El compromiso social y político en la poesía de Miguel

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MIGUEL HERNÁNDEZ: ANTOLOGÍA POÉTICA
EL COMPROMISO SOCIAL Y POLÍTICO EN LA POESÍA DE MIGUEL HERNÁNDEZ
El compromiso social y político en la poesía
de Miguel Hernández
Cuando, en la primavera de 1934, Miguel Hernández viaja por segunda vez a Madrid,
comienza para él una nueva etapa en la que empieza a relacionarse con los intelectuales de la
capital y se ‘despega’ definitivamente del ambiente oriolano. Conoció a Vicente Aleixandre y a
Pablo Neruda. Precisamente, las ideas marxistas del poeta chileno tuvieron una influencia
decisiva sobre el joven Miguel, que se alejó del catolicismo e inició la evolución ideológica que
le conduciría a tomar posiciones de compromiso beligerante durante la Guerra Civil.
Miguel Hernández llegaba, con mucho retraso, a sumarse a uno de los más brillantes
grupos de toda la historia de nuestra literatura, el de los poetas de la Generación del 27. Y, en
su caso, fue especialmente arduo, porque procedía de una familia humilde y era prácticamente
un autodidacta que tenía que codearse con escritores que eran de origen acomodado y en más
de un caso tenían un trato profesional y profesoral con la literatura. De hecho, Miguel
Hernández es uno de nuestros escasos grandes poetas de origen auténticamente
popular, por no decir el único.
De todo aquel grupo, sólo él conoció de primera mano el trabajo manual, sólo él
pasó hambre al llegar por primera vez (a los veintiún años) a un Madrid en el que se le
cerraban todas las puertas y en el que daba vueltas por las calles con el estómago vacío y con
una carpeta de versos mecanografiados bajo el brazo, esperando a ser recibido por alguien
importante.
Tras el triunfo del Frente Popular, colaboró con otros intelectuales en las “Misiones
Pedagógicas”, proyecto educativo, social y cultural creado en el seno de la Segunda
República Española con el encargo de “difundir la cultura general, la moderna orientación
docente y la educación ciudadana en aldeas, villas y lugares, con especial atención a los
intereses espirituales de la población rural”, donde los índices de analfabetismo eran
altísimos. Comienza, pues, el compromiso social de Miguel Hernández.
Llegó la guerra y también fue él quien la conoció de cerca y de verdad, por decisión
propia: cava zanjas y levanta trincheras recién alistado en el Quinto Regimiento. A diferencia
de otros poetas comprometidos con la causa republicana, vive con los soldados en el frente, no
en los despachos de la Alianza de Intelectuales. Y cuando en 1939 todo se derrumba, él se
queda vagando en la intemperie de Madrid mientras casi todos los demás encuentran el
camino del exilio. No hubo plaza en ningún avión ni pasaporte de última hora para quien había
puesto su vida entera, su nombre y su literatura al servicio de la República; para quien no
podría esperar clemencia de los vencedores ni tampoco esconderse en el anonimato.
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MIGUEL HERNÁNDEZ: ANTOLOGÍA POÉTICA
EL COMPROMISO SOCIAL Y POLÍTICO EN LA POESÍA DE MIGUEL HERNÁNDEZ
Tal como señalábamos antes, el estallido de la Guerra Civil en julio de 1936 obliga a
Miguel Hernández a dar el paso al compromiso político. Este es el tiempo en que el poeta
compone Viento del pueblo (1937), que recoge los poemas escritos desde el estallido de la
guerra y que se convierte en la quintaesencia misma del bando republicano.
En Viento del pueblo, vemos una poesía comprometida, combativa y revolucionaria,
poesía de solidaridad con el pueblo oprimido: “poesía como arma”. El poeta asume una
función “profética” (su voz se alza para proclamar el amor a la patria, para educar a los suyos
en la lucha por la libertad y la justicia y para increpar a los opresores de la patria y los
hombres). Esta función de la “poesía como arma” al servicio de la causa del pueblo oprimido se
articula en dos tonos:
 Exaltación (exaltación heroica de los hombres que luchan por
la justicia y la libertad):
«Vientos del pueblo», «Aceituneros»…
 Lamentación
(lamentación por las víctimas de los opresores): «Elegía primera» [“A
Federico García Lorca, poeta”], «El niño yuntero»…
El tono de exaltación es el tono dominante en Viento del pueblo. En gran parte de sus
poemas, domina un entusiasmo combativo que lleva a mitificar a los protagonistas poemáticos
(jornaleros, combatientes…). Así, por ejemplo, exalta y exhorta a los aceituneros de Jaén:
Andaluces de Jaén,
aceituneros altivos,
decidme en el alma: ¿quién
amamantó los olivos?
