Siglo XVIII en la historia rusa Introducción En 1696, falleció a la

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Siglo XVIII en la historia rusa
Introducción
En 1696, falleció a la edad de 29 años el cogobernante de Pedro I, su hermanastro Iván V. Desde su
nacimiento era muy propenso a diferentes enfermedades y por eso todas las personas más o menos
enteradas de la situación sabían que lo más probable era que su vida fuera muy breve. Así, Pedro I quedó
no solo de facto sino también de jure como el gobernante absoluto de Rusia. Además, después de sofocada
la tercera revuelta de los Strltsí (arcabuceros), el monarca podía quedar tranquilo y no temer una nueva
intervención de la oposición.
La cuestión más importante que surge irremediablemente a la hora de hablar de la época petrina es
la de las reformas, de sus orígenes, de su contenido y sus consecuencias. En cuanto a las razones y las
circunstancias que provocaron a Pedro a llevar a cabo los cambios radicales de la vida rusa, en primer lugar,
hay que tener en cuenta la personalidad misma del reformador, su manera de ver el mundo formada bajo
la influencia de su círculo (en el que había extranjeros), su conocimiento temprano de la vida del barrio de
Cuartel Alemán de Moscú y su atracción irrefrenable hacia todo lo nuevo y desconocido.
La concepción paulatina del rumbo de las reformas fue influenciada considerablemente por: el viaje
a la ciudad de Arcángel en 1693-1694 cuando vio por primera vez el mar, que le dejó una huella profunda;
las Campañas de Azov de 1695-1696; la “Gran Embajada”, misión diplomática en Europa Occidental en
1697-1698.
¿Cuándo comenzaron las famosas reformas? Es difícil dar una respuesta inequívoca. Se suele
considerar que Pedro se manifestó como reformador en la segunda mitad y a finales de los años 90. En
general, es bastante correcto. Pero, en aras de de la verdad histórica hay que mencionar que, por ejemplo,
el primer caso de enviar a los jóvenes para estudiar en el extranjero tiene la fecha de 1692. Fue entonces
que viajó a Italia Piotr Póstnikov, hijo del diak (escribiente, funcionario) jefe de la Oficina de Embajadores, y
más tarde, Fiódor, hijo del general Gordon.
Hay una circunstancia más en que deberíamos fijarnos. Muchas veces Pedro es concebido como un
reformador romántico, impulsivo, que se dejaba llevar por sus ideas más extravagantes y no siempre
calculaba las consecuencias de sus innovaciones. En algunos casos lo fue. Pero en la mayoría de las
situaciones el zar ruso se manifestó como un máximo racionalista, pragmático, que se pensaba dos veces
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cada uno de los pasos siguientes. Una muestra clara de este rasgo del carácter de Pedro es, entre otras, la
historia de la aparición del papel sellado en Rusia. En 1700, el mayordomo de un cortesano de Pedro Borís
Petróvich Sheremétev, un tal Alexey Kurbátov, se dirigió al zar con la propuesta de producir el papel sellado
(o “aguilado”, como se llamaba en aquel entonces). Pedro no solo aprobó la idea sino que vio en eso una
fuente abundante para enriquecer el tesoro del Estado. La propuesta de Kurbátov fue adoptada
inmediatamente y este mereció el título honorario del “benefactor” primero del Estado ruso.
Desgraciadamente, al ser vicegobernador de Arcángel, se dedicó a robar el dinero estatal, fue sorprendido,
como quien dice, con las manos en la masa y murió mientras se hallaba procesado.
Época petrina
Al dar una característica general de las reformas de Pedro I, hay que subrayar que, primero,
prácticamente todas fueron dirigidas desde arriba, por la voluntad de hierro del zar; segundo, la mayoría de
las veces, tenían un pronunciado carácter violento y se realizaban contra la opinión de una parte de la
sociedad (a veces, muy considerable) y, al fin, tercero, hasta más o menos 1715, la mayor parte de ellas fue
sometida a los intereses militares y políticos de Rusia, que llevaba una guerra larga y extenuante contra
Suecia, conocida como la Guerra del Norte.
