que descubrió también en Olduvai. Sin embargo, no todos los
científicos están de acuerdo con esta teoría, aunque es probable que esta especie represente la transición
evolutiva entre los Australopithecus y los posteriores homininos.
El Homo habilis presenta una capacidad craneana mayor que la de los australopitecos, 600 cm3 frente a 500
cm3, la mandíbula menos saliente y el cuerpo con apariencia menos simiesca: se asemeja más a los humanos
al presentar un volumen corporal y unas extremidades más acordes con la altura. El Homo habilis era más alto
que el australopiteco, aunque más bajo que el Homo erectus, especie posterior.
Recientemente se han descubierto nuevos fósiles en el norte de Kenia, Suráfrica y Malawi. Debido a que
presentan una capacidad craneal mayor que el Homo habilis (casi 800 cm3), hoy las investigaciones y debates
se centran en resolver quién fue el verdadero antecesor del Homo erectus.
Homo Erectus o Pitecántropo
('hombre erecto'), primate extinto que pertenece a la subfamilia de los Homininos. Antepasado del Homo
sapiens, se han encontrado restos de Homo erectus en Kenia, Java, Indonesia, Europa y China. Los primeros
fósiles fueron hallados en la isla de Java, tipo que fue denominado Pithecantropus erectus u hombre de Java, y
que se caracterizaba por ser totalmente bípedo con una capacidad craneana de entre 750 y 900 cm3, aunque
las últimas especies la aumentaron hasta los 1.250 cm3. Más tarde se encontraron fósiles semejantes en China
(hombre de Pekín), en Europa (hombre de Heidelberg) y en África (Atlanthropus). El Homo erectus vivió
hace 1,8 millones de años y perduró hasta hace unos 130.000 años.
El descubrimiento de herramientas y esqueletos de grandes mamíferos cerca de fósiles de Homo erectus,
sugiere que estos ancestros humanos llevaron una existencia más compleja que las especies anteriores. A
pesar de que su estructura anatómica se parece a la de los seres humanos actuales, los antropólogos han
encontrado que el cerebro humano sufrió muchos cambios durante la evolución de una especie a otra. Este
cráneo perteneció a un Homo erectus femenino.
El descubrimiento del fuego
Una de las revoluciones de la humanidad, tan importante como el dominio del cultivo o la industralización,
fue sin dudas el control del fuego. Este echo, ocurrido aproximadamente hace casi un millón de años, le sirvió
a l hombre para marcar una clara diferencia con los animales. ¿Cómo hizo? Es probable que la caída de un
rayo o el incendio de un bosque le haya dado la pista. Después, solo se trató de mantener el fuego encendido
alimentándolo con ramas y hierbas secas dentro de un pozo.
Gracias al fuego el hombre pudo cocinar sus alimentos, con lo que evitó contraer algunas enfermedades
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transmitidas por los animales. La nueva forma de alimentación con el tiempo resultó en una disminución de su
aparato masticatorio. También le sirvió para endurecer la madera con que elaboraba sus armas y facilitó la
cacería: usando el fuego pudo aterrorizar a los animales y atraparlos con más facilidad. Desde ya, el calor de
la brasas le hizo más tolerable el invierno.
El fuego también fue utilizado como un medio de comunicación a distancia y fue el centro alrededor del cual
comenzó a reunirse la familia. Aprender a hacer el fuego por medio de la frotación de una madera contra una
piedra, le demando cientos de miles de años: fue una conquista del Homo sapiens
Los primeros Homo sapiens
Los primeros Homo sapiens Durante el periodo comprendido entre los 300.000 y los 200.000 años atrás, el
Homo erectus evolucionó hacia el Homo sapiens. Debido al carácter progresivo de su evolución, resulta difícil
identificar con precisión cuándo se produjo esta transición, por lo que los científicos se han dividido
clasificando los fósiles de esta época como Homo erectus tardío o como Homo sapiens.
Aunque pertenecientes al mismo género, estos primeros Homo sapiens no presentan un aspecto idéntico al del
hombre moderno. Los testimonios fósiles más recientes sugieren que el hombre moderno, Homo sapiens
sapiens, apareció por primera vez hace más de 90.000 años. Existe cierto desacuerdo entre los científicos
acerca de si la secuencia de fósiles homininos revela un desarrollo evolutivo continuo desde la primera
aparición del Homo sapiens hasta el hombre moderno. Esta discrepancia se centra sobre todo en el lugar que
ocupan los fósiles de Neandertal, clasificados dentro de la línea de evolución como Homo sapiens
neanderthalensis. Los hombres de Neandertal (que reciben su nombre del valle de Neander, en Alemania,
donde se halló uno de los primeros cráneos) ocupaban algunas zonas de Europa y del Oriente Próximo desde
hace unos 100.000 años hasta los 30.000 o 35.000, momento en que desaparecieron del registro arqueológico
europeo. En otras zonas del Viejo Mundo también se han encontrado fósiles de los primeros Homo sapiens.
