Situación sindical y social en el Chile de hoy

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Situación sindical y social en el Chile de hoy
Hernol Flores Opazo
Presidente, Organización para el Desarrollo Social y Sindical, ODESI
12/01/2006
http://www.forociudadano.cl/columnaopinion/situacion_sindical_hoy.htm
En Chile hoy existe claro consenso que contamos con una red de
organizaciones sociales débiles y atomizadas, desarticuladas entre sí, y no
beneficiarias de políticas de fortalecimiento y desarrollo.
Que tenemos un sindicalismo meramente reivindicacionista, que está lejos de
ser unitario, libre, democrático, autónomo y participativo; que desarrolle su
acción con fines y objetivos precisos y con una clara posición frente a lo
sociopolítico, económico y cultural. Objetivamente, no es posible seguir
ocultando que esta lamentable situación es producto de las alteraciones que
por décadas viene sufriendo la sociedad chilena, víctima de radicales
experimentos socio-económicos y políticos puestos en práctica para
reemplazar la institucionalidad y cultura nacional.
En esos fracasados proyectos políticos, el desarrollo y vigencia de las
organizaciones sociales, en particular el movimiento sindical, han sufrido con
especial rigor su implementación. Esto no ha sido una simple casualidad o
coincidencia sino que, por el contrario, ha obedecido a la táctica esencial de
una estrategia destinada a impedir una efectiva organización social, y mucho
menos el desarrollo y funcionamiento de un sindicalismo poderoso y moderno,
capaz de oponerse con éxito a las demasías del neoliberalismo.
De cara a este proceso, muchas veces señalamos que la vigencia de esta
cultura excluyente, más temprano que tarde desencadenaría una situación de
enfrentamiento y violencia de consecuencias impredecibles, si antes no se
lograba rearticular organizaciones sociales y sindicales fuertes, con capacidad
para defender los derechos de sus representados y suficiente personería para
avalar acuerdos alcanzados a través de un diálogo social que comprometiera la
participación responsable de agentes del gobierno, de empresarios, de la
sociedad civil y de los trabajadores.
Esta postura doctrinaria es el sentido fundamental de la misión de ODESI, que
con firme compromiso ético nos hemos dado a la tarea de contribuir al
adoctrinamiento y rearticulación del universo social y sindical, a fin de
ayudarles a que consigan pasar de la confrontación a la negociación; del
individualismo a la concertación, y de la atomización a la unidad.
Dijimos y sostenemos que conseguir alguna forma de acción de conjunto,
aunque sea cuantitativamente relativa, constituye tarea fundamental de un
gobierno democrático, el cual debiera abrir un intenso proceso colectivo hacia
la búsqueda de una urgente solución de los problemas estructurales que con
mayor gravedad afectan al mundo social y sindical; los que, en principio,
pueden resumirse en los siguientes de mayor urgencia:
• Democratización de los sistemas de Seguridad Social.
• Revisión y propuesta de una urgente reforma del Sistema Privado de
Pensiones.
• Equidad en la Redistribución del Ingreso.
• Acoso Moral en el Trabajo.
• Reforma de las leyes laborales, con efectiva participación sindical y
transparencia legislativa.
La seguridad social en Chile no es asumida como el elemento estratégico
fundamental de defensa de los derechos humanos de los trabajadores. Al
dejarla en manos del mercado, se ha consolidado el contrasentido histórico de
permitir que la presión de inversionistas y aseguradores nacionales e
internacionales impongan la privatización de estos servicios, despojando a las
mujeres y hombres de trabajo de sus pensiones, y desprotegiéndolos en su
salud, riesgos profesionales, educación y vivienda digna.
El régimen privado de pensiones nunca fue concebido para otorgar pensiones
suficientes, su objetivo esencial fue simplemente crear un mercado de capitales
para el uso de dinero barato y sin riesgo alguno por los grupos económicos
nacionales e internacionales, que se han enriquecido usufructuando de los
dineros de quienes están obligados por ley a ser “proveedores financieros” de
sus negocios. Mantener privatizados los sistemas de seguridad social, en
particular el régimen de pensiones, pone al país en riesgo de un estallido social
de gravísimas consecuencias.
En la distribución de la riqueza, Chile es claramente un país de contrastes.
Mientras demuestra un crecimiento económico espectacular, un tercio de su
población vive en situación de pobreza. El crecimiento no ha significado
mejores oportunidades para los trabajadores. El aumento de la competitividad
nacional e internacional, y los cambios tecnológicos y administrativos
orientados a lograr mayor productividad, han resultado en una larga escalada
de despidos y creación de empleos desechables e informales en toda la fuerza
laboral.
Los trabajadores contratados a tiempo parcial, temporal o de consultoría, están
reemplazando los empleos de tiempo completo, bien remunerados y con
pertenencia. Los subempleados y trabajadores informales son una fuerza
laboral cada vez más creciente, y cuyo resultado ha sido limitar los derechos de
los trabajadores y hacer imposible la equidad, al poner obstáculos insalvables a
la existencia de una organización sindical fuerte y con capacidad para ejercer
en plenitud el derecho a la negociación colectiva.
