Citar: Lexis Nº 1009/007118 PARTES / 05.- Facultades y deberes / b) Facultades - López Cabana, Roberto M. (dir.) - Alterini, Atilio A. (dir.) LA RESPONSABILIDAD (HOMENAJE AL PROFESOR DOCTOR ISIDORO H. GOLDENBERG) LexisNexis - Abeledo-Perrot LA "JUSTA CAUSA" DE INCOMPARECENCIA AL TRIBUNAL (Como eximente de responsabilidad procesal) ISIDORO EISNER 1. Son frecuentes las disposiciones de las leyes de procedimientos judiciales que, al regular el modo y la forma de citación de litigantes o testigos para que comparezcan al tribunal a distintos fines, establecen las consecuencias que habrán de producirse contra el que no asistiere "sin justa causa". Los efectos de la ficta confessio, apreciados en distinto grado de intensidad, según las diversas legislaciones y los variados enfoques de la jurisprudencia y la doctrina, las resultas de la contumacia del citado a formar cuerpo de escritura y las sanciones de toda índole que alcanzan al testigo remiso, son derivaciones suficientemente graves de la inconcurrencia al comparendo judicial como para prestar la debida atención al régimen de justificativos que admite la ley para relevar al inasistente de tales rigores. De allí, nuestra preocupación por desentrañar el sentido y alcance de la "justa causa" que expresan dichas normas. 2. Con el simple propósito de indicar los textos legales que hacen referencia a la "justa causa" o fórmulas de sentido equivalente, aptas para significar un motivo de exculpación, nos limitaremos a continuación, a la mera cita de las disposiciones o párrafos respectivos que, precisamente queremos mostrar en su conjunto para destacar esa constante en la tipología de la ley. Así el artículo 394 Ver Texto del Código Procesal Civil y Comercial de la Nación al referirse a la formación de cuerpo de escritura para el cotejo de firmas o documentos cuestionados, establece que "...esta diligencia se cumplirá en el lugar que el juez designe y bajo apercibimiento de que si no compareciere o rehusare escribir sin justificar impedimento legítimo, se tendrá por reconocido el documento". 1995 En tema de absolución de posiciones, el artículo 409 Ver Texto del mismo Código previene que "el que deba declarar será citado por cédula, bajo apercibimiento de que si dejare de comparecer sin justa causa será tenido por confeso en los términos del artículo 417 Ver Texto". En orden al deber de comparecer del tercero citado como testigo, el artículo 431 Ver Texto expresa que "...al citar al testigo se le notificarán ambas audiencias, con la advertencia de que si faltare a la primera, sin causa justificada, se lo hará comparecer a la segunda por medio de la fuerza pública y se le impondrá una multa...". El artículo 434 Ver Texto establece que "El testigo será citado por el juzgado salvo cuando la parte que lo propuso asumiere la carga de hacerlo comparecer a la audiencia. En este caso si el testigo no concurriere sin justa causa, de oficio o a pedido de parte y sin sustanciación alguna se lo tendrá por desistido". Por su parte el artículo 493 Ver Texto estatuye que "...la inasistencia del testigo a la audiencia supletoria sólo podrá justificarse por una vez por causa grave invocada con anterioridad". Sigue diciendo dicha norma que "...la fuerza mayor que hubiese impedido la justificación anticipada, será excusable si se la hiciere valer dentro de las veinticuatro horas de celebrada la audiencia...". La ley 18345 Ver Texto que regula la organización y el procedimiento laboral en la Capital Federal, refiriéndose a la audiencia fijada para el intento de conciliación y contestación de demanda, en su artículo 70 Ver Texto dispone que "si el actor no compareciere a la audiencia sin causa justificada se le aplicará la multa del artículo 63...". El artículo 71 Ver Texto con relación a la incomparecencia del demandado, establece graves consecuencias siempre que no mediare un impedimento atendible. El artículo 86 Ver Texto con respecto a la citación para absolver posiciones, también menciona al que "dejare de comparecer sin justa causa", al que se tiene por confeso sobre los hechos expuestos por la contraparte. El artículo 89 Ver Texto del mismo ordenamiento menta a los testigos que no comparecieren sin justa causa. La ley de Concursos 19551, en su artículo 47 Ver Texto relativo a la junta de acreedores y al deber del deudor