La discrepancia acerca del hombre de Neandertal implica asimismo el interrogante sobre los orígenes
evolutivos de las poblaciones del hombre moderno y de las distintas razas. Aunque no es posible establecer
una definición exacta, dado que los seres modernos presentan una variación continua de una zona geográfica a
otra, las poblaciones humanas muy distantes entre sí exhiben ciertas diferencias físicas, objeto de estudio en la
clasificación de las razas y en la genética de poblaciones. Estas diferencias representan adaptaciones a las
condiciones ambientales locales, un proceso que según algunos científicos comenzó con la llegada del Homo
erectus al Viejo Mundo hace aproximadamente 1 millón de años. En su opinión, la evolución a partir del
Homo erectus ha sido continua y localizada; es decir, las poblaciones locales han ido variando su aspecto a lo
largo de los años. Los hombres de Neandertal y los primeros Homo sapiens se consideran descendientes del
Homo erectus y son los antepasados del hombre moderno.
Otros científicos consideran la diferenciación racial como un fenómeno relativamente reciente. Según ellos, la
época en que los Neandertal vivieron, no tan reciente, y sus rasgos −frente baja y abombada, cejas abultadas y
cara grande carente de barbilla− son demasiado primitivos como para considerarlos nuestros antepasados.
Estos científicos sostienen que el hombre de Neandertal perteneció a una línea evolutiva diferente que acabó
por extinguirse. Según esta teoría, los orígenes del hombre moderno hay que buscarlos en el sur de África o en
Oriente Próximo. Al evolucionar, entre 200.000 y 130.000 años atrás, estos primeros hombres modernos se
propagaron por todo el mundo y sustituyeron a las poblaciones más primitivas de Homo sapiens. Además de
algunos restos fragmentarios de fósiles procedentes del sur de África, esta teoría está avalada por las
comparaciones de su ADN con miembros de poblaciones actuales. Estos estudios sugieren que los seres
humanos están genéticamente relacionados y que proceden de un único antepasado común.
Al margen del resultado de esta discusión científica, los testimonios muestran que los primeros grupos de
Neandertal y de Homo sapiens fueron muy hábiles a la hora de beneficiarse de la climatología de la Europa de
los periodos glaciales. Es más, por primera vez en la evolución humana, los homininos comenzaron a enterrar
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a sus muertos, cuyos cuerpos acompañaban con herramientas de piedra, huesos animales e incluso flores.
El cráneo del Homo sapiens neanderthalensis (en la imagen, a la izquierda), que presenta marcados arcos
superciliares, difiere considerablemente del perteneciente al hombre actual, el Homo sapiens sapiens (al
ampliar la fotografía, a la derecha), más redondeado y con las paredes óseas más delgadas.
La especie Neandertal, que vivió en Europa y África del Norte entre el 100.000 y 40.000 a.C., son ancestros
primitivos de la especie humana actual, pero corresponden a una línea evolutiva distinta. Eran
cazadores−recolectores y tenían el cerebro algo más grande que el de los seres humanos de hoy. Los primeros
en encontrar fósiles de la especie Neandertal fueron los antropólogos alemanes Johann Fuhlrott y Hermann
Schaaffhausen en 1856, en el valle del río alemán Neander (cerca de Düsseldorf, Alemania). Aquí se muestra
el cráneo de un Neandertal entre el de un Pithecantropus (izquierda) y el de un hombre de Cro−Magnon
(derecha).
Homo Sapiens
Término latino empleado para designar a la especie humana. El nombre de ser humano se aplica a ciertas
especies que fueron los antecesores evolutivos del Homo sapiens. Los científicos consideran a todos los seres
humanos actuales como miembros de una única especie.