Las innovaciones de Pedro I pueden ser clasificadas de la manera siguiente; reformas militares y
navales; reformas socio-económicas, reformas administrativas; reformas en la cultura, educación y ciencia.
En cuanto al primer grupo, llama la atención el mecanismo de crear el ejército regular cuyo instrumento
más importante fueron los reclutamientos masivos. Se formaron los regimientos Preobrazhenski,
Semiónovski, Léfórtov, Butyrski. En Vorónezh, en los numerosos astilleros elevados en los afluyentes del
Don, empezaron a construir la Marina de Azov para lo cual se introdujo una obligación especial de la
construcción de barcos impuesta por el Estado y realizada a través de los llamados kumpanstva
(“compañías”). En 1698, Pedro en persona inició la construcción del primer barco militar verdadero de 58
cañones, que obtuvo el nombre de “Predestinatsia” (“Predestinación” o “Providencia”) y se construyó con
los bosquejos del zar y con su participación inmediata. En 1700 se celebró la inauguración solemne de la
nave. Se organizaron las escuelas de Artillería, Ingeniería y Navegación. En 1716, se aprobó el Estatuto
Militar y en 1720, el Estatuto Naval.
El campo socio-económico se caracteriza con la aparición de nuevas industrias (por ejemplo, las
fábricas de hierro de los Demídov) y el desarrollo de las manufacturas, por lo cual surgieron las nuevas
categorías de siervos — los de posesión (o sea, comprados por los propietarios de las manufacturas) y los
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adscritos (antiguos siervos del Estado adscritos a las manufacturas). A finales de la época petrina empezó a
realizarse la política de proteccionismo, se introdujo la tarifa aduanera de 1724. El objetivo era el apoyo
estatal de la producción nacional, si lo describimos a lo moderno. Cuanto mayor era la producción de algún
género en Rusia, más altas eran los aranceles para importarlo.
El grupo de la reformas administrativas incluía numerosas innovaciones. Ya a finales del siglo XVII y
principios del XVIII fue realizada la reforma de la administración urbana e instituida la Cámara de los
Alcaldes; en 1708-1711, se llevó a cabo la reforma regional, por la cual el país fue dividido en 8 regiones (la
de Moscú, de Arcángel, de Kazán etc.)., que a su vez se dividían en provincias y comarcas.
Por cierto, en lo subsiguiente, hasta la época de Catalina II, el sistema de la división territorial
administrativa cambió varias veces. En 1711, Pedro creó el nuevo supremo órgano estatal, Senado, que
sustituyó la duma de los boyardos, que no tenía ya ninguna influencia y estaba a punto de expirar. A partir
de 1711, los antiguos prikaz (oficinas del Estado) fueron sustituyéndose por los nuevos colegios
(ministerios) cuya organización y funcionamiento se definían por el Reglamento General de 1720. Desde
1718 hasta 1724, se llevó a cabo el censo por el cual los campesinos de las tierras negras (o sea, las tierras
por las que había que pagar impuestos) del Norte y los labradores de Siberia fueron inscritos en la nueva
clase: la de siervos del Estado, que ya se había mencionado. El impuesto por casa fue sustituido por el
impuesto de capitación. En 1722, se aprobó la famosa “Tabla de rangos” que arreglaba el sistema complejo
de los puestos del servicio estatal de Rusia y existió con mínimos cambios hasta 1917.
Es curioso que fuera por iniciativa de Pedro que se establecieran los primeros títulos de nobleza
heredados y no heredados: príncipe (incluida la apelación de “excelencia”), conde y barón. En 1706, el
compañero del zar reformador, Borís Petróvich Sheremétev, se convirtió en el primer conde ruso. Y el
famoso diplomático Piotr Pávlovich Shafírov fue titulado en 1710 el primer barón.
