HACIA DONDE VA LA VIDA RELIGIOSA FRANCISCANA

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Congreso Internacional de Maestros de Noviciado – La Verna – Asís, 8-30 octubre 2005
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HACIA DONDE VA LA VIDA RELIGIOSA FRANCISCANA
La vida religiosa, parábola del Reino
Hacia donde vamos? Hacia qué tipo de vida religiosa franciscana estamos caminando? Estas
preguntas ya nos ponen en la perspectiva justa de una vida religiosa dinámica, en movimiento; los
ojos y el corazón vueltos hacia el futuro, ese futuro escatológico que justifica la vida religiosa. Es el
futuro que debe iluminar el presente y el pasado, dado que el sentido y la misión de la vida religiosa
es el de ser "signo escatológico" (VC 26).
La vida religiosa proclama con su estilo de vida que "ya somos futuro" (M. Buber). Es así
como se testimonia el absoluto de Dios en la propia vida, sin compromisos o ambiguedades. La vida
religiosa anuncia que somos "extranjeros y peregrinos" sobre la tierra, mientras caminamos libres y
sin distracciones, en la espera vigilante del "cumplimiento último de la esperanza" (VC 27). La vida
religiosa es el "ya" del Reino, en el empeño sereno de construir un mundo nuevo, inaugurado por el
Señor Jesús; y proyectada hacia el "todavía no" que la espera; es parábola del Reino y vive en la
impaciencia activa de la parusía.
Esta luz que viene de la misión de ser signo escatológico valoriza, en el religioso, todas sus
posibilidades, libera su creatividad y su audacia, porque cree en los fermentos evangélicos de una
vida nueva ya en acción, a pesar de las dificultades. El religioso es animado y guiado por esta
"pasión de sembrar", dejando al Espíritu Santo el tiempo y el modo del crecimiento. Vive en
plenitud y con entusiasmo creativo el presente, sin perder jamás la esperanza.
La vida religiosa nació de esta tensión vital y así se ha desarrollado, a lo largo de los siglos, en
la vida de los distintos carismas. Más aun, es justamente en esta tensión en la que se funda su razón
de ser.
Hacia donde estamos caminando
El Concilio Vaticano segundo nos había invitado a reconsiderar nuestros orígenes, a reexaminar y profundizar las fuentes de nuestro carisma. En los últimos cuarenta años nos hemos
empeñado seriamente en reflexionar sobre nuestro carisma, en su nacimiento y desarrollo a lo largo
de los siglos. Hemos definido con suficiente claridad las notas esenciales de nuestra espiritualidad.
También hemos hecho numerosos "proyectos" de formación permanente e inicial, proyectos que
hemos mejorado progresivamente.
Al mismo tiempo, mediante reuniones, congresos y encuentros (locales,
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provinciales e internacionales) de todo tipo, nos preocupamos por profundizar nuestro
carisma. Seguramente no fueron pocos los documentos elaborados! Pero, ¿fueron bien recibidos?
¿Y cómo fueron recibidos?...
Tal vez, ha faltado la relación entre el documento y la vida concreta cotidiana de cada
hermano. Además nos hemos detenido casi exclusivamente sobre el pasado sin proyectarnos hacia
el futuro. La memoria del pasado es válida y provechosa si es "viva", si se transforma en estímulo y
provocación hacia una vida nueva, para un futuro creativo, un futuro que continúa siendo el tiempo
"privilegiado" de la vida religiosa. Hemos empleado mucho tiempo en el estudio del pasado, del los
orígenes, de la tradición -y mientras tanto la historia seguía caminando- en detrimento de una
creatividad significativa y dialógica con el mundo y la cultura que nos rodeaba. Sin embargo, la
Iglesia nos había recordado: "Ustedes (religiosos) no sólo tienen una historia gloriosa para recordar
y contar, sino tienen una historia para construir" (VC 110).
¿Qué faltó, o que nos está faltando, para re-vitalizar nuestra espiritualidad tan actual y tan
esperada por el hombre de nuestro tiempo? ¿Cómo re-apropiarnos de nuestra "Forma vitae"? Me
parece que evidenciando, sobre todo, estos tres aspectos:
1. La pasión por el Evangelio mediante una vida coerente, y la compasión por los hombres de
nuestro tiempo mediante una vida comprometida.
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2. La audacia de arriesgar sobre lo esencial... sin miedo de perder tantas seguridades...