de asistir a la misma prevé, "en caso de imposibilidad debidamente justificada a criterio del juez, pueden hacerse representar por persona instruida de sus negocios", bajo apercibimiento de decretarse la quiebra. En las normas transcriptas advertimos que bajo la fórmula de "justa causa" o sus afines como "causa justificada", "impedimento grave", "excusa grave", etcétera, se procura configurar el motivo atendible -a juicio del magistrado- que en cada caso pueda relevar al inasistente de las graves consecuencias que las leyes imponen al remiso y que resultan de las mismas disposiciones citadas. En cuanto a la naturaleza del imperativo en cuya virtud aparezca constreñida la voluntad del sujeto que ha de comparecer al requerimiento judicial, es preciso distinguir la situación del testigo de la de la parte. El primero tiene, sin lugar a dudas, el deber de concurrir a la sede del tribunal a prestar declaración. A ello resulta compelido no sólo por el mandato del juez fundado en ley, donde se advierte la conminación de ser llevado por la fuerza pública y pagar una multa, sino también por la norma penal que reprime al testigo que se abstuviere de comparecer. Todo ello salvo el caso de aquellos que por ley están exentos de hacerlo personalmente. En cuanto a las partes citadas para absolver posiciones o formar cuerpo de escritura, la necesidad de asistir al comparendo no obedece en rigor a un verdadero deber ni a una obligación en sentido estricto sino, más bien, a lo que se ha dado en llamar una "carga procesal" entendida como imperativo del propio interés. 3. Los casos de jurisprudencia registrados en los repertorios usuales, si bien no cubren la enorme variedad de situaciones que la vida suele brindar son, no obstante, suficientemente ilustrativos del criterio con que los jueces contemplan y resuelven los más frecuentes intentos de justificación. La mayor parte de las decisiones se refieren conjuntamente a la causal de inasistencia invocada y a la oportunidad en que se la alega o trata de acreditar. Y muchas veces la suerte del intento de exculpación depende más que de la atendibilidad del motivo, de la puntualidad con que se lo haga valer y se lo pruebe. Sin entrar en casuismo y en beneficio de la brevedad podemos sintetizar que los motivos excusantes pueden ser ya de índole personal, como la enfermedad, crónica u ocasional, o la edad avanzada en tanto invalidante; o la ausencia motivada en distintas causas que exigen la incomparecencia del citado; ya de la naturaleza como un grave temporal, un sismo, o una inundación, u otras dificultades insuperables. Los jueces han sido rigurosos en apreciar la justa causa de inasistencia cuando se han alegado dificultades que no aparezcan como totalmente insuperables o cuyo suceder podía ser normalmente previsto. Así, se ha decidido que las meras dificultades del transporte urbano no justifican la incomparecencia, salvo casos excepcionales, como tampoco se aceptó la excusa de que se había descompuesto el automóvil en que viajaba el citado. IV. Las numerosas disposiciones de las leyes procesales y las decisiones jurisprudenciales que hemos ido examinando, nos exhiben evidentemente la presencia de esa constante que motiva nuestra preocupación y que se cristaliza en la fórmula jurídica y fáctica de la "justa causa" que excusa la inasistencia del citado al tribunal. De todo ello nos queda una idea bastante aproximada de ese motivo de exculpación, pero simultáneamente nos agobia el temor de no hallarnos ante un concepto seguro bajo cuya pacífica comprensión pudiérase ajustar la conducta del sujeto procesal en previsión de sus advertidas consecuencias. Alberto Parody (h), en sus lejanos Comentarios al viejo Código de Procedimientos de la provincia de Santa Fe, al detenerse ante la misma cuestión que aquí nos ocupa, se preguntaba: "¿cuál es la justa causa a que se refiere el artículo?" Y agregaba: "es peligroso dejar su apreciación al juez, no porque el magistrado pueda dejar de apreciarla con sano criterio, sino porque si el que la alega apreciara que tal o cual circunstancia la constituye, y el juez no la considerara así, resultaría que aquél ha dejado de concurrir sin ánimo de desacatar y será tenido por confeso, sin razón. Consideramos, pues, que debe determinarse, en cuanto sea posible, cuáles son las justas causas, para