Lite Lecturas Dos

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Literatura Universal
Tema: comprensión lectora
Instrucciones: EN SU CUADERNO, realice las actividades que se le indiquen a partir de la lectura de los textos.
La protección por el libro
El literato Wu, de Ch'iang Ling, había insultado al mago Chang Ch'i Shen. Seguro de que éste procuraría vengarse,
Wu pasó la noche levantado, leyendo, a la luz de la lámpara, el sagrado Libro de las transformaciones. De pronto se
oyó un golpe de viento que rodeaba la casa, y apareció en la puerta un guerrero que lo amenazó con su lanza. Wu lo
derribó con el libro. Al inclinarse para mirarlo, vio que no era más que una figura, recortada en papel. La guardó entre
las hojas. Poco después entraron dos pequeños espíritus malignos, de cara negra y blandiendo hachas. También éstos,
cuando Wu los derribó con el libro, resultaron ser figuras de papel. Wu las guardó como a la primera. A media noche,
una mujer, llorando y gimiendo, llamó a la puerta.
-Soy la mujer de Chang -declaró-. Mi marido y mis hijos vinieron a atacarlo y usted los ha encerrado en su
libro. Le suplico que los ponga en libertad.
-Ni sus hijos ni su marido están en mi libro -contestó Wu-. Sólo tengo estas figuras de papel.
-Sus almas están en esas figuras -dijo la mujer-. Si a la madrugada no han vuelto, sus cuerpos, que yacen en
casa, no podrán revivir.
-¡Malditos magos! -gritó Wu-. ¿Qué merced pueden esperar? No pienso ponerlos en libertad. De lástima, le
devolveré uno de sus hijos, pero no pida más.
Le dio una de las figuras de cara negra.
Al otro día supo que el mago y su hijo mayor habían muerto esa noche.
La sentencia
Aquella noche, en la hora de la rata, el emperador soñó que había salido de su palacio y que en la oscuridad
caminaba por el jardín, bajo los árboles en flor. Algo se arrodilló a sus pies y le pidió amparo. El emperador accedió;
el suplicante dijo que era un dragón y que los astros le habían revelado que al día siguiente, antes de la caída de la
noche, Wei Cheng, ministro del emperador, le cortaría la cabeza. En el sueño, el emperador juró protegerlo.
Al despertarse, el emperador preguntó por Wei Cheng. Le dijeron que no estaba en el palacio; el emperador lo
mandó buscar y lo tuvo atareado el día entero, para que no matara al dragón, y hacia el atardecer le propuso que
jugaran al ajedrez. La partida era larga, el ministro estaba cansado y se quedó dormido.
Un estruendo conmovió la tierra. Poco después irrumpieron dos capitanes, que traían una inmensa cabeza de
dragón empapada en sangre. La arrojaron a los pies del emperador y gritaron:
-¡Cayó del cielo!
Wei Cheng, que había despertado, la miró con perplejidad y observó:
-Qué raro, yo soñé que mataba a un dragón así.
El maestro del silencio
Un monje que se hacía llamar “el maestro del silencio” era en realidad un impostor. Con el fin de vender su budismo
zen fraudulento, tenía consigo a dos elocuentes monjes que contestaban por él las preguntas.
Un día, mientras estaban ausentes sus ayudantes, se le acercó un monje peregrino que le preguntó: “Maestro, ¿quién es
el Buda?”. Al no saber qué hacer o decir, en medio de su confusión, miró desesperadamente en todas direcciones en
busca de sus voceros.
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El peregrino, satisfecho al parecer, le volvió a preguntar: “¿Qué es el dharma?”, Tampoco pudo contestar, de modo
que miró primero al techo y después al suelo, pidiendo ayuda al cielo y al infierno.
Nuevamente, el monje preguntó: “¿Qué es el sangha?”. Ante esto, el “maestro del silencio” no pudo hacer otra cosa
que cerrar los ojos.
Por último, el monje preguntó “¿Qué es la beatitud?”. Desesperado, el “maestro” extendió sus brazos en señal de
rendición.
El peregrino se dio por satisfecho y continuó su viaje. En el camino se encontró con los monjes asistentes y les dijo:
“El maestro del silencio es un ser iluminado. Le pregunté qué era el Buda y en seguida volvió la cabeza al este y al
oeste, queriéndome dar a entender que los seres humanos siempre están buscando al Buda por aquí y por allá, pero que
en realidad el Buda no puede encontrarse en el este ni en el oeste. Luego le pregunté qué era el dharma. En respuesta
me miró de arriba abajo, queriendo dar a entender que la verdad del dharma es una totalidad de igualdad, dado que no
hay diferencia entre lo alto y lo bajo ya que tanto la pureza como la impureza pueden encontrarse en ambas partes. Al
responder a mi pregunta sobre qué es el sangha, se limitó a cerrar los ojos; esto es una insinuación del dicho célebre: Si
puedes cerrar los ojos y dormir profundamente en las hondas grutas de las montañas envueltas en nubes, entonces eres
un gran monje. Ante mi última pregunta sobre qué era la beatitud, él extendió los brazos y me mostró sus manos. Con
esto quería decir que estaba dispuesto a ayudar a los seres sensibles con sus bendiciones. ¡Oh, qué maestro tan sabio!
¡Cuán profunda es su enseñanza!”. Concluyó el peregrino, y se despidió.
Cuando el “maestro del silencio” volvió a ver a sus ayudantes les gritó: “¿Dónde os habéis metido? ¡Hace un instante
estuve a punto de arruinarme por culpa de un peregrino preguntón!”.
Perder la cabeza
Una noche, una mujer tuvo un intenso sueño de gran realismo, tan claro que pensó que estaba despierta. Soñó que
perdía la cabeza. Literalmente, soñó que su cabeza se caía de sus hombros.
A la mañana siguiente, se despertó y se puso a buscar como loca su cabeza. Buscó por todas partes y no consiguió
encontrarla. Sus gritos desesperados no sirvieron para nada.
Por fin, acudió a un maestro y le preguntó dónde podía encontrar su cabeza. El maestro se limitó a sostener un espejo
ante ella para que pudiera contemplarse. Y la mujer se dio cuenta de que la había llevado en su sitio todo el rato, que
sólo la había perdido en sueños.
Fuente: CVC
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