WORLD RAINFOREST MOVEMENT

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WORLD RAINFOREST MOVEMENT
MOVIMIENTO MUNDIAL POR LOS BOSQUES TROPICALES
Secretariado Internacional
Ricardo Carrere (Coordinador)
Maldonado 1858; CP 11200
Montevideo - Uruguay
Tel: +598 2 413 2989
Fax: +598 2 410 0985
E-mail: [email protected]
Sitio web: http://www.wrm.org.uy
Boletín Nº 85 del WRM
Agosto 2004
(edición en castellano)
En este número:
* NUESTRA OPINION
- Bosques y monocultivos: cambiar algo para que no cambie nada
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* VISION DE CONJUNTO
- La agricultura y la ganadería de la deforestación
- La Revolución Verde: de cultivos para alimentar a cultivos para dominar
- La colonización y el papel de la agricultura en pocas palabras
- El modelo de “desarrollo” en el vértice de la deforestación
- Palma aceitera y soja: dos cultivos comerciales paradigmáticos de la deforestación
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* DEFORESTACION "FOR EXPORT"
AMERICA LATINA
- Plantaciones bananeras en América Latina
- Argentina: la soja avanza sobre los montes chaqueños
- Brasil: el “efecto hamburguesa” hoy como ayer amenaza los bosques
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AFRICA
- Costa de Marfil: el cacao, otra causa de deforestación
- Ghana: madereros y políticos, y no pequeños agricultores, son los culpables de la deforestación
- Senegal: deforestación por la expansión de monocultivos de maní
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ASIA
- Bangladesh: el bosque de Modhupur convertido en plantaciones de banana, papaya y piña
- China: la locura de la modificación genética
- Indonesia: la palma aceitera hace desaparecer los bosques
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Agosto 2004
NUESTRA OPINION
- Bosques y monocultivos: cambiar algo para que no cambie nada
Durante siglos, los pueblos que habitan los bosques y los que dependen de ellos para su subsistencia, pudieron
realizar actividades agrícolas y cría de ganado de una manera compatible con la conservación del ecosistema
bosque. Lo que fue posteriormente descrito en términos peyorativos por los expertos occidentales como
agricultura de “roza y quema” era en realidad un sistema que demostraba tener impactos mínimos y reversibles
en el bosque, permitiendo a su vez el sustento de las comunidades. Un sistema que en el lenguaje actual se
llamaría “sustentable”.
Todo cambió con la colonización, que no solamente despojó a las poblaciones locales de su libertad, sino que
también alteró sus sistemas productivos a través de la apropiación de territorios y la introducción de monocultivos
a gran escala, acompañados por sistemas de producción ajenos a las culturas y sociedades del lugar. Té, café,
caucho, cacao, caña de azúcar, bananas, fueron algunos de los cultivos nuevos, cuya finalidad no era la de
proveer a la gente de alimentos y otros productos necesarios --como lo hacían los sistemas tradicionales-- sino
de explotar la naturaleza y las poblaciones locales para beneficio de los intereses económicos de los
colonizadores.
La situación empeoró con el desarrollo de la ciencia y la tecnología occidentales, y particularmente con la
imposición de la “Revolución Verde” y su paquete tecnológico. La maquinaria moderna posibilitó la destrucción
del bosque (mediante tractores y motosierras), mientras que la utilización de las variedades de cultivos llamadas
“de alto rendimiento” abrieron la puerta a la aplicación de productos químicos muy tóxicos (plaguicidas) y
fertilizantes químicos que degradaron aún más el ecosistema del bosque y la salud de sus pueblos.
Posteriormente se introdujo la cría de ganado en gran escala en los trópicos, pero también dentro del marco del
pensamiento de la Revolución Verde. Se identificaron razas de ganado y especies de pasturas diferentes para
adaptarlas a los ambientes tropicales y subtropicales, provocando una deforestación generalizada en todos los
casos en que se acertaba en la elección del animal y la pastura adecuados.
El resultado es un desastre, tanto en términos sociales como ambientales. La Revolución Verde ha provocado
hambre generalizada, pobreza, enfermedades relacionadas con los agroquímicos, desplazamiento de
poblaciones y violaciones de los derechos humanos. También ha provocado erosión del suelo, salinización,
contaminación y agotamiento del agua, pérdida de la biodiversidad natural y agrícola y deforestación
generalizada.
El mundo --y en especial el Tercer Mundo-- todavía está a la espera de que la Organización de las Naciones
Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) --la principal promotora de la Revolución Verde-- haga una
evaluación seria acerca del sufrimiento que ha causado a millones de seres humanos y a los ecosistemas del
mundo.
Para empeorar aún más las cosas, la producción en masa de los mismos productos agrícolas en numerosos
países, junto con el estricto control de los precios por parte de unas pocas empresas transnacionales y gobiernos
del Norte, ha provocado la caída sistemática de los precios de esos productos básicos y el aumento de los
precios de la maquinaria y los insumos agrícolas controlados por el Norte. Para cumplir con las obligaciones
externas, los gobiernos del Sur han promovido la expansión de la frontera agrícola, aumentando así los
problemas inherentes al modelo de la Revolución Verde y haciendo descender aún más los precios debido al
aumento de los niveles de producción.
A pesar de todos esos problemas, lo cierto es que el sistema funciona muy convenientemente en beneficio de los
intereses que estaba destinado a servir. El Norte es cada vez más rico y también lo son las elites locales del Sur.
El hecho de que haya cantidades importantes de pobres en el Norte y pobreza en gran escala en el Sur no
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parece importar mucho al comercio internacional. Lo que realmente importa es que las empresas transnacionales
están conformes con las utilidades que obtienen.
Lo antedicho explica en parte por qué se sigue aplicando un modelo tan destructivo. Otra parte de la explicación
tiene que ver con los intereses contradictorios dentro de las distintas transnacionales. En este aspecto es
interesante señalar que las soluciones oficiales a la deforestación se centran más en la instrumentación de áreas
protegidas que en resolver los verdaderos problemas. ¿Por qué? El hecho es que algunas transnacionales
necesitan que se conserve la biodiversidad (como insumo para las industrias biotecnológica y farmacéutica)
mientras que otras necesitan provisión abundante y barata de productos básicos obtenidos de monocultivos en
gran escala. Al mismo tiempo, algunas transnacionales apuntan a la apropiación y comercialización de los
recursos hídricos --y por lo tanto están interesadas en la conservación de las fuentes de agua-- mientras que
otras dependen de la comercialización de productos (como los agroquímicos) que provocan la contaminación del
agua. Las áreas protegidas ofrecen una solución a ambos intereses: conservación de la biodiversidad y del agua,
en el interior del área protegida, y destrucción ambiental general fuera de la misma.
Esta situación trae a la memoria una de las obras maestras del cine italiano, Il Gattopardo, en la que uno de sus
personajes principales --perteneciente a la clase feudal-- explica a su tío sus razones para adherir a la lucha
contra la monarquía, diciendo: “Es preciso que algo cambie para que todo siga como está”.
inicio
VISION DE CONJUNTO
- La agricultura y la ganadería de la deforestación
Los bosques tropicales han sido habitados durante miles de años por comunidades que hicieron uso de ellos
para su sustento en diversas formas, incluso a través de la agricultura. Se trataba de un tipo de producción
agrícola que tenía en cuenta las interacciones de los cultivos y era llevada a cabo de forma tal que no suponía la
destrucción del bosque sino que convivía con él. Promovieron zonas en que concentraron diversidad de especies
útiles para consumo humano, dentro de un escenario diverso, sin socavar las bases biológicas del bosque. Hay
estudios que indican que aproximadamente el 12% de los bosques amazónicos son “resultado de un manejo
prolongado por parte de poblaciones prehistóricas”.
Pero a partir de las intervenciones colonialistas, los países colonizados --el Tercer Mundo-- fueron incorporados
al mercado mundial y para ello se introdujo un modelo agrícola que socavó los sistemas indígenas de tenencia
de la tierra y manejo de los recursos. Ya fuera en América Latina, África o Asia, la intención común de los
colonizadores fue convertir economías previamente autosuficientes en zonas de producción agrícola para la
exportación, haciendo hincapié en la “productividad” entendida como el máximo rendimiento de un cultivo
principal, contabilizado aisladamente del resto del ecosistema. Se implantaron así la rotación de cultivos con uso
de forraje, actividades de cría extensiva de ganado también con escasa diversidad genética y posteriormente una
serie de innovaciones tecnológicas que aplicadas a la agricultura llevaron a la fabricación de fertilizantes
químicos, maquinaria y motores (ver artículo sobre la Revolución Verde en este mismo número), que
profundizaron el modelo productivo.
Aún cuando los países fueron conquistando la independencia política, el modelo no cambió, y en términos
generales quedaron cautivos de la dependencia comercial y económica de los mercados del Norte, con la
complicidad de las elites nacionales en el poder --económico y político-- y la promoción decisiva de organismos
internacionales como el Banco Mundial y la FAO. Esa dependencia se ha ido profundizando cada vez más,
creando inestabilidad, pobreza y degradación ambiental en los sistemas agrarios de los países del Tercer
Mundo.
Se ha identificado a la expansión agrícola y ganadera como una de las principales causas de deforestación y
degradación de los bosques en varios países del mundo. En el caso de la agricultura, se trata de un factor de
deforestación a dos puntas: directo e indirecto.
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La agricultura o plantación comercial suele ser un negocio agrícola practicado por empresas. A través de un
acuerdo de concesión, de la compra de la tierra o de una ocupación informal de la misma, las empresas toman
posesión de la tierra con la intención de convertirla a otros usos. En el caso de las zonas tropicales, esta
posesión se extiende a los bosques, que son convertidos para la siembra de cultivos comerciales como el
azúcar, la palma aceitera, el caucho, el café, el cacao y las frutas tropicales (bananas, cítricos, etc.). En este
caso se produce una deforestación directa por parte de las empresas para convertir a los bosques en zonas
agrícolas. La superficie de plantaciones de palma aceitera en Indonesia, por ejemplo, ha aumentado de manera
extraordinaria en los últimos años, a expensas de los bosques y de los barbechos de matorrales que crecen
luego de la agricultura de roza y quema. La experiencia de Indonesia con el aceite de palma se ha repetido en
muchos otros países tropicales en los últimos años.
Pero la agricultura comercial también produce una deforestación indirecta en la medida que las fincas
comerciales ocupan las tierras más fértiles y mejor ubicadas de los valles, desplazando a la creciente población
rural que depende de la agricultura para su subsistencia. Sin acceso a las tierras de vocación agrícola de su área
inmediata, y en general en el marco de una situación de desempleo, los pequeños agricultores son expulsados y
deben emigrar, muchas veces a tierras menos fértiles y productivas o a zonas de bosque. En la década del
setenta, las cooperativas de palma aceitera que se instalaron en los valles de la costa norte de Honduras
implicaron el desplazamiento de miles de pequeños agricultores y criadores de ganado hacia las empinadas
laderas boscosas y los terrenos de aluvión, que deforestaron para instalar sus fincas y campos de pastoreo. Lo
trágico es que la mayor parte de esas tierras no son aptas para la agricultura o el pastoreo a largo plazo pues
una vez que la cubierta forestal ha sido eliminada, el área queda expuesta a la erosión y a la pérdida de
minerales y nutrientes y el resultado es un suelo empobrecido. Es por eso que la agricultura de supervivencia
practicada en el bosque tropical recurre al sistema migratorio de “roza y quema”, pues quemar la vegetación
aporta nutrientes al suelo por un tiempo, si bien después se cambia de zona para dejar que el bosque se
restablezca plenamente.
Además de los impactos ambientales negativos que son comunes a todas las formas de deforestación, la
agricultura comercial trae aparejada una serie de problemas relacionados con el uso de productos químicos
como fertilizantes, plaguicidas y herbicidas que inciden en el deterioro de la salud de los trabajadores y la
contaminación de los cultivos, los suelos y las aguas subterráneas. En las plantaciones de banano, por ejemplo,
los plaguicidas se utilizan en las plantas y en el suelo para matar los animales que son plaga para el cultivo. Pero
también matan otros animales y deterioran la salud del ecosistema. Las plantaciones de banano también utilizan
diques de riego y tubos subterráneos para el transporte de agua, alterando el equilibrio hidrológico de la tierra.
Una vez que un cultivo producido en sistema intensivo en una zona de bosque es abandonado, puede pasar
mucho tiempo, incluso siglos, antes de que el bosque pueda volver a crecer, si es que lo hace.
