Anarquismo en Argentina

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Trabajo Práctico
“El Anarquismo”
Curso: 2do Año Polimodal
Materia: Historia
Fecha: 14 Agosto 2008
___________2008___________
Introducción.
El objeto de estudio de este trabajo es el estudio del Anarquismo en la Argentina. Como se desarrollo,
consecuencias que tuvo. Cuales eran sus reclamos. Que importancia tuvo en la polÃ−tica argentina esta
ideologÃ−a.
¿Qué es el anarquismo?
Es la doctrina que sostiene que toda autoridad polÃ−tica es innecesaria y nociva, aunque otros tipos de
autoridad (jurÃ−dica, religiosa) son también perjudiciales. El anarquismo sostiene que mediante la
abolición de la autoridad se puede crear una autoridad justa, basada en la bondad innata del hombre y su
voluntad de cooperar pacÃ−ficamente con el resto de la sociedad. Es la doctrina polÃ−tica que se opone a
cualquier jerarquÃ−a, tanto si se ha consolidado por la tradición o el consenso como si se ha puesto de forma
coactiva.
El anarquismo se consolidó definitivamente como doctrina polÃ−tica en el siglo XIX con Proudhon y Mx
Stirner. Sus ideas polÃ−ticos - sociales fueron sistematizadas por bakunin , Kropotkin y Malatesta hasta
convertir al anarquismo en la ideologÃ−a de sectores muy importantes del proletariado.
OrÃ−genes del anarquismo.
El término «anarquÃ−a» y sus derivados, originarios de la voz griega anarchos («sin mando»),
fueron usados por primera vez en sentido polÃ−tico durante la Revolución Francesa. En la década de
1840, Proudhon reivindicó positivamente tales términos aplicándolos a sus teorÃ−as. Posteriormente,
Bakunin, Kropotkin y Malatesta abundaron en las ideas expuestas por aquél y las forjaron en una práctica
revolucionaria. (imagen: Proudhon)
De este modo, en la segunda mitad del siglo XIX se desarrolló una corriente ideológica autónoma
denominada «anarquismo», de gran aceptación entre las masas populares, que compitió con el
marxismo en capitalizar el movimiento obrero. No obstante, su proyección histórica fue menor que la del
socialismo cientÃ−fico, tanto por sus propias limitaciones teóricas cuanto por la mayor represión de que
fue objeto.
El anarquismo no es una doctrina rÃ−gida y monolÃ−tica, sino que posee múltiples variantes, inherentes a
su propia naturaleza, que insiste en el adogmatismo, la libertad de elección y la primacÃ−a del criterio
individual. En conjunto, constituye un sistema de pensamiento que pretende transformar la estructura de la
sociedad sustituyendo el estado por fórmulas de cooperación no gubernamentales entre individuos
enteramente libres.
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1) La autonomÃ−a individual. El análisis de la naturaleza humana parte de un hecho incontrastable: su
libertad absoluta. Los anarquistas propugnan el antiautoritarismo y desdeñan los poderes autolimitados,
como la democracia parlamentaria, pues implica la delegación de la soberanÃ−a individual y la renuncia a la
toma de decisiones personales. DesconfÃ−an de los partidos polÃ−ticos en cuanto reproducen las relaciones
de poder en su organización interna.
2) La revolución anarquista. Se busca la libertad total con un sentido solidario: no habrá libertad individual
sin libertad comunitaria. Los anarquistas se consideran apolÃ−ticos y antipolÃ−ticos, rechazan la acción
polÃ−tica y la propia conquista del estado. Sus medios de lucha son esencialmente sociales y económicos.
La revolución social dependerá de la actuación libremente adoptada por cada individuo soberano: se
afirma un voluntarismo revolucionario, contrario a las tesis marxistas.
3) La nueva sociedad. «Destruyo y edifico» es el lema de Proudhon. Simboliza las dos vertientes de la
teorÃ−a anarquista. Por un lado, la necesidad de abolir el estado, las naciones y sus relaciones de propiedad
mediante la violencia. Por otro, la creación del verdadero orden social asentado en principios morales
defensores de la libertad e igualdad de todos los in dividuos: la instauración del socialismo libertario.
