NUBIA CITLALLI SALAS LIZANA REGULACIÓN ACTUAL El Derecho de la información cuenta con tres vertientes: derecho a recibir información, derecho de acceso a las fuentes de información (derecho a la investigación) y derecho a transmitir esa información. Es importante señalar que el derecho a la información conlleva dos aspectos imprescindibles para el comunicador: libre acceso a las fuentes de información y la protección de la confidencialidad de las fuentes. Por tanto, la labor periodística es protegida por el derecho a la información. El derecho a la información se ve relacionado con la verdad, que conlleva de modo implícito la ética profesional, porque la ética periodística permite al individuo saber cuáles son los límites del derecho a la información en cuanto a cuestiones morales, lo cual se ve también reflejado en la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos. Aunque sin duda alguna no existe sólo una forma de aplicar la ética, por lo cual una situación puede ser considerada digna de difusión para unos y otros creer que es un asunto privado que no debe darse a conocer. Por otro lado, todo periodista (como cualquier ciudadano) de acuerdo con la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos tiene el derecho a la información ya sean documentos, testimonios, dibujos, grabaciones, fotografías, acontecimientos, etcétera. Desde esa perspectiva, el derecho a la información es un instrumento decisivo para contrarrestar la práctica del secreto burocrático, que pretende esconder datos relevantes para la opinión pública y que bajo el pretexto de ser información confidencial, de acceso reservado, o de secreto de Estado, se mantiene un riguroso resguardo y no se permite que la sociedad se entere de múltiples sucesos que le conciernen. En 1977 el derecho a la información fue incluido en la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos como una nueva garantía individual y, por ende, constitucional. El 16 de diciembre de ese año, se agregó esta garantía a la última parte del artículo 6 de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos: “[...] el derecho a la información será garantizado por el Estado”. A partir de ese artículo constitucional en el 2002 se creó la Ley de Transparencia y Acceso a la Información Pública Gubernamental. En la Constitución Política Mexicana, en el capítulo de las garantías individuales, en los artículos 6 y 7 se establece el derecho a la información y las libertades de expresión y de prensa. Las libertades de expresión y de prensa también están reguladas por la Ley de Imprenta, la Ley Federal de Radio y Televisión, la Ley Federal de Cinematografía, el Reglamento sobre Publicaciones y Revistas Ilustradas, y el Reglamento de la Ley Federal de Radio y Televisión y de la Industria Cinematográfica y en cierta medida el derecho a la información está regulado por la Ley Federal de Transparencia y Acceso a la Información Pública Gubernamental. También es importante tomar en cuenta que a los Tratados (Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos y la Convención Americana de Derechos Humanos, ya que de acuerdo con la Constitución (art. 133) los Tratados son Ley Suprema, aunque en la práctica no se tomen en cuenta sus preceptos. Por otra parte, de acuerdo con los artículos 6 y 7 de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos y en aquellas leyes y normas que derivan de la misma establece límites al derecho a la información, los cuales son el orden público, la paz pública, la vida privada, la moral y los derechos de tercero. La vida privada y la moral son límites constitucionales a las libertades de expresión e información y el derecho a la información. La honra, el honor y la intimidad están ligados con la vida privada. La vida privada engloba la reputación, la intimidad, la personalidad, el honor y la honra. En México, a diferencia de otros países como Francia y España, derecho al honor no está expresamente protegido por la Constitución Mexicana ni constituye un límite constitucional, pero el Código Penal protege el honor, la intimidad y la vida privada al castigar los delitos de calumnia y difamación. Además, la Ley de Imprenta castiga a quien afecte a la vida privada. Mientras que una tesis de jurisprudencia señala: “La Constitución establece, en su artículo séptimo, entre las limitaciones a la libertad de imprenta, el respeto a la vida privada, debiendo entenderse por esta, la que se refiere a las actividades del individuo como particular, en contraposición a la vida pública, que comprende los actos del funcionario o del empleado en el desempeño de su cargo; de modo que para determinar si un acto corresponde a la vida privada o a la moral pública, no hay que atender al lugar en que dicho acto se ejecutó, sino al carácter con que se verifica, pues de no ser así, fácilmente se evitaría el castigo, atribuyendo a una persona acciones desarrolladas en lugar público, aunque dañaran gravemente su reputación, interpretación que está de acuerdo con el decreto de 9 de abril de 1917, expedido por el jefe del ejército constitucionalista”.1 En cuanto al orden público es el conjunto de condiciones fundamentales de vida social