Homero, el “personaje” - Educastur Hospedaje Web

Anuncio
GRIEGO
Tema de cultura_1
6 páginas
La épica griega
El nacimiento de la poesía épica
La épica nace en Grecia con dos magníficos poemas, la Ilíada y la Odisea, herencia de
una rica tradición oral, surgida en época micénica, quizá incluso antes de la guerra de
Troya. Estos dos poemas, atribuidos a Homero, son la primera creación literaria del
mundo griego y nos muestran un nivel de perfección y madurez en su composición que
nos pone de manifiesto que son el fruto de una larga y rica elaboración dentro de una
cultura basada en la oralidad. Pues, aunque conocemos la existencia en época micénica
de las tablillas de lineal B y éstas suponen un importante documento para el
conocimiento del mundo micénico y la historia de la escritura, sin embargo no ofrecen
un soporte suficiente para la creación literaria, que no se desarrolla hasta la difusión del
alfabeto a principios del s. VIII a. C., aproximadamente.
Poco sabemos de la épica anterior a Homero. Las únicas noticias sobre la existencia de
los aedos nos las proporciona el propio poeta, que nos habla de estos cantores en los
palacios de los reyes. Es el caso de Demódoco (en el palacio de Alcínoo, rey de los
Feacios) y de Femio (en el palacio de Ulises), que ofrecen una imagen de lo que podría
haber sido el germen desde el que más tarde se desarrolla la epopeya homérica.
En estas dos piezas literarias, paradigmas de toda la literatura universal, encontramos las
hazañas de los hombres que tuvieron lugar con motivo de la guerra de Troya. En estas
narraciones lo importante no es, sin embargo, la guerra en sí misma, sino los
sufrimientos que este enfrentamiento bélico ha causado a los hombres, sus
protagonistas.
Homero, el “personaje”
Homero es el nombre tradicionalmente asignado al famoso autor de la Ilíada y la
Odisea, las dos grandes epopeyas de la antigüedad griega. Nada se sabe de su persona
que no sean conjeturas o invenciones, y de hecho hay especialistas que ponen en duda la
autoría individual de estas dos obras. Sin embargo, los datos lingüísticos e históricos de
que se dispone, permiten suponer que los poemas fueron escritos (en el sentido de
pasados por escrito) en los asentamientos griegos de la costa oeste de Asia Menor,
hacia el siglo VIII a.C.
Los estudiosos no se ponen de acuerdo si fue uno o más de uno el autor de los poemas
homéricos, como tampoco el lugar de su nacimiento. Siete ciudades se disputaban en la
antigüedad el honor de haber visto nacer a Homero. De ellas lo más probable es que
sean Esmirna, en la costa de Asia Menor, o la isla de Quíos (el lugar donde vivieron los
Homéridas, una familia de rapsodas profesionales, según ellos seguidores de Homero),
como las que ofrecen las características más verosímiles para otorgarles el honor de ser
la cuna de este poeta, que la tradición nos ha transmitido como un aedo ciego,
compositor de las dos primeras piezas de la literatura griega.
C_1. La épica griega.
Página 1 de 6
Frente a su incierta biografía tenemos la magnífica realidad de su obra, que estará
omnipresente en toda la literatura griega (y por extensión, en toda su cultura). Sus dos
poemas, Ilíada y Odisea, dominaron toda la educación griega, incluso en época
helenística. Platón nos dice que Homero es considerado el educador de Grecia. En cierto
sentido, se puede considerar a Homero como el final de una larga tradición épica oral y
el comienzo de nuestra literatura, el padre de la literatura occidental.
Ilíada
Las dos epopeyas narran hechos legendarios que supuestamente ocurrieron muchos
siglos antes de la época en que fueron escritas. La Ilíada se sitúa en el último año de la
guerra de Troya, que constituye el telón de fondo de su trama. Narra la historia de la
cólera del héroe griego Aquiles. Insultado por su comandante en jefe, Agamenón, el
joven guerrero Aquiles se retira de la batalla, abandonando a su suerte a sus
compatriotas griegos, que sufren terribles derrotas a manos de los troyanos. Aquiles
rechaza todos los intentos de reconciliación por parte de los griegos, aunque finalmente
cede en cierto modo al permitir a su compañero Patroclo ponerse a la cabeza de sus
tropas. Patroclo muere en el combate, y Aquiles, presa de furia y rencor, dirige su odio
hacia los troyanos, a cuyo líder, Héctor (hijo del rey Príamo), derrota en combate
singular. El poema concluye cuando Aquiles entrega el cadáver de Héctor a Príamo,
para que éste lo entierre, reconociendo así cierta afinidad con el rey troyano, puesto que
ambos deben enfrentarse a la tragedia de la muerte y el luto.