Las reformas de la cultura y la ciencia fueron muy complejas. Antes de enumerarlas, fijémonos en
una serie de rasgos emblemáticos del proceso cultural. Ante todo, tenía lugar una aproximación de la
cultura nacional y la europea. Se llevaba a cabo el proceso de la secularización de la cultura, es decir, el
desarrollo cultural, que durante mucho tiempo había sido la prerrogativa de la iglesia, estaba adquiriendo
un carácter laico. Sin embargo, en la Rusia petrina coexistían dos culturas: la de la nobleza (y en parte, la
urbana), que era europeizada, y la campesina, tradicional y patriarcal. Por supuesto, sería una inocentada
pensar que en las aldeas rusas todos se pusieran de repente a afeitarse las barbas y cambiaran los abrigos
tradicionales por casacas alemanas y húngaras.
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En la gama amplísima de las reformas culturales merece una mención aparte la adopción del nuevo
sistema cronológico. Fue adoptado el 1 de enero de 1700 contando ya a partir del nacimiento de Cristo.
Antes festejaban el Año Nuevo el 1 de septiembre y calculaban los años a partir de la creación del mundo.
Por eso, si no fuera por la reforma de Pedro I, ¡el 1700 habría sido en Rusia el año 7208! El sistema juliano
se conservó, eso sí (se conoce en Rusia como “el estilo viejo”), y existió hasta el febrero de 1918. También
se llevó a cabo la sustitución de la compleja letra eslava eclesiástica conocida por pocos por una más simple
y comprensible. Esa reforma tocó justamente la letra y no el alfabeto, como afirman muchos autores de
manuales de historia.
En 1703, se publicó el primer número del primer periódico ruso “Védomosti”, en 1714, se inauguró
el famoso museo de Kunstkámera. Se publicaron los siguientes manuales: “Abecedario”, “Silabario”,
“Aritmética”. En 1724, fue instituida la Academia de las Ciencias de Rusia.
La reforma eclesiástica de Pedro exige si no una charla aparte, por lo menos una mención. El
sentido de la reforma se resumía en que se eliminó el Patriarcado y la Iglesia fue encabezada (en 1721) por
el Santísimo Sínodo Gobernante, insitutción estatal, que más tarde existió como colegio y ya no se
gobernaba por un clérigo elegido por la Iglesia sino por un funcionario del Estado denominado procurador
general. Esa reforma, que ponía la Iglesia bajo el control del Estado, se llevaba a cabo con mucho cuidado y
hasta recelo. Cuando en 1700 falleció el patriarca ruso de turno, Adrián, Pedro no emitió inmediatamente
el ucase de la abolición del Patriarcado sino que al principio simplemente impidió las elecciones del nuevo
patriarca. En la época petrina comenzó la etapa nueva de la historia de la Iglesia Ortodoxa, la sinodal.
La literatura historiográfica contiene mucha información sobre las innovaciones impuestas por el
zar reformador. Pero, por desgracia, no sabemos tanto sobre las tentativas fracasadas de Pedro, sobre las
innovaciones que no se adaptaron. Porque los hubo también. Por ejemplo, a pesar del edicto de 1714, no
se expandieron los barcos de estructura nueva para navegar los ríos y sobre todo, el lago Ládoga (Piotr los
llamaba “de manera nueva”). El campesinado tampoco quiso cambiar las hoces de toda la vida por
guadañas y rastrillos, que el ucase zarino de 1715 disponía utilizar para cosechar cereales, lino y cáñamo.
Tampoco tuvo resultado la lucha contra los mendigos en San Petersburgo. Además, Pedro no consiguió
convencer a sus súbditos que cultivaran patatas, que había traído con ese propósito desde Holanda. La
patata solo se divulgó en Rusia en la época de Catalina II, pero aquellas plantas ya no eran de origen
holandés sino irlandés.
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En el primer cuarto del siglo XVIII Rusia vio en sus confines unas cosas exóticas antes no conocidas.
Así, en el Jardín de Verano de la nueva capital se organizó el primer zoológico regular, o, como le decían,
casa de fieras con animales y aves peculiares (allí vivieron aunque no por mucho tiempo un león, un
elefante, osos polares, loros etc.) En 1717 Pedro llevó a Rusia al gigante francés Nicolás Bourgés y lo hizo su
haiduque, o guardaespaldas. El curioso francés, que medía 2 metros 27 centímetros, recibió por esposa
una bella finesa y vivió feliz en San Petersburgo hasta 1724. El emperador le cogió tanto cariño que después
de su muerte dispuso disecarlo. La idea nunca se llevó a cabo.
