El Antiguo Testamento en el Quijote. Por: Joyce Bleycher En el Quijote existen nada más y nada menos que aproximadamente trescientas marcas intertextuales, cuyo referente es el texto biblíco hebreo. ¿Sorprendente, no? Quienes han leído el artículo dedicado al supuesto origen judío de Cervantes, recordarán a nuestra entrevistada, la profesora del Departamento de Estudios Españoles y Latinoamericanos de la Universidad Hebrea de Jersualem, Ruth Fine. En el presente artículo, volvemos a conversar con la experta en literatura del Siglo de Oro español (siglos XVI y XVII) y fiel seguidora de la vida y obra de Cervantes, para recorrer un tema tan apasionante como el anterior: el Antiguo Testamento en el Quijote. Como recordarán, lo que ha impulsado la persistente investigación de Ruth, es la convivencia de culturas que ha quedado silenciada en los siglos XVI y XVII como si, tras la expulsión de los judíos en 1492, y luego de los árabes, en 1609, hubieran desaparecido parte de las voces que un día coexistieron en la Península Ibérica. “¿Cómo es posible que se hayan esfumado siglos de interpenetración cultural, siglos de influencia, de aprendizaje y de traducciones? En lo que respecta al hebreo, el olvido intencional fue tal, que el conocimiento del hebreo podía ser hasta peligroso, e incluso los hebraístas eran perseguidos, como ocurrió en el conocido caso de Fray Luis de León. El conocimiento del hebreo no era un saber filológico respetado, de modo que quedaban pocos hebraístas hacia comienzos del siglo XVII”. En variadas ocasiones se ha denominado al Quijote como “milagro dialógico”. Y es que en el texto hay aproximadamente 300 personajes y cada uno de ellos tiene una voz. El autor no corrige esas voces; “es decir que si la consigna del Renacimiento era "escribo como hablo", lo cual significaba escribir como hablaba la elite, la nobleza, es decir, un hablar selectivo, en el caso de Cervantes, él parece decirnos "escribo como hablan los personajes". El Quijote se configura como una obra de perfección lingüística, que contempla todo el espectro y la pluralidad de voces socio-ideológicas de su período, logrando también recoger las voces de quienes son desestimados, o de quienes ya están ausentes y de ellos sólo restan huellas. Es por ello que el día del idioma español es el 23 de abril, día en que se conmemora la muerte de Cervantes”. La huella árabe Ruth nos dice que el caso más patente de estas huellas que se identifican en la obra cervantina corresponde al referente árabe, y muy especialmente a la presencia morisca. En la España del siglo XVII, cuando se publica la primera parte del Quijote, en 1605, estamos muy cerca de la expulsión de los moriscos producida en el año 1609. Cuando se publica la segunda parte, en 1615, ya no hay moriscos en España y si los hay, son muy pocos y permanecen ocultos, pues en su mayoría han tenido que abandonar el país. “Inserto en un clima de odio hacia esa población, en un clima en el que se debía justificar la expulsión, y la actitud tomada por el rey Felipe III, Cervantes decide incorporar muchos personajes moriscos e, incluso, caracterizar al autor ficticio del Quijote como a un historiador arábigo: Cide Hamete Benengeli, quien muchas veces es elogiado y otras ironizado, pero indudablemente asumiendo el rol ficcional de autor de esta 'verdadera historia'. A su vez, el segundo autor recurrirá, en Toledo, a un morisco aljamiado, quien traducirá el Quijote del árabe”. Simbólicamente, Toledo ha sido un punto de encuentro entre las tres culturas en la Edad Media, y es allí, precisamente, donde encontramos la continuación del Quijote, escrita por un autor árabe y traducida por un morisco. No sólo la voz del narrador arábigo, quien intervendrá muchas veces en el relato -a veces invocando a Alá- resulta una parte integral e importante de la obra, sino también la intervención de personajes moriscos que, en gran medida, reflejarán el drama que se desarrollaba en España hacia finales del siglo XVI y principios del XVII, en relación a esta población y su dolorosa situación, signada por conversiones y separaciones. “Cervantes les da voz a estos personajes y les permite expresar su dolor, hablar de su amor por España y del desgarro que sienten”. A lo largo de la obra de Cervantes se introducen vestimentas, comidas y costumbres árabes y moriscas, aspectos que han sido muy estudiados por distintos críticos. También encontramos abundantes ecos de temas y motivos cuyo referente puede rastrearse en la literatura árabe y en los textos religiosos islámicos. La