3. La creatividad en nuevas formas y mediaciones evangélicamente significativas y dialógicas.
Como re-apropiarnos de nuestra "Forma vitae"
La pasión
La pasión nace del "llamado", de la seducción divina, de un encuentro vivo y vivificante con
el Señor que desconcierta y desestabiliza una existencia humana; que da vuelta y cambia la vida de
una persona. Charles de Foucauld decía: "No logro entender como, después de haber encontrado al
Cristo pobre, se pueda continuar viviendo como ricos". Encontrarse con Cristo significa meterse en
un camino de conversión. Seguramente, también nosotros, y muchas veces, hemos experimentado
este encuentro, hemos sido invitados a producir un cambio; pero, al final, fue más facil y más
cómodo continuar viviendo como siempre lo hicimos... No hemos
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cultivado estas experiencias, y nos ilusionamos y tranquilizamos en las
estructuras "garantizadas" por el pasado. Y así se ha creado un separación siempre más grande
entre estructura y vida, entre las exigencias evangélicas y nuestra rutina cotidiana, entre ortodoxia y
ortopraxis. No nos dejamos iluminar y atraer por la pasión del "seguimiento" cambiando de vida.
Sabemos bien que una experiencia religiosa verdadera comporta siempre dos elementos: ser
atraídos por el "Tesoro" encontrado, por la pasión y por abandonar, con alegría, de todo lo demás.
Tal vez, en teoría, conocemos nuestra identidad carismática, pero, en la práctica, no somos
capaces o no queremos comportarnos en consecuencia. La apropiación, en sus diversas formas,
sigue siendo nuestro pecado más grave! La verdadera derrota de la vida consagrada no está en la
disminución numérica, sino en el debilitamiento de nuestra adhesión espiritual al Señor y a la propia
vocación y misión" (VC 63).
La audacia
Si osáramos confiar y ponernos en las manos del Señor!... La vida religiosa está viviendo un
cambio, una transformación epocal. Para continuar su función en la Iglesia y en el mundo deberá
volver al centro de lo "Esencial", deberá animarse a emprender caminos nuevos. "Los Institutos
están invitados a retomar con coraje la iniciativa, la inventiva y la santidad de los fundadores y
fundadoras como respuesta a los signos de los tiempos que surgen en el mundo de hoy" (VC 37).
Con Francisco, todos los días, debemos pedir: "Concédenos, Señor, hacer lo que sabemos que Tu
quieres y querer siempre lo que te agrada..." (CtaO 50). Estamos llamados a ser más audaces, para
ser más transparentes que "eficientes", más teocéntricos que auto-referentes, más ágiles, más
disponibles, más creativos. Una vida evangélica seria y coherente deberá estimularnos a inventar
nuevos senderos vocacionales y misioneros, sin miedo de perder aquellas "seguridades
estructurales" que podrían paralizar nuestro entusiasmo.
La creatividad
Después de la Encarnación, las mediaciones humanas -como la carne de Jesús de Nazarettienen un valor importante e indispensable para acoger al Señor. No podemos minimizarlas ni
absolutizarlas. Además, sabemos que la dimensión "sacramental" es fundamental en la teología de
la vida religiosa.
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Por eso la Iglesia nos recuerda que somos "memoria viviente del modo de existir y de obrar de
Jesús" (VC 22). Entonces, nuestro estilo de vida y nuestro modo de ser y de obrar debe, de alguna
manera, ser "memoria viviente", debe evocar, al hombre de nuestro tiempo, la belleza de la vida
evangélica, del Reino ya presente entre nosotros. Esto no sucederá si no somos memoria "viviente",
si periódicamente, con el cambiar de la historia, no inventamos otras mediaciones, otros signos más
indicativos y más significativos para nuestra historia.
Se trata de arriesgar -como es normal en la vida religiosa- por el Reino. "El que ama crea". El
que no tiene nada que perder, porque ha dado su vida al Señor y a los hermanos, sabe adaptar o
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crear con coraje nuevas estructuras, nuevas mediaciones vitales. "Puede cambiar aquél que es
interiormente estable".
Ya existen en la Orden fermentos de vida nueva: pero con frecuencia son medidos y valorados
más por su utilidad y la eficiencia de las estructuras a salvar, que por llevar una vida evangélica
según la Regla.
Algunos desafíos
El desafío de la vocación
La vocación, como la fe, es una experiencia y un camino cotidiano. Una vocación que está
anclada a una fe como experiencia personal de Dios, en la búsqueda de su rostro. Será esta,
entonces, la verdadera tarea a cumplir desde el primer día de nuestra consagración al Señor hasta el
último día de la vida. "Salvar" la propia vocación significa "cuidarla con atención y fidelidad",
mediante una vida de oración y una vida fraterna que es comunión de vida cotidiana, en "nuestro
existir y en nuestro obrar". La experiencia de estos últimos años, en la Orden, nos enseña que
"salvar" la propia vocación -en sus elementos fundamentales- hoy es una prioridad y una urgencia.