En general, la época petrina es el triunfo de la Guerra del Norte con su batalla de Poltava y las
victorias de Gangut y Grengam pero también es el fracaso extremo de la campaña del Prut de 1711, cuando
Pedro y su segunda esposa Catalina estuvieron a punto de caer en el cautiverio turco y muchas otras cosas.
Al concluir el breve resumen de aquella época extraordinaria, fijémonos en unos episodios
importantes y curiosos. Ante todo, es el cambio del sistema de la sucesión. En 1722, Pedro, que un poco
antes había recibido tres títulos honorarios: emperador, Padre de la Patria y Grande, emitió su famoso
edicto “Sobre la sucesión del trono”. El edicto disponía el procedimiento de no entregar el trono según la
tradición antigua que no estaba fijada legalmente (del padre al hijo mayor: no podemos olvidarnos de las
relaciones complicadas de Pedro con su hijo Alejo del primer matrimonio y el destino trágico de este
último) sino según la voluntad (o testamento) del monarca. Por paradójico que fuera, fue Pedro mismo
quien infringió su propio edicto al no haber dejado, contra las leyendas, testamento escrito ni hablado a sus
compatriotas. El orden de la sucesión introducido por el emperador existió hasta finales del siglo XVIII y
entre otros factores provocó la Época de los golpes palaciegos, que vino a suceder la época petrina.
Otro momento importante es la aparición de los nuevos símbolos, en los que se plasmaba la
entrada de la Patria en la nueva época del desarrollo histórico. En 1693, apareció la bandera blanca, azul y
roja del zar de Moscú, que era la primera insignia de barco de Pedro. El paño tricolor estaba bordado con
un águila bicéfala dorada de tres coronas además de un cetro y una orbe. En el pecho del águila estaba un
escudo rojo representando a San Jorge de blanco que picaba con la lanza un dragón verde. A finales de los
90 (no es una fecha inequívoca) se introdujo en la marina mercante rusa la bandera blanca, azul y roja sin
águila, que después pasó a considerarse la del Estado, la nacional. Más o menos al mismo tiempo, a finales
de los 90, en la marina de guerra apareció como insignia de la popa la bandera de San Andrés aprobada por
Pedro I.
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Y, para rematar, otro detalle: en la época petrina el vocabulario ruso se enriqueció con muchas
palabras nuevas, préstamos, naturalmente, de idiomas europeos. A Pedro le debemos las palabras
kastryulya (entonces se pronunciaba “kastrola”, cacerola), apteka (“apoteka”, farmacia), kriminalist
(criminalista) etc. Se introdujeron unas decenas de términos militares. Por cierto, en los años de las
reformas petrinas no se utilizaba la palabra “reforma”, ya que apareció en el ruso solo a principios del siglo
XIX.
El 28 de enero de 1725 el emperador Pedro I murió. El misterio de su muerte no se ha revelado
hasta hoy. Existe una docena de versiones de su muerte. Los especialistas médicos de renombre coinciden
en que seguramente Pedro falleció por alguna enfermedad crónica no se sabe si de riñones o de la
próstata. Una versión muy divulgada que afirma que el emperador murió por un resfriado fortísimo que
había cogido rescatando a sus súbditos de las aguas heladas y furiosas del Neva o el Golfo de Finlandia, no
encontró ningún apoyo documental.
Los especialistas de la Academia de la Medicina Militar hace relativamente poco hicieron una nueva
suposición del diagnóstico de Pedro, por supuesto, basándose en los testimonios del transcurso de la
enfermedad y la agonía. Según su oponión, el emperador falleció por el recrudecimiento de la enfermedad
llamada azotemia, que consiste en que las sustancias nitrogeníferas se concentran demasiado en la sangre,
lo cual lleva al trastorno de las funciones del hígado y los riñones...