El individualismo de concepto e interpretación propio del anarquismo no excluye tendencias al pensamiento
de grupo, forjadas a partir de circunstancias comunes y afinidades personales. La impronta marcada por
autores sobresalientes se traduce en el reconocimiento de sus aportaciones por parte del movimiento
anarquista.
De este modo, surgieron diversas corrientes o escuelas englobadas bajo el tÃ−tulo genérico de
«anarquistas». Sus diferencias estriban, en gran medida, en actitudes y conceptos variados o contrapuestos
acerca de los métodos revolucionarios (el recurso a la violencia) y la Organización económica de la
nueva sociedad.
1) Individualistas y nihilistas. Max Stirner (1 806-1 856) plasmó en El único y su propiedad una visión
individualista del hombre, despojado de cualquier referencia social. Exalta como único valor el «yo»,
preconizando una «unión de egoÃ−stas» y el enriquecimiento personal sin ninguna solidaridad. Esta
interpretación derivó en el nihilismo, que rechaza cualquier principio moral o ley natural.
2) Mutualistas. Seguidores de Proudhon, creyeron en la resolución del problema social sin violencia. El
cambio llegarÃ−a de la proliferación de sociedades de apoyo mutuo que aseguraran la justicia a través del
intercambio recÃ−proco de bienes, servicios y valores morales.
3) Anarco-colectivistas. También llamados bakuninistas, en honor del ruso Mijail Bakunin (1814-1876)
(imagen) , impulsor del movimiento anarquista en Europa. Bakunin heredó de Proudhon el federalismo y la
importancia concedida a las asociaciones de obreros. En cambio, entendÃ−a que la violencia era
consustancial a la revolución. Cataloga al campesinado no propietario como el principal motor
revolucionario y defiende la colectivización de los medios de producción a cargo de instituciones
(comunas) de voluntaria integración, pero manteniendo el salario como forma de distribución de la
producción.
4) Anarco-comunistas. El prÃ−ncipe ruso Piotr Kropotkin (1842-1 921) revitalizó el anarquismo sobre
fundamentos cientÃ−ficos y con un componente ético más acusado. En contra de los anarco-colectivistas,
negó la validez del salario como forma de retribución en la sociedad futura. El principio «de cada uno
según sus recursos, a cada uno según sus necesidades» recoge el espÃ−ritu de esta escuela, cuyo proyecto
se denomina «comunismo libertario».
5) Anarco-sindicalistas. Esta doctrina predica la fusión del anarquismo con el sindicalismo. El sindicato se
convierte en el centro de la actividad obrera y los medios de lucha y concienciación se amplÃ−an.
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IncluÃ−an una nueva táctica, la huelga general, con la que se pretendÃ−a el colapso del sistema capitalista ,
y en última instancia, la revolución.
Los anarquistas.
Los anarquistas creen que el mayor logro de la humanidad es la libertad del individuo para poder expresarse y
actuar sin que se lo impida ninguna forma de poder, sea terrena o sobrenatural, por lo que es básico abatir
todo tipo de
gobierno, luchar contra toda religión o secta organizada, en cuanto que éstas representan el desprecio de la
autonomÃ−a de los hombres y la esclavitud económica. Combatir al Estado se considera un objetivo
revolucionario a corto plazo. La doctrina anarquista impone para su acción una sola limitación: la
prohibición de causar perjuicio a otros seres humanos, y en el caso de que cualquier humano intente hacer
daño a otros, todos los individuos bienintencionados tienen derecho a organizarse contra él.
El anarquismo en la Argentina.
Entre 1820 y 1852 transcurrieron los años centrales de la Argentina criolla, caracterizados por un profundo
enfrentamiento de los sectores polÃ−ticos que desencadenaron las luchas civiles por la organización de la
República.
