Sumario: Introducción: el libro, el autor y los objetivos del trabajo •

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Sumario:
• Introducción: el libro, el autor y los objetivos del trabajo
• Desarrollo: resumen de cada capítulo y del epílogo. Al final de cada uno hay una pequeña síntesis de la idea
principal.
• Conclusión: Mi opinión personal sobre el libro, los aspectos más interesantes, las dificultades a la hora de
hacer el trabajo, etc.
• Bibliografía
1. INTRODUCCIÓN:
Como dice el autor en el aviso antipedagógico de Ética para Amador, Este libro no es un manual de ética para
alumnos de Bachillerato. Yo más bien diría que es un recipiente de experiencias y reflexiones personales que
se traducen en consejos. De esta forma, en cada capítulo va contándonos su forma de entender la ética y el
mundo, utilizando para explicarse ejemplos claros y precisos y un lenguaje desenfadado, lo que facilita la
lectura. Poco a poco, nos hace una especie de resumen de la ética dejando muy claras las ideas principales.
El Autor: Fernando Savater (San Sebastián, 1947) filósofo y escritor español. Profesor en las universidades
de Madrid y del País Vasco, ha centrado su atención en cuestiones éticas. Además de obras narrativas
(Caronte aguarda,1981; Episodios pasionales, 1986; El jardín de las dudas, 1993) y dramáticas (Vente a
Sinapia, 1983; Guerreo en casa, 1992), es autor de numerosos ensayos (Apología del sofista (1973), Apóstatas
razonables (1976), Conocer Nietzsche y su obra (1977), Panfleto contra el Todo (1978), La tarea del héroe
(1981), Invitación a la ética (1982), El contenido de la felicidad (1986), Ética como amor propio (1988), Ética
para Amador (1990) y Sobre vivir (1994)
Objetivos del trabajo:
Al comenzar a leer Ética para Amador me gustó la idea del autor y la forma en la que transmite sus
conocimientos. A medida que iba leyendo me di cuenta de que era sencillo seguir el hilo de las reflexiones,
cosa que no pasa con otros ensayos debido a su lenguaje excesivamente culto. Pero en Ética para Amador, el
autor ha puesto sus conocimientos al nivel de la calle, lo que me parece muy positivo, porque en cierta forma
te hace pensar e interesarte por la ética casi sin darte cuenta. En este trabajo he intentado reflejar por escrito
las ideas que pasaban por mi cabeza a medida que leía, los aspectos que más interesantes y mi opinión
personal sobre el libro.
2. DESARROLLO:
• Capítulo I: De qué va la ética
De todos los conocimientos que podemos adquirir, el único imprescindible para vivir es el de que unas cosas
nos convienen (las llamamos buenas) y otras no (las llamamos malas). Pero no todo es absolutamente bueno o
malo, ya que algo que parece ser bueno, a la larga resulta dañino y viceversa. Esta relatividad se hace más
visible en las relaciones humanas, ya que no hay un único criterio universal que nos diga lo que es bueno o
malo y cada persona crea su vida según sus propios criterios y posibilidades. Este hecho demuestra que la vida
de cada uno es, en parte, el resultado del uso de su libertad. Es esta libertad la que nos diferencia de los
animales: éstos tienen una programación biológica natural que determina sus funciones y guía su instinto.
Aunque los hombres tienen también cierta programación cultural y biológica, siempre tenemos varias
opciones para responder a lo que nos pasa. Estas opciones aumentan a la par que nuestras capacidades se
desarrollan, pero para elegir de forma racional, es necesario conocer el mundo y a nosotros mismos.
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En ciertos momentos, resulta difícil hacer uso de la libertad, debido a un riesgo en la decisión y por eso ciertas
personas optan por no hacer uso de ella poniendo como excusa que, por una cosa u otra, no les es posible.
− Idea principal:
Los hombres debemos aprender el arte de vivir, de elegir lo que nos conviene y lo que no, haciendo uso de
nuestra libertad y asumiendo los errores que de ella se derivan. A ese arte de vivir se le llama ética.
