Julián Rodríguez Marcos: Periférica

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Julián Rodríguez Marcos
Periférica
1) El nombre de su proyecto, ¿resume de alguna manera el
espíritu y los objetivos que lo animan?
Nuestro nombre alude tanto al lugar geográfico en el que vivimos
y desde el que editamos como a la posición que hemos elegido
para “ser” editores: no sólo publicamos a autores centrales en sus
literaturas nacionales, sino también a otros muchos autores
periféricos (siguiendo, claro, el canon que tenemos establecido en
España, en ocasiones demasiado “reduccionista”) pero que nos
parecen igualmente fundamentales, y que cada vez más se van
revelando como necesarios para reescribir la historia de la
literatura de los últimos siglos (somos exploradores, ¿por qué
no?).
La idea de periferia o periférico está ligada tanto a lo excéntrico
(es decir, a lo que está fuera del centro y, jugando con su otro
sentido, puede ser, incluso, raro para algunos)… Sciascia
reflexionó alguna vez a propósito de Sicilia sobre esto: periférico
como autónomo, es decir, como dueño de su propio destino, “sea
grandeza o miseria”, pues no necesita (sigue Sciascia) “pasar por
el centro, sino que se lo inventa”. Él pensaba en la historia, pero
también en algunos autores sicilianos, autores que, precisamente,
nos interesan mucho en Periférica (vamos a publicar a más de
uno).
Alguien nos dijo recientemente que la palabra, el nombre de la
editorial, Periférica, le sugería otra palabra: “independencia”.
Quizá sí. Aunque, ¿independencia de qué? Conocemos buenos
sellos editoriales que pertenecen a grandes grupos, y que publican
excelente literatura, o literatura a secas, sin pensar en la cuenta de
resultados. Al menos sus directores literarios… En realidad,
todos, de un modo u otro, dependemos de alguien: de nuestros
banqueros, lectores, distribuidores, libreros, críticos… La única
independencia está en tratar de elegir siempre qué vas a editar sin
pensar en ellos… La independencia está en, como decía Giulio
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Einaudi hace décadas, en aquellas magníficas conversaciones
publicadas, no hablar del mercado, en no pensar en él cuando se
traza la programación de cada “curso”.
También como periféricos hemos elegido un formato “singular” y
aparentemente menor, del que somos fans como lectores desde
hace mucho. Fans del 17 x 12 cm. Hay muchos referentes en
Europa, y en todos ellos nos hemos “mirado” estos últimos años,
antes de poner en marcha Periférica. Porque eran editoriales (aun
de libros extensos) en formato pequeño, gran cuidado tipográfico
y catálogo ambicioso y articulado. Cito sólo algunas, hay
muchísimas otras: en Inglaterra Pushkin Press y Acorn Books; en
Francia la fundamental Allia; en Italia Bollati Boringhieri, il
melangolo, y, por supuesto, tres clásicos: todo Libri Scheiwiller,
la “Piccola Biblioteca” de Adelphi y “La memoria” de Sellerio.
(Quizá añadiría también otra italiana, algo distinta pero con un
interesante catálogo: minimun fax.)
2) ¿Por qué editar libros en una época volcada en las imágenes
y cada vez más reacia a la lectura? ¿O no es así?
Un editor es un lector apasionado y también un lector crítico. Un
editor es alguien que “recomienda”, que quiere recomendar como
apasionado que es, que quiere compartir, lo que leyó previamente
(al menos, nosotros sólo publicamos aquello que hemos leído y
disfrutado o pensado previamente; nunca contratamos a través del
parecer de otros o de propuestas de agencias que no vienen
acompañadas de un texto…).
Un editor de este tiempo puede convertir su editorial en su propio
partido político, en su ong, en su espacio de reflexión, y esto
produce al editor que así lo entienda, sin lugar a dudas, una
satisfacción especial, nacida ( y obligada de paso a ello) del
compromiso como ciudadano: una editorial puede intervenir en la
realidad de un modo evidente: la cultura y la vida política de
muchos países la han formado sus editores: Italia fue reconstruida
gracias a los libros de Einaudi y, luego, Feltrinelli; basta con leer
los periódicos de la época.
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Una editorial es, pues, un laboratorio social y una escuela. No hay
nada más importante para crear una “realidad” que un libro,
mucho más que cualquier otra cosa, digan lo que digan: y
concretaré más con un ejemplo que todo el mundo entenderá: los
libros de texto. Y ese ejemplo: ¿cómo se ha formado en algunos
lugares del mundo, escribamos el País Vasco, la “idea” de que
eran diferentes o únicos sino en los libros de texto estudiados en
las escuelas, en las ikastolas? Un libro puede ser un arma
arrojadiza (Mi lucha) o dictar sentencia de muerte (Los versos
satánicos).