instituidas en una comunidad jurídica, las cuales, por afectar centralmente a la organización de ésta, no pueden ser alteradas por la voluntad de los individuos. El orden público se encuentra regulado por el artículo 3 de la Ley de Imprenta y el artículo 64 de la Ley de Radio y Televisión. En México, al establecer la Constitución Federal límites a las libertades de expresión y prensa, así como al derecho a la información, se entiende que los derechos personales a los que se refiere la Constitución (vida privada, moral, derechos de tercero, etcétera) están por encima de las citadas libertades. Entonces, desde esa perspectiva, los derechos personales son más importantes que los derechos a la información, expresión y prensa. Por lo que, se puede decir que deben prevalecer ante todo la vida privada, la moral, la intimidad, la reputación y el honor. Sin embargo, aún sigue en debate qué es lo que debe predominar. Desde otra perspectiva, si se hacen del conocimiento de la opinión pública hechos verídicos de la vida de los funcionarios o personajes públicos, es legítimo el proceder así por dos razones: primero, el hacer pública una verdad no constituye un acto contra Derecho; y segundo, por la misma naturaleza del hecho se impone su conocimiento y difusión, por ser de interés público, o que es necesario que lo sepa la comunidad. Por lo anterior, el interés privado debe ser respetado, porque atañe a la vida privada y al honor. Sin embargo, si esos acontecimientos son de interés público, así como de trascendencia para convertirse en noticias, puede justificarse que se invada la privacidad, pero al difundir los sucesos deberá ser con imparcialidad, exponer sólo datos verdaderos y sin sensacionalismo. De ahí que exista una contraposición entre el interés público y el interés privado, debido a que el interés público incide en que se difunda la mayor cantidad de información, lo que puede llegar a afectar a un individuo, pues al ser su vida y/o sus acciones de interés, 1 Quinta Época. Semanario Judicial de la Federación. Tomo XXVII, p. 976, Amparo penal en revisión. Guerrero Rosendo. 10 de octubre de 1929. podría verse invadida su intimidad y, por ende, su honra. Por ello ¿hasta qué punto se puede llegar a informar sin afectar a terceros? Se puede concluir que el interés público está por encima de los intereses particulares y, por ende, por encima del derecho a la intimidad, el honor, la vida privada y la moral. Entonces se puede invadir la intimidad aludiendo el interés público y estaría justificado, lo que no puede justificarse es el ataque al honor de una persona. Aquí cabe destacar que la función del periodista es informar a la sociedad sobre asuntos que le sean de interés, apegándose a la realidad; para ello ha de corroborar los datos obtenidos, en otras palabras, para estar seguro de la veracidad de lo que difunde. Se debe dar a conocer la mayor cantidad de información sobre un suceso, así como mostrar todas las partes que lo componen a fin de evitar que sólo se difunda una cara del hecho. En cuanto a la ética periodística, existen diversos códigos de ética (de los más de 400 periódicos y 200 revistas que existen aproximadamente en México, sólo diez poseen un código de ética, los cuales son: El Economista, Novedades, El Financiero, Reforma, El Norte, El Imparcial, El Informador, El Universal, La Crónica Hoy y el semanario Proceso) pero no existe un código en común para todos los periodistas; no obstante, coinciden en principios como veracidad, objetividad, imparcialidad, defensa a la libertad de información, libertad de acceso a las fuentes informativas, exactitud, responsabilidad, igualdad de trato, integridad, respeto a la rectificación, no inferencia a la vida privada, defensa del secreto profesional, condena a la calumnia y la difamación, defensa de la paz, entre otros. INTENTO POR REGULAR EL EJERCICIO PERIODÍSTICO En 1995 la fracción parlamentaria del Partido de Acción Nacional (PAN) impulsó la creación de una Comisión Especial de Comunicación en la Cámara de Diputados, cuyo objetivo principal era recabar las propuestas de los periodistas, los empresarios, los académicos y la sociedad, mediante una jornada nacional de foros de consulta para crear una legislación en materia de comunicación. En 1997 se elaboró la iniciativa de Ley Federal de Comunicación Social, la cual hasta la fecha no ha sido aprobada por los legisladores. La propuesta de Ley Federal de Comunicación Social, que constaba de 62 artículos y siete transitorios, reglamentaría a los artículos 6 y 7 constitucionales. La citada propuesta de ley pasó en calidad de proyecto en septiembre de 1998 a la Cámara de Diputados. A fines de septiembre y octubre de 1998 "la difusión del documento derivó en una discusión pública acerca del contenido que pretendía o no establecer una ley mordaza” e incluso hubo quien pidió a los legisladores no legislar en la materia. Fue así que la mayoría de los medios emprendió una campaña en contra de la propuesta de la Ley de Comunicación Social. Se dieron y se siguen dando puntos de vista y opiniones a favor y en contra; lo anterior contribuyó de manera determinante para que hasta la fecha no se