• Capítulo II: Órdenes, costumbres y caprichos
Cuando elegimos hacer una cosa y no otra, nos guiamos por una serie de motivaciones o razones, según las
cuales podemos clasificar nuestras acciones:
• Órdenes: La motivación es el mandato de otra persona que se acata por miedo, afecto, confianza,
posibles recompensas, etc. Por ejemplo: ir al colegio.
• Costumbres: Las llevamos a cabo por inercia, por comodidad, por rutina, por seguir la moda Son
actos que hacemos casi sin darnos cuenta. Ej: vestirse, asearse, seguir las modas.
• Caprichos: Son aquellos actos que realizamos de forma espontánea y sin ningún motivo. Implican una
mayor libertad para el individuo, ya que surgen de su interior. Ej: dar patadas a una lata.
Cada uno de estos motivos explica nuestras preferencias a la hora de actuar. Pero en determinados momentos,
como situaciones de riesgo extremo, no sirve acudir a órdenes, costumbres y, mucho menos, a caprichos. Más
bien hay que inventar una línea de actuación, improvisar sobre la marcha para salir bien parado de la
situación.
− Idea Principal:
Según los motivos que tengamos para actuar, podemos distinguir entre órdenes, costumbres y caprichos,
mediante los que nos podemos guiar en la vida diaria.
• Capítulo III: Haz lo que quieras
En determinadas circunstancias serias o importantes, nuestra actuación no se puede basar en órdenes,
costumbres o caprichos, ya que pueden no resultar válidas moralmente (por ejemplo, el comandante nazi que
aniquila judíos con la excusa de que cumple órdenes). Ninguna de las tres motivaciones es válida sólo por el
hecho de ser orden, costumbre o capricho.
No olvidemos que la libertad es elegir, pero también darnos cuenta de por qué actuamos según una u otra
motivación y de la conveniencia de actuar o no según esa motivación. Para ello es necesario pensar dos veces,
tras lo cual descubriremos la verdadera razón por la que seguimos esas motivaciones. La conclusión es que
órdenes, costumbres y caprichos no son pautas adecuadas para actuar sólo por el hecho de serlo.
Una vez hecha esta reflexión, debemos ser capaces de elegir que hacer y que no hacer, que acciones son
moralmente buenas o malas. En nuestra ética de hombres libres no nos guiamos por castigos o premios, sino
por convencimiento de la validez moral de una acción.
A la hora de definir a un hombre como bueno o malo surgen varias opiniones que dependen de la cultura, la
ley, la moral individual, las circunstancias es decir, que no existe una definición universal del hombre bueno o
malo debido a que no hay unas pautas de comportamiento ético que permitan clasificar a los hombres en
buenos y malos. Todo depende de las circunstancias y las intenciones del sujeto a la hora de actuar.
− Idea Principal:
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La libertad implica una capacidad de darse cuenta de por qué actuamos de una u otra forma. Éticamente, el
hombre no se puede clasificar en bueno o malo porque no existe un código ético universalmente válido.
• Capítulo IV: Date la buena vida
El lema haz lo que quieras es fundamental para la ética, pero a la hora de plantearte qué es lo que quieres,
debes preguntarte a ti mismo, a tu propia libertad.
Para decidir lo que quieres, cómo quieres vivir tu tiempo, debes asumir que no somos libres de no ser libres,
que, como decía Jean−Paul Sartre, estamos condenados a la libertad: quieras o no, eres libre de hacer lo que
quieras. Pero no debemos confundir lo que queremos con lo que nos viene en gana. Como ejemplo, Savater
nos pone la historia de Esaú y Jacob: el primero vendió su derecho de primogenitura por un plato de lentejas,
pensando que, como de todas formas iba a morir, aquél no le servía para nada, y las lentejas, en cambio, era lo
que le apetecía en ese momento. El miedo a la muerte había atrofiado su capacidad de establecer unas
prioridades y de discernir lo que quería realmente de lo que le apetecía.
Lo que quiere el ser humano es, por naturaleza, darse la buena vida, pero la buena vida humana. Es decir, ser
tratados como personas, y como el hombre es una realidad biocultural, ese trato no se limita a una relación
biológica o material, sino a una comunicación y un respeto.
