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Hacia el VII ENAPOL
En primer lugar, quiero por intermedio de Angelina Harari y de
Rómulo Ferreira da Silva, agradecer especialmente la gentileza
que han tenido de haberme invitado para poder estar aquí esta
noche en San Pablo, para compartir con todos ustedes esta
actividad preparatoria del VII ENAPOL: “El Imperio de las
Imágenes”.
Para comenzar, voy a explicitar un poco el lugar en que me
ubico para hablar hoy ante ustedes. Con ese título, en primer
lugar, lo que hemos hecho fue lanzar a rodar un significante.
Junto con Rómulo, Mercedes Iglesias y por supuesto con la
infaltable colaboración de Mauricio Tarrab, elaboramos un
pequeño texto de presentación, lo que llamamos un
argumento, mediante el cual intentamos abrir alguna de las
perspectivas que consideramos de interés para causar el deseo
de los colegas a participar del mismo. Pero, finalmente, y eso es
siempre lo más interesante, cada uno de los participantes se
apropia de ese significante de acuerdo al modo en que lo afecta
en su singularidad. Voy a hablarles entonces desde esta última
perspectiva; es decir, lo que a mí me ha causado y me ha hecho
reflexionar este significante “El imperio de las imágenes”.
Como creo que lo indican muy bien los tres ejes temáticos que
la comisión científica ha extraído del argumento, el VII ENAPOL
nos invita a explorar el modo en que se anudan para nosotros
hoy tres cuestiones que creo deben ser interrogadas en su
íntima articulación a los fines de mantener vivo al psicoanálisis
en el siglo XXI.
Explorar los impases de nuestra civilización, dar cuenta de la
incidencia de los mismos en la transformación de la clínica a la
que cada uno se confronta ya sea en su consultorio o en los más
diversos dispositivos institucionales,
revisitar nuestros
conceptos para intentar ceñir con más precisión aquello que
efectivamente hacemos y compartir entre todos los resultados
que se desprenden de ello, es la aventura que nos espera aquí
en San Pablo los días 4,5 y 6 de septiembre próximos.
En ese sentido, pienso que el Imperio de las imágenes es una
manera precisa de caracterizar uno de los aspectos más
notorios de la transformación de la realidad efectiva en que se
desarrolla hoy nuestra práctica. No decimos nada nuevo con
solo afirmar que las increíbles posibilidades que los nuevos
dispositivos surgidos de las tecno-ciencias han permitido
realizar en el mercado de las imágenes han transformado
radicalmente en unos pocos años el mundo en que vivimos.
Pero creo que lo que se trata de indagar en tanto psicoanalistas,
son los nuevos síntomas que acompañan dicho proceso.
Dentro ese campo a mí me interesa especialmente resaltar un
sesgo que la clínica nos permite interrogar: ¿ por qué en esa
misma civilización que despliega triunfalmente todas esas
posibilidades en el campo de las imágenes, lo que observamos
en nuestra clínica es una dificultad creciente en el anudamiento
del imaginario corporal que se pone en evidencia en lo que
comúnmente describimos como las situaciones de cuerpo a
cuerpo; es decir, lo que ocurre frente a la presencia real del
cuerpo del Otro?
Solo a modo de ejemplo, les voy a relatar dos breves viñetas
que seguramente resonarán en la experiencia cotidiana de
cada uno de ustedes.
Un adolescente de 14 años consulta derivado con diagnóstico
de Toc. Su relato comienza planteando que tiene miedo a dejar
de ser como es. Cuando se encuentra con ciertos compañeros
del colegio que no son precisamente sus amigos más íntimos
dice :”Si me encuentro con X o Y, puedo llegar a ser como ellos.
Si me dan la mano, me la tengo que lavar inmediatamente. Es
como un miedo a contagiarme. Me ocurre que a veces, si no
puedo lavarme las manos tengo que tragar saliva seis veces”.
Una joven de 22 años plantea que si no siente que tiene el peso
ideal al que aspira, no puede acercarse al chico que le gusta. A
raíz de eso puede pasar varios fines de semana sola y
encerrada sin salir de su casa. Supone que sólo así va a poder
sentirse segura y armada para enfrentar la escena. Son esos los
momentos más feroces de sus atracones. Dice: “sé que es un
delirio, pero en eso momentos, es como si me viera una bola de
grasa pegada en la frente”.