El Homo sapiens está caracterizado, desde el punto de vista taxonómico, como un animal, dotado de una
espina dorsal, segmentada; la madre da de mamar a sus crías, cuya gestación se realiza en el útero dentro de
una placenta; está provisto de extremidades que tienen 5 dedos, posee clavícula y un único par de glándulas
mamarias situadas en el pecho. Los ojos se encuentran emplazados en la parte frontal de la cabeza, lo que
facilita la visión estereoscópica; el cerebro es grande en relación con el tamaño del cuerpo. La especie
pertenece a la familia de los Homínidos, cuyas características generales se describen a continuación.
Las características del esqueleto que distinguen al Homo sapiens de sus parientes primates más próximos −el
gorila, el chimpancé y el orangután− son consecuencia de una adaptación muy temprana a una postura erecta
y a una forma de caminar que utiliza sólo las extremidades posteriores (bipedación). Gracias a la columna
vertebral que poseen, el centro de gravedad se sitúa justo encima de la superficie de soporte que constituyen
los pies, lo que proporciona la estabilidad necesaria para caminar. Hay otras modificaciones mecánicas
imprescindibles para conseguir la bipedación: una pelvis ancha, una rodilla que puede doblarse en un solo
sentido, un hueso del talón alargado y un pulgar largo alineado con el resto de los dedos del pie. Aunque otros
antropoides presentan grados de bipedación diferentes, todos tienen en común la presencia de una columna
vertebral recta o arqueada, pies prensiles, piernas arqueadas y manos utilizadas como apoyo cuando caminan.
La bipedación perfecta del ser humano conlleva la liberación de las manos, que se convierten de esta forma en
instrumentos muy sensibles, capaces de manipular los objetos de forma muy precisa. El detalle estructural
más importante de esta adaptación es el pulgar humano, que es alargado, puede rotar con bastante libertad y
puede oponerse al resto de los dedos de la mano. Los requerimientos fisiológicos necesarios para el desarrollo
de la capacidad del habla aparecieron como consecuencia de la adquisición de la postura erguida, que permitió
la ubicación adecuada de las cuerdas vocales, y de la utilización más compleja de las manos. Por último, el
habla se desarrolló por completo gracias al aumento de tamaño y especialización de un área determinada del
cerebro (la circunvolución de Broca), lo cual es un requisito previo para conseguir el control preciso de los
labios y de la lengua.
El cerebro del Homo sapiens es grande (capacidad media de 1.400 cc) y tiene más o menos el doble del
tamaño que el cerebro de sus antepasados prehistóricos. Este espectacular aumento del tamaño cerebral en tan
sólo 2 millones de años se consiguió en virtud de un proceso denominado neotenia, que consiste en la
retención de características propias de estados juveniles durante más tiempo. El estado juvenil del cerebro y el
desarrollo del cráneo se prolongan en el tiempo de forma que crecen durante un periodo de tiempo más largo
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que el habitualmente requerido para alcanzar la madurez sexual. A diferencia del cráneo adulto de los
humanos primitivos, que tenían una frente poco prominente y una mandíbula dirigida hacia delante, el cráneo
de los seres humanos −con variaciones de poca importancia desde el punto de vista biológico− conserva un
tamaño grande en comparación con el resto del cuerpo, tiene una bóveda craneana redonda y elevada, una
cara aplanada y una mandíbula de tamaño reducido, lo que en conjunto recuerda a las características del
cráneo del chimpancé joven. El agrandamiento del cráneo requiere a su vez modificaciones anatómicas para
que el feto pueda pasar a través del canal del parto; en consecuencia, la pelvis se ensancha al llegar a la
madurez (con la consiguiente pérdida de velocidad en la locomoción), y el niño nace en un estado de
desarrollo prematuro. La capacidad cerebral de un chimpancé al nacer es el 65% de la que posee un
chimpancé adulto; el Australopithecus, un homínido que existió hace 3 millones de años, que ya caminaba en
posición erecta, nacía con una capacidad cerebral del 50% de la del adulto. Por el contrario, los recién nacidos
del hombre actual tienen sólo el 25% de la capacidad cerebral del adulto, lo que se traduce en un periodo más
largo de dependencia del cuidado materno. El desarrollo neurológico del cerebro humano joven, que crece a
gran velocidad, se produce gracias a un periodo prolongado de estimulación y dependencia de los adultos; se
ha comprobado que en aquellos casos en que el ser humano carece de estos lazos externos en sus primeros
años de vida, el desarrollo del cerebro es incompleto.