Al desaparecer el objetivo común de la independencia, las divisiones internas se profundizaron. La
intolerancia, la militarización y la violencia se instalaron en la sociedad. El principio de autoridad se
debilitó. La anarquÃ−a se hizo presente.
El anarquismo estaba pasando en Europa por una etapa particularmente violenta, y sus cultores difundieron en
el RÃ−o de la Plata esas mismas estrategias. HabÃ−a diversas tendencias, desde las más extremas, que
creÃ−an en las bombas como argumento último contra la sociedad burguesa, hasta las que favorecÃ−an
formas menos agresivas.
El Diario La AnarquÃ−a recomendaba a los trabajadores no confiar en las simples huelgas por mejores
salarios, sino que decÃ−an que antes las leyes de excepción y los fusiles de repetición no le queda otro
remedio que recurrir a la dinamita. Toda esta corriente estaba en contra de la acción de los sindicatos, porque
consideraba que terminaban por integrarse al orden al que querÃ−an combatir.
Otros grupos anarquistas, en cambio, sin dejar de lado sus ideas, aceptaban actuar en la organización
sindical, y asumir las responsabilidades de representar los intereses concretos de trabajadores cuyas
convicciones ideológicas eran muy tenues, o que no tenias nada que ver con las utopÃ−as anárquicas.
El periódico La Verdad decÃ−a que era enemigo de la propaganda dinamitera y gruesa, que si bien puede ser
buena para exaltar, en cambio, no convence a nadie, y lo que deben buscar es convencidos y no exaltados.
Los conflictos entre las diversas lÃ−neas de acción se evidenciaban sobre todo en momentos de huelgas, en
los que habÃ−a que ponderar las estrategias alternativas, sin dejarse llevar por la emotividad hacia una
confrontación que podÃ−a ser suicida.
El periódico anarquista El Rebelde reconocÃ−a que, desgraciadamente la masa aún debÃ−a ser manejada,
porque se bamboleaba en la incertidumbre.
Decadencia de la ¨ gente decente ¨ y organización bipolar.
La clase decente, constituida por los sectores socialmente dominantes de las ciudades (burguesÃ−a comercial,
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funcionarios, profesionales) sufrió un proceso de empobrecimiento y declinación como consecuencia de la
guerra.
La fortunas urbanas desaparecieron; el comercio exterior, principal fuente de recursos, pasó a manos de los
ingleses.
Los empleos de la administración, el ejercito y la iglesia perdieron importancia y seguridad; los sueldos,
además de reducirse, dejaron de percibirse con regularidad.
La iglesia empobrecida debió afrontar planes de reformas que redujeron aún más su patrimonio. La
ordenes religiosas fueron las más perjudicadas, al disminuir sus bienes y el número de sus integrantes.
Este deterioro arrastró a los sectores medios de las ciudades vinculados a ella. La organización de la
sociedad quedó reducida a los dueños de la tierra y las clases bajas rurales y urbanas.
La decadencia de la vida en las ciudades se manifestó en la declinación de las actividades esencialmente
urbanas: el comercio, la educación, la administración pública, las artesanÃ−as.
Preponderancia de los hacendados.
Los grupos urbanos que reorientaron sus actividades hacia la ganaderÃ−a lograron su recuperación
económica al restablecerse el orden de la sociedad. Los hacendados alcanzaron los principales lugares en la
escala social; en ellos recayó el orden polÃ−tico: la mayorÃ−a de los gobernadores pertenecÃ−a a los
sectores ganaderos o contaba con su apoyo.
La inseguridad existente en la campaña los impulsó a equipar milicias para defender sus propiedades los
ataques de indios o de los robos de ganados; asÃ− sumaron la fuerza militar al poder económico y
polÃ−tico. Su autoridad se extendió a los otros sectores de la sociedad rural (peones y gauchos) sobre los
que mantuvieron una autoridad paternalista.
El caudillismo.