haya regulado el derecho a la información. Existieron dos posiciones claras con relación al proyecto de Ley Federal de Comunicación Social. Una de ellas es que deben existir leyes y normas claras que regulen las acciones de los periodistas y, al mismo tiempo, puedan ejercer su profesión a fin de comunicar e informar a la población. Es decir, que el Estado garantice realmente la libertad de expresión y el derecho a la información. La otra postura es que la libertad de expresión y el derecho a la información no deben estar regidos por legislación alguna, pues ello equivaldría a violar la libertad, porque consideran que la libertad se ejerce, por lo cual no debe estar bajo la reglamentación del Estado. Esa propuesta de los legisladores no era perfecta, pues en algunas partes era vaga, confusa y moralista, pero sin duda se basaba en buenas intenciones. De ahí que su existencia fuera un avance para la creación de una legislación que garantizara el acceso a las fuentes de información, así como las libertades de prensa y de expresión. Sin embargo la propuesta de Ley de Comunicación Social fue enterrada a la llegada de Vicente Fox a la presidencia y lo que se impulsó fue la Ley Federal de Transparencia y Acceso a la Información Gubernamental. En el 2003 se creó un proyecto de Ley Federal de Derechos Mínimos para el Ejercicio del Periodismo, para desarrollar legislativamente los derechos específicos de los profesionales de la información al secreto profesional, cláusula de conciencia, acceso a las fuentes de información, derecho de autor y firma, indiscutiblemente integrados al derecho a la información. Su aprobación sigue pendiente. De cualquier forma se necesitan leyes claras, precisas y acordes a la realidad, que castiguen a quienes obstaculizan el ejercicio periodístico, establecer explícitamente la cláusula de conciencia y proteger a las fuentes periodísticas a través del secreto profesional, pues en ocasiones hacen denuncias de hechos que pueden significar un riesgo al dar a conocer esa información. CLÁUSULA DE CONCIENCIA protege la ética del periodista y es el derecho de los periodistas a negarse a realizar, escribir, difundir algo que atente contra su ética personal. SECRETO PROFESIONAL es el derecho o el deber que tienen los periodistas a negarse a revelar la identidad de sus fuentes, a su empresa, a terceros y a las autoridades administrativas o judiciales El secreto profesional fue incluido recientemente (abril 2005) en la legislación mexicana pero no en una ley específica que regule el ejercicio periodístico, pues quedó incluido en el Código Penal y el Código Federal de Procedimientos Penales. (CPF art. 225 fracc. XXIX y CFPP art. 243 bis En el Distrito Federal existe la iniciativa de ley para proteger el secreto profesional (presentada el 25 de enero de 2006) Aunado al secreto profesional debe reforzarse la ética periodística, pues el secreto profesional ha sido utilizado por algunos periodistas para difundir información no corroborada o para favorecer intereses particulares. DERECHO DE RÉPLICA se establecer en todos los medios, pues actualmente sólo se encuentra regulado por la Ley de Imprenta (art. 27) y Convención Americana de Derechos Humanos (arts. 13 y 14) (En el 2003 el grupo parlamentario del PAN presentó la iniciativa de la Ley de Derecho de Réplica) AGRESIONES A PERIODISTAS Otro elemento que determina al derecho a la información son las agresiones, estos son los factores más importantes que no permiten el ejercicio periodístico, pues la censura, las amenazas e intimidaciones, las agresiones físicas, los secuestros y los asesinatos provocan que se viole el libre acceso a las fuentes de información que es una garantía constitucional. Además, es un asunto importante sobre todo en el contexto actual, pues México ocupa el segundo lugar a nivel mundial de periodistas asesinados y el primero en América Latina. Asimismo, en los últimos meses se han intensificado las agresiones a los profesionales de la comunicación. Por tanto, la intimidación, los asesinatos y los atentados contra los periodistas es una forma de obstaculizarlos y provocar que sean más fácilmente corrompibles o que no se atrevan a buscar toda la verdad debido al peligro que ello representa. El caso más reciente se dio el 6 de febrero en el diario El Mañana de Nuevo Laredo, cuando sujetos encapuchados balacearon con armas de fuego y granadas hiriendo gravemente al periodista Jaime Orozco. El 17 de febrero nuevamente reporteros de ese medio fueron agredidos cuando dos sujetos a bordo de una camioneta intentaron sacar de la carretera a varios reporteros. Los ataques se presentaron días después de que se realizara el seminario “Narcotráfico: investigación y cobertura noticiosa” (26 y 27 enero) impartido por la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP) y auspiciado y promovido por El Mañana y El Imparcial. En el curso se instruyó a los periodistas a tratar temas relacionados con el narcotráfico y el crimen organizado para fortalecer las denuncias ciudadanas. El seminario, al que asistieron cerca de 120 periodistas, se realizó como parte de la Declaración de Hermosillo y además, fue anunciado el