huella judía Un lugar tal vez menos central, pero no por eso menos significativo, es el del judaísmo. Y aquí entramos a un tema que nos atrapa. A pesar de que en los siglos XVI y XVII nos hallamos bastante alejados de la expulsión de los judíos y de las conversiones masivas por lo que ya no hay en España judíos, sino conversos (cristianos nuevos)-, es posible reconstruir el paso de la presencia concreta del judío, es decir del judío de carne y hueso como en la época en que se escribieron El Poema de Mío Cid o La Celestina- hacia la imagen del judío mitificado o estereotipado, en un contexto en el que ya no viven más judíos allí. “La imagen del judío se ha fosilizado y, cuanto más alejado del referente, este estereotipo adquirirá proporciones más monstruosas y deformadas. En este contexto, al que se le añade el componente de la obsesión española por la limpieza de sangre, surge la necesidad de que exista un otro para poder definir la propia identidad”. Este "otro" será el judío o el morisco. Volviendo al texto del Quijote, en el capítulo IX del primer libro, Cervantes nos asombra con una mención elogiosa al hebreo, “como lengua mejor y más antigua”. Ruth destaca: “encontramos una abundancia de referencias que podrían estar de un modo u otro vinculadas con el referente judío o hebreo, remitiéndonos a esta herencia cultural que no era ya reconocida. Me refiero, desde ya, a la literatura clásica hebrea, a la midrásica y talmúdica, y a todo el bagaje cultural que se desarrolló siglos antes en la Península Ibérica, como Maimónides y el Zohar”. En relación a esto, Ruth se detiene, “al afirmar lo anterior de ningún modo pretendo decir que Cervantes tuvo acceso directo a estos libros, pero sí estimo que en el Quijote se pueden rastrear estas marcas y señales que han tenido en muchos casos un recorrido azaroso, indirecto, pero que perviven de períodos en que los que si bien la hostilidad no estaba ausente, también hubo convivencia y contacto intelectual”. Sabido es que a lo largo de la historia de la Península Ibérica, se registró una fluctuación en las relaciones entre los judíos y la población mayoritaria -árabe o cristiana-: períodos de relativa armonía, como el reinado de Abdel Rajmán III y el de de Alfonso X, en el siglo XIII, y de deterioro de las relaciones, como durante la dominación de los almohades y almorávides, o en el siglo XIV y, sobre todo, en el siglo XV. Sabido es, también, que los judíos han sido ciudadanos de segunda categoría, también bajo el dominio musulmán, ya que a pesar de que han tenido cargos importantes y haber sido figuras centrales, como médicos, gobernantes, hombres de finanzas y consejeros, no estuvieron libres de ciertas restricciones, como, por ejemplo, el pago de impuestos. “No obstante, en aquellos períodos hubo contacto y permeabilidad intelectual. Así, el caso paradigmático de Toledo, durante el reinado de Alfonso X. De este modo, es dable identificar siglos después, en la literatura, ciertos núcleos temáticos, argumentales, y motivos que pueden de un modo u otro ser atribuidos a dicha herencia”. Referencias intertextuales Ruth se ha dedicado a reconocer las marcas intertextuales presentes en el Quijote, cuyo referente es el texto bíblico hebreo, conocido desde la perspectiva exegética cristiana como Antiguo Testamento. Técnicamente hablando, existen referencias de distintos grados. Las de primer grado corresponden a la presencia de citas textuales respecto del referente bíblico hebreo (Antiguo Testamento) en el Quijote, y cuyos receptores podían identificar fácilmente. Las de segundo grado, corresponden a la presencia de citas bíblicas (Antiguo Testamento), pero transformadas o reelaboradas. “Hemos ubicado casi unas trescientas marcas textuales de distinto grado. De modo, que es posible afirmar que Cervantes era un autor para el cual el Antiguo Testamento poseía también centralidad. Si examinamos el Quijote como un mapa socio-ideológico del Siglo de Oro, ello nos puede indicar también la centralidad de la presencia bíblica en el período”. Es importante aquí tener en cuenta una diferenciación básica que registra tanto la prosa doctrinal como la literatura, respecto de los conceptos de "hebreo" y "judío", conceptos que, en el período, difieren uno del otro. Respecto de lo hebreo hay una aproximación positiva. El cristiano se siente el heredero de lo hebreo, del pueblo elegido. El pueblo judío, en cambio, ha caído en desgracia en el momento en que no ha aceptado al mesías verdadero, y el judío se ha transformado en un ser despreciado y odiado. Ruth