En un modelo similar al de la agricultura comercial, la ganadería se ha desarrollado como una producción de tipo
industrial, centrada en una reducida diversidad genética, con destino a la exportación a los mercados de los
países industrializados, para la producción de hamburguesas en las cadenas de comida rápida y de productos
cárnicos congelados. La expansión de la cría de ganado ha sido promovida también por el Banco Mundial y el
Banco Interamericano de Desarrollo, así como por incentivos fiscales y ha estado íntimamente vinculada a la
concentración de la tierra. Los hacendados ocupan grandes extensiones de zonas de bosque y ellos mismos los
talan o bien compran las “mejoras” (áreas deforestadas) llevadas a cabo por los pequeños agricultores. En el
pasado, los ganaderos prefirieron las tierras de las zonas de bosque seco por la simplicidad de su manejo para la
cría de ganado y pastizales, pero posteriormente se produjo la tala intensiva del bosque tropical húmedo, tanto
en América del Sur como en América Central.
La destrucción ecológica causada por los programas ganaderos es de largo plazo y a menudo irreversible. Se
agotan rápidamente los nutrientes de la tierra, que además es invadida por malezas tóxicas. En pocos años la
tierra está tan degradada que debe ser abandonada.
Artículo basado en información obtenida de: “A Brief History of Agriculture”,
http://www.planetaorganico.com.br/enhistor.htm ; “Asuntos forestales. Deforestación: Bosques Tropicales en
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Disminución”, http://www.rcfa-cfan.org/spanish/s.issues.12-5.html ; Throwing a Monkey Wrench into the Industrial
Farm Machine”, Eco-Logical, http://www.grinningplanet.com/2004/04-06/industrial-agriculture-1-article.htm ;
“Saving What Remains”, http://www.mongabay.com/1002.htm ; “Rainforest Destruction. Causes, Effects & False
Solutions”, World Rainforest Movement, 1999.
inicio
- La Revolución Verde: de cultivos para alimentar a cultivos para dominar
En 1944 la Fundación Rockefeller financió la introducción de una serie de tecnologías a la producción agrícola de
México, a partir de lo cual se creó un modelo de producción agrícola denominado “Revolución Verde”, que tiene
como categoría central el concepto de “variedades de alto rendimiento”, desarrolladas en el marco de
monocultivos apoyados por un paquete tecnológico que incluye la mecanización, el riego, la fertilización química
y el uso de venenos para el combate de plagas.
A lo largo de las décadas de 1960 y 1970, la FAO expandió esas tecnologías a todo el mundo anunciando que la
ciencia de la Revolución Verde constituía una receta “milagrosa” para la prosperidad, para resolver el hambre del
mundo y para lograr la paz.
La aplicación de ese modelo tuvo (y continúa teniendo) una enorme incidencia en el aumento de las tasas de
deforestación, por la sustitución de áreas de bosques por monocultivos industriales a gran escala. Además, la
Revolución Verde no sólo no resolvió, sino que aumentó el problema del hambre en el mundo, contribuyendo a la
pérdida de medios de vida de las comunidades rurales y a su expulsión hacia la áreas urbanas. La inmensa
mayoría de los actuales barrios marginales de las ciudades del Sur son el resultado directo de la aplicación de
ese modelo.
Los ejemplos abundan. La región del Punjab, en la India, fue en su momento publicitada como el caso modelo de
la Revolución Verde. No obstante, veinte años después, los resultados fueron otros. En lugar de ser una tierra de
prosperidad, el Punjab quedó con suelos erosionados, cultivos infestados por plagas y agricultores endeudados y
descontentos. En lugar de paz, el Punjab ha heredado conflictos y violencia.
La introducción de las semillas “milagrosas” se basó en una medida del rendimiento que ignora el contexto que
rodea a los sistemas de cultivo. La relación simbiótica entre suelo, agua, animales de granja y plantas, propia de
la agricultura indígena y tradicional, en la Revolución Verde se transforma en la interacción de los insumos: las
semillas híbridas (y en la actualidad crecientemente transgénicas), el riego y los agroquímicos (fertilizantes,
plaguicidas, herbicidas). En la evaluación de los rendimientos no se toman en cuenta las interacciones entre ese
“paquete” y los sistemas del suelo y del agua, es decir, sus nocivos impactos ambientales.
En realidad, el rasgo característico de las semillas de la Revolución Verde es que tienen una muy buena
respuesta a ciertos insumos externos como fertilizantes y riego, pero en caso de que éstos les falten, su
rendimiento es peor que las variedades tradicionales. Por otra parte, la estrategia de aumentar la producción de
un único componente agrícola se hace a costa de disminuir otros componentes y aumentar los insumos externos,
por lo que el “alto rendimiento” puede dejar de serlo si se lo considera a nivel del sistema. En ese sentido, la
medida del rendimiento está restringida al aspecto comercial de los cultivos y sacrifica los otros usos de la planta.
Así, el aumento de la producción comercial de los cultivos se logró a costa de disminuir biomasa para los
animales y el suelo y de disminuir la productividad del ecosistema debido al uso excesivo de los recursos.
La Revolución Verde creó el marco para el ingreso del sector comercial en la agricultura, al establecer la
dependencia de semillas híbridas –la base de un mercado privado de semillas- de reducida diversidad genética.
Siglos de innovación campesina fueron abandonados. Con la Revolución Verde, el capitalismo occidental
penetró en lo más hondo de la producción agrícola, y la diversidad tradicional fue reemplazada por una
agricultura a gran escala de cultivos comerciales, orientada a la exportación y sustentada en un sistema de
grandes bancos que la financian, empresas de semillas y de agroquímicos, intermediarios y organismos
multilaterales que propiciaron el modelo.
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No solamente se pierde biodiversidad local --se calcula que en los últimos 100 años hubo una pérdida del 75%
de la diversidad genética agrícola-- sino también prácticas agrícolas de autosuficiencia. A su vez, los pequeños y
medianos agricultores quedan cautivos del endeudamiento para comprar insumos externos, así como de
mercados sobre los que no tienen control alguno.
En el mundo “globalizado”, la agricultura perdió su esencia de producir alimentos y se convirtió en una fábrica
más de mercancías para el juego de los mercados, cuyos resortes están en manos de los grandes capitales y
con los cuales dominan al mundo. Pero en el mundo de los humanos, la agricultura sigue siendo otra cosa. En el
sentir de los indígenas zapotecos de Oaxaca, México: “Cuando se siembra el maíz, se echan cuatro granos por
golpe, porque uno es para los animales silvestres, otro es para los que les gusta lo ajeno, otro para los días de
fiesta y otro más para consumo familiar; los criterios de rendimiento, eficiencia y productividad occidentales son
ajenos a la cultura zapoteca. El maíz no es un negocio, es el alimento que permite la supervivencia, que nos
sustenta y nos alegra, por eso antes de plantarlo lo bendecimos para pedir una buena cosecha para todos”.
Artículo basado en información obtenida de: “The violence of the Green Revolution”, Vandana Shiva, 1991;
“Intellectual Property Rights: Ultimate control of agricultural R&D in Asia”, GRAIN,
http://www.grain.org/briefings/?id=35 ; “El día en que muera el sol”, Silvia Ribeiro, Biodiversidad, sustento y
culturas, Nº 3º, julio de 2004.
inicio
- La colonización y el papel de la agricultura en pocas palabras
A partir del siglo XV, el progreso tecnológico le permitió a Europa tomar una enorme delantera en el trazado del
mapa mundial, con la invasión del continente americano, la aniquilación casi total de la población indígena y la
apropiación absoluta del poder político y económico.
La economía de América se reestructuró y orientó según los requerimientos de Europa. Se sustituyó una
agricultura diversa por un sistema de grandes plantaciones para producir azúcar, algodón y tabaco para el
mercado europeo, bajo un sistema de monocultivo que en general, tras su utilización reiterada, resultó prejudicial
para los suelos y dejó a los países vulnerables a enfermedades vegetales que se extendieron por todos los
cultivos. Se degradó o perdió la diversidad biológica y agrícola local y se talaron los bosques.
Las plantaciones americanas se basaron en la explotación de esclavos africanos que convirtieron a África en un
anexo de América, con la función de suministrarle mano de obra esclava. Unos cien millones de africanos fueron
cazados en forma salvaje con este objetivo.
En el siglo XIX, la agricultura de monocultivo en gran escala que había sido introducida en América también fue
impuesta en África por los europeos, sobre los mismas bases: proporcionar materias primas a bajo costo a los
mercados europeos.
Caña de azúcar, tabaco, algodón, té, arroz y café eran algunos de los principales productos que se cultivaban en
las colonias, que paradójicamente tuvieron que comenzar a importar alimentos porque los cultivos comerciales
ocupaban generalmente la mayoría de la tierra cultivable disponible, en algunos casos hasta el 80 por ciento.
La caña de azúcar requería una cantidad importante de mano de obra (originalmente esclavos). Plantada como
monocultivo, rápidamente agotó los suelos. Hacia 1700, Brasil era la principal zona de producción de azúcar del
mundo, y la mayor parte de las islas del Caribe se convirtieron en grandes plantaciones de caña de azúcar.
El tabaco se producía originalmente en fincas pequeñas, y posteriormente en plantaciones de gran tamaño con
mano de obra esclava. También el algodón fue una material prima clave para la Revolución Industrial, que
originalmente se centró en la industrial textil, especialmente en los productos de algodón. La mayor parte del
algodón se producía en plantaciones. Al igual que el azúcar y el tabaco, agotó rápidamente los suelos.
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El té como cultivo comercial llegó a dominar las economías del sudeste asiático. En India se talaron los bosques
para establecer plantaciones de té en las colinas de la provincia de Assam.
Antes de que se estableciera el control europeo el arroz había sido cultivado durante siglos por los campesinos
del sudeste asiático para su propio consumo o para comerciarlo en los mercados locales. Gran Bretaña anexó
Birmania en 1852 y estableció extensos arrozales para exportar arroz a Gran Bretaña (la superficie ocupada por
el cultivo de arroz se multiplicó por 20 entre 1855 y 1920). También la apertura del canal de Suez en 1869 facilitó
el transporte de productos agrícolas desde Asia. Francia ocupó Indochina en 1861 y realizó transformaciones
similares. Tanto en Birmania como en Indochina, las grandes plantaciones expulsaron a los pequeños
propietarios de tierras y dejaron a los aparceros en un estado de endeudamiento permanente.
El café es nativo de África, pero fue producido por primera vez como cultivo comercial en Ceilán a fines del siglo
XVII, y posteriormente en Java. Después de un brote de plaga del café en la década de 1870, la producción del
sudeste asiático disminuyó. Brasil pasó al frente y se convirtió en el principal proveedor del mundo. Dado que las
plantaciones de café agotan el suelo con mucha rapidez, en el siglo XIX se abrieron nuevas fincas a medida que
los ferrocarriles penetraban cada vez más en los bosques.
La independencia de los estados americanos y posteriormente de los africanos no trajo aparejado un cambio de
la estructura económica y social. Los modelos agrícolas, comerciales y de propiedad de la tierra establecidos
durante el período colonial se mantuvieron. La diversificación resultó difícil, por lo que las colonias recientemente
independizadas intentaron simplemente producir más de los mismos cultivos comerciales que venían
produciendo hasta entonces. Esto tuvo como consecuencia un aumento de la dependencia de esos mismos
productos y una respuesta general de buscar incluso más productos para exportar a cambio de divisas. Las elites
locales recién surgidas también ayudaron a mantener la dependencia comercial, que en general se reforzó con
los tratados económicos y financieros con las antiguas potencies coloniales y /o sus sucesores.
En las primeras etapas del imperialismo occidental, Asia no necesitaba nada de lo que Europa ofrecía. Las
potencies europeas podían participar solo como intermediarios de los artículos comúnmente comercializados en
los mercados asiáticos de ese entonces. Sin embargo, el colonialismo europeo transformó el paisaje del sudeste
asiático y las vidas y formas de sustento de sus pueblos al controlar, cercar y fragmentar la región en formas
totalmente nuevas y foráneas, menoscabando su identidad común. Entre 1870 y los primeros años del siglo XX,
el colonialismo europeo creó un sistema de estados totalmente nuevo en el sudeste asiático.