Odisea
La Odisea narra el regreso del héroe griego Odiseo (Ulises en la tradición latina) de la
guerra de Troya. En las escenas iniciales se relata el desorden en que ha quedado
sumida la casa de Odiseo tras su larga ausencia. Un grupo de pretendientes de su esposa
Penélope está acabando con sus propiedades. A continuación, la historia se centra en el
propio héroe. El relato abarca sus diez años de viajes, en el curso de los cuales se
enfrenta a diversos peligros, como el cíclope devorador de hombres, Polifemo, y a
amenazas tan sutiles como la que representa la diosa Calipso, que le promete la
inmortalidad si renuncia a volver a casa. La segunda mitad del poema comienza con la
llegada de Odiseo a su isla natal, Ítaca. Aquí, haciendo gala de una sangre fría y una
paciencia infinitas, pone a prueba la lealtad de sus sirvientes, trama y lleva a efecto una
sangrienta venganza contra los pretendientes de Penélope, y se reúne de nuevo con su
hijo, su esposa y su anciano padre.
Los himnos homéricos
Junto a la Iliada y la Odisea figuran los llamados himnos homéricos, una serie de
poemas relativamente breves, que celebran las hazañas de diversos dioses, compuestos
en un estilo épico similar, y también atribuidos a Homero, aunque muchos son
claramente posteriores a su época.
C_1. La épica griega.
Página 2 de 6
La lengua de Homero
La lengua de Homero muestra las características de la poesía oral. La transmisión de
este género a través de los siglos y por las distintas regiones de Grecia, desde su posible
origen en época micénica, pudo dar lugar a un tipo de lengua propia de la épica, mezcla
de elementos de los principales dialectos griegos a excepción del dorio, arcaismos –bien
identificados desde el conocimiento de la lengua micénica- y “fórmulas” típicas de la
épica. Teniendo en cuenta este mosaico en que está basada, no es difícil entender que la
lengua homérica es una lengua artificial, literaria, que no fue hablada tal cual aparece
en los poemas en ninguna época ni lugar de Grecia y que, desde luego, ofrece multitud
de formas que no coinciden con el modelo clásico de dialecto jónico-ático del s.V a.C.
que nosotros estudiamos.
Hay que tener en cuenta que desde que sucedieron los hechos que sirvieron de
inspiración a las epopeyas hasta que estas son uniformadas por escrito en el s. VIII a.C.,
hay un intervalo de unos cuatro o cinco siglos (incluso más, si lo que se considera es
simplemente la tradición de canto épico) en que esta tradición se transmite de manera
oral, mediante un canto acompañado probablemente por un instrumento de cuerda,
confiado a unos profesionales (los aedos) a los que se consideraba seres inspirados,
cuyo arte era transmitido dentro de la familia y que tenían un gran reconocimiento
social. En un momento dado, en el s. VIII, coincidiendo con la “recuperación” de la
escritura por parte de los griegos, que adaptan el alfabeto fenicio a su lengua, y con el
cambio en el modo de ejecución de esta tradición oral, que pasa de cantarse a recitarse
sin música, marcando el ritmo con el golpe de un bastón (los ejecutores del canto pasan
de ser aedos a ser rapsodas), todo este mosaico de tradición poética oral se pasa por
escrito. El autor o autores de esta primera copia asumen toda la tradición anterior (los
arcaismos, las mezclas dialectales, la “dicción formular”, etc), pero también son capaces
de crear una unidad temática y hacer una gran obra cohesionada. Es decir, la mitad de la
grandeza de los poemas homéricos se lo podemos atribuir a la antigua tradición oral de
la que se abastecen, sumamente rica y trabajada, y la otra mitad a la genialidad del autor
o autores que, al poner los poemas por escrito les dieron la unidad y trabazón que
presentan. Esta singular historia en la génesis de los poemas, les confiere ese aspecto
lingüísitico tan particular, tan extraño, tan distante, que supuso la creación de una
lengua artificial (la lengua épica) que nunca se habló como tal en Grecia, pero en la que
se compuso buena parte de la poesía épica y que fue la mayor fuente de inspiración
literaria de los griegos en la época antigua.
Una de las características más sobresalientes de la lengua homérica, y que encontramos
en la épica y la poesía oral de otras culturas, como está demostrado desde los estudios
de M. Parry, es lo que se ha dado en llamar “dicción formular”. Podemos observar que
muchos versos homéricos están compuestos por fórmulas, creadas todas ellas a través
de una larga tradición oral. Estas fórmulas están constituidas principalmente por
epítetos y nombres propios de héroes y dioses. En ocasiones son versos enteros que se
repiten para narrar la misma situación. No olvidemos tampoco que se trata de una
poesía para ser cantada y sometida al ritmo métrico del hexámetro dactílico, por lo que
las fórmulas, a veces, también suelen ocupar una determinada posición para favorecer el
ritmo. Hay que tener en cuenta que los poemas homéricos son, desde el punto de vista
métrico, largas secuencias de hexámetros dactílicos (verso de seis pies o unidades
métricas basadas en la cantidad silábica) que necesitaban de alguna técnica nmotécnica
para poder ser ejecutados. La fórmula, o bien ocupa el verso entero (Zeus, padre de
C_1. La épica griega.