que en conocimiento de ellas trate de evitarse cualquier impedimento que no esté expresamente determinado". No aclara dicho autor si la determinación que propugnaba debía ser obra de la ley o de la doctrina, ya que respecto de la jurisprudencia había expresado su reparo. No creemos que el legislador pueda registrar un catálogo de supuestos suficientemente amplio como para cubrir la abigarrada multitud de circunstancias ocurrentes. Y si se tratara de comprenderlos en una fórmula, estimamos que ya lo hizo al consagrar la de "justa causa" o las otras equivalentes que antes recordamos. Nuevamente la cuestión queda librada a la prudente valoración de los jueces, estimulada -de ser posible- por las reflexiones de la doctrina y teniendo en cuenta las modalidades de cada caso. Las modernas escuelas del pensamiento jurídico y iusfilosófico han consagrado con justeza y mostrado en sus verdaderos alcances, la dimensión creadora de derecho que existe en la función judicial en cuanto, además de particularizar la regla de la ley, el juez al dictar sentencia aporta a la norma general contenida en el fallo, ingredientes que no figuraban en la norma general. Como lo señala Recasens Siches, "tales dimensiones creadoras serán ciertamente de menor cuantía en aquellos casos en que los hechos jurídicamente relevantes encajan unívocamente dentro de una calificación jurídica muy sencilla, que no ofrece lugar a ninguna duda". No creemos que ése sea el caso de nuestro dispositivo. La "justa causa" de incomparecencia denota a la vez una situación de hecho y un concepto de derecho. Es un "estándar jurídico", una cuestión de "derecho concreto", de aquellas que dan una figura flexible de apreciación de la conducta de acuerdo con un tipo o modelo. Ejemplos de éstos tenemos en los de "buena fe"; "culpa grave"; "injurias graves"; "conducta desleal"; "buen padre de familia"; "orden público"; "prudencia necesaria"; "justo título"; etcétera, que con tanta abundancia nos suministran los códigos y libros de jurisprudencia. Fuera de los supuestos contemplados por la ley, como los de enfermedad, ausencia y causas de excusación por defectos en la notificación, jerarquía funcional y vínculo de parentesco íntimo -en el caso de los testigos- advertiremos que en general las expresiones de "justa causa"; "razón atendible"; "impedimento"; "causa grave"; "justo motivo"; etcétera, mencionados en las diversas disposiciones transcriptas en el punto 2 de este trabajo carecen de toda especificación. Sin embargo, la interpretación judicial se ha mantenido bastante uniforme -como ya se demostró- y ha vinculado la suerte de la excusa a dos circunstancias decisivas que no siempre coinciden, a saber: a) la gravedad del impedimento; b) la falta de culpa en el impedido. Los procesalistas casi no se han ocupado de desentrañar este concepto legislativo pese a su particular incidencia en los efectos de la rebeldía. Nuestros autores, salvo la interrogación de Parody, se han limitado a indicar la aplicación que de aquél hace la jurisprudencia. Por su parte, el clásico Caravantes cita a la "justa causa" entendida como "algún obstáculo cuya remoción no haya estado al alcance del citado, y que apreciará el juez sin dar traslado". Más modernamente, Guasp se refiere a las "exenciones a la carga de comparecer ante el órgano jurisdiccional para prestar allí declaración". Y tanto cuando analiza dicha carga del absolvente como el deber del testigo citado al tribunal, observa que hay dos tipos de causas justificantes de la excepción: una, que se basa en cierta posición de superioridad del absolvente o testigo, como en el caso de los altos magistrados que la ley exime de concurrir y pueden declarar por informes. Otra que se basa en una posición de inferioridad, como en el supuesto de enfermedad, avanzada edad y otros análogos. Quedan fuera de este esquema numerosos casos que el autor no contempla. Rosenberg, estudiando el procedimiento alemán, dice que la ausencia injustificada se da en caso de "no disculparse suficientemente la incomparecencia" y explica el trámite en el supuesto de que se la tenga por "no culpable". Advertimos cómo la idea de culpa aparece en la consideración del asunto. Pareciera que no sólo el motivo de ausencia no debe ser trivial o minúsculo para valer de impedimento sino que no debe mediar