Desde principios del siglo XVIII en adelante, la producción y el comercio de café de la Compañía Holandesa para
las Indias Orientales atestó las colinas del oeste de Java con árboles de café importados y luego se llevó lo
producido para venderlo en Europa. En forma similar, desde fines del siglo XVIII y durante casi cien años, los
españoles trataron de establecer en Filipinas el monopolio de la producción y comercialización de tabaco en
ciertas zonas de Luzón. A partir de la década de 1830, los holandeses obligaron a millones de campesinos
javaneses a plantar enormes extensiones de café, azúcar, índigo y otros productos tropicales para su
exportación y venta en Europa.
El modelo productivo de monocultivo orientado a la exportación impuesto por el sistema colonial --tanto en el
pasado como en el presente-- se ha sostenido a expensas de los pueblos y los ecosistemas, en especial los
bosques. Aquellas culturas que habían vivido en estrecho contacto con la naturaleza crearon una relación
bastante equilibrada con su medio ambiente, que podría ser una referencia a seguir. Pero primero la antigua y
después la nueva colonización abrieron una brecha que hizo que el mundo entero entrara en el callejón sin salida
en que actualmente se encuentra.
Artículo basado en información obtenida de: “The Third World”,
http://www.yorku.ca/bwall/nats1840/lecturesx4/4x11thirdworld.pdf ; “Reinventing a Region: Southeast Asia and
the Colonial Experience”, Robert Elson, http://www.palgrave.com/pdfs/1403934762.pdf
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- El modelo de “desarrollo” en el vértice de la deforestación
La agricultura y la ganadería son causas directas de deforestación. Pero es necesario mirar en profundidad y ver
qué las impulsan, quiénes se benefician, cómo surgen. Podría decirse que se trata de un proceso en embudo. En
la periferia se ubica lo más visible, la desaparición del bosque como consecuencia de esas actividades.
Ahondando, se identifican una serie de políticas y programas que las promueven, así como los actores que las
aplican y se benefician de ello, incluso actores de deforestación que no necesariamente son beneficiarios sino
más bien víctimas de dichas políticas. Finalmente, en el vértice del embudo se ubica el origen del proceso: un
modelo de desarrollo de índole industrialista, sustentado en estructuras desiguales en que la concentración de
riqueza por un lado provoca la pobreza por el otro y cuya filosofía es la de relacionarse con el mundo --y la
naturaleza-- con una mirada estrictamente comercial.
Ya hemos hablado de las manifestaciones más visibles de la deforestación por la expansión agrícola y ganadera
(ver el artículo “La agricultura y la ganadería de la deforestación” en este mismo número). En cuanto a las
políticas que resultan un incentivo para el sector se identifican, a escala nacional, una serie de medidas
gubernamentales tales como créditos subvencionados (a una tasa de interés más baja que la comercial), tasas
reducidas de impuestos sobre la renta e impuestos comerciales, exención de pago de impuestos a la importación
de maquinaria agroindustrial, investigación y actividades de extensión rural desde el Estado, que han actuado
como poderosos factores de legitimación y consolidación del modo industrial de producción agraria.
El problema de la tenencia de la tierra se cuenta también como una de las causas subyacentes de la
deforestación. Los procesos han sido diferentes en las distintas regiones del mundo, pero en todos el rasgo
común ha sido que las tierras que tradicionalmente estaban en manos de comunidades --indígenas o
campesinas-- son entregadas a agentes comerciales nacionales o extranjeros.
Entre las diversas situaciones de problemas con la tenencia de la tierra vinculadas a la agricultura y a la
deforestación es posible identificar dos principales:
* cuando la situación de desconocimiento de los derechos de la comunidad sobre sus territorios se da en el
propio bosque. Esto en general implica la expulsión de las comunidades que habitan el bosque para permitir el
ingreso de agentes externos que inician el proceso de deforestación en la medida que lo incorporan al circuito de
producción intensiva destinada a la exportación.
Este ha sido en general un proceso característico de Asia y en cierta medida de África.
* cuando dicha situación de desconocimiento de los derechos sobre la tierra se da en zonas externas al bosque.
Este proceso determina la migración -espontánea o auspiciada por el gobierno- hacia el bosque, con el
consiguiente proceso de deforestación.
En el caso de América Latina, por ejemplo, los gobiernos se han servido de los bosques como una especie de
“válvula de escape” para la presión sobre la tierra y su consiguiente problema social y económico. Es así que
algunos planes de colonización han ofrecido el acceso libre a tierras de bosques, muchas veces acompañados
de proyectos de construcción vial con fondos de la banca multilateral (aumentando la deuda externa) para abrir y
“desarrollar” los bosques. En otros casos, como parte de proyectos de “desarrollo”, se han aplicado programas
de colonización que implican que para acceder a los derechos de tenencia los colonos deben “limpiar” la tierra, lo
que implica talar el bosque. En este caso, la deforestación termina considerándose como una “mejora” del suelo
y una expresión de la voluntad de los ocupantes de “mejorar” su propiedad. Este mismo proceso se repite, si bien
en otra situación, con la ganadería.
América Central es una de las regiones mejor conocidas en las que la expansión de la cría de ganado ha
causado una deforestación severa. La ganadería ha formado parte de la cultura de las áreas rurales de América
Central desde la época de la colonización española. En manos de grandes terratenientes, la ganadería se
concentró en los suelos fértiles de los valles de las tierras altas de los istmos y a lo largo de la Costa del Pacífico.
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Con la apertura de los mercados estadounidenses para la carne vacuna barata y el mejoramiento de la
infraestructura local en la segunda mitad del siglo XX, los ganaderos ampliaron sus operaciones incursionando
en los bosques tropicales húmedos de la Costa Norte. Muchos tomaron posesión de grandes extensiones de
bosques y contrataron trabajadores para talarlos con motosierras y quemas. Sin embargo, un método más
común de adquirir nuevos pastizales era el de comprar las “mejoras” que los agricultores de roza y quema
habían efectuado en tierras sin título. Estas denominadas “mejoras” no eran más que unas pocas áreas de
bosque que los agricultores habían clareado para plantar sus cultivos. Luego de haber obtenido los derechos de
los ocupantes de la tierra, el ganadero completaba la limpieza de la misma, sembraba el pasto y cercaba la
propiedad. Una vez que la tierra era transferida al ganadero, el agricultor se trasladaba más lejos dentro del
bosque tropical para repetir el mismo ciclo de deforestación.
Las políticas internacionales han sido también decisivas para la expansión del modelo industrial en el agro. Tal
es el caso de los programas de ajuste estructural diseñados por los organismos multilaterales (Banco Mundial y
Fondo Monetario Internacional) a cuya aplicación se condiciona el otorgamiento de nuevos préstamos y
moratorias sobre la deuda que agobia a los países empobrecidos del Sur. Los programas de ajuste estructural
han fomentado la expansión de cultivos de exportación, acelerando directamente la tala de bosques para su uso
agrícola o ganadero, como una receta para obtener divisas. Y muchas veces eso, como ya hemos visto, también
ha implicado el desplazamiento de pequeños agricultores o agricultores de subsistencia, que han sido empujados
a los bosques, donde practican la agricultura de roza y quema.
Todo este engranaje va introduciendo, lenta o rápidamente, la idea que está en el corazón del modelo de
desarrollo, de que las actividades válidas son las que se traducen en ganancias económicas a corto plazo. Las
actividades que no generen directamente valores monetarios son poco estimadas en un contexto semejante,
orientado al mercado. Para que ese tipo de sistema funcione son necesarias tres cosas que están a su vez
íntimamente ligadas: producción en gran escala, producción en forma de monocultivo (sea vegetal o animal) y
concentración de tierra y capital.
Así, las formas de relacionarse con la tierra, el agua, las plantas, los animales, las semillas, se han
“desacralizado” –por definir una forma de sentir propia de las culturas íntimamente ligadas a la naturaleza y los
ciclos naturales- pasando a ser considerados meros "recursos" para la obtención de ganancias. Las formas de
relacionamiento social de ese sistema también perpetúan la inequidad a través de modelos de tenencia de la
tierra injustos, el desconocimiento de los derechos de los pueblos indígenas y tradicionales, un comercio
internacional injusto que no contempla el verdadero valor de los productos y se aprovecha de prácticas de
dominio monopólico y de modelos de consumo insustentables que constituyen una de las bases del comercio
internacional. Para la ideología dominante ahora todo pasa a ser mercancía que deberá ser dada en tributo al
nuevo dios del mercado globalizado, bien custodiado por los nuevos sacerdotes: empresas transnacionales,
organismos multilaterales y elites locales en el poder.
Artículo basado en información obtenida de: “Marketing the Earth. The World Bank and Sustainable
Development”, FOE, Halifax Initiative, http://www.foe.org/res/pubs/pdf/marketingtheearth.pdf ; “Asuntos
forestales. Deforestación: Bosques Tropicales en Disminución, http://www.rcfa-cfan.org/spanish/s.issues.125.html ; “Deforestation of Tropical Rain Forests, Rain Forest Report Card, BSRSI,
http://www.bsrsi.msu.edu/rfrc/deforestation.html
inicio
- Palma aceitera y soja: dos cultivos comerciales paradigmáticos de la deforestación
La deforestación de los bosques tropicales ha tenido lugar a razón de 10-16 millones de hectáreas por año
durante las dos últimas décadas, y no da señales de disminuir. Ya ha desaparecido el 16% de la totalidad de la
selva Amazónica y cada día se pierden otras 7.000 hectáreas de bosque –una superficie de 10 por 7 kilómetros.
Las causas son complejas y a menudo están interrelacionadas, pero entre ellas juega un papel la agricultura
comercial en gran escala.
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Agosto 2004
En años recientes, entre los cultivos de más rápida expansión en los trópicos han figurado la palma aceitera y la
soja, plantados principalmente como monocultivos en gran escala destinados a la exportación. A nivel mundial, el
área de palma aceitera aumentó en un 43% (10,7 millones de hectáreas) y el área de soja en un 26% (77,1
millones de hectáreas) durante el período 1990-2002. Las políticas gubernamentales han facilitado esta
expansión que ha ocurrido principalmente en Indonesia y Malasia (en el caso de la palma aceitera), y en
Argentina, EE.UU. y Brasil (en el caso de la soja). En Brasil, en 1940 había sólo 704 hectáreas de plantaciones
de soja, cifra que para el año 2003 aumentó a 18 millones de hectáreas.
El impacto más directo de este proceso ha sido la deforestación de aproximadamente 2 millones de hectáreas de
bosque tropical en el caso de Indonesia ya en 1999, y la pérdida de vastas áreas de bosques en la región centrooeste de Brasil para dar lugar a las plantaciones de palma aceitera y soja. Los plaguicidas y herbicidas
inherentes a estos monocultivos terminan de exterminar los últimos vestigios de biodiversidad capaz de coexistir
con las plantaciones, y disminuyen significativamente la posibilidad de restauración del hábitat. En Indonesia y
Brasil, las compañías de palma aceitera y soja han estado relacionadas con incendios devastadores en los
bosques, que sólo entre 1997 y 1998 destruyeron más de 11,7 millones de hectáreas de bosque y otros tipos de
vegetación en Indonesia, y 3,3 millones de hectáreas de bosque y otros tipos de vegetación en el estado de
Roraima, en el norte amazónico de Brasil.
La soja es un cultivo muy apropiado para una producción basada en el uso intensivo de capital y en la siembra a
gran escala. Los principales productos derivados de la soja son la harina de soja (la principal harina oleaginosa
del mundo para ración animal) y el aceite de soja (el aceite vegetal de mayor consumo mundial). Sólo una
pequeña parte de la cosecha mundial es procesada como porotos de soja enteros para consumo humano,
principalmente en Asia. La producción de soja se ha desarrollado al impulso de una creciente demanda de ración
para ganado en Europa, aunque últimamente también como consecuencia del crecimiento del mercado chino
para la producción de aceite.
Brasil es el segundo productor mundial (50 millones de toneladas o 26% de la producción en 2003), detrás de los
EE.UU. (38%). Argentina, Paraguay y Bolivia tienen una participación en el mercado del 18%, 2% y 1%
respectivamente. Otros grandes productores son China e India (8% y 2% respectivamente).