Vuestra sangre, vuestra vida,
no la del explotador
que se enriqueció en la herida
generosa del sudor.
No la del terrateniente
que os sepultó en la pobreza,
que os pisoteó la frente,
que os redujo la cabeza.
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MIGUEL HERNÁNDEZ: ANTOLOGÍA POÉTICA
EL COMPROMISO SOCIAL Y POLÍTICO EN LA POESÍA DE MIGUEL HERNÁNDEZ
En cuanto al tono de lamentación, lo encontramos, por un lado, como tono dominante en
la mitificación (glorificación) de los sujetos líricos en los poemas elegíacos:
Federico García
hasta ayer se llamó: polvo se llama.
Ayer tuvo un espacio bajo el día
que hoy el hoyo le da bajo la grama.
¡Tanto fue! ¡Tanto fuiste y ya no eres!
Tu agitada alegría,
que agita columnas y alfileres,
de tus dientes arrancas y sacudes,
y ya te pones triste, y sólo quieres
ya el paraíso de los ataúdes.
Pero el tono de lamentación también sirve para expresar la identificación íntima y
solidaria con las víctimas de la explotación en poemas como «El niño yuntero»:
Me duele este niño hambriento
como una grandiosa espina,
y su vivir ceniciento
revuelve mi alma de encina.
Lo veo arar los rastrojos,
y devorar un mendrugo,
y declarar con los ojos
que por qué es carne de yugo.
La figura de Miguel Hernández, como escritor y como hombre, se convirtió, de este modo,
en el estereotipo del poeta del pueblo, comprometido y militante. El rango de poeta
voluntariamente popular asumido por él mismo en los años de la guerra y que culmina en
Vientos del pueblo, continúa, aunque en menor medida, en El hombre acecha (1939), donde
tan visible como la militancia política es el desaliento por la carnicería y la destrucción que ya
duran demasiado, el puro espanto ante lo peor de la condición humana:
Hoy el amor es muerte,
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MIGUEL HERNÁNDEZ: ANTOLOGÍA POÉTICA
EL COMPROMISO SOCIAL Y POLÍTICO EN LA POESÍA DE MIGUEL HERNÁNDEZ
y el hombre acecha al hombre.1
Acabada a guerra, Miguel Hernández, demasiado inocente o demasiado aturdido por la
derrota, elige la peor huida posible y va a meterse él solo en la boca del lobo. Como Lorca
buscando refugio en Granada, Miguel Hernández regresa con cabezonería suicida a su pueblo
y a la cercanía de su mujer y su hijo, y en septiembre de 1939, ni siquiera con 29 años
cumplidos, cae en la red de las cárceles y los procesos sumarísimos para no salir ya nunca.
A partir de este martirio real, se forjó otro estereotipo en torno a la figura de Miguel
Hernández. El dibujo que le hizo Antonio Buero Vallejo en la cárcel, convirtió a Miguel
Hernández no en un hombre real, sino en un icono reverenciado de la resistencia
antifranquista, reproducido en pósters junto a junto a los retratos de Lorca, Antonio Machado,
Che Guevara, Dolores Ibárruri. Junto a las reproducciones del Guernica. Era difícil pensar
entonces que aquel retrato hubiera sido el de un hombre real, no un santo laico ni un mártir ni
un símbolo, sino un hombre.
En fin, fue la suya una vida demasiado breve y mucho más rica en pormenores y
resonancias que cualquier estereotipo: la de un hombre que sobreponiéndose a
circunstancias terribles logró hacer de sí mismo aquello que soñó desde que era un
chaval pastoreando cabras: un poeta y un hombre en la plenitud de su albedrío.
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La guerra pasa factura a la condición humana que en ella ha naufragado, pudiendo tomarse
como vaga referencia aquella sentencia difundida por el filósofo y tratadista político inglés
Thomas Hobbes (1588-1679), según la cual el hombre es un lobo para el hombre. Y de ella
deriva el título del libro.
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