Concepto de Firma

Anuncio
Pensamiento Regresivo
He ocupado esta denominación para referirme al proceso mental orientado a describir
conceptualmente objetos o símbolos de uso común. Otra acepción es la de
“conceptualizar”, esto es, dar una definición conceptual más o menos precisa a cosas
que conocemos por su uso. El papel dinero, por ejemplo, es algo que utilizamos todos
los días, nos motiva y nos da poder. Pero ¿qué es en realidad el papel dinero? ¿Cuál es
su rol social? ¿Porqué existe? ¿Cuál es su efecto psicológico?
Si bien en este artículo se elegirá el papel dinero como objeto de pensamiento regresivo,
las respuestas a las preguntas anteriores se darán más adelante. Antes que eso debo
señalar para qué sirve conceptualizar. Tal vez mi definición de dinero no sea exacta,
pero no es ese el meollo del asunto. Conceptualizar sirve entre otras cosas para prever
qué sucederá -socialmente hablando cuando el objeto- en cuestión sea reemplazado. En
el caso del papel dinero por el dinero digital. A ese tipo de pensamiento lo llamaré, en
contraposición, pensamiento progresivo. Conceptualizar sirve también para evaluar si
algún objeto (como el papel dinero) es socialmente necesario o su prevalencia se debe
sólo a un paradigma ya superado por la técnica. Conceptualizar es en definitiva una
forma de entrenar el pensamiento y mi pretensión –en un terreno netamente práctico- es
que ayude a las personas a tomar mejores decisiones. En un plano más filosófico, que
las ayude a pensar. A ser más inteligentes. O menos estúpidas, si se quiere.
Nos comunicamos mediante mensajes. Un mensaje entre personas puede contener
alguno o varios de los siguientes elementos:
a)
b)
c)
d)
e)
Información
opinión
autorización
solicitud
orden
El receptor del mensaje, para internalizarlo debe conocer su origen. Cuando el mensaje
contiene sólo información el conocimiento de la fuente permite al receptor asignarle
algún grado de confiabilidad y lo mismo ocurre cuando se trata de una opinión. Cuando
el contenido es una solicitud, una autorización o una orden, conocer la fuente es
primordial. De hecho una autorización o una orden anónimas no tienen ninguna validez
y no se espera que el receptor haga uso de ella o la acate.
Ahora bien, mientras las comunicaciones eran sólo habladas el receptor de cada mensaje
podía comprobar su autenticidad ya sea viendo al emisor en el momento de emitirlo o
por la identificación de su timbre de voz. De hecho estamos capacitados para identificar,
esto es asociar casi inequívocamente un individuo, a miles de timbres de voz.
Con el lenguaje escrito surgió, pues, una complicación. Reconocer la escritura y
asociarla a una persona determinada, si bien es posible, requiere el desarrollo de una
habilidad bastante compleja y son poquísimos quienes la pueden efectuar. Así pues,
para que el receptor pueda prescindir de la presencia del emisor se inventó el concepto
Firma. Tal como lo conocemos actualmente, la firma es un símbolo manuscrito –y
teóricamente difícil de imitar- a través del cual el receptor puede reconocer al emisor y
atribuirle la autoría del mensaje. Cada persona posee una firma para que los receptores
de sus mensajes, sean quienes sean, lo identifiquen como autor. La firma es, pues, un
símbolo público que se suele colocar sobre el nombre que suscribe. Por supuesto que
reconocer al emisor a través de su firma es menos seguro que hacerlo a través de su
imagen o su timbre de voz ya que una persona con cierto entrenamiento puede copiarla
y falsificarla. Sabida es la cantidad de fraudes, engaños e inducciones que se han
cometido falsificando la firma, pero a falta de otro método hubo que aceptarla.
El advenimiento de los mensajes digitales hizo renacer el problema. La solución está
basada en el mismo principio filosófico, y de hecho al elemento identificador se le ha
llamado “Firma Digital”. Pero en este caso no se puede usar un símbolo gráfico –por
complicado que éste sea- ya que a quien esté dispuesto a suplantar a una persona le
bastaría copiarlo y pegarlo debajo de un texto cualquiera. Para dar seguridad al receptor
de un mensaje electrónico de que el emisor es efectivamente quién dice ser y –a su vezgarantizar al propietario de la firma que ésta no va a ser imitada se requiere un complejo
algoritmo criptográfico. El mecanismo de emisión y autenticación es básicamente el
siguiente:
-
La firma de cualquier persona en texto claro es pública, esto es, cualquier
persona puede conocerla.
El emisor envía su mensaje (cifrado o en texto claro, según sean las
circunstancias) y adjunta la firma cifrada con su clave.
Cualquier receptor que posea la clave pública puede verificar la autenticidad de
la firma descifrándola y comparando el resultado con el texto claro de la firma.
Nadie, excepto el emisor está en condiciones de cifrar la firma de modo que
pueda ser reconocida por la clave pública.
Cabe hacer notar que el mecanismo de autenticación descrito, si bien utiliza algoritmos
criptográficos, no tiene relación con el ocultamiento ni la privacidad del contenido de
los mensajes. Tampoco apunta a asegurar su efectividad, veracidad ni integridad.
Su eficacia, no obstante, es de vital importancia para que se expanda dramáticamente el
campo de las comunicaciones electrónicas y –eventualmente- se supere la era del papel,
al permitir ya no sólo la transmisión de datos e información sino órdenes, directrices y
autorizaciones de toda índole. La aplicación más evidente reside, sin duda, en las
transacciones comerciales, desde cheques hasta órdenes de compra que con un sistema
de firma digital confiable podrían llegar en un futuro no muy lejano, a prescindir de
respaldo físico.
El dinero tradicional es una credencial anónima otorgada por la sociedad al individuo.
Una de sus características esenciales es que acredita al portador, entendiéndose por tal a
quien la tiene entre sus dedos, sus ropas o en un lugar de sus uso exclusivo. Basta, pues
que abandone ese sitio para que su dueño sea también otro. Sólo si se compruebe que
fue sustraído en forma ilícita la sociedad se reserva el derecho de requisarlo y
devolvérselo a su dueño.
El dinero electrónico es esencialmente información. Como tal es ubicuo, no tiene
portador. No puede ser sustraído pero sí alterado.
Original
Alejandro Covacevich
www.cosol, info
Descargar