La soja tradicionalmente se cultiva en las regiones templadas y subtropicales de todo el mundo, pero ahora se
está expandiendo hacia regiones tropicales. La región amazónica está siendo directamente afectada, ya que se
han desarrollado nuevas variedades tropicales de soja de alto rendimiento específicamente para la expansión del
cultivo en esta región. De acuerdo con datos del Instituto Nacional de Investigación Espacial de Brasil, la tasa de
pérdida anual de bosques en la Amazonia aumentó en un 40% en el año 2002, principalmente como resultado de
la presión para reemplazar zonas de bosque por cultivos de soja y producción de ganado.
Argentina adoptó la producción de soja transgénica. Se calcula que hasta 2003 la expansión del área plantada
con soja se produjo a expensas de otros cultivos agrícolas; hoy, en cambio, el 75% del aumento del área de
plantaciones de soja tiene lugar en las partes húmedas de la región del Chaco y el restante 25% en la Mata
Atlántica de la Provincia de Misiones.
En Bolivia, la soja se expandirá a expensas de zonas del Bosque (seco) Chiquitano, mientras que en Paraguay lo
hará a costa de la Mata Atlántica. Aunque en Paraguay la soja transgénica es formalmente ilegal o está
severamente restringida, está siendo plantada igualmente en forma creciente, un proceso que también ha
ocurrido en el sur de Brasil.
El comercio y la molienda de soja en los cuatro países sojeros de América del Sur son dominados por un
reducido número de grandes compañías internacionales que manejan el comercio exterior de productos básicos:
Archer Daniels Midland (ADM), Bunge, Cargill (las tres con base en los EE.UU. y con el control del 80% de la
industria de molienda de soja en Europa), y Louis Dreyfus, de Francia. Aunque estas compañías habitualmente
no invierten en el cultivo de soja como tal, su influencia en la expansión del sector es muy importante. Los
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plantadores de soja a veces dependen de estas compañías de comercio exterior para obtener semillas, créditos
y otros insumos.
Los accionistas financieros de las cuatro compañías de comercio y molienda antes mencionadas son ABN
AMRO Bank (Países Bajos), Bank of America (EE.UU.), BNP Paribas (Francia), Citigroup (EE.UU.),
Commerzbank (Alemania), Crédit Agricole (Francia), Crédit Lyonnais (Francia), Crédit Suisse (Suiza), Deutsche
Bank (Alemania), HSBC Bank (Reino Unido), ING Bank (Países Bajos), IntesaBci (Italia), J.P. Morgan Chase &
Co (EE.UU.), Rabobank (Países Bajos), Société Générale (Francia).
La palma aceitera es originaria de África Central, donde su cultivo como producto básico es central para el
sustento de millones de pequeños agricultores. Pero en cualquier otra parte del mundo se ha transformado en un
gran negocio, y es cultivada principalmente en plantaciones de gran escala. El aceite de palma es un aceite
vegetal derivado de la palma aceitera. Su consumo a nivel mundial es segundo entre los aceites comestibles
(detrás del de soja), y tiene una gran variedad de usos –desde champú a papas fritas, pasando por comidas
congeladas y cosméticos.
Las plantaciones comerciales de palma aceitera se han expandido a través de los trópicos, teniendo mayor
presencia en el sureste de Asia, particularmente Malasia, Indonesia y Papúa Nueva Guinea, donde constituyen la
causa principal de destrucción de los bosques tropicales. Los índices de la industria muestran que casi la mitad
(48 por ciento) de las plantaciones del sureste de Asia se han establecido en tierras de algún tipo de bosque
primario o secundario. El uso del fuego para despejar las zonas de plantación también fue una de las causas
principales de los incendios que en 1997 devastaron los bosques indonesios y dejaron una nube de smog
devastadora sobre toda la región.
Las plantaciones de palma aceitera también han provocado un enorme sufrimiento humano y la destrucción de
bosques de los que dependen las comunidades. En Indonesia, las plantaciones de palma aceitera están
asociadas con el desalojo de pueblos de los bosques de sus territorios. Existe un desequilibrio de poder entre
estas comunidades --que no tienen ningún derecho formal sobre sus tierras tradicionales-- y las compañías a las
que el Gobierno otorga la libertad de convertir los bosques en plantaciones (ver “El amargo fruto de la palma
aceitera”, en http://www.wrm.org.uy/plantaciones/material/palma.html).
De acuerdo con la FAO, la cobertura de bosque en Indonesia y Malasia disminuyó en 12 por ciento en la década
de 1990. En el pasado, buena parte de la culpa de esta pérdida se atribuía a que las comunidades utilizaban la
práctica denominada “de roza y quema” y a la explotación de los bosques por las compañías madereras para
obtener madera para industria y para celulosa. El rol de las plantaciones de palma aceitera ha pasado
relativamente desapercibido también porque las fuentes de la industria sostienen que sus operaciones involucran
muy poca destrucción “directa” en los bosques ya que habitualmente las plantaciones de palma aceitera se
ubican en áreas que ya han sido taladas previamente.
Ciertamente, gran parte de las tierras de bosque que se talan para dar lugar a las plantaciones de palma aceitera
han sido cortadas previamente y pueden ser consideradas como “degradadas”, y por tanto “de poco valor”, por
quienes no son de la zona. Sin embargo, esta conclusión no toma en cuenta que esos bosques “degradados”
suelen proporcionar todavía hábitat para un conjunto de especies, que son destruidas cuando se sustituye el
bosque por la palma aceitera. La investigación ha demostrado que las plantaciones de palma aceitera pueden
sostener sólo entre 0-20% de las especies de mamíferos, reptiles y aves que habitan en los bosques tropicales
primarios. Aquellas especies que son capaces de sobrevivir no pueden encontrar fuentes de alimento en el
nuevo entorno de la plantación y frecuentemente entran en conflicto con los humanos en las plantaciones y sus
alrededores. Durante un tiempo después de talada una zona de bosque, trabajadores y habitantes de
poblaciones aledañas se encuentran con elefantes, orangutanes, tigres, puerco espines y jabalíes salvajes
expulsados de su hábitat. Los resultados a menudo son graves y a veces fatales.
No debe subestimarse la importancia mundial de la destrucción de los bosques en términos de biodiversidad y
cambio climático, pero son las comunidades locales las que inmediatamente sienten el impacto de su
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destrucción. Estas comunidades dependen de los bosques, cuyo manejo se realiza a menudo de acuerdo con las
leyes tradicionales de la comunidad, para su subsistencia y el ingreso de dinero en efectivo, así como para la
realización de sus prácticas culturales y religiosas. La deforestación trae aparejados cambios radicales en el
estilo de vida de estas comunidades.
Las economías de escala requieren que una plantación de palma aceitera tenga por lo menos 4.000 hectáreas
de superficie de forma de poder operar de manera factible un molino de aceite crudo de palma que procese
racimos de fruta fresca de las grandes plantaciones. En el sudeste de Asia, cada empresa palmicultora maneja
en promedio una superficie de 10.000 a 25.000 hectáreas. Estas compañías son mayoritariamente parte de
holdings agrícolas, con grandes plantaciones cuya extensión varía entre 100.000 y 600.000 hectáreas en
distintas provincias y países.
Además de Malasia, Indonesia y Papúa Nueva Guinea, hay proyectos de palma aceitera en muchos otros
países, entre ellos Filipinas, Vietnam, Camboya, Tailandia, Birmania, India, Islas Salomón, Kenia, Tanzania,
Congo, Camerún, Nigeria, Liberia, Guinea, Ghana, Costa de Marfil, Guyana, Brasil, Colombia, Ecuador,
Nicaragua, Costa Rica y México.
Las preocupaciones sobre los impactos sociales y ambientales de las plantaciones de soja y palma aceitera hoy
están acentuadas porque se prevé un mayor crecimiento en ambos cultivos en esos y otros países.
Artículo basado en información obtenida de: “Oil Palm and Soy: The Expanding Threat to Forests”, “Soy
Expansion - Losing Forests to Fields”, WWF Forest Conversion Initiative, julio 2003,
http://www.wwf.ch/images/progneut/upload/WWF_OIL_PALM_AND_SOI.pdf ; “Accommodating Growth: Two
scenarios for soybean production growth”, Jan Maarten Dros, AIDEnvironment, noviembre 2003,
http://www.wwf.ch/images/progneut/upload/1122_Soy_quick_scan_v6.pdf ; “Corporate actors in the South
American soy production chain”, Jan Willem van Gelder, Jan Maarten Dros, noviembre 2002,
http://www.wwf.ch/images/progneut/upload/South%20American%20soybean%20actors%20WWF%20021126.pdf
; “Greasy palms – palm oil, the environment and big business”, marzo 2004,
http://www.foe.co.uk/resource/reports/greasy_palms_summary.pdf ; “Greasy Palms - The social and ecological
impacts of large-scale oil palm plantation development”, marzo 2004,
http://www.foe.co.uk/resource/reports/greasy_palms_impacts.pdf
inicio
DEFORESTACION "FOR EXPORT"
AMERICA LATINA
- Plantaciones bananeras en América Latina
En términos del valor bruto de su producción, el banano es el cuarto cultivo alimentario más importante del
mundo, después del arroz, el trigo y el maíz. América Latina domina la economía mundial del banano que es
cultivado en su gran mayoría en grandes plantaciones de monocultivo.
El sector ha sido un pilar importante de la economía latinoamericana desde la década de 1950, cuando los
precios en alza y un aumento de la demanda de los países del norte (hoy Norteamérica y la Unión Europea
captan más del 60% de las importaciones del mundo), llevaron a una rápida expansión de la producción. El
banano es un producto básico, y como casi todos los productos básicos que se producen en el Sur y se
consumen en el Norte, más del 90% del precio que paga el consumidor se queda en el Norte y jamás llega al
productor. El comercio mundial del banano está controlado prácticamente por tres empresas transnacionales.
En América Latina, el principal país productor para la exportación de este producto es Ecuador, y le siguen Costa
Rica, Colombia, Guatemala, Honduras y Panamá. Sin embargo, otros países como Brasil, los estados del Caribe
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de las Islas de Barlovento (Santa Lucía, Dominica, Granada, St. Kitts-Nevis y San Vicente), Jamaica, Belice,
República Dominicana y Surinam son también grandes productores.
El banano de las plantaciones latinoamericanas es más barato que el de cualquier otro lugar, principalmente
porque los costos están “externalizados”, lo que significa que los pagan otros; en este caso los trabajadores de la
plantación y el medio ambiente. Si se internalizaran estos costos, se pagaran salarios decentes y se eliminara el
daño ambiental, la diferencia desaparecería.
El aumento de la producción se ha alcanzado aumentando el rendimiento (a través de un aumento de los
insumos como fertilizantes y plaguicidas) y la superficie cultivada. Esto produjo enormes impactos negativos
tanto a escala humana como ambiental.
Las plantaciones de monocultivo bananero se han establecido en zonas donde se ha aniquilado el bosque
primario. Una característica de estos suelos tropicales es su dependencia de la biomasa del bosque que lo
recubre. Una vez eliminada la cobertura protectora del bosque, la productividad y fertilidad por unidad de
superficie disminuye, reduciéndose drásticamente luego de los dos primeros años. Por este motivo los
productores bananeros necesitan grandes superficies de tierra --y la consiguiente expansión-- para compensar la
caída de la producción por hectárea. Además, estos suelos de baja densidad son los preferidos por las
compañías bananeras porque: a) tienen un alto contenido orgánico; y b) no requieren prácticamente ninguna
alteración, perturbación o atención ulterior.
De las más de 300 variedades de banano, la Cavendish enana es la más conocida y la más rentable. Esta
variedad sin semilla debe propagarse cortando y enraizando un brote de la planta madura, lo que hace que todas
las generaciones sean genéticamente idénticas. Miles de plantaciones en toda la región producen fruta a partir
de plantas genéticamente homogéneas, por lo que las plantaciones son particularmente vulnerables a
enfermedades y plagas.
Para controlar los brotes de plagas en la producción de banana a gran escala --particularmente para la
exportación, donde el mercado exige una apariencia sin defectos-- las plantaciones dependen del uso de una
gran cantidad de plaguicidas.
Los plaguicidas se aplican continuamente durante los diez meses de la estación de crecimiento. Las plantaciones
son rociadas por vía aérea con funguicidas en ciclos de hasta 40-60 aplicaciones por temporada. Los
trabajadores utilizan rociadores de mochila para aplicar nematicidas entre dos y cuatro veces por año, y
herbicidas como paraquat y glifosato de ocho a doce veces por año. Se aplican fertilizantes continuamente
durante toda la estación de crecimiento. Los trabajadores también colocan y retiran bolsas plásticas impregnadas
con el insecticida organofosforado clorpirifos sobre los cachos de banano en proceso de maduración. En la
planta de empaque, los trabajadores lavan los bananos con agua cargada de plaguicida, y aplican más
plaguicida para impedir la “pudrición de la corona” (crown rot) durante el transporte. Finalmente, los trabajadores
empacan los bananos en cajas, frecuentemente sin utilizar guantes de protección. Este uso intensivo de
plaguicidas es extremadamente peligroso para los trabajadores.