en la conducta o actitud del citado ningún elemento de culpabilidad en la producción de la contingencia invocada. Pero ¿será necesario un impedimento "grave" o catastrófico, para que sea aceptado el motivo de inasistencia? ¿o habrá hechos de la vida que justificarán "razonablemente" la falta, sin agraviar a las necesidades del proceso? ¿Será menester una culpa grave en la contribución al evento o bastará cualquier descuido o imprevisión para rechazar al ausente su pretensión de excusarse? Al no hallar en el campo del derecho procesal desarrollos apropiados al tema, deberemos confrontar nuestras dudas con las respuestas dadas en otras ramas de las ciencias jurídicas a problemas similares y ver si sus soluciones convienen o no al proceso judicial. En derecho civil se exime al deudor por la responsabilidad de los daños e intereses que se originen al acreedor por falta de cumplimiento de la obligación, cuando éstos resultaren de caso fortuito o fuerza mayor, como reza el artículo 513 Ver Texto del Código Civil. Informando el artículo 514 que "caso fortuito es el que no ha podido preverse, o que previsto no ha podido evitarse". En la nota a este último artículo Vélez Sarsfield, después de señalar que los casos fortuitos o de fuerza mayor son producidos por la naturaleza o por el hecho del hombre, citando a Troplong advierte que los accidentes de la naturaleza no constituyen casos fortuitos, mientras que por su intensidad no salgan del orden común, como lo son la lluvia, el viento, la creciente ordinaria de los ríos, etcétera. Luego agrega que los casos de fuerza mayor son hechos como la guerra, el hecho del soberano o fuerza de príncipe; no contando entre éstos a la violencia o vías de hecho de particulares, porque son delitos que deben reparar sus autores. Pensamos que sucesos tan categóricos como los que configuran civilmente el caso fortuito o la fuerza mayor, si bien, naturalmente, parecen apropiados para descartar la existencia de toda culpa y valen para justificar la incomparecencia al tribunal, no son ni deben ser los únicos que servirían para tal finalidad procesal. Adviértase que una enfermedad que impida el traslado al juzgado en razón de su estado de postración del citado o por el mal que le ocasionaría el viaje o las alternativas del comparendo; lo mismo que la repentina desgracia que troncha la vida de un hijo, padre o esposa del citado sumiendo a éste en angustia y en el deber moral de recogerse frente a los otros deudos; y demás ejemplos de igual seriedad humana, nos ponen frente a casos de muy atendibles impedimentos que, sin embargo, no revisten la categoría del caso fortuito o fuerza mayor por cuanto son acontecimientos ordinarios que estaban en el curso normal -aunque doloroso- de la existencia. Más aún, tomando el caso de enfermedad que la misma ley procesal toma en cuenta para justificar la incomparecencia al tribunal, en muchas ocasiones dicha dolencia es el resultado de una conducta imprudente o de una vida desarreglada o de la falta de cuidados adecuados a la edad o a la salud del afectado o al estado del clima, etcétera. Y casi siempre es un suceso que se pudo prever y algunas veces evitar. Sin embargo, el concepto de la justa causa no es tan riguroso. Y si tales eventos no valdrían para relevar a un deudor civil de responsabilidad por incumplimiento de sus obligaciones, serían suficientes para servir de justificativo en favor de quien dejó de satisfacer su deber o su carga de asistir a la sede judicial. Sólo en caso de advertirse una causación dolosa -no meramente imprudente- podría decidirse que aquellos impedimentos no son eficaces para relevar de responsabilidad al ausente. El absolvente que asesinó a su esposa no podría alegar la desgracia familiar. Además de los casos registrados en los repertorios de jurisprudencia, debemos considerar numerosos otros que se han producido con frecuencia, como ser, los paros del transporte, la paralización de ascensores que conducen a pisos elevados del edificio judicial, huelgas del personal de la justicia, el fallecimiento de un pariente inmediato -arriba mencionado-, etcétera. Claro que no podrán admitirse excusas fútiles o caprichosas, como ser, la celebración de un esperado match de fútbol, o la existencia de otros compromisos de carácter comercial o familiar o artístico, susceptibles