Archivo TEA y DeporTEA Ubicación original: 100 tea, M-008. Ubicación actual: M0008.pdf EL CAPITALISMO TEMPRANO (XIII/XIV) En el siglo XII comenzaron a realizarse ferias, al principio esporádicas, en las encrucijadas de ruta; en ellas tuvo lugar un incipiente tráfico de mercancías y noticias. Estos mercados de intercambio entre las diferentes regiones de Europa crearon una red de interdependencias que, con el tiempo, llevaron o la disolución de las economías domésticas características del feudalismo. Se trataba todavía de un capitalismo temprano, financiero y comercial, porque seguía habiendo una producción agraria feudal y una producción mercantil, que estaba en manos del artesanado corporativo. Las noticias De todos formas este tronco de mercancías y noticias requirió de información, y en el siglo XIV ya hubo sistemas profesionales de correspondencia (correos en fechas determinadas) y periódicos privados de comerciantes de noticias. Los periódicos, manuscritos y distribuidos por suscripción, llegaban sólo a los nobles y a los comerciantes; no se trataba entonces de prensa porque todavía no se cumplían los requisitos de regularidad ni de publicidad. Es la época que Habermas llama de “opinión pública representativa”, primera etapa en su análisis del desarrollo de la opinión pública. EL MERCANTILISMO (XV) Al irse consolidando el artesanado urbano y la burguesía comercial – caracterizados por la producción de mercancías y por el pago en dinero respectivamente – la industria se transformó en capitalista y las economías comenzaron a adquirir características nacionales. Por entonces, junto a descubrimientos sobre comunicaciones como la aguja de marear, el timón y la imprenta, se ampliaron las compañías comerciales y se desarrollaron los mercados exteriores al servicio de las economías mercantiles internas. Estos elementos hicieron que el intercambio de mercancías del capitalismo temprano se transforme en intercambio de mercancías y productos. La burguesía necesitó garantías políticas para desarrollar la industria y el comercio; y las autoridades comenzaron a controlar que la actividad económica privada se realizará bajo condiciones de interés general. Así fueron surgiendo el estado moderno y las economías nacionales, y con ellos se instaló, frente al ámbito privado, el poder público. Con este cambio, se redujo la opinión pública representativa y se diferenciaron los bienes del soberano y del estado. La información impresa Este proceso desarrolló el tráfico de noticias, por un lado por las necesidades del tráfico mercantil, y por otro porque la noticia se convirtió ella misma en mercancía (se comenzó a vender anónimamente en los mercados, y se hizo pública una parte del material). Si bien hacía ya varios siglos que en China y Corea se conocía la impresión sobre papel con tipos móviles, la imprenta de Gütemberg – probablemente por haber optimizado los aspectos técnicos – alcanzó una especial difusión: en el año l500 se imprimieron tres mil libros de trescientos ejemplares cada uno, y en el l539 ya había imprentas en México. Sin embargo, la acción transformadora de la imprenta no fue determinante hasta el siglo XVIII, porque en el XV todavía había un 80 por ciento de analfabetos, y porque al no estar la burguesía en el poder no se habían desarrollado la industria, la urbanización, la calificación de la mano de obra, y la necesidad de una opinión pública consensual. De todas formas, fue la impresión de lo Biblia lo que posibilitó la Reforma, y la difusión de las ideas de Copérnico y Galileo tuvo lugar gracias a su impresión. Con la imprenta aparecieron también las noticias impresas; informaron sobre guerras, estados de los mercados, anuncios oficiales y descubrimientos marítimos (hubo 9 impresiones de la primera carta de Colón). Contenían uno sola noticia con un título enunciativo: no se utilizaba el metalenguaje informativo y los únicos géneros eran la crónica y la gacetilla. Al principio, la periodicidad era semestral o anual, de acuerdo con la de las ferias, y la regularidad se alcanzó en el siglo XVI cuando, por necesidad de los reyes, surgió el correo regular, semanal o mensual. En sus comienzos, la publicación impresa coexistió con la manuscrita porque aquella era considerada inferior y estaba controlada por las autoridades civiles y religiosas. Además de existir una prensa estatal en la que figuraban disposiciones del soberano, nombramientos de la Corte o licitaciones, se ejercía un fuerte control por medio de las concesiones otorgadas a los imprenteros, y por la represión directa de quienes imprimieran o fundieran las obras no permitidas por el obispo o el rey. La autoridad, el “poder público”, se dirigía a su oponente, el “público” – a pesar de que apenas llegaba a los estamentos ilustrados – porque al estar la producción y el consumo regulados desde el poder, se requería de una crítica racional. LA REFORMA Y EL RENACIMIENTO (XVI) El Humanismo, que comenzó a gestarse en el siglo XV y que tuvo sus mayores exponentes en Petrarca, Maquiavelo, Bocaccio y Dante, cuestionó lo escolástica medieval y el feudalismo, reconoció a la razón como fuente del conocimiento y reclamó mayor libertad