Desaparecido el orden institucional establecido por el gobierno central (directorio) , el poder recayó en las
autoridades del orden local: los caudillos (hombres dotados de condiciones para la conducción, que supieron
atraer el apoyo incondicional de las clases populares)
Considerados hombres providenciales, ejercieron una autoridad autocrÃ−tica y paternalista. No aceptaban
lÃ−mites a su poder; aspiraban a obtener el bien de la comunidad. Casi todos ellos pertenecÃ−an a las clases
altas de la sociedad. Formados en el ejercito o la milicias, o poseedores de grandes propiedades y dueños de
considerable prestigio en las zonas rurales, eran verdaderos lideres en su provincia.
Muchos de ellos no sólo ejercieron influencia regional sino que se transformaron en figuras de gravitación
nacional.
Su autoridad fue reconocida por los distintos sectores de la sociedad. Las clases altas encontraban en ellos a
los sostenedores del orden; las clases populares, en especial los gauchos y peones, los consideraban
defensores de sus intereses inmediatos y sus formas de vida.
Militarización y violencia.
La militarización se expandió a toda la sociedad a través de las luchas civiles.
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En cada región surgieron milicias irregulares de caballerÃ−a, llamadas montoneras, integradas por los
habitantes armados por su propia cuenta. Cercanas a los poderes locales, entraron en la lucha convocadas por
sus jefes, los caudillos. Con la prolongación de las luchas, comenzó a sentirse el peso de su mantenimiento;
cuando éste no era posible, sus jefes toleraban el saqueo a las ciudades o las zonas rurales.
La violencia se extendió considerablemente; el enfrentamiento de los partidos buscó la eliminación total
del enemigo. Se generalizaron los fusilamientos de los vencidos después de las batallas. A la anarquÃ−a le
siguió un orden basado en la fuerza y el miedo.
El anarquismo en argentina a principios del siglo XX.
El movimiento anarquista argentino, nacido en la segunda mitad del siglo XIX, fue creciendo incesantemente
durante varias décadas. La formación de “CÃ−rculos culturales”, “Bibliotecas”, “CompañÃ−as
Filodramáticas”, “Escuelas” y la Federación Obrera lo convierten en la expresión de amplios sectores
obreros y populares. No podemos dejar de recordar la estadÃ−a de Enrico Malatesta en la década de 1880 o
la de Pietro Gori, en 1900, con sus conferencias en todo el paÃ−s y su seminario en la Facultad de Derecho:
ambos le imprimieron vitalidad y coherencia al movimiento local. Pero es en abril de 1902 cuando
comenzaron a verse los destellos más fuertes del anarquismo. En esa fecha se retiraron los delegados
socialistas de la FOA y se sentaron las bases para la creación de la Federación Obrera Regional Argentina
(FORA), convirtiéndose rápidamente en el sector más poderoso del movimiento obrero. El 7 noviembre
de 1903 vio la luz “La Protesta”, el mayor diario anarquista argentino y uno de los más importantes del
mundo. Mientras tanto, en 1905, la FORA ha realizado su V Congreso donde estableció como principio el
“Comunismo Anárquico”, y no solo el sector obrero se reafirma sino que se realizan diversas experiencias
en ámbitos culturales, como la creación de las escuelas “Racionalistas” impulsadas por Julio Barcos. En
1910, “La Protesta” está llegando a su punto culminante, convirtiéndose en el único diario anarquista en
el mundo que edita a la vez un vespertino: “La Batalla”.
Para algunos historiadores, la aplicación de la Ley Saenz Peña en 1916, que estableció el voto universal,
junto a modificaciones en la estructura social y económica, marcan el fin de la influencia polÃ−tica del
anarquismo. En 1915 se habÃ−a producido la fractura de la FORA junto al crecimiento de un sector
sindicalista, que aumento aún más en la década siguiente. En ese momento nacÃ−a el partido comunista
y el socialismo manejaba en forma voraz las dádivas del estado. La década de 1920 estuvo marcada por
divisiones internas, con fuertes enfrentamientos dentro del anarquismo, y paralelamente aparecÃ−an figuras
expropiadoras emblemáticas como Severino DiGiovani. Si bien es cierta la declinación del movimiento
anarquista y las causas que afirman algunos historiadores, sin menospreciar las continuas y atroces
persecuciones y represiones, nos atrevemos a decir que el anarquismo no habÃ−a desaparecido, ni mucho
menos. Y mostrará toda su vitalidad durante las dos décadas venideras, cuando comienza la segunda etapa
libertaria, momento de creación de la Federación Libertaria Argentina.