De más está decir, que muchos de los nuevos casos que acuden
hoy a nuestra consulta, ponen seriamente en cuestión lo más
seguro de la clínica en la que nos hemos formado.
En ese sentido, una cuestión en la que me parece interesante
detenernos como lo puso en evidencia Miller refiriéndose al
ejemplo del porno, es si con la expresión “El Imperio de las
imágenes” nos estamos refiriendo sólo una transformación
definible en un sentido puramente cuantitativo, la cantidad de
horas que pasa cada uno con su gadget preferido, o si hay en
juego allí, vehículizado a través de eso, algo más inquietante.
Miller ha planteado que la voluntad del juego que opera detrás
de ese imperio vehículiza por definición una lógica que es
siempre de incitación, intrusión, provocación y forzamiento
respecto de cualquier límite que quiera oponersele.
Cuando afirmamos que las incidencias en las agrupaciones
sociales por efecto conjunto del discurso de la ciencia más el
discurso del capitalismo implican por estructura la puesta en
cuestión de todo aquello que ocupaba antes la función de lo que
Lacan llamo los Nombres del padre, nos estamos refiriendo
exactamente a ese proceso.
Podemos afirmar entonces, que la imagen tipo que se hace
imperio y que encuentra su paradigma en la retransmisión a
nivel planetario de la publicidad que dice cada uno que
imposible is nothing, es una ilustración perfecta de aquello que
Mauricio Tarrab planteó en su texto “El Ojo bulímico y el lobo”
como la matrix operante detrás de ese imperio. Frente eso,
podemos constatar que el sujeto contemporáneo queda cada
vez más solo y sin recursos frente a los embates de lo real.
Ahora bien, si nos quedamos detenidos en esa perspectiva; es
decir, en la nostalgia del padre y el desencantamiento del
mundo, no sólo nos desentendemos de nuestra implicancia en
ese mismo movimiento sino que nos olvidamos que Lacan muy
tempranamente –como nos lo ha recordado en varias
oportunidades Eric Laurent- planteó con precisión que el
psicoanálisis llegó a nuestro mundo en una época en la que ya
todo aquello se esfumaba y que no quedaba más que el síntoma
como lo que verdaderamente interesaba a cada uno en tanto lo
interrogaba sobre aquello que viene a perturbar su cuerpo.
Como bien lo señalo Luis Fernando Carrijo da Cunha en su
editorial del Flash 3,
“como perspectiva política del
psicoanálisis de la orientación lacaniana, no nos cabe solo
contemplar la realidad sino recoger lo que cae del imperio
como trozos de real que desde siempre modulan al síntoma”.
Suscribo totalmente a lo que planteó Luis Fernando.
En ese sentido pienso que lo que ponemos al trabajo en este VII
ENAPOL, se enlaza tanto con lo trabajado en el VI ENAPOL
“Hablar con el cuerpo. La crisis de las normas y la agitación de
lo real” como con el trabajo que se va a desarrollar en el
próximo Congreso de la AMP “El inconsciente y el cuerpo
hablante”. Para poder estar a la altura de esa tarea , se tratara
para nosotros de tomar posición respecto de la encrucijada en
que nos colocan las nuevas demandas que recibimos hoy. O nos
situamos el lado de la creencia en el Nombre del padre o nos
situamos del lado de la efectividad de la práctica analítica allí
donde podamos constatarla, ya sea por ejemplo tanto a partir
de una viñeta extraída de casos atendidos en instituciones, ya
sea a partir de los testimonios que nos brindan hoy nuestros
AE.
Como lo ha precisado Lacan, nuestra época es un observatorio
perfecto para reflexionar sobre el bicho raro que es el parletre
que cada uno de nosotros somos.
Lo que la experiencia analítica ha revelado es que cada uno está
habitado por marcas singulares que producto del encuentro
contingente entre lalengua y el cuerpo, inducen un goce que no
haría falta o también qué haría falta que no, disarmónico,
parasitario dada la ausencia de la escritura de la fórmula de la
relación sexual y que por definición trastoca siempre el sueño
del goce supuesto de su naturaleza de cuerpo. Si hay algo que
ha demostrado la experiencia analítica es que tenemos que
poner seriamente en cuestión aquello que se querría nombrar
como naturaleza humana.