Época pospetrina
Así, muerto Pedro, el país entró en la etapa del desarrollo histórico llamado por el historiador V. O.
Klyuchevski, época de los golpes palaciegos. El trono ruso fue heredado por la segunda esposa de Pedro
Marta Skavronska (bautizada en la iglesia ortodoxa como Ekaterina Alexéevna) llevada al poder por A. D.
Ménshikov bajo el nombre de Catalina I. De hecho, fue el primero de la infinita serie de los golpes
palaciegos, que, desgraciadamente, se hicieron algo muy normal en la realidad rusa del siglo XVIII
El grupo “de los pichones del nido de Pedro”, que antes parecía monolítico, inmediatamente
después de la muerte de su patrón se dividió en grupúsculos opositores, que se pelearon y en 1725 tenían
sus sendos candidatos a monarca. Pero el más ágil y enérgico fue el “gobernante semiabsoluto” Alexandr
Danílovich Ménshikov.
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Las causas de los golpes palaciegos se hallan en la crisis dinástica estallada después del
fallecimiento del primer emperador ruso, en el nuevo orden de la sucesión, en la falta de unidad entre los
antiguos compañeros de Pedro, en que en la arena política apareció el nuevo participante de las batallas de
la Corte: la guardia formada por su creador. Entre 1725 y 1762, el trono ruso fue ocupado por muchas
personas:
Después de la muerte de Isabel I, Rusia fue gobernada por “el visita eventual del trono ruso”, según
la expresión de V. O. Klyuchevski, emperador Piotr Fiódorovich, Pedro III.
Este hombre merece unas palabras aparte. En la memoria histórica de muchas generaciones de los
compatriotas se conserva la imagen negativa de Pedro III como bobo, bruto, ajeno a los intereses
nacionales y valores ortodoxos, además de borracho. Pedro III fue hijo de la hija de Pedro I Ana y el duque
Carlos Federico Holstein-Gottorp. Siendo nieto de Pedro I, también era sobirno nieto del rey de Suecia
Carlos XII. A la edad de dos meses perdió a su madre y a los diez años, al padre. Fue educado en Kiel como
luterano y a lo largo de su vida breve guardó aversión hacia Rusia. Fue fanático admirador del rey Federico
de Prusia. En 1742, la emperatriz Isabel (su tía) hizo a Karl Peter Ulrich, como se había llamado Pedro antes
de ser bautizado orotodoxo, el sucesor del trono ruso. Durante su reinado, que duró solo 186 días, Pedro III
firmó mucho edictos, algunos de los cuales tuvieron mucha resonancia.
Por ejemplo, liberó a los campesinos del servicio estatal obligatorio adelantando de esta manera el
Patente Real a la nobleza de Catalina II, emitió el Edicto de la tolerancia religiosa, eliminó la Cancillería
Secreta de mala fama. En la política exterior, Pedro III siguió el rumbo antinacional orientado, sobre todo,
hacia Prusia y marcado por los intereses de su querida Holstein.
Tenía una personalidad destacada y contradictoria, en él convivían de modo asombroso la
terquedad y la inocencia, la brutalidad y la gracia, una memoria prodigiosa y la iracundia, habilidades
musicales (era aficionado a la skrypitsa, que era como se llamaba en Rusia el violín) y un alcoholismo
irrefrenado. Su destronamiento y el sucesivo asesinato fueron la coda de ese reinado único que no tuvo
análogos en la historia rusa.
Época de Catalina II
En verano de 1762, a causa del enésimo golpe palaciego el trono fue ocupado por una mujer que
habría de dejar una huella muy profunda en la historia rusa. Por supuesto, se trata de Catalina II, princesa
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de Anhalt-Zerbst, viuda de Pedro III, que al unir su destino al de Rusia, contribuyó con tantas cosas nuevas e
importantes en la vida rusa que se hizo una de las figuras clave del panteón nacional.