La principal vía de comunicación humana es el lenguaje, cuyo aprendizaje es recíproco, es decir, nos lo
enseñan y nosotros lo enseñamos. Por eso, hablar y escuchar a los demás es darles un trato humano. Darse la
buena vida es también, dar la buena vida en cierto modo. Sin relación con otros hombres, si nos limitáramos a
lo material o a lo biológico, nuestra vida no sería (por mucho que lo creyéramos) ni buena ni humana.
− Idea Principal: ¿Qué es lo que queremos? La respuesta a esta pregunta es, por supuesto, que queremos
darnos la buena vida. Para ello hay que tratar a los demás como personas. Sin este trato comunicativo, no
llevaríamos una buena vida humana, ya que el hombre
no puede vivir sin su faceta cultural, al igual que no puede hacerlo sin su faceta biológica.
• Capítulo V: ¡Despierta, baby!
¿En qué consiste realmente darse la buena vida? El hombre no vive sólo de las apetencias del momento (las
lentejas de Esaú) y no se debe simplificar la vida humana siguiéndolas, ya que, la mayoría de las veces, es
compleja y llena de complicaciones. Si creemos que la buena vida se consigue acumulando riquezas
materiales (como Kane) nos daremos cuenta de que las cosas que poseemos nos poseen a su vez, y que, al
igual que le pasó al joven discípulo del monje budista, no podemos rascarnos teniendo las manos llenas.
El error más grave que cometió Kane fue el de tratar a las personas como cosas, creyendo que podía tener
poder sobre ellas comprándolas con dinero, cuando lo único que conseguía era servidumbre, falso amor, falsas
sonrisas y más dinero. Y es que de las cosas sólo se pueden sacar otras cosas, que pueden sernos útiles, pero
nunca proporcionarnos lo que nos convierte en humanos: cariño, amistad, complicidad, respeto, amor Eso sólo
lo obtendremos de las personas, siempre y cuando las tratemos como tales.
Para no caer en este error hay que prestar atención: para no simplificar demasiado nuestra vida y
comprendiendo su complejidad, hablar y razonar con otros. Aunque solo uno mismo puede tomar las
decisiones, ya que nadie puede ser libre por ti, nadie puede ejercer tu libertad.
− Idea Principal: Si simplificamos nuestra buena vida a las apetencias o a los caprichos, corremos el riesgo de
sacrificar lo verdaderamente importante en la relación humana: las personas. Hay cosas que sólo se consiguen
de otros seres humanos y que nos transforman en humanos a nosotros mismos: el amor, la comprensión, el
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respeto, etc. Son cosas que lo material nunca nos podrá proporcionar.
• Capítulo VI: Aparece Pepito Grillo
Si algo hay que evitar en esta vida es ser imbécil, ya que los imbéciles necesitan cosas ajenas a ellos para
vivir. Hay varios tipos de imbécil: 1. El que vive como dormido sin que le importe nada. 2. El que lo quiere
todo. 3. El que basa su vida en imitar o contrariar a la mayoría sin saber por qué lo hace. 4. El que sabe lo que
quiere pero no se esfuerza por conseguirlo. 5. El que quiere algo y lucha fuertemente por ello, pero no es eso
lo que realmente quiere.
Lo opuesto a la imbecilidad es la conciencia: tener cierto oído ético y buen gusto moral que nos permita
librarnos de la imbecilidad, es decir: 1. Saber que para vivir humanamente bien no toda da igual. 2. Tener
cuidado de hacer lo que realmente queremos. 3. Desarrollar el buen gusto moral de forma que nos repugne
hacer ciertas cosas. 4. No buscar excusas para eludir nuestra responsabilidad.
En fin, evitar lo que está mal porque nos impide vivir la buena vida. Y esto implica un cierto egoísmo, pero,
en este caso, un egoísmo consecuente: saber lo que de verdad nos conviene para vivir bien y esforzarse por
conseguirlo. Pero la palabra egoísta tiene, la mayoría de las veces una connotación negativa. Sin embargo, el
egoísmo (en el mal sentido de la palabra) no es más que una consecuencia de la imbecilidad: cuando uno se
empeña en comprar aquello que, como decíamos antes, solo pueden darle otras personas, ese algo se convierte
en simple mercancía. Alguien que actúa así no hace más que agredirse a si mismo y se convierte en el peor de
sus enemigos.