El año 1967 Lacan decía lo siguiente: “Freud nos enseñó que
entre los enfermos existe una clase especial a la que llamamos
enfermos del pensamiento. ¿Qué quiere decir esto? Podríamos
decir “animales enfermos del pensamiento” como se dice
animales enfermos de la peste. No llegaré a decir que el
pensamiento es en sí una enfermedad, pero el bacilo de la peste
tampoco es una enfermedad sino que la engendra. La engendra
en los animales que no están hechos para soportar el bacilo.
Quizás se trate de esto.”
Esas marcas singulares que en cada uno se repiten y que
encarnan un modo de satisfacción paradójica que resisten a la
operación de desciframiento por el sentido, constituyeron el
fenómeno clínico que llevo a Freud a postular aquello que
llamo pulsión de muerte.
Podemos afirmar hoy que el sueño de la relación armónica
entre el goce y el cuerpo fue despejado por Lacan ya desde su
invención misma del estadio del espejo. Podemos leer
retrospectivamente que Lacan ya postulaba allí, que a
diferencia del caso animal y a raíz de lo que nombraba entonces
como desarraigo instintivo, no hay nada preexistente en el
imaginario humano que sirva de brújula frente al impacto de
ese trauma.
Como afirma Lacan en Televisión, desde esa perspectiva, la
cuestión del llamado mind-body problem, permanece intocado
desde Aristóteles pasando por Von UexKull (el creador de los
términos Innenwelt y Unwelt) hasta nuestros días. El alma, la
psiquis, definida por Aristóteles como la suma de las funciones
del cuerpo, y postulada como la brújula fundamental de la
relación del organismo con el medio definida en términos de
evolución adaptativa, sigue siendo la ideología que domina las
investigaciones actuales de los neurocientíficos siempre tras la
búsqueda del correlato supuesto entre lo que ocurre en el mind
y lo que ocurre en el body.
Ya en sus antecedentes, Lacan planteada que entre el yo
definido a través del imaginario narcisista y los enigmas del
cuerpo real había una hiancia irreductible.
Leía hace poco un libro de F. Jullien que se llama “De la esencia
o del desnudo”. Jullien plantea allí que si hay un rasgo
revelador de la aventura intelectual de Occidente tanto estética
como teórica, desde Grecia hasta nuestros días, ese rasgo en el
desnudo. Ubica en la omnipresencia del desnudo, el intento de
atrapar lo real mediante una imagen que lo diga todo, poder
finalmente hacer entrar lo real en el campo de la
representación, lograr de algun modo poder contemplar lo real
al desnudo. Contrapone a eso, por sus estudios de sinólogo, el
hallazgo de la ausencia completa del tema en la cultura china
tradicional. Hay también otro libro que se llama “La gran
imagen no tiene forma” en el que trabaja el tema de la pintura
china especialmente a Shitao quien era letrado además de
pintor y que fuera citado por Lacan en su Seminario , que se los
recomiendo especialmente.
Es sólo con la ayuda de esa nueva escritura forjada por Lacan
que constituyen los nudos, que va a plantear que ese goce que
transcurre entre Simbólico y Real
y al que llamó
enigmaticamente como Goce Fálico, está por definición
desanudado del imaginario corporal.
Sabemos también que el tratamiento estándar de esa irrupción
parasitaria, ha sido por milenios el aparato de suplencia que
Lacan llamo el Nombre del padre; es decir, el tratamiento de
goce por la vía de la castración. Lo que nunca fue por otra parte
asintomático -hay que decirlo- como lo ha demostrado la
clínica de la neurosis. Por eso hemos creído hasta no hace
mucho, que nuestra misión era tomar el relevo de la
declinación de esa función. Sin embargo, desde hace años la
orientación de Miller nos ha empujado a despertarnos de ese
otro sueño.
Frente a eso tenemos que hacernos algunas preguntas: ¿Es sólo
ése, el Real que nos orienta?, ¿es ése el único goce que habita al
sujeto parlante? Ante el fracaso de la operación de la
castración, se trata de llevar a cada uno hasta ese punto y que
cada uno se las arregle como pueda frente a eso? ¿es solo ése
el deseo que encarna la operación analítica?
Si decimos que no lo es, ¿cómo aprendemos a biendecir aquello
que efectivamente hacemos? como planteó Miller en el texto de
presentación del próximo Congreso.