Durante la época de Catalina conluyó el proceso de convertir Rusia en un imperio iniciado todavía
por Pedro I. Rusia no simplemente seguía agregando territorios nuevos: los colonizaba, los integraba de
manera natural. Es típico en este sentido el destino de Crimea, que fue incorporada a Rusia como resultado
de dos guerras ruso-turcas: la de 1768-1775 y la de 1784-1791. En 1783 la emperatriz emitió su Manifiesto
de la anexión de Crimea. Fue entonces que bajo la dirección de su favorito de muchos años, estadista
mayor G. A. Potiómkin, empezó un trabajo intenso. Se fundaban y se construían nuevas ciudades rusas:
Jersón, Sebastopol, Nikoláiev, Ekaterinoslav...
Se estaba formando la base naval rusa en el mar Negro, se estaba construyendo la marina. Un mito
muy arraigado, que ha dejado un rastro indeleble en el idioma y la conciencia colectiva rusos está
relacionado con la colonización de Crimea. Todos conocen muy bien el fraseologismo “las aldeas de
Potiómkin”, que se asocia a la tomadura de pelo, a los intentos de pasar lo deseado por lo real, con un
vulgar engaño. Histórica y etimológicamente este fraseologismo se remonta al nombre de uno de los
personajes destacados de la época de Catalina, Grigori Alexándrovich Potiómkin, y las circunstancias del
viaje de la emperatriz acompañada por el cuerpo diplomático a la nuevamente incorporada Crimea.
Se supone que Potiómkin, quien se había adueñado del dinero estatal, construyó rápidamente unas
aldeas de mentira a lo largo del camino del cortejo imperial, en Sebastopol mostró barcos comerciales
decorados como los de guerra etc. Por supuesto, esta versión no tiene nada que ver con la situación real.
Las ciudades y las aldeas se construyeron de verdad, la marina de guerra del mar Negro también fue una
realidad, lo cual se confirmó cuando demostró su fuerza a los turcos. Sin embargo, el mito mencionado se
divulgó y se conservó en la memoria de las generaciones. Se conoce el autor del mitologema. En aquel
viaje, Catalina estaba acompañada por el secretario de la embajada sajona en Rusia Helbig. Había sido él
quien, siendo un detractor abierto de nuestro país que se tomaba muy mal los éxitos de Rusia en la política
exterior, había propagado las conjeturas mencionadas. Los numerosos enemigos y envidiosos de Potiómkin
contribuyeron mucho en la divulgación de la leyenda negra. Mientras tanto, Potiómkin, que poseía una
personalidad intensa y grande, con todo el derecho recibió el anexo honorario a su apellido concedido por
la emperatriz: de Táuride (Táuride es el antiguo nombre de Crimea).
Bajo el cetro de Catalina, se consolidaron las bases del Estado monárquico en Rusia. A principios de
su reinado, la emperatriz privó el Senado de la iniciativa legilsativa, intentó crear la llamada tercera clase de
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los burgueses y los comerciantes, quienes habrían de convertirse en el apoyo adicional del poder
monárquico.
En 1785, además del famoso Patente Real a la nobleza, se emitió el Patente Real a las ciudades. El
absolutismo de Catalina tuvo el nombre de “ilustrado”, ya que hasta cierto momento la emperatriz había
intentado unir las ideas de la monarquía absoluta, ilimitada con las ideas racionalistas de la Ilustración
francesa. Eso sí, cuando en Francia estalló la Revolución, Catalina tuvo a bien ostentar la ruptura con las
prácticas liberales e incluso dispuso quitar de su despacho el busto de Voltaire, con quien había mantenido
correspondencia y de cuya amistad había estado muy orgullosa.