Esto le pasa al tirano una obra de Shakespeare: Ricardo III. Para conseguir el trono, mata a todos los posibles
herederos. Ricardo tenía una malformación física que le había privado del amor, el respeto y la amistad de los
demás. Con el poder que le proporciona el trono piensa que conseguirá tenerlos, pero, finalmente, sólo
consigue odio y horror. Además, ahora siente que se ha deformado a sí mismo y se ha convertido en un
monstruo. Y es consciente de que sólo él es el responsable de esta deformación moral. Por lo tanto, se ha
hecho daño a sí mismo. Y Ricardo III se da cuenta de esto por culpa de (o quizás gracias a) los
remordimientos.
Los remordimientos son el castigo a nuestro mal comportamiento; pero no un castigo externo, si no el de
sabernos únicos responsables de nuestra deformación moral. Es nuestra libertad la que los origina, ya que nos
hace sentirnos responsables de nuestros actos: una vez que hemos elegido libremente ya no hay vuelta de hoja
y el responsable de las consecuencias de nuestros actos sólo somos nosotros mismos.
El mundo actual está lleno de mecanismos para eludir la responsabilidad: la televisión, la droga, la sociedad,
nuestro carácter, etc, y a estas cosas las calificamos de irresistibles. Pero lo irresistible no existe. Tan solo es
un invento de los que quieren mantenernos esclavos bajo la apariencia de personas libres. No podemos culpar
a las circunstancias de las consecuencias de nuestros actos, ya que nunca nadie ha vivido en un mundo
totalmente favorable y, por lo tanto, tenemos que ganarnos la buena vida con virtud, esfuerzo y coraje. El que
así lo hace es el que es realmente consciente de ser libre.
− Idea principal: La conciencia es la que nos hace responder de nuestros actos libres. Si no escuchamos
nuestra conciencia acabaremos haciéndonos daño a nosotros mismos y a los demás. Por lo tanto, el hombre
que no es consciente de lo que debe y lo quiere hacer, que se deja influir por lo irresistible, ha caído en la
imbecilidad. El que, en cambio, se gana su buena vida con su esfuerzo y su virtud, es el realmente libre y
humano.
• Capítulo VII: Ponte en su lugar
Cuando Robinson Crusoe se encuentra con la huella de Viernes en la playa, comienza a preguntarse qué debe
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hacer. Evidentemente, ya no se trata de sobrevivir frente a la naturaleza como hasta entonces, si no de
sobrevivir con otro o contra otro ser humano, pero entre semejantes. A pesar de las evidentes diferencias entre
Robinson y Viernes (cultura, raza, religión) había entre ellos unos innegables parecidos: ambos hablaban
(aunque en lenguas distintas) y ambos sabían discernir el bien y el mal (aunque no coincidían en qué estaba
bien y qué estaba mal). Además podían discutir, tener una conversación consciente, cosa que es imposible con
un animal.
Marco Aurelio, un emperador romano, dejó escrito en una de sus conversaciones consigo mismo que sin duda
había los hombres malos (traidores, asesinos, etc) pero siguen siendo semejantes, humanos y, por tanto,
necesarios para nosotros mismos, ya que su inteligencia y su humanidad refuerzan la nuestra. Ningún animal
nos puede dar tanto como un hombre.
Por supuesto, debemos tratarles con cuidado, pero no con recelo o malicia, si no como si fueran la cosa más
frágil del mundo por qué no son cosas. Marco Aurelio sabía que, a pesar de que hay gente mala, no por ello
dejan de ser humanos. Además, mucho de nuestra civilización es imitación, y por eso es tan importante el
ejemplo que damos: si nos dedicamos a sembrar cizaña, será cizaña lo que recogeremos.
Pero, como decía Frankenstein: Soy malo porque soy desgraciado. Y esa desgracia puede consistir en el
miedo, la soledad, o el carecer de amigos que le proporcionen amor y respeto. Los que carecen de esto, tienen
más posibilidades de acabar haciendo el mal, ya que no son felices. Por tanto, nos conviene dar amor para
recibirlo, y así evitar el mal.