agrega, “si nos interesa, por un lado, reconstruir los intereses intelectuales de Cervantes, y por otro lado, reconstruir el período, este dato es primordial y significativo”. El Talmud y el Zohar Volviendo al tema de las huellas de textos judíos y su relación con el Quijote, debemos tener en cuenta que estos libros sagrados llegaron a Cervantes a través de un desarrollo azaroso, como fuera mencionado por Ruth anteriormente. Por ejemplo, el caso del capítulo 45 del segundo libro: se puede observar una coincidencia entre el juicio de Sancho y el texto talmúdico. “El juicio de Sancho se encuentra de modo muy similar en un tratado del Talmud, (Votos, 25), de modo embrionario, como núcleo y esqueleto de la trama, y esto es sostenido por un profesor y abogado costarricense, Bernardo Baruj, quien creyó descubrir una página del Talmud en el Quijote”. Para Ruth resulta improbable que se trate aquí de un contacto directo con el Talmud, ya que era un libro muy prohibido y que no podía encontrarse en la España del Siglo de Oro. En el sorprendente caso de que alguien tuviera un ejemplar, su lectura y comprensión habría requerido -al igual que hoy- de enorme cantidad de elementos y herramientas interpretativas como, por ejemplo, el arameo. “Este mismo núcleo temático se encuentra de modo bastante similar en ejemplarios, que utilizaban clérigos para apoyar sus sermones, de modo que no es posible determinar cuáles han sido las fuentes primeras, pero evidentemente se podría aventurar un recorrido desde el Talmud, pasando por versiones orales, hasta llegar a estos ejemplarios medievales, con los que probablemente Cervantes tuviera contacto. Él no conoció el Talmud, pero el hecho de que Sancho sea capaz de resolver un juicio, comparándose con Salomón -así lo dice el narrador- y diciendo que esto lo ha escuchado del cura de su pueblo, está indicando que esta tradición ha tenido un recorrido y que estas voces no se han disuelto ni evaporado, que algo ha quedado”. En el Quijote encontramos también ecos de midrashim con menor o mayor grado de cercanía, “y de un modo un tanto más aventurado, hay tal vez referencias cabalísticas”. Un caso que ejemplificaría esto último, es la referencia al lado “siniestro”, el lado izquierdo de Adán del cual saldría la mujer. Esta alusión la encontramos en el capítulo 33, de la primera parte del Quijote. Nos topamos con una cita casi copiada del Antiguo Testamento, (Génesis 2:21-24), con el pequeño añadido del lado siniestro, el izquierdo, no mencionado en la Biblia, pero que, asombrosamente, sí figura en el Zohar (Tomo II). Otra vez el mismo interrogante: ¿significa esto que Cervantes leyó el Zohar? Ruth lo cree muy improbable. “Esta referencia a la costilla izquierda también la encontramos en textos de exégetas del Corán. Es decir que también aquí podríamos encontrar ecos sincréticos de las dos culturas que fueron excluidas. Es un hecho conocido por los especialistas el que la mística cristiana ha heredado muchos elementos de la mística hebrea y musulmana. Muchos de estos místicos han sido de origen converso comprobado, como Santa Teresa y San Juan de la Cruz. Aquí hay una marca de convergencia, dado que en la exégesis cristiana no aparece esta referencia al lado siniestro de Adán. Se trata de un ejemplo de marcas culturales silenciadas”. En otro plano, encontramos gran variedad de referencias bíblicas en el Quijote, tanto respecto del Antiguo como del Nuevo Testamento. Desde ya, para los cristianos, la Biblia constituye parte de su patrimonio cultural. No obstante, los investigadores se han inclinado más hacia la identificación de huellas del Nuevo Testamento. Ruth, en cambio, encuentra que la proporción de marcas intertextuales del Antiguo Testamento en el Quijote, parece mayor que las que se relacionan con el Nuevo Testamento. Huellas y marcas Ruth afirma que a lo largo del Quijote se encuentran diseminados personajes=antropónimos, lugares=topónimos, nombres de libros, versículos y hasta citas textuales del Antiguo Testamento. Nos topamos en el Quijote con personajes biblícos como Adán y Eva, David, Goliat, Sara, Lot, Sansón, el rey Salomón, Matusalén y las doce tribus. Existen versículos tomados de distintos libros bíblicos, como citas casi textuales de Jueces o Génesis. En algunos episodios se mencionan las ollas de Egipto, en las cuales se alimentaban las doce tribus en el periodo de la esclavitud. Todo esto apuntaría a una gran cantidad de referencias de primer grado, es decir, citas textuales del Antiguo Testamento. Un ejemplo puntual es que