Pero, ¿y las imágenes? Una editorial de este tiempo no es ni
puede ser ajena al “mundo de las imágenes”, a su importancia. Es
más, no hay nada como un texto para crear imágenes (o
ensoñaciones, en el decir de Pound y algunos “imaginistas”)… Y
no sólo me refiero a esas imágenes (de la poesía), sino también a
las que nacen de las palabras y que no son sólo cinematográficas,
es decir, a las imágenes que nos hacen actuar o comprender. A las
creadas, o recreadas, por Cervantes, Shakespeare, Kafka, es decir,
a las llamadas, por Brecht, “imágenes fuertes”, pues rápidamente
se incrustan en el imaginario general e incluso se convierten en
adjetivos: cervantino, kafkiano…
Y si hablamos, en sentido estricto, de “lo audiovisual”, creo que
el error sería contraponer literatura a imágenes… Hay que
fomentar la lectura por “complementación” y no por
enfrentamiento o exclusión… Además, cada vez hay más lectores,
eso es evidente; al contrario de lo que suele pensarse. Si comparo
cuánta gente leía o podía leer cuando yo era niño con la gente que
lee ahora, en el tiempo de mis sobrinos niños, la cuenta es
evidente.
3) ¿Hay en su trayectoria algún título que represente de manera
diáfana su empeño? ¿Cuál de ellos les ha permitido llegar a
un público más amplio? ¿Hay alguno al que tengan especial
cariño por la suerte que corrió?
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Nos sorprendió agradablemente, como suele decirse, la excelente
acogida al primer título de Vallès que publicamos, El testamento
de un bromista. Con todo lo que supuso “recuperar” a un autor,
como Vallès, fundamental para nuestra formación como lectores,
y del que vamos a publicar muchos otros libros en el futuro.
Digamos que Vallès y Fogwill, del que también vamos a seguir
publicando más textos, son dos autores clave para nosotros como
lectores, y, por suerte, están en nuestro catálogo, y ha habido una
excelente acogida de sus obras con el sello de Periférica. También
ha sido alentador el interés que han despertado los autores más
jóvenes de la editorial (los más jóvenes hasta ahora, pues llegarán
pronto otros más jóvenes aún de Inglaterra, Bolivia, Italia…): la
francesa Valérie Mréjen, el chileno Carlos Labbé o el mexicano
Yuri Herrera. Sin embargo, he de confesar que esperaba más (las
críticas fueron estupendas, me refiero a mejor acogida por libreros
y lectores) de la magnífica novela de Paulo José Miranda Un
clavo en el corazón, que leí hace años, cuando salió en Portugal, y
que me parece excepcional; como el resto de su narrativa, que
vamos a ir publicando poco a poco: es un autor para nosotros muy
importante también.
Por otra parte, hay que señalar, con cierta tristeza, la dificultad
que conlleva siempre editar a autores latinoamericanos en España
(salvo algunos nombres “consagrados”): los índices de venta (de
cualquier editorial, grande o pequeña) suelen ser ruinosos... Lo
sabíamos antes de poner en marcha nuestro proyecto y apostar por
ellos, y lo hemos comprobado ahora; sin embargo, vamos a seguir
apostando por esa línea de trabajo. Esto lo compensa el interés
creciente de muchos editores extranjeros, y los contratos
subsiguientes, por los autores latinoamericanos que estamos
publicando: esto nos reconforta y anima.
4) ¿Cómo surge la idea de formar una editorial y qué
colecciones o libros delimitan mejor las señas de identidad
de su desafío?
Hasta la fecha yo había “comparecido” (perdón por el yo) en el
mundo editorial como autor, o aspirante al título de autor más
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bien. Pero ante todo diría que soy un lector, y ese lector que soy
ha conocido durante los últimos años, más de diez, un buen
número de obras de mucho interés que no se encontraban
traducidas al castellano. Algunas de ellas las recomendé a
diferentes editoriales y fueron publicadas; con otras no hubo
suerte. Finalmente, en compañía de mi socia, Paca Flores, que en
la editorial se ocupa de la gestión de cuentas y de la prensa,
decidimos ser nosotros mismos los editores de esas obras.
En la primera colección que abrimos, “Biblioteca portátil”, hemos
trabajado con dos líneas bien definidas:
a) Descubrir o rescatar, mediante traducciones y ediciones
cuidadas, a autores clásicos de primera fila pero aún no
suficientemente conocidos en España. De esta línea
podríamos destacar al francés Antoine de Rivarol, nunca
antes traducido en nuestro país; a Joseph Joubert y
Benjamin Constant, clásicos incontestables; al portugués
Fialho de Almeida, a quien hacía décadas que no se
publicaba en castellano; a Remy de Gourmont, “heredero”
de Rivarol y uno de los grandes autores franceses del
cambio del XIX al XX; a la inglesa Mary Cholmondeley...
Y, claro, a Jules Vallès.
b) Presentar en España a autores contemporáneos de Europa
(no españoles) y América Latina de gran prestigio en sus
países de origen, pero poco conocidos (o totalmente
desconocidos) aquí.