Hay personas que se aprovechan de otras y creen que esto es ventajoso para ellos. Pero lo único que podemos
obtener de los hombres libres es su amor y su complicidad. Y el que pregunte que para qué sirve esto, es
porque ha nacido para esclavo, ya que sólo los siervos sirven. Si nos aprovechamos de nuestro semejantes, los
primeros perjudicados somos nosotros mismos.
Las personas deben ser tratadas como tales, pero ¿en qué consiste el trato humano? Pues en ponernos en el
lugar del otro, aceptando esa evidente semejanza entre nosotros que es la propia humanidad, esa cualidad
común que hace que algo del de enfrente nos pertenezca y algo de nosotros le pertenezca a él.
Para ponerse en el lugar del otro hay que tener en cuenta sus derechos y comprender sus razones, de amar al
otro, de tomarle tan en serio como a ti mismo ya que, como decía Shakespeare: Los hombres están hechos de
la sustancia con que se tejen los sueños. Esto no consiste en ocupar el lugar del otro (ya que todos somos
únicos), sino en relativizar el propio interés, que es lo que, etimológicamente, nos pone en relación con otros.
Cada uno tiene sus intereses, pero, sin duda, hay un interés común a todos los hombres: el de vivir como
humanos. El ponerse en el lugar del otro tiene mucho que ver con la justicia, pero no la justicia escrita, sino la
que brota de la libertad de cada uno, ese pequeño amor al otro, en tanto que humano, que ninguna ley puede
imponer.
− Idea principal: La vida entre hombres implica tratarles como a semejantes, es decir, ponerse en su lugar
comprendiendo sus razones y respetando sus derechos. Para ello debemos relativizar nuestro propio interés y
ser moralmente justos con ellos, es decir, amarles como humanos que son y saber lo que esperan de nosotros.
• Capítulo VIII: Tanto gusto
La mayoría de la sociedad considera inmoral todo aquello que nos proporciona placer. La existencia humana
es peligrosa, y el placer puede, en ocasiones, distraernos y resultar fatal. Además, hay gente que considera que
el placer es egoísta, porque mientras tú gozas otros sufren. Pero no es correcto sentirte culpable por ello.
Evidentemente, nada es malo por el simple hecho de que nos proporcione placer. Por supuesto, hay otros
placeres que parecen basarse en el daño y el perjuicio que causan, aquellos con los que te juegas la vida. No
son verdaderos placeres, sino castigos.
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Montaigne decía que debemos retener los placeres, ya que los años nos los quitan. Esto significa que no hay
que dejar pasar las oportunidades de gozar de todos los placeres del presente (carpe diem, como decían los
romanos). El uso del placer, por supuesto, conlleva un control sobre ellos: cuando usas un placer, sientes que
enriquece tu vida; en cambio, si abusa de él, te la empobrece y sólo te sirve de refugio para escapar de ella.
Como decían los antiguos, se necesita tener templanza, que nos permite obtener del placer la máxima
gratificación. Sin embargo, actualmente se sustituye por abstinencia o prohibición, y cuanto más prohibido
está algo, con más fuerza lo deseamos y más culpables nos sentimos por desearlo.
La ética apuesta por la vida, sus placeres y sus penas, es decir, por todo lo que la haga más grata. Y la mayor
gratificación que puede darnos algo es la alegría, aquella que nos provoca unas incontenibles ganas de vivir.
Esta alegría abarca el dolor y el placer, la vida y la muerte, ya que también forman parte de la vida humana.
− Idea principal: El uso racional del placer nos proporciona alegría, que es lo máximo que se puede obtener de
algo. No nos debemos avergonzar de gozar de las cosas, ya que los placeres nos enriquecen la vida.
• Capítulo IX: Elecciones generales
¿Cuál es la relación entre ética y política? Pues ambas se ocupan de buscar la buena vida, la 1ª a nivel
individual y la 2ª a nivel colectivo. Sus diferencias son también evidentes: la ética se ocupa de elegir bien las
acciones; la política de sus consecuencias. La ética trata de la libertad individual; la política coordina las
libertades de todos los individuos de la mejor forma posible.
Pero la perfección de un sistema político, aquello a lo que llamamos utopía, no existe; por lo tanto, no
debemos esperar a que llegue para actuar humanamente.