Según estudios llevados a cabo por la Universidad Nacional de Heredia, Costa Rica, los niveles de
envenenamiento por plaguicidas son tres veces más altos en las regiones bananeras que en el resto del país.
También se constató el aumento de la incidencia de la esterilidad y el cáncer entre los trabajadores bananeros.
Otras enfermedades comunes probablemente relacionadas con la exposición a los plaguicidas son las alergias y
las dolencias pulmonares. En un caso bien documentado, miles de trabajadores bananeros quedaron
esterilizados como resultado de su exposición al nematicida Nemagon (dibromocloropropano –DBCP).
El rociado aéreo y la escorrentía de los plaguicidas contamina el agua que utilizan los trabajadores, sus familias y
las comunidades vecinas. La utilización de plaguicidas ha producido la muerte de peces en grandes cantidades,
destruyendo una fuente de alimento importante y devastando los ecosistemas circundantes. En algunas zonas, la
cantidad de plaguicida absorbida por el suelo lo ha vuelto no apto para la agricultura.
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En la medida en que ha aumentado la producción de las plantaciones bananeras, se arrasan grandes zonas de
bosque, el hábitat de la vida silvestre y las tierras de pastoreo, para hacer lugar al banano. En Costa Rica, el
gobierno colaboró con este proceso cambiando las clasificaciones del uso de la tierra para permitir la producción
en plantaciones. Entre 1979 y 1992, la expansión bananera fue responsable de la deforestación de más de
50.000 hectáreas de bosque primario y bosque secundario en la Provincia de Limón en Costa Rica. Una
situación similar se repitió en la mayor parte de los países productores de banano.
Las compañías bananeras en vías de expansión presionan a los campesinos que viven en las periferias de las
plantaciones para que vendan sus tierras. A los campesinos que se resisten se les niega apoyo productivo como
créditos, servicios de extensión agrícola y mercados para sus productos. También se les prohíbe producir el
banano criollo tradicional como forma de evitar la difusión de la enfermedad del banano causada por el hongo
Micosphaerella Fijensis (Sigatoka negra). En estas circunstancias no causa sorpresa que muchos de estos
campesinos independientes pasen a ser jornaleros en las plantaciones bananeras. Lo mismo sucede con los
pobladores indígenas que son desplazados de sus tierras y generalmente terminan como trabajadores de las
plantaciones.
La escasez de puestos de trabajo y la inexistencia o debilidad de los sindicatos alimentan un ambiente de
inseguridad en las plantaciones bananeras, donde los trabajadores son vulnerables a la explotación y temen
participar en las organizaciones sindicales. La inseguridad laboral se ve exacerbada por las prácticas de la
industria, como la subcontratación de jornaleros por día, la extensión de la jornada laboral, la eliminación de los
acuerdos colectivos, los despidos injustificados (inclusive por sospecha de simpatizar con el sindicato), la
contratación a destajo para evitar pagar el jornal mínimo por hora, y el cese antes del final de los tres meses del
período de prueba de los trabajadores después del cual los empleadores están obligados a otorgarles beneficios
sociales. Los trabajadores se ven forzados a adoptar un estilo de vida provisorio en el cual es muy difícil
mantener la estabilidad familiar. La inseguridad laboral y la pobreza suelen estar acompañadas de desnutrición y
problemas de salud, exacerbados frecuentemente por una presencia más alta entre los hijos de los trabajadores
de problemas neurológicos y de desarrollo asociados a la exposición a los plaguicidas en el aire, los alimentos y
el agua. Los problemas de salud, sumados al acceso restringido a la educación, determinan logros académicos
insuficientes entre los niños de las plantaciones en comparación con sus contrapartes urbanas. De esta forma,
las futuras generaciones enfrentan el mismo destino que sus padres y se reproduce el ciclo.
En Latinoamérica la expansión bananera ha sido --y todavía es-- sinónimo de problemas. Las invasiones y los
golpes de estado y dictaduras en América Central apoyadas por los Estados Unidos están bien documentadas, y
casi invariablemente han estado vinculadas a los intereses bananeros de las empresas estadounidenses en la
región. Las llamadas “repúblicas bananeras” fueron el resultado final de esas intervenciones, que implicaron
violaciones generalizadas de los derechos humanos. Los bosques biodiversos han sido destruidos y sustituidos
por interminables filas de bananos genéticamente idénticos que crecen en un medio ambiente envenenado que a
su vez envenena a los pobladores y a la naturaleza. Ésa es la esencia del negocio bananero.
Artículo basado en información obtenida de: "Support Banana Workers: Bring Justice to the Table", Global
Pesticide Campaigner (Volumen 14, Número 1), abril 2004, escrito por Kate Mendenhall y Margaret Reeves. Se
puede obtener el artículo completo en: http://www.panna.org/resources/gpc/gpc_200404.14.1.06.dv.html,
http://www.newint.org/issue317/facts.htm ; http://www.theecologist.net/files/docshtm/articulo.asp?cod=100211 ;
Banana Link, http://www.bananalink.org.uk/; "The World Banana Economy 1985-2002" ,
http://www.fao.org/es/esc/common/ecg/47147_en_WBE_1985_2002.pdf ; Banana Republic: The United Fruit
Company, http://www.mayaparadise.com/ufc1e.htm
inicio
- Argentina: la soja avanza sobre los montes chaqueños
Según un informe oficial reciente, Argentina ha perdido el 70 por ciento de sus bosques nativos: de 105 millones
de hectáreas de bosques hoy quedan 33 millones. Los más afectados son los bosques nativos de la región norte
y centro de la Argentina, en las provincias de Santiago del Estero, Salta, Chaco, Formosa, Misiones, Entre Ríos y
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Santa Fe. En un sector de la provincia de Salta se detectó que la tasa anual de deforestación es tres veces
superior al promedio mundial.
Gran parte de ese proceso de destrucción del bosque se atribuye al avance de la producción de soja, que hace
30 años comenzó a desarrollarse en el centro de la pampa húmeda (norte de la provincia de Buenos Aires, sur
de Santa Fe y sudoeste de Córdoba). Ya en la década de 1990 más de la mitad de las tierras de esa área
estaban plantadas con soja, y la caída del precio internacional de dicho cultivo agudizó su expansión hacia otras
áreas de las provincias involucradas y a nuevas provincias nororientales (Santiago del Estero, Chaco, Formosa y
Entre Ríos), abarcando zonas de bosque que sufrieron así una muy elevada tasa de deforestación. El incendio
de bosques es la forma más rápida de desmonte, luego las topadoras arrasan los troncos.
Los efectos se han hecho notar, y de forma trágica. Según un informe de la Comisión Técnica de la Universidad
del Litoral, la deforestación y la escasa permeabilidad de los suelos sometidos a la producción intensiva de soja
contribuyeron en gran medida a que el río Salado, que nace en el Chaco, finalmente desbordara su caudal. El
resultado fueron 24 muertos en la ciudad de Santa Fe por las inundaciones registradas a fines de 2003.
Miles de hectáreas de bosque milenario en El Impenetrable chaqueño están siendo taladas desde hace décadas
por las empresas forestales y desde hace unos años por las compañías sojeras. Allí hay tierras fiscales, siempre
de bosque chaqueño y muchas veces propiedad ancestral de los pueblos originarios. Desde diciembre último,
una nueva ley impulsada por el gobierno del Chaco, facilita aún más el desmonte del bosque nativo.
Organizaciones sociales y ambientalistas advierten que, de seguir así, en diez años no habría más bosque. Por
eso presentaron un petitorio ante la Justicia local contra la ley 5285 que el gobierno chaqueño impulsó en
diciembre último y que modifica la Ley de Bosques 2386, la cual coinciden que no era buena, pero la nueva
legislación es peor. Según denuncian las organizaciones Endepa, Funam e Incupo, entre otras, la norma es
inconstitucional porque nunca se dio participación a los pueblos originarios, como señalan la Constitución
Nacional y el Convenio 169 de la OIT. También aseguran que facilitará la destrucción del monte nativo.
La continua venta de tierras fiscales “le arrebata a los indígenas Wichí, Quom y Mocoví el bosque chaqueño.
Aunque el gobierno crea que se trata de progreso, es en realidad un genocidio encubierto. Los legisladores y el
gobierno de la provincia deben saber que por culpa de esta ley y de la permanente venta de tierras fiscales a
productores agrícolas, las comunidades indígenas pierden para siempre sus territorios, y que al desaparecer los
bosques, donde antes obtenían sus alimentos y medicinas naturales, aumenta la cantidad de enfermos y las
muertes”, declaró el Dr. Raúl A. Montenegro, de la organización Funam.
Por su parte, en mayo de este año, la Pastoral Social de la Iglesia Católica santiagueña, la Mesa de Tierras, el
Movimiento Campesino de Santiago del Estero (Mocase), la organización no gubernamental Prodemur
(Promoción de la Mujer Rural), el Grupo de Reflexión Rural, la Universidad Nacional de Santiago del Estero, y
Greenpeace Argentina presentaron ante el gobierno un pedido de moratoria a los desmontes en la provincia de
Santiago del Estero.
En ese marco se presentó un trabajo llevado a cabo por técnicos de la Facultad de Ciencias Forestales de la
UNSE (Universidad Nacional de Santiago del Estero) en donde se evidencia la altísima tasa de deforestación
que el avance de la frontera de la soja está provocando sobre el monte santiagueño, parte importante de lo que
aún queda en pie del quebrachal del Chaco Semi árido. El quebrachal santiagueño se encuentra dentro del
ecosistema del Chaco Semi árido y junto con el Chaco Húmedo conforman el ecosistema del Gran Chaco
Americano, segundo en superficie luego del Amazonas.
La demanda conjunta incluyó el pedido de regularización de la tenencia de la tierra que ha sido fuente
permanente de conflicto entre campesinos habitantes del monte por varias generaciones y algunos supuestos
propietarios que en varias oportunidades han contratado a las fuerzas de seguridad para tratar como intrusos a
los campesinos y desalojar familias enteras. También se reclama la derogación de la Ley que autoriza los
desmontes y que fuera recientemente ampliada por la Cámara de Diputados.
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En una movilización conjunta de centenares de personas, y ante una superficie desmontada que superaba las
800 hectáreas, se desplegó un enorme cartel con la consigna "Ni una hectárea más". "Este sitio es tan solo un
caso entre muchos otros. En estos momentos cientos de topadoras están desmontando el último tercio que nos
queda del bosque nativo argentino, provocado principalmente por el avance de la frontera de la soja", denunció
Emiliano Ezcurra, de Greenpeace Argentina, quien estuvo presente en la protesta. Por su parte, Margarita Salto,
dirigente campesina de la Mesa de Tierras, sostuvo: "el monte es nuestra fuente de trabajo, nos da de comer,
nos asegura el futuro. Las empresas vienen aquí desmontan todo y no dejan nada. Nos quieren sacar nuestra
tierra para destruirla, quemarla y sembrar la soja que tanto dinero les deja a ellos y tanta miseria a nosotros".
Artículo basado en información obtenida de: “Santiago del Estero. Se acaba el monte: es tiempo de actuar”,
Comunicado conjunto, http://reflexionrural.galeon.com/desmonte.htm ; “Agricultura Argentina: El desierto verde”,
Marcela Valente, Terramérica,
http://www.geocities.com/lospobresdelatierra/ecologia/desiertoverde.html; “Chaco: Destrucción de bosques y
genocidio indígena”, Funam, ; “Campesinos y Greenpeace ‘delimitan’ la expansión de la frontera sojera”,
http://www.greenpeace.org.ar/noticia.php?contenido=3918&item=&seccion=4
inicio
- Brasil: el “efecto hamburguesa” hoy como ayer amenaza los bosques
Entre 1950 y 1975, la superficie de pasturas creadas por el ser humano en América Central se duplicó, casi
enteramente a expensas de bosques húmedos primarios. El número de cabezas de ganado también se duplicó,
si bien el promedio de consumo de carne vacuna de los ciudadanos centroamericanos en realidad disminuyó. La
producción de carne fue exportada a los mercados de Estados Unidos y otros países del Norte.