Página 3 de 6
hombres y dioses), o bien una parte del verso, pues el hexámetro dactílico contempla
unas pausas a intervalos regulares que dividen el verso en partes, son las llamadas
“cesuras” (el astuto Ulises). Esta es la razón por la que la lengua homérica, incluso en
las traducciones, ofrezca una impresión extraña al repetirse tan regularmente los mismo
epítetos y expresiones y, también, al encontrar alguno de estos epítetos empleados fuera
de contexto (por ejemplo, Aquiles es siempre “el de los pies ligeros”, aunque en un
momento dado esté tranquilamente sentado y el epíteto no venga muy a cuento).
La cuestión es que al aedo le resultaba fácil, recordando la fórmula, sustituir en cada
ocasión un término y mantener, no obstante, la estructura del verso. La originalidad y la
belleza de los poemas estriban en el talento de poeta para saber emplerarlos de manera
oportuna y brillante.
El hexámetro dactílico:
__ v v __ v v __ v v __ v v __ v v __
__
__
__
__
La “cuestión homérica”
Ambas epopeyas están escritas en un verso formal y elevado, en un lenguaje jamás
empleado en la lengua normal; la métrica de ambas es el hexámetro dactílico. Es
imposible establecer una distinción entre estas dos obras en el aspecto estilístico. Sin
embargo, resulta fácil comprender por qué, desde la antigüedad, muchos lectores las han
atribuido a dos autores diferentes. La Iliada habla de las pasiones y plantea dilemas
imposibles de resolver. No hay en ella auténticos villanos; Aquiles, Agamenón, Príamo
y los demás personajes son víctimas de un universo trágico y cruel. En la Odisea, por el
contrario, el mal es derrotado, triunfa la justicia y la familia, tristemente separada, se
reúne de nuevo. La astucia, particularmente la de Odiseo, actúa como fuerza motriz a
través de todo el relato. La primera tiene el objetivo clarísimo de ensalzar los valores de
la minoría aristocrática (fundamentalmente guerreros); la segunda puede consierarse
más burguesa, pues tiene como modelo a una persona cuya principal virtud es la astucia
y el sentido de supervivencia, además de la capacidad de adaptarse a todas las
circunstancias.
El texto moderno de los poemas homéricos se transmitió a través de los manuscritos
medievales y renacentistas, que a su vez son copias de antiguos manuscritos, hoy
perdidos. Pese a las numerosas dudas que existen sobre la identidad de Homero (la
figura del bardo ciego de Quíos tiene todo el aspecto de una creación tópica “a
posteriori”) o sobre la autoría de determinadas partes del texto, como las escenas finales
de la Odisea, la mayoría de sus lectores, desde la antigüedad clásica hasta no hace
mucho tiempo, creyeron que Homero fue un poeta (o como mucho, dos poetas) muy
C_1. La épica griega.
Página 4 de 6
parecido a los demás. Es decir, la Iliada y la Odisea, aunque basadas en materiales
tradicionales, son obras independientes, originales y en gran medida ficticias.
Sin embargo, durante los últimos doscientos años, esta visión ha cambiado
radicalmente, tras la aparición de la interminable cuestión homérica: ¿Quién, cómo y
cuándo se compuso la Iliada y la Odisea? Aún no se ha encontrado una respuesta que
satisfaga a todas las partes. En los siglos XIX y XX los estudiosos han afirmado que
ciertas inconsistencias internas venían a demostrar que los poemas no eran sino
recopilaciones, o añadidos, de poemas líricos breves e independientes (lais); los
unitaristas, por su parte, consideraban que estas inconsistencias eran insignificantes o
imaginarias y que la unidad global de los poemas demostraba que ambos eran producto
de una sola mente. Recientemente, la discusión académica se ha centrado en la teoría de
la composición oral-formularia, según la cual la base de los poemas tal y como hoy los
conocemos es un complejo sistema de dicción poética tradicional que sólo puede ser
producto del esfuerzo común de varias generaciones de aedos.
Ninguna de estas interpretaciones es determinante, pero sería justo afirmar que
prácticamente todos los comentaristas coinciden en que, por un lado, la tradición tiene
un gran peso en la composición de los poemas y, por otro, que en lo fundamental ambos
parecen obra de un mismo creador. Entretanto, los hallazgos arqueológicos realizados
en el curso de los últimos 125 años, en particular los de Heinrich Schliemann, han
demostrado que gran parte de la civilización descrita por Homero no era ficticia. Los
poemas son pues, en cierto modo, documentos históricos, y la discusión de este aspecto
ha estado presente en todo momento en el debate sobre su creación.