¿Cómo será el sistema político más conveniente desde el punto de vista ético? Pues, de acuerdo con lo que
hemos tratado a lo largo de todo el libro, el que fomente: la libertad humana, que es nuestro mayor bien y la
responsabilidad de su uso; la justicia, ponernos en lugar del otro y tratarle como a semejante de acuerdo con la
dignidad humana, el derecho a ser tratados como hombres libres, que nos hace a todos iguales y a la vez
diferentes; la asistencia a los que sufren y a los que no son capaces de valerse por sí mismos, impidiendo que
esta ayuda se convierta en una compasión autoritaria.
En una palabra, establecer los Derechos Humanos y practicarlos, labor de la que la ética no se puede
desentender.
Para resolver los problemas que asolan este mundo, debemos hacer un frente a nivel mundial, crear un poder
político a nivel planetario que favorezca la organización de la Humanidad al completo, pero considerando su
riqueza y variedad.
− Idea principal: Todo sistema político debe basarse en la libertad, la justicia y la asistencia, apoyando así la
dignidad de la persona. Además, la globalización actual hace conveniente la creación de un poder político a
nivel mundial.
• Epílogo: Tendrás que pensártelo
Lo principal queda dicho a lo largo de estos nueve capítulos. Pero lo demás lo tendremos que aprender
nosotros mismos.
El tema real de este libro es cómo llevar una buena vida, no de temas más tremendos, como el sentido de la
vida, la vida después de la muerte, etc, es decir, todas esas preguntas que se suelen considerar profundas,
fundamentales. Es algo más simple: la pregunta de si hay vida antes de la muerte y de cómo hacerla lo más
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buena posible. La respuesta debe buscarla cada uno, porque no se puede enseñar, porque es un arte que
requiere ciertas cualidades (aunque quienes carecen de ellas lo hacen voluntariamente), porque cada uno la
inventa con sus actos.
La vida no tiene instrucciones de uso, como escribió Perec, y la ética no es más que el intento del hombre de
llenar ese prospecto en blanco, así que lo único que nos puede decir es que pensemos por nosotros mismos de
forma responsable. Savater nos da un consejo: no elegir de forma que se reduzcan nuestras posibilidades, sino
de forma que permanezcan abiertas el mayor número posible de puertas.
3. CONCLUSIÓN:
• Sobre el libro: Personalmente, he disfrutado de la lectura de Ética para Amador, ya que me parece un libro
a la vez interesante y entretenido. Quizás es porque Savater expresa las ideas que todos llevamos dentro, de
forma que, mientras lees tienes la impresión de estar escuchando tus propios pensamientos. Para mí, esta
capacidad de poner por escrito los pensamientos propios de forma tan clara tiene un gran mérito, tanto
literario como expresivo y es algo que admiro en cualquier escritor. Por otra parte, me ha proporcionado
una especie de esquema sobre las ideas de la ética con una claridad difícil de conseguir de un libro de texto.
• Los aspectos más interesantes: Cabe destacar el estilo con que está escrito Ética para Amador: el lenguaje,
el desarrollo de las reflexiones, los ejemplos, la alusión a grandes escritores todo ello destinado a reflejar
con la mayor claridad posible ideas con tantos matices subjetivos como pueden ser la libertad, la justicia, la
conciencia, etc.
• Sobre el trabajo: Hacer este trabajo ha sido difícil, ya que las ideas están tan bien estructuradas en el libro
que a veces no sabía cómo reflejarlas con mis propias palabras y me salían frases un tanto liadas. En
algunos capítulos, sin embargo, las palabras me salían con increíble facilidad y este contraste se nota al leer
el desarrollo de los capítulos. Para resumir un libro sin que pierda su esencia hace falta una gran capacidad
de síntesis, y yo creo que he conseguido resumirlo bastante bien. Como conclusión, estoy satisfecha con el
esfuerzo que he realizado, porque además ha sido bonito reflejar esas ideas por mis propios medios.
• BIBLIOGRAFÍA:
− Ética para Amador de Fernando Savater
Editorial: Ariel Edición: Barcelona, 1992
− Enciclopedia Universal Multimedia
Editorial: Collier Edición:1997
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