Aún cuando el acoso moral en el trabajo no es un fenómeno nuevo, su
intensificación en Chile ha llegado a límites que hace imprescindible la
permanente preocupación del Estado y de las organizaciones sindicales por
denunciar su creciente ocurrencia. Es fundamental mantener un científico y
permanente proceso de capacitación sindical que pueda enfrentar
ilustradamente este grave riesgo en las relaciones laborales, el cual está
absolutamente vinculado con las nuevas políticas de gestión y organización del
trabajo que impone el neoliberalismo.
Los derechos sindicales son atacados duramente por los empleadores, con la
complicidad de la ley y muchas veces de propios agentes de gobierno.
Complejos procedimientos y excesivas restricciones legales, han convertido el
derecho de organización, de negociación y de huelga, en elementos
absolutamente inoperantes.
Por otra parte, la falta de voluntad de las autoridades para hacer aplicar la
limitada legislación existente contribuye a que aumenten los abusos y la
prepotencia patronal. La mayoría de los empleadores ven a los sindicatos como
un obstáculo a sus intereses, oponiéndose sistemáticamente a la organización
sindical e intimidando a quienes se atrevan a sindicarse o a emprender
acciones colectivas encaminadas a proteger sus derechos.
Esta situación llega al colmo, cuando trabajadoras y trabajadores piden afiliarse
clandestinamente a un sindicato, con el fin de evitar ser despedidos.
La reforma de la legislación laboral es una situación de máxima urgencia.
Cumplidos ya más de 16 años de democracia todavía se mantienen vigente
leyes que fueron impuestas por la fuerza y con el deliberado propósito de
atomizar la organización sindical. Hoy en Chile existen más de 18.000
sindicatos, para un universo de poco más de 800.000 trabajadores
organizados. Es decir, un promedio no más allá de 40 afiliados por
organización es clara muestra de la extrema debilidad del sindicalismo chileno.
A lo anterior se agrega que la negociación colectiva está radicada sólo al
interior de la empresa, sin permitir negociar a las Federaciones ni a los
sindicatos
Interempresas.
Estas
restricciones,
permiten
negociar
colectivamente a menos del 10% de los trabajadores organizados, lo que
demuestra que la negociación colectiva circunscrita exclusivamente a la
empresa fue hecha expresamente para proteger al empleador y no al
trabajador.
A manera de ejemplo: la situación sindical en el Sector de Servicios.
En la Salud Privada, con una infraestructura de más o menos 1.500
establecimientos, entre hospitales, clínicas, centros médicos, etc., se calcula
que trabajan más de 300.000 personas, entre personal de enfermería,
empleados administrativos de planta y contratados, más los vendedores,
proveedores y promotores que precisa el sistema. El 70% son mujeres. La
organización sindical es casi nula y de estado muy precario, lo que no es
extraño dada la abusiva cultura antisindical que se expresa en esas
instituciones, cuya administración es ejercida en el marco de un verdadero
estado de terror.
El promedio de sueldos apenas supera al salario mínimo legal, la mayoría son
contratados a plazo fijo, lo que permite que se les despida sin expresión de
causa, y un muy numeroso contingente de la dotación proviene del sector
tercerizado; es decir son trabajadores de contratistas ajenos a las empresas de
salud.
En el sector del Aseadores y Administradores de Edificios la situación es
todavía más grave. Con seguridad las mujeres y hombres que trabajan en este
sector deben ser los que sufren la mayor explotación laboral. Como
mayoritariamente trabajan mujeres, los abusos de todo tipo son de carácter
permanente. El acoso sexual, la falta de contratos de trabajo, el no pago de
jornada nocturna y el mal trato, entre otras indignidades, han pasado a formar
parte de la incultura laboral en el sector. Es totalmente desconocido el número
de gente que se desempeña en esas labores ni se conoce que exista algún
sindicato, pero sí se sabe que quienes han pretendido organizarse son
inmediatamente eliminados de sus empleos.
Seguros Generales y de Vida es un sector emergente de rápido crecimiento en
el país, se tiene información que emplea a 73.000 personas, de las cuales sólo
un pequeño porcentaje están organizadas sindicalmente en razón que una gran
mayoría son trabajadores a honorarios, independientes o contratados a tiempo
parcial.
Administradoras de Fondos de Pensiones, este ha sido el sector laboral más
dinámico de los últimos tiempos, pero cuyo desarrollo ha estado sujeto a
diversos y graves avatares. De las 27 Administradoras de Fondos de
Pensiones, AFP, que con más de 100.000 trabajadores iniciaron el sistema.,
hoy sólo quedan 5 y con una dotación de personal no superior a 40.000
personas. La mayoría trabajadores independientes o del sector mercerizado.