de conciencia. Coyunturalmente, y contra la intolerancia católica, los humanistas se aliaron a los reformistas, quienes por su parte pactaron para llegar a los “intelectuales”, a los que luego persiguieron desde el poder. La Reforma tuvo aspectos progresivos: en primer lugar, liquidó la hegemonía eclesiástico-monárquica; en segundo lugar, al fomentar la lectura de la Biblia fomentó la alfabetización y, finalmente, utilizó por primera vez la imprenta como instrumento para el cambio, a través de volantes, carteles y anuncios. LAS MONARQUIAS ABSOLUTAS Y EL PARLAMENTARISMO (XVII) La dura represión desatada por la Contrarreforma para “difundir la verdadera fe”, intensificó a su vez la alfabetización y transformó al aparato de contrapropaganda de la Iglesia en una "imprenta políglota". En el siglo XVII se consolidaron las monarquías absolutas, que representaban la transición entre el feudalismo y el estado liberal. Se agudizó la batalla entre el poder feudal y el monárquico, y se fortalecieron las entidades nacionales a través del mercantilismo que expolió el oro de las colonias. Los cambios que tuvieron lugar desde el siglo XVI hasta el XVIII colocaron al rey y a la iglesia a la defensiva, y a la Contrarreforma y al control informativo se añadieron la censura y los aparatos oficiales u oficiosos de prensa (Richelieu, por ejemplo, controlaba "La gaceta de Francia"). Paralelamente, la burguesía exigió que el poder absoluto sea reemplazado por el parlamentario y comenzó la luche por la libertad de prensa. En los Países Bajos, donde la burguesía era fuerte, se consiguió la libertad de expresión, y desde allí se "exportaban discrepancias" a través de los estudiantes, los protestantes y los exiliados franceses. En este siglo tomó fuerza el racionalismo (Descartes, Spinoza...), y las nuevas ideas se difundieron a través de volantes y prensa clandestina. Finalmente, la revolución de 1640 logró establecer en Inglaterra el parlamentarismo, símbolo de libertad y propiedad. En 1660 se produjo la restauración monárquica, pero en 1688 triunfó la revolución definitiva, logrando la Cámara de los Comunes un equilibrio entre los conservadores (terratenientes) y los liberales (comerciantes). Fue para fines de este siglo que surgió el término “publicity”, derivado del francés “publicité”. LA REVOLUCION INDUSTRIAL Y LA REVOLUCION FRANCESA (XVIII) En el siglo XVIII Inglaterra era, además del modelo del cambio social, la mayor potencia mundial. En 1750 la invención de la máquina a vapor significó una mayor rapidez tecnológica (incluso en la impresión y en la fabricación de papel) y señaló el comienzo de la Revolución Industrial, que trajo aparejados el desarrollo económico y el principio de la urbanización. Es la época del progreso científico, de los pensadores empiristas y materialistas como Locke, Hume, Hobbes y Milton. Y es también la época del liberalismo que, de la mano de Adam Smith, defendía el mercado libre contra el control estatal del mercantilismo, que monopolizaba el comercio exterior. Paralelamente, la burguesía se oponía al control de la educación y la censura que hasta entonces ejercían los curas, reclamando una libertad que en verdad era una “libertad dentro de un orden” (burgués). El Parlamento, cuando pasó a estar a cargo del control, fue más tolerante con los protestantes y otorgó ciertas concesiones reclamadas por editores y publicistas, aunque el gobierno utilizaba medios como la compra de periodistas para seguir ejerciendo su influencia. En Francia, a lo largo del siglo XVIII se intensificó la propaganda prerrevolucionaria. La Ilustración, a través de pensadores como Voltaire, Rousseau y Diderot, difundió las nuevas ideas: el progreso científico, la libertad de expresión, la división de poderes y la soberanía del pueblo. La monarquía se vio obligada a otorgar ciertas concesiones pero fue la instauración de la República en l789 la que institucionalizó la libertad de expresión, en la Declaración de los Derechos del Hombre: “todo ciudadano puede (…) hablar, escribir, imprimir libremente”. La República fomentó las comunicaciones a tal punto que llegaron a haber mil cien publicaciones. Pero en poco tiempo la burguesía en el poder comenzó a hablar de “envenenadores de opinión” para referirse a los sectores que tenía a su derecha y a su izquierda: las fuerzas contrarrevolucionarias de la monarquía y las “ultrarrevolucionarias” de los sectores populares en que se había apoyado anteriormente. En 1795 el Directorio instauró la cárcel y la censura, y en l799 el Consulado terminó no sólo con la libertad de hecho sino también con la de derecho. Los gobiernos que sucedieron a Napoleón ejercieron el absolutismo y la represión feroz, situación que se prolongó hasta el establecimiento de la Segunda República en 1848. El periodismo de escritores El cambio que registró la prensa con los procesos revolucionarios del siglo XVIII es gigantesco. Apareció la noción de “opinión pública” como ámbito a través del cual se expone la crítica (segunda etapa de Habermas), y el editor pasó de ser un “vendedor de noticias” a ser un “vendedor de opinión”. Es la época del periodismo de escritores: el redactor no