La épica helenística.
En la época helenística se vuelve a cultivar el género épico, que fue abandonado en
época clásica, tal vez por la abrumadora presión del modelo homérico como algo
insuperable. Como es habitual en la producción literaria helenísitca, encontramos en
esta obra una absoluta perfección formal, un gran despliegue de erudición libresca, una
gran cultura literaria que reelabora modelos anteriores, que han sido profundamente
estudiados y asimiliados, pero también la falta de inspiración y de creatividad. Es una
época de filólogos, más que de grandes creadores literarios.
Apolonio de Rodas (295 – 215 a.C.) - “La argonáutica”.
Su vida
La tradición duda entre si nació en Alejandría o en Naucratis, pero es más probable lo
primero, aunque su familia procedía de la segunda. Se le llama de Rodas porque allí
pasó la mayor parte de su vida y porque casi con total seguridad adoptó la ciudadanía
rodia. Realizó estudios en Alejandría, teniendo como maestro al poeta Calímaco y como
compañero de escuela al físico y astrónomo Eratóstenes, destinado a sucederle en la
dirección de la famosa Biblioteca de Alejandría. Cuando tenía unos treinta años fue
nombrado por Ptolomeo II Filadelfo bibliotecario para suceder al célebre gramático
C_1. La épica griega.
Página 5 de 6
Zenódoto. Al mismo tiempo recibió el encargo de educar al hijo de Ptolomeo Filadelfo,
el futuro Tolomeo III Evergetes. Durante los veinte años que permaneció en el cargo
compuso su famoso poema épico “Argonáuticas” o “El viaje de los argonautas”, que
narra el viaje de la nave Argos, dirigida por Jasón y tripulada por todo tipo de hérores
míticos, hacia Colcos, en busca del vellocino de oro. También escribió numerosos libros
sobre gramática. Discutió por entonces con su maestro Calímaco, que era un enemigo
declarado de los poemas narrativos y extensos. Eso, y la enemistad de la reina Berenice,
con la que se había casado su alumno, llegado al fin al poder, motivaron su caída en la
corte del rey y su marcha hacia Rodas, donde murió.
La obra
Está dividida en cuatro cantos, los cuales empiezan siempre con una oda a la inspiración
(tan común en en la poesía épica). Su lengua es el jónico arcaizante (de raigambre
homérica) y el metro es el hexámentro dactílico, el metro propio de la épica, aunque
escrito, como era de esperar, con los refinamientos propios de la época helenística; su
lengua imita a la de Homero, pero cuida de evitar los mecanismos repetitivos de la
dicción formular. La influencia homérica se aprecia también tanto en las comparaciones
descriptivas como en el estilo, aunque, a diferencia de éste, no suele esmerarse
demasiado en la narración de las batallas. Como también sucede en las epopeyas
homéricas, los dioses (con Hera a la cabeza como divinidad protectora) manipulan el
destino de los humanos, mientras que los Argonautas (todos hijos o nietos de dioses,
que no son mas que marionetas en manos de los primeros) actúan sujetos a esa voluntad
superior.
En cuanto al argumento, la historia es una sucesión de aventuras diversas, cuyo eje
principal es un viaje la nave Argos, así la historia empieza básicamente desde su
construcción hasta la llegada a su punto de origen tras cumplir su cometido; es la
historia de la nave y sus navegantes, los cuales poseen una misión, la de traer el
vellocino de oro, que curiosamente se encuentra en la otra parte del mundo, donde han
de saltear los mas curiosos avatares, pero casi todos en el mar.
La otra gran protagonista es Medea, la cual, se ve envuelta en toda la aventura, cómo
no, por designio divino; así es enamorada por deseo de Hera solo para ayudar a su
favorito Jasón, y ésta es capaz de los mas atroces delitos para su amor infundido
(traiciona a su padre, abandona su patria y asesina a su hermano), y siempre bajo el
temor de traición por parte de los Argonautas. En cambio, la actitud de Jasón es
claramente interesada, pues acepta a Medea para conseguir su propósito y cuando se ve
en dificultad, ha de ser Medea la que suplique a sus compañeros y la que trame las
soluciones a las diversas avatares de la empresa (desde el pasar las pruebas de Eetes,
hasta dormir al dragón, hasta maquinar la muerte de su hermano o acabar con Talos);
Medea es un personaje clave para la historia, pues sin ella la empresa argonauta no
hubiera llegado a buen fin.
C_1. La épica griega.
Página 6 de 6
Descargar