Posteriormente ha surgido, con muchos menos títulos aún,
“Pequeños tratados”, dedicada a la “no ficción” en su sentido
más amplio, a partir de una frase del Trauerspiel de Walter
Benjamin. El lema de la colección sería algo así como “Entre
la erudición y el underground”, y lo seguimos a rajatabla:
erudición de José Emilio Burucúa, el gran especialista
latinoamericano en Warburg; quest muy particular en Los
Rolling Stones en Perú…; y, muy pronto, títulos sobre la
crítica literaria actual, sobre la ciencia, sobre la literatura de
viajes…
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5) ¿Tienen alguna relación con otras iniciativas semejantes,
comparten proyectos comunes, estrategias para tener
visibilidad en un mundo saturado de novedades?
En Periférica tenemos excelentes relaciones con pequeños,
medianos y grandes editores. Hemos sido muy bien recibidos por
todos ellos, y ya hay cierta complicidad con un buen número,
sobre todo con los más pequeños, con la hornada de “nuevos
editores independientes”... Siempre que nos es posible
colaboramos con éstos. Con algunos, en más de una ocasión
hemos realizados “acciones conjuntas” de divulgación de nuestro
trabajos, de nuestros autores. Y estamos trabajando con un amplio
número de nuevos editores en proyectos, digamos, sectoriales
muy interesantes.
En cuanto a cuestiones de orden “interno”, de la cocina de la
edición, nos intercambiamos contactos, nombres de traductores,
datos de interés de todo tipo… Y si nos llegan autores de interés,
si no podemos afrontar la publicación de todos ellos o no encajan
en nuestro catálogo, tratamos de difundirlos entre nuestros
colegas... Como hacen ellos con nosotros en otras ocasiones.
6) ¿Cómo valoran la situación actual del libro en España y en
el resto del mundo y su futuro? ¿Creen que las nuevas
tecnologías van a acabar con el libro como soporte
tradicional, y privilegiado, de la lectura?
A pesar de algunas visiones agoreras, nosotros nacemos en una
época donde podemos ser editores sin ser ricos. Esto puede
parecer una tontería o una simpleza, pero no lo es. Basta
reflexionar un poco en ello o mirar hacia atrás… Por otra parte,
hemos llegado a un momento de aparente saturación pero también
de normalización respecto a modelos editoriales vecinos; es decir,
existen gigantescos grupos editoriales por una parte, grandes y
medianas editoriales independientes, y, por último, pequeñas
editoriales. Este sector es el que antes no existía, o apenas existía.
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Los tres sectores mantienen a la vez líneas, digamos, de consumo
y líneas literarias. Todos publican buenos, regulares y malos
libros. Pero curiosamente, son las pequeñas editoriales las que
menos libros malos publican. ¿Por qué? Porque su programación
es tan corta que pueden elegir sólo lo mejor, lo más interesante, y
porque su prestigio, aún en vías de consolidación, se fundamenta
en la calidad constante.
Por suerte, además, existen hoy distribuidores en España que
entienden que lo que en Francia llaman “microedición”, o edición
a cargo de los pequeños editores, puede ser entendida por su parte
como un I+D para el futuro: investigación más desarrollo... E
incluso I+D+i, es decir, innovación (hasta donde se puede
inventar hoy día)… En el futuro, piensan estas distribuidoras, los
pequeños editores de hoy podrían ser grandes editores... Esto, en
realidad, no ha de importarnos (quiero decir qué creen los
distribuidores respecto al futuro), pero nos sentimos satisfechos
de haber encontrado un buen distribuidor, un distribuidor,
digamos, literario, que cree en nuestro proyecto y sabe “explicar”
nuestros libros, por muy difíciles que sean en algunos casos para
el “mercado habitual”.
No creemos que se acabe el libro en el soporte actual. Éste se
mantendrá, aunque sea para una inmensa minoría, tal y como está
sucediendo con la vuelta del (valga este ejemplo, pero se me
ocurren muchos otros) tocadiscos. Digamos que el valor de lo
“analógico” es a veces insuperable, y no sólo en cuanto a lo
sentimental... Eso ocurrirá también con el libro, y no tenemos
miedo, es decir, creemos que hay cabida para la edición
electrónica y para la “tradicional” al mismo tiempo, pueden
convivir. Incluso es posible que los sellos más “artesanales”, que
más mimen sus ediciones, tanto en lo formal y natural: la cola o el
hilo vegetal de sus encuadernaciones, el papel respetuoso con el
medio ambiente, etcétera, etcétera, como en el diseño o la “puesta
en escena”, puedan sobrevivir mejor a esos cambios. Siempre hay
espacio para lo “vintage” bien entendido… Y, por otra parte,
quién no quiere tener cien libros, o quinientos, en un solo aparato:
también me parece fascinante… Creo que lo ideal sería poder
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disfrutar de ambas opciones, que lo “digital” o inmaterial ayude a
lo “analógico”, como las nuevas tecnologías (adsl, tarifas planas
de móvil, skype, ordenadores baratos, transportes urgentes con
tarifas culturales…) nos ayudan en nuestro trabajo, tan tradicional
(¿o no?), nos ayudan a ser editores… cuando hace unas décadas
esto hubiera sido costosísimo, e inimaginable para la clase social
de la que procedemos.
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