Entre los acontecimientos importantes de aquella época, cabe nombrar las particiones de Polonia
en las que junto con Prusia y Austria participó Rusia. En total hubo tres en el siglo XVIII: en 1772, en 1793 y
en 1795. Como resultado, la República de las Dos Naciones se borró por mucho tiempo del mapa de
Europa. Un suceso significativo, dramático y simplemente sangriento de la época de Catalina fue la
insurrección de Pugachov de 1773-1775. Volvió a ser actual el problema de la impostura. Así, el caudillo de
los alzados Yemelián Pugachov se hacía pasar por emperador Pedro III salvado milagrosamente del
atentado contra su vida e incluso llevaba consigo a todas partes la bandera de Holstein. Es muy conocido
(sobre todo, por las novelas históricas, la pintura y en el siglo XX, también el cine) el nombre de la
misteriosa impostora, aventurera que se hacía pasar por la hija de Isabel I: la princesa Tarakánova (el
nombre es convencional, lo más probable es que surgió ya después de la muerte de su propietaria).
Viajando por toda Europa esa mujer se ponía nombres diferentes: Betti von Oberstein, princesa
Voldomir etc. ¿Quién se escondió bajo esos nombres? ¿Cómo fue el destino de la impostora? Es difícil que
tengamos algún día las respuestas. Solo se sabe que Catalina, quien tenía pánico a cualesquiera
pretensiones aunque no fueran serias a su corona, que le había costado tanto trabajo y riesgos, lo hizo todo
para tener a la impostora en San Petersburgo. Y es allí donde su rastro se pierde aunque existen varias
versiones que por sí pueden constituir una discusión.
Entre las iniacitivas importantes de Catalina está su tentativa fracasada de arreglar la legislatura
rusa. El país había entrado en la segunda mitad del siglo XVIII teniendo una colección de leyes bastante
obsoleta: el Código Conciliar (Sobórnoye Ulozhenie) del zar Alejo I. Por la voluntad de la emperatriz, se
formó una Comisión especial para componer el nuevo Código (se llamaba muchas veces “La Comisión del
Código). Participaron 564 diputados, que representaban los intereses de distintas capas y clases de la
población, incluidos los cosacos, naciones diferentes etc. Solo los siervos no entraron en la Comisión. Esta
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útima no cumplió su función aunque los materiales recogidos en cierta medida facilitaron la preparación de
las siguientes reformas del Estado.
La segunda mitad del siglo XVIII también se caracteriza por el hecho de que después de la emisión
del Patente Real a la nobleza en Rusia surgieron las condiciones para la paulatina formación de la
intelectualidad nacional (entonces compuesta por los nobles); tenía lugar un proceso de cierta divulgación
de conocimientos, cierta experiencia progresiva. Así, por ejemplo, por primera vez se realizaron vacunas
contra la viruela, que en la Edad Media, junto con la peste, había devastado países y ciudades enteras.
Catalina, que tenía un miedo atroz a las “plagas mortíferas”, sirvió de ejemplo a sus súbditos: fue vacunada
la primera. La vacunó el doctor Dimsdale especialmente invitado desde Inglaterra.
Desde Irlanda fueron traídas las patatas y el campesinado ruso empezó a cultivar esta hortaliza, que
llegó a ser un elemento importante de la comida nacional.
La obtención de la condición del imperio por el Estado ruso se reflejó en que en la época de
Catalina el país adquirió (para completar el Escudo y la Bandera, que ya los había) el primer himno aunque
no oficial. En 1791, O. Kozlovski compuso con la letra de G. Derzhavin una marcha polonesa para coro y
orquesta “Que truene la victoria”. El motivo directo de la aparición de esta obra fue la toma triunfal de la
fortaleza turca de Izmaíl, antes considerada inabordable, por las tropas rusas.
Más o menos al mismo tiempo, entre 1790 y 1801, el famoso compositor Dmitri Stepánovich
Bortnyanski compuso con la letra del escritor y estadista Mijaíl Matvéevich Jeráskov el himno espiritual
“Cuán glorioso es nuestro Señor en Sion”. Este himno muchas veces calificado como masónico tampoco
obtuvo la condición de oficial pero se consideró por muchos el himno nacional ruso. No es de extrañar que
en 1856-1917 fuera esa la melodía tocada por el reloj de la torre Spásskaya del Kremlin (junto con la
marcha Preobrazhenski).
Mientras tanto, llegó el 1796, año del fallecimiento de la emperatriz Catalina II. Subía al trono su
hijo, príncipe Pablo.
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