Hace unos años en el coloquio realizado en Buenos Aires sobre
Sutilezas analíticas, Eric Laurent ante la presentación que hizo
un colega de Córdoba -Alvaro Stella- de un caso
extremadamente complejo, señaló lo siguiente: de entrada
usted se da cuenta que en ese caso la interpretación clásica no
tiene alcance , sin embargo, lo que usted ha hecho es encarnar
para él el más de vida. ¿De qué se trata eso?
Voy a contarles un breve recorte clínico: es un caso que
presentó Esteban Klainer y que discutimos en una serie de
noches que desarrollamos en la EOL con un grupo de colegas
durante los años 2013 y 2014 bajo el título “De la histeria sin
nombre del padre.”
Se trataba de situar lo que estos nuevos picos de oro han
podido inventar frente al trauma de la no relación sexual sin el
recurso del nombre del padre. No puedo desplegar todos los
detalles. Les haré entonces un breve resumen.1
Les paso entonces algunas de las preguntas que nos hemos
formulado: (…) ¿No encarna su pregunta la cuestión de cómo
articular ese otro goce que la habita en el lazo social?
?No ha sido precisamente la histeria de quien Lacan planteó
que si se le escucha más allá de su llamado al padre, ha dejado
planteada a partir de la llamada insatisfacción, la pregunta por
la existencia en la instancia discursiva de un Otro goce
diferente al fálico.?
?Dónde lo ubico Lacan en la escritura del nudo?. Entre lo
imaginario y lo real. ¿Por qué Lacan decide llamarlo
enigmaticamente también, como goce de la vida.? ¿Qué nos
enseñan esas referencias hoy respecto al efectividad de la
práctica analítica ? ¿ese goce es sólo cosa de mujeres.?
Terminó entonces con la referencia a los testimonios de dos AE.
Ram Mandil se encuentra al final de su análisis con una imagen
muy particular extraída de las tres fotografías que existen de
su padre en un campo de concentración. En todas ellas el
mismo aparece sin camisa, con el cuerpo esquelético pero
siempre sonriendo. Precisa entonces lo que eso le evoca: “bajo
la sombra de la muerte, la sonrisa de la vida”. Le dice entonces
a su analista: “amar la vida, hacer de mi vida mi partener, he
aquí para mi un nuevo nombre del padre, un nuevo sínthome.
¡Es eso!.”
Marcus André Vieira, refiere también el surgimiento
inesperado de una imagen que sólo le aparece al final de su
análisis. “En uno de esos últimos encuentros veo como el
analista ríe mostrando los dientes. Nunca había reparado en
eso. Sólo me recordaba de su sonrisa pero no de su risa. Al
comentar esta observación, el me ofrece lo que tome como un
último regalo, me recuerda la sonrisa del gato de Alicia para
indicar lo que resta del analista al final. Aquella sonrisa que
hora llevo conmigo, que ahora está escrita en mí, siempre será
para mi risa, llena de dientes, mordida….”
Podríamos decir de cada una de sus imágenes que vale más que
mil palabras. Eso será siempre una verdad mentirosa. ¿Pero
habrá que hacerle caso a Wittgenstein y sostener que lo que no
se puede decir es mejor callarlo o se trata para cada uno de
ellos de mostrar una enigmática referencia a un NO Todo que
no puede ser evocado más que por una imagen.?
El empuje al goce contemporáneo somete los cuerpos a una ley
de hierro cuyas consecuencias hay que estudiar con
detenimiento. Es lo que Lacan profetizaba como el ascenso al
cenit social del objeto a en tanto plus de goce, siempre dócil a
vestirse de imágenes que se renuevan sin cesar.
Pero también es cierto, que Lacan al final de su enseñanza,
reinterroga de manera renovada el registro de lo imaginario
planteando que frente al sin límites del empuje al goce, el único
límite real, lo da como cada cuerpo encuentra la manera de
poder sostener anudadas sus tres consistencias. Desde esa
perspectiva, el registro de lo imaginario que había quedado un
poco olvidado en nuestras consideraciones, recobra un lugar
de pleno derecho y nos abre un nuevo campo investigación en
el que poder interesarnos.
Obrigado
1. Caso presentado en las Noches abiertas realizadas en la EOL
durante el año 2014
Fernando Vitale
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