LOS NIÑOS Y LAS NIÑAS NECESITAN LÍMITES. ¿Qué queremos decir con esta frase tantas veces escuchada en boca de padres, educadores, maestros, psicólogos…? ¿Qué entendemos por “poner límites”? ¿De qué “límites” se trata? ¿Por qué es tan importante para la educación de nuestros niños (as), y a qué edad se supone que comienza esta tarea para los padres? Tal vez, detenernos en alguna de estas preguntas nos ayude a comprender más y nos oriente sobre esta cuestión de los “limites”. El niño, cuando llega al mundo, lo hace en un estado de máximo desamparo, de necesidad absoluta, y cuenta apenas con un bagaje de reflejos que le permiten sobrevivir sólo si hay otro (madre, padre o sustitutos). La mayoría de estos reflejos tenderán a desaparecer con el tiempo, y el pequeño irá poco a poco dejando de ser puramente biológico para introducirse en la cultura. La cultura, en sí misma, marca pautas, normaliza, ordena, y a ella accederá el niño a través de sus padres y es el primer encuentro del niño con los límites. Que el pequeño adquiera hábitos de alimentación, ritmos de sueño, costumbres, que empiece a diferenciar el día de la noche, que aprenda a pedir pis o caca, que pueda esperar para ello será asunto de los padres, y es esta la forma de incorporar poco a poco las normas que permitirán al niño el adecuado funcionamiento e integración dentro del mundo que lo rodea. Decimos entonces que la tarea de introducir límites se inicia a una edad muy temprana, y se mantendrá a lo largo de toda la educación de los niños. Los límites y los “no” deberán ir acompañados de palabras esclarecedoras que den cuenta del “porque” ya que siempre es conveniente dar explicaciones al niño, aunque este sea pequeño y pueda comprender sólo a posteriori. Esto marca la diferencia entre un “no” oportuno y un “no” caprichoso, que será más difícil de tolerar por el niño. Adema de poner palabra a los límites, es necesario que los padres puedan sostener esas palabras aunque esto pueda generarles angustia, ya que poner límites a los hijos puede ser muchas veces una tarea ingrata para ellos, sobre todo cuando nos encontramos con los berrinches o las angustias de los peques ante el “no”; berrinche esperable, porque el pequeño irá tanteando en este camino del crecimiento por dónde puede o no puede avanzar. El acuerdo entre ambos padres a la hora de poner límites a sus hijos será fundamental, ya que la desautorización o la duda traen aparejada la pérdida del valor que el niño pueda conceder a la palabra paterna o materna. Otra cuestión de suma importancia es que los padres puedan consolidar estas “reglas” con el ejemplo, ya que el exceso, la falta de normas y las transgresiones de papá y mamá generan, inevitablemente, transgresiones por parte de los hijos. (¿Cómo pedir a un niño o a una niña que se laven las manos antes de sentarse a la mesa si sus padres nunca lo hacen?) Los límites no serán los mismos en una u otra etapa del desarrollo del niño, así como tampoco lo será la posición de los padres. (Por ejemplo: una mamá no tendrá la misma actitud al iniciar al pequeño en el control de esfínteres, que ante una rabieta de su hijo porque quiere un capricho) También es necesario que los padres puedan discernir entre la importancia de poner límites y la intolerancia o exigencia con la que muchas veces se dirigen a los niños; es importante que respeten el tiempo y la subjetividad de los mismos y que estén atentos para evaluar si se trata de un capricho, una dificultad o de una llamada de atención a los padres en caso de que surjan situaciones de excesivo conflicto. Poner límites, no consiste solamente en enseñar al niño lo que “debe” o “no debe” hacer, es también introducir en él la posibilidad de adquirir hábitos que ordenen y guíen su vida. El hecho de que el adulto delimite, marque un camino, permitirá al niño crecer más seguro y tranquilo e incorporar las reglas y normas necesarias. “Así como el niño o la niña descubren el placer de una caricia, la ternura de una voz, la dulzura de una mirada, deberán encontrarse en su camino con el “no”, con aquello que marca la diferencia entre el orden y la armonía, y el desorden y la transgresión. Poner límites, transmitir reglas, es un acto de amor que debemos practicar con nuestros hijos para favorecer su crecimiento y su inserción en la sociedad”. Mariela Pascual Licenciada en Psicología.