Organizaciones y conflictos obreros.
Las últimas décadas del siglo XIX y las dos primeras del siglo XX constituyeron la época de oro de las
prédicas anarquistas. ExistÃ−an en la Argentina gran cantidad de asociaciones obreras, entre ellas, las
anarcosindicalistas que reconocÃ−an a la huelga general como el método más eficaz para el logro de las
conquistas del proletariado.
Entre 1857 y 1883 surgieron, sobre todo en la capital, entidades gremiales con carácter básicamente
mutuales pero, poco a poco fueron naciendo los sindicatos con fines de lucha y, junto a ellos, el intento de
formar la primer central obrera del paÃ−s, que se concretó en 1891 con la fundación de la Federación
Obrera de la Región Argentina (F.T.R.A).
A partir de 1909, hubo varios acercamientos entre la FORA y la C.O.R.A en pos de una unificación pero, al
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no prosperar, esta última que no llegó a tener el predicamento de la FORA, se disolvió hacia agosto de
1913 y sus sindicatos y afiliados se incorporaron en masa a los forritas.
En abril de 1915 se produjo una nueva división del movimiento obrero al realizarse el IX Congreso de la
Federación Obrera Regional Argentina y quedar establecida la tendencia de los partidarios de un
sindicalismo neutral. Los anarquistas que buscaban implantar el comunismo anárquico, según lo aceptado
por la F.O.R.A. durante el V Congreso de 1905, se alejaron y formaron su propia organización quedando, de
esa manera, fragmentada la Federación en la F.O.R.A del V y la del IX Congreso.
No obstante, era la época floreciente del anarquismo. A tal punto que muchos -como los forritas del V
Congreso- consideraron que la Semana Trágica de 1919 constituyó un momento de inflexión en las luchas
obreras y podrÃ−a haberse convertido en el inicio de la Revolución Social. Pero los efectos fueron muy
distintos: aquellos acontecimientos no hicieron más que ahondar las diferencias entre los adherentes a la
F.O.R.A del Noveno, que habÃ−an tenido una actitud conciliatoria con el gobierno de Irigoyen y los
militantes de la F.O.R.A. del Quinto, que querÃ−an profundizar el conflicto.
En el escenario de un paÃ−s enfervorizado por los reclamos sociales durante 1920 y 1921 estalló otro
movimiento de tendencia anarcosindicalista. Los obreros de las estancias de la provincia de Santa Cruz
iniciaron una serie de huelgas reivindicativas, conocidas como los Sucesos de la Patagonia, que terminaron en
una violenta represión por parte del gobierno y el ejército argentinos y con un saldo de 1500 trabajadores
muertos.
Una década después, hacia 1930 la F.O.R.A., todavÃ−a fuerte, compartÃ−a la organización del
movimiento obrero con la Confederación Obrera Argentina (C.O.A.) y la Unión Sindical Argentina
(U.S.A.). Estas dos últimas entidades se fusionaron y dieron origen a la Confederación General del Trabajo
(C.G.T.). La nueva central fue bien recibida por la administración que habÃ−a derrocado a Irigoyen y,
gozando el gobierno provisional de Uriburu de la inocuidad de un «sindicalismo neutro", emprendió la
persecución sistemática de la F.O.R.A.
El hostigamiento constante por parte de los regÃ−menes de turno asÃ− como un malogrado traspaso
generacional fueron minando las fuerzas anarquistas.