en el Quijote encontramos: “Por Dios, señor -dijo Sancho- la isla que yo no gobernase con los años que tengo, no la gobernaré con los años de Matusalén” (segundo libro, 3: 651) y “aunque viviese más años que Matusalén, diere consejo a nadie” (segundo libro, 62: 1137). En el Antiguo Testamento encontramos: “Fueron todos los días de Matusalén novecientos sesenta y nueve años y murió” (Génesis 5:7). Entre las relaciones de segundo grado, que son más abundantes que las de primer grado, hay una gran cantidad de marcas textuales relacionadas con el Antiguo Testamento. Encontramos paráfrasis, como el caso de Sancho diciendo “que desnudo nací, desnudo me hallo: ni pierdo ni gano” (segundo libro, 8: 689 y primer libro, 25: 273), cuyo referente es Job (1:21), en el Antiguo Testamento, donde encontramos: “Y dijo: Desnudo salí del vientre de mi madre y desnudo volveré allá”. -En el Quijote: “cuanto más que cada uno es hijo de sus obras” (primer libro, 4:65) y en el Antiguo Testamento: “Porque según las obras de sus manos le será pagado” (Isaías 3:11, Salmos 62:12 y Ezequiel 24:14). -En el Quijote “Porque el caballero andante sin amores era árbol sin hojas y sin fruto y cuerpo sin alma” (primer libro, 1:43), en el Antiguo Testamento “Porque sereís como encina a la que se le cae la hoja” (Isaías 1:30, Isaías 56:3 y Salmos 1:3). -En el Quijote: “Que está en su lengua su vida o su muerte” (primer libro, 22:238), en el Antiguo Testamento “La muerte y la vida están en el poder de la lengua” (Proverbios, 18:21). -En el Quijote: “Hallen en ti más compasión las lágrimas del pobre, pero no más justicia que las informaciones del rico” (segundo libro, 42:971), en el Antiguo Testamento: “No harás injusticia en el juicio, ni favoreciendo al pobre ni complaciendo al grande; con justicia juzgarás a tu prójimo” (Levítico 19:15). Ante todas estas marcas textuales, Ruth nos dice que “en primer lugar, nos encontramos con la sorpresa de que en muchos casos, dichas marcas provienen de libros que no se encuentran entre los más conocidos en el período, por el público general -como Salmos, Proverbios y Cantares-, sino que corresponden a Levítico, Deuteronomio, Jueces, Reyes, Ezequiel y Jonás, libros menos transitados, lo cual revela un significativo conocimiento de los mismos, por parte de Cervantes. "En segundo lugar", continúa Ruth, "es interesante ver quiénes son los portadores de estos intertextos, cuándo y con qué registro operan, y cómo contribuye esto a la comprensión de la obra. Una conclusión importante es comprobar que los principales portadores de la voz bíblica son los protagonistas, don Quijote y Sancho. Es interesante observar que don Quijote asume esta voz, muchas veces preso de la soberbia caballeresca, y del delirio de grandeza de creerse casi Dios”. En este aspecto, resulta interesante para la caracterización del personaje el comprobar cómo a través de la adopción del discurso bíblico, lo que dice don Quijote parece adquirir mayor autoridad. Asimismo, recordemos que se trata de un personaje que podría ser identificado como cristiano nuevo, como poseedor de la mancha. Como es sabido, Sancho varias veces se jacta de ser cristiano viejo y don Quijote, en cambio, nunca lo hará. Él es hidalgo, de la capa social que podría designarse como "el proletariado de la nobleza", la cual, en algunas oportunidades, se mezclaba con las cristianas nuevas para poder sobrevivir económicamente y, por lo tanto, es también significativo que sea justamente el cristiano nuevo el portador de la mayor parte de los intertextos bíblicos en el Quijote”. Por otro lado, cabe mencionar que el texto insinúa un cuestionamiento de la trágica separación social que existía en la España del período. En variadas ocasiones, don Quijote dejará entrever su postura en contra de las estructuras sociales, cuya expresión más significativa se daba en el paradigma de los linajes y en la obsesión por la pureza de sangre. Un tema de gran debate son los pasajes en los que don Quijote se enfrenta a la Iglesia, a sus representantes y a sus símbolos. Se han justificado estos momentos de distintos modos, por ejemplo, subrayándose el hecho de que se trata de un loco que está fuera de las estructuras sociales, y que siendo el libro burlesco, la estimativa textual es problemática. Pero a Ruth esta explicación no termina de convencerla. “De hecho el libro parece llamar a una lectura no conformista de las instituciones; esto no se relaciona directamente con el judaísmo, pero sí tal vez con ciertas posturas que pueden decodificarse como no