Las adaptaciones fisiológicas que hicieron de los seres humanos animales más flexibles que otros primates,
permitieron el desarrollo de una amplia variedad de capacidades y una versatilidad en el comportamiento que
no tiene comparación en el resto del mundo animal. El gran tamaño del cerebro, su complejidad y maduración
lenta, junto con el desarrollo neurológico a lo largo de los doce primeros años de vida, proporcionó la base
para que el comportamiento estereotipado e instintivo pudiera ser modificado a través del aprendizaje. Los
cambios en el medio se afrontaron mediante ajustes rápidos y no a través de una selección genética lenta, con
lo que la supervivencia se hizo posible en condiciones extremas y en una amplia variedad de hábitats sin
necesidad de una diferenciación adicional de la especie; sin embargo, cada recién nacido, que nace con pocos
rasgos innatos y con una gran potencialidad de desarrollo del comportamiento, debe tener un proceso de
aprendizaje para alcanzar su desarrollo completo como ser humano.
La cultura, entendida como la capacidad de transmitir información entre generaciones por medios
extragénicos, se ha desarrollado de manera notable en la especie humana proporcionando, además, identidad a
la propia especie. Los modelos de comportamiento integrados requeridos para la planificación y creación de
herramientas se desarrollaron hace al menos 2,5 millones de años; además, también pudo haber existido en esa
época alguna forma de código avanzado para la comunicación verbal. La organización de cacerías, la
utilización del fuego, el uso de ropa y los enterramientos con un cierto carácter ritual, estaban ya bien
establecidos hace 350.000 años. Hay evidencias que datan desde hace 30.000 o 40.000 años algunos rituales
religiosos, registros sistemáticos de datos y la existencia de un lenguaje avanzado y unas ciertas normas
necesarias para la organización social. A partir de entonces, el género Homo comenzó a conformarse en el
actual Homo sapiens.
La descripción anterior se basa en la observación anatómica y en la actual teoría científica sobre el origen de
las especies del género Homo. La humanidad en sí misma y la esencia del ser humano también puede
definirse desde muchas otras perspectivas culturales, como son la religiosa, la social, la lingüística y la ética.
Aunque cada vértebra individual tiene poca movilidad, la columna vertebral del ser humano constituye una
estructura lo suficiente flexible como para permitirle doblarse y tocar la punta de los pies. Su forma única en
S, centra el peso de nuestro cuerpo en los pies, de modo que evita que perdamos el equilibrio y caigamos.
Aquellos animales que andan apoyando las cuatro extremidades, tienen la columna vertebral más derecha, lo
que resulta más adecuado para soportar un cuerpo en posición horizontal.
El ser humano ha fabricado instrumentos desde hace más de 1,5 millones de años. Las tecnologías primitivas
estaban en gran medida constituidas por instrumentos de piedra fabricados de manera más o menos fortuita
que servían para rasgar, cortar o raspar. Los arqueólogos han identificado entre sesenta y setenta tipos
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diferentes de instrumentos datados en la edad de piedra que tenían un diseño complejo y una finalidad
específica, como aquellos que se empleaban en ritos ceremoniales. Además de utilizar la piedra como material
para la fabricación de instrumentos como el hacha, la punta de flecha o los raspadores y taladros que aparecen
en la imagen, también se empleaban el hueso y el marfil. Estas herramientas se pueden fabricar de forma
directa, es decir, golpeando la piedra con cualquier objeto lo suficientemente duro como para desprender
lascas de tamaño y forma adecuada, o de forma indirecta, a través de un objeto que actúe como cincel y con el
que se golpea la piedra de modo más preciso.
Hombre de Cro−Magnon
Homínido de características muy similares al hombre actual, que pertenece a la subespecie del Homo sapiens
sapiens. Los hombres de Cro−Magnon vivieron en el oeste y sur de Europa durante la última glaciación.
Las características físicas que distinguen al Cro−Magnon del Neandertal son su frente elevada y su barbilla
perfectamente definida. Las herramientas y utensilios atribuidos al periodo más antiguo de la cultura
Cro−Magnon, el auriñaciense, perteneciente al paleolítico superior, demuestran claramente que habían llegado
a dominar el arte de fabricar diversos instrumentos de piedra, hueso y marfil. Los hombres de Cro−Magnon
llevaban vestimentas ceñidas y decoraban sus cuerpos con joyas y adornos de concha y hueso.
Las pinturas rupestres encontradas en las paredes de algunas cuevas constituyen una prueba adicional de su
elaborada cultura. Se cree que los Cro−Magnon fueron los antepasados remotos de los pueblos que habitan en
el sur y oeste de Europa. El nombre Cro−Magnon proviene de un refugio rocoso de igual nombre en el
departamento de Dordoña en el suroeste de Francia, donde en 1868 se descubrieron restos de esqueletos.