Por otro lado, los cambios técnicos y la transformación social, económica y productiva de la Argentina
también redundaron en la pérdida de peso de gremios de corte artesanal en los cuales el anarquismo
habÃ−a sido tradicionalmente fuerte - como panaderos, careros, chauffeurs, zapateros, tapiceros, etc.- que
fueron desplazados por sindicatos vinculados con la expansión industrial -como textiles, metalúrgicos,
construcción y frigorÃ−ficos- donde supieron insertarse mejor los partidos polÃ−ticos.
Sumado a estos factores, el proceso de debilitamiento del movimiento anarcosindical se intensificó aún
más con el advenimiento del peronismo y la expansión de una nueva clase trabajadora. Los nuevos
proletarios no eran ya los obreros calificados fogueados en las luchas europeas, sino trabajadores rurales sin
especialización que llegaban al mejoramiento de sus condiciones de vida de la mano del Estado paternalista
y benefactor.
Las nuevas formas del anarquismo.
Si bien el anarquismo declinó en relación con el sindicalismo obrero, sus militantes supieron darse otras
formas de organización y hoy el movimiento libertario cuenta con un abanico de tendencias.
La Federación Anarco Comunista Argentina (F.A.C.A.), fundada en octubre de 1935 y en 1954 devenida en
la actual Federación Libertaria Argentina (F.L.A.) se planteó entre sus preocupaciones la incidencia en
frentes como los movimientos populares, el cooperativismo, la educación y los movimientos estudiantiles y
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buscó conformarse en la propulsora del socialismo libertario a través de sus estructuras orgánicas .
Bibliotecas como la José Ingenieros, la Biblioteca y Archivo de Estudios Libertarios (B.A.E.L) de la FLA y
la Alberto Ghiraldo de Rosario, entre otras muchas de Mar del Plata, La Plata y San Pedro, asÃ− como el
viejo local de la F.O.R.A. de Coronel Salvadores, buscan resguardar la memoria de una identidad que no es
mera evocación del pasado sino acto militante que quiere seguir difundiendo los ideales. Periódicos como
La Protesta, El Libertario, En la Calle, Libertad y otros sostienen casi empecinadamente una salida hecha a
fuerza de empeño y pasión. Y existe un nutrido grupo de jóvenes que componen diferentes
organizaciones y desarrollan tareas a nivel estudiantil y barrial.
Por otra parte, el anarquismo ha sido objeto de diversas formas de manipulación. Muchos lo toman como una
corriente romántica del pasado o es vaciado de contenido por el "merchandising" y convertido en motivo de
un exhibicionismo fetichista: impreso en camisetas bajo lemas radicales o con su sÃ−mbolo distintivo de la A
de anarquÃ−a dentro de la O de organización.
La respuesta a por qué el anarquismo está dando origen a nuevas tendencias puede hallarse en este mundo
actual, posmoderno para algunos, poscapitalistas para otros, globalizado, informatizado, al borde de la debacle
ecológica y con una dinámica opresora de minorÃ−as étnicas, sexuales, polÃ−ticas o de mayorÃ−as
sociales marginadas. A las corrientes arriba mencionadas se les han sumado otras, surgidas en los umbrales de
este nuevo siglo, que piensan y actúan en torno a los problemas ecológicos, de la mujer, de las
tecnologÃ−as destructivas, de los nuevos modos de manipulación electrónica y de las nuevas formas del
capitalismo.
Situación actual.
En el pasado, el anarquismo fue un movimiento fuerte; adhirieron a él cientos de miles en todo el mundo.
Pero no prosperó no porque sus principios no sirvieran sino porque, en todo caso, fueron más atractivas
para la humanidad las propuestas de la lógica técnico instrumental y la opción por el capitalismo.
Los anarquistas confiaron en la razón frente a la superstición y en la ciencia frente a la religión. Y
remarcaron que el orden social es algo que se construye y que, sociedades más equitativas no son producto
del devenir natural, sino del esfuerzo y la voluntad de los hombres; el resultado de una praxis de interacción
dialéctica entre las ideas y la acción, los hechos y los proyectos, las prácticas sociales establecidas y la
voluntad social de modificarlas.