Las Sanitarias constituyen un sector muy importante de las empresas
privatizadas, antes y después de la dictadura. En conjunto emplean más de
110.000 trabajadores, con aceptable porcentaje de sindicalizados, debido a que
al venir mayoritariamente del sector público, los trabajadores y trabajadoras
aún mantienen una fuerte cultura sindicalista. La diversificación del ex Servicio
público de Obras Sanitarias en distintas empresas privadas produjo también la
división de los trabajadores en múltiples organizaciones, debilitando seriamente
la acción sindical.
El personal de las Multitiendas, Mall, Grandes Tiendas y Centros Comerciales,
que forman parte del gran sector comercio del país, y en el que se calcula
laboran cerca de 800.000 personas, es un grupo de trabajadoras y trabajadores
absolutamente heterogéneo. Sin tener antecedentes que emanen de una
investigación seria y acabada, se hace muy difícil calcular siquiera el número
de personas que allí laboran, mucho menos de saber cuántos son empleados
de planta, cuántos contratados a tiempo parcial, sin contrato, etc. etc. En todo
caso, la sindicación es mínima y no alcanza al 6% del total de trabajadores. La
mayor parte de los sindicatos vigentes, debido a su escasa membresía,
tampoco puede ejercer el derecho de negociación colectiva.
Guardias de Seguridad Privados. Este sector agrupa un conjunto de más o
menos 40.000 trabajadores, en cerca de 100 empresas ubicadas en todo el
territorio nacional, un 65% de las cuales se desempeñan en la región
Metropolitana. De todo este personal, menos del 10% se encuentra organizado
en pequeños sindicatos, totalmente desconectados entre ellos y sin que por
ahora se conozca interés en articularse en alguna instancia unitaria.
Este descarnado y limitado resumen es un fiel reflejo de la realidad existente en
el Chile de hoy, aunque muchas de nuestras autoridades o personeros
vinculados a las políticas oficialistas digan lo contrario. Los cambios logrados
con el advenimiento de la democracia no han atacado a fondo de los
problemas heredados del régimen militar, ni tampoco alcanzan para disimular
las enormes desigualdades y exclusión social que se viven en el país.
Las autoridades del gobierno democrático, en significativa mayoría, tampoco
actúan en concordancia con la línea progresista que se precisa. No colaboran
al fortalecimiento de las organizaciones populares y, por el contrario, en más de
un caso se convierten en enemigos de las agrupaciones sociales, de los
sindicatos y de sus dirigentes; sin pensar que la existencia de cuerpos
intermedios fuertes, como es el caso de una sólida organización de
trabajadores, son elementos esenciales para establecer un diálogo social
fructífero, además de garantía cierta para una estabilidad democrática plena.
Es fundamental un cambio de estructura y de rumbo en la acción social y
sindical chilena. Está más que probado que la orgánica actual nos lleva de
cabeza al desastre, como se refleja en el señalado ejemplo de lo que sucede
en el sector de los servicios, y que se manifiesta dramáticamente con la
movilización que han iniciado los trabajadores de las empresas contratistas de
CODELCO.
Para evitar esa catástrofe, necesitamos que se adopten políticas orientadas a
romper el esquema en que se desenvuelve el movimiento sindical y las
organizaciones sociales. Políticas que estimulen a pasar de la abulia y
escepticismo, a la acción y al optimismo. Particularmente en el sector laboral
en general, se debe crear con suma urgencia condiciones para que las mujeres
y hombres que viven de su trabajo recuperen la confianza en si mismos y
pierdan el miedo a organizarse y actuar unitariamente.
Necesitamos de una estructura social que tenga fuerza para luchar contra la
exclusión de que es víctima, y que pueda actuar sin temor en el logro de una
férrea alianza con todas las organizaciones comprometidas en la construcción
de una sociedad libre, democrática y defensora de los superiores derechos e
intereses de la persona humana. Es imperativo conseguir que el pueblo se
sienta parte activa de un proyecto político amplio y fuerte, capaz de equiparar
las fuerzas de un capitalismo salvaje que se empeña en “flexibilizar” sus
derechos y anular sus apreciadas conquistas.
Debemos recuperar los importantes vínculos virtuosos que alguna vez
mantuvieron los sectores sociales y políticos, y que por haberlos perdido se
está pagando un muy alto precio. Para que este objetivo sea posible es
necesario contar con un proyecto sociopolítico creíble, coherente y pluralista,
que interprete a las mayorías de la sociedad y entregue a las mujeres, hombres
y a la juventud una misión clara, con una perspectiva que trascienda las
prácticas sociales, sindicales y políticas tradicionales.
La construcción de la organización que se precisa será imposible si no se
cuenta con el impulso inicial del Estado. El postergado sector poblacional y de
trabajadoras y trabajadores, producto de la extrema debilidad moral, estructural
y orgánica en que se encuentra, nunca podría por si mismo llevar adelante un
proyecto de organización que les permita recuperar, en el mediano plazo, la
posición que alguna vez tuvo en el concierto democrático y sociopolítico
nacional.
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