proyecto Ave fénix que investigará los casos de ataques contra periodistas. En repetidas ocasiones el periodista, en sus diversas formas de trabajo, se ve obstruido por algunos miembros de la sociedad, que por lo regular pertenecen a sectores poderosos, influyentes y con licencia para acallar de la forma que sea a los comunicadores. Respecto a los responsables de las agresiones, los más frecuentes son las fuerzas del orden (policías, agentes, elementos de seguridad, etcétera), las dependencias policíacas, las instituciones o funcionarios de gobierno. Los periodistas en muchas ocasiones son víctimas de elementos policíacos que reciben órdenes para golpear y quitar el material periodístico a los comunicadores. Estos individuos, por lo general, no reciben castigo por obstaculizar el libre acceso a la información. Algunas organizaciones periodísticas y académicas están alertas ante las agresiones y los hechos inhibitorios para denunciar a los presuntos responsables y evitar la impunidad. No obstante, es difícil que exista un proceso de investigación y análisis que permita, por lo menos, la consignación fidedigna e irrefutable de cada uno de los atentados al ejercicio periodístico, pues si los agresores se dan cuenta de que sus acciones quedan impunes continuarán ejerciendo presión por esas vías. Por tanto, puede decirse que en México no se da frecuentemente la censura (la cual está prohibida de acuerdo con el artículo 7 de la Constitución Mexicana, con los límites que se han señalado), pero lo que sí predomina es la autocensura, que se da por diversos factores como son los intereses políticos y económicos, así como por las amenazas y las intimidaciones a periodistas. Por ello, es común hablar de autocensura en el ámbito del periodismo, pero no se ha podido avanzar en la implementación de algún mecanismo o solución que termine con esa práctica. La autocensura no disminuirá mientras el país se rija por los intereses de los grupos en el poder, exista la corrupción y el que las empresas periodísticas se manejen solamente como un negocio y no se busque el bienestar de la sociedad. Por tanto, es indispensable señalar que es necesario defender los derechos de los periodistas, denunciar y criticar las agresiones de las que son objeto, así como exigir su esclarecimiento y el castigo de los responsables. Sin embargo, también es imprescindible reconocer y respetar los derechos de la sociedad a no ser víctimas de las tergiversaciones, las malinformaciones y la parcialidad de algunos periodistas y medios de comunicación. Sin embargo, en este sentido se puede afirmar que los límites al derecho a la información deben ser claros, definidos, caracterizados y no atacar a ningún individuo, pues en la legislación mexicana el derecho a la información, las libertades de expresión y de prensa, así como sus límites: el orden público, la moral y la vida privada no cuentan con una definición explícita; además la moral y la vida privada se presentan como conceptos ambiguos y poco claros, lo cual provoca que se interpreten de diversas formas y se permita la obstaculización del trabajo del comunicador. Así pues, se puede concluir que los límites deben existir, mas no por ello han de convertirse en restricciones que dañen, perjudiquen o perturben al periodista para poder realizar satisfactoriamente su trabajo a fin de llevar a cabo su función social. Por lo anterior, se puede decir que los límites del derecho a la información inciden en el ejercicio periodístico y, por ende, en la función social del comunicador. De ahí que la función del periodista se cumple en la medida en que el periodista actúa con responsabilidad jurídica y social, así como la aplicación de la ética periodística. En cuanto a las agresiones a periodistas, de manera general se puede decir que deben desaparecer (con apoyo de las autoridades principalmente), pues dañan incluso la integridad del periodista. Sin embargo, cabe destacar que las agresiones a periodistas tienen fines inciertos, pues algunas de ellas tal vez no tengan como propósito obstaculizar de manera directa a la actividad periodística, aunque existen casos en que se intenta acallar a los comunicadores por difundir las redes de la delincuencia o corrupción. Por último, es evidente que la actual legislación acerca del derecho a la información es insuficiente para el pleno ejercicio del periodismo, pues contiene términos ambiguos, carece del derecho de réplica para todos los medios de comunicación, la cláusula de conciencia, así como los mecanismos que protejan al ciudadano frente a las empresas periodísticas y a los periodistas que sólo buscan el beneficio propio y no el de la sociedad y que, al buscar su bienestar, atentan contra las personas al mentir, ocultar información, tergiversar y pasar por encima de quien sea con tal de ganar la nota. Por ello, para que exista un correcto encauzamiento de la libertad de expresión y por ende del derecho a la información, con apego a los límites constitucionalmente establecidos, se requiere de un régimen jurídico que garantice la eficacia entre la libertad de los ciudadanos (incluidos los periodistas) y la responsabilidad de los periodistas.