Consideraron y consideran al Estado como el enemigo del hombre, de su libertad y de todo intento por
construir sociedades más equitativas. Es, según los anarquistas, el responsable de las diferencias sociales, el
guardián de los intereses de los explotadores y sus instituciones tentáculos tendidos sobre la sociedad
ejerciendo el control y la coacción, reprimiendo a los que se revelan, enajenando las riquezas que producen
los oprimidos y alienando conciencias por medio de la propaganda, la educación y los medios de
comunicación.
En la actualidad el desarrollo tecnocientÃ−fico ha generado relaciones nuevas en la dinámica de la
explotación. Y el proletariado, sujeto llamado a ser el agente de cambio revolucionario, ha mutado en la
figura de una nueva clase de empleados de servicio, cuyos intereses sectoriales se garantizan en la
reproducción del sistema. Asimismo, los Estados nacionales han perdido su antigua fisonomÃ−a y su poder
se va diluyendo frente al creciente de las corporaciones.
Pero la mayorÃ−a de los principios libertarios no han perdido vigencia y algunos incluso tienen más
actualidad que nunca porque el anarquismo no es una simple propuesta polÃ−tica desbaratada por el devenir
histórico sino, por el contrario, una forma de estar en el mundo. Una guÃ−a para reconocer las relaciones
humanas en un sentido horizontal y de resistencia a toda modalidad instrumental de dominio. La voz que se
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levanta contra la justicia de los opresores.
Entonces, se puede decir, que no hay hombres anarquistas. En todo caso, hay principios, ética, conductas,
formas de lucha y propuestas organizativas anarquistas. Y los hombres, seres atravesados por un sistema duro
y opresivo, transitan con mayor o menor coherencia esas propuestas.
Los hombres de quienes se ocupa este libro, hombres de carne y hueso con sus virtudes y defectos, forman
parte de la más noble historia del anarquismo argentino. Hombres con contradicciones, hombres que se han
equivocado, por lo tanto, hombres reales al fin que encarnan la memoria viva de una identidad que resiste
valientemente. Hombres que guardan para sÃ− y para el resto de la Humanidad la confianza en que un mundo
mejor es posible para todos. Y que vale la pena luchar por ello.
Conclusión
El anarquismo apareció en 1870 con la presencia de los españoles e italianos.
Tuvo las siguientes caracterÃ−sticas:
• tendencia a la acción colectiva a través de organizaciones obreras.
• preferencia por la acción directa, huelga general y rechazo a la lucha parlamentaria.
• oposición a los partidos polÃ−ticos
• acentuado internacionalismo
BibliografÃ−a.
• Cristina Rins; MarÃ−a Felisa Winter, La Argentina, una historia para pensar 1776 - 1996, Editorial
Kapelusz
• Torcuato S Di Tella, Historia social de la Argentina Contemporánea, Editorial Troquel.
• La razón 75 aniversario, historia viva.
• Enciclopedia Encarta 2008.
• Ernesto Palacios, Historia de la Argentina tomo II, Editorial Revisión
à ndice.
PORTADA
INTRODUCCIÃ N
¿QUà ES EL ANARQUISMO?
ORÃ GENES DEL ANARQUISMO
LOS ANARQUISTAS
EL ANARQUISMO EN LA ARGENTINA
DECADENCIA DE LA ¨ GENTE DECENTE ¨ Y ORGANIZACIà N BIPOLAR
PREPONDERANCIA DE LOS HACENDADOS
EL CAUDILLISMO
MILITARIZACION Y VIOLENCIA
EL ANARQUISMO EN ARGENTINA A PRINCIPIOS DEL SIGLO XX
ORGANIZACIONES Y CONFLICTOS OBREROS
LAS NUEVAS FORMAS DEL ANARQUISMO
SITUACIÃ N ACTUAL
CONCLUSIÃ N
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BIBLIOGRAFÃ A
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