En Brasil, entre 1966 y 1978, se destruyeron 80.000 km2 de bosques de la Amazonia brasileña para dar paso a
336 haciendas ganaderas que contaban con 6 millones de cabezas de ganado, bajo los auspicios de la
Superintendencia para el Desarrollo de la Amazonia (SUDAM).
En los territorios amazónicos de Colombia y Perú se adoptaron iniciativas similares, si bien no tan expansivas,
fomentadas en ciertos casos por el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), el Banco Mundial y el Programa
de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD).
En todos los casos, numerosas haciendas quedaron improductivas en menos de diez años --porque la
productividad de las praderas artificiales decae-- ante lo cual muchas veces los ganaderos obtenían otra parcela
de bosque para talar.
En la década de 1980 hubo dos factores que implicaron un crecimiento de las exportaciones de carne vacuna de
la región tropical de América Latina, con la consiguiente secuela de un aceleramiento de la deforestación de la
Amazonia: por un lado, el creciente consumo de carne vacuna en los países del Norte (sobre todo para las
cadenas de comida rápida en Estados Unidos), y por el otro los valores más bajos de tierra y mano de obra en
los países tropicales de América Latina, que abarataban el costo final del producto. A modo de ejemplo, en 1978
el precio del kilo de carne vacuna importada de América Latina promediaba US$ 1,47, comparado con US$ 3,3
de la carne producida en Estados Unidos. Esa relación directa entre el avance de la ganadería y la deforestación
fue denominada la “Conexión Hamburguesa”.
En ese entonces Brasil no formaba parte de esa “conexión” por sus bajos índices de exportación vacuna en la
medida que la producción estaba dirigida principalmente al consumo interno. Pero el país aumentó las cabezas
de ganado de 26 millones en 1990 a 57 millones en 2002, cuya producción se concentra en los estados de Mato
Grosso, Pará y Rondonia --que coincidentemente en la misma fecha presentaron los mayores grados de
deforestación del país. La nueva expansión ganadera no se basa en pequeños o medianos predios, sino en
emprendimientos de gran porte.
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Durante décadas, el sector de producción pecuaria estuvo dirigido al consumo interno, pero factores como la
desvalorización de la moneda brasileña, los esfuerzos exitosos por liberar al ganado de la fiebre aftosa, la
enfermedad de la vaca loca que afectó la producción vacuna en los países del Norte, y la fiebre del pollo en Asia
que provocó una corrida del consumo hacia otros productos cárnicos, contribuyeron a que Brasil tuviera acceso a
nuevos mercados en Europa, Rusia y Medio Oriente. Entre 1997 y 2003, el volumen de exportaciones brasileñas
en ese rubro aumentó más de cinco veces.
Este proceso de expansión de la producción ganadera ha sido identificado como uno de los factores
responsables del reciente aumento de la destrucción de la selva amazónica brasileña por un estudio publicado
recientemente por la organización de investigación CIFOR (Center for International Forestry Research), con sede
en Indonesia.
Según la investigación, la superficie acumulada relativa a la deforestación de la Amazonía brasileña aumentó de
41,5 millones de hectáreas en 1990, a 58,7 millones de hectáreas en 2000, de las cuales la mayoría terminó
como zona de pastura. Los autores del informe dicen que si bien en los últimos años la expansión del cultivo de
soja en la Amazonía fue causante de deforestación, la misma explica solo una parte del proceso, el cual en gran
medida se debe al crecimiento de la producción ganadera.
El informe de CIFOR se da a conocer simultáneamente con las nuevas cifras de deforestación en la Amazonia
de Brasil, que registran el segundo mayor pico histórico de pérdida de bosque tropical. Los nuevos datos que
presentó el Ministerio del Ambiente brasileño muestran que la pérdida de bosques en el período agosto de 2002
a agosto de 2003 llegó a los 23.750 km2. La marca histórica corresponde a 1995 con poco más de 29 mil km2. El
nuevo registro representa un aumento del 2% con respecto al año anterior. Desde que se monitorea la
deforestación, en 1988, se ha perdido un total de más de 270 mil km2 de selvas tropicales, lo que equivale a la
superficie del Ecuador.
Cabe resaltar de este proceso el lugar que ocupa el consumo, uno de los pilares del actual modelo agrario
comercial y por ende otro elemento responsable de los procesos de deforestación. No se trata aquí de la
producción de grandes volúmenes de alimentos para resolver el hambre de numerosos sectores empobrecidos y
carenciados. Se trata de cultivos comerciales que van desde el café a la carne vacuna, dirigidos en gran medida
a consumidores del Norte a los cuales muchas veces se les ha inducido un cambio en sus hábitos alimenticios.
Históricamente han sido los países del Sur, ricos en biodiversidad, los que han ocupado el papel de productores
para la exportación. Muchas veces los habitantes de estos países no consumen lo que exportan. Antes,
colonizados a sangre y fuego, luego colonizados a dólar, deuda y exclusión –además de sangre y fuego.
Artículo basado en información obtenida de: “Conexión entre ganadería y deforestación Amazónica”, CLAES,
http://www.agropecuaria.org/sustentabilidad/ConexionHamburgerAz.htm ; “Hamburger Connection Fuels Amazon
Destruction”, Center for Internacional Forestry Research (CIFOR),
http://www.cifor.cgiar.org/publications/pdf_files/media/Amazon.pdf ; “Role of Cattle Raising in Conversion of
Tropical Moist Forests”, CIESIN, http://www.ciesin.org/docs/002-106/002-106c.html
inicio
AFRICA
- Costa de Marfil: el cacao, otra causa de deforestación
Como ha sido el caso de la mayoría de los países del Sur, Costa de Marfil heredó del período colonial el rol de
exportador de productos agrícolas tropicales. Aparte del marfil, del cual el país deriva su nombre, antes de su
colonización Costa de Marfil tenía menos que ofrecer al comercio que su vecino oriental, Ghana, mejor dotado
con oro. Es así que cuando los franceses llegaron a la región en la década de 1880, les resultó sencillo utilizar
las grandes extensiones de tierra fértil del denso bosque tropical para la producción agrícola.
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La división del trabajo colonial realizada por Francia determinó que a Costa de Marfil le correspondiera ser
proveedor de cultivos comerciales para los mercados franceses, por lo que para 1912 las autoridades coloniales
ya habían introducido el cultivo del cacao. Ése fue el comienzo de la historia del cacao en el país. Hacia el final la
década de 1900, la organización comercial francesa en África Occidental, con empresas como la Compagnie
Française d'Afrique Occidentale (la primera compañía de comercio francesa en Costa de Marfil), puso los
cimientos para un desarrollo capitalista agrícola, inclusive con estaciones de investigación en el sur para el
mejoramiento de variedades de semillas y el tratamiento de enfermedades de las plantas. Este tipo de desarrollo
no cambió significativamente después de la independencia del país en 1960.
Cada año, Costa de Marfil produce alrededor del 40 por ciento del cacao mundial para la producción de
chocolate. El cacao se cultiva en plantaciones a gran escala y por parte de agricultores individuales, y ha
afectado mucho los bosques tropicales del país. Éstos se redujeron de 12 millones de hectáreas a unos 2,6
millones en la actualidad. El área de las plantaciones de cacao, en cambio, ha crecido, pasando de 500.000
hectáreas en 1975 a unos 2 millones de hectáreas hoy, y su contribución a la deforestación del país representa
casi el 14%.
Además del impacto directo que tiene sobre los bosques, este tipo de desarrollo agrícola va acompañado de la
construcción de carreteras, lo que destruye más kilómetros adicionales de bosque -directamente a causa de la
propia carretera e indirectamente al proporcionar acceso a nuevas áreas de bosque para madereo.
El impacto de una devastación de ese tipo cambió el ecosistema y afectó la flora y la fauna, así como las
condiciones de vida en las zonas rurales. El uso de agroquímicos ha provocado la contaminación del suelo y el
agua. Para empeorar las cosas, el cultivo de diferentes árboles –cacao, coco, caucho, café- implica el uso de un
conjunto distinto de productos químicos en las diferentes plantaciones. Estos productos químicos afectan la
composición biológica del suelo y tienen un impacto negativo sobre la biodiversidad terrestre y acuática. Con la
lluvia, los productos químicos en el suelo drenan hacia los cursos de agua, y como resultado los ríos y arroyos
ahora contienen menos peces que antes. Pero lo más grave es la visible desertificación de la parte norte del
país, que ha alterado el clima y la estación lluviosa.
Además de destruir la mayor parte de los bosques húmedos del país --y exportar los troncos resultantes-- el
modelo agrícola exportador no ha evitado que Costa de Marfil ocupe un lugar muy bajo en el Índice de Desarrollo
Humano de las Naciones Unidas (el Nº 163 de 180 países clasificados); por el contrario, está en las raíces
mismas de esta situación.
Artículo basado en información obtenida de: “Cocoa Trade in Cote d'Ivoire (COCOA)”, Trade and Environment
Database (TED), http://www.american.edu/TED/cocoa.htm; “Shade Grown Cacao”, Koffi N'Goran,
http://nationalzoo.si.edu/ConservationAndScience/MigratoryBirds/Research/Cacao/koffi2.cfm
inicio
- Ghana: madereros y políticos, y no pequeños agricultores, son los culpables de la deforestación
Aun haciendo cálculos conservadores, en Ghana queda menos del 25% de los bosques que había en la época
precolonial. La mayor parte de la deforestación fue causada por los madereros y los políticos, si bien éstos tratan
de culpar a los agricultores. Pero lo cierto es que durante el siglo veinte los agricultores tuvieron escaso control
sobre los árboles de sus tierras. Los colonizadores británicos les dieron a los jefes locales derechos sobre la
madera –derechos que muy pronto vendieron a los madereros-- o bien les ordenaron talar el bosque y
reemplazarlo con plantaciones de cacao.
Después de la independencia, el gobierno reclamó la propiedad de todos los árboles y tierras, gran parte de lo
cual vendió a los madereros. Los productores de cacao siguieron a los madereros para establecerse en las
zonas de bosque recién abiertas. Como los árboles de cacao crecen mejor bajo la sombra, los pequeños
productores generalmente conservan la cubierta forestal. Pero décadas de malas políticas forestales y de un
departamento forestal corrupto implicaron que los agricultores no recibieran compensación alguna --solamente la
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ruina de sus campos-- por los árboles que las compañías madereras cortaron en sus tierras. Los funcionarios de
gobierno --a menudo sobornados por los madereros--fijaron regalías muy bajas sobre los árboles talados, e
incluso muchas veces terminaron no cobrándolas. El auge de la demanda de madera en Asia, combinado con la
instalación de nuevos aserraderos con financiamiento del Banco Mundial, sumergieron al sector de la madera
ghanés en una profunda crisis.
Las reformas de la década de 1990 llegaron demasiado tarde y fueron insuficientes. Después de presiones
importantes de la sociedad civil y los organismos financieros, el gobierno aplicó con renuencia algunas reformas
simbólicas como para dar a entender que daba participación a las comunidades en algún que otro proyecto. Pero
los agricultores todavía no tienen voz ni voto en materia de política forestal, en cuanto a si su tierra es dada en
concesión, o qué compañías son las que están talando árboles en su patio trasero.
Culpando a los agricultores, los políticos y los madereros evaden su responsabilidad. Lo mismo ocurre en
Madagascar, Senegal y varios otros países de toda África. Después, académicos ingenuos y compañías
internacionales de la agroindustria interesadas en proteger sus intereses propagan esas historias sobre las
prácticas destructivas de los agricultores de roza y quema. Las compañías de fertilizantes dicen que los
gobiernos deben lograr que los agricultores de “roza y quema destructivos” compren más fertilizantes para
aumentar la productividad en la tierra ocupada y así evitar la expansión agrícola. Las empresas de biotecnología
argumentan que las nuevas semillas manipuladas genéticamente permitirán a los agricultores aumentar sus
ganancias en los predios ya existentes. Mientras, los verdaderos villanos se esconden a nuestra mirada y
perdemos la oportunidad de introducir cambios reales en la política y el gobierno a efectos de fomentar la
conservación y la rehabilitación de los bosques.