El desafío de la libertad
El futuro se construye superando tanto el "complejo" de las obras y de la eficiencia, cuanto la
"patología" del número..., para considerarse ya como el "pequeño resto", que pone toda su
confianza en el Señor... De hecho, el camino no se valora por el número de hermanos que viven en
el convento, sino más bien por cuantos "están poseídos" de la pasión por el Señor. Por lo
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tanto, deberemos renunciar a poner la confianza en nuestras obras, en la eficiencia y en el
prestigio... expropiándonos y liberándonos de todo aquello que pueda obscurecer la transparencia y
la pertenencia total al Señor. Cuando no sepamos qué más hacer o cómo hacerlo, si tenemos el
coraje de confiar en Él, entonces el Espíritu encontrará más espacio en nosotros. Cuando no
tengamos ya nada que perder, ni defender y salvar (ni Provincia, ni lugares, ni privilegios, ni roles,
ni otras propiedades), sólo entonces el Espíritu podrá irrumpir en nosotros y re-inventarnos como
"memoria viviente del modo de existir y de obrar de Jesús" (VC 22).
El desafío de la verdad
Se trata de nuestra coherencia y autenticidad de vida. Estamos llamados a eliminar todas las
contradicciones de nuestra vida cotidiana que oscurecen nuestra Profesión. Sabemos bien qué
significa y qué comporta una vida de oración, personal y fraterna; sabemos también qué cosas exige
una vida fraterna hecha de relaciones verdaderas; y vivr "sin propio" en minoridad... Somos
llamados a construir y vivir la armonía entre el ser y el hacer, entre los valores y las estructuras! Es
muy urgente unir la formación teórica y la práctica, la formación de la mente y el corazón! ¿Cómo
podemos iniciar a la vida franciscana a nuestros jóvenes, si no vivmos, o al menos no buscamos de
vivir, lo que decimos?... Sabiendo sobre todo que los jóvenes necesitan "mediaciones
experienciales", de modelos, de "testigos más que de maestros", como diría Pablo VI.
El desafío de la Fraternidad abierta
Es fundamental revisar todo el tejido de nuestras relaciones: con Dios, con nosotros mismos y
con los demás. En el mundo globalizado en que vivimos, tenemos necesidad de una Fraternidad
abierta: abierta, antes que nada, al futuro, viviendo horizontes de esperanza viva, la esperanza del
que sabe en "Quien" ha puesto su confianza. Una Fraternidad abierta al Espíritu que quiere recrearnos periódicamente; abierta al "sueño" que Dios tiene sobre nosotros; abierta a la colaboración
entre Fraternidades, entre Provincias, en la Familia franciscana y, sobre todo, con los laicos. La
nuestra es una espiritualidad del encuentro: vamos hacia el otro, cualquiera que él sea. No
esperamos que los otros vengan... ¿Cuánto nos hemos esforzado por crear una Fraternidad abierta?.
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El desafío de la pertenencia
¿A quién pertenecemos? ¿A quién amamos y qué cosas concretamente queremos?... Muchos
hermanos son "huérfanos" y viven solos... porque pertenecen solamente a sí mismos!. Reconstruir
este sentido de pertenencia al Señor, a la Fraternidad, como lo prometimos en la Profesión, es un
gran desafío. Sentirse parte de una Familia no es una opción generosa: es nuestra vocación!. Vivir y
trabajar juntos en los proyectos de formación y evangelización no es una estrategia de eficiencia o
una necesidad impuesta por la falta de vocaciones... Más bien expresa la conciencia de ser una
verdadera Fraternidad que construímos juntos. Así como una misión "ad gentes" inter-provincial o
inter-nacional no es un lujo para los más aventurados, sino simplemente el testimonio evangélico de
los que viven una verdadera comunión, inherente a nuestra espiritualidad. Más aun, en este mundo
globalizado, ésta podría ser justamente una palabra profética.
Hoy existe el peligro del "cisma blanco", que fue tratado en el último Congreso sobre la vida
religiosa: se trata de aquellas formas de división, de separación "tácita", de indiferencia apática en
relación con la autoridad central, que lleva a afirmarse en la filosofía del "fai da te" o del "sálvese
quien pueda"!.
Conclusión
Tendremos dificultades en re-encontrar el entusiasmo y la frescura de nuestros orígenes, de
nuestro carisma hoy, si no nos decidimos por una purificación global de nuestra vida, por una
"forja", una fundición para eliminar todo tipo de escorias: las escorias de nuestras infidelidades
carismáticas que dan muerte a la pasión evangélica, las escorias de aquellas pesadas estructuras que
paralizan nuestros movimientos, las escorias de nuestros miedos y permanentes dilaciones... para
abandonarnos definitivamente al Espíritu. No frustremos las esperanzas de la Iglesia y del mundo.
Fr. Giacomo Bini, ofm
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