convencionales respecto del sistema social y hasta el religioso”. ¿Qué Biblia utilizó Cervantes? Un tema de gran importancia para la crítica cervantina, consiste en descubrir cuál ha sido la versión del texto de la Biblia que conoció y con la que trabajó Cervantes. Muchos críticos e investigadores han sostenido que Cervantes utilizó Biblias en castellano, en lengua romance, prohibidas en la España aurisecular. Esto significaba haber manejado una Biblia no latina ni oficial, la conocida como Vulgata (la que en 1596 será fijada como la versión única, llamada Biblia sixto-clementina). Esto dará lugar a algunos críticos a afirmar que Cervantes leyó la Biblia protestante, la de Casiodoro de Reina-Valera, considerándolo un heterodoxo con tendencias protestantes, o que hasta conoció y leyó la Biblia de Ferrara, durante su prolongada permanencia en Italia, lo cual sustentaría la tesis del supuesto origen converso de Cervantes. La Biblia de Ferrara es un texto muy bello e importante que realizaron judíos de origen sefardí en Italia, en el reino de Ferrara, bajo la ayuda de doña Gracia Mendes, que protegió en Ferrara la imprenta de Usque, donde se publicó en 1553 una Biblia en romance judeo-español (ladino). Esta Biblia trata de ser lo más fiel al texto hebreo, en tanto idioma sagrado, así como a la “verdad hebraica”. Esto significa que sintáctica y semánticamente se encuentra lo más cerca posible del idioma hebreo, por lo que resulta muy díficil de leer y comprender. Ruth ha demostrado que es casi imposible que Cervantes utilizara esta Biblia, no sólo biográficamente sino también textualmente, “es una Biblia destinada a judíos sefardíes o a conversos que deseaban retornar al judaísmo, y recuperar todo aquel acerbo judaico, luego de haber estado inmersos en el mundo cristiano. Está alejada totalmente de la interpretación cristiana y, además, resulta de muy difícil lectura, casi incomprensible, por lo que pienso que Cervantes no la conoció. Determinar cuál es la Biblia que utilizó, es un modo de establecer cuáles fueron sus inclinaciones religiosas. A través de mis estudios creo demostrar que Cervantes utilizó la Vulgata, y es improbable la utilización de versiones más cercanas a la fuente hebrea, como la Biblia de Alba o la de Ferrara”. Veamos algunos ejemplos. La mención del libro de los Reyes y del Valle del Terebinto en el Quijote (primera parte, prólogo: 15) sigue la versión latina y no las más literales respecto del hebreo, donde se habla de Samuel y del valle de Ela, respectivamente. También observamos que en el caso del versículo de Proverbios 31:10 “¿La mujer virtuosa, quién la puede hallar?” (presente también en Proverbios 12:4 y Ruth 3:11), las versiones más cercanas al original hebreo traducen el atributo femenino como "virtuosa", y, en cambio, la Vulgata registra mulierem fortem para este versículo, forma adoptada en el Quijote (primer libro, 33: 380): “diré que me cupo la mujer fuerte, de quien el Sabio dice que “quién la hallará' ”. Reflexionando... Es evidente que el Quijote encierra todo un horizonte de sorpresas en cuanto a contenidos, mensajes y significados, los cuales hay que aprender a decodificar. Sin duda, la obra maestra de Cervantes seguirá asombrando, despertando admiración, cuestionamiento e interés en las actuales y futuras generaciones. Seguramente esta obra continuará causando polémica en los distintos ámbitos intelectuales, y bueno, con justa y ganada razón, el Quijote es una obra única, humana y literariamente. Ruth también nos regaló su reflexión: “La obra maestra de Cervantes, así como la de Jorge Luis Borges, coloca en el centro de su interés la preocupación por la literatura. Creo que las preguntas a las que nos enfrenta el Quijote se dirigen, específicamente, al lugar que los libros ocupan en nuestras vidas. Y al hablar de literatura, comprobamos gracias al Quijote que ello no consiste en hablar del puro placer estético, o en pensar tan sólo en entretenimiento o distracción, sino que en la literatura se encuentran inscritas y aglutinadas muchas de las problemáticas acuciantes a la humanidad, que en otros campos u órdenes se hallan dispersas o diluidas. Es por ello que la literatura ocupa un lugar tan singular e importante en nuestras vidas. También es por ello que don Quijote enloquece a causa de los libros. El Quijote nos enseña que los libros no pueden desaparecer, y que estas problemáticas encuentran su lugar, su espacio, su reflexión, justamente en lo literario. El Quijote nos revela hasta qué punto la literatura es central en nuestras vidas”.