Por: Aaron deGrassi, correo electrónico: [email protected] . Artículo basado en: deGrassi, Aaron
(2003). Constructing Subsidiarity, Consolidating Hegemony: Political Economy and Agro-Ecological Processes in
Ghanaian Forestry. Washington, DC: World Resources Institute. Environmental Governance in Africa Working
Paper No. 13. deGrassi, Aaron (2003). (Mis)Understanding change in agro-environmental technology in Africa:
Charting and refuting the myth of population-induced breakdown. In, Zeleza, P. T. and Kakoma, I. (eds.), In
search of modernity: Science and technology in Africa. Trenton: Africa World Press. pp. 473-505.
inicio
- Senegal: deforestación por la expansión de monocultivos de maní
La exposición senegalesa al comercio europeo comenzó en 1444 cuando los portugueses establecieron factorías
a lo largo de la costa del río Senegal: Goree (que acabó convirtiéndose en un importante puesto de tránsito de
esclavos), Rufisque, y en el sur en general.
Como reflejo de las luchas europeas por el poder a lo largo de la costa de África, los portugueses fueron
desplazados por los holandeses y finalmente por los franceses. Durante la Segunda Guerra Mundial, los
colonizadores franceses promovieron el cultivo del maní como cultivo comercial para la exportación. Los
monocultivos de maní promovieron la tala del bosque y contribuyeron a la deforestación y a la desertificación. El
trabajo forzado para la construcción de las carreteras necesarias para exportar el maní acompañó el
emprendimiento e impidió que la población local cultivara el arroz africano autóctono, el cual poseía para ellos
connotaciones culturales y espirituales. Luego del colonialismo, los franceses continuaron intentando cortar los
lazos entre los grupos étnicos tradicionales de Senegal y sus bosques y cultivos de arroz, a fin de mantenerlos
cultivando maní para los mercados franceses.
Históricamente, Senegal utilizó los ingresos por las exportaciones de maní para financiar la importación de
alimentos, especialmente cereales como arroz y trigo. A partir de la década de 1970, la caída de los precios
internacionales del maní y sus derivados, las malas condiciones climáticas, las crisis económicas nacionales e
internacionales, además de la aparición de sustitutos del maní, redujeron significativamente las posibilidades de
ganancia por las exportaciones de maní de Senegal. La producción de maní ha provocado, además, la
degradación ambiental de un ecosistema de por sí frágil (el Sahel). También impide la producción de importantes
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cultivos alimenticios como el mijo, el sorgo, el arroz y el maíz. El decrecimiento de los ingresos del maní junto
con el aumento de las importaciones de alimentos --estimadas en 700.000 toneladas al año--, han causado crisis
crónicas de la balanza de pagos para el gobierno senegalés.
A pesar de ello, Senegal figura todavía entre los mayores exportadores de maní del mundo. Este cultivo, del cual
depende la economía del país, utiliza una proporción creciente (más de la mitad) del área cultivada nacional en
una zona ecológica sujeta a ciclos recurrentes de sequías.
La deforestación, el pastoreo excesivo, la erosión del suelo, la desertificación, constituyen algunos de los
mayores desafíos ambientales para Senegal, causados en parte por la rápida expansión y la continua
dependencia del cultivo de maní. Estos signos de degradación ambiental son aún más visibles en la zona de la
cuenca del maní. En los años sesenta, el estado alentó a los granjeros a talar los árboles como forma de
expandir las áreas de cultivo del maní, creando un círculo vicioso de deforestación, erosión del suelo,
inundaciones y sequías periódicas, que ha devastado la agricultura regional. La amplia mayoría de las
poblaciones de las regiones de Sahel y Sahelo-Sudán dependen de la agricultura para su subsistencia, pero
debido a la degradación del suelo y la desertificación, la capacidad de esta gente para mantenerse es cada vez
más precaria.
El siguiente ejemplo ilustraba la situación general de muchas partes del país:
“En el departamento de Bambey, a unos 100 km de Dakar, no hay mucho con qué recrear la vista. El paisaje se
extiende sin fin, apenas interrumpido por unos pocos árboles raquíticos enterrados bajo el polvo. Las tormentas
de arena asolan el área de enero a mayo. El suelo ha perdido su cubierta protectora y yace expuesto a las
fuerzas implacables del viento y el sol. Aquí y allá, entre las aldeas dispersas, unos pocos rebaños luchan por
sobrevivir, mordisqueando los últimos restos secos de pasto del invierno anterior. Y aún así, al presidente de la
comunidad rural de Lambaye le gusta evocar que “en este valle solían crecer cacahuates que eran el orgullo de
los integrantes de las tribus Baol-Baol y Sérère”. Todavía no puede asumir la caída de la renta del maní, o el
daño que este cultivo ha hecho al suelo. Hoy en día, muchas de las aldeas de Senegal están perdiendo su
población: los hombres las están abandonando por Touba, Dakar o tierras extranjeras. Solo las mujeres y los
niños quedan atrás”.
Artículo basado en información obtenida de: “El arroz nativo del río Casamance afianza tradiciones sagradas”,
Mark Millar, http://www.cmaq.net/es/node.php?id=16588, “El comercio de maní en Senegal: implicancias
económicas, sociales y ambientales”, Coura Badiane, http://www.american.edu/TED/senegal-groundnut.htm
inicio
ASIA
- Bangladesh: el bosque de Modhupur convertido en plantaciones de banana, papaya y piña
Nuestro equipo de filmación de siete miembros se encontraba el 4 de junio en el bosque de Modhupur para rodar
un documental sobre la destrucción del bosque, con énfasis especial en los efectos de las plantaciones -en su
mayoría comerciales e industriales- en bosques de propiedad pública. El bosque de Modhupur está ahora
totalmente arrasado.
Estábamos en la tercera y última sesión de filmación en Modhupur y concentramos las últimas tomas en un lugar
que descubrimos por casualidad, donde se estaba talando por completo la vegetación verde. El lugar está muy
cerca de Lohoria Beat, entre las llanuras de Dokhola y Rasulpur.
Nos detuvimos en un sitio donde un muro de cemento atraviesa sin ningún sentido restos de un bosque de una
especie nativa denominada "sal" (Shorea robusta). El muro era parte de un plan del Departamento Forestal de
levantar 18 kilómetros de paredes de hormigón para proteger alrededor de 1.200 hectáreas de bosque dentro del
Parque Nacional de Modhupur, con una superficie de 8.500 hectáreas.
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Mientras nuestro equipo se concentraba en filmar el muro y los restos de bosque que todavía contenía millares
de plantas medicinales, me adentré por un sendero estrecho al norte del camino de ladrillos que atraviesa el
bosque desde la llanura de Rasulpur a la llanura de Dokhola. Se acababa de talar un área importante (quizás
más de 40 hectáreas); es más, en cada rincón veíamos personas cortando todavía vegetación.
Hicimos muchas tomas de la destrucción. Se veían miles de tocones rebrotados que todavía no habían sido
extraídos. En una esquina habían encendido un fuego (con gasolina, según dijeron algunos), y por los
numerosos tocones carbonizados se veía claramente que era para liquidar rápidamente el bosque. En el
horizonte, más allá de las zonas recién taladas, podíamos ver las columnas de una plantación de banano.
Llamamos a dos jóvenes que estaban parados cerca. Se acercaron lentamente hacia nosotros. Uno de ellos
llevaba un dao (cuchillo largo similar a un machete) en la mano, que trataba de ocultar. Cuando confirmó que
estábamos desarmados ya no ocultó el dao. Los dos jóvenes nos dijeron que eran simples jornaleros a los que
se les pagaba por talar el bosque. Al igual que otros cientos de lugares, esta zona enorme se convertirá pronto
en una plantación de banano.
Cuando se tala el bosque los que aparecen en primera línea son algunos trabajadores Garos (grupo étnico que
habita las montañas Garo) y Bangalíes. Detrás de ellos vienen los capataces, que poco después de la tala
convierten el bosque en plantaciones de banano y papaya. A veces, en las plantaciones de banano, papaya y
piña se plantan algunos árboles, para poder describirlas como “manejo social del bosque”.
¡Es increíble! He visitado regularmente el bosque de Modhupur durante los últimos quince años. Pero la
destrucción que he constatado en los últimos dos o tres años no tiene punto de comparación. Esta destrucción
fenomenal ha sido causada por una invasión ilegal dirigida a establecer plantaciones de banana, papaya y piña,
que benefician a los pobladores ricos e influyentes de la localidad.
Durante la filmación visitamos numerosos sitios en Amlitola, Tiler Tal, Gachhabari, Kamarchala, Sadhupara,
Joynagachha, Beduria, Gaira, etc. En todos esos lugares los pobladores locales nos mostraron grandes parcelas
cultivadas con banano, papaya y piña, que son propiedad de los Presidentes de los Consejos Locales, miembros
de dichos consejos, personas con influencia política y unos pocos Garos. Todas esas plantaciones se han
establecido en forma ilegal en bosques de propiedad pública.
En los remotos poblados Garo (aunque no más en términos reales) constatamos que muchos Garos habían
entregado sus tierras, en especial a cultivadores de banano, a cambio de un renta por zafra, a la que llaman
Medi. La plantación de banano requiere una inversión de capital importante, lo cual es aprovechado por personas
ajenas a la región que traen dinero en efectivo. Son huéspedes en los poblados remotos en donde pueden
explotar sin inconvenientes la hospitalidad de los Garos y obtener grandes márgenes de ganancia en poco
tiempo.
Lo que nos impresionó desde que comenzamos la filmación el año pasado fue la destrucción de área tras área
de rebrotes de "sal" para convertirlas en plantaciones de banano, papaya y piña. El 4 de junio filmamos una
parcela de banano de cerca de 6 hectáreas en Tiler Tal, en el límite norte del bosque de Modhupur, que hasta
hace pocos meses estaba cubierta por rebrotes de "sal". Según nos informaron, esa parcela era de propiedad de
un presidente del Parishad (consejo electo a nivel local). También encontramos media docena de trabajadores
extrayendo con pala los últimos restos de rebrotes y arbustos en otro lugar cercano a ese campo de banano. Se
dice: “esto es manejo social del bosque y protección de los rebrotes de sal”, y se reitera en todos lados en el
bosque de "sal" de Modhupur, cuya superficie es de aproximadamente 25.000 hectáreas (ubicado en los distritos
de Tangail y Mymensingh). Pero a menos que haya un cambio, la desaparición del una vez único bosque de "sal"
de Modhupur es inminente.
Extractado de “Modhupur Forest. Demise Is Imminent”, por Philip Gain, correo electrónico: [email protected] ,
junio de 2004, enviado por el autor.
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- China: la locura de la modificación genética
Hace dos años, la Administración Forestal de China aprobó la plantación comercial de álamos modificados
genéticamente (transgénicos). Actualmente se han plantado en China más de un millón de álamos transgénicos
resistentes a insectos.
También hace dos años China inició el proyecto de plantación de árboles más grande del mundo. La meta del
gobierno para 2012 es cubrir con árboles una superficie de 44 millones de hectáreas.
Décadas de deforestación han causado graves problemas ambientales en China, entre ellos sequías e
inundaciones desastrosas que han cobrado numerosas víctimas. Las tormentas de arena provenientes del
desierto de Gobi frecuentemente tiñen el aire de Beijing de un color marrón amarillento, reduciendo la visibilidad
a unos pocos metros. El desierto avanza implacablemente sobre la capital de China.
Aunque el gobierno califica sus plantaciones de árboles como proyectos de reforestación, la mayoría de la
superficie plantada serán monocultivos de árboles, que incluyen plantaciones de árboles transgénicos.
“El primer paso es establecer plantaciones utilizando especies de crecimiento rápido como álamos y alerces”,
escribieron Wang Lida, Han Yifan y Hu Jianjun de la Academia de Manejo Forestal de China, en un libro
recientemente publicado ("Molecular Genetics and Breeding of Forest Trees" editado por Sandeep Kumar y
Matthias Fladung).
Sin embargo, el daño que producen los insectos en las plantaciones de China es un problema grave. En vez de
sugerir la plantación de una combinación de árboles que no resulte tan susceptible al ataque de los insectos, los
tres científicos chinos sugieren una solución técnica con árboles transgénicos. "Las recientes investigaciones
sobre el cultivo de árboles resistentes a insectos son sumamente promisorias", afirman.