es todavía un empleado sino un escritor que se identifica con el editor, y éste a su vez muchas veces pierde dinero por difundir sus ideas. Comenzaron a utilizarse nuevos géneros (relatos, comentarios) y un embrionario metalenguaje en la titulación. En Inglaterra, la prensa pasó de la tutela del rey a la del Parlamento, y con la publicación de los debates parlamentarios apareció la regularidad. En 1702 nace el primer diario inglés, el “Daily Courant”, y en 1777 el primer diario francés, “Le Joumal de París”. El periodo anterior y posterior a la Revolución Francesa desarrolló enormemente la comunicación: había escritos de intelectuales para la pequeña nobleza y la alta burguesía, publicaciones y volantes para la burguesía menor, y cancioneros, historietas, almanaques y lecturas públicas para las masas. En 1768 Marat leyó el “Contrato Social” frente al pueblo de París; los almanaques y cancioneros difundían ideas tales como la de que “la libertad está en la ley” y se cantaban himnos a la razón y a la Asamblea Nacional. EL ESTADO BURGUES Y LA PRENSA DE MASAS (XIX) En el siglo XIX se difundieron los descubrimientos e inventos de la Revolución Industrial, y se produjeron nuevos hitos en el avance tecnológico. La máquina a vapor impulsó las comunicaciones por mar (buque a vapor) y por tierra (ferrocarril); tras ella llegaron la prensa a vapor (1810), la fotografía inventada por Niepce (1814), la primera línea telegráfica (1844), la electricidad (1850) y la linotipia (1876). A nivel social, la industrialización implicó la consolidación de un proletariado urbano crecientemente alfabetizado por la necesidad de mano de obra calificada. Paralelamente se profundizó la revolución liberal, consolidándose los estados burgueses. La libertad de comercio, ligada a la internacionalización de la economía, trajo consigo la internacionalización del interés informativo. En la década de 1830 se establecieron los derechos de participación política, la libertad de expresión y la educación pública institucionalizada. La burguesía necesitó entonces del consenso social, conformándose una “opinión pública políticamente activa” (tercera etapa de Habermas). La prensa de masas Los avances industriales permitieron la agilización de la producción periodística (se hicieron más veloces la obtención de noticias, la impresión y la distribución), a la vez que posibilitaron el abaratamiento de los ejemplares, que pudieron entonces venderse por unidad y no solamente por suscripción. Junto con esto, la industrialización requirió un mayor capital de base para instalar un periódico, razón por la cual la prensa se desprendió de la carga de opinión y se transformó en informativa, comercial. La dependencia de la publicidad, además de implicar la sujeción de la prensa a intereses ajenos, creó el forcejeo por ampliar el número de lectores. Al ser una empresa comercial, dejó de ser una institución de las personas privadas como público para pasar a ser una institución de determinados miembros del público como personas privadas. Se produjo la pelea por la primicia; se comenzaron a utilizar otros géneros, y se desarrolló el metalenguaje de tipos, tamaños y disposición. La noticia reemplazó al editorial, el estilo periodístico al literario, y el redactor pasó a ser un empleado. El primer periódico de masas fue fundado por Benjamín Day en 1833; se llamó “New York Sun” y apareció con el lema “brilla para todos”. El “Sun” incluyó noticias locales, emotivas y escandalosas; se vendía a un penique por la calle y en cuatro años alcanzó los 30.000 ejemplares. En la misma década, James Gordon Bennet fundó el “New York Herald”, en el que junto a las informaciones políticas y financieras, se encontraban las actividades sociales de la clase alta y noticias de corte popular en las que se introdujo el embrión del reportaje. La lucha por conquistar lectores llevó hacia 1880 en Estados Unidos al período de la prensa amarilla. William Randolph Hearst y Joseph Pulitzer se destacaron por recurrir a cualquier medio para ganar público, además de haber introducido la historieta en color. De una de ellas, “Yellow Kid” (el muchachito amarillo) se afirma que proviene la denominación “prensa amarilla” para designar el periodismo “sensacionalista”. Para esa época, con el capitalismo avanzado, surgieron los grandes consorcios periodísticos. Según Habermas, de acuerdo al modelo liberal (…) las organizaciones del público estaban protegidas y a resguardo del poder público en tanto se encontraran en manos de personas privadas. En la medida en que se van comercializando, y en la medida en que se van concentrando económica, tecnológica y organizativamente, se han ido transformando a lo largo de la última centuria hasta convertirse en complejos sociales de poder; de modo que es precisamente su permanencia en manos privadas lo que amenazó por todos lados a las funciones críticas de lo público (…) más vulnerables son a la presión de determinados intereses privados”. Para decirlo con palabras de Vázquez Montalbán, “en el momento en que la prensa se convierte en un fenómeno de masas se establece ya su carácter de aparato ideológico al servicio de las clases dominantes”.