El hombre de Neandertal
Nombre común de la especie Homo sapiens neanderthalensis (también llamada Homo neanderthalensis). Los
neandertales (o neandertalenses) han sido en ocasiones considerados como una subespecie de la especie
humana moderna (Homo sapiens sapiens o simplemente Homo sapiens), pero progresivamente han sido
consideradas una y otra especies diferentes. Los neandertales cubren un largo periodo, entre 120.000 y 30.000
años aproximadamente. Se han encontrado en yacimientos de la edad de piedra pertenecientes al paleolítico
medio, principalmente en Europa y en el suroeste asiático. Esta especie recibe el nombre del valle del río
alemán Neander, donde se encontraron en 1856 sus primeros restos, que recibieron la denominación de
hombre de Neandertal.
No se han encontrado individuos completos ni enterramientos, por lo que en ocasiones sólo se pueden atribuir
a este tipo humano por su asociación a material lítico musteriense. Los primeros restos antropológicos
pertenecientes a neandertales en España se descubrieron en 1848 de forma accidental en Gibraltar, hallazgo
previo al descubrimiento del fósil del valle del Neander, aunque no fue identificado como especie propia. Pese
a que se han hallado otros restos en diversos lugares de España (Granada, Barcelona), los más representativos
son los citados de Gibraltar. En la Meseta central sólo ha aparecido un fragmento perteneciente a una joven de
10−18 años en Los Casares (Guadalajara). Los neandertales poseían un cráneo de paredes gruesas, achatado y
alargado. Presentan marcados arcos superciliares. Todo ello contrasta con los cráneos del hombre moderno,
más redondeado y con las paredes óseas más delgadas. Disponían de una alta capacidad craneal (1.450
centímetros cúbicos). El robusto esqueleto, de tronco largo y piernas cortas, estaba bien adaptado a su forma
de vida cazadora−recolectora en un medio ambiente que con frecuencia era extremadamente frío, y que
concluyó con el último periodo glacial. Aunque los hombres eran más corpulentos que las mujeres, ambos
poseían una gran musculatura ya desde la infancia. Tenían una cabeza grande con unas prominentes narices y
un mentón retraído. Como promedio general, sus cerebros eran del mismo tamaño o mayores que el cerebro
del hombre moderno, lo que se relaciona más con el gran tamaño del cuerpo y su gran musculatura que a una
inteligencia más elevada. Eran grupos reducidos, tal como demuestran los asentamientos que se han excavado,
y la densidad de población era baja. Aunque la tecnología empleada por los neandertales era bastante sencilla,
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hay pruebas de que eran cazadores hábiles pero también se dedicaron a la pesca. La recolección tuvo un papel
muy destacado en la obtención de alimento, casi al mismo nivel que la caza, y con ellos aparecen las primeras
muestras de prácticas religiosas al enterrar a los muertos. Desaparecieron del registro arqueológico europeo
hace unos 30.000−35.000 años, probablemente como resultado de la aparición del hombre moderno que
competiría con los neandertales por los mismos recursos.
CONCLUSIÓN
Conclusión General:
Desde sus orígenes el hombre ha ido evolucionando.
En esta evolución el tamaño del cerebro ha cambiado. Antes el hombre tenia un cráneo de pequeño tamaño y
poca capacidad para el cerebro pero a mediada de que fue desarrollando una estructura de pensamiento el
tamaño del cráneo paso a ser grande y dejo el suficiente espacio para que también se desarrolle el tamaño del
cerebro y este, al desarrollarse, dio paso a la inteligencia actual del hombre.
Otra notable característica son los cambios en la forma de locomoción de los homínidos.
El hombre caminaba inclinado apoyando los nudiyos de las manos y al evolucionar empezó a caminar
solamente con las piernas (Bipedación) y utilizó las manos para construir armas y herramientas.
En particular, refiriendonos a nuestra opinión de grupo:
Nos intereso mucho cada uno de los pasos de evolución de los hominidos. Toda la información encontrada
nos trajo mas cultura y conocimiento sobre nuestros antepasados primitivos.
Nos impresiono el gran potencial del cerebro humano que se ha desarrollado a través de millones y millones
de años, la habilidad con que se manejaban y sus estrategias para cazar y construir armas y viviendas.
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