Huoran Wang es catedrático investigador de la Academia de Manejo Forestal de Beijing y representa a China en
el Grupo de expertos sobre recursos genéticos forestales de la Organización de las Naciones Unidas para la
Agricultura y la Alimentación (FAO). El año pasado, Wang afirmó en el Grupo de la FAO que en China se habían
plantado un millón de álamos transgénicos (Populus nigra) resistentes a insectos, y añadió que también se han
plantado otros 400.000 álamos híbridos transgénicos resistentes a insectos.
La reglamentación de los organismos modificados genéticamente (OMG) en China está contemplada en la Ley
de Bioseguridad de los OMG en la Agricultura, aprobada por el Consejo de Estado en mayo de 2001. Antes de
proceder a la plantación de árboles transgénicos, un grupo de expertos de la Administración de Manejo Forestal
de China realiza una evaluación técnica. La Comisión Nacional de Bioseguridad de OMG en la Agricultura decide
si se aprueba la plantación de los mismos, basándose en el informe del panel.
Sin embargo, China no tiene reglamentaciones específicas sobre árboles transgénicos. Según Huoran Wang, "se
están preparando reglamentaciones especiales".
Los científicos forestales de la Academia de Manejo Forestal de China comenzaron sus investigaciones sobre
álamos transgénicos a fines de la década de 1980. De 1990 a 1995 fueron apoyados por un proyecto dirigido por
la FAO que les asistió en materia de generación de capacidad, transferencia de tecnología y asistencia de
laboratorio. El proyecto de US$ 1,8 millones fue financiado por el Programa de las Naciones Unidas para el
Desarrollo (PNUD).
Durante más de diez años, el Centro Federal de Investigación sobre Manejo Forestal y Productos Forestales, con
sede en Waldsieversdorf, Alemania, ha mantenido un estrecho contacto con los científicos chinos que trabajan
en árboles transgénicos. Hu Jianjun, miembro de la Academia de Manejo Forestal china, trabaja actualmente en
el Centro de Investigación de Waldsieversdorf.
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En mayo de 2004, Dietrich Ewald, un científico forestal de Waldsieversdorf, viajó a China para visitar algunas de
las plantaciones de árboles transgénicos. Uno de sus destinos fue Huairou, un poblado ubicado a unos 60
kilómetros al norte de Beijing. Las fotografías tomadas por Ewald de la plantación de 33 hectáreas en Huairou
muestran filas interminables de álamos transgénicos.
Ewald colocó como leyenda en dos de sus fotografías: "suelo sin vegetación". Tiene razón. Allí no crece
absolutamente nada salvo árboles. El suelo se ve duro, seco y estéril. Resulta difícil imaginar un ejemplo más
extremo para demostrar la diferencia entre una plantación y un bosque.
Otra de las fotografías de Ewald muestra un puñado de semillas de álamos transgénicos. "Estas semillas no
pueden diseminarse debido a la sequedad del suelo, el pastoreo (de ovejas) y la agricultura adyacente”, dice la
leyenda de la fotografía.
Huoran Wang al parecer tiene otra opinión. "Hay tantos álamos plantados en el norte de China que no se puede
evitar la dispersión de polen y semillas”, afirmó Wang en su presentación ante la reunión de la FAO el año
pasado. Los intentos por evitar la contaminación genética manteniendo “distancias de aislamiento” entre los
álamos transgénicos y los no transgénicos es ‘casi imposible’”, añadió Wang.
Los científicos forestales chinos, con la complicidad internacional, están llevando a cabo un experimento
irreversible y sin control. Nadie sabe con exactitud cuál es la superficie plantada con árboles transgénicos en
China. “Es muy difícil rastrearlos”, comentó Wang. Los álamos se pueden propagar con mucha facilidad y los
árboles transgénicos se trasladan de un vivero a otro. Un álamo transgénico tiene el mismo aspecto que un
álamo común.
Ni siquiera se ha implementado un sistema para controlar las plantaciones transgénicas que se han establecido
hasta ahora. Wang sugiere crear un sistema para “controlar la situación de las plantaciones transgénicas” y su
impacto sobre los ecosistemas circundantes. Una sugerencia mejor sería detener de inmediato este peligroso
experimento que de científico no tiene nada.
Por Chris Lang, correo electrónico: [email protected]
Firme la petición para prohibir los árboles modificados genéticamente: http://www.elonmerkki.net/dyn/appeal. Las
fotografías de Dietrich Ewald de árboles modificados genéticamente en China se pueden obtener en
http://www.bfh-waldsieversdorf.de/DRChina2004.htm
inicio
- Indonesia: la palma aceitera hace desaparecer los bosques
Entre 1990 y 2002, el área de palma aceitera plantada a nivel mundial aumentó en un 43%. La mayor parte de
este crecimiento tuvo lugar en Indonesia y Malasia. En Indonesia, entre 1990 y 2000, la superficie total plantada
con palma aceitera prácticamente se triplicó, pasando de 1,1 a 3 millones de hectáreas. En 2002, al superarse la
crisis financiera de 1997-1999, el área de plantaciones maduras de palma aceitera llegó a los 3,5 millones de
hectáreas. Asumiendo un ritmo de plantación como el de los últimos años, se pretende que para 2020 la
superficie total ocupada por las plantaciones de palma aceitera en Indonesia llegue a 11,2 millones de hectáreas.
La superficie total destinada a la palma aceitera constituye un objetivo a expandir más que un techo a la
expansión (a comienzos de la década de 1990 se fijó una meta similar de 5,5 millones de hectáreas, que
después se sustituyó por 9,13 millones de hectáreas). Es muy probable que el gobierno indonesio, sea a escala
local o nacional, ceda ante el poderoso interés del sector privado de involucrarse en el negocio de la palma
aceitera y ante las ambiciones de los gobiernos locales que, en 2001, en el marco de las políticas de
descentralización, fueron dotados de un gran poder de decisión sobre el uso de grandes extensiones de tierra.
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El hábitat original de la mayor parte de las áreas aptas para la palma aceitera es el bosque húmedo tropical
perenne de tierras bajas. De acuerdo con los últimos estudios de las áreas de bosques permanentes --aún no
publicadas en forma oficial-- la superficie de bosque autorizada por el gobierno para dedicarla a actividades
agrícolas aumentó de 8 millones de hectáreas en 2000 a 14 millones en 2002. El Instituto Indonesio de
Investigación de la Palma Aceitera (Indonesian Palm Oil Research Institute –IOPRI) estima que un 3% de las
plantaciones de palma aceitera están establecidas en bosques primarios y el 63 % en bosques secundarios y
formaciones arbustivas. Por tanto, de acuerdo con los datos de la industria, el 66% de todas las plantaciones de
palma aceitera actualmente productivas implicaron la sustitución de bosques.
Sin embargo, el ritmo de plantación efectivo de Indonesia está muy rezagado en relación con las adjudicaciones
del gobierno. De los 7,2 millones de hectáreas autorizadas en la década de 1990, solo se plantaron
efectivamente 530.000 hectáreas (7,5%) en 2002. Esto es en parte resultado de la crisis monetaria de 19972002, durante la cual pocas compañías pudieron acceder a créditos para comenzar sus programas de
plantación. Otro factor es que muchas compañías de “palma aceitera” están más interesadas en la de madera en
pie que en instrumentar sus proyectos de plantación. Entre el 70 y 80% de los proyectos de palma aceitera
nuevos son asignados en bosques que cuentan con importantes cantidades de árboles, lo que proporciona la
ventaja inicial de obtener ingresos por la venta de la madera allí existente. Después de extraer la madera,
muchas compañías abandonan el proyecto. En la provincia de Jambi, cerca de 800.000 hectáreas de bosque
talado para establecer plantaciones de palma aceitera están ahora abandonadas, y en el distrito de Landak, en
Kalimantan Occidental, hay otras 300.000 hectáreas.
Las observaciones de campo indican que varias plantaciones de palma aceitera en Indonesia se establecieron
en zonas que obviamente estaban cubiertas por bosques inmediatamente antes de ser sustituidas por
plantaciones.
En Sembuluh, Kalimantan Central, la empresa PT Kerry Sawit Indonesia (subsidiaria de la compañía de
plantaciones Perlis Palm Oils Berhad, con sede en Sabah) está por iniciar actividades para plantar 17.200
hectáreas. Dentro de la zona todavía hay 7.500 hectáreas de bosque y huertos forestales que los miembros de
las comunidades locales desean desesperadamente proteger. Esa área de bosque es una de las últimas en la
zona del Lago Sembuluh, que está completamente rodeado por fincas de palma aceitera.
En Muara Wahau, Kalimantan Oriental, una subsidiaria de PT SMART (Sinar Mas) convirtió unas 2.500
hectáreas de bosque primario en plantaciones de palma aceitera. El bosque de tierras bajas en el área de la
compañía PT Matrasawit solía ser hábitat del orangután, una especie en peligro y protegida en Indonesia.
En Riau, Sumatra, una subsidiaria del grupo indonesio Indofood Sukses Makmur (PT Gunung Mas Raya) está
trabajando en la tala de un bosque de pantano de turba, parte del cual puede estar fuera de los límites de la
concesión. Si así fuera, estaría contraviniendo la política de riesgo de uno de los principales inversionistas del
grupo, ING de Holanda, que se plantea no financiar la sustitución ilegal de bosques.
El análisis del mapa satelital efectuado por las ONG indonesias Sawit Watch y Amigos de la Tierra Indonesia
(Walhi) reveló que en los alrededores del Parque Nacional del lago Sentarum en Kalimantan Occidental, la
superficie plantada con palma aceitera aumentó de 3.000 hectáreas en 1994 a 94.000 hectáreas en 2000.
Mientras tanto, según los informes de la prensa, la superficie total de bosque se redujo de 528.300 a 323.000
hectáreas.
En los alrededores del Monte Seratus en Kalimantan Sur, se han sustituido unas 43.000 hectáreas de bosque
por plantaciones desde 1994, aumentando la superficie total de plantaciones de 86.000 a 129.000 hectáreas. Las
zonas de bosque que rodean el Monte Meratus se redujeron, pasando de 1.337.000 a 987.000 hectáreas.
Las pruebas que surgen tanto de los mapas como de los relatos sugieren que también se han establecido
plantaciones de palma aceitera en varias zonas de amortiguación (uso de baja intensidad) de otros parques
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BOLETIN 85 del WRM
Agosto 2004
nacionales, entre ellos el Parque Nacional Tanjung Puting, el Parque Nacional Bukit Tiga Puluh y el Parque
Nacional Gunung Leuser.
Además de provocar la deforestación generalizada, las plantaciones de palma aceitera han ocasionado la muerte
de decenas de personas asesinadas en conflictos laborales o relacionados con la tenencia de la tierra, además
de cientos de muertes que pueden atribuirse a los impactos ambientales de la expansión de la palma aceitera.
Esta expansión destruye los ecosistemas y la vida silvestre en una de las regiones de mayor biodiversidad del
mundo. También destruye la forma de vida de los pueblos indígenas, su autodeterminación y su cultura.
El trabajo en las plantaciones en general se paga mal, genera una gran dependencia del empleador en todos los
aspectos de la vida y regularmente es insalubre y peligroso. Se han denunciado las desigualdades existentes
entre los diversos tipos de trabajo (trabajadores zafrales con respecto a trabajadores permanentes, hombres con
respecto a mujeres). El uso de plaguicidas representa un verdadero riesgo para la salud de la mano de obra de
las plantaciones (predominantemente femenina) en toda la región. El sector de las plantaciones es el sector
económico de Indonesia que presenta mayores conflictos, en su gran mayoría resultado de problemas de
tenencia de la tierra y de la escasa protección legal con la que cuentan las comunidades.
En resumen, las plantaciones de palma aceitera de Indonesia tienen costos sociales y ecológicos muy altos.
Entre esos costos, que a menudo no son fáciles de expresar en términos monetarios, está la destrucción del
bosque tropical, la pérdida de biodiversidad, las prácticas ilegales, los conflictos por los derechos sobre la tierra,
violaciones de los derechos humanos, disputas laborales, tratamiento injusto de los pequeños propietarios de
tierras, el colapso de las prácticas culturales indígenas y la exposición de economías locales vulnerables a las
caprichosas fuerzas del mercado mundial.
Extractado de: “Greasy Palms. The social and ecological impacts of large-scale oil palm plantation development
in Southeast Asia”, marzo de 2004, Eric Wakker, AIDEnvironment, en colaboración con Sawit Watch Indonesia y
Joanna de Rozario para FOE, http://www.foe.co.uk/resource/reports/greasy_palms_impacts.pdf
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