de ser desplazados en el tiempo y nunca, o casi nunca superiores al deber o la necesidad de concurrir al llamado de la justicia y de colaborar en la pronta y leal tramitación del proceso. De todos modos queda advertido que el concepto civil de la fuerza mayor o el caso fortuito no coinciden -por ser más limitativo- con el de la "justa causa" de la ley de procedimientos. También en el derecho penal hallamos un instituto que alguna proximidad conceptual ofrece con nuestro tema. Se trata de las llamadas "causas" de justificación. Ricardo C. Núñez nos explica que "esas circunstancias particulares que transforman el hecho jurídicamente perjudicial por ofender un interés prevaleciente, en un hecho jurídicamente beneficioso, porque a costa del daño que ocasiona se resguarda otro interés más valioso que el de evitar ese daño, se denominan en doctrina `causas de justificación´ ". Enseña dicho autor que el artículo 34 Ver Texto del Código Penal expresa las siguientes causas de justificación: a) la causación de un mal por evitar otro mayor inminente a que ha sido extraño (estado de necesidad) (inc. 3º); b) el cumplimiento de un deber y el legítimo ejercicio del propio derecho, autoridad o cargo (inc. 4º); c) la obediencia debida (inc. 5º); d) de la defensa propia o de los propios derechos, de la persona o derechos de otros (incs. 6º y 7º). El estado de necesidad lo define como "la situación en que se encuentra una persona que, para salvar un bien en peligro, debe lesionar mediante una conducta penalmente típica, otro de un tercero que representa un interés jurídico menos valioso". Al analizar el problema de la comparación de los bienes jurídicos que determinan la justificación o no de la conducta del que invoca dicho estado, recuerda que Roberto Goldschmidt, al exponer la doctrina de la "no exigibilidad" ha dicho: "la incesante lucha por el Derecho no exige que la palestra esté ocupada por campeones o héroes, sino por hombres de conducta media, la cual representa el objeto más puro, más real, de la labor legislativa". Comparando este instituto ya consagrado en la doctrina penal, con la "justa causa" de incomparecencia, que estamos tratando de comprender, observamos algunas significativas coincidencias de concepto. Existe, en principio, el deber o la carga de concurrir a la citación judicial bajo los apercibimientos que la ley procesal sanciona para los ausentes y sin perjuicio de la situación especial que afecta al testigo remiso, en sede penal. Podríamos equiparar -sólo a los fines de esta analogía- la infracción a tal imperativo con un acto ilícito cualquiera y en particular con el ilícito penal. Observamos que así como el derecho criminal admite causas de justificación que eximen de pena, como el caso del que lesiona un bien ajeno, por salvar uno propio o en defensa de su persona o derecho o los de otro, así y paralelamente, el derecho procesal exime de sanciones al que viola su deber de concurrir a la audiencia judicial, dañando el interés del proceso correlativo del Estado en dirimirlo eficazmente y a breve término, en los casos en que concurren las particulares circunstancias configurativas de la "justa causa". El que las alega, sacrifica el llamado de la justicia a la preservación del bien que reclama su atención preferente y que se presenta como un "impedimento" en la confrontación de ambos requerimientos. Su salud, su vida, sus íntimos afectos, etcétera, serán los bienes elegidos y el Derecho lo excusará de esa circunstancial pero no maliciosa falta de puntualidad a la cita con la justicia. En definitiva, los jueces tienen la responsable prerrogativa de ponderar en cada caso la seriedad del motivo que eximirá al ausente de las sanciones prometidas al que "dejare de comparecer sin justa causa". Sintetizando lo dicho, entendemos por "justa causa", la excusa prevista por la ley o el acontecimiento no querido que impide la concurrencia del citado o que pudiera significarle un perjuicio superior al que implica la postergación de la audiencia, a juicio del magistrado y siempre que no mediare culpa grave. De tal modo, quedan delineadas las pautas orientadoras del tema abordado, en tanto permiten desentrañar los justos motivos que obligan a la jurisdicción a eximir de responsabilidad procesal al incompareciente amparado en tan razonables circunstancias.